martes, 26 de marzo de 2024

RESEÑA (by MH) ::: ORMOND - Maria Edgeworth


 
 
Título original: Ormond
Autora: Maria Edgeworth
Editorial: Libros de Seda
Traducción: Ana Andreu Baquero
Páginas: 352
Fecha publicación original: 1817
Fecha esta edición: marzo 2024
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 22,25 euros

Siendo solo un niño, Harry Ormond pierde a su madre y su padre lo abandona. Compadeciéndose de él, Ulick O’Shane, un irlandés acomodado, lo adopta y lo cría junto a su hijo Marcus. Ambos jóvenes se meten en muchos líos cuando llegan a la adolescencia pero, tras verse implicados en un tiroteo en el que casi muere un joven, y viendo que la esposa de O’Shane no lo quiere en su casa, Ormond se va a vivir con el primo rico de su tutor, alguien a quien apodan «Rey Corny». Tras este suceso, Harry Ormond empieza a plantearse de verdad qué quiere ser en la vida. ¿Qué camino tomará? ¿Logrará construirse un nombre y fortuna?

 
 
Maria Edgeworth pertenece a ese selecto grupo de escritoras de las que me da igual lo que se publique porque yo lo voy a leer
sin molestarme siquiera en saber de lo que va el libro en cuestión. Es que me da igual, acepto lo que venga encantada de la vida y agradecida por la oportunidad de seguir conociendo su obra. Buena parte de las traducciones de sus libros al castellano están ya descatalogadas, y en la actualidad solo se pueden encontrar sin problemas tres de sus libros, entre los que se encuentran dos publicados por Libros de Seda: uno de ellas es
Belinda, y el otro es Ormond, del que os hablo hoy. Ormond fue publicado originalmente en 1817, y antes de comenzar la lectura no sabía más que estaba incluida en su trilogía sobre Irlanda, a la que también pertenecen Ennui y El absentista (del que os hablé aquí hace unos años). En todo caso, como no todo el mundo se lanza a leer libros de una manera tan excéntrica sin saber de qué van, os cuento un poquito sobre Ormond antes de comentaros mis impresiones.

Harry Ormond es un huérfano de madre (y abandonado por su padre) que vive desde niño bajo la protección de sir Ulick O'Shane, un crápula que ha ido alcanzando sus propósitos sociales y económicos en la vida a base de posicionarse siempre donde el viento mejor sopla y usando sus matrimonios como colchones económicos. El caso es que Ulick quiere a Harry más que a su propio hijo, Marcus, pero cuando ocurre cierto suceso que le hace sospechar que Ormond puede interponerse en un matrimonio muy ventajoso para Marcus, no duda en deshacerse de su pobre protegido y mandarlo lejos con un familiar a las Islas Negras. Es aquí cuando empieza realmente la historia de Harry Ormond, que no ha cumplido todavía los dieciocho años cuando comienzan sus peripecias. Marcus nunca ha sido una buena influencia para él, y cuando se ve lejos de esas malas compañías para caer en manos de personas mucho más recomendables, Ormond empieza a florecer como hombre y como persona. Pero no está escrito que Ormond pueda permanecer durante mucho tiempo en el mismo sitio, y lo iremos acompañando a lo largo de varios años durante los que esos avatares, esas aventuras, las personas que conoce y con las que se relaciona, el cambio de su situación económica, las traiciones que sufre y lo que aprende de todas y cada una de esas experiencias, lo irán moldeando de una manera apenas imaginable cuando comienzan las páginas.
 
Ya lo comenté en su día cuando os hablé de El absentista, pero se tiende a unificar la literatura de ciertas épocas bajo unos mismos patrones y características de un modo bastante erróneo (e injusto en muchos casos para algunos autores). Maria Edgeworth es una autora que empezó a escribir muy a finales del siglo XVIII y cuya última etapa literaria puede encuadrarse dentro de la época de Regencia inglesa... y claro, en cuanto hablamos de Regencia enseguida acude a la mente la asociación con la autora de Regencia por excelencia, nuestra queridísima Jane Austen (bueno, menos para los que se empeñan cada cinco meses en decir que es una autora victoriana... a esos solo les deseo que les sirvan el té frío y que se les indigeste el sándwich de pepinillo xD). Claro, lo fácil es pensar que Maria Edgeworth escribía como Jane, que contaba las mismas historias que Jane y que se movía por círculos y conocimientos sociales muy parecidos. Qué gran equivocación. La vida de Maria Edgeworth, desde su nacimiento hasta su muerte, no podría haber sido más distinta que la de Austen en cualquier matiz que se os ocurra, pero es que además tenemos un elemento diferenciador que lo es todo en muchas de sus obras: Irlanda, ese país en el que ambienta la parte más reconocida de su obra y sobre el que quiso llamar la atención en muchos aspectos (y denunciar muchos otros que ocurrían en él). Nada tienen que ver Maria Edgeworth y Jane Austen, ni en estilo, ni en temática, ni en ambientación ni en el trasfondo e intencionalidad de lo que narran, y es algo que se debe tener en cuenta cuando uno se acerca a Edgeworth y se dispone a leerla. Lo digo siempre que hablo de esta autora y no me cansaré de repetirlo para evitar (injustas) decepciones y/o comparaciones.

Hablando del libro en sí que os traigo hoy, creo que Ormond podría catalogarse bajo ese género tan de moda desde hace unos años (literariamente hablando) como es el coming of age (y que prueba lo que siempre digo, que todo en la literatura está inventado desde hace mucho, mucho tiempo, y que simplemente los géneros y subgéneros pasan por muchas etapas tanto creativas como de interés por parte de los lectores). Si nos atenemos a la descripción genérica del coming of age, esta nos dice que es un género que se enfoca en el crecimiento moral y psicológico del personaje principal (que suele ser un adolescente o una persona muy joven al comienzo de la historia), en su evolución ética, su educación y las experiencias vitales que moldean su percepción de la realidad y el modo en que alcanza la madurez. Todas y cada una de estas premisas forman parte de Ormond, y además comparte rasgos muy acusados con otras dos novelas publicadas antes que ella y que pueden encuadrarse sin lugar a dudas dentro del mismo género de maduración y crecimiento del personaje protagonista: por un lado, y de una manera muy evidente porque la propia autora lo introduce en la novela, La historia de Tom Jones, de Henry Fielding (aunque nuestro Ormond no tiene nada de pícaro y ni mucho menos es tan propenso a las infidelidades y los placeres sensuales); y en menor medida, de manera puntual y sobre todo al final, con Cándido, de Voltaire. Pero sobre esto os hablo más adelante.

El caso es que cogemos a un Harry Ormond de apenas diecisiete años que ha recibido una mala educación y una dejadez disciplinaria por parte de su tutor, sir Ulick. Es muy apuesto, tiene buen fondo, es generoso y tiene buena disposición para las cosas, pero no ha sido guiado ni instruido para controlar sus impulsos ni para moderar su libertinaje, así que un adolescente que podría ser muy provechoso para la sociedad se comporta con una disipación y una falta de dominio en sus acciones que le juega muy malas pasadas. Una de esas situaciones (y también la mano desleal de sir Ulick, aunque esto ni lo sabe Ormond ni se lo imagina) es la que le lleva al comienzo del libro a tener que abandonar el castillo de Hermitage, donde ha vivido desde que fue acogido por sir Ulick, para trasladarse a las Islas Negras, donde vive un primo de su tutor (un hombre peculiar tanto en su forma de vivir la vida como en su forma de gobernar sobre la gente de las islas). Allí es donde realmente aflorará el Ormond que se esconde bajo el joven disoluto y consentido que ha sido hasta ese momento. Es aquí donde comienza, tal y como se dice literalmente en la novela, la transformación de "nuestro héroe", porque eso es lo que hace la narradora: contarnos la biografía de Harry Ormond. Desde el principio nos avisa de que Ormond ni es perfecto ni tiene muchos méritos de los que presumir cuando comienza la novela, y ella se va a encargar de hablar tanto de lo bueno como de lo malo, de los avances y los retrocesos en esta carrera hacia el juicio y la sensatez:

La mayoría de los héroes son perfectos por naturaleza, o al menos eso es lo que nos hacen creer sus biógrafos o panegiristas. El nuestro, en cambio, está muy lejos de ese colectivo privilegiado. Los lectores de esta historia no corren el peligro de que los aburra nada más empezar con una lista de sus méritos y logros; tampoco los impresionaré ni los desalentaré con una exhibición de virtudes muy por encima de la humanidad y que nadie puede aspirar a imitar. Más bien al contrario, la mayoría de la gente se sentirá reconfortada y bendecida con la reflexión de que nunca fueron tan insensatos ni tan infames como Harry Ormond.

Sin ser divisiones explícitamente marcadas en la novela, yo diría que se puede dividir de una manera bastante clara en tres partes que nos llevan desde Irlanda y las Islas Negras hasta, ocasionalmente, Inglaterra, para detenerse durante cierto periodo de tiempo en París, y vuelta a casa. Os voy a hablar de las dos que a mí me parecen más importantes e interesantes en lo que respecta al personaje de Harry Ormond en general y a ciertas cosas que creo que Edgeworth quería comentar en particular.
 
Toda la parte que transcurre en las Islas Negras es, para mí, la mejor de toda la novela
. Ormond es recibido allí por el "Rey Corny", un personaje que representa todo lo opuesto a sir Ulick en cuanto a ambiciones, honestidad, integridad y ética. Es un buen hombre que realmente llega a convertirse en un padre para Harry y que vive completamente inmune a convenciones sociales, hipocresías, excesos, problemas de terratenientes y disputas familiares. En realidad, estos dos personajes, sir Ulick y Rey Corny, representan los dos tipos de terratenientes que existían en Irlanda en aquella época, porque además hay resaltar una cosa muy importante que surge constantemente durante todo el libro en diversos aspectos: que uno es católico y el otro protestante. Ulrick, protestante converso, representa a la nueva facción de terratenientes angloirlandeses que dividían sus intereses y sus lealtades entre los dos países, siempre con un ojo puesto en Dublín y el otro en Londres, y siempre intentando sacar provecho económico ya fuese con buenas o no tan buenas artes. Corny, católico, representa al terrateniente irlandés tradicional, más honesto e íntegro, pero sumido en la pobreza al no implementar nuevas técnicas en sus tierras ni aprovecharse políticamente de ningún beneficio. Son formas de administrar las tierras muy diferentes que tienen sus raíces en la propia forma de conducirse en la vida, y Edgeworth lo plantea de manera brillante en el único dialogo al que asistimos entre estos personajes, donde se palpa la tensión y la desconfianza por debajo del humor cortés y las pullas socarronas.
 
El caso es que en ese ruinoso castillo, del que Corny está tan orgulloso, vive Ormond apartado del mundo, alejado de la sociedad y sus tentaciones, en contacto directo y permanente con la naturaleza y en relación constante con la gente rural y sus problemas. Allí es también donde madura y se convierte en una persona reflexiva, prudente y con la cabeza muy bien asentada sobre los hombros, y allí es donde Ormond, nuestro Harry Ormond, se transforma en el hombre que aprende a moderarse y a conducirse de manera honesta cuando el mundo, más adelante, intente embaucarlo y volver a llevarlo por el mal camino.

Todo esto que os acabo de contar choca frontalmente con la parte de la trama ambientada en París, sobre la que no os puedo contar nada ni el por qué de su presencia en la novela porque transcurre bien avanzado el libro, pero sobre la que sí debo destacar dos cosas. Una es que no tenemos ninguna pista significativa sobre la época en la que está ambientada la novela hasta que llegamos a Francia, porque allí es cuando se empiezan a dar nombres reales sobre la corte de Versalles y los círculos culturales de la época, y el misterio se resuelve en cierto momento cuando se dice explícitamente que la trama está situada durante los últimos años de reinado de Luis XV y la época de madame du Barry ya presentada en la corte.  A partir de ese momento ya no hay pérdida: los capítulos de París transcurren en un momento indeterminado entre los años 1769 y 1774, y eso hace que el libro probablemente comience en algún momento que ronda entre 1760 y 1765. Lo dicho, resulta curioso que no sepamos nada de esto casi hasta el final, y de hecho toda la parte ambientada en Francia me ha parecido como un añadido peculiar a la novela que Maria quería incluir a toda costa porque quería hablar (y criticar, la verdad sea dicha) sobre la corte francesa, sus excesos, el lujo, la disipación, la frivolidad, la extravagancia... esa corte de Versalles estúpida e insustancial que vivía en una burbuja absurda y ciega que explotó en 1789. 
 
En realidad, aunque Maria visitó París por primera vez en 1802 (por cierto, en ese mismo viaje le propuso matrimonio un enviado del rey sueco y, a pesar de sentirse atraída por él, lo rechazó para poder volver a su hogar en Irlanda y seguir escribiendo), tenía un vínculo anterior curioso relacionado con la corte de Versalles. El caso es que un primo suyo, el abate Henry Essex Edgeworth, nacido en la propiedad familiar de Edgeworthstown, fue investido con los poderes del arzobispo de París, monseñor Antoine Le Clerc, cuando este huyó de París a Alemania en 1792, y fue por tanto el confesor y el encargado de administrarle la extremaunción a Luix XVI en el cadalso en 1794. Puede que sea simple coincidencia y todo esto no esté relacionado, pero lo dicho, yo he percibido un interés muy concreto de la autora por hablar de este periodo en unos capítulos que, de no ser ese el caso, resultan peculiares dentro del conjunto de la novela, y me quedo con muchas ganas de comentar cosas sobre ellos, pero no puedo.

Estoy intentando comentaros mucho sobre lo que podéis encontrar en la novela sin destriparos absolutamente nada de los avatares personales por los que pasa el protagonista, pero aun así resulta inevitable hablar de algo que definía por completo la obra de esta autora. ¿Qué encontramos del comentario y crítica social irlandeses, tan habituales en la obra de Edgeworth, en esta novela? Pues aparte de los diferentes tipos de terratenientes que se oponían en el país y de los que os hablo arriba (aún habla más adelante en la historia de un tercer tipo, pero no me voy a detener en ello), en Ormond se trata sobre todo la problemática de la educación, un reflejo totalmente directo de las propias ideas de la autora, que creía que la educación era imprescindible para el desarrollo y correcto funcionamiento de su país y que defendía la necesidad de ilustrarse, instruirse y educarse ya no solo como individuo, sino como elemento enriquecedor de la propia sociedad. Ormond como personaje es un reflejo perfecto de esta idea: no recibe ningún tipo de educación mientras vive en el castillo de Hermitage, y solo cuando se va a vivir a las Islas Negras comienza él mismo a instruirse, a educarse, a aprender y a absorber unos conocimientos, unas normas de conducta y una moral que hasta entonces le habían sido negadas, y es un modo de vida que Ormond ya no abandona en ningún momento, recluyéndose en la lectura y en el estudio en cuanto tiene ocasión. Pero aparte de esto Maria se mete en un charco que en su época levantaba muchas ampollas: la educación conjunta infantil independientemente de la religión que se profesaba. La zona irlandesa en la que ambienta Edgeworth la novela (y que representa a su propio condado) es protestante conversa, pero también hay familias católicas, y la narración aboga de manera evidente y sin cortapisas por la educación infantil conjunta de ambas religiones, idea que provoca un rechazo frontal por parte de muchos personajes relevantes de la zona. No tengo espacio aquí para hablaros sobre este tema porque me estoy extendiendo ya demasiado, pero Maria tenías unas ideas muy claras ya no solo sobre el tema que trata en la novela, sino a nivel pedagógico y el modo en que debía enfocarse la enseñanza para obtener el máximo provecho tanto en las clases como en el rendimiento de los estudiantes.

Y al hilo de lo que comento antes sobre los salones culturales del París de la época y esto último sobre la educación de los irlandeses, no puedo dejar pasar la ocasión de hablaros de un aspecto que no esperaba para nada en la novela y que es muy predominante a lo largo de todas sus páginas: su componente literario y su amor por la literatura. Hay mucha literatura en esta historia, y la primera gran novela que se nombra es La historia de Tom Jones, de Henry Fielding, de la que os hablé al principio, que se nombra muchas veces a lo largo de la novela y que impresiona mucho al protagonista cuando comienza a devorar libros uno tras otro. Pero aparecen más historias y autores de los que va tomando nota e intentando asimilar enseñanzas: Sir Charles Grandison y Clarissa, de Samuel Richardson, las Cartas a su hijo, de Lord Chesterfield...  y ya en París, la autora toma filósofos, dramaturgos y novelistas franceses reales de renombre en la época y los usa como personajes ocasionales: Jean-François Marmontel, Jean le Rond d'Alembert, Pierre de Marivaux... también se nombra a Voltaire, pero da la casualidad de que está "de viaje" en ese momento y nuestro protagonista pierde la oportunidad de conocerlo... Pero más allá de los títulos y sus autores, la importancia de la literatura en la novela es predominante por todo lo que aporta a Ormond a nivel personal y el modo en que esas historias apelan a sus sentimientos mas nobles y le enseñan a discernir y tener unos estándares propios tanto éticos como morales. 

Y a todo esto, no os he nombrado a ninguna dama como interés amoroso del personaje. ¿Tenemos componente romántico en esta historia? Lo tenemos, pero me reservo el derecho a no desvelar nada sobre este tema y que lo descubráis cuando os adentréis en sus páginas. Ormond es muy joven, enamoradizo, y tiene que aprender poco a poco a distinguir lo que quiere, lo que le conviene y lo que realmente necesita en su vida. Se enamora y desenamora con tremenda facilidad, el encanto de muchas mujeres se desvanece en cuanto descubre que no cumplen los requisitos éticos que ha aprendido a respetar y necesitar y, aunque muchas son las mujeres que llaman su atención en esta novela, solo dos serán predominantes a lo largo de sus páginas. Poco más os puedo decir al respecto, pero sí, entre tanta lectura, cambio de escenario, cambio de posición social y aventuras varias, hay tiempo para el amor.

Voy terminando, que no quiero abusar de vuestra paciencia. Como digo al comienzo, Ormond es la tercera y última novela irlandesa de Maria Edgeworth. La escribió mientras su padre estaba muy enfermo (murió de hecho el año en que se publicó) y la ambientó varias décadas antes de la época tratada por ejemplo en El absentista, donde Irlanda estaba floreciendo y creciendo tras haber abolido su parlamento y haberse unido a Inglaterra formando un solo reino. En Ormond todavía falta mucho tiempo para eso, así que lo que hace es hablar de como estaban las cosas antes de ese momento: las rencillas religiosas tanto entre los que estaban arriba en la escala social como los que estaban abajo, los distintos puntos de vista para sacar adelante al país y promover su riqueza y la necesidad de una educación abierta que formase al futuro sostén de esa sociedad. También critica a los miembros del entonces parlamento irlandés por servir únicamente a sus propios intereses personales y por arrimarse siempre a lo que más les convenía (congraciarse con Inglaterra) sin pensar jamás en el pueblo al que representaban ni en el bienestar común, y ensalza la vida rural, honrada y enraizada con la naturaleza por encima de la futilidad y volubilidad que la hipocresía social imponía a quienes la frecuentaban y se dejaban llevar por ella. 
 
Entre medias de todo esto, Ormond tendrá que enfrentarse a cosas normales de la vida como la muerte, los desengaños, las traiciones, el amor, el desamor, la amistad, los momentos felices, los que te hacen sentirte bien contigo mismo, los que te enfrentan a sus peores defectos, las tentaciones... Habrá quien vea cierto tono moralizante en esta trilogía irlandesa, esa singladura común mediante la cual sus personajes principales tienen que aprender sobre la marcha a hacer bien las cosas al tiempo que maduran y se convierten en personas honestas y moderadas, pero yo creo que eso es quedarse en la superficie... que en las novelas de Maria Edgeworth hay, como en tantos clásicos, retratos muy certeros de su época y su entorno además de elementos universales que precisamente trascienden esa misma época y los convierten en lecturas que no solo se disfrutan sino que te acompañan y te hacen reflexionar sobre la vida, las decisiones que tomamos en ella y las consecuencias de nuestras acciones.
 
Leer a esta autora es siempre un placer.

Por cierto, os hablaba del Cándido de Voltaire al principio de la reseña... no he vuelto a nombrarlo porque las páginas que me han recordado tremendamente a esa historia están al final del libro y no puedo hablar sobre ellas, pero el tono inverosímil, exagerado y culebronero es totalmente inconfundible. Sé que habrá lectores que pondrán los ojos en blanco pero a mí me ha hecho mucha gracia ver la referencia (que para mí es obvia, aunque lo mismo le echo mucha imaginación).

 



 
Maria Edgeworth (1767-1849) nació en Buckton (Oxfordshire), aunque desde los cinco años vivió en la propiedad familiar de Edgeworthstown, en Irlanda. Bajo la guía y corrección paterna empezó a escribir Letters for Literary Ladies y una colección de cuentos para niños, The Parent's Assistant. En 1800 publicó anónimamente su primera novela, Castle Rackrent, que tuvo un gran éxito y que influiría en Walter Scott. Más tarde, publicó otras novelas como Belinda (1801) y Leonora (1806). En 1812 publicó El absentista, que pertenece a la serie que ella tituló «Tales of the Fashionable Life». Después de la muerte de su padre se dedicó a concluir las Memorias que éste había empezado y que se publicaron en 1820.

jueves, 21 de marzo de 2024

RESEÑA (by MH) ::: SANGRE EN LA PISCINA - Agatha Christie


 

 
Título original: The Hollow
Autora: Agatha Christie
Editorial: Booket
Traducción: Guillermo López Hipkiss
Páginas: 304
Fecha de publicación original: 1946
Fecha esta edición: 2019
Encuadernación: bolsillo
Precio: 8,95 euros



 
 
Seguro que teníais una sensación rara, como de que faltaba algo en vuestras vidas, que vuestras existencias parecían incompletas y no sabíais darle nombre al problema... pues aquí vengo yo a resolveros la intriga: ¡os he dejado descansar tres meses de mis reseñas de Agatha Christie! xD Sí, he sido buena persona y he pensado en lo aburridos que estaríais del tema... pero claro, eso no quiere decir que yo no haya seguido leyendo a la dama del crimen. De hecho leí el que me tocaba por orden hace por lo menos dos meses, y como hasta que no reseño el que toca no sigo leyendo el siguiente, estoy aquí de parón agathiano obligado, y no puedo esperar más. Así que doy el pistoletazo de salida para la nueva temporada de reseñas 2024 de mi reto atemporal de Agatha Christie, y lo hago con
Sangre en la piscina, publicado en 1946 (llevo siglos con esto y solo he cubierto veinticinco años de la bibliografía de esta mujer... no digo ná y lo digo tó). ¿Protagonista? El incansable y eterno Poirot. Pero antes os cuento un poco sobre el libro.

Poirot se ha comprado una casita en el campo para pasar los fines de semana, y ha sido invitado a comer por una de sus vecinas, lady Angkatell, dueña de The Hollow. Cuando llega allí se encuentra de bruces con una escena totalmente artificial que parece sacada de una obra de teatro: varias personas estupefactas y quietas, que aparentemente han llegado a una piscina desde caminos distintos, una mujer con una pistola en la mano y, a sus pies, un hombre moribundo en el borde de esa piscina, que solo pronuncia una palabra antes de morir, "Henrietta" (el nombre de otra de las mujeres presentes en la escena). A Poirot todo le parece tremendamente escenificado, ocurren varias pequeñas cosas que provocan sus sospechas, pero el caso no resulta nada fácil de resolver... si fuera fácil no haría falta la presencia de Poirot, claro está.
 
Bueno, pues aquí tenemos otro caso de Poirot, que una vez más hace gala de su extraordinaria cuenta bancaria porque no hace más que comprar casas por toda la campiña inglesa y jamás se queda en ninguna (será porque en todas acaba ocurriendo cerca un asesinato). En cualquier caso tarda en aparecer, porque Agatha Christie echa mano nuevamente en este libro de un recurso que gusta mucho de usar desde hace un tiempo: el de reservar los primeros capítulos (diez, en este caso) para presentar a todos los personajes que van a formar parte de la trama y que, por tanto, probablemente serán sospechosos en algún momento, las relaciones entre ellos y el motivo de que estén todos reunidos en el momento del asesinato. Y no es hasta el momento exacto en que se comete ese asesinato que Poirot nos honra a todos con su presencia.
 
¿Quiénes son los protagonistas de esta historia? Pues por un lado tenemos a lady Angkatell y su marido, quienes residen en The Hollow, lugar donde se comete el crimen. Lady Angkatell es una mujer bastante peculiar, de esas a las que en las novelas todo el mundo soporta y perdona sus peculiaridades pero que en la vida real no aguantaría ni el tato. A ella es a quien se le ocurre la idea de esta reunión y quien decide invitar a Poirot, que realmente no pinta nada en un acontecimiento tan familiar salvo que la anfitriona tenga algo en la cabeza. El marido, pues un buenazo que bastante tiene con soportarla. Luego tenemos a Midge, la típica pariente pobre que trabaja explotada en una tienda de Londres y en la que nadie se fija. Ahí se presenta también el matrimonio formado por John y Gerda; él es un guaperas infiel y ella un pan sin sal que aguanta lo que sea con tal de tenerlo al lado. Luego está Henrietta, independiente, de carácter muy fuerte y que se dedica a la escultura profesionalmente. ¿Quién más? Pues Edward, sobrino de los Angkatell, y David, futuro propietario de The Hollow, que preferiría estar comiendo piedras a pasar un fin de semana con toda esta gente. ¡Ah! Y una mujer del pasado que hace ¡chas! y aparece por allí a complicarlo todo. No diréis que Agatha no nos daba sospechosos entre los que elegir... El caso es que dedica buena parte de los primeros capítulos de la novela a presentarnos individualmente a muchos de estos personajes (no a todos) antes de que se reúnan en The Hollow y a mostrarnos la dinámica entre ellos cuando ya están todos juntos. Descubrimos muchas cosas antes de que se cometa el asesinato porque ya sabemos que estos ingleses de la alta sociedad tienen mil secretos, pero también quedan otras muchas en el tintero que serán las que tenga que sacar Poirot a la luz.

Dicho todo esto, me vais a perdonar lo que voy a decir porque intento no juzgar nunca a los personajes, pero me resulta incomprensible la adoración que despierta John Christow entre varias mujeres de esta novela. No puedo entrar en detalles por no hacer spoilers, pero es un ser horroroso, egocéntrico, narcisista, que solo piensa en sí mismo, en su bienestar, en su placer, en lo mucho que se merece en la vida y en lo poco que le importa hacer daño a quien tiene cerca o le quiere... una adoración idealizada y cegata por parte de ciertos personajes que persiste hasta el infinito y más allá. Y tengo muy claro que esta sensación, esta percepción, es conscientemente buscada por la autora, pero vaya, que me ha parecido un tiparraco que no se merece ni una milésima parte de la atención que recibe. He dicho.

¿El final? Retorcido, complicado y, sin embargo, totalmente coherente con todas las miguitas que deja la Christie por el camino. Es una historia peculiar, se lee algo diferente al resto de sus novelas más típicas. Durante toda la novela pulula un algo desolador, un algo triste y pesaroso que nada tiene que ver con el propio asesinato. Muchos de los personajes tienen una mochila muy pesada a la espalda, sueños frustrados, sentimientos enterrados a base de pico y pala que se niegan a verbalizar. Ha habido una muerte, pero ellos están a otras cosas, necesitan poner puntos sobre íes y tomar decisiones que llevan posponiendo mucho tiempo. Son personajes como más reales, más tridimensionales... no sirven solo para el propósito de figurar como sospechosos en la novela, sino que son personajes con derecho propio y son ellos y sus circunstancias los que realmente importan. Da la sensación de que el asesinato es solo una excusa para contar sus historias explorar sus debilidades y fortalezas y presionarles para comprobar hasta donde pueden llegar (bueno, en realidad esto es muy típico de la Christie, pero por lo que sea lo he sentido muy acusado en esta novela).
 
Lo he dicho muchas veces: desde fuera, cuando solo se ha leído lo más famoso de Agatha Christie o no se conoce a fondo su obra, parece que todo lo que escribía era igual, que sus novelas son todas idénticas y que se dedicaba a hacer copia-pega y ver venir los cheques. Pero no. Le gustaba probar cosas nuevas, estructuras diferentes, alternativas a la hora de presentar sus misterios... podía hacer lo que quisiera porque lo que escribiese saldría publicado, pero al mismo tiempo sabía que ese privilegio se lo debía sobre todo a Poirot, e intentaba conjugar ambas cosas lo mejor posible haciendo uso, cada vez más, de esa libertad a la hora de escribir. O esa es la sensación que yo tengo conforme voy avanzando en el reto, vaya. 

Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.
 

lunes, 18 de marzo de 2024

RESEÑA (by MH) ::: EL TERCER HOMBRE - Graham Greene


 
Título original: The Third Man
Autor: Graham Greene
Editorial: Punto de lectura
Traducción: José Luis Piquero
Páginas: 150
Fecha publicación original: 1950
Fecha esta edición: enero 2008
Encuadernación: bolsillo
Precio: descatalogado
Imagen de portada: Photocase.de








Poco después de la Segunda Guerra Mundial, Rollo Martins, un escritor de segunda fila, recibe una carta desde Viena de su amigo Harry Lime para que vaya allí a escribir unos artículos periodísticos sobre la ocupación de los aliados. Cuando llega a la ciudad, Rollo se entera de que su amigo ha muerto. El protagonista empieza a investigar y entonces descubre que Harry ocultaba secretos muy sucios y que del chico que conoció en su adolescencia apenas queda ya nada. 
 
Una historia sobre la amistad, la traición y el desengaño que gozó de una genial adaptación cinematográfica, dirigida por Carol Reed y protagonizada por Orson Welles y Joseph Cotten.
 
    
El tercer hombre es de esas películas que todo amante del cine clásico ha visto (o debería haber visto) alguna vez en su vida. Si además adoráis mucho a Orson Welles, como es mi caso, o a Joseph Cotten, como también es mi caso, pues seguramente la habréis visto más de una vez. Lo que no sé si todo el mundo sabe es que el guion/novela es de Graham Greene, porque además es de esos libros que nadie se acuerda de recuperar y al que solo puedes echarle el guante en el mercado de segunda mano y con ediciones que ya tienen sus años (a ver si Libros del Asteroide, que parece que lleva unos años animándose con este autor, se decide a reeditarlo). El caso es que llegó a mis manos en una de esas ediciones hace cosa de un año y por fin le he sacado hueco. Como siempre, comento primero de qué va por si alguien no lo sabe, y os comento cosillas, aunque advierto desde ya que no voy a entrar demasiado en materia porque entre que el libro es muy corto y que cuanto menos se cuente mejor... Es que no quiero confiarme pensando que todo el mundo sabe de lo que va y meter la pata sin darme cuenta con algún spoiler indeseado.

Vamos a lo que nos interesa. Estamos en la Europa de posguerra y la acción se centra en la ciudad de Viena. Hasta ahí llega Rollo Martins, escritor de novelas baratas del Oeste bajo el seudónimo de Buck Dexter, invitado por Harry Lime, amigo de la infancia en su Inglaterra natal. Nada más llegar se entera de que Lime acaba de morir tras un atropello y se está celebrando su entierro en ese momento. Pronto empiezan a ponerse en contacto con él amigos de Harry que le invitan a abandonar la ciudad, la policía le insinúa que Harry no era trigo limpio y estaba metido en el mercado negro... y Rollo empieza a tener dudas sobre la muerte de Harry, si realmente fue un accidente o si fue asesinado. Su confianza en su amigo es inquebrantable y decide quedarse en Viena para hacer averiguaciones. Por si le faltase poco, nada más llegar es confundido con otro escritor también apellidado Dexter, un autor mucho más reputado, prestigioso y sesudo que él, y un representante del círculo cultural de la ciudad no le deja en paz con una charla que debe dar y para la que "supuestamente" se había comprometido antes de llegar a Viena. Todo esto queda relegado a un segundo plano cuando un testigo le dice que había tres hombres con Harry en el momento de morir. Hasta ahora solo se había hablado de dos hombres (amigos de Lime), ni siquiera la policía sabe nada sobre este tema, así que... ¿quién es el tercer hombre y qué tiene que ver con la muerte de Harry Lime? ¿Por qué nadie más, ni siquiera los otros dos amigos, han hablado nunca sobre su presencia en la escena del accidente? Y encima Rollo empieza a enamorarse de la chica de Harry. Si es que todo son complicaciones...
 
Quien no sepa el origen de esta historia de Graham Greene quizás se sorprenda, porque lo normal es pensar que todo siguiese el orden habitual entre libro y película (primero la novela y luego la adaptación), pero no fue realmente así. Ni siquiera es uno de esos casos en los que se hizo la película y después se escribió/publicó el guion novelado... o bueno, tampoco ocurrió exactamente así. Por contarlo brevemente, Graham Greene recibió el encargo de escribir el guion de una película de intriga ambientada en la Viena de posguerra, y él decidió que necesitaba escribir primero una novela y a partir de ahí realizar él mismo el trabajo de adaptarla para el guion cinematográfico. No estaba previsto que el formato novela viese la luz porque el propio Greene pensaba que el guion final era mucho mejor que el libro, pero por la razón que fuese se publicó en 1950 (un año después del estreno de la película en el cine), y esa es la historia que os traigo hoy. Toda la subtrama del mercado negro está basada en hechos reales que llegaron a oídos de Greene, pero no os voy a comentar nada sobre ella. Tendréis que leer el libro o ver la película para saber por donde van los tiros.
 
¿Cuál era el punto de partida a la hora de encargar ese guion? La Viena ocupada por los aliados tras la Segunda Guerra Mundial. No sé si conocéis este dato, pero tras finalizar la guerra, tanto Austria como Alemania quedaron sometidas al gobierno administrativo, militar y policial de las cuatro potencias aliadas (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y la URSS). Eso quiere decir que ciudades como Viena estaban divididas en cuatro zonas (delimitadas solo con carteles), cada una de ellas administrada por uno de estos cuatro países, lo que a su vez implicaba que cada vez que traspasabas cada una de esas "fronteras" para pasar de una zona a otra, estabas sometido a las restricciones, leyes y jurisdicción de ese país en concreto (por no hablar de que cada una de esas zonas era fiel reflejo del país en cuestión en temas como ocio, tiendas y cualquier cosa de tenor social). Esto quería decir que podías vivir en la zona rusa, británica, americana o francesa, pero que si vivías en una de esas zonas y cometías un delito en cualquiera de las otras, tenían que "extraditarte". Y por si todo esto fuera poco, quedaba el centro de la ciudad, la Ciudad Interior, considerada internacional bajo el mando de las cuatro potencias, con control policial conjunto en el que las patrullas estaban conformadas por cuatro hombres, uno por cada potencia aliada, que se comunicaban entre ellos chapurreando alemán e iban rotando cada cuatro semanas para estar al mando de esa patrulla. Todas las complicaciones administrativas y policiales que podían derivarse de una situación tan rocambolesca son las que usa Greene para mover a sus personajes y ponerlos en determinados bretes.

Quizá todo esto que explico queda mucho más claro en este guion/novela que en la película (de hecho en el guion se pone mucho énfasis en las relaciones muy deterioradas con los soviéticos por parte de las otras tres potencias, y eso en la película pasa muy desapercibido), y aunque es algo que ya había visto plasmado en un libro de ficción (hace unos años leí El día que vendrá, de Rhidian Brook, ambientada en una Hamburgo dividida de la misma manera en la misma época), no deja de parecerme una ventana abierta a un periodo del que realmente creo que sabemos más bien poco. Y aun así, aunque creo que está mejor explicado en papel, la película es en sí misma pura Historia, con mayúscula, y es algo de lo que realmente solo he sido consciente en los revisionados que he hecho. La primera vez (era yo una pipiola muy joven) solo vi la película y la disfruté como la joya que es, sin más; las siguientes veces he visto la Viena de posguerra real, como si fuera un documental, porque es lo que realmente nos están mostrando los fotogramas. Es fácil pasar por alto todo eso que vemos, porque parece un enorme e hiperrealista plató cinematográfico lleno de ruinas, pero no, la película se rodó in situ, esa es la Viena de 1949, la Europa de 1949, y lo que vemos es lo que había, sin trampa, artificios ni esmerados efectos especiales. Y además es un recordatorio de que muchas de las cosas que visitamos en toda Europa hoy en día, que parecen tener siglos de antigüedad, son meras reconstrucciones. Maravillosas, eso sí, dan el pego sin lugar a dudas, pero reconstrucciones al fin y al cabo. Todo lo original desapareció bajo las bombas.
 
No os he hablado mucho sobre la historia en sí misma, pero es que, tal como digo arriba, creo que no debo hacerlo. Sí os puedo decir que el narrador es el coronel Calloway, inspector de Scotland Yard al mando del destacamento policial de la zona británica, que entra en contacto con Rollo Martins cuando este acude al entierro de Harry Lime. Realmente esta historia es como una matrioska: tenemos la voz narradora de Calloway, que a su vez cuenta todo lo que Martins le confiesa sobre sus peripecias desde que llega a Viena, que a su vez intenta bosquejar a un Harry Lime omnipresente todo el libro y que, a su vez, nos sitúa de plano en una Viena en ruinas convertida en una auténtica babel, donde el mercado negro campaba a sus anchas y donde todos los canallas amorales, sin conciencia ni escrúpulos, hacían su agosto a costa de las necesidades y carencias de un sistema que no podía proveer todo lo que necesitaba la población. Rollo Martins es informado desde el principio de que Harry Lime no era trigo limpio, que mejor muerto que vivo, pero Martins se niega a creer que un amigo de la infancia, su mejor amigo, fuese el monstruo que le describe la policía. Sospecha del asesinato pero no cree en la culpabilidad del asesinado, y cuanto más indaga, cuantas más preguntas hace, cuanta más gente pone en peligro a causa de su curiosidad, menos posibilidades tiene de salir indemne.

¿Diferencias con la película? Bueno, primero de todo, no os voy a poner el tráiler de la adaptación como suelo hacer en este tipo de casos. Quien haya visto la película sabe cual es el giro de guion que tanta fama le ha dado, pero para quien no la haya visto, hasta el propio cartel cinematográfico es un spoiler como una catedral. Por eso he evitado meterme a fondo con la trama específica que atañe a Calloway y a Martins, creo que haría un flaco favor a quienes no conocen la historia. En cualquier caso, a priori podríamos pensar que, dado que este libro se escribió como base para el futuro guion, las diferencias no deberían ser grandes, y yo sí las he visto. El argumento es el mismo, todo lo que cuenta el libro está en la película, pero el conjunto resuena diferente: se introducen personajes nuevos, se cambian los que aparecen en la novela, en la película se refuerza muchísimo el personaje femenino y se le da mucho más protagonismo y carácter, hacia la última media hora empiezan a aparecer muchas escenas nuevas y el propio final es diferente aun pareciéndose al original (es más peliculero, con más acción y suspense xD), he visto notas de humor en la peli que en la novela no están e incluso he echado en falta la crítica al esnobismo en la literatura que aparece en cierto momento en el papel. En fin, que son lo mismo pero definitivamente no lo son.

La película es una obra maestra; el libro es el extraordinario cimiento que soporta la historia. No es tan perfecto como el guion final porque Greene tuvo la oportunidad de mejorar, pulir, abrillantar y enriquecer su propia trama, pero de ese genio y de ese talento no tiene culpa la novela :) Una fantástica lectura si no habéis visto la película, y si la habéis visto, también.
En estos tiempos nadie piensa en los seres humanos, hombre. Si no lo hacen los gobiernos, ¿por qué vamos a hacerlo nosotros? Hablan del pueblo y del proletariado, y yo hablo de primos. Es lo mismo. Ellos tienen sus planes quinquenales y yo también.


Graham Greene (1904-1991) fue uno de los escritores ingleses más importantes del siglo xx. Tras licenciarse en Oxford en 1926, empezó su carrera profesional como corrector de The Times y crítico literario y cinematográfico de The Spectator. Durante la segunda guerra mundial trabajó para el servicio secreto británico, fue destinado varios años a Sierra Leona y posteriormente viajó por todo el mundo, experiencias que le servirían de inspiración para sus historias.

Es autor de una amplia y variada obra que comprende desde novelas de intriga hasta otras de corte más literario, muchas de las cuales han sido llevadas al cine. Entre toda su producción destacan especialmente Brighton Rock (1938), El revés de la trama (1948) y El final del affaire (1951), todas publicadas por Libros del Asteroide, además de El poder y la gloria (1940), El tercer hombre (1950), El americano tranquilo (1955), Nuestro hombre en La Habana (1958), Viajes con mi tía (1969), El cónsul honorario (1973) y El factor humano (1978).