Título original: Le château de Carpathes
Autor: Jules Verne
Editorial: Alba
Traducción: Elena Bernardo Gil
Páginas: 256
Fecha publicación original: 1892
Fecha esta edición: octubre 2010
Fecha esta edición: octubre 2010
Encuadernación: cartoné
Precio: 22 euros Ilustración de cubierta: Detalle de la ilustración de L. Benett para la primera edición de 1892
En las profundidades de Transilvania, en una comunidad aislada y
supersticiosa, la inesperada aparición de humo en la torre de un
castillo abandonado sugiere una presencia diabólica. Un valiente
guardabosques y un médico algo cobarde se aventuran a explorar el
castillo y son rechazados por fuerzas extrañas y pavorosas. Por su
parte, un joven conde valaco que ha perdido a su amada, la célebre
cantante Stilla, que murió en el escenario, cree oír su voz en las
inmediaciones del recinto.
Verne combina en esta curiosísima novela el racionalismo, el humor sardónico y la crítica de la superstición y la leyenda con una paradójica, casi surrealista exaltación del amour fou. El castillo de los Cárpatos (1892) es tal vez una de las obras menos conocidas del autor, en donde prefigura, según algunos, la invención del holograma y la televisión, y en donde crea, según otros, la primera novela de zombis.
Verne combina en esta curiosísima novela el racionalismo, el humor sardónico y la crítica de la superstición y la leyenda con una paradójica, casi surrealista exaltación del amour fou. El castillo de los Cárpatos (1892) es tal vez una de las obras menos conocidas del autor, en donde prefigura, según algunos, la invención del holograma y la televisión, y en donde crea, según otros, la primera novela de zombis.
Esta tercera reseña realmente iba a ser de Carmilla, novela de vampiros de Joseph Sheridan le Fanu que releí hace poco tiempo después de comprarme una edición súper bonita de Siruela... pero es que luego mirando he visto que es una novela que ya recomiendan en muchos sitios cuando se escogen novelas clásicas de terror para Halloween, y no me apetecía traer algo ya tan visto. Y me pilló el toro. ¿Qué leo a estas alturas para reseñar la semana que viene en sustitución de Carmilla? Y revisando lo pendiente en las estanterías, me topé con El castillo de los Cárpatos de Jules Verne, que pintaba a priori muy apropiado para estas fechas. Y es que os lo digo desde ya: he disfrutado muchísimo de la historia, pero quizás es la novela más tramposa en cuanto a temática espeluznante de las que os traigo esta semana. Pedirle a Verne que escribiese una novela de terror y sucesos sobrenaturales sin que les buscase explicación científica y racional a todos y cada uno de ellos es como pedirme a mí que no me enrolle como las persianas en las reseñas: pura utopía. Verne estiraba los límites de la imaginación, fue un visionario, escribió mundos que desbordaban creatividad, pero jamás abandonaba los cauces de lo racionalmente posible.
Estamos en Werst, una pequeña población en Transilvania, en el corazón de los Cárpatos, cuya tranquilidad se ve sobresaltada cuando el pastor Frik, y gracias a esa maravilla llamada catalejo que le ha vendido un carretero ambulante, divisa humo saliendo de la torre homenaje del castillo del barón de Gortz. Que podría ser normal, pero hace al menos 25 años que está abandonado y allí no se acerca nadie porque dicen que está embrujado. Huelga decir que se arma la marimorena... ¡los espíritus hacen fuego para calentarse! ¡El Chort (dícese del diablo en rumano) habita en el castillo! Y es que lo primero que hay que tener claro es que esta gente vive y respira supersticiones, y les parece mucho más normal pensar que los habitantes del castillo son seres sobrenaturales que humanos que han encendido un fuego. Cuando el valiente guardabosques Nic Deck dice que no se cree nada y que va a echar un vistazo, y obligan al doctor Patak a acompañarle (por bocazas), empieza realmente nuestra aventura... ¿Hay realmente alguien en el castillo? De haberlo, ¿es humano o sobrenatural? ¿Y cómo recibirá a sus visitantes? Solo faltaba un conde que aparece por el pueblo y que tiene deudas pendientes con el antiguo propietario del castillo para añadir más complicaciones.
Consideraciones previas. A lo largo del tiempo he leído por internet opiniones como que era una novela de vampiros. En la propia sinopsis, así como quien no quiere la cosa, lanzando la pezuña del márketing embaucador (y falso), se aventuran a afirmar que "se dice" que esta es la primera novela de zombis. No os creáis nada de nada. NADA. No cojáis este libro buscando nada ni remotamente parecido a vampiros ni zombis ni demás parafernalia, porque os vais a llevar un chasco y el libro os va a desilusionar cuando no lo merece en absoluto. Sí que utiliza todos los parámetros de la literatura gótica (aunque con matices, tal y como ahora comentaré), pero ya está. No acabo de entender la inclusión de los zombis en la sinopsis oficial y me parece basante engañoso.
Dicho todo esto, vamos con el libro en sí. Verne se toma su tiempo para arrancar, y te describe aquellas tierras, te presenta a los personajes principales, se recrea para que comprendas su forma de vivir, pensar y sus creencias en lo paranormal, sus rutinas, sus idiosincrasias... pero estamos hablando de Verne, así que tened por seguro que lo hace ligero, entretenido y con una ironía y retranca fantásticas que acompañan a toda la narración (yo me he reído mucho con este libro, que no sé si es la intención o no, pero es lo que hay. Ojo, no digo que el libro sea una comedia andante, pero el tono sí que invita a la sonrisa y el narrador la busca, de eso no cabe duda).
Luego ya nos metemos en materia, y cuando digo arriba que utiliza los parámetros de la literatura gótica, es porque no falta ni uno: castillo encantado y espeluznante, hechos sobrenaturales y tétricos, historia de amor muy dramática, héroe que quiere rescatar a damisela en el susodicho castillo encantado, voces de ultratumba de origen desconocido, leyendas y supersticiones a montones sobre aparecidos... solo que Verne les da un giro y más bien se ríe de ellos. A todo le encuentra explicación (y te la da), todo tiene un por qué (y te lo da), detrás de los sucesos más aterradores están la tecnología o la ciencia (y te lo explica) y desde el principio para los pies al miedo y el terror usando sobre todo a un par de personajes que aportan racionalidad. Es una novela gótica que rebate todos lo que define la novela gótica. Y por no faltar no falta su invento visionario de turno, que en este caso son los hologramas.
Que os puede parecer que os estoy contando mucho al adelantaros que Verne intenta en todo momento rebatir el aspecto sobrenatural de la novela gótica, pero es que no podéis esperar otra cosa de este autor, y realmente en ningún momento intenta venderte la moto. El último tercio sí que tiene un tono mucho más misterioso y escalofriante, pero el mismo tono guasoncete de buena parte de la narración ya sabes que te va a llevar por derroteros muy alejados del romanticismo gótico que se supone que representa. Aun así, y más allá de si da poco o mucho miedo (que no lo da), he disfrutado un montón de El castillo de los Cárpatos, no os puedo decir otra cosa. Adoro a Verne, crecí con él y en algún momento de mi vida me replantearé releer muchas de sus novelas. Y dato importante: que nadie piense que esta localización transilvana de castillo en los Cárpatos es una copia del Drácula de Stoker. Como en todo, Verne fue el primero: esta novela se publicó cinco años antes que Drácula. Así que, en caso de hablar de inspiraciones, habría que mirar hacia el irlandés.
Por tanto, y en resumidas cuentas, si me preguntáis si este libro da miedo y es aconsejable para la noche de Halloween, os diría que tal vez no, porque hay montones de novelas mucho más cercanas al género de terror, gótico o suspense que cumplirían su función de "asustar" o "ambientar" mucho mejor que esta. Ahora, si me preguntáis si recomiendo el libro en sí mismo, como lectura normal alejada de la tan de moda semana de los fantasmas, os contestaría un sí rotundo. Se lee fácil, entra sin complicaciones, es muy entretenido, está muy bien escrito, el narrador es un socarrón que te arranca la sonrisa cada dos por tres, la descripción de los habitantes de Werst y sus supersticiones es fantástica y muy divertida, la ambientación en el interior del castillo sí que tiene su punto gótico y está muy lograda, y además es una delicatessen inusual de un autor que se prodigaba poco (casi nada) fuera de la ciencia-ficción, y da gusto conocerlo en otros ámbitos.
Estamos en Werst, una pequeña población en Transilvania, en el corazón de los Cárpatos, cuya tranquilidad se ve sobresaltada cuando el pastor Frik, y gracias a esa maravilla llamada catalejo que le ha vendido un carretero ambulante, divisa humo saliendo de la torre homenaje del castillo del barón de Gortz. Que podría ser normal, pero hace al menos 25 años que está abandonado y allí no se acerca nadie porque dicen que está embrujado. Huelga decir que se arma la marimorena... ¡los espíritus hacen fuego para calentarse! ¡El Chort (dícese del diablo en rumano) habita en el castillo! Y es que lo primero que hay que tener claro es que esta gente vive y respira supersticiones, y les parece mucho más normal pensar que los habitantes del castillo son seres sobrenaturales que humanos que han encendido un fuego. Cuando el valiente guardabosques Nic Deck dice que no se cree nada y que va a echar un vistazo, y obligan al doctor Patak a acompañarle (por bocazas), empieza realmente nuestra aventura... ¿Hay realmente alguien en el castillo? De haberlo, ¿es humano o sobrenatural? ¿Y cómo recibirá a sus visitantes? Solo faltaba un conde que aparece por el pueblo y que tiene deudas pendientes con el antiguo propietario del castillo para añadir más complicaciones.
Consideraciones previas. A lo largo del tiempo he leído por internet opiniones como que era una novela de vampiros. En la propia sinopsis, así como quien no quiere la cosa, lanzando la pezuña del márketing embaucador (y falso), se aventuran a afirmar que "se dice" que esta es la primera novela de zombis. No os creáis nada de nada. NADA. No cojáis este libro buscando nada ni remotamente parecido a vampiros ni zombis ni demás parafernalia, porque os vais a llevar un chasco y el libro os va a desilusionar cuando no lo merece en absoluto. Sí que utiliza todos los parámetros de la literatura gótica (aunque con matices, tal y como ahora comentaré), pero ya está. No acabo de entender la inclusión de los zombis en la sinopsis oficial y me parece basante engañoso.
Dicho todo esto, vamos con el libro en sí. Verne se toma su tiempo para arrancar, y te describe aquellas tierras, te presenta a los personajes principales, se recrea para que comprendas su forma de vivir, pensar y sus creencias en lo paranormal, sus rutinas, sus idiosincrasias... pero estamos hablando de Verne, así que tened por seguro que lo hace ligero, entretenido y con una ironía y retranca fantásticas que acompañan a toda la narración (yo me he reído mucho con este libro, que no sé si es la intención o no, pero es lo que hay. Ojo, no digo que el libro sea una comedia andante, pero el tono sí que invita a la sonrisa y el narrador la busca, de eso no cabe duda).
Luego ya nos metemos en materia, y cuando digo arriba que utiliza los parámetros de la literatura gótica, es porque no falta ni uno: castillo encantado y espeluznante, hechos sobrenaturales y tétricos, historia de amor muy dramática, héroe que quiere rescatar a damisela en el susodicho castillo encantado, voces de ultratumba de origen desconocido, leyendas y supersticiones a montones sobre aparecidos... solo que Verne les da un giro y más bien se ríe de ellos. A todo le encuentra explicación (y te la da), todo tiene un por qué (y te lo da), detrás de los sucesos más aterradores están la tecnología o la ciencia (y te lo explica) y desde el principio para los pies al miedo y el terror usando sobre todo a un par de personajes que aportan racionalidad. Es una novela gótica que rebate todos lo que define la novela gótica. Y por no faltar no falta su invento visionario de turno, que en este caso son los hologramas.
Que os puede parecer que os estoy contando mucho al adelantaros que Verne intenta en todo momento rebatir el aspecto sobrenatural de la novela gótica, pero es que no podéis esperar otra cosa de este autor, y realmente en ningún momento intenta venderte la moto. El último tercio sí que tiene un tono mucho más misterioso y escalofriante, pero el mismo tono guasoncete de buena parte de la narración ya sabes que te va a llevar por derroteros muy alejados del romanticismo gótico que se supone que representa. Aun así, y más allá de si da poco o mucho miedo (que no lo da), he disfrutado un montón de El castillo de los Cárpatos, no os puedo decir otra cosa. Adoro a Verne, crecí con él y en algún momento de mi vida me replantearé releer muchas de sus novelas. Y dato importante: que nadie piense que esta localización transilvana de castillo en los Cárpatos es una copia del Drácula de Stoker. Como en todo, Verne fue el primero: esta novela se publicó cinco años antes que Drácula. Así que, en caso de hablar de inspiraciones, habría que mirar hacia el irlandés.
Por tanto, y en resumidas cuentas, si me preguntáis si este libro da miedo y es aconsejable para la noche de Halloween, os diría que tal vez no, porque hay montones de novelas mucho más cercanas al género de terror, gótico o suspense que cumplirían su función de "asustar" o "ambientar" mucho mejor que esta. Ahora, si me preguntáis si recomiendo el libro en sí mismo, como lectura normal alejada de la tan de moda semana de los fantasmas, os contestaría un sí rotundo. Se lee fácil, entra sin complicaciones, es muy entretenido, está muy bien escrito, el narrador es un socarrón que te arranca la sonrisa cada dos por tres, la descripción de los habitantes de Werst y sus supersticiones es fantástica y muy divertida, la ambientación en el interior del castillo sí que tiene su punto gótico y está muy lograda, y además es una delicatessen inusual de un autor que se prodigaba poco (casi nada) fuera de la ciencia-ficción, y da gusto conocerlo en otros ámbitos.
Jules Verne nació en Nantes en 1828, hijo de un abogado. Estudió y
se doctoró en Derecho en París, siguiendo los derechos de su padre,
pero, cuando decidió dedicarse a las letras, éste dejó de mantenerlo.
Con la ayuda de los Dumas, padre e hijo, obtiene un empleo en el
Théâtre-Lyrique de París y consigue estrenar en 1850 una comedia, Les pailles rompues. En 1851 empieza a publicar relatos en la revista Le musée des familles.
En 1857 se convierte en agente de bolsa y empieza a viajar por
Inglaterra, Escocia, Noruega y Escandinavia.
En 1862 propone al editor
Pierre-Jules Hetzel su novela Cinco semanas en globo, que se
publica al año siguiente con un éxito extraordinario, y se liga a él con
un contrato para escribir novelas y cuentos para el Magasin d'éducation et de récréation durante veinte años. Ahí inicia su serie de Viajes extraordinarios,
que llegaría a ocupar sesenta y cuatro volúmenes. Nuevos viajes por
Europa, África y América del Norte le servirían de inspiración. Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865), Los hijos del capitán Grant (1868), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La vuelta al mundo en ochenta días (1873), La isla misteriosa (1874-1875), Michel Strogoff (1876) o Las tribulaciones de un chino en China
(1879) son algunas de sus más célebres novelas, que cautivaron a los
lectores y entraron a formar parte del imaginario universal de lo siglos
XIX y XX.
Padre de la ciencia ficción, su interés por la tecnología y
sus posibilidades es visible en El castillo de los Cárpatos (1892). Verne murió en Amiens en 1905.