Título original: The Spies of Warsaw
Autor: Alan Furst
Editorial: Seix Barral
Traducción: José Antonio Soriano
Páginas: 352
Fecha de publicación: febrero 2009
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,50 euros Diseño de cubierta: Astrid Stavro
El combate entre espías siempre precede al estruendo de la artillería.
En los albores de la Segunda Guerra Mundial, los agentes de inteligencia
franceses y alemanes están enfrentados en una lucha a muerte. Mientras
la sombra de la esvástica nazi planea sobre Europa y el crudo invierno
de 1937 se acerca a Varsovia, el coronel Jean-François Mercier, un
atractivo aristócrata destinado a la embajada francesa, se suma a la
lucha.
Durante el día, Mercier se ve envuelto en una red de intrigas, secuestros y venganzas; por la noche, frecuenta los salones diplomáticos, con sus elegantes recepciones y lujosas cenas. En una cita a ciegas, Mercier conoce a Anna Szarbek, una abogada parisina de origen polaco que mantiene una relación con un periodista ruso exiliado. A pesar de las dificultades, Mercier se enamora perdidamente de ella.
Aclamado por la crítica y adorado por el público, Alan Furst evoca con gran belleza e intriga la Europa de la década de 1930. Con Los espías de Varsovia trasciende el género de espías y consigue arrojar luz sobre los aspectos más profundos del alma humana: la duda, la traición, el coraje, el miedo y, ante todo, el amor, lo único capaz de iluminar esos tiempos inciertos. Emocionante, atmosférica, erótica, inolvidable, la mejor novela de «un maestro incomparable» (The New York Times).
Durante el día, Mercier se ve envuelto en una red de intrigas, secuestros y venganzas; por la noche, frecuenta los salones diplomáticos, con sus elegantes recepciones y lujosas cenas. En una cita a ciegas, Mercier conoce a Anna Szarbek, una abogada parisina de origen polaco que mantiene una relación con un periodista ruso exiliado. A pesar de las dificultades, Mercier se enamora perdidamente de ella.
Aclamado por la crítica y adorado por el público, Alan Furst evoca con gran belleza e intriga la Europa de la década de 1930. Con Los espías de Varsovia trasciende el género de espías y consigue arrojar luz sobre los aspectos más profundos del alma humana: la duda, la traición, el coraje, el miedo y, ante todo, el amor, lo único capaz de iluminar esos tiempos inciertos. Emocionante, atmosférica, erótica, inolvidable, la mejor novela de «un maestro incomparable» (The New York Times).
Conocía este libro desde hace años gracias a una miniserie de la BBC (os habréis dado cuenta de que esto es una tónica en mi vida... qué haría yo sin la BBC...) protagonizada por mi querido David Tennant (el mejor Doctor Who ever, pero esa es otra historia xD). El caso es que no llegó a mis manos hasta el año pasado que viajé a Polonia, por eso de allá donde fueres, lee algo ambientado allí. Y yo, optimista donde las haya, puse rumbo a Varsovia con mi libro bajo el brazo pensando que iba a leer sobre Varsovia estando en la propia ciudad... ilusa, ya debería saber que cuando se viaja, no se lee. Veinte paupérrimas páginas leí en tierras polacas... hasta ahora. En estos extraños tiempos en que estoy leyendo lo que me pide la cabeza, la cabeza me recuerda los libros más insospechados.
La historia comienza en otoño de 1937. Jean-François Mercier es el agregado militar en la embajada francesa en Varsovia, título que implica casi por definición su calidad de espía. Mercier es un viudo atractivo de cuarenta y tantos años con el cuerpo lleno de cicatrices y una leve cojera regalo de las dos contiendas en las que ha combatido. Está harto de guerras, pero las noticias que van llegando de Alemania no auguran otra cosa: desde su llegada al poder, Adolf Hitler no ha dejado de crear un ejército colosal nunca visto antes en Europa, y además no se esconde: lo pregona, lo publica en sus panfletos, se jacta en sus periódicos propagandísticos... y aunque la red de espionaje no deja de informar al respecto, los judíos huyen con lo puesto hacia otros lares y se hacen incursiones para averiguar qué tácticas o armamento están construyendo los alemanes, parece que los gobiernos europeos no acaban de creérselo: perro ladrador poco mordedor, piensan; no va a ser tan idiota de anunciar tan libremente y con tanta soberbia que va a hundir a Europa en otra guerra... y mientras los grandes mandatarios europeos se miraban el ombligo, el perro atacó y mordió.
Los espías de Varsovia como título no deja lugar a dudas sobre lo que se puede encontrar en su interior. La novela esconde un vals diplomático lleno de pasos a izquierda y derecha donde las ingentes labores de inteligencia se codean con la bulliciosa y constante socialización de las altas esferas en una Varsovia donde los judíos formaban parte imprescindible de la vida social y cultural. Mientras, de fondo, los alemanes están construyendo las mejores carreteras de Europa que les facilitarán el futuro avance y están diseñando tanques a los que no se les ponga nada por delante. No quieren cometer los mismos errores que en la Primera Guerra Mundial, y precisamente esos aires de guerra que no dejan de soplar con una letanía sorda durante toda la novela (y además es algo que se palpa con intensidad, tanto porque el lector ya sabe lo que ocurrió como por el fantástico hacer del autor), contrastan con la inoperancia de los gobiernos europeos, que no fueron capaces de reaccionar ni de interpretar correctamente y a tiempo unas señales evidentes, tal y como se va desgranando a lo largo de la novela.
No es un libro que se deba leer con prisas por pasar páginas si de verdad se quiere exprimir todo lo que cuenta. La vida de Mercier como agregado militar en Varsovia y espía con agentes secretos a su cargo, algunos de esos mismos agentes poniéndole en peligro al asustarse por no saber si han sido descubiertos, espías de otros países con los que confraternizar, misiones en la frontera alemana, viajes a París a informar a sus superiores, una cierta vida amorosa para imbuir la trama con una pizca de glamour... todo eso hace de este libro un entretenimiento estupendo porque Furst es un excelente narrador y usa el tempo perfecto para introducir dosis de buen suspense entre tanto secretismo. Pero (y a esto me refería con lo de exprimir con tranquilidad las páginas) el contexto histórico y político no es menos importante, y aunque no abruma, sí que exige atención si no se quiere leer por leer y se pretende aprender algo en el proceso. A todo esto, no deja de resultar irónico el hervidero de delegaciones europeas que confluían en aquella época en Polonia, tomándola como base de operaciones y chanchullos varios, y lo solo que estuvo luego este país cuando comenzó la contienda: fue el primero en ser atacado por el ejército alemán y en rendirse en septiembre de 1939, nadie acudió en su ayuda. Precisamente se toma ese momento como el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Mercier como personaje te cae bien, y se beneficia de ser el protagonista absoluto de la historia, aunque siempre acompañado de muy buenos secundarios (de los que nos os hablo, hay que descubrirlos en la lectura). Lleva lo suyo a la espalda y , como militar que es, se encuentra más cómodo haciendo trabajo de campo que en las innumerables cenas, recepciones y eventos varios a los que no se debe faltar por cuestiones diplomáticas: en esas reuniones todos se conocen, todos saben a lo que se dedican los demás y todos actúan con una sonrisa como si no lo supieran... si en el proceso se enteran de algo interesante que pueda servir a sus servicios de inteligencia, se dará la velada por buena. Mercier daría lo que fuese por irse a su casa en la campiña francesa, con sus perros y la nada alrededor, para no moverse de allí nunca más; sin embargo, Europa se encuentra en un momento crítico en el que se mira de reojo lo que pasa en Alemania, pero en el que cuando se obtiene información importante, no se le da la importancia que tiene. Mercier es de esos personajes que sabes que no van a ser héroes porque no les van a dejar y porque el momento que viven no es el más propicio: hacen su trabajo, lo hacen bien, pero la ineptitud de los de arriba frustra todo lo que sacrifican los de abajo.
La historia comienza en otoño de 1937. Jean-François Mercier es el agregado militar en la embajada francesa en Varsovia, título que implica casi por definición su calidad de espía. Mercier es un viudo atractivo de cuarenta y tantos años con el cuerpo lleno de cicatrices y una leve cojera regalo de las dos contiendas en las que ha combatido. Está harto de guerras, pero las noticias que van llegando de Alemania no auguran otra cosa: desde su llegada al poder, Adolf Hitler no ha dejado de crear un ejército colosal nunca visto antes en Europa, y además no se esconde: lo pregona, lo publica en sus panfletos, se jacta en sus periódicos propagandísticos... y aunque la red de espionaje no deja de informar al respecto, los judíos huyen con lo puesto hacia otros lares y se hacen incursiones para averiguar qué tácticas o armamento están construyendo los alemanes, parece que los gobiernos europeos no acaban de creérselo: perro ladrador poco mordedor, piensan; no va a ser tan idiota de anunciar tan libremente y con tanta soberbia que va a hundir a Europa en otra guerra... y mientras los grandes mandatarios europeos se miraban el ombligo, el perro atacó y mordió.
Los espías de Varsovia como título no deja lugar a dudas sobre lo que se puede encontrar en su interior. La novela esconde un vals diplomático lleno de pasos a izquierda y derecha donde las ingentes labores de inteligencia se codean con la bulliciosa y constante socialización de las altas esferas en una Varsovia donde los judíos formaban parte imprescindible de la vida social y cultural. Mientras, de fondo, los alemanes están construyendo las mejores carreteras de Europa que les facilitarán el futuro avance y están diseñando tanques a los que no se les ponga nada por delante. No quieren cometer los mismos errores que en la Primera Guerra Mundial, y precisamente esos aires de guerra que no dejan de soplar con una letanía sorda durante toda la novela (y además es algo que se palpa con intensidad, tanto porque el lector ya sabe lo que ocurrió como por el fantástico hacer del autor), contrastan con la inoperancia de los gobiernos europeos, que no fueron capaces de reaccionar ni de interpretar correctamente y a tiempo unas señales evidentes, tal y como se va desgranando a lo largo de la novela.
No es un libro que se deba leer con prisas por pasar páginas si de verdad se quiere exprimir todo lo que cuenta. La vida de Mercier como agregado militar en Varsovia y espía con agentes secretos a su cargo, algunos de esos mismos agentes poniéndole en peligro al asustarse por no saber si han sido descubiertos, espías de otros países con los que confraternizar, misiones en la frontera alemana, viajes a París a informar a sus superiores, una cierta vida amorosa para imbuir la trama con una pizca de glamour... todo eso hace de este libro un entretenimiento estupendo porque Furst es un excelente narrador y usa el tempo perfecto para introducir dosis de buen suspense entre tanto secretismo. Pero (y a esto me refería con lo de exprimir con tranquilidad las páginas) el contexto histórico y político no es menos importante, y aunque no abruma, sí que exige atención si no se quiere leer por leer y se pretende aprender algo en el proceso. A todo esto, no deja de resultar irónico el hervidero de delegaciones europeas que confluían en aquella época en Polonia, tomándola como base de operaciones y chanchullos varios, y lo solo que estuvo luego este país cuando comenzó la contienda: fue el primero en ser atacado por el ejército alemán y en rendirse en septiembre de 1939, nadie acudió en su ayuda. Precisamente se toma ese momento como el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Mercier como personaje te cae bien, y se beneficia de ser el protagonista absoluto de la historia, aunque siempre acompañado de muy buenos secundarios (de los que nos os hablo, hay que descubrirlos en la lectura). Lleva lo suyo a la espalda y , como militar que es, se encuentra más cómodo haciendo trabajo de campo que en las innumerables cenas, recepciones y eventos varios a los que no se debe faltar por cuestiones diplomáticas: en esas reuniones todos se conocen, todos saben a lo que se dedican los demás y todos actúan con una sonrisa como si no lo supieran... si en el proceso se enteran de algo interesante que pueda servir a sus servicios de inteligencia, se dará la velada por buena. Mercier daría lo que fuese por irse a su casa en la campiña francesa, con sus perros y la nada alrededor, para no moverse de allí nunca más; sin embargo, Europa se encuentra en un momento crítico en el que se mira de reojo lo que pasa en Alemania, pero en el que cuando se obtiene información importante, no se le da la importancia que tiene. Mercier es de esos personajes que sabes que no van a ser héroes porque no les van a dejar y porque el momento que viven no es el más propicio: hacen su trabajo, lo hacen bien, pero la ineptitud de los de arriba frustra todo lo que sacrifican los de abajo.
La he disfrutado mucho, en definitiva. Los espías de Varsovia es una novela en la que entras poco a poco y que al final te cuesta soltar: es muy entretenida, trepidante en según qué escenas, fantásticamente ambientada y con un personaje principal que te importa y al que acompañas sin dudarlo de la mano. No soy muy habitual del género de espías pero porque tampoco he puesto mucho empeño, porque lo que leo suele gustarme siempre. He estado mirando y Seix Barral tiene publicados un montón de libros de este autor (toda una eminencia en la literatura de espionaje), así que caerá algún otro... cuando se pueda.
Y por ir terminando, como sé que a muchos os interesará más la miniserie de la BBC que la novela (xD), aquí os dejo el tráiler para que le echéis un vistazo (se llama Spies of Warsaw, igual que el libro en su título original).
Y por ir terminando, como sé que a muchos os interesará más la miniserie de la BBC que la novela (xD), aquí os dejo el tráiler para que le echéis un vistazo (se llama Spies of Warsaw, igual que el libro en su título original).