Título original: A Case of Two Cities
Autor: Qiu Xiaolong
Editorial: Almuzara
Traducción: José Luis Moreno-Ruiz
Páginas: 464
Fecha publicación original: 2006
Fecha esta edición: noviembre 2009
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: descatalogado (disponible de 2ª mano)
OTROS LIBROS RESEÑADOS DE LA SERIE CHEN CAO:
#1 - Muerte de una heroína roja (2000)
#2 - Visado para Shanghai (2002)
#3 - Cuando el rojo es negro (2004)
Una vez más Qiu Xiaolong, el exitoso autor nacido en Shanghai y
residente en Washington, nos brinda una obra que es una excelente novela
policíaca y al mismo tiempo una ventana desde la que contemplar la
China urbana contemporánea. Como en sus anteriores obras, su hechizo
seduce a toda clase de lectores, no sólo a los seguidores acérrimos del
género negro. «El caso de las dos ciudades" es el cuarto título de la
saga que ha hecho célebre a Xiaolong, y uno de los más logrados.
En esta
ocasión el inspector Chen Cao, de la policía de Shanghai, ha de
investigar la corrupción propiciada por las recientes reformas
económicas, que alcanza a las altas instancias del Partido Comunista. El
anterior encargado de dicha tarea fue hallado muerto en un burdel, tras
ingerir una gran dosis de una variedad de "viagra chino". Las pesquisas
de Chen le llevarán hasta Estados Unidos al frente de una delegación de
escritores en visita de intercambio cultural, y tras la pista de Xing
Xing, un magnate que huyó para evitar su procesamiento. Chen se verá
atrapado en su intento por preservar su honradez profesional bajo los
condicionamientos de un régimen represivo. Esta novela de Xiaolong es
también un feliz tributo a la poesía clásica china. Chen, que fue poeta
antes que policía, recita diversos poemas en respuesta a los
acontecimientos que se van sucediendo. El resultado es fascinante para
el lector occidental, que descubre con arrobo la sutileza y filosofía
oriental que encierran esas citas.
Cuando conocí la serie de Chen Cao, allá por 2018, decidí leer uno al año y traerlo por aquí para darle visibilidad a un autor y unos libros que creo que pasan más desapercibidos de lo que se merecen. Si no he vuelto a comentar uno de estos libros desde 2020, cuando os hablé del tercero, Cuando el rojo es negro, no ha sido por mi desidia reseñadora de los últimos años (que tampoco seria de extrañar), sino porque no he leído el cuarto hasta ahora... o algo así, y al final os comento por qué. Primero os hablo de lo que va el libro.
¿Qué encontramos en El caso de las dos ciudades? Pues nada más empezar, una muerte, como está mandao. El fallecido es el detective Hua, que aparece muerto en la habitación de un club donde estaba disfrutando de los servicios sexuales de una chica K... o eso parece, porque quien lo conoce no se cree para nada que el detective Hua se dedique a esas cosas, ni tampoco se cree que esa muerte haya sido accidental. Porque además da la casualidad de que Hua estaba investigando un caso de corrupción encargado por el Comité de Disciplina del Partido en el que parecen estar involucrados muchos altos mandos de ese mismo partido. En fin, que el muerto al hoyo y el vivo al bollo, así que otro policía debe hacerse cargo de esa investigación. ¿A quién creéis que se lo endosan? Habéis pensado bien, a nuestro querido inspector Chen Cao, al que le llegan a decir que es un quinchai dachong (algo así como un agente del Emperador con poderes especiales para hacer lo que quiera cuando quiera y arrasando con lo que haga falta)... y él se lo toma al pie de la letra porque a honesto no le gana nadie, lo que no gusta mucho entre los interrogados. Y a todo esto, detrás de esta maraña de corruptela está un tal Xing Xing, empresario que huyó con muchos millones de dólares a Estados Unidos, donde amenaza constantemente con tirar de la manta y ponerse a cantar mientras espera que el gobierno usamericano le dé asilo a costa de un conflicto entre ambos países. Y de alguna manera, que no me enrollo aquí más contando pero ahora desarrollaré, Chen termina en USA... y allí pasarán cosas. En fin, mucha tela que cortar, como siempre en estas historias.
Me da la sensación de que me repito cuando hablo de estos libros, pero es que resulta imposible que os acordéis de opiniones pasadas y, por tanto, resulta inevitable que os ponga nuevamente en contexto para que sepáis a qué ateneros si decidís leer estos libros.
Lo primero de todo un consejo: hay que leer la serie en orden. Ya sé que a mucha gente esto le da igual, y Xiaolong se esfuerza en explicar determinadas cosas cuando hace alusiones a hechos ocurridos en libros anteriores o personajes aparecidos en entregas previas, pero si no leéis los libros en orden os perderéis buena parte de todo aquello que mueve a Chen Cao a comportarse como se comporta y todas las subtramas personales de los personajes principales. Chen, en concreto, es un personaje muy introspectivo, con una forma de conducirse muy concreta, y si realmente queréis entender por qué hace lo que hace y el modo en que su cabeza funciona, tenéis que haberlo acompañado desde el principio. ¿Que queréis leer estos libros al buen tuntún? Pues tampoco se os va a caer el cielo encima, obviamente, pero os estaréis dejando mucho por el camino.
Lo segundo es que en las novelas protagonizadas por Chen Cao son tan importantes las investigaciones de los crímenes como la ambientación en la China de los 90, la supuesta apertura del gobierno chino a Occidente, la corrupción que se mueve en el caos interno de una ideología política que predica pero no practica y las secuelas todavía latentes de la Revolución Cultural, todo ello aderezado con la vida personal de los personajes. Quienes ya vamos por el cuarto libro, como es el caso, sabemos perfectamente lo que vamos a encontrarnos, pero no me cuesta nada imaginar poniendo los ojos en blanco y cerrando el libro a quien coja una novela de esta serie sin empezar por el principio y encontrándose a una China abierta en canal y diseccionada de maneta tan exhaustiva que brilla omnipresente por delante de la investigación policial (os digo desde que ya que, de los cuatro, este es precisamente el que menos centrado he visto en el aspecto policial... no es, en absoluto, un buen libro para conocer esta serie).
Lo tercero (y último) es que cada vez que traigo un libro de esta serie me siento un poco en la obligación de reintroducir al personaje de Chen Cao, un inspector de policía de Shanghai cuya vocación jamás ha sido la de policía, pero en aquella época no podías decidir a lo que te dedicabas y no podías controlar tu carrera profesional: el partido comunista la controlaba por ti, decidía por ti y trabajabas donde ellos te decían, sin más (aunque eso en el último libro de la serie ya había cambiado y un ciudadano chino podía cambiar de trabajo si así lo decidía). El caso es que Chen, que en realidad es un hombre de letras, poeta y traductor de novela policíaca, usa su forma de ser para resolver los casos que se le presentan sin perder de vista sus principios honrados y honestos. Es inteligente, tranquilo, muy introspectivo y con una actitud muy romántica con respecto a su profesión. Se maneja muy mal en su vida amorosa (o no se maneja, sin más, porque tiene pánico al rechazo de la mujer que ama y no da ni medio paso en falso) y tiene una madre que lo único que quiere es que su hijo se case y él no parece estar muy por la labor. La evolución de Chen en los libros es patente, cuanto más asciende dentro del partido más se desencanta con el mundo que le ha tocado vivir, donde todo es un espectáculo de cara a la galería y donde la lucha contra la corrupción es solo una pantomima en la que él se siente utilizado y un mero peón.
Dicho todo esto, ahora sí que sí, vamos al lío.
Empiezo por el título, que tiene su explicación en que la trama avanza entre Shanghai y Estados Unidos (más de una ciudad estadounidense, a decir verdad, pero el título original hace clara alusión a Historia de dos ciudades, de
Dickens, ya que en lugar de A Tale of Two Cities, Xiaolong tituló su libro A
Case of Two Cities). Todo comienza en Shanghai, la investigación inicial de Chen es en su ciudad, empieza a remover el avispero entre cuadros relevantes del partido, recibe amenazas veladas contra su madre, muere gente que se ofrece a ayudarle en la investigación... y de repente surge (le obligan a ir, vaya) un viaje a Estados Unidos cuando es designado, en plena investigación, como jefe de la delegación
china de escritores que va a participar en un encuentro entre escritores
chinos y norteamericanos que se celebrará en Los Ángeles. No puede negarse a ir (esta gente ni pide ni pregunta: ordena), pero esto puede
tomarse de dos maneras: como que quieren quitarlo de en medio para que
no siga investigando en Shanghai y darle tiempo a los sospechosos para que
pongan tierra de por medio... o como una oportunidad para investigar (de
manera extraoficial, claro, porque Chen no tiene jurisdicción en USA y no va,
bajo ningún concepto, como policía) en la tierra en la que se oculta el
famoso Xing Xing, cabeza de turco del Comité de Disciplina del partido y muy peligroso esté en el país que esté.
Y es que claro, hablando del aspecto político, que ya comento que siempre es un aspecto muy muy importante de esta serie criminal, en El caso de las dos ciudades se incide de lleno en el crecimiento económico de China en los años 90, crecimiento indisolublemente unido a la corrupción rampante entre los funcionarios de todo tipo, pero sobre todo entre aquellos en cuyas manos recaía formular las bases de la reforma del sistema económico del país. ¿Por qué? Porque esos funcionarios, esos cuadros del partido, se convierten de la noche a la mañana en empresarios y gestores de compañías. Y claro, aquí es cuando entran en contradicción el sistema socialista y el capitalista. Estas personas tienen que manejar montones de dinero para el gobierno chino, ven moverse cantidades ingentes de dinero que redundan en prosperidad para el país, cuando ellos siguen cobrando una miseria que no les permite avanzar en ningún sentido. En esas prácticas corruptas ven la compensación al enorme esfuerzo que les pide el partido a cambio de prácticamente nada... y de pronto, como no, unos funcionarios que deberían vivir en un apartamento cochambroso y minúsculo asignado por el gobierno, de repente viven en casoplones en las mejores urbanizaciones de sus ciudades. Todos están en el ajo, todos lo saben, el gobierno sabe perfectamente lo que hay y lo tolera, y solo de vez en cuando, ante las protestas del pueblo, cuando se ven entre la espalda y la pared (como con el tal Xing Xing) impulsa campañas anticorrupción que no son más que cortinas de humo en las que pretenden estar luchando contra la corrupción cuando todo no es más que un show en el que jamás paga quien tiene que pagar.
Por otro lado, y ya cruzando el charco hacia Estados Unidos, Xiaolong quiere trasladarnos tanto la vida de los chinos que emigraron a EEUU en los años 80 y 90 como el modo en que se percibe la literatura china fuera de sus fronteras. Para quien desconozca el dato, Xiaolong vive en Estados Unidos desde 1988 y allí es profesor universitario (muchas de las cosas que cuenta en sus libros sobre la Revolución Cultural las vivió su propia familia en primera persona). Es decir, que conoce de primera mano el exilio de muchos chinos a EEUU, los corruptos que también encontraron allí su vía de escape, como las propias triadas extendieron sus tentáculos también hacia allí, el tipo de negocios que abrían... no es que ahonde mucho, pero sí da pinceladas sobre las mafias chinas plenamente establecidas en suelo norteamericano. Con respecto a la parte literaria, Xiaolong usa la visita de la delegación de escritores para poner sobre la mesa la visión que tienen los norteamericanos sobre la literatura china contemporánea y escribe varias escenas en las que se debaten ciertas cosas sobre este tema (como que los norteamericanos están mucho más interesados en los escritores que se oponen al partido gobernante, lo que entra en conflicto con una delegación china que precisamente tiene que dar cuenta de cada cosa que se dice sobre ese mismo partido en suelo yanqui). También aprovecha para hacer cierto turismo literario relacionado con T. S. Eliot (Chen es conocido como traductor precisamente por haber traducido a este autor al chino) o con Mark Twain... y aunque no os puedo hablar más sobre este viaje, ocurren cosas en esta delegación que hacen que tenga que intervenir la inteligencia norteamericana, lo que posibilita la aparición de Catherine Rohn.
¿Quién es Catherine Rohn? Pues si nos adentramos en el plano personal de los protagonistas (en lo que no puedo ahondar tampoco demasiado por ser el cuarto libro y existir una evolución inherente que se debe conocer desde la primera entrega), sí os puedo comentar que Catherine, la agente federal norteamericana que conocimos en el segundo libro, Visado para Shanghai, sigue muy presente en los pensamientos de Chen, y que en lo primero que piensa cuando sabe que va a USA es en la posibilidad que quizás tenga de verla. No os voy a hablar sobre el reencuentro de estos dos personajes, pero teniendo en cuenta que si en el partido se enteran de que Chen tiene relación personal con una agente norteamericana, puede tener problemas muy serios, lo de estos dos es muy muy complicado. Por otro lado, tenemos a Yu, el compañero policía de Chen, y su familia. Yu ha quedado a cargo de las investigaciones en Shanghai mientras Chen está fuera, y en esta entrega vemos como Peiqin, su mujer, cada vez se involucra más en el trabajo de su marido de una manera proactiva y tomando decisiones sobre la marcha (me flipa que esta señora saque tiempo para esto porque la vida que lleva es la de trabajar de sol a sol como contable en distintos restaurantes, uno como trabajo oficial y otro extraoficial, que es el que realmente le hace ganar algo de dinero).
La madre de Chen también sigue en sus trece de vivir sola, siendo un quebradero de cabeza para su hijo porque es el objetivo evidente cada vez que alguien quiere amenazarle.... pero también descubrimos como el solitario Chen va tejiendo una red de amistades y de personajes que harían lo que fuera por él y que guardan el barco cuando él no puede hacerlo personalmente... y quizás esto de lo más bonito que vamos viendo desarrollarse en estos libros en cuanto al Chen personal, porque él sigue boicoteándose de todas las maneras posibles y sigue rehuyendo cualquier momento de felicidad que la vida le pone por delante, aunque ni él mismo se da cuenta de que lo hace... y a mí me da penica. Me enfado con él muchas veces porque me dan ganas de tirarle una piedra en la cabeza para que deje de autocompadecerse y se quiera un poco más, pero como no puedo hacerlo, pues reniego por lo bajini y sigo leyendo.
Ah, que se me olvidaba... brevemente y por ir terminando, también se hace alusión varias veces al negocio emergente de las falsificaciones chinas de todo tipo de productos, algo que hoy en día tenemos más que asumido y que es archiconocido, pero que en los años 90 era un negocio al alza que estaba en sus comienzos y que se estaba produciendo a gran escala. De hecho se comenta en la novela que era más fácil comprar algunos productos originales chinos en Estados Unidos que en la propia China, donde ya no podían fiarse de que no fueran una falsificación.
Dicho todo esto, ¿qué me ha parecido la lectura? Pues debo admitir que es el libro que menos he disfrutado
hasta ahora de la serie. Me ha parecido un poco disperso a ratos y no he
sido muy fan de la parte estadounidense de la novela. Me da la
sensación de que la única intención era la de reencontrar a Chen con
Catherine y todo lo demás que ocurre allí queda un poco flojo en
comparación con lo que nos tiene acostumbrados estas novelas. NO me
malinterpretéis, es una buena novela porque Qiu Xiaolong no sabe
escribir un mal libro ni proponiéndoselo, pero a mí se me ha quedado un poco deslavazada... y os decía en el primer párrafo que había tardado unos años en leerlo y os explico por qué: intenté leerlo en 2021, pero se me estaba haciendo un poco cuesta arriba y lo dejé para cuando mi cabeza estuviese más espabilada. A veces da reparo comentar este tipo de cosas porque parece que se intenta desanimar a la gente y no es así, simplemente lo libros tienen su momento y hay que ser honestos al respecto, y no nos pueden gustar todos por igual. En cualquier caso espero que Seda negra, la siguiente entrega, vuelva por sus fueros.
Para terminar, sigue habiendo sobredosis al por mayor de poesía de diversas dinastías así como refranes típicos de la sabiduría china y pinceladas confucianas que los protagonistas insertan, usan e introducen cada dos por tres. Que sé que habrá gente que esto le cargue demasiado, y quien avisa no es traidor.
Qiu Xiaolong (Shanghai, 1953) se dio a conocer mundialmente con la serie
de novelas policiacas protagonizadas por el inspector jefe Chen Cao, en
las que traslada a los lectores a la realidad social y cultural de la
China moderna en una época de difícil transición. Tusquets Editores ha
publicado: Muerte de una heroína roja, Visado para Shanghai, Seda roja, El caso Mao, El crimen del lago y El enigma de China.