lunes, 23 de septiembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: SOSPECHA - Francis Iles


 
Título original: Before the Fact
Autor: Francis Iles
Editorial: Who
Traducción: Vera Sánchez Ortiz
Introducción: Andrés Amorós
Páginas: 300
Fecha publicación original: 1932
Fecha esta edición: noviembre 2023
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 21,50 euros
Imagen de cubierta: Cary Grant en un fotograma de la película Sospecha (Alfred Hitchcock, 1942)




A sus 28 años, Lina McLaidlaw vive aburrida con sus padres en un pueblo inglés. Hasta ahora no ha conocido a ningún hombre que le haya interesado. La llegada del encantador Johnnie Aysgarth, un joven de una familia noble venida a menos y con mala reputación, lo cambia todo. Su padre se opone al matrimonio y todo el mundo parece saber que lo único que busca Johnnie es el dinero de Lina. Sin embargo, pronto se casan.

Tras disfrutar de una larga y costosa luna de miel, Lina descubre que Johnnie no tiene dinero ni manera de conseguirlo; que no está dispuesto a trabajar y que no le importa vivir del dinero de su mujer. Pronto comprende que el sentido moral de su esposo es diferente al de los demás: deudas, apuestas, mentiras, estafas…

Un día Lina se da cuenta de que su marido es un asesino.

«No es discutible que Sospecha es una novela de gran atractivo, que capta al lector desde la primera hasta la última página: la inteligencia, la originalidad y la ironía forman una combinación de éxito seguro. Además de proporcionarnos una amenísima lectura, nos hace asomarnos a algunos muy inquietantes abismos de la condición humana. No cabe pedir más». Andrés Amorós

La obra maestra que fascinó a Alfred Hitchcock.

 
La vida literaria te da sorpresas y unas de las mejores del año pasado fue la publicación por parte de Who Editorial de la novela en la que se basó el tito Hitchcock para su película
Suspicion, una de mis favoritas del maestro del suspense. Su autor es Francis Iles, que en realidad es uno de los seudónimos de Anthony Berkeley, uno de los máximos exponentes de la Golden Age literaria británica en tiempos de Agatha Christie, Dorothy L. Sayers, etc... A Berkeley lo he leído en algunas de sus novelas protagonizadas por Roger Sheringham, pero es la primera vez que lo leo en su vertiente Iles, y ciertamente el tono me ha parecido totalmente distinto. Os cuento.
 
Lina tiene ya veintiocho años, es muy inteligente pero ninguna belleza, y eso en la Inglaterra rural de los años 30 no ayudaba mucho a encontrar marido. Su ánimo va por rachas, a veces le gustaría llamar más la atención, otras piensa que ni falta que le hace, su autoestima sube y baja como el Guadiana... hasta que conoce a Johnnie Aysgarth en una fiesta. Johnnie, que debemos decir desde ya que es MUY atractivo, también es la oveja negra de su familia con toda la razón del mundo: mujeriego, jugador, derrochador, vago (no ha trabajado un solo día en su vida), jeta, descarado... vive por encima de sus posibilidades y, aun así, no hay mujer que se resista a sus encantos. Lina cae en el mismo saco, pero con ella Johnnie decide casarse... por la razón que sea. Su familia intenta quitarle la idea de la cabeza, le advierte de que este tipejo va detrás de la cuantiosa fortuna que ella heredará cuando su padre muera... pero Lina cree en Johnnie, confía en Johnnie, ¿cómo va a quererla por su dinero, con todas las cosas bonitas que le dice, con las mariposas que bailan en su estómago cada vez que lo ve? Y si es así, ya le cambiará ella, que su amor todo lo puede. Vamos, señoras y señores, la misma historia de siempre desde que la lluvia cae hacia abajo. Lo que viene a continuación es la confirmación de todos esos avisos y más, mucho más... y la historia de un matrimonio donde los límites no solo son maleables e insólitos, sino que ponen a prueba la empatía del lector.

Y dicho todo esto, el libro comienza con estas primerísimas líneas:

Algunas mujeres dan a luz asesinos, algunas se meten en sus camas y otras se casan con ellos. Lina Aysgarth llevaba viviendo casi ocho años con su marido el día que se dio cuenta de que estaba casada con un asesino.

Si no fuera por ese arranque, porque sabemos desde el inicio hacia donde se encamina la historia, el lector podría pensar que esta es la trillada historia de un matrimonio entre una mujer muy singular y un auténtico sinvergüenza, las muchas perrerías que el señor le hace a su señora y el modo en que ella va capeando el temporal (aunque como lector no estés de acuerdo con ninguna de sus decisiones). Y sí, este libro es todo esto, pero sabes que en el horizonte planea eso mismo, el asesinato, y eso hace que afrontes la lectura de una manera diferente, más... ¿perversa? Yo diría que sí. Y os digo una cosa, si lo leéis os daréis cuenta perfectamente del momento en que Johnnie se convierte en asesino aunque Lina tarde esos ocho años en caer del guindo. El autor no lo dice, obviamente, pero para eso estamos ahí los lectores: es la salsa de leer este tipo de libros y, quien busca, encuentra. 

La narración sigue en todo momento a Lina, es el núcleo alrededor del cual gira la historia y lo único que vemos es lo que ve ella. Eso quiere decir que el autor protege a Jonnnie de la mirada inquisitiva del lector, solo lo vemos cuando interactúa con Lina o cuando ella nos dice algo sobre él, pero jamás sabemos de las andanzas de Johnnie si Lina no está en el cuadro. Y aun así, Berleley lo cuenta todo de tal manera que casi siempre vas por delante de Lina con respecto a su marido, porque ella siempre tarda un poco más que tú en atar cabos... y es algo intencionado por parte del autor: Johnnie es un crápula, no te crees ni media palabra de lo que dice ni confías ni medio segundo en cada gesto que tiene con su muer y, si algo pasa, ten por seguro que es culpa de Johnnie.

Si os digo la verdad, conforme avanzaban las páginas no dejaba de pensar en los muchos detractores de la señora de Winter, en la Rebecca de Daphne du Maurier, y sus críticas hacia la personalidad de ese personaje... porque si leyesen Sospecha y se enfrentasen a las decisiones y razonamientos de Lina, tirarían el libro por la ventana xD. Es totalmente imposible empatizar con ella porque nunca entiendes todo lo que deja pasar, todo lo que perdona, la ceguera consciente, el posicionarse de manera voluntaria a favor de su marido una y otra vez... una y otra vez, una y otra vez, UNA Y OTRA VEZ. Porque si no supiera, si no descubriese, si viviese en la inopia y no se enterase de nada, te parecería tonta pero no podrías echarle en cara más que su sorprendente capacidad para vivir en la nube... Pero no, este es el caso contrario: Lina se entera de todo lo que va haciendo su marido (que no os desgloso aquí, obviamente, pero vamos... un pincel de señor). Y sí, se enfada, se enfrenta a él, le pide explicaciones, pero en cuanto él le hace dos carantoñas, se derrite de gusto, le hace prometer que nunca más y p'alante, como los de Alicante. Y así nos pasamos casi todo el libro. Y a ti, como lector, te llevan los demonios, MUCHO, porque esta mujer sabe donde está metida y le da igual... pero ahí está la gracia de la literatura, de crear buenos personajes, personajes muy grises o muy alejados de ti con los que no estás de acuerdo en absoluto y aun así no puedes parar de leerlos a ver donde te llevan. Y porque no os he contado nada de nada, que os pensaréis que todo esto es spoiler pero no os imagináis realmente todo lo que ocurre en este matrimonio.

¿Por qué se comporta así Lina? Porque está muy "enganchada" a su marido (edito esto y lo pongo más fino, aunque esta novela está muy adelantada a su tiempo y el autor no es nada mojigato al respecto), pero dejando a un lado ese enganche, decide autoconvencerse de que, además de mujercita de su casa, debe ejercer el papel de madre con su marido, y una madre le perdona todo a su hijo, ¿no? Todo lo achaca a que es infantil, crédulo, joven y a que posee una moral defectuosa, una ceguera ética, que siempre justifican sus actos. Si no sabe lo que está bien y lo que esta mal, ¿cómo va a evitar hacer cosas malas? ¡Si es que  no tiene sentido del bien ni del mal, no sabe distinguirlos! Pobrecito... Y chimpún, ya puede Johnnie hacer lo que quiera que su querida esposa/madre lo pasará por alto tras una regañina. Exasperante. ¿Y qué hace Johnnie con el comportamiento de su mujer? Ser encantador, mantener a buena temperatura el fuego matrimonial y abrillantar esa doble y hermosa cara que los dioses le han dado para que le siga funcionando mucho tiempo... porque creedme, tiene doble, triple, cuádruple cara: no ha trabajado en su vida, tiene vicios que le cuestan mucho dinero y le parece estupendo vivir de la renta de su esposa sin dar palo al agua. Y repito, esto no son spoilers, no tarda mucho en la novela en hacer de las suyas.

No sé si se nota, pero a pesar de querer zarandear a Lina durante todo el libro para que espabile y deje de ser tan idiota, y de ponerle veinte velas negras a Johnnie página sí y página también, me lo he pasado genial leyendo la novela. No es perfecta, el libro está dividido en tres partes y a mí la segunda me ha sobrado por completo (no os puedo dar razones porque entonces sí que os estaría diciendo cosas que no debo, pero corta todo el ritmo de la novela, que realmente solo vuelve a ponerse interesante en cuanto comienza la tercera parte), pero es de esas historias que aun sabiendo a lo que te enfrentas desde el principio, no puedes dejar de leer para saber en qué termina todo. Porque llegamos a ese final y...

... y aquí es donde os tendría que hablar de la adaptación del tito Hitch, ¿no? Este señor estuvo iluminado el día que escogió a Joan Fontaine para interpretar a Lina y, sobre todo, al maravillosísimo Cary Grant para hacer de Johnnie (es que el personaje parece escrito para él). Desde la primera escena en que aparece Johnnie las cartas están sobre la mesa (que en sus inicios Hitchcock era mucho de ir al grano), aunque precisamente la escasez de metraje hace que en la película no aparezcan ni el 80% de las sinvergonzonerías del personaje. Tampoco le dejaron terminar la película como termina el libro ni seguir un aspecto esencial de la novela por razones que no puedo desglosar aquí (no puedo ser más explícita), así que poco más puedo decir al respecto. En cualquier caso, ya digo arriba que es una de mis películas favoritas del tito, y si Cary Granr está en pantalla, olvidaos del mundanal ruido y miradlo solo a él (lo demás da todo igual xD), porque en sus gestos, y no en lo que dice, está construida la ambigüedad del personaje.
Solo puedo recomendarla, es fantástica.

Y el libro también, repito. Menos la segunda parte xD.

Ojalá Who Editorial se anime a traernos también Malice Aforethought, otra de las novelas que Berkeley escribió bajo el seudónimo de Francis Iles. Me ha gustado más Berkeley con el estilo que muestra aquí en Sospecha que en sus novelas de Roger Sheringham. Se muestra mucho más desinhibido en ciertos aspectos (más atrevido en cuanto a alusiones sobre el sexo, por poner un ejemplo, que dada la época no deja de ser algo notable) y el tono en sí mismo es diferente, con más empaque y profundizando más en la naturaleza humana, la vida en una sociedad tan restringida como la de las zonas rurales inglesas de los años 30 y todas aquellas cosas que nos llevan a comportarnos de una determinada manera, a perdonar ciertas cosas y a aferrarnos a personas que nos quieren mal aunque sepamos que pueden acabar con nosotros de un modo u otro. El trasfondo de la historia es muy oscuro, aunque la forma de presentarla sea deslumbrante, atractiva y diáfana, y el personaje de Lina es de los que te hacen poner los ojos en blanco, de esos a los que ves correr hacia un precipicio sin frenos, pero a los que no puedes dejar de mirar sin esperanza alguna cruzando los dedos al mismo tiempo... por si acaso consiguen detenerse antes de caer al vacío.

Os dejo el tráiler de la adaptación de Hitchcock... que por cierto, ese monólogo de Joan Fontaine existe solo para el tráiler, no aparece en la película.




Francis Iles es uno de los seudónimos bajo los cuales escribió Anthony Berkeley Cox (1893-1971). Su novela Before the Fact fue adaptada al cine en 1941 por el cineasta Alfred Hitchcock bajo el título Suspicion. Destacan títulos como El caso de los bombones envenenados (The Poisoned Chocolates Case, 1929),  El crimen de las medias de seda (The Silk Stokings Murders, 1928) o Premeditación (Malice Aforethought, 1931)

Sus novelas se caracterizan por la agudeza intelectual y el sentido del humor. Las tramas, siempre apasionantes, se aderezan con diálogos ingenioso e irónicos, que acercan el género policial a la sátira e incluso a la parodia. También experimentó con otras vertientes de la literatura criminal, como la novela de suspense y el policial inverso.

Algunas de sus novelas incluyen agudas reflexiones sobre el género detectivesco y sobre la técnica utilizada por el propio autor. Exhibió gran destreza intelectual y una extraordinaria habilidad para la construcción de sorprendentes rompecabezas criminales.

lunes, 16 de septiembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: TRES HOMBRES EN UNA BARCA (POR NO MENCIONAR AL PERRO) - Jerome K. Jerome


 
Título original: Three Man on a Boat (To Say Nothing of the Dog)
Autor: Jerome K. Jerome
Editorial: Blackie Books
Traducción: Juan Carlos Silvi
Introducción: Stella Gibbons
Páginas: 256
Fecha publicación original: 1889
Fecha esta edición: junio 2015
Encuadernación: cartoné
Precio: descatalogado (disponible en edición de bolsillo de la misma editorial)
Ilustración de cubierta: Patrick Faricy



Una hilarante excursión en barca por el Támesis. Un clásico de culto británico. «Éramos cuatro: George, William Samuel Harris, yo y Montmorency. Estábamos sentados en mi habitación, fumando y charlando sobre lo mal que nos encontrábamos; mal desde el punto de vista médico, naturalmente. Todos nos sentíamos enfermos, y eso nos estaba poniendo bastante nerviosos. Harris dijo que a veces le daban unos mareos tan extraordinarios que apenas sabía lo que hacía, y después George dijo que también él tenía mareos y apenas sabía lo que hacía. En mi caso, lo que no funcionaba era el hígado». En consecuencia, los tres hombres (la opinión del perro Montmorency no cuenta) deciden embarcarse en un crucero por el Támesis, en busca de paz espiritual y de vida sana. Lo que ignoran estos mártires de la hipocondría es que a veces pasan cosas que pueden transformar el más modesto de los viajes en una aventura cuando menos pintoresca. «Mi intención no fue la de escribir una obra cómica», declaró Jerome K. Jerome sobre "Tres hombres en una barca". Por lo visto, lo hizo sin querer. 
 
Una de las 100 mejores novelas de todos los tiempos, según The Guardian. Una de las 3 novelas más divertidas de todos los tiempos, según Esquire. Más de 50 millones de ejemplares vendidos desde su publicación.
 
Os he dicho alguna vez que suelo guardar los tickets de compra dentro de los libros para que, cuando me decido a leerlos, la vergüenza me invada de arriba abajo por el tiempo que los he dejado muertos del asco en la estantería... bueno, pues
Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro) tenía su recibo dentro y, milagrosamente, la tinta todavía era legible... y digo milagrosamente porque según ese recibo lo compré allá por 2017. Siete años esperando a ser leído... y no será porque no tenía claro que me iba a gustar. No sé, de verdad, esto de las lecturas pendientes es un misterio por descubrir. Ya podían hacer estudios sobre esto en lugar de cuantos huevos se pueden comer a la semana (que además cambian la cantidad cada dos meses xD).
 
En fin, que os cuento un poco sobre el argumento y arrancamos. 

George, Harris y el narrador son, entre otras cosas, un poco (bastante) hipocondríacos y se pasan las horas preguntándose cuanto tiempo les queda de vida. Una noche, entre achaque y achaque, deciden que tienen que cambiar de aires y se les ocurre hacer un trayecto en barca por el Támesis durante dos semanas: remontarán el río desde Kingston hasta Oxford (y vuelta a Kingston), dormirán al sereno, trabajarán duro, comerán y dormirán bien, contemplarán el paisaje... Está claro: es justo lo que necesitan. Ya solo queda la odisea de organizarse, preparar lo que se van a llevar, intentar que todo quepa en un número de maletas que no hunda la embarcación, comprar la comida, salir a tiempo, no hundirse antes de la primera media hora... Vamos, lo normal. ¿Qué opina de todo esto Montmorency, el perro? Pues no gran cosa, pero si ellos van, él también. Faltaría más.
 
Dice Jerome en el prólogo del libro que la belleza de su libro no radica en la calidad literaria, el estilo de su prosa ni en la profundidad de los temas que trata, sino en que todo lo que se narra en él ocurrió en realidad y él se limitó a darle color y vidilla al asunto, y que, por tanto, en la veracidad de los hechos está su mayor virtud. Y es que los tres personajes del libro son reales, aunque aparezcan con el nombre cambiado: el narrador es el propio autor, Jerome el tal George era George Wingrave y, el así llamado Harris en la novela, era realmente Carl Hentschel (el perro, al parecer, era inventado xD). Este trío de amigos solía hacer muchas salidas en barca y todas las anécdotas de esos viajes muy exageradas y ficcionadas para el propósito del libro son las que adornan esta obra cómica que, según dicen, nació en la cabeza de Jerome con ínfulas de guía de viajes mientras disfrutaba de su propia luna de miel por el Támesis. Y lo cierto es que esa primera idea, esa base, resulta evidente a lo largo de la lectura porque trazos de explicación para turistas salpican toda la narración, pero resulta obvio que durante el camino el tono y el fin de la obra se encaminaron por otros derroteros.
 
Entonces, ¿qué podemos encontrar en
Tres hombres en una barca? Pues eso el viaje de tres amigos y su perro por el Támesis viviendo despropósitos varios mientras su inoperancia resulta evidente y la vida les pone zancadillas constantes para que queden queden en ridículo cada quince minutos. A todo esto se añade que Jerome usa esas vicisitudes para contarnos anécdotas de su pasado (o el de sus amigos) que enlazan directamente con la situación ridícula en cuestión y que en el pasado es igualmente ridícula y divertida (que van desde perderse en el laberinto del palacio de Hampton Court a la idea de que va morir joven que tiene desde niño pasando por el empeño por cantar canciones cómicas cuando no se saben la letra). Y para seguir sumando tenemos ese recorrido turístico que os comentaba arriba, ya que en la ribera del Támesis hay montones de ciudades y pequeñas localidades y siempre hay algo curioso que contar sobre ellas, ya sea arquitectónico, histórico o de comer/beber/livinglavidaloca, que es lo que mejor se les da (o directamente dicen que esas localidades son feas y que no hay que contar, que también alguna hay). Por si esto fuera poco de vez en cuando el autor despliega párrafos bucólicos y poéticos describiendo el paisaje, de los que despierta enseguida para volver a la chanza y el diario de viaje, que sus compañeros no están para la lírica (vamos, que son párrafos que están ahí para pitorrearse un poco de la engolada prosa victoriana, o para demostrar que si quisiera escribir así, podría... o para lo que él quisiera. El caso es que están ahí xD).

El punto que quizás ha hecho que este libro siga leyéndose hoy en día y se siga vendiendo como churros más de cien años después cuando ni es un ejemplo claro de alta literatura (ni lo pretende) está en su humor, en no tomarse en serio y al mismo tiempo en ser más inteligente de lo que pretender mostrar a primera vista (este libro, aquí donde lo veis, lleva vendidos más de un millón de ejemplares desde su publicación inicial). Y es que Tres hombres en una barca tuvo muy malas críticas en una sociedad tan purista y estricta como la victoriana y fue tachada, entre otras muchas cosas, de vulgar y fútil. ¿Por qué? Porque el humor es muy (en apariencia) de estar por casa, de ese tipo de humor tonto que hemos vivido (y producido) todo el mundo con nuestro grupo de amigos en el que cada cual conoce las peculiaridades de los demás y te descojonas (con perdón) de sus tonterías, meteduras de pata y equivocaciones y parece que hay un concurso para ver quién es más patán. Es un tipo de humor que te tiene que gustar, navega entre lo absurdo y la avispada  ironía inglesa. Reconozco que no es para todo el mundo, y si no soléis conectar con este tipo de humor, huid hacia otro lado (a mí a veces me venían los Monty Python a la cabeza mientras leía, pero no quiero que esto despiste a nadie, no vaya a ser que luego me lo echéis en cara. Para mí, sí; para los demás, a saber). Si a todo esto se suma que resulta una oda evidente a una existencia sin estrés, responsabilidades ni complicaciones, a la holgazanería y a la desidia mientras te pegas la vida padre comiendo, bebiendo y tumbado a la bartola, pues se entiende que los hacendosos y austeros victorianos se llevasen las manos a la cabeza.
 
La gran Stella Gibbons dice en el prólogo que incluye esta edición que este libro fue publicado en una Inglaterra que ha desaparecido para siempre, y aunque sí es cierto que muchos de los lugares que se describen en él ya han desaparecido, y que
Tres hombres en una barca es de esas historias que pertenecen eminentemente a su época y es victoriana hasta la médula (lo que se narra en ella es difícil imaginarlo en cualquier otro contexto que no sea el de la Inglaterra de finales del XIX), tiene en su narración, en la relación entre los tres amigos y en el propio espíritu de la novela un algo atemporal que hace que hoy en día sigas riéndote y sintiendo complicidad con lo que te están contando. No es un libro perfecto, pierde ritmo hacia el último tercio de libro (era muy complicado mantener el nivel de humor durante toda la narración) y aparece una escena casi al final que no solo no es graciosa, sino que chirría muchísimo y corta de cuajo el tono que ha mantenido hasta ese momento (todavía me pregunto en qué estaba pensando Jerome para incluirla en la novela), pero esas imperfecciones no deben opacar ni menoscabar los logros de una aventura que, si conectas con ella, te arranca unas cuantas carcajadas (de esas que se escapan en voz alta, nada de sonrisillas).
 
Yo me he reído mucho, sobre todo en la primera mitad, y eso me sucede tan de uvas a peras con un libro que, bueno, poco más puedo decir al respecto. Me encantaría subirme a una barca de esas y surcar el Támesis camino de Oxford haciendo paradas para visitar muchos de los lugares que pueblan su ribera. Me encantaría navegar y no hacer nada más que disfrutar del lento discurrir en las aguas y me encantaría que la estresante vida que vivimos hoy en día nos permitiese bajarnos del tobogán diario... vivir momentos como estos de vez en cuando para resetear el cerebro y descansar de este modo supervivencia en el que nos vemos enjaulados. Vaya, que adoro este libro por muchas de las razones que los victorianos criticaron. Diría que ojalá lo hubiese leído antes, pero los libros se leen cuando les llega su momento, sin más.
 


Jerome Klapka Jerome fue un escritor inglés de vida azarosa, maestro de la narrativa cómica. Nació en la localidad de Walsall, cerca de Gales, en un período de moral victoriana y plena efervescencia industrial. Al mes de cumplir doce años, en 1871, el padre falleció. Su madre lo haría tan solo unos años más tarde, cuando Jerome cumplió los dieciséis. A la edad de catorce, la situación económica familiar era ya acuciante, y Jerome abandonó sus estudios y comenzó a ejercer una ristra de variopintos trabajos por los que pasó sin pena ni gloria: desde empleado de ferrocarriles hasta maestro de escuela, pasando por el periodismo y la interpretación teatral.

Inspirado por unos versos del poeta estadounidense Henry Wadsworth Longfellow, empezó a escribir sus experiencias sobre el escenario en clave de humor, publicadas a modo de entregas en la revista The Play, y finalmente compiladas en un único volumen. Dos años después de la publicación en 1886 de The Idle Thoughts of an Idle Fellow, una recopilación de ensayos humorísticos, contrajo matrimonio con Georgina Elizabeth Henrietta, Ettie. Su viaje a lo largo del Támesis a manera de luna de miel fue la semilla de su obra narrativa más aclamada: Tres hombres en una barca. Con la publicación en 1889 de esta novela cómica llegó la fama y el éxito para el Jerome escritor. Aunque nunca volvió a conseguir alcanzar las cotas de éxito que obtuvo gracias a Tres hombres..., en los años sucesivos a su publicación escribió una secuela, Three Men on the Bummel, entre otras novelas, relatos y ensayos. Sus dramaturgias también obtuvieron el favor del público londinense. Entre ellas, la más celebrada fue The Passing of the Third Floor Back (1908), en cartel de manera recurrente hasta bien entrada la década de 1960. Fue también editor de las revistas satíricas The Idle y To-Day, la última fundada por él mismo en 1893. La Primera Guerra Mundial llegó a Europa cuando Jerome contaba con 57 años, y se alistó en el ejército francés como conductor de ambulancia. Murió en 1927, legó una autobiografía, My Life and Times, y solo dejó un objetivo por cumplir: convertirse en miembro del parlamento inglés.

jueves, 12 de septiembre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: POR EL BIEN DEL COMANDANTE - Constance Fenimore Woolson


 
 
Título original: For the Major
Autora: Constance Fenimore Woolson
Editorial: Ardicia
Traducción: Julia Osuna Aguilar
Páginas: 208
Fecha publicación original: 1883
Fecha esta edición: agosto 2015
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 17,50 euros
Ilustración de cubierta: Ulrika Kestere
En Far Edgerley, un pequeño pueblo en las montañas de Carolina del Norte, vive una pacífica comunidad tutelada por la respetada figura del comandante Carroll, alrededor de la cual orbita también la existencia de su familia -su segunda esposa y el hijo de ambos-. Pero con el regreso a casa de Sara, hija de su primer matrimonio, y de un joven artista de pasado desconocido, empezará a tejerse toda una trama de lazos, secretos y enredos, que vendrá a rizar la plácida superficie de la aldea... 
 

Por el bien del comandante es una de tantas publicaciones de la desaparecida editorial Ardicia que tenía pendiente en la estantería y que poco a poco os voy trayendo por aquí. La cubierta es tan bonita que quizás es el que más ganas tenía de leer sin haberle echado siquiera un vistazo a la sinopsis (no suelo leer sinopsis si conozco a la editorial y sé qué tipo de literatura suele publicar, sobre todo cuando son clásicos. Con literatura contemporánea sí que miro más de qué va el libro. Manías). El caso es que el libro me ha gustado mucho, pero por la cubierta (que para mí es muy cuqui) me esperaba otro tipo de libro… otro tono. Os cuento.

Sara vuelve a casa después de varios años de ausencia. Huérfana de madre desde que era muy pequeña, se fue a vivir con un tío que acaba de fallecer, posibilitando su regreso al hogar. Ahora es una jovencita de veinte años que está deseando volver a vivir con su padre, un hombre al que tiene completamente idealizado, al que adora y que en su cabeza es la perfección personificada. Pero esta idea sobre la magnificencia del comandante (pues el padre de Sara es el comandante del título) no solo es suya, sino que todo el pueblo de Far Edgerley donde vive lo considera el hombre más eminente de la localidad, y su hogar, Las Fincas, es el eje de la sociedad del pueblo. Allí vive el comandante con su segunda esposa, la señora Carroll, mucho más joven que él, y el recibimiento que recibe Sara no es el que esperaba. Su padre ni siquiera la espera despierto la noche que regresa, y después apenas parece querer pasar tiempo con ella. Su madrastra no hace más que poner excusas para este comportamiento y todo lo achaca a una reciente enfermedad y su convalecencia. Sara es muy infeliz, no entiende nada, y cuando sepa la realidad que se esconde tras todo esto, su mundo cambiará para siempre.
 
Os decía arriba que la cubierta me había llevado a imaginar un tono muy distinto para la novela, pero es que el comienzo de la narración me llevó por los mismos derroteros, porque la autora comienza describiendo el pueblo de Far Edgerley, sus vecinos y la rivalidad con un pueblo situado más abajo con una ironía, un cierto humor, que me hicieron pensar incluso en Cranford. Y claro, yo estaba ya haciéndome ilusiones con una historia parecida cuando el golpe que se lleva Sara y todo lo que viene a continuación me convencieron de que no, que en esta historia no se alternaban escenas divertidas con escenas tristes como ocurre en la novela de Gaskell, sino que aquí, en Por el bien del comandante, la cosa era seria sin espacio para el humor (salvo alguna pincelada más relajada muy, muy puntual). Es decir, que si la cubierta os da la sensación de novela cuqui y cozy… no, no van por ahí los tiros.
 
Tampoco penséis que esto es un dramón del quince, pero sí que trata temas muy serios y que, además, yo no había visto expuestos de manera tan explícita en ninguna novela clásica. Y la cosa está en que no puedo deciros qué ocurre con el comandante y por qué está su esposa intentando encubrir la situación porque os estaría haciendo un spoiler tremendo… si en alguna otra reseña os lo dicen, no deberían (de hecho, después de terminar el libro sí que he leído la sinopsis por si acaso es de las destripadoras…  y no, afortunadamente los editores también fueron muy prudentes al respecto). Y os prometo que me duele no poder hablar sobre ello porque me encantaría explayarme sobre este problema y cómo se afrontaba en el siglo XIX, pero es algo que debéis descubrir al leer el libro. Así que lo dejaremos en que sí, ocurre algo, y todo lo que su esposa hace (y más tarde su hija su hija también cuando descubre el percal) es por el bien del comandante y su bienestar. De ahí el título de la novela.

Ya que no os puedo hablar sobre esto os hablo de otra subtrama que tiene lugar a lo largo de la narración, de la que tampoco puedo desvelar mucho pero que sí os desgloso por aquí. El caso es que al pueblo llega un forastero que dice ser artista y que no solo despierta la curiosidad de todos sus habitantes, sino que se le abren las puertas de Las Fincas de par en par, cosa sorprendente cuando la situación en la casa no es la más apropiada para recibir a gente nueva. Pero bueno, por la razón que sea, a la señora Carroll le cae en gracia este joven y él se pasa los días en la casa familiar… y eso que su hijastra, Sara, no lo soporta, y es un sentimiento peculiar que solo comparte el reverendo Frederick Owen , soltero y codiciado por todas las señoritas en edad de merecer de los alrededores, y que también gusta mucho de visitar Las Fincas. Owen admira enormemente a la señora Carroll, pero parece que poco a poco, y sin que él se dé cuenta, esa admiración se va trasladando a Sara… hasta que los nubarrones empiezan también a aparecer por este lado de la historia, siempre con el joven forastero artista como núcleo de los problemas.

Y luego está la señora Carroll en sí misma, otro de los misterios de esta novela, un misterio que será desvelado a su debido tiempo. Por lo pronto solo sabemos sobre ella que es mucho más joven que su marido, que se casó con él cuando apenas contaba unos 23 años y él rondaba los 55, que tenía una hija pequeña que falleció poco después de casarse con el comandante, y que desde que se instalaron en Las Fincas es la señora del lugar. No se celebra una fiesta en el pueblo si no es en Las Fincas, todo el mundo sabe que ella recibe visitas y no está obligada a devolverlas, es el modelo a seguir por cualquier mujer de la zona y, en fin, que es lo más parecido a la alta sociedad que existe en el pueblo sin tener realmente mucho dinero ni grandes posibles. Es bella, casi como una muñeca, y todos los hombres del Far Edgerley la admiran profundamente. En el momento en que comienza la historia no ha cumplido todavía los cuarenta, adora a su marido y se desvive por él, su bienestar y su felicidad. La relación con la hija de su marido, Sara, es cordial y, aunque esta la llama madre, realmente no se intuye una relación madre-hija. Y así, en estas condiciones, comenzamos la novela… lo que viene después, la maleta que la señora Carroll lleva a la espalda, se irá abriendo poco a poco conforme pasan las páginas.

Me ha gustado el estilo de Woolson, y narrar todo lo que narra, todos los temas que toca, en tan pocas páginas, dice mucho de lo claro que tenía lo que quería contar y cómo hacerlo. Y además es de la escuela de mostrar en lugar de contar, y de muchas de las cosas que están pasando en esa casa y con esos personajes nos damos cuenta por el modo en que se comportan, por cómo se miran, por lo que dicen y sobre todo por lo que no dicen, por sus reacciones… no necesita explicitar lo que ocurre para que el lector sepa en todo momento donde tiene que centrar su atención. Y luego está Far Edgerley y sus habitantes, que no son mojigatos pero sí tienen unos valores morales muy altos, y que van de intelectuales cuando no lo son ni falta que les hace. Solo conocemos a unos pocos de esos vecinos y realmente, en profundidad, la historia gira en torno a los residentes de Las Fincas y el reverendo Owen, pero el espíritu del lugar, el modo en que estas gentes se conducen, piensan y viven, se transmite perfectamente a través de las páginas.

Por todo esto me ha molestado un poco el tono del posfacio de mi adorado Henry James, a quien admiro mucho como autor (sé que esto no es compartido por mucha gente, que no lo soporta… podría mirar a alguien que leerá la reseña, pero no lo haré xD). En sus palabras sobre Woolson muestra una condescendencia hacia ella y su obra que me parece bastante fuera de lugar (yo al menos lo he percibido así… he empezado a leer pensando que encontraría una opinión más amable, pero con muy buenas palabras a mí me ha transmitido esa sensación de mirar por encima del hombro, no sé si me entendéis). Realmente este posfacio nunca fue escrito como tal para el libro, sino que pertenece a Partial Portraits, un libro de crítica literaria que James publicó en 1888, cinco años después de la publicación de Por el bien del comandante. En este libro recopiló ensayos sobre escritores americanos e ingleses y entre ellos se incluía la semblanza sobre Woolson… y bueno, la cosa es que ellos tenían una historia personal, una relación complicada en la que se dice, se cuenta, se rumorea que James no estuvo a la altura de esa amistad. No voy a entrar aquí a detallar más sobre este tema que me está quedando largo, pero bueno, ahí queda el apunte.

En definitiva, Por el bien del comandante me ha gustado mucho. Es una historia costumbrista en algunos de sus aspectos, pero dura en otros. Trata temas sobre los que hoy en día hay mucha información y se ha escrito mucho sobre ellos, pero que en un libro de 1883 sorprende encontrarlos (yo al menos no lo esperaba). También ahonda en temáticas más habituales de la literatura de la época añadiendo una pizca de secretos y melodrama de por medio. Y por si fuera poco, habla sobre las expectativas que vuelcan sobre nosotros los seres que amamos, de cómo queremos hacer honor a esas expectativas, cumplirlas y ser ante ellos un tipo de persona que realmente no somos, y de cómo esos engaños, esos artificios, tienen las patas muy cortas y tarde o temprano caen por su propio peso.

Creo que no hay nada más publicado de Woolson en castellano. A ver si alguna editorial se anima.

 


 
Constance Fenimore Woolson nació en 1840 en Claremont, New Hampshire, pero su familia pronto se trasladó a Cleveland. En 1870, habiendo recorrido ya buena parte del país, comenzó a publicar relatos y artículos en revistas como The Atlantic Monthly y Harper´s Magazine. Sus cuentos y novelas narran en su mayoría historias ambientadas en la región de los Grandes Lagos, o en los estados del Sur, o bien retratan la vida de los expatriados estadounidenses en el Viejo Continente. Con casi cuarenta años, ella misma se trasladó a Europa, donde residió en una serie de hoteles de Inglaterra, Francia, Suiza, Alemania e Italia. También fue allí donde conoció a Henry James, con quien establecería una larga y compleja relación. En 1893, Woolson alquiló un apartamento en el Gran Canal de Venecia, donde al año siguiente, aquejada de una severa depresión, moriría al caer desde una de sus ventanas.