Título original: Caprice de la reine
Autor: Jean Echenoz
Editorial: Anagrama
Traducción: Javier Albiñana
Páginas: 103
Fecha de publicación: junio 2015
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 12,90 euros
Ilustración de cubierta: Alessandra D'Innella / Millennium Images
En Capricho de la reina Jean Echenoz reúne varios relatos previamente
publicados en revistas de arte y proyectos diversos, como una
publicación teatral. Son siete cuentos que nos transportan a siete
lugares: un parque, un puente, el fondo marino, Suffolk, Mayenne,
Babilonia y Le Bourget. Siete historias en las que veremos desfilar al
decrépito y heroico almirante Nelson, vencedor en la batalla de
Trafalgar, o al obsesivo ingeniero de puentes Gluck; en las que
seguiremos el trazo de la pluma de un escritor que dibuja una exquisita
panorámica de la campiña de Mayenne, y nos acercaremos a las estatuas de
los jardines de Luxemburgo en París.
Se trata de «caprichos», tal vez
por su aparente arbitrariedad temática. Pero entre pieza y pieza
descubrimos un hilo invisible que los engarza, y no es otro que el
impecable estilo de un escritor que construye con las palabras justas y
la precisión de un miniaturista un espléndido conjunto de grandes
relatos.
Tenía esta compilación de relatos hace un par de años en la estantería, y teniendo en cuenta que son unas cien páginas como mucho que se leen en un par de horas, la verdad es que no sé por qué lo he aparcado tanto tiempo. He vuelto a acordarme de él porque para el reto genérico hay que leer un par de libros de relatos, y este año no he leído nada de nada de este género. El caso es que me acordé de Jean Echenoz, y lo recuperé de esos abismos estanteriles donde dormitan tantos y tantos libros (al menos en mis abismos duerme un número vergonzante).
Sin rodeos. No sé si he hecho bien conociendo a este autor con sus relatos en lugar de sus novelas. De hecho estoy segura de que lo he hecho mal. Cuando un autor es venerado en ciertos círculos culturales y literarios elevados y especializados, como es el caso, cuando me encuentro críticas fantastidubis sobre la obra que yo acabo de leer, como es también el caso, y me encuentro que a mí no me disgusta pero no me maravilla en absoluto, como es también el caso, siempre se me queda cara de "¿seré yo o serán ellos?". Y en este caso estoy casi segura de que seré yo, pero eso no hace que cambie de opinión sobre la lectura concreta que hoy os traigo. Y no me malinterpretéis, siendo justa, muy justa, la prosa de Jean Echenoz me ha parecido estupenda. Su prosa, sí, pero la calidad de los relatos es muy, muy irregular. Hay algunos maravillosos, y alguno que es un tostón. Luego están los que bailan entre dos aguas, y ni para ti ni para mí. Y luego está el de "si yo escribo esto, no me lo publican ni en el folleto del Mercadona".
Los siete relatos son independientes en todo: no comparten temática, ni estilo ni tampoco tipo de narrador. Los cuentos fluctúan de personajes históricos como Nelson a un ingeniero de puentes; del parisino Jardín de Luxemburgo a un submarino; de un caballero que coge trenes para comer bocadillos a un paseo por Babilonia o la campiña de Mayenne... Todos estos relatos fueron publicados en revistas de arte, prensa y diversos proyectos entre 2006 y 2014, y compilados finalmente en este volumen en 2015. Si algo tienen en común es, como digo arriba, lo bien escritos que están, la prosa del autor. Muchos de ellos comparten también un sentido del humor soslayado que en algunos, como En Babilonia, se desborda. Relatos de cinco páginas, y relatos de casi treinta. Pero ningún nexo de unión per se.
NELSON abre la marcha. Coge una anécdota muy conocida de Nelson (que no os voy a contar porque si no os cuento el relato, que apenas tiene cinco o seis páginas) para montar un retrato rápido, preciosista y efectivo de este almirante y héroe inglés. Lo hace muy bien... y ya está, no da para más la cosa. Sabe a poco.
Y así, manco, tuerto y excitado, el almirante se interna entre macizos y arriates y se aleja a solas hacia los bosques, no sin pasar por un cobertizo donde echa mano de una regadera.
CAPRICHO DE LA REINA da nombre al libro. Y es uno de los mejores relatos porque es un ejercicio imponente de descripción narrativa. Estamos en la campiña de Mayenne, nuestro narrador se sitúa en un punto y, girando sobre sí mismo en dirección contraria a las agujas del reloj, nos describe todo lo que tiene a la vista. Parece sencillo, pero no lo es. Ni muchísimo menos. Lo dicho, impresionante la capacidad de detalle descriptivo.
[...] en una descripción o en un relato, como observa Joseph Conrad en su novela corta titulada Una sonrisa de la fortuna, resulta difícil situar cada cosa en su lugar exacto. Y es que no se puede decirlo todo y describirlo al mismo tiempo, ¿verdad? hay que marcar un orden, fijar prioridades, lo cual puede difuminar el objetivo trazado [...]
EN BABILONIA es para mí el mejor relato de todos, con el que más he disfrutado, el que más guasa tiene, y además me parece muy original. Echenoz coge la descripción que en su día hizo Heródoto de la ciudad de Babilonia, que para quien no lo sepa está considerada una exageración muy poco verídica (nadie se cree lo que escribió) y se dedica a sacarle punta a todo, a reírse de sus observaciones, a ridiculizar a este historiador y geógrafo griego al que tilda de "divertido y escritor de anécdotas". Fantástico. Me he reído mucho.
Heródoto no duda en sostener que la tierra produce hasta trescientas veces lo que se siembra; como de costumbre carga las tintas, y sabe que sus lectores saben que lo hace, por lo que, convencido de que no le creerán, renuncia a precisar hasta qué altura suben los tallos de sésamo o de mijo. Sabe que pueden no creerle y lo cierto es que a veces lo han tildado de fabulador: Plutarco estima que serían necesarios varios libros para inventariar sus mentiras, en tanto que Aulo Gelio lo tacha fríamente de mitómano [...] Pero eso a Heródoto le importa un pepino, entretanto él va y viene...
VEINTE MUJERES EN EL PARQUE DE LUXEMBURGO Y EN EL SENTIDO DE LAS AGUJAS DEL RELOJ... a ver cómo os explico esto. Acercáos a un sitio de vuestra ciudad que tenga esculturas, y poneos a describir objetivamente y de igual manera todas ellas. Una por una. Sin más hilo. Una detrás de la otra. Eso es este relato. Descripción de la escultura+tocado+joyas+expresión. Siguiente. Ocasionalmente si tienen los pechos grandes lo comenta (tal cual). Para quien le interese, esas veinte mujeres son veinte esculturas en mármol de reinas y mujeres ilustres francesas que rodean el estanque frente al Palacio de Luxemburgo en el Jardín de Luxemburgo de París. Es el relato Mercadona. Y lo digo honestamente. Yo ni lo considero relato.
María de Médicis, reina de Francia, sostiene un cetro con la mano izquierda y deja pender un pañuelo con la derecha. Tocado: cabello rizado expandido por las sienes. Joyas: ninguna. Expresión: poco amable.
INGENIERÍA CIVIL... a ver, con este relato he tenido sentimientos encontrados. Empieza siendo un tostoncete donde te cuentan la evolución de los puentes desde hace miles de años hasta ahora (arquitectónicamente, me refiero). Que a los ingenieros les encantará, pero yo soy de letras. No sabes hacia dónde quiere ir el autor, aparte de la definición cruda y espartana de la soledad del protagonista en su proyecto de inventariar cada puente del mundo. Y estaba empezando a ponerle velas negras cuando de repente ves, LO VES, hacia donde va, y además es un hecho real. Y cobra mucho más interés. Me encantaron las 7 últimas páginas, y si yo hubiese sido la autora de este relato, le hubiese dado al Supr casi a la totalidad de las primeras 17. Menos es más.
Obraba del siguiente modo. Llegaba a un paraje concreto sin prestar la menor atención a los supuestos incentivos turísticos e iba derecho al objetivo. Lo resumía en fichas y lo fotografiaba bajo todos los ángulos, examinaba al detalle el marco, los puntos que conectaba, el espacio que salvaba, lo recorría en ambos sentidos y se iba. Llevaba haciéndolo tres años.
NITROX es algo así como el relato James Bond del libro. Mola, lo ves en plan peli en tu cabeza, pero le pasa un poco como a Nelson, a mí me ha sabido a poco. Ocupa muy pocas páginas, y lo poco que lees está bien, pero no da para más lo que cuenta. Empieza, termina, y ya.
Comoquiera que en los costados de los submarinos raramente hay ventanas, ninguna luz amarilla familiar enmarcada por qué no en cortinas de cretona emite una señal tranquilizadora. Del submarino puede atisbarse por un momento su perfil autista de albacora, disminuyendo según se alejan entre sí, y Céleste Oppenheim se encuentra enseguida totalmente sola en el fondo del mar.
TRES BOCADILLOS EN LE BOURGET es el tostón. Supremo tostón (para mí). Y encima, al ser el último, como que te deja con mal sabor de boca cuando cierras el libro. El protagonista va a Le Bourget a comer bocadillos varios días en una semana y nos describe la ciudad cafetería por cafetería, calle por calle, y a ti te parece muy bien pero con el segundo bocadillo desconectas. Y además se te quitan las ganas de hacer turismo por esa ciudad.
Por fin se presentó un hombre, a quien pedí un bocadillo de jamón con gruyère y una copa de Côtes du Rhône: mi proyecto tomaba cuerpo. Fuera, pasaba la gente con paraguas, gorras, capuchas, bufandas, gorros, uno de ellos con borla, yo no tenía nada similar. Llegó el bocadillo y el vino. No podría decir si estaban buenos, creo que no mucho, pero eso no viene al caso.
Ahora voy a ser buena persona. Creo que estos relatos deben ganar mucho, muchísimo en su contexto, en el ámbito para el que fueron creados y se publicaron. Ya comento arriba que su aparición abarca 8 años y muchos tipos distintos de publicaciones. Y por eso creo que compilados aquí juntos, fuera de lo que les da sentido, pierden un poco su ser, y que leídos dentro de los proyectos a los que pertenecen seguramente tengan otro aire. Yo los he disfrutado a trozos, a ratos, unos mucho, otros no tanto, y me he quedado un poco a medias en general.
Tal y como están, la verdad es que no recomendaría este Capricho de la reina a quienes no les gustan los relatos, porque no va a hacerles cambiar de opinión, y a quienes sí les gustan, solo puedo decirles que para mí no es una compilación redonda a pesar de lo bien escritos que están, y que los hay magníficos, pero también los hay que no... no al menos fuera de los contextos que les dan un sentido y un por qué.
Como siempre (tanto en las buenas reseñas como en las reguleras) solo es mi opinión, y ya comento arriba que si buscáis por ahí, este libro tiene críticas magníficas de la prensa especializada, y probablemente si lo leéis lo disfrutéis más que yo. Pero yo no me bajo de mi burra, que para eso es mía :) Igual que os digo todo esto, os confieso también que me ha gustado tanto como escribe que si puedo hacerme con alguna novela suya lo haré (que además hay muchas publicadas en español), porque quiero conocerle contando una historia larga. Tengo la sensación de que la disfrutaré mucho más... no sé si ha sido buena idea conocerle precisamente con estos relatos, por muy buenos que sean algunos de ellos.
Jean Echenoz (Orange, 1948). Ha publicado en Anagrama doce novelas: El meridiano de Greenwich (Premio Fénéon), Cherokee (Premio Médicis), La aventura malaya, Lago (Premio Europa), Nosotros tres, Rubias peligrosas (Premio Novembre), Me voy (Premio Goncourt), Al piano, Ravel (premios Aristeion y Mauriac), Correr, Relámpagos y 14, así como el volumen de relatos Capricho de la reina.
En
1988 recibió el Premio Gutenberg como «la mayor esperanza de las letras
francesas».