Título original: The Case of the Gilded Fly
Autor: Edmund Crispin
Editorial: Impedimenta
Traducción: José C. Vales
Páginas: 336
Fecha publicación original: 1944
Fecha esta edición: marzo 2015
Encuadernación: rústica con sobrecubierta
Precio: 22,50 euros Ilustración de cubierta: Brasenose College (1935, Claude Buckle)
Las compañías de teatro suelen ser siempre un hervidero de habladurías.
Pero pocas son tan intrigantes como la que se encuentra actuando en
estos momentos en Oxford. La joven y letal Yseut, actriz algo mediocre y
maliciosa, es el centro de todas las miradas, aunque su principal
talento consiste en destrozar las vidas de los hombres que la rodean.
Hasta que es hallada muerta en extrañas circunstancias. Por fortuna,
entre bastidores se encuentra el excéntrico profesor Gervase Fen, quien
halla mayor placer en resolver crímenes que en enseñar literatura
inglesa. Y cuanto más investiga el caso, más cuenta se da de que todo
aquel que conocía a Yseut habría sido candidato a asesinarla; pero ¿será
capaz Fen de descubrir quién lo hizo en realidad? El cadáver de la
joven ha dejado una pista reveladora: una reproducción de un extraño
anillo en forma de mosca dorada.
Este es el primer caso del extravagante y genial profesor de Oxford y sabueso aficionado Gervase Fen, y una de las cumbres de la Edad Dorada de la novela de detectives inglesa.
Nada, que yo soy muy cabezona y lo digo siempre: me gusta empezar las sagas/series por el principio. Pero la editorial Impedimenta, que es cuasipluscuamperfecta, solo tiene un pequeñísimo defecto: de vez en cuando me lleva la contraria. Qué se le va a hacer... Yo les perdono. Así que comenzaron a publicar las novelas protagonizadas por Gervase Fen a partir de la tercera (la mejor y más famosa), siguieron por la cuarta, la quinta... y tuvieron que pasar unos cuantos añetes hasta que se decidieron a publicar los dos primeros libros de la serie. El caso es que ¡por fin! sacaron el segundo de la serie en 2016 (me negaba a leer el primero y luego quedarme colgada con el segundo, aunque reconozco que leí de pasada algún otro porque no podía esperar... pelillos a la mar xD), así que, después de hacerme la interesante un tiempo como venganza por la espera (estoy segura de que el mundo ha sufrido mucho por mi arranque de dignidad), he decidido ponerme tranquilamente a leerlos todos en orden. Casi me da un soponcio durante la espera, pero no pasa nada. Nada de nada. Nada. No soy rencorosa. Nada.
(...)
El autor inglés Edmund Crispin es famoso por su personaje de Gervase Fen, detective aficionado. De hecho, toda la obra de este autor estuvo protagonizada por Fen: todas sus novelas, al igual que sus relatos, giran en torno a este personaje. Fue su única creación literaria, y con ella se ganó su lugar en el olimpo de las novelas de detectives clásicas de la Golden Age.
¿Y quién es Gervase Fen? Pues un profesor de Lengua y Literatura Inglesa en Oxford, amante de lo detectivesco hasta el punto de preferirlo a su ocupación habitual. Gervase sueña con crímenes, quiere que alguien muera, que alguien mate a alguien, para tener que resolver el asesinato. Se muere, valga la redundancia, porque haya un crimen, y cuanto más complicado mejor. Es como un niño, hiperactivo cuando algo le entretetiene y apático (incluso maleducado) cuando le aburre. Es teatrero (sus amigos lo saben, se lo echan en cara pero lo toleran como quien tolera un mal menor) y pesado (protesta por todo y se mete con todo el mundo). Su mujer, que las pocas veces que aparece se hace con la escena, es un ser encantador que sabe cómo ponerle los pies en el suelo y que le trata muchas veces como a un niño.
Fen cree en la intuición, y entonces, solo entonces, elabora teorías y busca pruebas que las apoyen. En lo que no cree es en los crímenes pasionales. La venganza es un móvil mucho más jugoso. Y además nos encontramos algo novedoso en cuanto a este tipo de historias de detectives aficionados: cuando lo conocemos en esta novela, se nos da a entender que no es su primer caso, que ya ha resuelto alguno que otro antes, con lo cual ya es un personaje de sobra conocido por la policía de Oxford, ya son conocidos sus talentos, y sí, se presenta el personaje al lector, pero no al mundo en que vive el personaje, por así decirlo (lo que ahorra muchos trámites presentes en este tipo de novelas donde las cualidades detectivescas surgen por primera vez ante nuestros ojos). Aun así en posteriores entregas se nos narra alguno de esos casos anteriores que en este primer libro se le atribuyen.
Presentado el personaje, vamos con la historia. Ambientada en ese mundillo artístico (ya fuese teatro, ópera, etc...) tan recurrente en las novelas de la Golden Age, en este caso nos encontramos con un director de teatro londinense muy famoso que, sin embargo, ha decidido que el estreno de su última obra se haga en Oxford. En un mismo vagón de tren llegan a esta (maravillosa) ciudad universitaria todos los personajes que resultarán importantes en la historia, y en el recorrido de ese vagón el autor nos hace la presentación de cada uno de ellos: desde el inspector de policía con alma de literato hasta el susodicho Fen, que como ya sabemos va al revés (literato con alma de detective), pasando por el director de la obra, su musa, actrices que participarán en la representación, personajes del mundillo universitario de Oxford relacionados con Fen o con el teatro... y no solo eso, sino que en esa misma presentación, el autor ya nos dice que para cuado termine el libro, tres de ellos estarán muertos. No os asustéis, lo dice nada más empezar el libro: serán tres.
Y nos metemos de lleno en los ensayos de la obra y en el primer asesinato que da pie a toda la trama. Y sinceramente, no deja de tener su gracia el modo en que enfrentan este asesinato, porque a nadie le supone una gran pérdida, les da rabia que alguien pague por su muerte, y vamos, que ni siquiera lo consideran asesinato, sino un acto altruista que ha liberado a la humanidad de un demonio (tal cual. Por ellos, como si no aparece el culpable). Si Fen sigue adelante con el caso, aun sin tener muchas ganas tampoco de resolverlo, es porque se desespera al ver lo tontos que son los polis... porque claro, como suele pasar con algunos de estos detectives, él sabe a los 3 minutos de entrar en la escena del crimen quién es el culpable, pero se toma sus buenas 315 páginas para comunicárselo al mundo (en esto me ha recordado mucho-muchísimo a Philo Vance, otro detective aficionado del que os hablaré dentro de poquito).
A pesar de la extravagante y arrolladora personalidad de Gervase Fen, es a Nigel Blake a quien acompañamos durante casi toda la historia. Periodista y antiguo alumno de Fen, es el contrapunto a los excesos del profesor universitario. Y así, de su mano y con la eterna compañía de un humor irónicamente inteligente, nos sumergimos de cabeza en el mundillo universitario de Oxford en plena Segunda Guerra Mundial, en sus colleges, leyendas e idiosincrasias, y en el siempre interesante mundo del teatro, lleno de rencillas, envidias, celos profesionales y personales. Poco a poco conocemos también el entorno personal y profesional que rodea a Fen así como al propio Fen, que me dará muchas alegrías en el futuro. Es que cuando todo es tan rematadamente british yo claudico en la primera página y a verlas venir. Estoy vendida.
¿El caso? Ya sabéis que en estos clásicos policíacos me gusta meterme lo menos posible en el charco de la investigación propiamente dicha, que los spoilers los carga el diablo, pero digamos que, a pesar de las pocas ganas de resolverlo por las escasas simpatías que despertaba la primera víctima, cuando empieza a morir más gente no queda otra que ponerse manos a la obra en serio... más o menos :)
No puedo dejar pasar el alto componente metaliterario de la historia. Fen posee unos juicios literarios que no dejan títere con cabeza y que intuyo me harán reír y torcer la boquita de piñón a partes iguales en posteriores entregas xD. Además alude constantemente a Alicia en el país de las maravillas, y hasta los personajes se saben protagonistas de una novela. Unos cuantos ejemplos:
En realidad soy el único crítico literario que se ha convertido en detective a lo largo de toda la ficción literaria.
Todo esto queda muy bien en una novela detectivesca como esta, donde hay que camuflar las cuestiones más significativas para mantener el suspense.
Otra vez el maldito suspense novelesco. Lo sé, lo sé: no puedes revelarlo hasta el último capítulo.Termino recomendando el postfacio de José C. Vales, traductor de la obra (y autor de novelas de sobra conocidas como Cabaret Biarritz o Celeste 65), que acertadamente, como ya digo, está al final de la novela, para entender a Edmund Crispin, su vida y la creación de un personaje como Fen en un ambiente como el universitario de Oxford que él tan bien conocía. El autor era todo un personaje en sí mismo y estas últimas páginas son de imprescindible lectura.
El
verdadero nombre de Edmund Crispin era Bruce Montgomery. Nació en 1921
en Chesham Bois, Buckinghamshire, y asistió al St. John’s College en
Oxford, donde se licenció en Lenguas Modernas y fue organista y maestro
de coro durante dos años.
Cuando se le preguntaba por sus
aficiones, Crispin solía decir que lo que más le gustaba en el mundo era
nadar, fumar, leer a Shakespeare, escuchar óperas de Wagner y Strauss,
vaguear y mirar a los gatos. Por el contrario, sentía gran antipatía por
los perros, las películas francesas, las películas inglesas modernas,
el psicoanálisis, las novelas policíacas psicológicas y realistas, y el
teatro contemporáneo.Publicó nueve novelas, así como dos colecciones de cuentos, todas protagonizadas por el profesor de Oxford y detective aficionado Gervase Fen, excéntrico docente afincado en el ficticio St. Christopher’s College. Obras que le hicieron ganarse un lugar de honor entre los más importantes autores ingleses de novela clásica de detectives. Impedimenta emprendió con su obra maestra, La juguetería errante (1946; Impedimenta, 2011), la publicación de la saga de Gervase Fen, que ha continuado con El canto del cisne (1947; Impedimenta, 2012), Trabajos de amor ensangrentados (1948; Impedimenta, 2014), El misterio de la mosca dorada (1944; Impedimenta, 2015) y Asesinato en la catedral, y Enterrado por placer> (1949; Impedimenta, 2017).
Crispin dejó de escribir en la década de los cincuenta, pero continuó redactando reseñas de novelas de detectives y de ciencia ficción para el Sunday Times. Murió de un ataque al corazón en 1978.