Título original: Nußknacker und Mausekönig
Autor: E.T.A. Hoffmann
Editorial: Nórdica
Traducción: Isabel Hernández
Posfacio: Isabel Hernández
Páginas: 128
Fecha de publicación original: 1816
Fecha esta edición: octubre 2018
Encuadernación: cartoné
Precio: 22,50 eurosIlustración de cubierta e interiores: Maite Gurrutxaga
«Durante todo el día 24 de diciembre los hijos del consejero médico Stahlbaum no habían podido entrar en la sala principal y menos aún en el salón de gala contiguo. Fritz y Marie estaban agazapados en un rincón de la salita de atrás; el oscuro crepúsculo había hecho ya su aparición y sentían mucho miedo, pues, como solía ser habitual ese día, no les habían llevado ninguna luz. Fritz, susurrando en secreto, le contó a su hermana pequeña (acababa de cumplir siete años) que, desde por la mañana temprano, había estado oyendo ruidos, murmullos y suaves golpes en las habitaciones cerradas. Que no hacía mucho un hombrecillo oscuro había pasado por el pasillo a hurtadillas con una gran caja bajo el brazo, pero que él sabía de sobra que no era otro que el padrino Drosselmeier».
Así comienza el cuento clásico que Hoffmann compuso para los hijos de su amigo Julius Eduard Hitzig: Marie y Fritz, quienes, como señala la traductora, Isabel Hernández, en su epílogo, «no son solo niños, sino que como tales representan algo mucho más valioso y que es ni más ni menos la poesía romántica frente al mundo racional de los adultos».
No sé si le pasará a todo el mundo, pero en mi caso, cuando pensaba en el Cascanueces me venían a la cabeza la escena de Navidad, el árbol lleno de regalos, los muñecos cobrando vida en Nochebuena, el Cascanueces herido, la batalla de los soldados de plomo... y ya. Eso era para mí el Cascanueces. Supongo que también tiene mucho que ver que no he visto el ballet, aunque el ballet no es realmente adaptación de este cuento de Hoffmann, sino de la adaptación que escribió a su vez Alexandre Dumas a partir del cuento original. El caso es que yo me quedaba en la batalla y ya está, así que descubrir la verdadera historia ha sido un lujazo.
La premisa yo creo que es conocida. Marie y Fritz Stalhbaum son dos hermanos que reciben sus regalos en Nochebuena tanto por parte de sus padres como de su padrino Drosselmeier. A pesar de todas las cosas bonitas que recibe, el juguete preferido de Marie es un cascanueces que su hermano, sin consideración alguna y con toda la intención, rompe al usarlo con las nueces más duras. Al llegar la noche todos los juguetes (incluido el cascanueces) son guardados en una vitrina y la familia Stalhbaum se va a la cama... todos menos Marie, que se queda cuidando a su adorado y herido Cascanueces y por ello será testigo, al dar la medianoche, de la cruenta batalla que tiene lugar entre todos los juguetes de la vitrina, que cobran vida y son comandados por Cascanueces, y un ejército de ratones liderado a su vez por el rey Ratón, un horroroso ejemplar de siete cabezas cuyo objetivo es matar al Cascanueces. Desde este momento Marie vivirá aventuras que jamás imaginó al lado de este muñeco vestido de húsar al que comienza a profesar un cariño tierno y auténtico.
Y es que sí, más allá de la batalla entre los muñecos y los ratones, hay más aventuras en esta historia, que lo mismo nos llevan a conocer la verdadera historia del Cascanueces que a visitar un mundo en el que el Prado de Caramelo, el Bosque de Navidad o Bombonilandia conducen hacia la maravillosa Ciudad del Confite, en la que el apuesto Cascanueces ocupa un lugar social preeminente. Por cierto, ¿sabéis cómo se accede a estos maravillosos lugares de fantasía? A través de un armario... supongo que, como cualquier otro autor, C.S. Lewis también tuvo sus referentes para idear sus aventuras en Narnia :)
El cuento tiene en todo momento un pie en la realidad y otro pie en la fantasía, y el autor se mueve entre los dos mundos como si fuesen uno solo y la realidad fuese fantástica y la fantasía fuese real, aunque la única con una sensibilidad especial para percibir ese otro mundo lleno de maravillas es Marie... y quizás el padrino Drosselmeier, aunque sobre esto no puedo ni debo decir mucho más :) Hoffmann escribió este cuento para una Marie y un Fritz reales, hijos de un amigo suyo, y por eso está narrado dirigiéndose a ellos por sus nombres, emanando ese aroma a reunión familiar navideña en la que un adulto narra un cuento a varios niños que, sentados en el suelo a sus pies, escuchan boquiabiertos una historia en la que ellos son los protagonistas y viven aventuras fascinantes, asisten a batallas protagonizadas por soldaditos de plomo y viajan al País de las Muñecas paseando entre flores de caramelo.
Por ello también queda muy claro que en esta historia prevalecen la fantasía, la imaginación y la inocencia romántica de esa edad en la que todavía se es niño pero ya se pueden tener sentimientos poéticos, sobre la rutina, la sensatez y la realidad en la que acabamos ahogados los adultos. Marie es una niña especial que puede ver más allá del mundo que le rodea y que es capaz de retirar el velo que separa ese mundo del otro, ese que esconde tantas historias y lugares maravillosos que visitar y admirar... ese que nos aleja de la cotidianidad y nos envuelve de lirismo, belleza y sensaciones... ese mundo lleno de tantas y tantas prodigiosas posibilidades.
En Cascanueces y el Rey Ratón me he encontrado un cuento con más aristas de las que esperaba, e incluso con algunas ideas o pasajes que me parecen demasiado complicados de entender en toda su extensión y esencia por un lector infantil. No iba muy desencaminada en estos pensamientos porque curiosamente, leyendo el posfacio que incluye la edición (a cargo de Isabel Hernández, la traductora de la obra), se comenta que muchos lectores han considerado desde su publicación que este cuento es más adulto que infantil por las temáticas que aborda y el modo en que lo hace. Hoffmann siempre lo negó, decía que no había que subestimar a los niños... y estoy totalmente de acuerdo (de hecho siempre digo que una lectura infantil-juvenil jamás debe ser condescendiente con el lector potencial al que va dirigida), pero este cuento, como tantos otros, creo que se comprende mucho mejor (o se asimila su contenido mucho mejor, por decirlo de otra manera) cuando se lee en la edad adulta que si se hace siendo un niño-adolescente, por mucho que se empeñase Hoffmann en decir lo contrario.
No quiero extenderme mucho más, que en estas fechas se anda más en turrones que en reseñas. Solo un apunte sobre la edición, que es de un bonito y un buen gusto que saltan a la vista. Simplemente preciosa y muy cuidada, como es habitual en esta editorial. Además incluye el posfacio ya nombrado de la traductora en el que nos da a conocer al autor, su peculiar vida y las características que forman parte de su obra, así que no solo es bonita en continente sino que en contenido va un poco más allá de incluir solo el cuento (que ya de por sí merece muchísimo la pena descubrir). Para los regalos de Papá Noel ya no llegáis a tiempo, pero si para Reyes tenéis pensado regalar un libro muy navideño en cuanto a historia y muy bonito en cuanto a edición, con Cascanueces y el Rey Ratón triunfáis. Palabra de apasionada de las historias navideñas en ediciones bonitas :)
Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (Königsberg, 1776 - Berlín, 1822).
Escritor y compositor alemán. Hijo de un abogado, su tercer nombre era
originalmente Wilhelm, pero más tarde adoptó el de Amadeus en honor a
Mozart. Estudió derecho en Königsberg. Vivió en Varsovia, donde creó una
orquesta y se dedicó a componer.En 1814 aceptó el cargo de Consejero de
Justicia del Tribunal de Berlín, sin que por ello se resintiera su
ingente producción literaria de aquellos años.Su fama se debe más a su
obra como escritor que a sus composiciones. Adscrito al Romanticismo,
donde más destacó su gran personalidad fue en sus cuentos fantásticos,
en los que se mezclan el misterio y el horror, y que han alcanzado fama
universal. En ellos crea una atmósfera en ocasiones de pesadilla
alucinante y aborda temas como el desdoblamiento de la personalidad, la
locura y el mundo de los sueños, que ejercieron gran influencia en
escritores como Víctor Hugo, Edgar Allan Poe y el primer Dostoievski.