Título original: Judith Fürste
Autora: Adda Ravnkilde
Editorial: Alba
Traducción: Blanca Ortiz Ostalé
Páginas: 296
Fecha publicación original: 1884
Fecha esta edición: septiembre 2015
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 17,90 eurosFecha esta edición: septiembre 2015
Encuadernación: rústica con solapas
Ilustración de cubierta: Una joven leyendo (Maren Sofie Olsen, 1885)
«Y ¿de qué ha servido tanto orgullo?», le pregunta su padrastro a la
heroína de esta novela ya en la primera página. Judith Fürste,
desposeída mediante argucias legales de su herencia paterna por el
hombre que se ha casado con su madre, una mujer acomodaticia y
convencional, vive en una situación de dependencia y desamparo en una
casa que ya no es su casa. Desea educarse, trabajar, valerse por sí
misma, pero el orden familiar no tiene previsto para ella más que el
matrimonio. Cuando Johann Banner, el noble más ilustre de la región,
pone sus ojos en ella, la joven lo acepta como una tabla de salvación.
Pero el matrimonio entre el orgullo de una joven desesperada y el
orgullo de un aristócrata celoso de sus privilegios no es precisamente
fácil. La propia institución tiene sus normas; y cada contrayente sus
prejuicios y su carácter.
Adda Ravnkilde escribió Judith Fürste poco antes de quitarse la vida en 1883, a los veintiún años, y en ella parece que condensó una experiencia autobiográfica. Es ésta una novela profunda y tormentosa sobre el amor y la generosidad, y el auténtico via crucis de errores, vanidades y humillaciones que hay que vencer para conseguirlos. Un clásico de la literatura danesa.
Adda Ravnkilde escribió Judith Fürste poco antes de quitarse la vida en 1883, a los veintiún años, y en ella parece que condensó una experiencia autobiográfica. Es ésta una novela profunda y tormentosa sobre el amor y la generosidad, y el auténtico via crucis de errores, vanidades y humillaciones que hay que vencer para conseguirlos. Un clásico de la literatura danesa.
Judith es una joven que vive con su madre y su padrastro en un pequeño pueblo. Judith es infeliz, lo único que desea es poder disponer de la herencia que le dejó su padre para ser independiente y poder buscarse la vida de una manera o de otra, pero su padrastro tiene otros planes para ese dinero: usarlo todo para sus propios negocios. Y Judith se siente atrapada, odia tener que depender de un padrastro que no soporta, odia no poder ser libre para estudiar y aprender un oficio, odia verse desposeída de lo que le pertenece por derecho propio. Cuando Johan Banner, fascinado por esa jovencita que se le resiste y se muestra orgullosa y despectiva, le propone matrimonio, acepta casarse con él. No le ama, pero es su tabla de salvación, su huida hacia delante. Mejor casada con un potentado de la zona que le abre las puertas a la vida que siempre ha soñado que languidecer sin remedio en su casa. Pero Judith no ha nacido para conformarse con lujos y vestidos bonitos; pronto se da cuenta de que tiene la vida que quería, y que aun así es completamente incapaz de ser feliz.
Judith Fürste es la historia de una joven a la que le cuesta resignarse a su suerte y que encuentra la única salida a su situación en un hombre que desprecia. Acepta casarse con él, pero siente que ha vendido su alma a cambio de nada y eso le parece humillante. No le ama, se lo dice a la cara, y desde el primer momento se convierte en rival y enemiga de un hombre que tampoco sabe cómo acercarse a ella. Esta es una relación de orgullo y dignidad mal entendidos, de autosabotaje emocional, de frustración y desesperanza, de soberbia y rabia. Judith creía que buscaba paz e independencia, y cuando las tiene se da cuenta de que no era eso lo que quería, que quería amor, pero que ha levantado murallas tan altas a su alrededor que ni ella misma sabe cómo traspasarlas. Vive un infierno en la tierra, un infierno que se ha autoimpuesto ella y solamente ella, y en la búsqueda de una salida a ese infierno el lector asiste a un viaje de redención y autoconocimiento que sorprenderá a la propia Judith... una Judith que suscita en el lector muchas reacciones distintas, porque no siempre compartes su forma de hacer las cosas ni de comportarse con su marido. Sabes que ella es la única que sufre las consecuencias, pero te rebelas ante su ofuscación muchas veces injustificada. Jamás se ha sentido amada por nadie, o no al menos del modo en que ella necesita ser amada, de manera absoluta e incondicional. Pero lo que más le duele es que ella tampoco ha sido capaz de amar a nadie de esa manera. Y todo lo que cuenta esta novela, aunque Judith no parezca darse cuenta, es consecuencia de esa falta de amor y de esa incapacidad de amar.
Os quiero hablar sobre una cosa ajena al libro en sí mismo... más o menos. Adda Ravnkilde murió cuando tenía solo veintiún años. Se suicidó. Y quería morir sin dejar margen al fracaso; para conseguirlo tuvo que ingerir veneno, cortarse las venas y, finalmente, pegarse un tiro. Estaba a la espera de que un profesor suyo, el excelentísimo crítico literario Georg Brandes (adalid del movimiento cultural conocido como Eclosión Moderna), le diese su opinión sobre la novela que unas semanas antes había puesto en sus manos. Brandes tardaba en darle una respuesta, y ella no pudo aguantar la presión ni la demora, y se quitó la vida tras asistir a una de sus clases. O al menos así nos lo cuenta Brandes, todo importante él, en el prólogo original de la novela, prólogo que he leído dos veces porque en la primera lectura detecté cierto tono condescendiente hacia la autora que no me gustó nada, y quería estar segura; en la segunda lectura he sentido lo mismo.
Siendo más precisa, el prólogo me estaba pareciendo fantástico y muy interesante porque ofrece un acercamiento único y un retrato muy preciosista de la autora y de las circunstancias en las que nació este libro; pero hacia el final de ese prólogo parece como si el orgullo profesional de Brandes asomase la patita y casi pidiese perdón por publicar una historia que a todas luces él consideraba menor... y me ha molestado, qué queréis que os diga. Me ha molestado por la propia Adda. Da a entender que este libro vio la luz un poco por pena, como homenaje póstumo y para que la muerte de Adda no fuese en vano, pero no porque lo considerase un buen libro. Y digo yo... ya que lo publica usted y ya que decide que Adda Ravnkilde tenga su lugar en la literatura danesa en particular y en la literatura universal en general, entregue este libro al lector de otro modo, con más cariño y menos justificaciones. Usted lo publicó por piedad, lo dice tal cual, para que esa muchacha dejase su huella en el universo. Pues no sienta vergüenza por ver su nombre ligado a esa huella, señor Brandes, no tiene motivos: Judith Fürste se ha convertido por méritos propios en un clásico de la literatura danesa (esta soy yo toda indignada con un señor que murió hace no sé cuántos años... en fin...).
¿Si Adda Ravnkilde no se hubiese suicidado a los 21 años este libro hubiese visto la luz? Nunca lo sabremos. Igual que no sabremos cómo hubiese sido su desarrollo y crecimiento como escritora, y si ese talento en ciernes tenía buenas raíces o estaba destinado a vagar por el inmenso desierto de los que quisieron ser y nunca fueron. Lo que sí sabemos es que Judith Fürste, a pesar de no ser una novela perfecta y de adolecer de un ritmo en ocasiones irregular, detenta unos personajes complejos que crecen, mutan, se reinventan y se desnudan ante el lector de una manera que no son capaces de abordar al relacionarse entre ellos mismos. Se resisten a sus propios sentimientos, se obcecan en su negativa a ser felices, necesitan del dolor para saber lo que quieren y en el orgullo encuentran su mejor escudo. Y leer el devenir de estos personajes apocados, su empeño casi vocacional por negarse el cariño y afecto de otros, su incapacidad para traspasar el umbral de la empatía... es una experiencia única porque todo ese mundo interior atormentado y desdichado salió de la pluma de una mujer de apenas diecinueve años que bregaba con sus propios demonios interiores.
Sí, me ha dado mucha rabia el final de ese prólogo (supongo que soy una ignorante y estaré cometiendo sacrilegio al criticar a tan insigne figura... me da igual, como podréis imaginar), así que me perdonáis las parrafadas anteriores. Y sí, es una novela temprana de una autora que todavía estaba buscando su sitio, pero eso no quita para que sea una buena novela escrita con una prosa sencilla y muy cuidada que persigue con ahínco ofrecer una historia de amor original y diferente, una historia en la que los personajes demuestran una complejidad y una búsqueda de sí mismos constante que deriva en un final que no sé si sorprenderá o no a muchos lectores, pero que yo hasta cierto punto esperaba. Y me ha encantado porque la autora no da del todo su brazo a torcer, es un final con condiciones, con límites, y creo que la define muy bien a ella como persona: Adda Ravnkilde era una mujer que amaba la vida, valiente, moderna, ávida de nuevas experiencias, pero que se ahogaba en la melancolía y caminaba de la mano de dudas y sombras. Y esas contradicciones, esa búsqueda de la felicidad que jamás se presenta como la esperamos, son la base de esta novela, aunque esté tachonada de piedras dramáticas y pintada con tonos grises.
Adele (Adda) Marie Ravnkilde, mayor de los cinco hijos de una familia
burguesa, nació en 1862 en la isla de Lolland, al suroeste de
Copenhague. Celebrada por su talento en la escuela local, continuó sus
estudios en una prestigiosa escuela privada de Copenhague. Sin embargo,
preocupados por el interés que despertaban en la joven las ideas en boga
en los círculos intelectuales de la capital, sus padres le encontraron
una colocación como institutriz en un entorno más rural. En 1881 Adda se
reunió de nuevo con su familia en Sæby, un pueblecito costero de la
costa de Jutlandia donde tuvo una oscura y tormentosa relación con un
terrateniente casi veinte años mayor de la que dejó constancia en sus
tres únicas novelas, todas en torno a la búsqueda de una mujer de una
identidad sexual y social: Una victoria pírrica, Penas de Tántalo y Judith Fürste.
Ninguna de ellas llegó a verlas publicadas. En 1883 regresó a
Copenhague para completar su formación y acudió en busca de consejo al
crítico literario Georg Brandes. El 30 de noviembre de ese mismo año,
tras asistir a una de las clases de Brandes en la universidad, regresó a
la casa de huéspedes donde se alojaba y se encerró en su habitación,
donde ingirió veneno, se cortó las venas y, finalmente, se pegó un tiro.
Tenía veintiún años. Brandes publicó Judith Fürste y sus otras novelas al año siguiente.