Título original: The Shadow of a Doubt
Autora: Edith Wharton
Editorial: Huso
Traducción: Nadia Khalil Tolosa
Prólogo: Jorge Freire
Páginas: 178
Fecha publicación original: 2017 (escrita originalmente en 1901)
Fecha esta edición: septiembre 2019
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 15 euros
Imagen de cubierta: Ophelia (John William Waterhouse, 1889)
John
Derwent se ha casado con Kate Tredennis, enfermera y la mejor amiga de
su esposa Agnes, fallecida tras sufrir un
terrible accidente. Kate es una esposa modelo y una madrasta
ejemplar para Sylvia, hija de John y Agnes. Pero lord Osterleigh, el
acaudalado padre de Agnes, desaprueba la rapidez de su yerno a
la hora de contraer nuevas nupcias, y comienza a abrigar dudas en
torno a la propia Kate. Todo se complica cuando el oscuro doctor
Carruthers trata de extorsionarla a cuento de un oscuro secreto.
Kate no es más que una noble enfermera en medio de un mundo de
suspicacias y puritanismo. ¿Podrá resistir los embates de la alta
sociedad cuando esta la convierta en objeto de sus malas
lenguas?
Mi andadura en Netherfield tiene sus altos y sus bajos, como todos los proyectos a los que se les presupone un largo plazo, pero si algo he tenido claro desde el principio es mi intención de hablar de Edith Wharton más allá de las novelas que le han hecho famosa. Ya sea con relatos, libros de viajes o novelas cortas, no he cejado en mi empeño, y eso convierte a La sombra de la duda en la octava aparición de esta autora por estos lares. Justamente hace un año de la última vez que os hablé de ella y ya tocaba: el proyecto de Reseñas Cruzadas se presta a la mil maravillas para ello. Me consta que mi compi en esta aventura siente la misma fascinación por la obra de Edith Wharton como yo, pero este título tiene algo peculiar.
¿Cuál es ese hecho extraordinario? Pues eso que tan pocas veces ocurre en nuestros tiempos: la aparición de una obra inédita de una autora clásica consagrada. Corría el año 2017, casi 80 años después del fallecimiento de Edith Wharton, cuando Laura Rattray, profesora de la Universidad de Glasgow, y Mary Chinery, de la Georgian Court University de Nueva Jersey, dieron con dos manuscritos que conformaban no solo un trabajo completo de Wharton sin que cupiera lugar a dudas sobre su autoría, sino que además era una obra de teatro, única en su obra literaria. Algo que ya de por sí es todo un acontecimiento en la historia de la literatura, se torna más complejo por el misterio que rodea a la obra en sí misma. Edith Wharton no la nombra en su autobiografía, y apenas se tiene constancia de la fecha de su redacción por algunas alusiones muy someras en la correspondencia que mantenía la autora. Se realizaron ensayos pero jamás se representó sobre un escenario (las razones se desconocen), tampoco fue publicada, y eso lleva a preguntarse: ¿por qué omitió Edith Wharton esta obra de teatro de su bibliografía? ¿Estaría ella de acuerdo con que esa obra haya visto finalmente la luz? Dicen que estaba escondida a plena vista, pero a mí estas cosas me siguen fascinando. Tan a plena vista no estaría cuando se han tardado ochenta años en dar con ella.
Pero antes de ir más allá, os cuento por encima de qué va la historia que se esconde tras un título como La sombra de la duda.
La obra de teatro, dividida en tres actos, está ambientada en Londres. John Derwent, firme candidato a ocupar un alto cargo en el gobierno británico, se casó un año atrás con Kate Tredennis, enfermera y mejor amiga de Agnes, su fallecida esposa. Acaban de volver de pasar su primer año de casados viajando por el continente, y se encuentran en casa de lord Osterleigh, padre de Agnes, que no ve con demasiados buenos ojos ni las prisas que se dio su yerno para casarse de nuevo ni lo irritantemente perfecta que parece su flamante esposa, que no es más que la hija de un párroco y no parece adecuada para la carrera política a la que aspira John. En todo caso tiene que plegarse a la felicidad que desprende el matrimonio y a lo muchísimo que parece querer su nieta Sylvia a su nueva mamás sin sospechar que no siempre es oro todo lo que reluce: Kate tiene un secreto, un secreto que se remonta a las circunstancias en que falleció Agnes, su amiga y predecesora en el corazón de su esposo... Alguien conoce ese secreto y está dispuesto a usarlo en su beneficio.
Como veis, tenemos una trama un tanto manida sobre una mujer de clase media que, por medio de su matrimonio, asciende a una clase social que no es la suya y que la considera una arribista. Además de tener que luchar contra esa desconfianza debe enfrentarse a un chantaje que pone en duda la manera en que se despejó el camino para que John Derwent se quedase viudo y ella pudiera casarse con él. Ciertas frases de Kate pueden resultar ambiguas en cuanto a sus motivos (independientes del amor) para casarse con John al tiempo que parece que parece que ese amor es el que lo mueve todo dentro de ese matrimonio. Es decir, que se nos sirve el típico entramado sospechoso sobre las verdaderas intenciones de la protagonista. ¿Es culpable de los hechos sobre los que le acusa su chantajista? Si lo es, ¿podrá seguir adelante con el engaño? Si no lo es, ¿conseguirá convencer a su familia de su inocencia?
Además de estos tres personajes principales (John Derwent, su esposa Kate y el suegro de John, lord Osterleigh), tenemos un elenco de personajes secundarios que simplemente están para amenizar la trama y dar voz mediante conversaciones a los pensamientos de los protagonistas principales, que de otra manera no tendrían salida.
Y llegados a este punto, me vais a permitir que traiga a colación otra obra inédita descubierta hace no demasiado tiempo de la que os hablé hace un par de años, porque he tenido unas sensaciones muy parecidas. En 2019 os hablé de La herencia, obra muy temprana de Louisa May Alcott (la escribió con apenas 17 años) que no fue descubierta hasta finales de los años 90 del siglo XX, y que yo leí con mucho cariño pero siendo consciente de las limitaciones de una escritora que todavía no tenía los recursos necesarios para armar una historia genuinamente redonda y compleja tanto a nivel argumental como de estructura y personajes. En su día dije que me parecía una lectura para admiradores de la autora que tuvieran curiosidad por acercarse a los inicios de su obra, pero que no me parecía una lectura apropiada para acercarse a ella sin tener claro lo que se iba a leer.
Bien, pues algo así que me ha pasado con la obra que hoy nos ocupa. Evidentemente el recorrido vital es completamente diferente, porque Wharton rondaba ya los cuarenta años cuando escribió La sombra de la duda pero, en lo que respecta a su bagaje como escritora, era todavía muy limitado. Ni siquiera se consideraba capaz de escribir una novela, y dedicaba sus esfuerzos a los relatos y las nouvelles (de aquella época es precisamente La piedra de toque, de la que os hablé el año pasado, o Las hermanas Bunner). Así que decidió ser dramaturga, periodo al que pertenece esta obra de teatro. ¿Y qué nos encontramos en ella? Pues retazos de lo que luego serían muchas de sus señas de identidad, pero personalmente creo que le falta mordiente, profundidad y, sobre todo, personalidad. Quien ha leído mucho a Wharton conoce los puntales sobre los que armaba sus novelas: unos personajes complejos siempre enfrentados a dilemas morales y éticos, basculando entre sus errores y las consecuencias de sus actos, inmersos en una sociedad clasista e hipócrita recubierta de una pátina dorada que no resistiría el más mínimo rasguño, y de fondo, persistente e implacable, el regusto amargo de esos finales melancólicos y nada acomodaticios que huían de convencionalismos y que intentaban provocar al lector. Edith Wharton era una autora de pluma afilada, intención mordaz, esencia compleja y objetivo crítico, y La sombra de una duda ofrece poco más que algunos destellos muy atenuados de todo eso.
Que conste que tiene todos ingredientes, porque el final ahí está (no puedo decir más al respecto), y se saca de la manga personajes como el de lady Uske, que anticipa sin ningún género de dudas a ese tipo de mujeres que más tarde utilizó en sus novelas más famosas para frivolizar sobre la alta sociedad desde un punto de vista irónico y muy punzante. Pero el resto de la historia se me ha quedado corta, los personajes secundarios no aportan gran cosa (o no aportan nada, en algunos casos), falta profundidad en algunas escenas y en las motivaciones de algunos personajes y, en definitiva (me duele en el alma decir esto), me ha parecido una obra de teatro del montón. Es muy entretenida, tiene chispazos de humor y sobre las tablas debe quedar muy resultona, pero esta no es mi Wharton... todavía no.
Así que vuelvo a lo que he comentado arriba. Yo he leído La sombra de la duda con cariño porque es de una mis autoras clásicas favoritas, y me parece un auténtico lujazo que hayamos tenido la oportunidad de leerla... es una curiosidad inesperada y única con muchas cosas buenas y destellos de lo que estaba por venir, pero soy también muy consciente de las limitaciones del texto. Creo que esta obra la disfrutarán más quienes no conozcan demasiado el trabajo de Wharton y no estén demasiado familiarizados con la genialidad de la bibliografía de esta mujer; a quienes sí lo estamos nos sabe a poco. Y esto, a su vez, me lleva nuevamente a hacerme las mismas preguntas de unos párrafos atrás. Wharton había enterrado esta obra hasta el punto de pretender que nunca existió, lo que hace pensar que no estaba demasiado contenta con el resultado o que algo, lo que sea, hizo que la guardase en un cajón y se olvidase de ella. ¿Cómo le sentaría saber que, a pesar de sus esfuerzos, esta obra ha visto finalmente la luz?
¿Terrible? No. Mucho peor que terrible. Es absolutamente irreprochable... tan puñeteramente considerada, y distinguida, y diplomática, y modesta, que apenas puedo aguantar estar en la misma sala que ella.
Lo dejo aquí diciendo que no me ha entusiasmado la traducción, y que es de las lecturas del proyecto de Reseñas Cruzadas que más curiosidad me produce en cuanto a coincidencia o diferencia de opinión con mi querida Undine. Hasta ahora solo hemos diferido en uno de los libros... ¿qué nos deparará La sombra de la duda?
Reseña en casa de Undine -> aquí
Edith Wharton
(Edith Newbold Jones, de soltera) nació en 1863 en Nueva York, en el
seno de una familia de la alta burguesía. Pasó gran parte de su infancia
en Europa, primero en París y luego Alemania y Florencia. Desde pequeña
dio muestras de una inteligencia e imaginación excepcionales. De
adolescente escribió poemas y en 1877 un cuento: «Fast and Loose». Con
23 años se casó con Edward Wharton, doce años mayor que ella, con quien
no compartía ningún interés intelectual ni artístico (acabó
divorciándose en 1913). En 1891 apareció su primer relato, «Mrs
Manstey’s View» en el Scribner’s Magazine, donde se recogerían regularmente sus textos. En 1897 publicaría The Decoration of Houses, en
colaboración con su amigo el arquitecto Ogden Codman, que tuvo un éxito
inmediato. En 1902, se instala en The Mount, la casa que los Wharton
habían construido en Lenox, pero pronto regresará a Europa, y en 1903
conocerá en Inglaterra a su «queridísimo maestro» Henry James, con quien
mantendrá una gran amistad hasta la muerte de éste en 1916. En 1905
aparece La casa de la alegría; en 1907, se instala en París, y ya nunca abandonaría su querida Francia. Durante la Primera Guerra mundial fundó los American Hostels for Refugees,
por lo que fue condecorada con la Legión de Honor. En 1920, La edad de
la inocencia obtiene el Premio Pullitzer. En 1923 se convirtió en la
primera mujer doctor honoris causa por la Universidad de Yale. El 11 de
agosto de 1937 padeció una crisis cardíaca que le causó la muerte. Sus
restos reposan en el cementerio de Versalles. Su última novela,
inacabada, The Buccaners, se publicó póstumamente en 1938.