jueves, 20 de agosto de 2020

RESEÑA (by MH) ::: LA PIEDRA DE TOQUE - Edith Wharton




Título original: The Touchstone
Autora: Edith Wharton
Editorial: Contraseña
Traducción: Laura Naranjo Gutiérrez
Páginas: 152
Fecha publicación original: 1900
Fecha esta edición: enero 2020
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 15 euros 
Ilustración de cubierta: Alberto Garmón



Acuciado por graves problemas económicos, que incluso ponen en peligro su propósito de casarse con su prometida, Stephen Glennard, el protagonista de esta novela corta de Edith Wharton publicada en 1900, decide vender a través de un conocido, y poniendo buen cuidado en que nadie sepa que iban dirigidas a él, todas las cartas que le escribió una célebre escritora ya fallecida, Margaret Aubyn, con la que mantuvo una tormentosa relación en el pasado. Gracias al dinero que le reporta la venta de las cartas, Glennard consigue poner los cimientos de una nueva existencia en la que todo le sonríe: sus negocios marchan bien, disfruta de un feliz matrimonio con Alexa Trent, tiene una intensa vida social... El libro que recoge las cartas de Margaret Aubyn se convierte, al poco de publicarse, en un éxito de ventas que continuamente está presente en las conversaciones del círculo de amistades del protagonista. Debido a esto, pronto son otras preocupaciones, muy distintas de las económicas, las que empiezan a proyectar una sombra sobre la plácida vida de Glennard.
Acabo de contarlas, y esta la séptima vez que os traigo a Edith Wharton al blog. Creo que a estas alturas no hace falta que os repita lo muchísimo que me gusta esta autora, y además creo que tenía un talento especial para la novela corta, de las que os he dejado a lo largo de estos años unos cuantos ejemplos. La piedra de toque, recientemente editado por Contraseña, fue uno de los últimos libros que compré antes del inicio del infausto 14M, y estaba deseando hincarle el diente.

El protagonista de la historia es Stephen Glennard, un hombre que lo único que quiere en la vida es casarse con Alexa Trent, la mujer de la que está enamorado, y es lo único que no puede hacer. Ambos tienen escasos recursos económicos, llevan dos años juntos y la relación no parece ir a ninguna parte, hasta que Alexa le informa de que una tía suya le ha pedido que le acompañé en un viaje al extranjero, una ausencia que puede durar hasta dos años. Stephen se desespera, no tiene dinero para casarse con ella pero no puede permitir que se marche tanto tiempo. Y entonces recuerda un anuncio en el periódico en el que se informaba de la redacción de una biografía de la célebre (y ya fallecida) escritora Margaret Aubyn, añadiendo que, dada la escasa correspondencia que se conserva de ella, las cartas que pudiese proporcionar algún amigo íntimo tendrían un valor económico considerable. Da la casualidad de que Margaret estuvo enamorada tiempo atrás de Stephen (un amor no correspondido que derivó en una relación complicada y tormentosa) y que le mandó ciertos de cartas que él todavía conserva. Sabe que estaría traicionando la memoria de Margaret, pero si consiguiese venderlas sin que la identidad de su propietario (y destinatario) se hiciese pública, podría ver cumplido su sueño, casarse con Alexa y comenzar una nueva vida junto a ella. Pero Stephen no prevé las consecuencias futuras de su acción, ni lo infeliz que va a ser por ello.

Si no estoy equivocada, creo que esta fue la primera obra que publicó Edith Wharton (escribió anteriormente Las hermanas Bunner, pero no fue publicada hasta 1916). Es decir, que esto es lo primerísimo que Wharton lanzó al mundo, y llamadme pesada porque siempre digo lo mismo con muchas de estas primeras publicaciones, pero os prometo que si leéis La piedra de toque sin saber este dato, jamás veríais en ella la obra de una autora novel. Toda la complejidad que otorgaba siempre a sus personajes, la confrontación con sus propios actos y errores, sus grises morales y éticos, la prosa precisa y elegante que desbordaba inteligencia y agudeza, ese talento para rascar en la superficie dorada de la gente de la alta sociedad de principios del siglo XX y encontrar debajo tonos cenicientos y sombríos... la Edith Wharton que escribió auténticas joyas solo unos años después ya estaba en esta nouvelle de escritora principiante. Sí, os los digo siempre, sé que sueno poco objetiva... pero es que nadie es objetivo cuando habla de lo que le apasiona. Es lo que hay :)

En cuanto a la trama en sí misma, lo que plantea Wharton es que el protagonista de la novela consigue lo que busca al vender las cartas (dinero, casarse con Alexa y tener una vida acomodada), pero paga un precio muy alto a cambio. Cuando oye hablar a sus conocidos y se da cuenta de la opinión que tienen del hombre que ha traicionado a la escritora vendiendo sus cartas de amor (sentimiento que además no correspondía y que colocaba a Margaret en una situación un tanto trágica), la vergüenza comienza a apoderarse de su estado de ánimo. Cuando cae en la cuenta de lo que pensaría su esposa de él si lo descubriese, esa vergüenza raya en el pánico. Está tan enamorado de ella que no soporta pensar en la eventualidad del descubrimiento de su secreto, y comienza a alejarse de todo lo que le proporciona felicidad. Se refugia en el recuerdo de Margaret, una mujer que despreció en vida y en la que ahora, irónicamente, encuentra sosiego. Se culpa a sí mismo, empieza a desconfiar de cada gesto de su mujer (¿Lo sabe? ¿No lo sabe? ¿Lo sabe y no me lo dice? ¿Por qué no me lo dice si lo sabe? ¿Me desprecia?), sospecha de la única persona que intuye que él es el hombre detrás de las cartas y jamás ha dicho nada... Se podría decir que Stephen Glennard descubre de repente que las artimañas que usó en su momento para conseguir su felicidad son las mismas artimañas que ensombrecen y mancillan esa felicidad. Siente vergüenza de sí mismo, tiene miedo de que se descubra el pastel y los remordimientos le impiden seguir adelante con su vida. Todos sus pensamientos y acciones comienzan a girar en torno a una pantomima (la de hacer creer a todo el mundo que él es la única persona de ese mundo a la que no le interesan esas Cartas), y esa misma pantomina es la que estrecha cada vez más el círculo de su estabilidad emocional.


Otra de las cuestiones esenciales que aborda Wharton en la novela es la del derecho a la privacidad de una persona famosa una vez fallecida, y como el afán morboso de destapar y desnudar al ser humano que se esconde tras la celebridad lleva a un acto editorial moralmente discutible como es el de la publicación de correspondencia privada y personal. La historia trata precisamente de la publicación de cientos de cartas que fueron escritas con la intención de que fuesen leídas exclusivamente por su destinatario. Que esos pensamientos, sentimientos y reflexiones íntimos que jamás fueron concebidos para otros ojos de repente sean de dominio público, discutidos, desmenuzados y dramatizados como si de una novela se tratasen, deshumanizando a la persona real que hay tras ellos, es un hecho que a día de hoy sigue siendo discutible. Y de esto puedo hablar a título personal: para mí es una dicotomía constante y me peleo mucho con esa sensación, porque siento tanto interés como aprensión cuando me dispongo a leer correspondencia personal de un autor. Por poner un ejemplo, es un privilegio leer las cartas de Jane Austen, pero al tiempo pienso que qué derecho tenemos a leerlas  (aunque en este caso nos ha llegado lo que su hermana Cassandra quiso que nos llegase; lo que no, lo quemó, así que en ese aspecto me quedo más tranquila xD). Siempre me acuerdo de Henry James, que antes de su muerte se encargó de quemar la correspondencia de cuarenta años: le horrorizaba que fuese de dominio público en un futuro. Dickens también quemó la correspondencia que durante décadas le enviaron sus amistades, Wilkie Collins incluido (ellos no tuvieron tanto remilgo; guardaron todas las cartas del bueno de Charles y hasta nuestros días han llegado miles de ellas). En fin, un tema peliagudo que da para hablar mucho y que Wharton pone sobre el tapete. ¿Tenemos derecho a leer esa correspondencia? ¿Tienen esas personas ilustres derecho a que, una vez fallecidos, sus asuntos privados sigan siendo privados?
Para mí, sin duda, es un vicio, o casi, leer un libro como las Cartas. En ellas va el alma de esa mujer, arrancada por completo desde la raíz; su ser desnudo, entregado a un hombre al que es evidente que no le importaba lo más mínimo. No pienso leer ni una línea más; es como mirar por el ojo de una cerradura. Pero, ¿y si ella quería que se publicaran? ¿Qué? ¿Y cómo podemos saberlo?
En definitiva, La piedra de toque cuenta con apenas 140 páginas, pero Wharton, como buena narradora de fondo que era, se las apaña para introducir con genio y carácter dos temas tan interesantes como son el derecho a la privacidad de una persona famosa tras su muerte y las consecuencias éticas y morales que pueden derivarse tanto de la traición a la memoria de una persona fallecida como del miedo a ser descubierto por un ser querido y que nos juzgue por ello. Al principio hay mucho egoísmo detrás de la vergüenza que siente Stephen, y el camino que tiene por delante pasa por hacer las paces consigo mismo y dejar que ese egoísmo se haga a un lado para que pueda enfrentarse a sus propias acciones. Si lo consigue o no es algo que debéis descubrir por vosotros mismos. Yo no me cansaré de recomendaros a Edith Wharton; sus novelas cortas son pura delicatessen.




Edith Wharton (Edith Newbold Jones, de soltera) nació en 1863 en Nueva York, en el seno de una familia de la alta burguesía. Pasó gran parte de su infancia en Europa, primero en París y luego Alemania y Florencia. Desde pequeña dio muestras de una inteligencia e imaginación excepcionales. De adolescente escribió poemas y en 1877 un cuento: «Fast and Loose». Con 23 años se casó con Edward Wharton, doce años mayor que ella, con quien no compartía ningún interés intelectual ni artístico (acabó divorciándose en 1913). En 1891 apareció su primer relato, «Mrs Manstey’s View» en el Scribner’s Magazine, donde se recogerían regularmente sus textos. En 1897 publicaría The Decoration of Houses, en colaboración con su amigo el arquitecto Ogden Codman, que tuvo un éxito inmediato. En 1902, se instala en The Mount, la casa que los Wharton habían construido en Lenox, pero pronto regresará a Europa, y en 1903 conocerá en Inglaterra a su «queridísimo maestro» Henry James, con quien mantendrá una gran amistad hasta la muerte de éste en 1916. En 1905 aparece La casa de la alegría; en 1907, se instala en París, y ya nunca abandonaría su querida Francia. Durante la Primera Guerra mundial fundó los American Hostels for Refugees, por lo que fue condecorada con la Legión de Honor. En 1920, La edad de la inocencia obtiene el Premio Pullitzer. En 1923 se convirtió en la primera mujer doctor honoris causa por la Universidad de Yale. El 11 de agosto de 1937 padeció una crisis cardíaca que le causó la muerte. Sus restos reposan en el cementerio de Versalles. Su última novela, inacabada, The Buccaners, se publicó póstumamente en 1938.

10 comentarios:

  1. Hola. Yo también creo que Wharton tenía un talento especial para el relato o la novela corta. Es que hay que ver lo que le cundían a esta mujer las páginas porque te da pena que se terminen por lo buenas que son pero nunca te deja la sensación de que falta algo.
    Los personajes, los ambientes y las reflexiones son un conjunto perfecto.
    Sin duda alguna me la llevo.
    Y sí, no es justo que publiquen sus cosas privadas.
    Besos

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  2. Hola! cómo me gusta lo que nos cuentas, me lo llevo bien anotado.
    Besotes

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  3. Hola! Solo he leído de Wharton Las hermanas Bunner y La solterona y ya me tiene más que ganada, solo me queda seguir leyendo más obras de esta excelente escritora. Esta que reseñas hoy la tengo en lista, además esta edición me gusta, Las hermanas Bunner también la tengo en la edición de Contraseña. Lo que cuentas sobre ella me aumenta las ganas de leerlo, pero antes La edad de la inocencia me espera ya en la estantería :D Un abrazo.

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  4. Hola! He leído La edad de la inocencia y me gusta mucho Está autora tiene un decir maravilloso y por tu reseña veo que hablan de cartas...Como me encantan!
    Son un fiel reflejo de las personas y las situaciones que atraviesan.son un mucho de sus almas.
    Vengo de leer algo sobre Mary Shelley y ella le escribía todos los días después de fallecido cartas a Percy.
    Esos detalles me llevan irremediablemente a la lectura.
    Gracias la tendré muy en cuenta
    Saludosbuhos

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  5. Hola guapísima, siempre nos traes maravillas al blog... Esta también la apuntaré. Ya sabes de de la Wharton he leído Ethan Frome y Los niños y ambas me gustaron mucho... Ya tengo La solterona para el años que viene... y esta... ya veremos... Al final vais a hacer de mi una lectora clásica empedernida, jeje...
    Un besazo

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  6. Edith Wharton me conquistó con tres de sus novelas cortas, y ahora me falta leer algunas suyas de mayor extensión. Me gusta lo que nos cuentas sobre La piedra de toque, y su lectura se hace más atractiva porque comentas que es la primera novela que publicó esta magnífica autora. Besos.

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  7. Completamente de acuerdo contigo en que Edith Wharton tenía un don para la novela corta. La primera vez que intenté leer a la autora tropecé con "La edad de la inocencia" y confieso que no conseguir pasar de la mitad del tocho. Sin embargo, leí gracias a ti "Las hermanas Bunner" y ahí empezó mi admiración por la señora Wharton ¡qué bien nos llevamos en las distancias cortas! Admiro mucho sus novelas cortas, así que me llevo esta porque hace tiempo que tengo a la autora abandonada y es hora de disfrutarla de nuevo.
    Genial cuestión la que planteas sobre leer la correspondencia privada de los grandes autores. Claro, nosotros deseamos leerla porque eran grandes autores y nos encanta su ficción y deseamos conocer más de su intimidad (conocerlos mejor ayuda a nuestra comprensión y disfrute de sus obras). Pero atentamos contra su privacidad, seguro que a nosotros nos horrorizaría que se publicasen nuestras cartas privadas. Sin embargo, creo que cuando publicas renuncias a cierta parcela de intimidad pues una novela también es una parte muy personal de un autor. Ya sé que no es lo mismo y que solo intento justificar mis ansias de historiadora curiosa (a mí me encantan incluso las cartas de personas que no fueron famosas, pero vivieron en otro siglo), qué le vamos a hacer ;-) Besos.

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  8. Pero qué buena pinta. La autora clásica que hasta la fecha más he disfrutado. No conocía este título. Lástima que la portada no acompañe, pero bueno, aun así me encantaría leerlo.

    Un beso ;)

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  9. Buenos días:
    Querida MH, yo soy una enamorada de la narrativa de Edith Wharton, como bien sabes. Esta novela la tengo pendiente de reseña y por ese motivo no te leo hoy. Volveré por aquí cuando publique mi reseña :)
    Un abrazo fuerte y muy feliz reentré!!
    PD: Ya sé que vosotras no habéis descanado, sois unas campeonas.

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  10. Me sorprende que en aquella época lo de la publicación de cartas póstumas de autores ya fuera tema de debate. Por mi parte me parece aprovecharse de la situación y es lo que dices, qué derecho tenemos a leerlo. Con los tiempo modernos, ya me veo venir que se publicaran mails y este tipo de cosas...
    Sobre el libro como tal, pese a que el tema es interesante, creo que coincidirás conmigo en que no es de mi estilo...

    Un saludo,
    Laura.

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