jueves, 27 de abril de 2023

RESEÑA (by MH) ::: JUICIO A SATÁN - Ray Russell


 
Título original: The Case Against Satan
Autor: Ray Russell
Editorial: Alba
Traducción: Íñigo F. Lomana
Páginas: 232
Fecha publicación original: 1962
Fecha esta edición: enero 2020
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 18 euros
Imágenes de cubierta: @Shutterstock





El padre Gregory Sargent, después de administrar borracho una extremaunción, es trasladado a la pequeña parroquia de San Miguel. Acostumbrado a la brillante vida social e intelectual de San Francisco recibe su nuevo destino como un castigo. Nada más llegar, sin embargo, tendrá que enfrentarse a un caso que la psiquiatría diagnosticaría como histeria sexual: Susan Garth, una muchacha de dieciséis años «encantadora, formal y educada», con una súbita aversión a la iglesia, ha empezado a decir obscenidades, y un día se desnudó frente al antiguo párroco e intentó estrangularlo; además, el contacto de un crucifijo en el brazo le quema la piel. Juicio a Satán es una novela pionera sobre exorcismo donde la lucha entre fe y razón se libra entre oscuras culpas, vómitos y atronadoras tormentas.

A priori, Juicio a Satán parece una rara avis dentro de sus compañeros en la colección del mismo nombre de la editorial Alba, pero una vez leído no lo es en absoluto. Cumple la premisa de la colección (clásicos no canónicos que pueden considerarse rarezas inéditas hoy en día y que intentan abarcar sobre todo el siglo XX) pero además tiene ese punto diferente e interesante dentro de su subgénero que lo convierte en un precedente para otras obras que llegaron después de él con mayor éxito. Ya sabéis que me encanta irme a los orígenes de ciertas temáticas y esta novela ha sido todo un descubrimiento.
 
A la casa parroquial de San Miguel llega un nuevo sacerdote, el padre Gregory Sargeant. Su antecesor, el padre James Halloran, ha decidido marcharse para hacerse cargo de un orfanato; dice que era lo que estaba esperando hace tiempo, pero tampoco da muchas más explicaciones a su marcha. La iglesia de San Miguel está en un pueblo pequeño, donde todos se conocen, nada que ver con la parroquia de Nueva York de donde proviene el padre Sargeant. ¿Qué ha pasado para que lo trasladen, y en cierto modo lo degraden, mandándolo a un sitio como ese? Por lo pronto descubriremos que tiene un problema con la bebida que intenta controlar, pero no consigue del todo. Ya irán surgiendo más cosas sobre el padre Sargeant, pero ahora debemos fijar nuestra atención sobre los Garth (un padre y Susan, su hija de dieciséis años). El padre Sargeant considera que la chica necesita ayuda psiquiátrica: le dan ataques, tiene comportamientos extraños, indecentes... ni siquiera es capaz de entrar en una iglesia, cuando antes acudía a ella de la manera más normal. Pero el padre se niega a que su hija pase por esa experiencia y prefiere la ayuda de un sacerdote. La muchacha comienza a confiar en Gregory, pero un día su visita coincide con la del obispo Crimmings, y él ve indicios que Gregory no ha visto, los verifica... y entonces comienza lo que hemos venido a buscar en estas páginas: una historia sobre exorcismos.
 
Que la iglesia y la casa parroquial donde tiene lugar la trama esté dedicada a San Miguel no es ninguna casualidad, porque si nos atenemos al libro del Apocalipsis, el arcángel San Miguel fue quien venció a Lucifer y lo arrojó a él, junto a sus huestes, al infierno. Así que el emplazamiento lo tenemos claro desde el principio. Porque también os lo digo desde ya sin jugar a ambigüedades ni a dejar en el aire si Susan Garth está poseída o no: lo está, está poseída de manera literal y auténtica, y el exorcismo tiene lugar. No lo consideréis un destripamiento de la trama porque es la base sobre la que se asienta la historia y el motivo por el que está considerada la antecesora de otros libros publicados poco después, como La semilla del diablo (por recuperar el tema del diablo y su presencia en la tierra, entre todos nosotros, sin ahondar más por si no conocéis la historia) y El exorcista (por temas evidentes xD). Juicio a Satán recuperó un tema muy olvidado ya en una sociedad tan descreída como la nuestra y abrió camino, pero, incomprensiblemente, las otras dos novelas fueron un éxito (ambas son consideradas clásicos hoy en día) con sus respectivas adaptaciones cinematográficas, mientras que ella quedó en el olvido y pocos hoy la recuerdan. 

Si yo tuviese que intentar buscar una explicación a este limbo en el que quedó la obra de Ray Russell, quizás la encontraría en que el exorcismo es el medio que usa el autor para contar un fin diferente, que es la falta de fe en Satanás del padre Sargeant, porque esa fe es imprescindible para realizar el exorcismo. Sargeant es racional, cerebral y le falta pasión, algo que él relaciona con la hipocresía y el sentimentalismo, y que en su profesión se asocia con la ausencia de fervor. Es un hombre del siglo XX, ¿y quién puede creer en una posesión en pleno siglo XX, donde Satanás se ha convertido en un villano de opereta, en un símbolo grotesco con cuernos, rabo y tridente, en una criatura medieval en la que nadie cree? Pero claro, él es sacerdote, debería ser capaz de creer en él, en la crudeza de su existencia, dejando a un lado la simbología de nuestra cultura moderna. Debe haber una explicación natural a todo lo que ocurre con esta adolescente, ¿no? ¿Será un hereje? Estas son las preguntas, las dudas que surgen en él en cuanto el obispo Crimmings pone sobre la mesa la posesión de Susan.
Por primera vez en su vida, Gregory se vio obligado a pensar seriamente en el adversario de Dios, a concentrar en él todas sus energías mentales, todas sus convicciones y toda su fe. Nunca había dudado de la existencia de Dios, nunca había dudado tampoco de la existencia de Satanás... Pero ¿había creído en él se preguntó horrorizado en ese momento— de verdad alguna vez? Sintió un escalofrío. Poner en cuestión la existencia del Maligno era una herejía, una falta mucho más grave que tomar una copita de brandy de vez en cuando. De la existencia de Dios se deducía lógicamente la existencia de su Adversario. Gregory creía en Dios no solo de una manera racional, sino también emocional y puede que hasta instintiva; sin embargo, en el Diablo solo creía circunstancialmente. Solo aceptaba su existencia porque nunca se había puesto a prueba su creencia en él, porque dudar de ella era una herejía.
Crimmings argumenta que esta falta de creencia en la existencia del Diablo la ha propiciado el propio Diablo para su conveniencia (El engaño más ingenioso del Diablo consiste en persuadirnos de que no existe, que diría Kafka), y este tira y afloja entre los dos personajes, estas conversaciones que preceden al exorcismo, son quizá el puntal de la novela, el tema que realmente quiere tratar el autor, porque Crimmings está decidido a que sea Sargeant quien realice el exorcismo y para eso tienen que hablar de la propia fe del sacerdote, un sacerdote que coquetea con la rama de la psiquiatría (que le interesa profundamente) y que busca una explicación racional para casi todo. De todos modos os aviso de una cosa: que todo esto que cuento no os eche para atrás a la hora de leer la novela si no sois de leer sobre temática religiosa y demás porque yo tampoco lo soy y el libro se disfruta por lo que es. Los diálogos entre ellos son rápidos, nada pretenciosos ni pedantes porque ninguno de los dos personajes lo es: son dos hombres muy diferentes entre sí pero muy prácticos y que buscan entenderse. El intercambio de opiniones va desde la fe hasta el psicoanálisis, pasando por la realidad de que todo concepto puede ser manipulado y que todo puede ser explicado de distintas maneras a conveniencia del interesado y sus propósitos. De verdad, son diálogos muy interesantes más allá de que como lector se esté de acuerdo con una o con la otra parte, o con una mezcla de las dos. 
 
Por todo esto que os comento, no busquéis en esta lectura un libro de terror al uso, porque no lo es (no da ningún miedo, de hecho, o al menos a mí no me lo ha dado, pero también llevo ya mucha batalla con el género y soy una insensible total xD). En realidad lo importante es la disputa entre la fe y la razón, la duda y la certeza, lo científico y lo sobrenatural, con una posesión y un exorcismo de por medio que ponen a prueba y buscan los límites de todos estos conceptos. Ah, y no os lo he dicho, pero también hay un misterio por resolver en esta historia, un misterio que concierne a la pobre Susan, que aunque entra como una desconocida para el lector en la casa parroquial, eso que lleva dentro no está dispuesto a ser tan modesto y callado. Y creo que tampoco os he hablado de la comunidad, esa comunidad de feligreses que empieza a ver cosas raras en la casa del párroco, a escuchar a mujeres gritar y gemir dentro, y que con sus sospechas y acusaciones, sin pretenderlo, van a jugar también un papel importante en la historia.

Juicio a Satán me ha parecido una lectura muy interesante, la he disfrutado mucho más de lo que pensaba, es distinta a lo que hayáis leído sobre el tema y merece la pena echarle un vistazo si os interesa la temática. Al final del libro se incluye una nota del autor en la que explica que muchas de las cosas que aparecen en la historia y que pueden resultar escabrosas (y de las que no os he hablado, que parece que cuento muchas cosas de los libros cuando realmente no cuento nunca casi nada, y el exorcismo en sí mismo lo he pasado por alto totalmente xD) están basadas en hechos reales y documentadas aunque todo lo que ocurre en la historia propiamente dicha sea ficción. En definitiva, una lectura recomendable que tengo la sensación de que puede pasar muy injustamente desapercibida dentro del catálogo de los Rara Avis (y terminando, una tontería: hay un baile de edades de un personaje al final que no cuadra, y como soy una tiquis no puedo callármelo xD).



Ray Russell nació en Chicago en 1924, y en 1943, con menos de veinte años, se alistó en el Ejército del Aire de Estados Unidos luchando en el frente asiático en la Segunda Guerra Mundial. En 1946 se matriculó en el Conservatorio de Chicago y recibió clases de interpretación en el Goodman Memorial Theatre. Trabajó luego una temporada en el Departamento del Tesoro pero en 1950 dejó el puesto para dirigir la sección de narrativa de la revista Playboy, donde publicaría a algunos de los escritores de misterio y ciencia ficción más pujantes del momento, como Kurt Vonnegut, Ray Bradbury o Richard Matheson. En 1961 publicó un libro de cuentos titulado Sardonicus and Other Short Stories. El cuento que da título al volumen fue calificado por Stephen King como la mejor narración gótica de la era moderna y el propio Russell se encargó de escribir el guion para su adaptación cinematográfica. 
 
Al año siguiente, publicó su primera novela, Juicio a Satán (1962), que allanó el camino para La semilla del Diablo (1967) de Ira Levin y el enorme éxito de William Peter Blatty con El exorcista en 1971 (y la película que siguió). Publicaría luego Incubus (1976), The Devil’s Mirror (1980) y The Bishop’s Daughter (1981). Tuvo también relación con el mundo del cine y —además de adaptar algunas de sus obras— trabajó como guionista para Roger Corman en algunas producciones clásicas de serie B como La obsesión (1962) y X (El hombre con rayos X en los ojos) (1963), basadas ambas en relatos de Edgar Allan Poe. Murió en Los Ángeles en 1999.

lunes, 24 de abril de 2023

RESEÑA (by MH) ::: LA HIJA DE JEZABEL - Wilkie Collins


 

Título original: Jezebel's Daughter
Autor: Wilkie Collins
Editorial: Alba
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Páginas: 408
Fecha de publicación original: 1880
Fecha esta edición: marzo 2017
Encuadernación: cartoné
Precio: 22,50 euros
Imagen de cubierta: Frascos de farmacia (Escuela francesa, siglo XX)

La señora Wagner, viuda de un comerciante, está decidida a proseguir los planes de reforma de su difunto marido: la incorporación de las mujeres al trabajo y la reeducación de «los pobres mártires del manicomio» apelando a «su dignidad». Con este propósito viaja a Fráncfort, donde la empresa tiene una filial. Allí su socio, el señor Keller, tiene sus propios problemas: su hijo Fritz insiste contra su voluntad en casarse con Minna, hija de madame Fontaine, una viuda cargada de deudas y de dudosa reputación, pero empeñada, a toda costa, en asegurar la felicidad de su hija. 
 
La hija de Jezabel (1880) enfrenta a dos viudas tenaces y poco convencionales, las dos capaces de vencer cualquier obstáculo con tal de cumplir su objetivo.
 
Creo que lo digo siempre, pero intento (y consigo) leer a Wilkie Collins al menos una vez al año desde hace muchos años. Por suerte es un autor que no solamente fue muy prolijo y publicó mucho, sino que tenemos la fortuna de poder leer buena parte de su obra en castellano, así que sus libros nunca se acaban y siempre hay donde escoger (algo que no me pasa con otros muchos autores clásicos... o escribieron muy poco y pronto se acaban las opciones, o escribieron mucho pero apenas están traducidos). El año pasado leí
Armadale, que os recomiendo encarecidamente aunque no lo trajese por aquí, y este año (de momento) he leído La hija de Jezabel, que os recomiendo ya también por adelantado porque es tontería esperar a decirlo más abajo. Os cuento de qué va.
 
La historia comienza con dos muertes que se producen el mismo día pero a muchos kilómetros de distancia. Por un lado, en Londres, muere Ephraim Wagner, hombre de negocios cuya empresa no solo tiene sucursal británica, sino también alemana (concretamente en la ciudad de Francfórt). Por otro lado, y en la ciudad alemana de Wurzburgo, muere el doctor Fontaine, famoso por sus experimentos y hallazgos en el campo de la química experimental. Por raro que parezca (o no, porque la literatura victoriana está llena de casualidades de este tipo para sacar sus portentosas e imaginativas tramas adelante), estas dos familias pronto estarán viviendo conjuntamente una trama de misterio que no tiene desperdicio. ¿Cómo apaña Collins la situación para que así sea? Pues agarraos que vienen curvas porque resumirlo en pocas líneas requiere de dones de los que yo carezco. A ver, en primer lugar pone al mando de la empresa del fallecido Wagner a su señora esposa, que tiene ideas muy progresistas y quiere que en su empresa comiencen a contratarse mujeres no como peones, sino para trabajar en las oficinas. Prevé cierta resistencia por parte de la sede alemana de Fráncfort, y allá que manda a David, su sobrino, para ir allanando el camino. Pero antes de que David se ponga en marcha, fíjese usted, la señora Wagner acoge en su casa de Londres precisamente al hijo del director de dicha sede de Fráncfort, mandado allí por su padre a ver si se olvida de su enamorada, hija de una señora de dudosa reputación que además es la viuda del doctor Fontaine nombrado arriba y que es conocida como Jezabel por su mala fama (de ahí lo de la hija de Jezabel). Este chico, Fritz, le cuenta sus penas a David, así que cuando este llega a Alemania, ya conoce un poco el percal. ¿A quién conoce nada más llegar? ¡A la hija de Jezabel! ¿A quién conoce poco después? ¡A la propia Jezabel! ¿Es esta mujer tan mala como la pintan? Pues a ver, ella está decidida a dejar a su hija colocada y casada con Fritz, así que hará lo que sea para conseguirlo... lo-que-sea. Y pensaréis que la trama ya está servida.... pues no, que queda lo más inquietante de todo. La señora Wagner, involucrada al máximo en los proyectos de su difunto marido, decide sacar del hospital psiquiátrico de Bedlam a un joven de cuyo pasado no se sabe nada, pero al que está decidida a reinsertar en sociedad, y que jugará un papel muy importante en todo este asunto... porque sí, os lo repito: las novelas victorianas están llenas de casualidades muy casuales, y yo vivo por y para ellas. 

No sé si se habrá entendido algo, porque ahora es cuando os digo que después de semejante parrafada no os he contado nada de nada y os estoy diciendo la verdad: este es solo el planteamiento muy por encima de la historia... os aseguro que la trama se complica mucho, mucho por el camino. A ver, tampoco os voy a mentir, me he anticipado a todas las sorpresas y los giros, pero es que también tengo muy claro que esa era la intención de Collins, y en un momento os cuento por qué.

La historia está narrada por David, el sobrino de la señora Wagner, y dividida en varias partes. La primera parte, que es justamente la mitad del libro, deja el misterio a punto de caramelo, con los personajes situados en el lugar que les corresponde y con la anticipación de que ya viene lo bueno (esto, en el argot de una lectora amoral y obsesiva con los clásicos de misterio, quiere decir crimen en cualquiera de sus facetas xD). Después tiene lugar un interludio, en el que se muestra el contenido de varias cartas que esclarecen varios puntos que habían quedado en el aire en la primera parte. Luego viene la segunda parte propiamente dicha, en la que David deja de ser testigo presencial y arma la narración en base a distintos testimonios y documentos obtenidos de diferentes maneras tal y como llegaron a él en su día, y que es donde realmente ocurren cosas, muchas cosas... Y termina, como no podía ser menos, con un epílogo, donde David vuelve a hacer acto de presencia en los escenarios de los hechos y cierra la historia. 

Os decía arriba que el lector se anticipa a los hechos en la mayor parte de las ocasiones y que me parece intencionado por parte de Collins, y todas las claves para que eso suceda así están en la primera parte, la que tiene a David como narrador y testigo presencial de todo lo que ocurre en Fráncfort. David nos cuenta todo lo que ve, lo que observa, pero también nos confiesa las dudas o conclusiones que saca de todo eso, y ahí es donde Collins decide que el lector sea más astuto que el personaje, porque como tienes toda la información lo ves clarísimo, lo que te hace llevarte las manos a la cabeza ante la inopia de David, porque es tan, tan prudente, que para él solo son sospechas que no puede manifestar en voz alta "por si estoy equivocado" o son dudas "que no tienen razón de ser, porque soy un mal pensado y más me vale pensar bien de la gente". Y eso, que yo explico aquí muy mal pero que Collins ejecuta maravillosamente bien, inyecta una tensión fantástica en el lector durante el proceso de lectura, porque ves venir, anticipas, sabes, le dices a David de todo (y nada bonito) por lo indeciso, cauteloso, prudente e ingenuo que es... y aun así siempre tienes la duda de que si el autor te la está dando con queso, si va a sacar un conejo de la chistera o está jugando contigo y pasándoselo bomba en el proceso. Soy muy fan de Wilkie Collins, mucho... no sé si os lo había dicho ya xD.

Además de todo esto (por si os parece poco), ¿qué podemos encontrar en La hija de Jezabel? Pues algo muy habitual en las novelas de Wilkie: por un lado, una amalgama variopinta de géneros y subgéneros literarios (romance, misterio, suspense y un punto muy acusado de sensation novel, que ya por sí misma aglutina muchísimas características que por definición se oponen y dan como fruto lecturas la mar de entretenidas...), y por el otro introduce brochazos de crítica social y temas que interesaban al autor, muchas veces polémicos en su época, que creo que suelen pasar desapercibidos cuando se leen sus historias al predominar la vertiente del suspense y el misterio. De esto último os comento por encima los temas principales que se incluyen en la trama.

Por un lado se habla de la incorporación de la mujer al mercado laboral más allá de trabajos considerados "de mujeres", y Collins lo hace de dos maneras. Una viene de la mano de la señora Wagner, que al quedarse viuda se hace cargo de todo el entramado empresarial de su esposo como dueña con plenos poderes a todos los efectos; eso quiere decir que tiene bajo su cargo a una plantilla totalmente compuesta por hombres que deben obedecerla y tenerla en cuenta para todo del mismo modo que lo hacían con su marido. Pero la señora Wagner no se contenta con esto sino que tiene muy claro que quiere incorporar mujeres a la plantilla y en puestos administrativos o de oficina, y aunque lo lleva a cabo sin problemas en su sede londinense, prevé problemas y oposición en la sede alemana (mucho más conservadora), oposición a la que se va a enfrentar sin despeinarse. Es una mujer fuerte, decidida, resolutiva, inteligente, intuitiva... una gran mujer, que se diría hoy en día, de las que tampoco hay tantas representaciones literarias en la literatura del siglo XIX. Y en este momento debo añadir algo que no he dicho antes y que resulta muy importante para contextualizar lo que estoy diciendo: la historia no está ambientada en 1880 cuando fue escrita, sino en 1828, plena época georgiana y nueve años antes de que la reina Victoria subiera al trono, para que nos situemos.

Por otro lado se introducen ideas reformadoras y muy avanzadas para la época en el tratamiento de los enfermos mentales. No sé si sabéis cómo funcionaban las instituciones psiquiátricas en el siglo XIX, pero sin extenderme aquí, que no es plan, os doy una pista: eran una pesadilla. Supongo que habréis oído hablar de Bedlam, y ahí es donde tienen como paciente a un personaje que será fundamental en el devenir de la historia. Pero lo interesante del caso no es eso, sino lo que hace la señora Wagner al respecto: decide sacar a este enfermo de su celda y llevárselo a su propia casa. Su marido ya había mostrado interés en el tema y en el tratamiento de la locura por medio de la influencia moral, y ella decide seguir adelante con sus ideas y sus planes. Si le funciona bien, mal o regular, es algo que tendréis que descubrir leyendo el libro.

Antes de terminar, resalto un comentario del autor en la dedicatoria inicial, donde se defiende de quienes desconfían de que algunas de las cosas que cuenta en su historia sean posibles. Y es categórico: si él dice que tal cosa es posible (no puedo comentar el qué por no hacer spoilers), es porque antes ha comprobado que se puede. Ya leí un prólogo suyo parecido en Armadale, dando explicaciones por cosas que la gente ponía en duda, así que parece que tenía que enfrentarse a comentarios de este tipo continuamente y que le molestaban bastante. Y otra curiosidad más... esta novela fue fruto de un fiasco: Wilkie escribió una obra de teatro, The red vial, que se estrenó sobre las tablas en 1858 con un rotundo fracaso. Retomó la idea veinte años después en forma de novela y este fue el resultado (no sé cómo sería la obra de teatro, pero el libro cumple estupendamente su cometido).

En fin, y por no alargar esto más: que leer a Wilkie siempre es un placer, así que si tenéis este libro a mano o la oportunidad de haceros con él, no lo dudéis. Suspense, drama, romance, venenos, ciencia forense y entretenimiento asegurado. Sí, hay montones de casualidades en esta historia, personajes a miles de kilómetros relacionados entre sí, encuentros casi imposibles en ciudades desconocidas... pero es que estas novelas victorianas vivían de estas casualidades, se publicaban por entregas durante meses (a veces durante más de un año) y necesitaban enganchar al lector con cada una de ellas. Los lectores esperaban esas casualidades, esa conexión entre personajes y subtramas en apariencia totalmente independientes, esas escenas que les hacían exclamar Holy shit! (o algo parecido xD) y yo, como lectora del siglo XXI, no solamente las asumo y no me molestan, sino que las espero como agua de mayo.

 
 
 
 


Wilkie Collins nació en Londres en 1824. Muy joven entró como aprendiz en una empresa de comercio de té, que abandonó pronto para dedicarse a la literatura, campo en el que rápidamente alcanzó el éxito. Considerado uno de los padres de la narrativa policíaca, durante sus sesenta y cinco años de vida escribió casi treinta novelas y más de cincuenta relatos. Fue amigo íntimo de Charles Dickens desde que se conocieron en 1851, fecha en que comenzó una fructífera colaboración. Su novela de misterio La dama de blanco (1860) y la policíaca La piedra lunar (1868) están consideradas obras cumbres en sus respectivos géneros.

Aquejado de «gota reumatoide», se aficionó al consumo de láudano. Como resultado de esta adicción, experimentó durante toda su vida alucinaciones paranoides y declaraba que se encontraba constantemente acompañado de un doble suyo, invisible para todos los demás, que él apodaba el Fantasma Wilkie.


Collins nunca se casó, pero vivió, a temporadas, con la viuda Caroline Graves. Además, tuvo tres hijos con otra mujer, Martha Rudd. En 1870, volvió definitivamente con  Graves y, hasta su muerte, en 1889, complementó ambas relaciones.

jueves, 20 de abril de 2023

RESEÑA (by MH) ::: UN TRISTE CIPRÉS - Agatha Christie


 
 
Título original: Sad Cypress
Autora: Agatha Christie
Editorial: Molino
Traducción: H. C. Granch
Páginas: 240
Fecha de publicación original: 1940
Fecha esta edición: 1979
Encuadernación: bolsillo
Precio: descatalogado (disponible de 2ª mano)



 
 
Os he dado unos meses de descanso de mi reto de Agatha Christie pero ya toca retomarlo, que este año quiero leer al menos otros diez libros y el tiempo pasa volando. Entramos en 1940 y hoy os hablo de
Un triste ciprés, que vuelve a tener a Hércules Poirot como detective protagonista, aunque con una novedad: es el primer libro protagonizado por él que tiene una parte importante ambientada durante un juicio.
 
La obra comienza en pleno juicio para dirimir la culpabilidad de Elinor Carlisle en la muerte de Mary Gerrard. Es durante este juicio en el que Elinor piensa que, de no haber sido por un carta anónima, no estaría sentada en ese tribunal donde todo el mundo la mira como se mira a una asesina. Y es entonces cuando la narración nos retrotrae al momento en que recibió esa carta anónima, donde alguien con una ortografía espantosa le avisaba de que su tía estaba a punto de morir y si no se espabilaba y acudía a su lado como buena familiar y posible heredera, una tal Mary Gerrard, la hija del guardés de la finca de su tía, se quedaría con la herencia. Elinor se encontraba en ese momento junto a Roddy, sobrino del marido de su tía, a quien conoce desde niña y de quien está profundamente enamorada aunque su naturaleza contenida es poco proclive a demostraciones amorosas. Ambos viajan  a Hunterbury, donde vive su tía, y poco después de llegar empiezan a sucederse las muertes y los hechos que acabarán con Elinor en el estrado.

Tal y como comento, la historia comienza con un prólogo que nos sitúa en pleno juicio, pero apenas consta de un par de páginas, y es entonces cuando la narración se divide en tres partes diferenciadas. La primera nos traslada al pasado y nos cuenta todo lo sucedido desde el recibo del anónimo hasta la muerte de Mary Gerrard (esto no es spoiler en absoluto porque su asesinato es el motivo del juicio del prólogo y el lector sabe que va a morir desde el principio). La segunda parte es la que cuenta con la entrada en escena de Hércules Poirot; Elinor ya está detenida como presunta asesina de Mary, pero el médico del pueblo, el doctor Lord, apela a Poirot para que investigue el caso y demuestre que Elinor es inocente... y eso hace Poirot: ponerse a investigar, interrogar y usar las células grises. Y luego tenemos la tercera y última parte, en la que volvemos al juicio, asistimos a varios interrogatorios y se descubre el pastel.

Aunque Testigo de cargo es la novela más conocida de Agatha Christie ambientada en los terrenos de los juzgados, Un triste ciprés es la primera en la que usó este recurso. Aun así, más de la mitad del libro transcurre en Hunterbury para ponernos en situación tanto sobre todas las personas relacionadas con la casa de la señora Welman (la tía de Elinor), ya sean enfermeras, médicos o familiares, como con la dinámica que se establece cuando Elinor y Roddy llegan a esa casa, porque ocurren cosas que los trastocan emocionalmente y que luego resultarán sospechosas más adelante. Secretos familiares ocurridos hace muchos años, identidades ocultas, enamoramientos inesperados, mentiras, manipulaciones... pues eso, salseo para un misterio.
 
Y luego hay una cosa que soy perfectamente consciente de que solo forma parte de mi imaginación, pero que la protagonista se llame Elinor (como la Elinor Dashwood de
Sentido y sensibilidad de Jane Austen) y que su carácter sea tan contenido, tan de ocultar sus emociones, sus pasiones y sus sentimientos... que los demás la tengan por una persona fría e insensible cuando por dentro es todo lo contrario y simplemente tiene un carácter mesurado, sobrio y sensato que le impide mostrarlos y dejarse llevar por ellos (como Elinor Dashwood)... no sé, yo quiero ver una intención detrás de la elección del nombre por parte de Agatha Christie, un homenaje... soy consciente de que seguramente me lo estoy inventando y veo cosas donde no las hay, pero en mis reseñas puedo decir lo que crea conveniente y eso hago :)
 
Y dicho todo esto, debo admitir una cosa. He disfrutado mucho de la lectura porque está muy bien llevada, me ha gustado la estructura y demás, pero la explicación que se da para una de las muertes NO tiene sentido. Es que no lo tiene (o yo no se lo veo). De hecho me sorprendió tanto que he buscado el libro en versión original para leer esa parte por si fuese cosa de las espantosas traducciones de estas ediciones de Molino, pero no, es lo que pone también en la versión original. Y como no puedo entrar en detalles pues no me puedo desahogar a gusto, pero o yo estoy muy tonta (que no lo descarto en absoluto, también os lo digo) o la razón que se da para una de las muertes es casi contraria a lo que precisamente buscaba la persona que ocasiona esa muerte. He mirado y a mi querida Nitocris aún le queda un poco para llegar a este libro (estamos haciendo las dos el mismo reto, como ya sabéis, pero cada una a nuestro ritmo), así que esperaré (im)pacientemente a que lo lea para que me saque de dudas (y si se confirma que todo tiene mucho sentido y yo estoy medio p'allá, pues arreglaré este párrafo y entonaré el mea culpa... eso si me acuerdo para entonces de lo que no me ha cuadrado, que será lo más probable porque este es el primero que reseño de Agatha este año pero ya estoy leyendo el cuarto).

Aun así, repito, una lectura muy entretenida, como siempre, y con elementos novedosos en la propia bibliografía hasta entonces de la autora. ¡Ah!, se me olvidaba... el título está sacado de un verso de la obra Noche de Reyes, de Shakespeare. Hay traducciones de todo tipo, pero uso la que aparece en la novela:
 
 Ven acá, ven acá, muerte,
y que me entierren bajo un triste ciprés.
 


Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.

lunes, 17 de abril de 2023

RESEÑA (by MH) ::: Y TODO ESO (UNA COMEDIA PROFÉTICA) - Rose Macaulay


 
 
Título original: What Not: A Prophetic Comedy
Autora: Rose Macaulay
Editorial: Minúscula
Traducción: Ana Belén Fletes Valera
Páginas: 240
Fecha publicación original: 1918 (reeditado en 1919)
Fecha esta edición: octubre 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19 euros


Publicado en 1918, reeditado en 1919 y luego olvidado, Y todo eso. Una comedia profética es un clásico de ciencia ficción cuya reciente recuperación se ha celebrado como un gran acontecimiento. Unos años después de la Gran Guerra, y con el objetivo de que no haya nunca otra semejante, el Ministerio de Cerebros clasifica a los ciudadanos en distintas categorías según su nivel de inteligencia y establece un rígido sistema de autorizaciones para casarse y tener hijos. Sin embargo, el proyecto choca con la resistencia de la población y da lugar a paradojas como la que viven la funcionaria del Ministerio Kitty Grammont y el ministro e ideólogo del sistema, Nicholas Chester, con la prensa siempre al acecho. Y todo eso es una novela satírica que denuncia los regímenes basados en la ingeniería social y la manipulación de los medios desde un punto de vista feminista. 
 
El libro precede en catorce años la célebre Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley, quien, por cierto, visitaba a Rose Macaulay con frecuencia cuando ella escribía Y todo eso.

 
Desde que os hablé de
Las torres de Trebisonda hace un par de años me sentía en deuda con Rose Macaulay, porque era un libro que a priori me tendría que haber gustado mucho y no solo no me encantó (me gustó, pero tuve muchos altibajos en la lectura) sino que, de no formar parte del proyecto Reseñas cruzadas, seguramente lo hubiese parado y retomado cuando me encontrase bien para leerlo. No lo comenté porque no me salía hacerlo, pero en aquel momento estaba atravesando una etapa de luto, lo estaba pasando muy mal y no tenía la cabeza para todo lo que me pedía la autora al adentrarme en sus páginas. En cualquier caso sabía que la culpa estaba en mi tejado y por eso, cuando salió Y todo eso a finales de ese mismo año, no dudé en hacerme con él y volver a intentarlo. Se lo debía a Rose Macaulay y me lo debía a mí misma también. Y hemos triunfado las dos, como Los Chichos :)

Quizás, antes de hablar de la trama y los personajes, convendría aclarar que Macaulay escribió y publicó esta novela en 1918 durante la Primera Guerra Mundial y que, una vez finalizada la contienda, se reeditó en 1919 cambiando una escena de apenas unos párrafos hacia el final del libro en la que estaban implicados un político y un periodista (no diré más) para evitar una denuncia por difamación. La versión que ha traducido y editado Minúscula es la de 1919, pero en una nota aparte se incluye la escena eliminada de 1918 para que el lector pueda leer ambas versiones. 
 
Dicho todo esto, nos situamos. Esta historia se ambienta una vez finalizada la Primera Guerra Mundial (aunque la autora no nos quiere decir cuánto tiempo después) y nos presenta una Inglaterra que quiere evitar a toda costa que vuelva a estallar otra guerra. Los británicos, que ya sabemos todos que son muy agudos, han decidido que la culpa de todo la ha tenido el nivel de inteligencia (o la escasez de ella, más bien) del ciudadano promedio, y que urge aumentar esa inteligencia sea como sea por el bien mundial. Con ese fin han creado un Ministerio de Cerebros, que se encarga de incontables iniciativas para conseguir que los británicos de bien sean más inteligentes (aunque han dado por perdidos a los irlandeses y los escoceses, todo sea dicho, así que se centran en los ingleses). La ley principal es la Ley de de Orientación Mental, pero sus esfuerzos propagandísticos ahora están volcados en la Ley de Progreso Mental.

En la sinopsis se dice que esta es una novela de ciencia-ficción, y aunque sí que hay algún elemento (como los aerobuses) que puede justificar esa catalogación, yo creo que esta novela es claramente una ficción especulativa o, si hay que especificar más, una distopía (estoy segura de que a algunos de sus protagonistas les gustaría más que la llamase utopía, pero va a ser que no xD). Cuando Macaulay escribió y publicó el libro en 1918 la guerra no había llegado a su fin y no se sabía el resultado, y ella se guarda muy mucho de afrontar dicha posibilidad en la historia; eso se traduce en que en Y todo eso no hay vencedores ni vencidos, ni tratado de Versalles ni nada que pueda sugerir el desenlace de la contienda: hubo guerra y no quieren que se repita, sin más. A partir de ahí surge este mundo en el que el gobierno británico, que ya había asumido muchas funciones que coartaban la libertad de los ciudadanos durante la guerra, lleva ese control mucho más allá al atribuirse la potestad no solo de catalogar a la gente según su cociente intelectual y señalarla con el dedo (lerdos e inteligentes, sin más vuelta de hoja... y son palabras textuales de la novela), sino de decidir los tipos de matrimonios que pueden darse dentro de la ley según ese mismo cociente para (según ellos) tener hijos más inteligentes; no te niegan casarte y tener hijos fuera de los parámetros que establece esa ley, pero quien lo hace sabe que se enfrenta a numerosas sanciones económicas y a vivir prácticamente en la indigencia (o morirse de hambre, directamente): ten hijos con quien tú quieras, pero paga las consecuencias de ejercer tu libertad.

Esto así contado parece como muy serio, ¿no? Lo es, claro, pero Rose Macaulay decidió plantearlo tirando de un humor que oscila entre lo sarcástico y lo cínico en su mayor parte, pero incluyendo también pinceladas de un humor más sencillo y efectivo que simplemente busca la sonrisa y complicidad del lector (y conmigo lo ha conseguido, me he reído mucho en según qué pasajes). Algunas veces resulta muy evidente la vertiente cómica, como cuando se explaya en las estrategias de marketing del Ministerio de Cerebros y tira con bala a la tomadura de pelo que es la propaganda política, y otras veces hila mucho más fino, sobre todo cuando hace uso de las interacciones y diálogos entre los personajes para dar forma a una sociedad que realmente no pinta tan ajena ni improbable.

Y entre todo esto nos encontramos unos personajes que abarcan todo tipo de posicionamientos con respecto a esta situación, e incluso los hay que empiezan en un punto de esta sociedad y acaban el libro revolcándose en la libertad de hallarse en el punto opuesto. También tenemos a aquellos que, ocupando un lugar prominente en la sociedad de la época (como son los párrocos rurales) se atreven a llevar la contraria al gobierno aun sabiendo que se juegan el pan y hablan en voz alta en contra de la Comisión para el Matrimonio que te penaliza si te casas fuera de tu rango intelectual. Los hay que defienden la libertad de los estúpidos (repito: no uso la palabra porque sí, es una de las muchas que se usan en el libro en la misma línea), que para eso han derramado su sangre por el país y se merecen casarse con quien quieran y, por el contrario, los hay que dicen que la libertad como tal no existe, y que o nos controlan y restringen nuestro albedrío o acabaremos convertidos en unos salvajes. 
 
La historia no tiene unos personajes principales o predominantes hasta bien avanzada la trama, porque de hecho comenzamos acompañando a Ivy Delmer, que trabaja como taquimecanógrafa en el Ministerio de Cerebros, y parece que va a ser ella la protagonista principal hasta que la historia comienza a divergir y empezamos a conocer personajes que a la larga serán mucho más importantes, como Kitty (inquieta y liberal trabajadora de la sección de Propaganda del Ministerio) y Nicholas Chester (todopoderoso ministro de Cerebros que, ¡oh, vergüenza! oculta al mundo que aunque él es sumamente inteligente, en su familia hay tontos y que, por tanto, su linaje no es tan puro como cabría exigirle a un ministro que promueve toda esta locura del control de la inteligencia por encima de la libertad individual). No me voy a extender en el apartado de personajes porque hay muchos, todos son mucho más complejos de lo que parece a primera vista y realmente hay que conocerlos para entender esa complejidad, pero la novela se podría dividir en una primera parte en la que se nos presenta este mundo en el que la inteligencia está por encima de la libertad, y una segunda donde los personajes y sus conflictos internos toman el mando y derivan la historia por derroteros inesperados cuando comenzamos la lectura.
 
Dicho todo esto, resulta evidente que estamos ante una sátira en la que se nos habla del control que los gobiernos ejercen sobre la población, la manipulación que ejercen sobre la prensa, la corrupción de los políticos y como se saltan a la torera todo aquello que imponen a la ciudadanía, la justificación de la manipulación de la libertad individual en aras de una mejora social que realmente nunca sobreviene y
el uso de la ciencia y la manipulación genética para clasificar, etiquetar y mejorar al individuo, modelar a futuras generaciones y mejorar la herencia genética del país (os sonarán campanas alemanas con esto último, ¿verdad?... os recuerdo que el libro fue escrito en 1918. Toda una visionaria esta Macaulay). A todo esto, y hablando de campanas, también os sonará lo que estoy contando a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y no es por casualidad. Macaulay y Huxley se conocían ya cuando Rose estaba escribiendo Y todo eso, y Huxley visitaba a la autora con frecuencia en aquella época. La influencia (por llamarlo de alguna manera y no de otra peor) de la obra de Macaulay sobre la de Huxley es muy evidente y precede en casi quince años a Un mundo feliz. Lo que son las cosas, la obra de Huxley es un clásico universal hoy en día, pero la novela que hoy os traigo, que es realmente la precursora de todo ese mundo distópico, ha estado en el olvido hasta hace bien poco. Injusticias del mundo literario.

Lo dejo aquí. Huelga decir que me ha gustado mucho, aunque no sé si es un libro que se pueda recomendar alegremente (seguramente no... conozco a una lectora que ha seguido el proceso contrario al mío: adoró Las torres de Trebisonda y este lo abandonó, así que dejo el dato por si le sirve a alguien como guía xD). Me he reído a ratos, otros me ha sacado la sonrisa, me ha parecido muy inteligente, muy agudo, muy avanzado para su época y muy transgresor en las ideas que plantea. Se anticipó a cosas que no estaban ni en pañales en la época en que fue escrito y autores archiconocidos hoy en día utilizaron sin lugar a dudas su mundo y su planteamiento para crear el suyo propio, y solo por eso ya se merece un reconocimiento que no tiene ahora mismo. Y por si fuera poco se acuerda de Jane Austen, Arnold Bennett y Fanny Burney a lo largo de las páginas. No sé qué más puedo añadir para venderos el libro xD.
 

Rose Macaulay (1881-1958) nació en Rugby, en el seno de una familia de intelectuales y clérigos anglicanos. Pasó la mayor parte de su infancia en Varazze, una pequeña ciudad costera de Italia. En 1894 regresó a Inglaterra donde, después de estudiar historia moderna en Oxford, comenzó una fulgurante carrera como escritora y periodista. Viajera incansable, fue amiga de personajes como Virginia Woolf, E. M. Forster, Vita Sackville-West, Ivy Compton-Burnett o W. H. Auden. Autora prolífica que abarcó todos los géneros, en 1956 recibió el prestigioso James Tait Black Memorial Prize por Las torres de Trebisonda, considerada su obra maestra.