Título original: The Franchise Affair
Autora: Josephine Tey
Editorial: Hoja de Lata
Traducción: Pablo González-Nuevo
Páginas: 384
Fecha de publicación original: 1948
Fecha esta edición: junio 2017
Fecha esta edición: junio 2017
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 22,90 euros Ilustración de cubierta: Gathering the Marsh (Dee Nickerson, 2016)
Robert Blair, abogado en un pequeño y apacible pueblo británico, da ya
por terminada su tranquila jornada laboral en el despacho cuando suena
el teléfono. Es Marion Sharpe, ve- cina de la localidad, una mujer de
pocas palabras que vive con su madre en una decrépita hacienda a las
afueras del pueblo. Las Sharpe acaban de ser acusadas de secuestrar a
una recatada jovencita llamada Betty Kane. Las declaraciones de la
chica, al principio bastante improbables, cobran fuerza con las
minuciosas descripciones del desván de los horrores donde supuestamente
la tuvieron retenida. Y Robert Blair, convertido a la fuerza en
detective amateur, deberá desentrañar este paradójico caso, que ni tan
siquiera el Inspector de Scotland Yard, Alan Grant, es capaz de
comprender.
La existencia de Robert Blair, abogado en la pequeña población de Milford, es tranquila, rutinaria y apacible en grado sumo, y le gusta, es el modo de vida que ha escogido... pero a veces se pregunta qué pasaría si algo llegase para trastornar esa placidez existencial carente de sorpresas. Pronto lo descubre, pues una llamada de Marion Sharpe, vecina que no se relaciona con nadie del pueblo a quien solo conoce de vista, pone su vida patas arriba. Marion le ruega que, en calidad de abogado, acuda inmediatamente a su casa. Allí lo esperan Hallam, policía local, y el inspector Grant, de Scotland Yard, que le cuenta una historia asombrosa: una joven de quince años, Betty Kane, acusa a Marion Sharpe y a su madre, ya anciana, de haberla secuestrado durante un mes en La Hacienda, la aislada casa donde viven ambas, y de haberla maltratado y golpeado. Sabe cosas de la casa que no deberia saber de no haber estado en ella y, aunque las Sharpe niegan rotundamente las acusaciones, tampoco tienen manera de demostrar que miente. El inspector Grant no parece tener muy claro el caso, pero el cotilleo, la murmuración y los prejuicios de todo un pueblo contra un par de mujeres independientes que no socializan y que por tanto, tienen que ser culpables porque sí, pueden hacer más daño que cualquier sentencia en firme.
El personaje más famoso de Josephine Tey fue el inspector Grant, protagonista de una media docena de libros (mi favoritísimo siempre será La hija del tiempo por la temática histórica en general y de Ricardo III en particular), pero con El caso de Betty Kane no todo el mundo se pone de acuerdo: algunos lo consideran dentro de la serie protagonizada por el personaje aunque apenas haga acto de presencia un par de veces junto con algunas menciones a su nombre (en ese caso y por orden sería el tercer libro dentro de la serie), mientras que otros no lo consideran como tal y su aparición apenas se toma como algo anecdótico. En cualquier caso, en esta novela descubrimos que hace apenas doce meses que Grant pertenece a Scotland Yard y que ya es conocido por ser un juez infalible del carácter humano... aun así, Grant en particular, junto a Scotland Yard en general, deja el pabellón policial por los suelos, y
no deja de tener su gracia porque este es el personaje estrella de la
autora y aun así no tiene miramientos en hacerle morder el polvo. Y es que en El caso de Betty Kane los protagonistas absolutos son los habitantes de Milford: el abogado Blair como la máquina que hace avanzar la historia, y sus familiares y amigos como los engranajes que hacen que todo funcione como la seda.
El investigador aquí es, por tanto, Robert Blair, que aun no siendo abogado penalista decide hacerse cargo del caso tras conocer a las Sharpe y parecerle que son incapaces de hacer algo como lo que se les acusa. Y eso que se enfrentan a la susodicha Betty Kane, típica rosa inglesa que parece que mea agua bendita (que decimos por aquí), sin tacha alguna en su comportamiento y con una apariencia tan inocente e inmaculada que los periódicos llegan a encontrarle parecido con santa Bernadette... porque aquí es donde se complica la trama: cuando se mete de por medio la prensa sensacionalista. No puede haber acusación en firme porque no hay pruebas firmes (solo circunstanciales) que corroboren la declaración de Betty, pero si un periódico acusa a dos mujeres raras que viven aisladas de secuestrar a una adolescente virtuosa, ya sabemos lo que va a pensar el pueblo llano: nada, no piensan ni razonan nada, simplemente se dejan llevar por lo que les dicen y se comportan como borregos. Así que aquí empieza la cruzada imposible de Robert Blair que, aun sin saber si habrá acusación oficial o no, decide que las Sharpe no pueden vivir bajo la sombra de la sospecha en un pueblo tan pequeño, y se lanza a investigar dónde se metió realmente Betty Kane durante el mes que estuvo desaparecida. No lo tendrá fácil (para ser una adolescente se muestra muy escurridiza en sus andanzas), pero este caso se ha convertido en la ambición de su vida: no solo está dispuesto a refutar la historia de Betty y pillarla en sus mentiras, sino que sabe que hasta que no muestre su verdadera cara ante el público que la adora y todos vean quien se esconde tras ese rostro angelical, las Sharpe no estarán a salvo.
Como no podía ser menos, mientras Tey construye esta trama, cuyo interés va in crescendo conforme se van complicando las cosas para las Sharpe y se va agotando el tiempo, también nos muestra la vida de un pueblecito como Milford y nos presenta a algunos secundarios que son los que dan vidilla a la historia. Desde la tía Lin (con quien vive Robert) hasta la cocinera de la casa (digno ejemplo inglés de que en una casa con criada, la que manda es la criada), pasando por Stanley, mecánico que se destapa como un sol de hombre con patas, y Kevin Macdermott, abogado irlandés con una personalidad arrolladora y mejor amigo de Robert. También hay que hacer mención (que para eso son las sospechosas) a las Sharpe, ese tipo de personas que la gente automáticamente descarta y acusa solo porque no se pasan el día invitando a tomar el té a sus vecinos y deciden vivir su vida de manera independiente y autosuficiente. Si son culpables o inocentes es algo que aquí obviamente no puedo comentar, pero de lo que se trata es de que la presunción de inocencia muchas veces nos la ponemos de sombrero, y aquí va una pullita de Tey hacia los prejuicios y las injusticias que cometemos con personas de las que no sabemos nada solamente basándonos en las apariencias y (en este caso) la manipulación de los medios de información.
El caso de Betty Kane es un libro muy inglés y muy de su época, y se mete en charcos con doble ración de guasa e ironía porque puede y porque quiere (que si los irlandeses, que si la moralidad dudosa de algunas mujeres...). Es muy divertido a ratos y, entre dimes y diretes, va avanzando el caso (que no es de asesinato, cosa rara en este tipo de novelas) y vamos conociendo a los personajes gracias a las interacciones entre ellos, impensables cuando comienza la lectura y que son las que realmente van dando forma y personalidad a la historia. Los diálogos son punzantes, ingeniosos, mordaces y, sobre todo, creíbles desde el punto de vista de los personajes. Tey escribía muy, muy bien, y en sus historias despliega una inteligencia emocional y sutil que atrapa al lector sin que este se dé apenas cuenta. Al menos en mi caso llegó un punto que no podía soltar el libro, y cruzaba los dedos para que las Sharpe no fueran culpables, que no nos hubiesen dado gato por liebre tanto a Robert Blair como a mí y que la máscara de Betty Kane cayese al suelo hecha añicos. ¿Surtieron efecto mis plegarias? Pues no os lo voy a decir, obviamente. A leer el libro se ha dicho.
No creo que pueda ni deba decir más. Si os gusta Josephine Tey, debéis leerlo. Si os gustan los misterios clásicos británicos, debéis leerlo. Si os gusta el costumbrismo irónico y british de tacita de té y personajes peculiares y adorables, debéis leerlo. Si os gusta ese tipo de literatura que se lee con avidez y una sonrisa en la boca mientras se investiga un crimen, debéis leerlo. Algunos libros de Josephine Tey cuesta encuadrarlos de lleno en el subgénero del cozy mystery, pero El caso de Betty Kane es una muestra perfecta y cumple todos los requisitos, así que ya sabéis más o menos lo que podéis esperar de él. Muy recomendable.
Josephine Tey (Inverness, 1896 – Londres, 1952) es el seudónimo de la escritora
escocesa Elizabeth Mackintosh. Fue una mujer independiente y adelantada a
su época; jamás se casó y empezó ganándose la vida como profesora de
educación física hasta la muerte de su madre, en 1926, cuando tuvo que
regresar a casa para hacerse cargo de su padre inválido. Fue entonces
cuando, por pura diversión, comenzó a escribir.
Entre sus obras más
elogiadas por la crítica y el público destaca La hija del tiempo,
declarada en 1990 la mejor novela de misterio de la historia por la
Crime Writers’Association.
Fue
también autora de una docena de piezas teatrales (escritas bajo
seudónimo distinto: Gordon Daviot), y siempre será recordada por haber
creado al inspector Alan Grant de Scotland Yard, protagonista de sus
mejores historias.