lunes, 21 de octubre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: BELFEGOR, EL FANTASMA DEL LOUVRE - Arthur Bernède


 
 
Título original: Belphégor
Autor: Arthur Bernède
Editorial: Valdemar
Traducción: Agustín Izquierdo
Páginas: 304
Fecha de publicación original: 1927
Fecha esta edición: septiembre 2019
Encuadernación: cartoné
Precio: 24 euros
Imagen de cubierta:
Cartel de la película Belphégor (1927)


 
Belfegor apareció inicialmente en el periódico Le Petit Parisien por entregas diarias entre enero y marzo de 1927. Su trama, llena de misterio y suspense, se inicia una noche en la que un vigilante del museo del Louvre sorprende en la Sala de los Dioses Bárbaros a un intruso enmascarado de pie junto a la estatua de Belfegor, dios de los moabitas. El agresor huye perseguido por el guardia y acaba esfumándose. Al día siguiente, la extraña figura vuelve a aparecer y ataca a otro vigilante dejándolo malherido junto a la estatua derribada. El inspector Menardier es encargado de la investigación oficial, pero también se verán implicados en el asunto Chantecoq, “el rey de los detectives”, y el intrépido reportero Bellegarde. En los dos meses que duró la publicación del serial, en Francia no se habló de otra cosa. Finalmente, en 1965, la televisión francesa emitió la mítica serie Belfegor, el fantasma del Louvre.

 

Reconozco que mi primer acercamiento con esta historia fue la adaptación cinematográfica de 2001 con Sophie Marceau, Julie Christie y Frédéric Diefenthal, cosa que no debe extrañar dada mi obsesión insana y vergonzante con el Antiguo Egipto. La película no es gran cosa, la banda sonora me encanta, y poco más... hasta que supe hace unos años que Valdemar tenía publicada la historia original, la compré y ahí ha estado hibernando hasta ahora. Solo puedo deciros, a modo de anticipo, que la película se parece al libro lo que una castaña a un tren y que encima el tal Belfegor, literariamente hablando, ni siquiera tiene nada que ver con Egipto. Pero bueno, era de esperar, que ya sabemos lo fieles que son las adaptaciones y tal. Seguramente el resto de adaptaciones (unas cuantas) serán mucho más ajustadas a la historia original, pero como no las he visto, no puedo opinar. En cualquier caso, me dejo de preámbulos y os hablo sobre la novela. 

La historia comienza al grano. Un vigilante nocturno del Louvre percibe un intruso durante su ronda en la sala de los Dioses Bárbaros junto a la estatua del dios Belfegor. Este intruso, que parece un fantasma y va disfrazado de espectro envuelto en un sudario negro, una capucha y una máscara que solo deja ver sus ojos, desaparece de su vista en un santiamén. El vigilante le persigue, le dispara, pero se escapa, no se sabe por donde. La noche siguiente otro vigilante decide hacer guardia en esa misma sala para comprobar si vuelve a aparecer el que acabará siendo conocido como el Fantasma del Louvre, y lo encuentran asesinado a la mañana siguiente. Este criminal pronto se convierte en la sensación de París, y tras su pista no va tan solo la policía en la figura del inspector Menardier, sino también Jacques Bellegarde, un periodista del Petit Parisien en busca de la noticia, y un tal Chantecoq, una gloria nacional conocido como el rey de los detectives. Pronto Bellegarde y Chantecoq empiezan a recibir notas amenazantes del Fantasma (que firma como Belfegor) para que le dejen en paz si no quieren sufrir las consecuencias, pero eso solo hace que persistan en su empeño por desenmascarar al asesino. ¿Qué busca el Fantasma en la estatua del dios Belfegor? ¿Cómo entra y sale del Louvre? ¿Quiénes son sus compinches? ¿Por qué parece tener un interés muy especial en el periodista Bellegarde?

Antes de nada debo advertiros que no os lleve a error el hecho de que Valdemar publicase esta novela dentro de su colección Gótica, porque ni es gótica, ni de terror ni tiene ningún elemento sobrenatural ni nada de nada. Realmente es una novela de misterio o suspense normal de toda la vida como tantas otras con criminales humanos (que se sabe desde el principio que lo son... humanos, quiero decir, por mucho que el tal Belfegor se vista como un espíritu), investigaciones de detectives/policías/periodistas de por medio y ningún elemento de la literatura gótica a la vista. Que luego vienen las expectativas y las decepciones y ya sabemos lo que pasa. NO es gótica, y si alguien dice que lo es, no os lo creáis. La confusión puede venir por la adaptación cinematográfica de 2001, que sí tiene elementos que podrían encuadrarse ahí... pero ya digo arriba que no se parece absolutamente en nada a la novela.

Dicho esto, primero quizá debería decir qué representa el tal Belfegor, ¿verdad? Pues es el nombre de un demonio en la tradición judía y cristiana, pero la acepción que realmente usa Arhur Bernède en la novela es la que proviene de la Vulgata (no me voy a extender aquí sobre esto, pero se conoce así a la traducción de la Biblia al latín que hicieron San Jerónimo y Santa Paula a finales del siglo IV d. C.). El caso es que en la Vulgata se denomina Belphegor al dios de los moabitas (una civilización semita que vivió en la actual Jordania entre los siglos XIII y I a. C.), y como tal, como una representación del dios moabita, es como se define a la escultura del Louvre alrededor de la cual gira la primera mitad de la novela. Por asociación es como se empieza a conocer también poco a poco al criminal de la novela, al que empiezan llamando Fantasma del Louvre y terminan llamando Belfegor (de ahí el título del libro, vaya xD). Como veis, nada que ver con el Antiguo Egipto y el departamento de Egiptología del Louvre que sirvieron como reclamo en la adaptación cinematográfica del 2001. Porca miseria.

En fin, que Belfegor se publicó por entregas diarias entre enero y marzo de 1927 en Le Petit Parisien (precisamente el periódico en el que trabaja Bellegarde, uno de los protagonistas del libro), y ese mismo año salió en formato novela. No me quiero imaginar el esfuerzo de idear y sacar adelante un capítulo diario durante tres meses, y aunque imagino que buena parte de ese trabajo ya estaría adelantado antes de comenzar con la publicación, se nota el interés por alargar el tema en algunos capítulos de relleno al final del libro que sinceramente son del todo prescindibles y no aportan absolutamente nada salvo un día más de venta de periódicos esperando al desenlace (por ejemplo, sin entrar en muchos detalles, el dedicado al matrimonio Papillon y sus cuitas).

Por lo demás, un exitazo de ventas, como podréis imaginar, todo un bestseller de la época, de consumo muy fácil y calidad justa pero efectiva para mantener la tensión y la intriga hasta el final. Como anécdota, os puedo contar que la imagen que aparece en la cubierta de esta edición corresponde a la adaptación en cuatro partes de la novela del mismo año en que se publicó, 1927. ¿Cómo es posible tanta rapidez? Pues porque la productora cinematográfica que la llevó a cabo, la Société des Cinéromans, pertenecía al propio autor y a dos socios: nada menos que el escritor Gaston Leroux y el actor René Navarre. De hecho, Bernède, el autor de Belphegor, llegó a adaptar veinte de sus novelas a la gran pantalla porque la empresa nació en 1919 con ese fin: adaptar las novelas que ellos mismos escribían... vamos, lo de "yo me lo guiso, yo me lo como" llevado a la máxima expresión. La vida de esta productora fue breve (desapareció en 1929), limitándose a la época del cine mudo y viviendo su época de máximo esplendor cuando la productora Pathé entró en juego en 1922 (alrededor de cincuenta películas en unos siete años). El cine en los años 20 iba a toda máquina.

Volviendo a la novela, os decía arriba que comienza con la confusión inicial a la mañana siguiente de la primera aparición del Fantasma en la sala de los Dioses Bárbaros del Louvre (que no existe en la realidad, al menos con ese nombre, que yo sepa), y son varias las líneas de investigación que comienzan en ese momento: una es la policial (que como no podía ser menos es la más tonta de todas con unos policías que van de listos, no se enteran de nada y siempre miran en la dirección incorrecta); la otra comienza dividida con un periodista por un lado y un detective privado por el otro, aunque luego se unifica cuando estos dos personajes se ven obligados a colaborar por diversas circunstancias. Estas investigaciones se ven entorpecidas por la malevolencia de Belfegor, que por la razón que sea parece que se la tiene jurada el periodista y cada movimiento que hace no tiene más objetivo que perjudicarle, así que aunque no puedo contaros mucho sobre las investigaciones en sí mismas (tampoco es que sean de una inteligencia suprema, todo hay que decirlo, y el detective se hace el interesante todo el rato y no cuenta demasiado sobre sus deducciones), sí puedo deciros que llega un punto en que el Louvre queda totalmente a un lado y todos los esfuerzos se centran en desenmascarar al Fantasma, porque algunos de sus acólitos dan la cara bien pronto, pero la identidad de Belfegor y de sus compinches más cercanos son la gran incógnita hasta el final. Por otro lado, Bernède mueve a los personajes constantemente, ya sea desde el Louvre hasta diversos alojamientos (que describe de manera pormenorizada) pasando por restaurantes o castillos.

No sé si habéis leído alguna (poca o mucha) novela criminal francesa (la famosa roman policier) de finales del XIX y primera mitad del XX, pero digamos que tiene un estilo muy característico y muy alejado de la novela anglosajona del mismo género y la misma época. La trama que lo sustenta es, obviamente, la del misterio policial, pero el tono es muy folletinesco, con mucho melodrama y romance a primera vista y unos diálogos a los que les sobra desmesura y les falta chispa e ingenio (para mí, al menos... es que a ratos me parecen tontorrones y artificiales xD). Muchas de estas novelas las escribían autores profesionales como el propio Bernède y estaban todas cortadas por el mismo patrón: los buenos son muy buenos, los malos son muy malos, pasa de todo como en botica, hay giros a reventar, personajes misteriosos, conspiraciones contra los buenos, personajes tontorrones de relleno que cumplen su función, acólitos sin escrúpulos, damas enfermizas, damas pizpiretas y muy echadas p'alante, detectives que se disfrazan de una manera magistral (Sherlock, que alargada es tu sombra...), y todo esto publicándose un capítulo a diario, con lo que la necesidad de mantener al lector con el alma en vilo hasta el día siguiente hacía que cada capítulo pareciese un oportunidad para sacar un nuevo conejo de la chistera (menos los de relleno, como digo arriba).

Y claro, digo todo esto y os parecerá que no me ha gustado... sí me ha gustado, resulta entretenido, pero sin más. No es un buen libro ni lo pretende, y tiene muchos defectos, pero son los inherentes al tipo de literatura y época a las que pertenece. Este estilo de folletín criminal estaba ya en las últimas en aquellos años y ofrece lo que se le pedía: entretener y enganchar al lector todos los días con una nueva entrega. Eso hace que el esfuerzo del autor por sorprender en cada página sea evidente, que haga varias piruetas para que la trama gire y gire, que los personajes anden como pollo sin cabeza o se enamoren en lo que se tarda en teclear un par de cruce de miradas, y que sepas durante toda la lectura que, de un modo u otro, todo va a acabar bien para los buenos y muy mal para los malos. Del Louvre vemos poco o nada y el pobre dios Belphegor no pinta realmente un carajo, pero se hace alusión al robo de la Gioconda perpetrado en 1911 y eso me ha parecido un puntazo. En fin, que se lee bien, la narración es ágil y llega un punto que sigues leyendo con interés para descubrir qué va a ser lo siguiente y qué se va a inventar el autor para seguir adelante con la historia, y ese era, ni más ni menos, el objetivo inicial del autor, pero no hay que pedirle más al libro. La traducción tiene cosillas, pero no voy a entrar en eso, que me repito mucho.
 
¿Merece la pena el final? ¿Sorprende? Bueno, es un poco rocambolesco y descabellado, pero no esperaba otra cosa, y creo que se ajusta muy bien al tono y las cabriolas argumentales que lo preceden. ¿Recomiendo el libro? Pues la verdad, como no os llame mucho por las razones personales que sean, podéis vivir sin leerlo xD. Soy mucho más de la Golden Age británica y la vertiente norteamericana que de la francesa, creo que resulta muy evidente. En cualquier caso seguiré leyendo de todo, como siempre, que nunca sabes donde vas a encontrar un nuevo favorito.


Arthur Bernède nació en la Bretaña francesa en 1871. Fue un escritor muy prolífico que no solo escribió numerosas novelas policiacas, históricas, de aventuras y de espionaje, sino también obras de teatro, libretos de ópera y guiones cinematográficos. En 1919, viendo que el cine se abría paso como una nueva narrativa, fundó junto con el actor René Navarre y el escritor Gaston Leroux, autor de El fantasma de la Ópera –con la que la presente novela guarda cierta relación–, la Sociedad Cinéromans, una empresa de nuevo cuño destinada a la producción tanto de novelas como de películas. 

Bernède adaptó al cine veinte de sus obras. La más popular, Judex, narra el enfrentamiento de un justiciero contra los banqueros en defensa de una viuda y un huérfano. Miembro de la masonería, luchó toda su vida por lograr el justo reconocimiento de los derechos de autor.
 
Falleció a causa de una crisis cardíaca el 20 de marzo de 1937.

miércoles, 16 de octubre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: ASESINATO EN EL RICHELIEU - Anita Blackmon


 
Título original: Murder à la Richelieu
Autora: Anita Blackmon
Editorial: Siruela
Traducción: Pablo González-Nuevo
Páginas: 280
Fecha publicación original: 1937
Fecha esta edición: noviembre 2023
Encuadernación: cartoné
Precio: 19,95 euros
Ilustración de cubierta: Dave Rheaume

«Yo, Adelaide Adams, soltera, estaba tejiendo en el vestíbulo del Richelieu la mañana que todo comenzó. Aunque en aquel momento no era consciente de que estuviera empezando nada. No me considero una mujer timorata y sé que ocasionalmente algunos miembros poco serios de las jóvenes generaciones me han tildado de vieja arpía. No obstante, de haber sospechado el desenfrenado derramamiento de sangre en el que pronto nos veríamos inmersos habría salido de allí pitando sin mirar atrás a pesar de mi rodilla artrítica y mi exceso de peso. Sin embargo, aquella luminosa mañana del mes de abril no habría sido fácil encontrar un rincón de apariencia más apacible que el vestíbulo de nuestro pequeño hotel residencial. Porque lo único que tiene de grandilocuente el Richelieu es su nombre».
 

Entre pitos y flautas os estoy trayendo mucha novela clásica de misterio, pero es que leo mucha novela clásica de misterio y además me resulta muy fácil hablaros de ellas, así que hago un dos por uno estupendástico (y si no pasa nada quiero traeros al menos otro par de Agatha Christie antes de que acabe el año, así que os toca aguantarme). El caso es que desde el inicio de la colección, los clásicos policíacos de Siruela han sido para mí un "hit or miss": lo mismo los disfruto mucho que me decepcionan, y parece que se van alternando de manera sorprendente sin que yo haga ningún plan al respecto. Después de la de cal que tuve con La primera detective tocaba (si hago caso a estas estadísticas que me he sacado de la manga) una de arena, y  Asesinato en el Richelieu ha cumplido como un campeón con lo que esperaba de él. Vamos, que me ha gustado mucho. Pero también os digo que no hagáis caso a los cantos de sirena que comparan a la protagonista con la señorita Marple... no se parecen absolutamente en nada, ni para mejor ni para peor: simplemente son muy diferentes. Dicho esto, os cuento de qué va y me meto de lleno en el asunto.
 
El Hotel Richelieu es un pequeño establecimiento situado en alguna parte del sur de Estados Unidos (no se dice en qué ciudad, aunque por ahí he leído que claramente está en Little Rock, Arkansas... no sé por qué dicen "claramente", pero bueno, algún detalle usamericano habrá que sitúe a los entendidos de la zona). El caso es que en este hotel hay huéspedes temporales (como en cualquier hotel) y huéspedes permanentes, esos que viven en el hotel y pagan todos los meses su renta como si de alquilar un piso se tratase. Digamos que los permanentes se creen superiores y con más derechos que los temporales, y entre todos ellos reina como una diosa nuestra protagonista y narradora, la señorita Adelaide Adams. La tranquila vida de los inquilinos del Richelieu se va al garete cuando uno de los huéspedes temporales aparece muerto (colgado de la lámpara y con la garganta rajada de lado a lado) en los aposentos de la señorita Adams, y es entonces cuando comienza la carrera contrarreloj para atrapar al asesino, porque pronto se descubre a qué se dedicaba en secreto el finado y empieza a liarse la cosa... y claro, el grupo de sospechosos es el que es, y desde el comienzo de la novela sabemos que no todos van a llegar vivos al final de las páginas. ¡Que empiece la cacería!
 
Qué duda cabe que la estrella de la función es la protagonista, Adelaide Adams, una dama de mediana edad, solterona, refunfuñona, sin pelos en la lengua y con un carácter de "agárrate y no te menees". Usa dentadura postiza y postizos en el pelo, tiene juanetes, está artrítica, tiene sobrepeso y su ropa interior es tan digna que serviría de tienda de campaña. Y todo esto nos lo cuenta ella misma mientras intenta sobrevivir al asesinato. Es de esas señoras que interpelan a cualquier hombre de menos de cincuenta años con un admonitorio "joven, oiga usted" que suena a institutriz de moño bajo pero que al mismo tiempo tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Todo lo vemos desde su punto de vista porque es ella quien nos narra la historia, y no da ni un paso atrás a la hora de describir y opinar sobre los residentes de ese hotel, así que como podéis imaginar les hace un traje a todos sin despeinarse antes de que podamos decir miau. Además es de este tipo de narradoras que nos destripan desde las primeras páginas lo que vamos a encontrar en la historia, así que todavía estamos ubicándonos en este hotel sureño y ya sabemos que ese tranquilo lugar se va a convertir en un reino del terror, que van a morir varias personas, que una prenda que está tejiendo servirá de mortaja a una mujer que morirá entre sus brazos, que Adelaide (sin postizos y sin dentadura) vivirá un momento peligroso y trepidante con el guaperas del hotel e incluso nos anticipa el modo en que alguna de las víctimas va a encontrar la muerte. Ya digo, no es spoiler, lo dice ella misma nada más comenzar a narrar, e incluso va adelantando más cosas a lo largo del libro (si hubiese sabido que tal desembocaría en pascual...), y aunque algunos lectores puedan pensar que esto quita interés a la narración puedo asegurarles que no, para nada: el libro se lee exactamente con el mismo interés. Es que se lee con mucho interés y se disfruta muchísimo. Punto.

Y al hilo de ese "si hubiese sabido" que os comento, se dice en la sinopsis que Anita Blackmon, con solo dos libros (pues solo publicó dos novelas, esta y El enigma de los gatos asesinados, con la misma protagonista y también publicado por Siruela) se convirtió en la maestra del Had I But Known, que es una variante del Whodunit de toda la vida. ¿En qué consiste ese Had But I Known? Pues es una vertiente más de las novelas de misterio en la que la narración es en primera persona, casi siempre por parte de una mujer, donde ella se lamenta de que si hubiese sabido tal o cual cosa se podrían haber evitado muertes o hechos funestos o desafortunados, o, en otro giro de los acontecimientos, donde esa narradora entorpece la investigación al ocultar información muy relevante a la policía por circunstancias varias. Adelaide Adams cumple todas y cada una de estas premisas, pero lo curioso es que este término nació varios años después de que se publicasen las dos novelas de Anita Blackmon, porque no fue hasta 1940 que el poeta Ogden Nash lo usó en su poema Don't Guess, Let Me Tell You, donde criticaba este alargamiento de la trama por parte de los narradores al ocultar pistas y hechos a la policía.

A todo esto, no os he hablado de los demás personajes que pululan por el Richelieu y que forman parte de la trama, ¿verdad? Pues si empezamos por el personal del hotel, tenemos a la dueña, Sophie, dama de la misma edad que la protagonista, que está viuda y casada en segundas nupcias con Cyril, un hombre mucho más joven que ella a quien Adelaide no soporta porque piensa que se está aprovechando de su amiga; Pinkney Dodge, el anodino y triste conserje nocturno; Clarence, el ascensorista también nocturno; y Laura, la doncella que limpia las habitaciones. Por el lado de los huéspedes tenemos al infeliz matrimonio Mosby, donde él se bebe hasta el agua del váter y ella ahoga sus penas en las carreras y otros hombres; la señora Anthony, femme-fatale que se dedica a encandilar con sus curvas a todo hombre que se le pone a tiro; las dos Adair, madre e hija, que se comportan de un modo un tanto extraño; Mary Lawson, viuda, y su sobrina Polly, descocada desde hace unas semanas y un quebradero de cabeza para su tía; Howard Warren, que trabaja en banca y está enamorado de Polly, pero esta le dio la patada hace unas semanas (precisamente esas que anda descocada); Stephen Lansing, el guaperas que nombro arriba, comercial de cosmética, mujeriego y una labia irónica que trae de cabeza a Adelaide; James Reid, señor peculiar que llegó al Richelieu hace poco más de una semana y que no se sabe muy bien que hace ahí... y ya, ¿no? Creo que no se me olvida nadie. 
 
Si estáis acostumbrados a leer clásicos habréis visto que una práctica como la que se ve en esta novela, la de personas que viven en hoteles en lugar de alquilar un piso o un casa, era muy habitual en entornos anglosajones como Estados Unidos o Inglaterra. Ignoro si seguirá haciéndose actualmente, pero hasta los años 70 del siglo XX existían incluso hoteles especializados en este tipo de alojamientos para personas mayores, jubiladas, sin familia u hogar pero con dinero para costearse el alojamiento en un hotel, donde no tenían que preocuparse de limpiar ni cocinar porque tenían servicio de habitaciones y servicio de comedor, y encima podían socializar con otros huéspedes en las estancias comunes. Muchas veces esa era su familia, su círculo social era el que creaban dentro del hotel donde vivían, y aunque pueda parecernos raro en esta época o en una sociedad como la nuestra, allí era algo de lo más común y normal. Y con eso juega la autora: cuando comienza la historia todos estos personajes son mucho más que huéspedes de un hotel que se conocen de vista y ya... no, realmente conviven, todos saben secretillos de los demás, conocen las relaciones que hay entre algunos de ellos, las disputas... todos tienen una historia común y, aun así, a pesar de esa convivencia, pronto se demuestra que hay secretos que nunca conocemos sobre las personas que tenemos cerca, que nunca contamos todo sobre nosotros mismos, que siempre hay una parcela en la que no dejamos entrar a nadie, y esa parcela puede ser totalmente inofensiva o puede esconder algo muy grave... y hay personas malas a la que se ve venir de lejos, pero otras saben esconder muy bien esa maldad.

Con respecto al estilo de Anita Blackmon, sorprende por lo moderno que resulta en cuanto a los asesinatos (tenía un punto sádico la señora y se ensañaba con sus víctimas... para la época en que fue escrito, claro, que ya sé que ahora os parecerá todo una minucia) y por la soltura y desparpajo que tiene a la hora manejar a todos los personajes, las relaciones entre ellos, la propia narración y los diálogos, que son simplemente fantásticos. Aplauso especial a la relación y los intercambios verbales que se establecen entre la señorita Adams, nuestra prota, y Stephen, el guaperas del hotel, porque forman una especie de Holmes y Watson bastante peculiar donde las llamadas de atención de Adelaide a las sinvergonzonerías de Stephen rivalizan con el encanto preocupado e irónico del muchacho... Ves como poco a poco crece entre los dos un cariño que bien parece el de una madre y un hijo, y juntos son de lo mejor del libro.
 
Y creo que no voy a añadir nada más. No sé si lo he dicho alguna vez, pero me apasionan los libros de misterio que tienen lugar en entornos cerrados como hoteles, barcos, trenes... y como suele suceder con todos los libros, unas veces se acierta con este tropo y otras te llevas chascos. Asesinato en el Richelieu ha sido un acierto, he disfrutado de estos huéspedes peleones que le discuten todo al inspector Bunyard y están empeñados en no abrir la boca aunque las vidas de todos estén en juego, y he disfrutado del humor, la ironía, los giros de guion, el ritmo sostenido durante toda la historia, los juegos de palabras, diálogos inteligentes y unos personajes que están al servicio de la historia. El inspector anda perdido la mitad del tiempo, sospecha de todos, sospecha que todos mienten u ocultan información y sobre todo sospecha de Adelaide porque parece estar siempre en el centro de todo lo que ocurre. Muy entretenido.

Por cierto, aviso para quien se ofenda con los clásicos... este libro está escrito y ambientado en los años 30 del siglo XX en el sur de Estados Unidos, y sí, nuestra protagonista se precia de ser una dama sureña de manual... eso implica algún comentario racista sobre algunos de los trabajadores del hotel, que son negros. Lo mismo los defiende de quien los trata de manera injusta que se le escapa una opinión fuera de lugar. Es algo muy puntual, pero ahí está. Avisados quedáis.
 
 



Anita Blackmon (Augusta, 1892-Little Rock, 1943), tras abandonar su carrera como profesora, decidió centrarse por completo en la escritura y publicó cientos de relatos cortos en diversas revistas. Sus únicas dos novelas, ambas de misterio, fueron Asesinato en el Richelieu (1937) y The Riddle of the Dead Cats (1938), ambas protagonizadas por la sin par Adelaide Adams.

lunes, 14 de octubre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: EL MUNDO SUMERGIDO - J. G. Ballard


 
Título original: The Drowned World
Autor: J. G. Ballard
Editorial: Minotauro
Traducción: Francisco Abelenda
Páginas: 224
Fecha publicación original: 1962
Fecha esta edición: mayo 1988
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado (disponible de segunda mano en diversas ediciones)
Ilustración de cubierta: Óscar H. Chichoni




El escenario de esta novela son los pantanos, lagunas y junglas subtropicales que cubren la mayor parte de la superficie terrestre a causa de un aumento en el calor del sol. La vida vegetal y animal está regresando a la Edad Triásica... Pero los acontecimientos principales ocurren en los niveles más profundos de la mente. Y el mérito principal del libro es el extraordinario poder imaginativo con que estos niveles son exteriorizados en formas concretas.
 
Si os hablo de
El imperio del sol, seguro que a casi todos os vendrá a la memoria aquella magnífica película de Steven Spielberg protagonizada por un Christian Bale adolescente y su vida en un campo de concentración durante la ocupación de Japón en China durante la Segunda Guerra Mundial. Esa historia, ficticia pero con experiencias reales del autor, era una adaptación de la novela del mismo nombre de J. G. Ballard, y ese libro, sin leer, lleva años en mi estantería por la misma razón que otros muchos: ya he visto la peli, el libro puede esperar. Por eso hace unos años decidí adentrarme en la experiencia de conocer a este autor con otras novelas, y dejadme deciros que todo lo que yo he leído de Ballard hasta el momento está en las Antípodas del tipo de historia que se narra en El imperio del sol. De hecho lo conocí con Rascacielos, una distopía bastante radical que he leído ya dos veces y que me encantaría leer una tercera vez en un futuro cercano. Tremenda, cruel e imposible de recomendar salvo para lectores con gustos muy concretos. La que os traigo hoy es una novela postapocalíptica muy distinta en cuanto a temática, pero que se adentra igualmente tanto en lo más recóndito como en lo peor de la naturaleza humana.

Estamos en un mundo que, tal como reza el título, está sumergido bajo las aguas. El disco solar ya no es una esfera definida, sino una elipsis que abarca todo el horizonte como una bola de fuego. Los gigantescos cataclismos ecológicos que cambiaron el clima de la Tierra comenzaron unos sesenta o setenta años antes del momento en que arranca la historia. Las capas exteriores de la ionosfera desaparecieron, la Tierra quedó sin protección, la temperatura empezó a subir, los casquetes polares empezaron a derretirse liberando millones de litros cúbicos... y el problema no radicaba solo en la subida del nivel del agua, sino que esa agua arrastraba toneladas de sedimentos y cieno sumergido que los nuevos mares empujaron hacia las costas, cambiando la forma y el contorno de los continentes, adentrándose cada vez más hacia el interior arrastrando todo ese barro y formando lagunas dentro de las ciudades... Empezaron a crecer las formas vegetales y a aumentar el nivel de radiactividad provocando mutaciones. La población se vio obligada a abandonar las ciudades cuando los diques fueron incapaces de controlar la entrada masiva de agua y cieno y a huir y emigrar paulatinamente a lo que antes se conocía como el círculo polar ártico (y que ya es una zona subtropical), y allí están ahora los restos de una humanidad compuesta por apenas cinco millones de personas que está condenada a la extinción, porque tarde o temprano tampoco allí será posible la habitabilidad. 

La historia comienza en una ciudad a la que no se da nombre al principio porque el protagonista no lo sabe... los que han nacido en el polo no saben ya de ciudades ni de civilizaciones, solo existe el polo y el mundo sumergido (tarde o temprano averiguaremos que esta ciudad es Londres, aunque no es algo que afecte en nada a la trama). Este protagonista, Robert Kerans, es un biólogo que forma parte de una expedición militar que va recorriendo Europa de sur a norte. El objetivo de su laboratorio es trazar mapas biológicos; el de los militares a los que acompaña es encontrar puertos que puedan usarse en un futuro mejor e hipotético. Desde su llegada hace unos meses a la ciudad Kerans decidió que quería estar alejado del resto y se alojó en una suite situada en una planta muy alta del Ritz (las diez primeras plantas están bajo el agua). Cuando se asoma al balcón lo que ve ante sí es una laguna que, bajo su superficie, es más bien un pantano de desperdicios, y esta laguna es una de las tres principales que hay en la ciudad. Aparte de los miembros de esta expedición, en la ciudad solo permanece una mujer, Beatrice, que vive en el edificio que pertenecía a su familia y con la que Kerans mantiene una relación. Todo sigue su rutina, todo se desarrolla como en cada ciudad que han estudiado y analizado, hasta que dos sucesos lo trastocan todo: uno es la situación límite en la que se encuentra uno de los miembro de la expedición y sus consecuencias; el otro es la decisión que toman Kerans y Beatrice cuando la expedición decide abandonar la ciudad y seguir su camino hacia el norte. Kerans el impertérrito, Kerans el asceta, toma una serie de decisiones impropias de él que se verán complicadas con la entrada de nuevos personajes en escena... y en un mundo como este, todo lo nuevo suele ser para peor.

El mundo sumergido es una novela muy compleja y casi imposible de limitar a lo que pueda contaros en estos pocos párrafos, porque tiene casi tantas capas como ese cieno y esa inmundicia que subyacen bajo la superficie de las lagunas. No voy a pretender que soy capaz de desglosaros todo eso aquí porque no me llega el intelecto, así que me voy a limitar a apuntaros las tres particularidades más importantes que debéis tener en cuenta a la hora de decidir si os interesa leer el libro.
 
Una es el propio cambio climático que provoca la hecatombe que sumerge el planeta bajo las aguas y empieza a revertir el entorno a un estado propio de hace muchos millones de años. La ciudad vive bajo el yugo y el reinado de las gigantescas iguanas y basiliscos, que una vez más dominan la faz de la tierra. Los únicos edificios que permanecen en pie son los de acero de la zona financiera y comercial, todo lo demás yace bajo el agua; bosques gigantescos y miásmicos surgen de las aguas retornando el entorno y la fauna a las formas que ya tuvieron hace millones de años, en el triásico, cuando las condiciones eran parecidas... el equilibrio ecológico se ha invertido, los mamíferos apenas son capaces de procrear y los anfibios y reptiles, mucho mejor adaptados a un ecosistema como este, son los reyes del cotarro... Es decir, que vemos a esta expedición buscando recursos, investigando, haciendo algo porque HAY que hacer algo, pero desde el primer momento el tono del libro transmite la certeza de que todo eso no sirve para nada, que ya nadie lee esos informes porque para nada sirven, que tarde o temprano todo llegará también al polo, que tienen los días contados y que lo único que no saben es señalar la fecha concreta en el calendario para la extinción. No hay soluciones, no hay propuestas. No hay nada.

Todo esto el autor lo lleva a un terreno filosófico que enlaza con la ciencia y es lo más arduo de asimilar de la novela (y la segunda particularidad que quería comentaros). Si algunos de esos personajes deciden quedarse en esa ciudad lo hacen para morir, porque en apenas unos meses será completamente inhabitable y ya nadie volverá a por ellos, pero es que algunos de esos personajes ya están en un punto de no retorno. Los humanos se están transformando tanto psicológica como físicamente en armonía con un entorno prehistórico para el que no están preparados... pero la evolución inversa, esa que subyace en nuestro subconsciente, tiene mucho que decir al respecto. Todos los miembros de la expedición han tenido el déjà vu de haber visto todo esto antes, recuerdos biológicos que han hibernado y han estado adormecidos durante miles de generaciones... cada uno de ellos tiene la edad de todo un reino biológico, y a medida que el entorno retrocede en el tiempo geofísico, la personalidad se reorienta y puede arrastrar al ser humano hasta hacerle perder la razón. Es en ese momento cuando se empieza a hablar sobre unos sueños, sueños que tarde o temprano empiezan a afectar a todos los seres humanos que permanecen en esa ciudad sumergida. Pero ¿son sueños realmente? No, no lo son... son recuerdos orgánicos de millones de años atrás, una memoria biopsíquica que les aterroriza y que solo los restos de dominio consciente mantienen a raya... en algunos casos. Para otros ya no hay esperanza alguna.
 
Y cuando ya tenemos todo esto claro, cuando ha quedado establecida la parte filosófica de la novela, entra el ser humano en escena. Porque sí, hasta ahora hemos tenido varios personajes, todos distintos, todos con sus miedos, todos con su distinta forma de afrontar la vida que les ha tocado vivir, pero al fin y al cabo pertenecen a una misma comunidad, trabajan por un fin común, colaboran, conviven... pero hay otro tipo de humanos en esta historia, piratas distópicos que vandalizan y saquean las ciudades bajo las aguas en busca de tesoros...  y este tipo de individuos dejaron mucho tiempo atrás las convenciones sociales y el sentido moral de lo que está bien o mal. Aquí no puedo entrar porque os estaría contando cosas que no debo contar, pero si algo deja claro siempre Ballard en sus novelas (al menos en las que yo he leído) es que los peores enemigos del hombre son los propios hombres, y que si algo puede salir mal ten por seguro que va a salir peor: no da un paso atrás y no endulza lo que tiene poca solución. En sus libros no contemplas la baza de "a lo mejor no pasa lo que creo que va a pasar": los seres humanos son crueles y aquí hemos venido a empaparnos de un poco de realidad.
 
Si habéis llegado hasta aquí os habréis dado cuenta de que la narración de Ballard es, más allá de la ambientación postapocalíptica, muy pesimista, y más allá de la acción predominante hacia la segunda mitad de la novela, muy introspectiva. La escasez aparente de páginas puede llevar a engaño, pues no es una novela ligera ni rápida de leer (no al menos si quieres asimilarla y comprender al autor en lo que quiere contar). De hecho la primera mitad funciona a modo de presentación, una exposición que Ballard reparte minuciosamente a lo largo de unos cuantos capítulos donde el lector tiene que asimilar no solo el mundo que rodea a los protagonistas sino a esos mismos protagonistas, su función en la novela y cómo les está afectando el entorno a niveles muy profundos y muy complejos. Y es en cierto momento, cuando se aproxima la hora de abandonar la ciudad, cuando la narración hace clic y Ballard comienza a contarnos la otra subtrama que le interesa: la dicotomía entre las personas que pierden voluntariamente la humanidad en un mundo especialmente apto para esa deshumanización y aquellos que deciden rendirse y claudicar ante esa nueva realidad ambiental, les lleve esa decisión hacia donde les lleve.

No busquéis en El mundo sumergido una novela de acción trepidante, escenas vertiginosas y ritmo febril tan habituales en la literatura de género actual. Más bien al contrario, la narración es muy, muy reflexiva, filosófica, asume teorías científicas y cuestiona constantemente muchos aspectos de la memoria genética y la adaptación al entorno. El calor asfixiante, la pestilencia de las lagunas, las iguanas vigilantes, los mosquitos de tamaño prehistórico, los sueños terroríficos, la sensación implacable de que todo lo que hacen realmente no sirve para nada, que al planeta le quedan dos telediarios pero al ser humano le quedan todavía menos porque antes de que se vaya todo al carajo van a perder todos la cabeza... esas sensaciones impregnan cada una de las páginas de una atmósfera opresiva y una expectación constante que te hace como lector plantearte muchas preguntas, cuestionarte si las cosas podrían ser tal y como Ballard las concibe, si esa regresión biológica sería posible... y realmente no hay respuesta a ninguna de estas cuestiones (y esperemos no tener que descubrirlo nunca, aunque vamos camino de ello). No hay esperanza en este libro, no hay soluciones de última hora que vengan a salvar el día. Cuando el mundo tal cual lo conocemos se arrastra hacia su extinción, poco puede la humanidad hacer al respecto. No somos nada, y Ballard lo sabía.
 
   

J. G. Ballard (1930-2009), uno de los grandes nombres de la ciencia ficción, nació en Shanghái y, tras la invasión japonesa, fue internado con su familia en un campo de concentración, experiencia que recuerda en "El imperio del sol". Estudió medicina, pero, después de diversos empleos, a partir de 1962 se dedicó por completo a la escritura. Ballard es también autor de numerosos relatos.

lunes, 7 de octubre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: MUCH DITHERING - Dorothy Lambert


 
Título original: Much Dithering
Autora: Dorothy Lambert
Editorial: Palabra
Traducción: Diego Pereda
Páginas: 256
Fecha publicación original: 1938
Fecha esta edición: enero 2023
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,90 euros
Imagen de cubierta: View from a window in Marienstrasse (Adolph von Menzel, 1867)

Los cotilleos y los enredos amorosos revolucionarán la apacible vida de los habitantes del pintoresco pueblo inglés, Mutch Dithering, en esta novela costumbrista. "Si por algo destacaba Much Dithering era por su tranquilidad. Los pocos que pasaban por el pueblo, por la mañana, por la tarde o por descuido, exclamaban desde sus carruajes: "¡Qué tranquilidad! ¡Qué paz!", y algunos añadían que sería un lugar magnífico en el que reposar para siempre, aunque en vida prefiriesen algo más animado". Jocelyn Renshawe, la joven viuda y singular heroína de esta deliciosa comedia costumbrista, está a punto de protagonizar una serie de hechos que verán amenazada la pacífica vida rural de los habitantes de Much Dithering. La comunidad, reacia a las novedades, recibe con reticencia a una nueva familia: los Murchison-Bellaby, que se ven enredados en ciertos asuntos con los hermanos Hedgecock, Ermyntrude, la madre de la protagonista, y la misma Jocelyn. En esos momentos aparece también el misterioso Gervase Blythe, conocido del coronel Tidmarsh, quien, involucrado de alguna manera en los últimos acontecimientos, contribuirá a alterar definitivamente la vida apacible y monótona del pueblo y de nuestra heroína.

Much Dithering es uno de los taitantos libros que compré el año pasado durante mi visita exprés a la Feria del Libro de Madrid (este año, por desgracia, no he podido ir). Me llamaba muchísimo la atención porque ¿a quién no le va a gustar un clásico de los años 30 ambientado en un pueblo de la campiña inglesa donde todo gira alrededor de los enredos amorosos de varios personajes y que rezuma encanto por los cuatro costados? Pues eso, que apostaba a caballo ganador. Os cuento.

Cuando hablamos de los Ditherings estamos hablando de dos pequeños pueblos colindantes: uno es Much Dithering y el oto es Little Dithering. El pueblo que a los lectores les interesa es Much Dithering, que además da nombre al libro. La señora del lugar es la honorable Augusta Renshawe, que vive en la Abadía, está un poco anticuada, es dueña de muchos de los terrenos y negocios del pueblo y no quiere que nada, absolutamente nada, cambie (la modernidad para los modernos, que diría aquel). Augusta está viuda y su único hijo también falleció muy joven, así que su familia se reduce a Jocelyn, la viuda de su hijo... salvo el heredero de todo su imperio, un joven con muy mala fama a quien no se le ve el pelo hace años y que dejó todo en manos de la vetusta señora. Pero volvamos a la nuera, Jocelyn, que realmente es la protagonista de nuestra historia. Jocelyn tiene solo veinticinco años, pero vive, piensa y se comporta como si tuviese cien. Es tan mansa, tiene tan pocas inquietudes, está tan alejada de su cabeza la mera idea de vivir un poco la vida que todo el pueblo la tiene por un pan sin sal. El lector no solo se da cuenta de que esa es una percepción un tanto errónea, sino que además es muy buena, muy aristocrática y muy guapa, una combinación que tarde o temprano empieza a levantar pasiones. Y por si fuera poco aparece la madre de Jocelyn, todo un personaje a quien nadie en su sano juicio quiere cerca (ni siquiera su hija)... y los hijos del tabernero, que darán problemas porque corre sangre italiana por sus venas (¡pecado mortal!)... y los  Murchinson-Bellaby, que se han trasladado a provincias para iniciar una carrera en el Parlamento para su díscolo hijo (lo que les espera)... y nuestro galán galanzote, Gervase Blythe, del que no se sabe nada y él tampoco hace gran cosa por despejar dudas (pero parece todo un caballero y eso ya abre puertas). En fin, que con lo tranquilo que era este pueblo y como se anima la cosa en un periquete...

Quizá debería empezar diciendo que el título del libro, que es realmente el nombre del pueblo, tiene doble sentido, pues Much Dithering podría traducirse como "grandes titubeos/muchos titubeos" (tal como indica una nota a pie de página nada más comenzar la novela) y, como digo, esto podría interpretarse de dos maneras: una irónica (por la placidez y sosiego del pueblo, que de vacilación y titubeo tiene más bien poco) o de una otra mucho más literal (cuando les llegan estas "hordas de extranjeros" dudan, no se deciden a integrarlos y aceptar los cambios y nuevos aires que traen con ellos). Si lo leéis, ya decidiréis de qué lado estáis.

En cualquier caso, esta es la historia de un pequeño pueblo asentado en sus costumbres, donde nunca pasa nada, donde todos los días son iguales, donde las rutinas forman parte de la existencia misma y donde cualquier cosa que se salga de lo normal divide la opinión del vecindario: unos se llevan las manos a la cabeza y otros se frotan las manos esperando el salseo... y claro, llega tanta gente nueva de repente que la vida se les pone patas arriba y empiezan a pasar un montón de cosas: para algunos personajes será el comienzo de algo maravilloso, mientras que para otros las cosas se complicarán y no saldrán como ellos quieren. La aparición de extraños en comunidades cerradas, ya fuese de paso ya fuese para instalarse, era una temática habitual en las novelas de Lambert, y además una fuente estupenda para que todo tipo de escándalos, amoríos y chismorreos diesen que hablar durante mucho tiempo a los vecinos.

Sin lugar a dudas el plato fuerte de la novela son sus protagonistas principales, porque Lambert los dibuja con cariño pero también, en según qué casos, con mucho humor. La honorable Augusta es una dama severa y cuadriculada que no quiere que cosas tan espantosas como un surtidor de gasolina le estropeen su pueblo, pero luego, en lo que a Jocelyn y su futuro se refiere, es la más sensata y la más moderna de todo el vecindario. La tía Mllicent es una metomentodo que va de celestina cuando lo que a ella le gustaría en el fondo (aunque no lo admita) es buscarse un buen mozo para ella (o un mozo, a secas; las exquisiteces para quienes pueden permitírselas); el coronel Tidmarsh es un aburrido y amargado que dice que está enamorado y lo único que busca es una mujercita joven y guapa que le cuide en la vejez; Jocelyn está aletargada y anestesiada porque jamás ha tenido la oportunidad de ponerse el mundo por montera, pero cuando se presenta la oportunidad la pilla al vuelo y sin sujetarse los pololos; Gervase Blythe es encantador y perfecto y no hay más que decir sobre él; Adrian es un picaflor que está a punto de recibir su merecido al darse cuenta de que en un pueblo no puedes comportarte como en Londres; y Ermyntrude Lascelles, la madre de Jocelyn, es todo un personaje, como no podría ser menos con ese nombre: una señora maquillada como una puerta que viste para matar, persigue jovencitos a quienes miente sobre su edad, se avergüenza del muermo de su hija, vive en una realidad alternativa y peculiar donde todos los hombres le persiguen y están epatados con ella y que, como no, al final es de la que triunfa a su manera y se sale con la suya. No sé si Lambert conocía a alguien así en la vida real que le sirvió de inspiración, pero de ser así, yo creo que la admiraba en la misma proporción en que la despreciaba.

Coged la comparación con pinzas porque en el fondo no se parecen en nada, pero la idea es la misma que en Cranford: quitad todas las muertes y las cosas malas que ocurren en el libro de la Gaskell (que las hay, aunque muchos lectores se queden solo con el lado acogedor y bonito de la historia) y quedaos con la idea de un pueblo pintoresco con unos personajes con mucho encanto que dan mucho juego. A eso añadidle enredos y malentendidos, unos diálogos estupendos, relaciones secretas, algún que otro escándalo, un poco de romance salpicado de triángulos (¡y cuadrángulos!) imposibles, obras de teatro shakesperianas (donde la autora vuelca un poco de su propia vida en la campiña rural) y un par de misterios muy MUY obvios que se ven venir desde la Patagonia pero que ni son el objetivo de la trama ni pretenden impresionar al lector, así que da igual que los adivinéis desde casi antes de abrir el libro. En realidad todo el conjunto del libro es muy predecible, es de esas historias amables y tiernas que sabes perfectamente cómo van a acabar, pero es muy entretenido, tiene ese charm británico que tanto nos gusta a muchos lectores y es una elección estupenda para leer entre libros más densos. No es un librazo, pero cumple con lo que promete, te saca alguna sonrisa, se lee con gusto y se disfruta, y a veces es lo que te pide la vida (realmente es lo que hoy en día denominamos lectura cozy, pero he evitado el término toda la reseña de lo aburrida que estoy de escucharlo... claudico, pero a regañadientes xD).

Y dicho todo esto, también tengo que dejar constancia de que he disfrutado del libro a pesar de su traducción, que no está a la altura y que a ratos deja mucho que desear. Y no lo digo por decir, tiene cosas tan raras que he comprado el kindle en inglés para poder ir comparando y comprobando (y entendiendo lo que no se entiende bien en castellano). No voy a incidir en esto que me pongo siempre muy pesada cuando me encuentro estas cosas, pero vaya, que llevamos una racha de traducciones malas e inadecuadas de clásicos en diversas editoriales que da para hablar largo y tendido. Y se lo pido por favor a futuros traductores de clásicos... en los años 30 del siglo XX no existían ni se usaban expresiones como "chulo de playa". Un poco de seriedad.

Enfados aparte, me he cuidado muy mucho de no contaros realmente nada sobre la trama, porque ya digo que es un poco a la carta y creo que cuanto menos sepáis, mejor. Me extraña muchísimo que ninguna de las cadenas televisivas británicas tipo BBC o ITV se hayan acordado de esta historia para hacer una miniserie de época de esas tan maravillosas que hacen, porque tiene todos los ingredientes para hacer la delicias de los epoqueros de pro como servidora.

Por cierto, la novela no es que sea especialmente navideña pero buena parte de ella transcurre durante la Navidad, que la tenemos a la vuelta de la esquina y sé que a muchos os interesan este tipo de lecturas estacionales. De hecho, tal y como se comenta en la introducción de la novela, Much Dithering surgió a raíz de una pieza teatral escrita por Lambert titulada Fiesta de Navidad, donde aparecían varios personajes como Jocelyn o el coronel Tidmarsh. Cuatro años después de esa representación vio la luz Much Dithering, que incluía no solo a esos dos personajes (junto a otros muchos), sino también esas mismas escenas navideñas de la obra de teatro.

 




Dorothy Lambert nació el 17 de febrero de 1884 en el condado de Cork, en Irlanda, donde vivió hasta su matrimonio. En 1906 se casó con Eric Lambert, un abogado con el que se trasladó poco después a Bombay, donde nació su hija Eileen. Dorothy regresó a Cork en julio de 1913. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la familia estaba de nuevo en la India, y Eric fue llamado a filas, pero regresaron a Inglaterra al terminar el conflicto. Los Lambert se asentaron en Shepherdswell, a unos kilómetros de Dover. Dorothy y su familia se involucraron en la vida social y cultural de la ciudad, en la que eran frecuentes las representaciones de obras de teatro, escritas en algunos casos por la propia Dorothy. Su carrera como novelista comenzó cuando tenía 43 años, y en 1953 publicó la que sería su vigésimo séptima y última novela. Dorothy Lambert falleció cerca de Dover en 1967.