Título original: Nueve semanas (justas-justitas)
Autor: P.L. Salvador
Editorial: Pez de Plata (colección Subversiva)
Prólogo: Constantino Bértolo
Ilustración de cubierta e interiores: Gallota
Nueve semanas (justas-justitas) es lo que dura esta historia. Nueve. Ni un día más ni un día menos. Más semanas que esas hace que lo leí, pero es un libro especial. De las reseñas que más me ha costado escribir al sentarme ante el ordenador en mi silloncito en Netherfield. Encima me siento una plagiadora (confío en el perdón del autor [o eso espero]). Y aun así no creo que sepa transmitiros el carácter de esta novela (estoy espesa-espesita-espesota). Ni el del escritor. Mea culpa-culpita-culpota. Pero tenéis que entender lo que os vais a encontrar. Y por intentarlo que no sea, oiga. Porque esta obra se merece en realidad una reseña sesuda-señorona. Pero de esas ya tiene muchas (Google es nuestro amigo), yo no sería capaz de hacerla y además voy por libre. Así que se hará lo que se pueda, y lo que no se pueda no se hará. Filosofía de la barata-baratita-baratota... Al toro. Por los cuernos.
Ahora que está de moda eso de los aspirantes a chef. De sobra es conocido el concepto de cocina minimalista (en realidad tiene muchos). A mí solo me interesa uno. Ese de servir todos los alimentos separados por piezas para que el comensal una los sabores. Ese. Pues eso es Nueve semanas (obvio el justas-justitas, que se sobreentiende). La deconstrucción de una novela en muchas partes. Tantas como sus protagonistas. Todas presentadas ante el lector en sus pequeñas cucharas-cucharitas-cucharotas. Y es el lector quien debe masticar esas partes juntas para dar forma a la historia. O eso nos hace creer el autor. Pero no es así. Él es quien ha dado forma primero a ese plato estrella. Todo el plato. Con todos sus ingredientes, con su sabor final. Y una vez lo ha cocinado, solo entonces, es cuando lo ha dividido en numerosas partes para presentarlo al refinado paladar del lector. A ver si sabe unirlas y comprenderlas en la boca. Y diréis: así son todas las novelas. Pues no. Porque en este caso es literal. La división es literal ante nuestros ojos. En piezas-piecitas-piezotas. Arquitectura literaria. Entre otras cosas. Metaliteratura. Entre otras cosas. Vigor ideográfico. Entre otras cosas.
Entonces aparece el padre de Dedé (editor). No quiere al golfo de Bloss como yerno. Se hace con el libro. Se lo endosa a uno de sus negros literarios para que lo termine y lo meta en un cajón. Y además le pide que le busque un nuevo novio a Dedé. Pero el negro nos ha salido romántico. Está a favor del amor bladi-bladi-bla. Y quiere su ración de protagonismo. Él también se enamora. Pero no de Dedé. Ni de Bloss. Ni del editor, claro (lo odia). Se enamora de Nené, madre de Dedé, ex-mujer del editor. Y p'alante como los de Alicante. Porque puede parecer que os he contado mucho, pero no os he contado nada. Lo de menos es la historia. Bueno, tampoco es eso. Sí, pero no. Qué difícil es esto.
Tantos narradores en primera persona como personajes. Escriben. Se leen unos a otros. Se van pasando la historia. Comentan lo que otro personaje ha dicho. Lo corroboran. Lo desmienten. Se ofenden con lo que se dice de ellos. Descubren cosas que no sabían. Corrigen cuando algo creen que no es cierto. Se releen a sí mismos. Se corrigen también a sí mismos. Democracia interpersonajística (yo también me invento palabras). Cotejan datos. Si se les alude, contestan. Cada cual es narrador de su capítulo y hace que la historia avance como quiera. Ya vendrán los demás a leer su parte y actuar en consecuencia. Y ya al final, casi al final, cuando no lo ves venir, viene. La puntilla. Puntilla-puntillita-puntillota. La que solo sabe dar un escritor que ha sido rechazado antes. Puntilla a las editoriales. Puntilla a las mafias editoriales. Puntilla a los premios editoriales. Puntilla a los lectores que nos tragamos todo eso entero-enterito-enterote. Sin agua. Tapándonos la nariz con los dedos-deditos-dedotes. Sin atragantarnos.
Estilo personal-personalísimo. Frases cortas-cortísimas-cortas. Puntos suspensivos. Paréntesis. Corchetes dentro de paréntesis. Llaves dentro de los corchetes dentro de los paréntesis. Diminutivos. Repeticiones. Caústica pura-purita-purota. Sarcasmo prístino-pristinote. Y no os perdáis los nombres. Fluxy, Ekly, Dedé, Nené, Kladd, Yokla, Poklé, Églex...
A veces llegan a tus manos libros de la manera más inesperada. Y tienen un no-sé-qué que te sorprende. Y ya no los olvidas. Se quedan en la cabeza-cabezota. Puede ser por su trama, o gracias a sus personajes. En ocasiones es la narración o, si tienes mucha suerte, un estilo, un carácter. Una personalidad que bombea atronadora desde las páginas. No olvidas el libro ni la voz de su autor. No os engaño si os digo que en este caso es todo eso. Junto. Todo-todito-todo. Todote. Da igual como yo os lo describa. Lo he intentado pero da igual. Porque casi con toda seguridad no habéis leído nada parecido. Y deberíais. Para colmo nombra a Pacino. El de los 70. El que me tiene enamoriscá. Suspirín.
Páginas: 127
Fecha de publicación: septiembre 2016
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16 eurosIlustración de cubierta e interiores: Gallota
Esta es la historia de Bloss Ñejer, un golfo irresistible que siempre vivió de las mujeres porque ellas se lo permitieron. Nació guapo y con talento, pero él no tiene la culpa. Tampoco tiene la culpa de ser escritor. Maldita sea, lo necesita. Necesita escribir. Necesita registrar sus sensaciones en una libreta-diario. Bloss es un canalla, un tipo burlón que le planta cara a la vida enseñando los dientes. Apretando los dientes. El éxito es esquivo y la vida golpea. Pero de uno de esos golpes (un golpe de suerte) nacerá un nuevo estilo literario cuyo poder de seducción va más allá de los lectores y de la propia literatura. Un estilo inimitable que todos imitarán. Un estilo contagioso, indecoroso, sedicioso. El estilo de un hombre al que ya le toca ganar. Así pues, experimentemos...
Nueve semanas (justas-justitas) es lo que dura esta historia. Nueve. Ni un día más ni un día menos. Más semanas que esas hace que lo leí, pero es un libro especial. De las reseñas que más me ha costado escribir al sentarme ante el ordenador en mi silloncito en Netherfield. Encima me siento una plagiadora (confío en el perdón del autor [o eso espero]). Y aun así no creo que sepa transmitiros el carácter de esta novela (estoy espesa-espesita-espesota). Ni el del escritor. Mea culpa-culpita-culpota. Pero tenéis que entender lo que os vais a encontrar. Y por intentarlo que no sea, oiga. Porque esta obra se merece en realidad una reseña sesuda-señorona. Pero de esas ya tiene muchas (Google es nuestro amigo), yo no sería capaz de hacerla y además voy por libre. Así que se hará lo que se pueda, y lo que no se pueda no se hará. Filosofía de la barata-baratita-baratota... Al toro. Por los cuernos.
Ahora que está de moda eso de los aspirantes a chef. De sobra es conocido el concepto de cocina minimalista (en realidad tiene muchos). A mí solo me interesa uno. Ese de servir todos los alimentos separados por piezas para que el comensal una los sabores. Ese. Pues eso es Nueve semanas (obvio el justas-justitas, que se sobreentiende). La deconstrucción de una novela en muchas partes. Tantas como sus protagonistas. Todas presentadas ante el lector en sus pequeñas cucharas-cucharitas-cucharotas. Y es el lector quien debe masticar esas partes juntas para dar forma a la historia. O eso nos hace creer el autor. Pero no es así. Él es quien ha dado forma primero a ese plato estrella. Todo el plato. Con todos sus ingredientes, con su sabor final. Y una vez lo ha cocinado, solo entonces, es cuando lo ha dividido en numerosas partes para presentarlo al refinado paladar del lector. A ver si sabe unirlas y comprenderlas en la boca. Y diréis: así son todas las novelas. Pues no. Porque en este caso es literal. La división es literal ante nuestros ojos. En piezas-piecitas-piezotas. Arquitectura literaria. Entre otras cosas. Metaliteratura. Entre otras cosas. Vigor ideográfico. Entre otras cosas.
Experimentemos. Es un decir. Yo voy a experimentar. Vosotros podéis acompañarme en este viaje, y tal vez terminéis entrando en la historia, aunque no hay nada seguro, ni siquiera ¡yo! sé qué va a pasar de aquí en adelante.
Empezaré poniéndome nombre. Uno especial. Fortuito. Bloss. No está mal. He tecleado al azar. ¿Y cómo es Bloss?Así comienza todo. El nacimiento como personaje del golferas de Bloss (Blossín-Blossy-Cerdibloss). Que no es un personaje. Lo es, pero no lo es. Se presenta como si lo fuera. Y luego está Dedé. Dedé está escribiendo su primera novela. Bloss es su personaje. Pero Bloss es real y se pone también a escribir. Dedé lee lo que escribe Bloss (no dice que lo lee... lo lee delante de ti). Le gusta. Lo implementa en su novela. Ahora escriben los dos la novela de Dedé. Bloss y Dedé. Bloss es también el tío con el que Dedé se acuesta. Y Dedé se convierte en la musa-musota de Bloss. ¡Se enamora de ella! Y lo que era una novela deja de serlo, porque comienza a ser algo demasido íntimo, demasiado personal. Hay que sacar a Dedé y Bloss de las entrañas de su propia novela. Que se pongan a escribir otra cosa. Algo menos... intrínseco.
Entonces aparece el padre de Dedé (editor). No quiere al golfo de Bloss como yerno. Se hace con el libro. Se lo endosa a uno de sus negros literarios para que lo termine y lo meta en un cajón. Y además le pide que le busque un nuevo novio a Dedé. Pero el negro nos ha salido romántico. Está a favor del amor bladi-bladi-bla. Y quiere su ración de protagonismo. Él también se enamora. Pero no de Dedé. Ni de Bloss. Ni del editor, claro (lo odia). Se enamora de Nené, madre de Dedé, ex-mujer del editor. Y p'alante como los de Alicante. Porque puede parecer que os he contado mucho, pero no os he contado nada. Lo de menos es la historia. Bueno, tampoco es eso. Sí, pero no. Qué difícil es esto.
Tantos narradores en primera persona como personajes. Escriben. Se leen unos a otros. Se van pasando la historia. Comentan lo que otro personaje ha dicho. Lo corroboran. Lo desmienten. Se ofenden con lo que se dice de ellos. Descubren cosas que no sabían. Corrigen cuando algo creen que no es cierto. Se releen a sí mismos. Se corrigen también a sí mismos. Democracia interpersonajística (yo también me invento palabras). Cotejan datos. Si se les alude, contestan. Cada cual es narrador de su capítulo y hace que la historia avance como quiera. Ya vendrán los demás a leer su parte y actuar en consecuencia. Y ya al final, casi al final, cuando no lo ves venir, viene. La puntilla. Puntilla-puntillita-puntillota. La que solo sabe dar un escritor que ha sido rechazado antes. Puntilla a las editoriales. Puntilla a las mafias editoriales. Puntilla a los premios editoriales. Puntilla a los lectores que nos tragamos todo eso entero-enterito-enterote. Sin agua. Tapándonos la nariz con los dedos-deditos-dedotes. Sin atragantarnos.
Estilo personal-personalísimo. Frases cortas-cortísimas-cortas. Puntos suspensivos. Paréntesis. Corchetes dentro de paréntesis. Llaves dentro de los corchetes dentro de los paréntesis. Diminutivos. Repeticiones. Caústica pura-purita-purota. Sarcasmo prístino-pristinote. Y no os perdáis los nombres. Fluxy, Ekly, Dedé, Nené, Kladd, Yokla, Poklé, Églex...
A veces llegan a tus manos libros de la manera más inesperada. Y tienen un no-sé-qué que te sorprende. Y ya no los olvidas. Se quedan en la cabeza-cabezota. Puede ser por su trama, o gracias a sus personajes. En ocasiones es la narración o, si tienes mucha suerte, un estilo, un carácter. Una personalidad que bombea atronadora desde las páginas. No olvidas el libro ni la voz de su autor. No os engaño si os digo que en este caso es todo eso. Junto. Todo-todito-todo. Todote. Da igual como yo os lo describa. Lo he intentado pero da igual. Porque casi con toda seguridad no habéis leído nada parecido. Y deberíais. Para colmo nombra a Pacino. El de los 70. El que me tiene enamoriscá. Suspirín.
P.L. Salvador (Valencia, 1959) es el pseudónimo de Salvador Pérez López (no es el único Salvador Pérez López, mientras que no hay otro P.L. Salvador).
De naturaleza y posición autodidacta, lleva cincuenta años estudiando por su cuenta y confiesa que, incluso habiendo aprendido muchas cosas, sigue sabiendo poco.
Ha publicado Donde la brisa te habla, El séptimo sentido, Nadando contracorriente, Egregios (Premio I Certamen Literario Imprimátur) y De lobos (divergentes). Con el relato ¿No es un día seductor? ganó el Concurso de Relato Breve Ciudad de Arnedo 2010.
Es el guitarrista del grupo musical Prolýmbux, con el cual ha grabado tres álbumes.
En la actualidad se gana la vida creando joyas, reparándolas, pero en el pasado trabajó de casi todo.
Su musa se llama Marleen.
Vale... Ummmmm!!! A ver... Jejeje!!!
ResponderEliminarHay que leerlo.. Jejeje!!! Me encanta cuando uno no sabe que se va a encontrar en un libro, y si además, domina el surrealismo en forma de metaliteratura... Está genial encontrarse de vez en cuando algo que trastoque nuestra monotonía... Un libro que se salga de la tangente...
Lo has intentando... Y creo que lo has conseguido (creo) jeje ;)
A mí me has convencido... Pero es que yo soy algo "rara" también...
Un saludo!!;)
¡Hola, guapa!
EliminarTe leo y dudo un poco si lo he conseguido realmente o no... jajaja. Si hubiese reseñado esta historia de manera normal y os hablo de Bloss y Dedé, de que escriben un libro, de que se meten otros personajes de por medio... corría el peligro de que os pareciese una novela más, cuando el estilo, la forma y la estructura lo son todo en la historia. Evidentemente esto es una copia barata (baratísima para mi vergüenza) de lo que podéis leer si os acercáis a esta novela, pero quería meteros en situación, por así decirlo.
Me alegro de haberte convencido (más o menos... jajaja)
¡Besote!
Pues tiene una pinta estupenda. Con todos esos ingredientes me animaría con ella.
ResponderEliminarEntiendo tu entusiasmo por el juego y porque parece que has sabido dar con la forma de juntarlo todo para que quede bien. Yo personalmente no puedo con estas cosas, me gusta lo original pero en cuanto a historias y personajes pero cuando empiezan las cosas raras de estructura me mareo. La historia se me pierde con tanta novedad estilística y narrativa y no me gusta.
ResponderEliminarSoy una simple, a mí dame huevos fritos con papas a un lado, de los de toda la vida. Lo demás se me escapa.
Besos
Tú lo has dicho, tiene un yo que se, que se yo que atrae; no lo conocía hasta ahora pero se ha despertado mi curiosidad, así que lo anoto y espero que no tenga que esperar mucho su turno...
ResponderEliminarUn besito.
Yolanda.
¡Hola!
ResponderEliminarNo conocía este libro y no ha captado mi atención del todo, por ahora lo dejo pasar aunque puede ser que en un futuro me anime a darle una oportunidad. muchas gracias por la reseña e ha gustado mucho. No conocía tu blog y lo he seguido, ¿pasarías por el mío y si te gusta te quedarías en el?.
¡Un abrazo!
Me alegra comprobar, Miss Hurst, que a ti también se te ha pegado el estilo de Bloss. Hasta Constantino Bértolo puso un todo-todito-todo en el prólogo. He de decir, sin embargo, que ese estilo (¡estilazo!) empieza y termina en esta historia. En las próximas quedará el minimalismo, los huecos, las secuencias como dardos.
ResponderEliminarA mí, tu reseña, me gusta más que mucho. Como dices, ya han escrito cosas más sesudas y tocaba espontaneidad. Haré un apunte sobre la novela: es intensa y se ha de leer con pausa. Varias personas me han dicho que disfrutaron más con la segunda lectura.
Y por lo menos dos (lectoras) la han leído tres veces y aseguran que habrá cuarta. Se ha dicho de ʽNueve semanasʼ que es una historia de amor en clave de humor con nueve gotitas de erotismo. Pero yo creo que es un estado de ánimo.
Pues ni idea de este libro. Pero desde luego tu reseña deja con ganas de leerlo!
ResponderEliminarBesotes!!!
Apuntado queda!
ResponderEliminarBesos
No sé. A lo mejor más adelante decida darle una oportunidad. Un beso.
ResponderEliminarPese a tu entusiasta reseña, no me termina de convencer. Besos.
ResponderEliminarMe ha sorprendido mucho tu reseña, y también este libro del que no había oído hablar. Parece muy original, y tal vez lo tenga en cuenta si me lo encuentro, ya que has conseguido despertar mi interés.
ResponderEliminar¡Besos!
Toma ya! Desde luego que con tu reseña logras captar el sentido de la novela y el interés de unos cuantos, yo incluida. Sin duda parece una novela diferente y muy muy original, no me importaría nada leerla!
ResponderEliminarGracias por traernos propuestas tan interesantes siempre ;) Besitos
Soy Marleen, la musa...
ResponderEliminarNo sé si soy imparcial, pero puedo decir que el libro me encantó. Lo leí ya 4 veces, y cada vez volvió a sorprenderme gratamente.
La reseña es buenísima. Menos mal que estabas "espesota", me ha hecho mucha gracia tu introducción a la reseña, jajejjeje.
ResponderEliminarBesotes
Pues no se como serán el resto de las reseñas que se han publicado, porque es la primera que leo de este libro, pero a mi me ha encantado y, si eres capaz de escribir así cuando estás espesa-espesita-espesota, no quiero ni pensar que harás cuando estés en tu salsa.
ResponderEliminarLa novela tampoco la conocía, pero viendo lo bien que te lo has pasado con ella, me la apunto.
Un beso.
La reseña me ha encantado, pero el libro no termino de tenerlo claro, no estoy segura de que sea para mí. Veremos. Un besote!
ResponderEliminarNo conocía la novela, pero parece muy curiosa, con ese estilo tan personal. Me la apunto, sin duda me has convencido :)
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