Título original: Ночь перед Рождеством (Noch péred Rózhdestvom)
Autor: Nikolái Gógol
Editorial: Nórdica
Traducción: Marta Sánchez-Nieves
Páginas: 115
Fecha publicación original: 1832
Fecha esta edición: noviembre 2017
Encuadernación: rústica con sobrecubierta
Precio: 9,95 euros Ilustración de cubierta: Alberto Gamón
Noche antes de Navidad en la idílica aldea ucraniana de Dikanka. La kutiá y el vodka ya están en la mesa, y los jóvenes van de puerta en puerta cantando las koliadki.
Todo está listo para la Nochebuena, pero el diablo hará de las suyas…
Decide robar la luna, dejando así la aldea a oscuras. Las estrellas
iluminarán una historia de amor que comienza.
Gógol vuelve a mostrarnos su capacidad e ingenio para deleitarnos con una bella historia popular que, en realidad, es una radiografía de las clases sociales en la Rusia zarista, a la vez que critica la superstición y calibra la moralidad de los altos estamentos y de las jerarquías eclesiásticas.
Gógol vuelve a mostrarnos su capacidad e ingenio para deleitarnos con una bella historia popular que, en realidad, es una radiografía de las clases sociales en la Rusia zarista, a la vez que critica la superstición y calibra la moralidad de los altos estamentos y de las jerarquías eclesiásticas.
Vamos con la segunda minirreseña navideña, y en este caso cambio completamente las tornas y la localización, porque además de irnos a un pueblecito de Ucrania, estamos ante una novela titulada Nochebuena, que efectivamente está ambientada durante esta noche previa a la Navidad pero que quizás es la menos navideña de las cuatro minirreseñas que os voy a traer. A mí me ha fascinado y sorprendido a partes iguales... supongo que porque esperaba algo totalmente distinto a lo que me he encontrado y lo que me he encontrado me ha parecido una joyita.
Noche antes de Navidad en Dikanka, un pueblecito ucraniano. Mientras sus habitantes se reúnen para celebrarla, o recorren sus calles cantando koliadki para alabar a Cristo, si miramos al cielo podremos ver dos cosas: por un lado, una bruja que sale volando en su escoba de una de las chimeneas de la aldea y se pone a robar estrellas del cielo; por el otro, un diablo que ha decidido robar la luna para enseñar a pecar a las buenas gentes y, sobre todo, fastidiar los planes del herrero, que ha pintado un mural en la iglesia del pueblo ridiculizando a los de su especie. ¿Qué planes del herrero son esos? Acudir a casa de su enamorada, una hermosa jovencita engreída que pasa mucho de él... pero para verla necesita que su padre abandone primero la casa porque no se llevan muy bien, cosa que el susodicho padre no hará si el pueblo se ve inmerso en la negrura más absoluta... ¿entendéis ahora por qué quiere el diablo robar la luna? Pero mientras la roba, se queda prendado de la bruja y se va a su casa con ella... y la cosa empieza a liarse mucho, porque no solo el herrero tiene que lidiar con la muchacha creída, el padre y el diablo, sino que en casa de la bruja también se lía parda porque digamos que más valen cien pretendientes en mano que uno volando.
Si leéis la segunda parte de la sinopsis parece un libro súper serio y de verdad que no, más bien todo lo contrario. Que ese análisis del microcosmos de una aldea ucraniana y de la Rusia zarista no os eche para atrás; sí, el autor se burla de los piadosos habitantes de Dikanka, de las costumbres y creencias populares, de la propia iglesia, de la omnipotente Rusia a la que Ucrania estaba integrada en aquella época... pero lo barniza todo con una pátina de humor e ironía que se implementa perfectamente en la trama festiva (por la cuenta que le traía, que en aquellos tiempos no estaba la cosa para criticar abiertamente).
Narrado del tirón, sin división en capítulos, esta historia está ambientada en Nochebuena pero es más bien un cuento lleno de magia (de la de los hechizos, me refiero, aunque también tiene mucho de la otra), enredos, fantasía y sátira (amable) con la eterna lucha entre el bien y el mal (aplicable a muchas cosas en la novela) contada de una manera divertida, las típicas cosas de la vida en una comunidad (trifulcas entre vecinos, infidelidades, enoramoramientos no correspondidos...), y un diablo que pretende ser malvado en su última noche en la tierra antes de que nazca Jesucristo y al que acaba pasándole de todo porque absolutamente nadie le toma en serio. Para quien prefiera leer algo navideño que se aleje de las lecturas típicas de estas fechas, es su libro. Muy, muy recomendable (¡con ilustraciones hubiese sido la repanocha!).
Noche antes de Navidad en Dikanka, un pueblecito ucraniano. Mientras sus habitantes se reúnen para celebrarla, o recorren sus calles cantando koliadki para alabar a Cristo, si miramos al cielo podremos ver dos cosas: por un lado, una bruja que sale volando en su escoba de una de las chimeneas de la aldea y se pone a robar estrellas del cielo; por el otro, un diablo que ha decidido robar la luna para enseñar a pecar a las buenas gentes y, sobre todo, fastidiar los planes del herrero, que ha pintado un mural en la iglesia del pueblo ridiculizando a los de su especie. ¿Qué planes del herrero son esos? Acudir a casa de su enamorada, una hermosa jovencita engreída que pasa mucho de él... pero para verla necesita que su padre abandone primero la casa porque no se llevan muy bien, cosa que el susodicho padre no hará si el pueblo se ve inmerso en la negrura más absoluta... ¿entendéis ahora por qué quiere el diablo robar la luna? Pero mientras la roba, se queda prendado de la bruja y se va a su casa con ella... y la cosa empieza a liarse mucho, porque no solo el herrero tiene que lidiar con la muchacha creída, el padre y el diablo, sino que en casa de la bruja también se lía parda porque digamos que más valen cien pretendientes en mano que uno volando.
Si leéis la segunda parte de la sinopsis parece un libro súper serio y de verdad que no, más bien todo lo contrario. Que ese análisis del microcosmos de una aldea ucraniana y de la Rusia zarista no os eche para atrás; sí, el autor se burla de los piadosos habitantes de Dikanka, de las costumbres y creencias populares, de la propia iglesia, de la omnipotente Rusia a la que Ucrania estaba integrada en aquella época... pero lo barniza todo con una pátina de humor e ironía que se implementa perfectamente en la trama festiva (por la cuenta que le traía, que en aquellos tiempos no estaba la cosa para criticar abiertamente).
Narrado del tirón, sin división en capítulos, esta historia está ambientada en Nochebuena pero es más bien un cuento lleno de magia (de la de los hechizos, me refiero, aunque también tiene mucho de la otra), enredos, fantasía y sátira (amable) con la eterna lucha entre el bien y el mal (aplicable a muchas cosas en la novela) contada de una manera divertida, las típicas cosas de la vida en una comunidad (trifulcas entre vecinos, infidelidades, enoramoramientos no correspondidos...), y un diablo que pretende ser malvado en su última noche en la tierra antes de que nazca Jesucristo y al que acaba pasándole de todo porque absolutamente nadie le toma en serio. Para quien prefiera leer algo navideño que se aleje de las lecturas típicas de estas fechas, es su libro. Muy, muy recomendable (¡con ilustraciones hubiese sido la repanocha!).
Nikolái Gógol (Soróchintsi, Ucrania, 1809 - Moscú, 1852). Escritor
ucraniano en lengua rusa. Hijo de un pequeño terrateniente, a los
diecinueve años se trasladó a San Petersburgo para intentar, sin éxito,
labrarse un futuro como burócrata de la administración zarista. Entre
sus primeras obras destacan Las veladas de Dikanka, Mirgorod y Arabescos.
En 1836 publicó la comedia El inspector,
una sátira de la corrupción de la burocracia que obligó al escritor a
abandonar temporalmente el país. Instalado en Roma, en 1842 escribió
buena parte de su obra más importante, Almas muertas, donde describía sarcásticamente la Rusia feudal. También en ese año publicó El capote, obra que ejercería una enorme influencia en la literatura rusa.