Título original: Touming de hongluobo
Autor: Mo Yan
Editorial: Kailas
Traducción: Blas Piñero Martínez
Páginas: 128
Fecha de publicación original: 1985
Fecha esta edición: 2017
Fecha esta edición: 2017
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16,90 euros Ilustración de cubierta: Rafael Ricoy
En pleno periodo colectivista en China, a finales de los años
cincuenta, un equipo de trabajo rural responsable de construir una
importante compuerta recibe a un extraño nuevo recluta: Tizón, un
muchacho flaco, silencioso y casi salvaje.
Asignado como ayudante del herrero en la forja del lugar de trabajo, Tizón muestra una indiferencia sobrehumana ante el dolor o el sufrimiento y, sin embargo, manifiesta una misteriosa sensibilidad hacia el mundo natural.
A medida que en la obra las relaciones entre los trabajadores se enturbian debido a los celos y las peleas, los ojos de Tizón permanecen fijos en un mundo que solo él puede ver, en busca de maravillas que solo él entiende. Un día encuentra todo lo que ha estado indagando encarnado de la manera más mundana e inesperada: un rábano.
El rábano transparente es picante, potente, absurda, conmovedora y capaz de capturar la esencia de la condición humana. Una novela temprana con el sello inconfundible del Premio Nobel Mo Yan.
Es una verdad universalmente reconocida que si te da pereza reseñar un libro (mucha, mucha pereza... toneladas de pereza... camiones de pereza...), lo mejor es pasar página, no reseñarlo... y pelillos a la mar. Pero claro, si ese estimulante de la pereza lo has leído a propósito para meterlo en un reto, y la pereza resultante de dicha pereza te impide ponerte a buscar otro libro que cumpla las (complicadas) condiciones del reto estando ya a las fechas que estamos, pues ni Jane Austen y sus frases chulipirulis te salvan. Ergo, heme aquí, reseñando El rábano transparente mientras nado en la pereza absoluta y hago esfuerzos por no ahogarme en ella chapoteando a modo perrillo y oteando el horizonte en busca de un flotador. Misión imposible, que diría Tom Crucero.
Lo mismo con esta intro no os ha quedado clara mi postura, que ya sabéis que soy una esfinge egipcia y nunca se me nota nada si me ha gustado un libro o no, así que por si acaso hago un esfuerzo y sintetizo: me he aburrido mucho. Apenas tiene 115 páginas y me ha costado un mundo leerlo. Y, ohmygod, ahora es cuando se abren los cielos y me parte un rayo (ya les gustaría a algunos xD): el autor, Mo Yan, es premio Nobel. Acabáramos... Al grano, que el tiempo es oro.
En la historia seguimos a Tizón, un niño esquelético, sucio, abandonado por su padre, maltratado por su madrastra... que es reclutado para trabajar en la obra de una compuerta ante las inundaciones que se avecinan. Tizón no habla. No abre la boca en todo el libro. Nos dicen que antes hablaba, y que es tan sensible que no pertenece a este mundo, pero no nos explican por qué dejó de hablar. También tiene una extraña tolerancia al dolor, y su rostro apenas deja traslucir sentimiento ni pensamiento alguno. Y asistimos durante las 115 páginas a sus quehaceres diarios en la obra, donde todo el mundo le trata mal menos una joven llamada Crisantemo, que lo toma un poco bajo su cuidado. También conocemos al herrero joven y al herrero viejo, con los que Tizón empieza a trabajar, y al mampostero, y vamos pasando los días, básicamente, junto a todos ellos, mientras el autor dedica páginas y páginas al enfriamiento del metal, el uso del fuelle y los golpes del martillo. ¿Y el rábano? Ains, el rábano... tendréis que leerlo para enteraros :)
Para empezar, la historia de por sí no es la quinta maravilla. A ver, se supone que sí lo es pero, sinceramente, a mí no me lo ha parecido. A priori es una alegoría sobre la infancia, sobre la inocencia, sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre la búsqueda de la belleza... Somos testigos de como pasa un día tras otro y todos ellos son muy parecidos: Tizón duerme (donde puede), Tizón trabaja, Tizón tiene algún tipo de accidente y ni siquiera grita de dolor, Tizón se lleva unos cuantos garbilotes (o peor), la gente se mete con Tizón, a Crisantemo le da pena el pobre Tizón, Crisantemo tiene muchos pretendientes, todo el mundo habla con Tizón aunque todos saben que no les va a contestar, a Tizón todo le pasa de largo (salvo la naturaleza) hasta que ve el famoso rábano... Esta rutina esconde un algo simbólico que no pasa desapercibido pero tampoco es que sea pa'caerse con las patas p'arriba. Aun así, contado de otra manera, podría haber resultado interesante e incluso bonito.... contado de otra manera.
¿A qué me refiero? A la forma de narrar del autor. Su prosa. Su estilo... se me ha hecho muy, muy aburrido. Leía dos páginas y tenía que ponerme a hacer otra cosa. Tal cual. Y no porque la narración sea enrevesada, pedante, florida o de un nivel estratosférico al alcance y entendimiento de unos pocos... no, es que la narración es, a ratos, torpona, confusa. Avanza a trompicones. Y esto me lleva al prólogo del propio autor que incluye la edición. En ese prólogo, Mo Yan reconoce que El rábano transparente está lleno de torpezas y defectos en su escritura. Vamos, él mismo reconoce que, digámoslo finamente, no está del todo bien escrito. Y si lo dice él, pues como que me quita un peso de encima y puedo decirlo yo también tranquilamente :)
Así que si la historia no me parece la gran cosa y la narración es mejorable... aun así yo lo he intentado. La segunda mitad mejora algo, pero en su lectura no he encontrado nada de lo que promete la sinopsis. Sí que me ha gustado que nunca sabes realmente qué pasa con Tizón y por qué es como es. Dejó de hablar a los cuatro o cinco años, se le considera muy inteligente y espiritual, pero no se explica más allá... Yo quiero pensar que decide encerrarse en su mundo porque el de fuera le hace mucho daño, porque no quiere saber nada de las personas, porque solo encuentra belleza y cosas buenas en la naturaleza... pero Mo Yan mete aspectos que poco tienen que ver con esa desconexión aparentemente voluntaria del mundo, como la inexpresividad emocional, la aparente falta de empatía hacia otros seres humanos y, sobre todo, la tolerancia extrema al dolor, así que te da para pensar sobre hacia dónde te quiere llevar el autor. Y como me gusta que el autor me deje cavilando, punto a favor.
Por lo demás, si os contara lo transportada que me he sentido por las alegorías, así como los abismos narrativos en los que me he visto sumergida con esta lectura (para que parezca que me he quedado con la copla, como corresponde dada la enjundia del autor), os estaría colando una trola del quince. Me he quedado igual que estaba después de leerlo, la narración tiene tantas deficiencias que no me ha transmitido nada ni he conectado con ella, y he visto vagar y sufrir al pobre Tizón contando las páginas que me quedaban para terminar. Supongo que no sé valorarla en su justa medida, así que entono el mea culpa por la parte que me toca. No la recomiendo ni la dejo de recomendar; tampoco digo que sea buena ni mala, principalmente porque no tengo potestad alguna para hacerlo (ni con este libro ni con ningún otro que reseñe aquí). Solo doy mi opinión personal basada en gustos personales y estoy segura de que otros lectores la disfrutarán mucho más (que conste que a mí me gusta mucho la literatura oriental, el problema no viene por ahí). Simplemente me ha aburrido.
Tengo muy presente que esta es una nouvelle temprana y que la literatura posterior que le ha dado tanto prestigio debe ser mucho, muchísimo mejor que esta obra que yo he leído. Por eso mismo no descarto repetir con este autor, porque me he quedado con las ganas de ver qué me encuentro en una de sus novelas consagradas. Cruzaré los dedos cuando llegue el momento (o buscaré otro que sea también finito, por prevenir). Que a todo esto, esta nouvelle, la primera que Mo Yan firmó con su seudónimo, fue publicada por primera vez en 1985, y según parece, está considerada como de una importancia capital en las letras chinas por todo lo que supuso a nivel transgresor de ruptura con la literatura precedente del país... De una importancia capital en las letras chinas, nada menos... joer, qué presión, te lo ponen así y cualquiera dice que le ha parecido un peñazo.
Me tapo la nariz, le doy a publicar y que sea lo que Jane Austen quiera.
Lo mismo con esta intro no os ha quedado clara mi postura, que ya sabéis que soy una esfinge egipcia y nunca se me nota nada si me ha gustado un libro o no, así que por si acaso hago un esfuerzo y sintetizo: me he aburrido mucho. Apenas tiene 115 páginas y me ha costado un mundo leerlo. Y, ohmygod, ahora es cuando se abren los cielos y me parte un rayo (ya les gustaría a algunos xD): el autor, Mo Yan, es premio Nobel. Acabáramos... Al grano, que el tiempo es oro.
En la historia seguimos a Tizón, un niño esquelético, sucio, abandonado por su padre, maltratado por su madrastra... que es reclutado para trabajar en la obra de una compuerta ante las inundaciones que se avecinan. Tizón no habla. No abre la boca en todo el libro. Nos dicen que antes hablaba, y que es tan sensible que no pertenece a este mundo, pero no nos explican por qué dejó de hablar. También tiene una extraña tolerancia al dolor, y su rostro apenas deja traslucir sentimiento ni pensamiento alguno. Y asistimos durante las 115 páginas a sus quehaceres diarios en la obra, donde todo el mundo le trata mal menos una joven llamada Crisantemo, que lo toma un poco bajo su cuidado. También conocemos al herrero joven y al herrero viejo, con los que Tizón empieza a trabajar, y al mampostero, y vamos pasando los días, básicamente, junto a todos ellos, mientras el autor dedica páginas y páginas al enfriamiento del metal, el uso del fuelle y los golpes del martillo. ¿Y el rábano? Ains, el rábano... tendréis que leerlo para enteraros :)
Para empezar, la historia de por sí no es la quinta maravilla. A ver, se supone que sí lo es pero, sinceramente, a mí no me lo ha parecido. A priori es una alegoría sobre la infancia, sobre la inocencia, sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre la búsqueda de la belleza... Somos testigos de como pasa un día tras otro y todos ellos son muy parecidos: Tizón duerme (donde puede), Tizón trabaja, Tizón tiene algún tipo de accidente y ni siquiera grita de dolor, Tizón se lleva unos cuantos garbilotes (o peor), la gente se mete con Tizón, a Crisantemo le da pena el pobre Tizón, Crisantemo tiene muchos pretendientes, todo el mundo habla con Tizón aunque todos saben que no les va a contestar, a Tizón todo le pasa de largo (salvo la naturaleza) hasta que ve el famoso rábano... Esta rutina esconde un algo simbólico que no pasa desapercibido pero tampoco es que sea pa'caerse con las patas p'arriba. Aun así, contado de otra manera, podría haber resultado interesante e incluso bonito.... contado de otra manera.
¿A qué me refiero? A la forma de narrar del autor. Su prosa. Su estilo... se me ha hecho muy, muy aburrido. Leía dos páginas y tenía que ponerme a hacer otra cosa. Tal cual. Y no porque la narración sea enrevesada, pedante, florida o de un nivel estratosférico al alcance y entendimiento de unos pocos... no, es que la narración es, a ratos, torpona, confusa. Avanza a trompicones. Y esto me lleva al prólogo del propio autor que incluye la edición. En ese prólogo, Mo Yan reconoce que El rábano transparente está lleno de torpezas y defectos en su escritura. Vamos, él mismo reconoce que, digámoslo finamente, no está del todo bien escrito. Y si lo dice él, pues como que me quita un peso de encima y puedo decirlo yo también tranquilamente :)
Así que si la historia no me parece la gran cosa y la narración es mejorable... aun así yo lo he intentado. La segunda mitad mejora algo, pero en su lectura no he encontrado nada de lo que promete la sinopsis. Sí que me ha gustado que nunca sabes realmente qué pasa con Tizón y por qué es como es. Dejó de hablar a los cuatro o cinco años, se le considera muy inteligente y espiritual, pero no se explica más allá... Yo quiero pensar que decide encerrarse en su mundo porque el de fuera le hace mucho daño, porque no quiere saber nada de las personas, porque solo encuentra belleza y cosas buenas en la naturaleza... pero Mo Yan mete aspectos que poco tienen que ver con esa desconexión aparentemente voluntaria del mundo, como la inexpresividad emocional, la aparente falta de empatía hacia otros seres humanos y, sobre todo, la tolerancia extrema al dolor, así que te da para pensar sobre hacia dónde te quiere llevar el autor. Y como me gusta que el autor me deje cavilando, punto a favor.
Por lo demás, si os contara lo transportada que me he sentido por las alegorías, así como los abismos narrativos en los que me he visto sumergida con esta lectura (para que parezca que me he quedado con la copla, como corresponde dada la enjundia del autor), os estaría colando una trola del quince. Me he quedado igual que estaba después de leerlo, la narración tiene tantas deficiencias que no me ha transmitido nada ni he conectado con ella, y he visto vagar y sufrir al pobre Tizón contando las páginas que me quedaban para terminar. Supongo que no sé valorarla en su justa medida, así que entono el mea culpa por la parte que me toca. No la recomiendo ni la dejo de recomendar; tampoco digo que sea buena ni mala, principalmente porque no tengo potestad alguna para hacerlo (ni con este libro ni con ningún otro que reseñe aquí). Solo doy mi opinión personal basada en gustos personales y estoy segura de que otros lectores la disfrutarán mucho más (que conste que a mí me gusta mucho la literatura oriental, el problema no viene por ahí). Simplemente me ha aburrido.
Tengo muy presente que esta es una nouvelle temprana y que la literatura posterior que le ha dado tanto prestigio debe ser mucho, muchísimo mejor que esta obra que yo he leído. Por eso mismo no descarto repetir con este autor, porque me he quedado con las ganas de ver qué me encuentro en una de sus novelas consagradas. Cruzaré los dedos cuando llegue el momento (o buscaré otro que sea también finito, por prevenir). Que a todo esto, esta nouvelle, la primera que Mo Yan firmó con su seudónimo, fue publicada por primera vez en 1985, y según parece, está considerada como de una importancia capital en las letras chinas por todo lo que supuso a nivel transgresor de ruptura con la literatura precedente del país... De una importancia capital en las letras chinas, nada menos... joer, qué presión, te lo ponen así y cualquiera dice que le ha parecido un peñazo.
Me tapo la nariz, le doy a publicar y que sea lo que Jane Austen quiera.
Mo Yan (Gaomi, China, 1955). Ganador del Premio Nobel de Literatura, Mo Yan (literalmente, "No hables") es el seudónimo de Guan Moye.
Hasta la fecha, Kailas ha publicado las novelas Grandes pechos amplias caderas, Las baladas del ajo, La vida y la muerte me están desgastando, La república del vino, Rana, ¡Boom!, El suplicio del aroma de sándalo, Trece pasos, El manglar, El clan del sorgo rojo y El mapa del tesoro escondido, además del libro de relatos Shifu, harías cualquier cosa por divertirte.