Título original: A Woman of Independent Means
Autora: Elizabeth Forsythe Hailey
Editorial: Libros del Asteroide
Traducción: Concha Cardeñoso Sáenz de Miera
Páginas: 336
Fecha publicación original: 1978
Fecha esta edición: 2015
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 21,95 euros
Diseño de cubierta: Jordi Duró
A
comienzos del siglo XX, cuando la independencia de las mujeres era
todavía muy relativa, Bess Steed, la inolvidable protagonista de esta
novela, es ya una mujer de armas tomar: una joven llena de voluntad y
ambición que, además, acaba de recibir una pequeña herencia. Una mujer de recursos
nos cuenta la vida de Bess desde principios de siglo hasta la década de
los sesenta, la historia se narra a través de su correspondencia: de
las cartas, telegramas y notas que Bess va escribiendo a distintos
destinatarios a lo largo de los años. En estos escritos la observamos
mientras soporta los golpes y las alegrías de la vida con una valentía
inquebrantable y un espíritu indómito; su correspondencia nos va
revelando los sacrificios que el amor le exige, los problemas y las
recompensas del matrimonio, las complejas relaciones con sus hijos y,
sobre todo, su clara voluntad de desafiar a su entorno social, que
intenta constantemente someterla a sus convenciones.
Publicada por primera vez en 1978, Una mujer de recursos es el retrato de
un personaje memorable y de los grandes cambios que se produjeron en la
vida estadounidense durante la primera mitad del siglo XX. Una novela que
ha cautivado a millones de lectores en todo el mundo y que se ha convertido
en un clásico moderno.
Creo que he leído el 95% de las novelas epistolares clásicas que tengo en la estantería. En el momento de escoger lectura para esta premisa del reto de Todos los clásicos grandes y pequeños tenía solo tres inéditas y aunque dudé mucho, finalmente me decidí por Una mujer de recursos, de Elizabeth Forsythe Hailey. Y digo que dudé porque aunque cumple el parámetro de la fecha inicial de publicación (1978), su autora sigue viva, y creo que es la primera vez que me pasa en este reto. Me cuesta considerarlo un clásico, pero bueno, con lo que me está costando sentarme a escribir las reseñas (no os hacéis una idea), como para ponerme más piedras en el camino. Cumple el requisito, así que bien escogido está.
La autora de las cartas es Bess, de quien leemos su primera misiva en diciembre de 1899, cuando solo está en cuarto curso. Estas primeras cartas solo están para dar fe de que conoce desde que era una niña a su primer marido, Robert Steed, con quien se casa en 1909 con apenas dieciocho años. A partir de aquí, y gracias a la correspondencia que mantiene con sus padres (y con su madrastra cuando su madre fallece), su cuñada Lydia, su cuñado, su suegra, sus cartas a su marido cuando él está lejos, sus amistades... vamos viendo cómo transcurre su día a día, la venida al mundo de sus hijos, sus anécdotas con los criados (tiene criados desde el primer minuto, no pisa una cocina en su vida), las fiestas que da y aparecen en los periódicos locales, sus traslados por el trabajo de su marido, los clubes a los que pertenecen, las relaciones sociales que establecen, lo relevantes e importantes que son allá donde van, lo que piensa de su matrimonio, de la maternidad, de lo que hacen sus conocidos y no le parece bien... También habla, porque así es la vida, de las cosas malas: accidentes, fallecimientos... y aparecen intercaladas cartas a clubes, colegios, residencias, tiendas, etc... además de algunos telegramas. Estas cartas son muy continuas en el tiempo hasta cierto evento que ocurre en 1922, a partir del cual los periodos de tiempo entre una carta y otra son a veces de años y todo ocurre de manera mucho más rápida. Es decir, que el 70% de la novela transcurre desde que se casa en 1909 con dieciocho años hasta 1922, y el el 30% restante abarca desde 1925 hasta 1968, un periodo mucho más amplio y, sin embargo, usa muchas menos cartas para contarlo. En este último tramo lidia con otro tipo de situaciones propias del avance generacional en una familia: los hijos en edad adulta (y como una madre cree que sus niños van a ser sus niños para siempre y esos mismos niños necesitan volar lejos de su madre), los nietos, las limitaciones y deterioro físico y mental propios de la edad, así como reflexiones sobre la vida en pareja, la monogamia, la infidelidad y la rutina en el matrimonio.
La edición incluye un prólogo de la autora que data de 1998, veinte años después de la publicación inicial del libro. En ella dice que su intención era la de hacer un homenaje a su abuela y que por tanto esta novela es una recreación de su vida. Según esto, debo presuponer que Betsy, la nieta de Bess (protagonista de la novela) que aparece en el último tramo de las cartas, es la propia autora del libro, e incluso se habla en ese prólogo de una segunda parte que se centraría en el personaje de la hija de Bess y, por tanto, madre de la autora. No tengo constancia de que este libro se haya publicado ni exista realmente, pero tampoco he mirado demasiado a fondo.
A ver, la lectura me ha entretenido (sobre todo de la segunda mitad en adelante), pero quizás esperaba algo más del libro después de reseñas y opiniones tan entusiastas. Además es que tengo clarísimas las dos cosas que han hecho que la lectura se me haya quedado en entretenida y ya. Una es la narración. Como decía al principio, la novela fue publicada en 1978, y así es como se lee la historia, como si estuviese ambientada en 1978, gran defecto de la narración si estamos ante una novela epistolar en la que estamos leyendo la voz de la protagonista durante todo el libro (una protagonista que comienza hablándonos a finales del siglo XIX y durante el 70% de la novela nos habla desde el primer cuarto del siglo XX). Todo suena demasiado moderno, demasiado contemporáneo, y para mí la voz de la narradora no se corresponde en absoluto con la época que representa. Salvo detalles muy puntuales históricos que son los que son y aparecen de vez en cuando, lo mismo podría estar ambientado en 1910 que en 1950 o cualquier otro año. A mí desde luego no me ha llevado a la época en que transcurre todo, pero ya sabemos que estas cosas son muy personales y será solo sensación mía (estoy muy tiquis últimamente, es lo que hay).
La otra es la propia protagonista: me ha caído regulero tirando a mal. A ver, siempre lo digo, a mí no me tiene que caer bien un personaje para que me guste si está bien creado, y muchas veces os he hablado aquí de personajes con los que no comulgaba pero que me parecían fantásticos como tales. Pero es que Bess está basada en una persona real, y de verdad que me hacía resoplar cada dos por tres. Esos recursos de los que habla el título hacen referencia a su estatus financiero; Bess una mujer de clase alta que vive nadando en la abundancia económica toda su vida salvo unos escasos meses (y aun así tiene acciones y tiene dinero.. simplemente durante esos meses tiene menos), que hace lo que le da la gana siempre sin pararse a pensar en nadie ni en si hace daño, que tiene libertad absoluta durante toda su vida y que vive obsesionada con la posición social, con ser una figura eminente allá donde vive y con salir en las noticias de sociedad de los periódicos. Lo que no se hace a su manera está mal hecho, le gusta controlar a todo el mundo, se cobra toda las obras filantrópicas que hace (os he donado mucho dinero, ahora dadme esto a cambio que me lo he ganado), es muy egoísta (aunque ella no se considera así, of course) y tiene una obsesión bastante asquerosa con las herencias que le corresponden. Os pongo una muestra de una carta dirigida a la directora de una residencia de mayores donde está ingresada una prima suya muy enferma:
Cuando vuelva a la conciencia, dígale, por favor, que he escrito expresando mi preocupación. En caso de que no se recupere, permítame recordarle que soy la propietaria legal de la cama con dosel que ahora ocupa, y, en caso de fallecimiento, debe enviármela a portes debidos a mi dirección de Texas.
Frases de este estilo pululan durante buena parte de las cartas. Os
decía antes que la intención de la autora era la de homenajear a su
abuela... pues no quisiera yo ser su abuela con semejante retrato. Sí, le ocurren desgracias como a todo el mundo, pero las penas con dinero se llevan mejor. ¿Que me quedo sin casa? ¡Me compro otra y mejor! ¿Que tengo que cambiar de ciudad? ¡Pues me construyo otra casa más, que no se diga, si tengo dinero de sobra! ¿Que me canso de la vida rutinaria? ¡Me voy tres meses a Europa! Bess es una mujer totalmente independiente económicamente pero no porque se lo haya ganado trabajando, sino porque lo hereda de su madre, y de invertir bien ese dinero además de la empresa que crea su primer marido vive toda su vida (su segundo marido también tiene mucho patrimonio propio). Así que esta novela hace buena la máxima de que el dinero otorga independencia y libertad, pero claro, tampoco le veo el mérito al tema si no ha hecho nada para ganárselo. A esto se suma que Bess estira demasiado la goma de ir totalmente a lo suyo y tiene gestos verdaderamente egoístas y totalmente faltos de empatía... y es un personaje real, repito, dato muy importante que no debemos olvidar. Lo admito, conozco a una persona que me ha recordado mucho a Bess, y creo que de ahí viene mi falta de tolerancia con sus egocentrismos y egolatrías varios. Las lecturas son consecuencia de las circunstancias del lector que las valora.
Pero bueno, dejando todo esto aparte, el libro se lee muy bien, abarca seis décadas en la vida de la protagonista y, aunque ya digo que a mí la ambientación y la voz de la narradora se me han quedado cortas, imagino que aquellos lectores que busquen en estas cartas simplemente conocer la vida y avatares de su protagonista con destellos aquí y allá de momentos históricos (la Primera Guerra Mundial y la gripe española, la muerte de Kennedy, los inicios de Hitler y Mussolini en Europa), disfrutarán mucho con la lectura... y si la narradora no les parece insufrible lo disfrutarán todavía más, qué duda cabe :) Lo dicho, estoy muy tiquis.
Elizabeth Forsythe Hailey nació en Dallas, Texas, en 1938. Estudió en La
Sorbona y en el Hollins College. Su primera novela, publicada cuando
tenía cuarenta años, Una mujer de recursos (1978), inspirada en
la vida de su abuela, se convirtió en un auténtico superventas y se
adaptó con gran éxito al teatro y la televisión. A lo largo de su vida,
publicó también otras tres novelas: Life Sentences (1982), Johanna’s Husband and David’s Wife (1986) y Home Free (1991).