lunes, 31 de agosto de 2020

RESEÑA (by MB) ::: TRAS LAS HUELLAS DE SU PADRE - Danielle Steel




Título original: In His Father's Footsteps
Autora: Danielle Steel
Editorial: Plaza & Janés
Traducción: Ana Isabel Sánchez Díez y Matilde Fernández de Villavicencio
Páginas: 368
Fecha de publicación: junio 2020
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 17,90 euros 
Adaptación de la cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial / Begoña Berruezo

Abril de 1945. Tras la liberación del campo de concentración de Buchenwald, entre los supervivientes están Jakob y Emmanuelle, una pareja de jóvenes. Lo han perdido todo en los horrores de la guerra, pero cuando se conocen encuentran la esperanza y el consuelo mutuos que necesitaban. Deciden casarse y empezar una vida nueva en Nueva York, donde construyen una vida próspera y una familia feliz. Sin embargo, el pasado siempre proyecta su sombra en el presente.
Años más tarde, en pleno auge de los sesenta, su hijo Max, un ambicioso y espabilado hombre de negocios, está decidido a librarse de la tristeza que siempre ha pesado en su familia. Pero a medida que Max vaya madurando, aprenderá que las penurias que marcaron el pasado familiar son las que le ayudarán a forjar su futuro.
Había un cartel en inglés, francés, ruso y alemán que rezaba «Bunchenwald» y explicaba que la mayor parte del campo se demolió en 1950, si bien se habían conservado el crematorio, la clínica y las torres de vigilancia. Había fotografías de los barracones con leyendas que contaban que estaban diseñados como establos para ochenta caballos y habitados por mil doscientos reclusos, cinco por litera, con una letrina para cada mil personas. 
Jakob Stein (austriaco) y Emmanuelle Bergen (francesa) eran de los pocos que seguían vivos cuando las tropas del 9º Batallón de Infantería Blindado de la 6ª División Blindada del Tercer Ejército estadounidense entraron en Bunchenwald el 11 de abril de 1945, otorgándole un principio al triste destino al que habían sido condenados por ser judíos.

Tanto Jakob como Emmanuelle son los únicos supervivientes entre sus respectivas familias. Descarnados, desorientados y perdidos, ven el uno en el otro el faro que iluminará una nueva vida a pesar de sus laceraciones y sus cicatrices. Ambos, que lo han perdido todo, eligen abandonar Europa para recomenzar en Estados Unidos y construirse un futuro sobre las cenizas de su pasado. Se casan y se trasladan a Nueva York gracias a los Rosen, sus padrinos, que les ofrecen un empleo y un hogar. 

Al poco de llegar se dan cuenta de que sus padrinos no son tan benevolentes como a priori parecían: al contrario, se aprovechan de la situación de estos refugiados para encadenarlos a sus fábricas por un mísero sueldo que apenas les da para pagarles el alquiler y comprar alimentos. Jakob, el emprendedor de la pareja, comienza a buscar otras salidas que no sean la fábrica de los Rosen, y el destino le obsequia con Izzie Horowitz, un corredor de diamantes que le enseñará una nueva profesión. Este hombre bueno será el verdadero padrino y mentor que ayudará a los Stein en su sueño americano.

Para no desvelar más argumento solo diré que este buen matrimonio se posiciona en su comunidad sin apariencias ni pretensiones gracias a, entre otras cosas, la humildad, el sentido de la responsabilidad y contar y presupuestar cada penique que les llega. La vida les bendecirá con un hijo, Max, quien crecerá ajeno a las terribles experiencias que vivieron sus padres teniendo todas las oportunidades para progresar en la vida (posición social, una carrera universitaria en Harvard...), y cuyo único aliciente será ganar dinero y ser el hombre más rico del mundo. 

Danielle Steel relata en Tras las huellas de su padre la vida de Jakob y Emmanuelle, cuyo tesón, afán y humildad les hicieron levantar un imperio sostenido por el amor profundo a la familia reconociendo siempre sus orígenes, y viviendo una vida juntos que fue suficiente para sentirse felices y agradecidos. Por otro lado está su hijo, secundando los pasos de su padre a nivel estratosférico y alcanzando una posición social y una no saciedad que dejan poco sitio para su mujer y sus hijos. Así, la autora relata cómo les fue a unos y cómo le irá al otro, además de señalar que a veces la memoria tiene unas raíces poco profundas que hace repetir la historia a aquellos que la olvidan, se avergüenzan o no les interesa recordarla.

Danielle Steel nos regala una narración sencilla, clara, cristalina y, sobre todo, emocional, donde muestra el modo en que la resiliencia puede levantar a las personas ante un pasado y un presente terribles, mientras que la comodidad y la voracidad pueden ocasionar más pérdidas que otra cosa a niveles recónditos e insondables. La novela, además de entretenida y romántica, contiene valores necesarios y adecuados para los tiempos que corren transmitidos por los personajes gracias a sus experiencias vitales.
—Deberías estar orgullosa —le dijo Jakob—. Significa que sobreviviste a las peores atrocidades de los nazis. Es una señal de coraje y fortaleza, y de la victoria del bien sobre el mal.




Danielle Fernandes Dominique Schülein-Steel, conocida con el seudónimo de Danielle Steel (1947, Nueva York) es, sin duda, una de las novelistas más populares de todo el mundo. Sus libros se han publicado en sesenta y nueve países, con ventas que superan los ochocientos millones de ejemplares. Cada uno de sus lanzamientos ha encabezado las listas de best sellers de The New York Times, y muchos de ellos se han mantenido en esta posición durante meses.

sábado, 29 de agosto de 2020

RESEÑA (by MH) ::: EL MISTERIO DE SITTAFORD - Agatha Christie





Título original: The Sittaford Mystery
Autora: Agatha Christie
Editorial: Molino
Traducción: José María Álvarez
Páginas: 256
Fecha de publicación original: 1931
Fecha esta edición: 1975
Encuadernación: rústica
Precio: descatalogado


https://inquilinasnetherfield.blogspot.com/p/esta-pagina-la-abro-yo-mh-modo-personal.html
Sittaford House es una mansión localizada en una pequeña ciudadela de la campiña inglesa. Su dueño, Joseph Trevelyan, la alquila durante el invierno a las señora y señorita Willet, madre e hija, y él se muda al pueblo más próximo.

Alrededor de la mansión existen seis casas menores, construidas y vendidas o alquiladas por Trevelyan. Las nuevas moradoras de la mansión quieren establecer buenas relaciones con los vecinos y los invitan frecuentemente para tomar té y jugar en las frías tardes del invierno inglés.



Una tarde deciden jugar a la "mesa oscilante" para así comunicarse con los espíritus y reciben un mensaje; que el señor Trevelyan ha sido asesinado. Su mejor amigo, que vive en una de las casas y que participaba del juego, se precipita a la ciudad en medio de una nevada y allí confirma que su mejor amigo ha muerto asesinado.
No me repito, ya sabéis que estoy leyendo la bibliografía de Agatha Christie en orden (y quien no lo sepa, pinchando en el banner de la susodicha que hay arriba se puede ver cómo va la cosa). Estamos ya en 1931, ¡cómo vuela el tiempo! (...). Y toca novela independiente sin ninguno de sus detectives famosos al frente. Hoy os hablo de El misterio de Sittaford.

La pequeña aldea de Sittaford, apartada de casi todo en circunstancias normales, queda aislada por completo cuando sufre el rigor de las terribles nevadas de invierno (y así nos la encontramos al inicio de esta historia). Su estructura es un tanto peculiar: una gran casa de granito, construida por el capitán Joseph Trevelyan diez años atrás, reina majestuosa sobre seis pequeñas casitas ocupadas por personajes que de una manera u otra formarán parte de nuestra historia. En un enclave tan solitario, la vida social gira alrededor de la gran casa, alquilada en la actualidad a una madre y su hija recién llegadas de Sudáfrica y que, incomprensiblemente, buscaban un hogar en esa zona para pasar el sufrido invierno. La historia comienza con una reunión en esta casa, una reunión en la que se decide practicar lo que ellos llaman "experimento del velador" o "mesa oscilante", que en palabras que entendamos, es parecido a una ouija. Unos creen, otros no... ¡hasta que entran en contacto con un espíritu que clama asesinato! ¿Quién dice que es la víctima? Pues el mismísmo Joseph Trevelyan, el dueño de la casa y que ahora vive en Exhampton, a varias millas de Sittaford. Y la duda se instala entre los participantes del juego... ¿y si es verdad? Así que a pesar del temporal de nieve, su gran amigo, el mayor Burnaby, decide recorrer a pie la distancia y comprobar que su amigo está bien. ¿Qué suponéis que encuentra? Sí, efectivamente, a Joseph Trevelyan asesinado en su casa, en una noche en la que apenas se puede caminar, menos salir o entrar del pueblo, pero en la que da la casualidad de que hay un sobrino suyo que va a heredar alojado en el único hotel de la zona. Demasiado fácil, ¿no? Pues eso mismo piensa su prometida, Emily Trefusis, a la que nada se le pone por delante para demostrar la inocencia de su enamorado, y que contará con la ayuda del periodista Charles Enderby. 

Vaya sinopss más larga me ha quedado, y eso que no he contado nada. Al lío. En esta historia tenemos hasta tres investigadores: por un lado los dos que os comento arriba (Emily y Charles), que son los "oficiosos", y por otro el oficial, el inspector Narracott. Entre todos van haciendo avanzar la investigación.

Emily Trefusis es el tipo de mujer joven que se sale siempre con la suya y que no para hasta que consigue lo que quiere. Está prometida con James Pearson, sobrino del fallecido que se convierte en el principal sospechoso, y resulta evidente que el tal James es un poco petimetre y que Emily está con él porque puede mangonearlo y hacer con él lo que quiera. Aun así también debe haber mucho amor de por medio porque ella se propone desde el principio demostrar que es inocente y remueve Roma con Santiago para conseguirlo. Sabe que resulta muy atractiva para los hombres así que no le cuesta nada engatusar a Charles Enderby, un periodista que estaba en Exhampton por otro asunto, para que le acompañe y le ayude en las averiguaciones. Se presentan como primos allá por donde van para no levantar suspicacias, y se ponen manos a la obra: Emily con la mente fija en un único objetivo, y Charles... bueno, con la mente algo más dispersa entre el objetivo y la bella e intrépida Emily. Podría parecer que el inspector Narracott no tiene mucho margen con otras dos personas ya investigando en la trama, pero todo lo contrario. También tiene su parte de pesquisas, se guarda algún que otro as en la manga y es relevante hasta el mismísimo final, en el que no queda relegado por la apabullante Emily. Todos tienen su parte de protagonismo y comparten el pastel hasta el final.

En cuanto a la investigación, poco quiero y debo contaros, y a lo que pinta el espíritu que desvela el asesinato, menos. Aunque la historia comienza con una tremenda nevada, en cuanto las carreteras quedan transitables los protagonistas se mueven mucho de un lado a otro. Tan pronto estamos en Exhampton como en Sittaford, que nos vamos a Londres o a Exeter. Sin duda la parte más interesante y que ofrece momentos de cotilleo vecinal y trapos sucios de esos que tanto le gustan a la Christie, es la de Sittaford. La gran mansión y las seis casitas que la rodean dan mucho juego merced a sus singulares habitantes, ya sea por su personalidad o por los secretos que parecen ocultar... y en estos de los secretos, las que parece que se llevan la palma son las dos mujeres que alquilan la mansión. Por si todo esto fuera poco, no sé si os he dicho que mientras la investigación tiene lugar, se escapa un preso de una penitenciaria cercana. Los problemas crecen... o no. 

Opinión sincera, como siempre. Una vez descubierta la identidad del culpable, me ha parecido un poco tramposilla la forma en que está narrada la historia. De hecho volví a leer un capítulo muy concreto que, una vez sabes quién es el culpable, adquiere mucha importancia para valorar el modo en que se nos presenta el misterio y, más que intento de distracción o cortina de humo, yo veo engaño en la forma de contarlo (no puedo entrar en más detalles, obviamente). Os comento este punto porque sé que hay gente que le molestan este tipo de cosas en un libro, e igual que os lo digo cuando creo que todo está impoluto en cuanto a las pistas, os lo digo cuando creo que Agatha hace uso de atajos en la forma en que nos cuenta la historia. ¿Ha estropeado eso el disfrute de mi lectura? No, porque me gustan sus personajes, me gusta cómo se manejan dentro de la historia y me ha gustado la historia en sí misma. Me ha gustado hasta el final, aunque no lo parezca por lo que digo arriba, y ya no solo por la identidad del culpable. Lo mismo soy un poco permisiva con la Christie y le perdono cosas que a otros no les perdonaría. Chi lo sa...

¿Siguiente? El enigmático señor Quin, también publicado en 1931. Voy fatal de tiempo, no me quedan fechas libres para reseñas de aquí a final de año, pero intentaré hacerle hueco en noviembre si no pasa nada.



Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.

miércoles, 26 de agosto de 2020

RESEÑA (by MH) ::: HACE CUARENTA AÑOS - Maria van Rysselberghe




Título original: Il y a quarante ans
Autora: Maria van Rysselberghe
Editorial: Errata Naturae
Traducción: Regina López Muñoz
Epílogo: Natalia Zarco
Páginas: 88
Fecha publicación original: 1936
Fecha esta edición (2ª): diciembre 2012
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 12,90 euros 



Estamos a finales del siglo XIX, en una playa del Mar del Norte donde nacerá una pasión absoluta y singular entre Émile y Maria. Será ésta quien nos cuente, cuarenta años después, cómo fue aquel breve y fascinante amor hecho a medias de exaltación y de sumisión. Lo fugaz y lo eterno, así como lo imposible —pues ambos están casados—, marcan esta poderosa historia que nos recuerda en ocasiones a Stendhal y a Flaubert y que se anticipa a las novelas de Marguerite Duras o a las películas de Ingmar Bergman.

Pocas veces se ha dicho tanto y tan bien sobre el amor arrebatado y sobre su engarce en la realidad, aunque sea ésta una realidad de escritores y pintores bohemios al margen de «lo convencional»… y en el límite de lo onírico, como en algunas grandes obras de William Shakespeare.


Una joya secreta de la literatura europea del siglo XX.

Una historia de amor escrita con una elegancia absolutamente única.

No me preguntéis cómo di con este libro, porque no lo recuerdo. Solo sé que cumplía las dos máximas que más me suelen llamar en la mesa de una librería: era un clásico y había estado inédito en castellano hasta el momento de esta edición. Encima no había oído hablar jamás de la autora, así que todas estas condiciones juntas para mí suelen ser compra segura. Y ahora me veo aquí, en la tesitura de hablaros de él, y resulta muy complicado porque todo lo que se cuenta en este relato es muy íntimo, muy personal y muy real; adolece de esa belleza que se disfruta desde fuera pero que resulta fácil mancillar si no se manipula con cuidado, y no dejo de preguntarme que quién soy yo para intentar diseccionar esa intimidad en palabras que en ningún caso le podrán hacer justicia.

Las imágenes que nos han llegado de Maria van Rysselberghe son retratos en su mayor parte pintados por su marido, el pintor belga Théo van Ryssselberghe. Maria amó a su esposo, pero también hubo un momento en el que amó profunda e intensamente al poeta Émile Verhaeren. Émile, también casado, era mayor que Théo, más maduro, pero pertenecían al mismo grupo de amigos. Por determinadas circunstancias Maria y Émile vivieron juntos, a solas, sin sus respectivas parejas, durante unas semanas en una casita junto al mar, y apenas unos dias en su mutua compañía sirvieron como ascuas para un fuego que ardió mientras ellos lo permitieron. Cuarenta años después de aquellas semanas, cuando todos los implicados han fallecido (Émile, su esposa, y el propio marido de Maria, Théo), y estos recuerdos íntimos no podían hacer daño a nadie, Maria habló sobre ellos, les brindó una existencia invisible hasta entonces. Aun así evita dar nombres reales, Émile se convierte en Hubert, y de este modo asistimos al amor entre Hubert y la narradora de esta historia.

Sabemos desde el principio que el amor entre Hubert y Maria es un amor condenado al fracaso, una relación extinta desde su nacimiento y que, sin embargo, está viva de principio a fin. Rezuma embriaguez de los sentidos y del intelecto, y un apasionamiento que a veces tiene mucho de mansedumbre en el caso de Maria. Hubert es el que marca el compás, el que lo inicia todo dando voz a lo que hasta ese momento solo eran sentimientos contenidos y horas compartidas junto a un libro, y el que, llegado, cierto momento, tiene que decidir si antepone la fidelidad a la infidelidad. Maria no se ve capaz de tomar ninguna de esas dos decisiones, pero las acata: no se resiste cuando la infidelidad es un hecho, ama a través de poemas y palabras, y no se humilla cuando hay que tomar una decisión que ninguno quiere tomar. Ambos afirman amar a sus cónyuges y no estar dispuestos a renunciar a ellos, pero al mismo tiempo no pueden evitar amarse como lo hacen, complementarse como lo hacen, sentir que una parte de ellos ha florecido gracias a lo que el otro ve en ellos. Así que, sabiendo que es una relación efímera, que jamás tendrá consistencia ni futuro fuera de esa casita junto a la duna, se entregan a ella en alma (sobre todo en alma) para hacer de esas semanas algo inolvidable.

El amor entre Hubert y Maria es un amor de paseos, de conversaciones, de frases robadas de libros. No es un amor consumado ni un amor físico... es la conjunción de dos almas gemelas que tejen su ternura y su pasión en torno a detalles e instantes prendidos en el día a día de una elegancia y sutileza exquisitas, tan ingrávidos que apenas seríamos conscientes de su existencia si no fuese porque ellos se empeñan en darles consistencia y dimensionalidad en voz alta. Porque así es la prosa de Maria: delicada, sutil y melancólica. Lo que cuenta es importante tanto para el lector como, sobre todo, para ella, pero el modo en que lo cuenta es lo que confiere a este relato el aura de lienzo semitrágico que lo impregna todo. Hace cuarenta años es como tener un cuadro frente a nosotros y poner un pie dentro de él, luego el otro y, una vez dentro, contemplar desde lo más profundo de sus pinceladas y gestos lo que se esconde detrás de esos dos enamorados que pasean del brazo junto al mar en colores ocres y azulados. Maria cuenta su historia, quizás no es la historia que muchos querrían leer, pero es la historia que fue y que no tuvo ninguna oportunidad de ser de otra manera.

Como lectora del siglo XXI no he dejado de sorprenderme durante toda la lectura por la libertad con la que al parecer vivieron aquellas semanas juntos. Estamos hablando de un hombre y una mujer, no solo no casados entre ellos sino casados con otras personas, viviendo a solas en una casa a finales del siglo XIX con la aparente connivencia y beneplácito de todo el mundo (sus correspondientes cónyuges, familiares que visitan, amigos que se pasan por allí...). Se les presupone una mentalidad abierta y bohemia, son todos artistas en sus respectivos campos, pero en cierto momento se da a entender que la esposa de Hubert sufre, sospecha... así que esa sensación de libertad en cierto modo se resquebraja y te preguntas qué circunstancias pudieron propiciar un momento así en sus vidas. Maria no da más explicaciones salvo que ella estaba allí y él necesitaba pasar tiempo junto al mar. Insuficiente desde el punto de vista histórico y social, pero más que suficiente para ella, cuyo interés al escribir estas páginas descansa, obviamente, en otras cosas.

Ya os lo decía en el primer párrafo, Hace cuarenta años respira intimidad, las entrañas del nacimiento de un amor en la cotidianidad de dos personas que viven juntas y aisladas cuando ese amor comienza a respirar. No se sustenta en encuentros fruto de la separación, en momentos arrebatados fruto de la contención, en gestos robados a la vista de la gente... Ambos se saludan en el desayuno, salen a pasear, se buscan a través de los ventanales cuando uno de ellos tiene que ausentarse, se retiran después de la cena y se declaran su amor buscando las palabras exactas en las cartas de Flaubert o los versos de Baudelaire... y entonces da comienzo un nuevo día. Maria van Rysselberghe evitó a toda costa otorgarle un tono superfluo, ampuloso y grandilocuente a algo que para ello significó tanto, y el lector que se acerque a este relato no debe buscarlo. A este lienzo hay que acercarse con respeto, porque Maria nos abre las puertas de su corazón sin diques que la protejan, y con cariño, porque sus protagonistas lo hacen lo mejor que pueden sabiendo que todo tiene un fin. Ellos se empeñaron en ser felices durante aquellas semanas, y debieron conseguirlo, porque cuarenta años después, Maria fue capaz de evocarlas con una precisión admirable.
El corazón sobre el que tan hondo marcaste tus pasos, amplia sombra, consiguió reverdecer de nuevo; sin duda, tanto o más que antes. Pero nadie logró ocupar el espacio del que tú te adueñaste. Nadie estuvo a la altura; nadie tenía ni la exigencia ni la generosidad necesarias.
Puesto que solo yo sobrevivo; puesto que, después de tantos años, mis recuerdos pueden ver la luz sin herir ya a nadie a mi alrededor, te los regalo, querida sombra. Es lo más hermoso que he cosechado para regalarte, y la sed que me dejaste sigue siendo tuya.
(20 de julio de 1894 - 29 de julio de 1934)



Maria van Rysselberghe (Bruselas, 1866 – Cabris, Alpes marítimos, 1959) es una de las más fascinantes escritoras «secretas» de todos los tiempos, una autora de culto de breve obra cuya leyenda ha seducido a numerosos lectores a lo largo de los años. Hija de una familia culta ligada al mundo del arte belga, y casada con el pintor Théo van Rysselberghe, fue también la amiga más cercana de André Gide, quien la bautizó como la «Petite Dame» por su pequeña estatura y presencia física. A partir de 1918 emprendió la tarea de registrar día a día y hasta la muerte de Gide (1951) todo aquello de lo que era testigo en la vida del escritor: frases, acontecimientos, el ambiente en el que vivía, la génesis de sus obras, su postura ante los sucesos de su época, su vida íntima… Durante un tercio de siglo llenó diecinueve gruesos cuadernos de «Notas para la historia auténtica de André Gide». Hoy en día esa crónica es conocida como Los cuadernos de la Petite Dame y, publicada por la editorial Gallimard, constituye un documento irremplazable para el conocimiento de toda una época de la literatura francesa y, en general, europea. Pero su obra no se compone exclusivamente de estos cuadernos: animada por Gide, escribió, al menos, dos textos fundamentales, traducidos por Errata naturae: Para un ruiseñor y Hace cuarenta años.

domingo, 23 de agosto de 2020

RESEÑA (by MH) ::: NO HAY LUZ BAJO LA NIEVE - Jordi Llobregat




Título original: No hay luz bajo la nieve
Autor: Jordi Llobregat
Editorial: Destino
Páginas: 552
Fecha de publicación: septiembre 2019
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 20,50 euros


Audiolibro: Storytel
Duración: 13 horas y 40 minutos
Narradores: Laura Romero y Miguel Coll


Un hombre desnudo y maniatado, con los párpados cosidos con un alambre, ha sido encontrado sumergido en las aguas heladas de una piscina, durante las obras de la estación de esquí Vall de Beau en el Pirineo: la infraestructura más emblemática de la candidatura hispano-francesa para los próximos Juegos Olímpicos de Invierno.

La subinspectora de homicidios Álex Serra y el teniente de policía francés Jean Cassel serán los encargados de la investigación. Después de un tiempo apartada del cuerpo por un grave incidente en el que Serra disparó a un compañero, sus superiores la envían a las montañas a investigar el caso. Serra creció en un pequeño pueblo de la zona, al otro lado del valle. Nadie como ella conoce aquel lugar.

Con su regreso, se reencuentra con todo aquello que creía haber dejado atrás: una montaña inmisericorde, un entorno opresivo dominado por los secretos y los recuerdos de un pasado que todavía no ha superado. Ahora, además, un asesino inteligente e implacable la pondrá a prueba.

Este será solo el primero de una serie de crímenes que tienen que ver con una historia oculta durante décadas. Solo quien la conozca podrá resolver el caso y dar con el misterioso criminal.

Mientras tanto, la tormenta de nieve más devastadora de los últimos veinte años está a punto de desencadenarse.
No os voy a mentir, mi interés inicial por este libro radicaba sobre todo en el apellido del autor, que me hacía falta para el Reto de la A a la Z (sé que estas cosas no se dicen, pero es que es la pura verdad). Visto que no encontraba clásicos que pudieran encajar y que era lo que realmente me apetecía (los habrá seguro, pero estoy en baja forma... ¡necesito recomendaciones de clásicos cuyo autor/a tenga un apellido que empiece por Ll para futuras ediciones del reto!), la otra opción era, a poder ser, un thriller/misterio contemporáneo. De este que os traigo había leído muy buenas opiniones y tenía muy buena pinta, así que como está disponible en mi plataforma de audiolibros, no lo dudé. Os cuento qué me ha parecido No hay luz bajo la nieve, de Jordi Llobregat.

Tras dos prólogos completamente distintos e inconexos entre sí tanto en el tiempo como en la identidad de quienes lo protagonizan, nos trasladamos a los Pirineros. En el Vall de Beau, y a pesar de las reiteradas protestas de colectivos en defensa del medio ambiente, se está llevando a cabo la construcción de unas macroinstalaciones de esquí que faciliten las aspiraciones para albergar la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno. Es allí donde aparece el primer cadáver de la historia en el interior de una piscina. La investigación correrá a cargo de la subinspectora Álex Serra a pesar de que no pertenece a su jurisdicción y de que está suspendida, aunque conoce muy bien la zona porque vivió allí cuando era pequeña. Debido a las características del caso le asignan un compañero de la policía francesa, el teniente Jean Cassel, y entre los dos irán avanzando en un caso en el que, para conocer lo que está ocurriendo en el presente, tendrán que adentrarse en el pasado. 

La protagonista absoluta de la historia es la subinspectora Serra que, aunque presenta los clichés típicos del género (que no falten el pasado traumático y el desastroso y complicado presente), es un personaje que va evolucionando poco a poco a lo largo de la novela y no se hace antipática de cara al lector. Le gusta trabajar sola y le apetece bien poco que le endosen a Cassel, pero ese será otro aspecto que necesitará un poco de lima con el transcurrir de las páginas. Aun así, uno de los puntos fuertes de la novela es que sus capítulos se alejan en muchas ocasiones de la investigación para meternos en la piel de otros personajes: en unos casos conoceremos su identidad desde el principio y en otros permanecerá oculta. Y luego hay otra narración en la trama sobre la que no se puede desvelar nada (o no se debe), salvo que tiene un componente histórico que al menos en algunos aspectos está basado en hechos reales y que resulta determinante en la historia que nos están contando.

Sigo sin mentiros. Por un lado, y a pesar de los múltiples giros y piruetas que tiene la trama, imaginé la identidad del asesino bastante pronto en la historia, y realmente no me ha importado porque le agradezco al autor que sea tan honesto y no se saque cosas de la manga: si prestas atención a las miguitas que va dejando a lo largo del camino y no te dejas enredar por las otras pistas (las que están para confundir), se puede deducir sin problemas. Por otro lado también adiviné bastante pronto la inspiración del asesino para escenificar las muertes, porque da la casualidad de que esa inspiración proviene de un libro que leí justamente el año pasado, asi que dejando aparte otras pistas como los nombres de las partes que componen el libro, los asesinatos tienen una peculiaridad que es fácilmente identificable. También ha sido mala suerte, pero bueno, el autor sabe lo que se hace y se arriesga a esa identificación temprana. Es lo que hay, y tampoco creo que importe mucho adivinar esa inspiración, es casi lo de menos. Hay cosas mucho más importantes en la historia.


Dejando todo esto a un lado, el libro cumple su función, que es la de entretener al lector. A pesar de los muchos escenarios, los diferentes espacios temporales y el cambio constante de protagonista en los capítulos, la narración es muy limpia; no se detiene en datos innecesarios, los diálogos agilizan mucho la trama y cuando describe (sea lo que sea que está describiendo) no intenta rizar el rizo y epatar con una prosa florida y grandilocuente. Directo al grano con escenas muy cortas que van saltando de un punto a otro de la historia para que el ritmo no decaiga en ningún momento sin descuidar en ningún momento el temperamento de la narración. A pesar de los muchos frentes abiertos, todo va avanzando en una misma dirección aunque a veces no lo parezca y acaba convergiendo hacia el final, que es de lo que se trata.

Sobre el caso propiamente dicho y su correspondiente investigación poco más os puedo contar: en este tipo de historias ya sabéis que hay que entrar sin saber demasiado. Sí confieso que para mi gusto han quedado cabos sueltos sin explicar que no están relacionados con el caso en sí mismo, sino con la propia protagonista (y son varios, no uno solo). Tal y como termina no sé si debemos asumir que habrá un segundo libro protagonizado por Álex Serra o si Llobregat simplemente decide terminar ahí y dejar esos asuntillos libres como el viento (yo opto por la primera opción). No es algo que a mí me haya molestado excesivamente porque, tal y como digo, no pertenece al caso per sé, pero ahí está el aviso para quien le guste terminar un libro de este tipo y que no haya ni una pega al respecto.

Por cierto, y ya que ha sido un audiolibro, confirmo que estaba muy bien narrado. Sé que hay gente que no se hace con esta opción, pero el truco está en escucharlo a una velocidad parecida al ritmo personal de lectura de cada uno. Para mí la velocidad 1x es lentísima, escucho siempre los libros de 1.5x para arriba. Y no, yo no puedo estar limpiando (por poner un ejemplo) y escuchando el libro como sé que hace mucha gente, tengo que estar con los sentidos a tope como si lo tuviera delante en papel. Lo uso para aquellos libros que no tengo en físico y quiero leer (lo prefiero mil veces al ereader), pero en ningún caso me sirve escucharlo de fondo y ya está. Admiro a quien es capaz de estar haciendo mil cosas escuchando un libro al mismo tiempo y enterándose de todo: no es mi caso :)


Jordi Llobregat (Valencia, 1971) soñó con ser escritor a la edad de doce años tras ver la película Le magnifique, con Jean-Paul Belmondo y Jacqueline Bisset. Ha escrito numerosos relatos publicados en varias antologías, es el autor de la novela El secreto de Vesalio (Destino, 2015), traducida a diecinueve idiomas y vendida a más de cuarenta países. Es creador y director de Valencia Negra, festival internacional de género negro, codirector del festival Torrent Histórica y del ciclo de encuentros culturales XATS en la Fundación Bancaja. Escribe la columna cultural Atasco en la mesita de noche en el diario Las Provincias y colabora con varios medios especializados. Pertenece al grupo literario El cuaderno rojo.

jueves, 20 de agosto de 2020

RESEÑA (by MH) ::: LA PIEDRA DE TOQUE - Edith Wharton




Título original: The Touchstone
Autora: Edith Wharton
Editorial: Contraseña
Traducción: Laura Naranjo Gutiérrez
Páginas: 152
Fecha publicación original: 1900
Fecha esta edición: enero 2020
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 15 euros 
Ilustración de cubierta: Alberto Garmón



Acuciado por graves problemas económicos, que incluso ponen en peligro su propósito de casarse con su prometida, Stephen Glennard, el protagonista de esta novela corta de Edith Wharton publicada en 1900, decide vender a través de un conocido, y poniendo buen cuidado en que nadie sepa que iban dirigidas a él, todas las cartas que le escribió una célebre escritora ya fallecida, Margaret Aubyn, con la que mantuvo una tormentosa relación en el pasado. Gracias al dinero que le reporta la venta de las cartas, Glennard consigue poner los cimientos de una nueva existencia en la que todo le sonríe: sus negocios marchan bien, disfruta de un feliz matrimonio con Alexa Trent, tiene una intensa vida social... El libro que recoge las cartas de Margaret Aubyn se convierte, al poco de publicarse, en un éxito de ventas que continuamente está presente en las conversaciones del círculo de amistades del protagonista. Debido a esto, pronto son otras preocupaciones, muy distintas de las económicas, las que empiezan a proyectar una sombra sobre la plácida vida de Glennard.
Acabo de contarlas, y esta la séptima vez que os traigo a Edith Wharton al blog. Creo que a estas alturas no hace falta que os repita lo muchísimo que me gusta esta autora, y además creo que tenía un talento especial para la novela corta, de las que os he dejado a lo largo de estos años unos cuantos ejemplos. La piedra de toque, recientemente editado por Contraseña, fue uno de los últimos libros que compré antes del inicio del infausto 14M, y estaba deseando hincarle el diente.

El protagonista de la historia es Stephen Glennard, un hombre que lo único que quiere en la vida es casarse con Alexa Trent, la mujer de la que está enamorado, y es lo único que no puede hacer. Ambos tienen escasos recursos económicos, llevan dos años juntos y la relación no parece ir a ninguna parte, hasta que Alexa le informa de que una tía suya le ha pedido que le acompañé en un viaje al extranjero, una ausencia que puede durar hasta dos años. Stephen se desespera, no tiene dinero para casarse con ella pero no puede permitir que se marche tanto tiempo. Y entonces recuerda un anuncio en el periódico en el que se informaba de la redacción de una biografía de la célebre (y ya fallecida) escritora Margaret Aubyn, añadiendo que, dada la escasa correspondencia que se conserva de ella, las cartas que pudiese proporcionar algún amigo íntimo tendrían un valor económico considerable. Da la casualidad de que Margaret estuvo enamorada tiempo atrás de Stephen (un amor no correspondido que derivó en una relación complicada y tormentosa) y que le mandó ciertos de cartas que él todavía conserva. Sabe que estaría traicionando la memoria de Margaret, pero si consiguiese venderlas sin que la identidad de su propietario (y destinatario) se hiciese pública, podría ver cumplido su sueño, casarse con Alexa y comenzar una nueva vida junto a ella. Pero Stephen no prevé las consecuencias futuras de su acción, ni lo infeliz que va a ser por ello.

Si no estoy equivocada, creo que esta fue la primera obra que publicó Edith Wharton (escribió anteriormente Las hermanas Bunner, pero no fue publicada hasta 1916). Es decir, que esto es lo primerísimo que Wharton lanzó al mundo, y llamadme pesada porque siempre digo lo mismo con muchas de estas primeras publicaciones, pero os prometo que si leéis La piedra de toque sin saber este dato, jamás veríais en ella la obra de una autora novel. Toda la complejidad que otorgaba siempre a sus personajes, la confrontación con sus propios actos y errores, sus grises morales y éticos, la prosa precisa y elegante que desbordaba inteligencia y agudeza, ese talento para rascar en la superficie dorada de la gente de la alta sociedad de principios del siglo XX y encontrar debajo tonos cenicientos y sombríos... la Edith Wharton que escribió auténticas joyas solo unos años después ya estaba en esta nouvelle de escritora principiante. Sí, os los digo siempre, sé que sueno poco objetiva... pero es que nadie es objetivo cuando habla de lo que le apasiona. Es lo que hay :)

En cuanto a la trama en sí misma, lo que plantea Wharton es que el protagonista de la novela consigue lo que busca al vender las cartas (dinero, casarse con Alexa y tener una vida acomodada), pero paga un precio muy alto a cambio. Cuando oye hablar a sus conocidos y se da cuenta de la opinión que tienen del hombre que ha traicionado a la escritora vendiendo sus cartas de amor (sentimiento que además no correspondía y que colocaba a Margaret en una situación un tanto trágica), la vergüenza comienza a apoderarse de su estado de ánimo. Cuando cae en la cuenta de lo que pensaría su esposa de él si lo descubriese, esa vergüenza raya en el pánico. Está tan enamorado de ella que no soporta pensar en la eventualidad del descubrimiento de su secreto, y comienza a alejarse de todo lo que le proporciona felicidad. Se refugia en el recuerdo de Margaret, una mujer que despreció en vida y en la que ahora, irónicamente, encuentra sosiego. Se culpa a sí mismo, empieza a desconfiar de cada gesto de su mujer (¿Lo sabe? ¿No lo sabe? ¿Lo sabe y no me lo dice? ¿Por qué no me lo dice si lo sabe? ¿Me desprecia?), sospecha de la única persona que intuye que él es el hombre detrás de las cartas y jamás ha dicho nada... Se podría decir que Stephen Glennard descubre de repente que las artimañas que usó en su momento para conseguir su felicidad son las mismas artimañas que ensombrecen y mancillan esa felicidad. Siente vergüenza de sí mismo, tiene miedo de que se descubra el pastel y los remordimientos le impiden seguir adelante con su vida. Todos sus pensamientos y acciones comienzan a girar en torno a una pantomima (la de hacer creer a todo el mundo que él es la única persona de ese mundo a la que no le interesan esas Cartas), y esa misma pantomina es la que estrecha cada vez más el círculo de su estabilidad emocional.


Otra de las cuestiones esenciales que aborda Wharton en la novela es la del derecho a la privacidad de una persona famosa una vez fallecida, y como el afán morboso de destapar y desnudar al ser humano que se esconde tras la celebridad lleva a un acto editorial moralmente discutible como es el de la publicación de correspondencia privada y personal. La historia trata precisamente de la publicación de cientos de cartas que fueron escritas con la intención de que fuesen leídas exclusivamente por su destinatario. Que esos pensamientos, sentimientos y reflexiones íntimos que jamás fueron concebidos para otros ojos de repente sean de dominio público, discutidos, desmenuzados y dramatizados como si de una novela se tratasen, deshumanizando a la persona real que hay tras ellos, es un hecho que a día de hoy sigue siendo discutible. Y de esto puedo hablar a título personal: para mí es una dicotomía constante y me peleo mucho con esa sensación, porque siento tanto interés como aprensión cuando me dispongo a leer correspondencia personal de un autor. Por poner un ejemplo, es un privilegio leer las cartas de Jane Austen, pero al tiempo pienso que qué derecho tenemos a leerlas  (aunque en este caso nos ha llegado lo que su hermana Cassandra quiso que nos llegase; lo que no, lo quemó, así que en ese aspecto me quedo más tranquila xD). Siempre me acuerdo de Henry James, que antes de su muerte se encargó de quemar la correspondencia de cuarenta años: le horrorizaba que fuese de dominio público en un futuro. Dickens también quemó la correspondencia que durante décadas le enviaron sus amistades, Wilkie Collins incluido (ellos no tuvieron tanto remilgo; guardaron todas las cartas del bueno de Charles y hasta nuestros días han llegado miles de ellas). En fin, un tema peliagudo que da para hablar mucho y que Wharton pone sobre el tapete. ¿Tenemos derecho a leer esa correspondencia? ¿Tienen esas personas ilustres derecho a que, una vez fallecidos, sus asuntos privados sigan siendo privados?
Para mí, sin duda, es un vicio, o casi, leer un libro como las Cartas. En ellas va el alma de esa mujer, arrancada por completo desde la raíz; su ser desnudo, entregado a un hombre al que es evidente que no le importaba lo más mínimo. No pienso leer ni una línea más; es como mirar por el ojo de una cerradura. Pero, ¿y si ella quería que se publicaran? ¿Qué? ¿Y cómo podemos saberlo?
En definitiva, La piedra de toque cuenta con apenas 140 páginas, pero Wharton, como buena narradora de fondo que era, se las apaña para introducir con genio y carácter dos temas tan interesantes como son el derecho a la privacidad de una persona famosa tras su muerte y las consecuencias éticas y morales que pueden derivarse tanto de la traición a la memoria de una persona fallecida como del miedo a ser descubierto por un ser querido y que nos juzgue por ello. Al principio hay mucho egoísmo detrás de la vergüenza que siente Stephen, y el camino que tiene por delante pasa por hacer las paces consigo mismo y dejar que ese egoísmo se haga a un lado para que pueda enfrentarse a sus propias acciones. Si lo consigue o no es algo que debéis descubrir por vosotros mismos. Yo no me cansaré de recomendaros a Edith Wharton; sus novelas cortas son pura delicatessen.




Edith Wharton (Edith Newbold Jones, de soltera) nació en 1863 en Nueva York, en el seno de una familia de la alta burguesía. Pasó gran parte de su infancia en Europa, primero en París y luego Alemania y Florencia. Desde pequeña dio muestras de una inteligencia e imaginación excepcionales. De adolescente escribió poemas y en 1877 un cuento: «Fast and Loose». Con 23 años se casó con Edward Wharton, doce años mayor que ella, con quien no compartía ningún interés intelectual ni artístico (acabó divorciándose en 1913). En 1891 apareció su primer relato, «Mrs Manstey’s View» en el Scribner’s Magazine, donde se recogerían regularmente sus textos. En 1897 publicaría The Decoration of Houses, en colaboración con su amigo el arquitecto Ogden Codman, que tuvo un éxito inmediato. En 1902, se instala en The Mount, la casa que los Wharton habían construido en Lenox, pero pronto regresará a Europa, y en 1903 conocerá en Inglaterra a su «queridísimo maestro» Henry James, con quien mantendrá una gran amistad hasta la muerte de éste en 1916. En 1905 aparece La casa de la alegría; en 1907, se instala en París, y ya nunca abandonaría su querida Francia. Durante la Primera Guerra mundial fundó los American Hostels for Refugees, por lo que fue condecorada con la Legión de Honor. En 1920, La edad de la inocencia obtiene el Premio Pullitzer. En 1923 se convirtió en la primera mujer doctor honoris causa por la Universidad de Yale. El 11 de agosto de 1937 padeció una crisis cardíaca que le causó la muerte. Sus restos reposan en el cementerio de Versalles. Su última novela, inacabada, The Buccaners, se publicó póstumamente en 1938.