jueves, 25 de julio de 2024

RESEÑA (by MH) ::: ELOGIO DEL CAMINAR - Leslie Stephen

 

 
Título original: In Praise of Walking
Autor: Leslie Stephen 
Editorial: Nórdica
Traducción: Andrés Catalán
Páginas: 70
Fecha publicación original: 1901
Fecha esta edición: febrero 2024
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 18 euros
Ilustración de cubierta e interiores: Manuel Marsol


 
Cuando caminas, mueves más que el cuerpo: mueves la mente, el espíritu, todo el sistema del ser. A medida que atraviesas la distancia espacial, ganas una distancia espiritual vital con la que puedes ver de nuevo los problemas que acechan tu día, tu trabajo, tu vida. En esta obra breve y honesta, acompañada de las magníficas ilustraciones de Manuel Marsol, Leslie Stephen defiende una de sus pasiones: «Es posible que me arrepienta en algún momento de algunos placeres que no merecen tal calificación, pero el placer que aquí me ocupa es señalada y fundamentalmente inocente. Caminar es a las actividades lúdicas lo que labrar y pescar son a la industria: es primitivo y simple; nos pone en contacto con la madre tierra y la sencilla naturaleza; no requiere de un equipo complejo ni de un entusiasmo fuera de lo común».
 
La editorial Nórdica tiene en su colección de Ilustrados muchas joyitas breves en páginas, interesantes en contenido y excelentes en formato y edición. Creo que todos conocemos estas delicatessen que en su concisión e ilustraciones lucen su mejor baza y son en sí mismas un auténtico regalo (ya sea para uno mismo o para otra persona).
Elogio del caminar es uno de las últimos ensayos que se han añadido a esta serie de libros, y antes de entrar en materia sobre él, quizás convendría presentar primero a su autor.

Quien se acerque de cualquier manera a esta obra lo primero que escuchará es aquello de que Leslie Stephen fue el padre de Virginia Woolf, como si ese fuera su mayor mérito... y no, oigan, el señor Stephen tiene muchos méritos personales e independientes de su famoso vástago. A nivel académico es sobre todo conocido por ser el editor (entre 1885 y 1991) del Dictionary of National Biography, que a nosotros nos sonará a chino pero fue una obra mastodóntica de 63 volúmenes publicados entre 1885 y 1901 en la que aparecían en orden alfabético por apellido, las biografías de eminentes personalidades que vivieron en el Reino Unido. Participaron en su elaboración más de 700 personas durante todos aquellos años y se ha reeditado muchas veces desde entonces. Pero además de esto, Stephen fue periodista, editor, crítico y autor de más de doscientos ensayos publicados a lo largo de unos cuarenta años en publicaciones de todo tipo. En estos ensayos hablaba de todo tipo de temas y dio forma a un subgénero, el llamado "ensayo peripatético". Sin extenderme mucho ni adentrarme en filosofías varias, os explico esto de "peripatético", porque este término se remonta a Aristóteles y a la escuela griega del mismo nombre que fundó en el 335 a.C.. Lo que más nos interesa para lo que venimos a comentar hoy aquí es esto: que el término peripatético proviene de la palabra griega "ambulante" o "itinerante", y que esta escuela asociaba el pensamiento con andar o caminar: es decir, que caminar activaba la mente. Veis ya por donde van los tiros, ¿verdad? Pues ese es el tipo de ensayo que Leslie Stephen impulsó: uno que usaba como estructura la caminata en sí misma, que era una de sus pasiones, y partiendo de ese armazón plasmaba sus pensamientos y teorías como pensador, filósofo y empirista. Entre esos ensayos escribió Elogio del caminar, del que hoy he venido a hablaros y que fue publicado por primera vez en agosto de 1901 en la revista Monthly Review.

Sumado a todo esto, debo hablaros también de su faceta como senderista todoterreno, porque si no esto se quedaría cojo. Y es que claro, podéis pensar que cuando se habla del "caminar como pasión", hablamos de un señor que se iba al monte a andar veinte millas de vez en cuando si tenía tiempo y se volvía a su casa. Y sí, también, qué duda cabe que tendría muchos, muchísimos días así, pero es que en este aspecto Stephen también hizo historia. Estaba considerado en su día un atleta debido a su fantástica forma física y fue uno de los primeros montañeros en coronar todas las cumbres de los Alpes en la edad de oro del alpinismo (que engloba los años comprendidos entre 1854 y 1865); también cofundó el Club Alpino en 1857 y fue su presidente entre 1865 y 1868 y editó el Alpine Journal entre 1868 y 1871. Para Stephen ir andando de Cambridge a Londres (ida y vuelta en apenas unas horas) para asistir a una cena era lo más normal del mundo y, en fin, que lo de caminar fue para él un estilo de vida, no un pasatiempo ocasional.

Y es que todos estos datos sobre Stephen son imprescindibles para entender de donde viene el libro que os traigo hoy, porque sin todo esto que os he contado, sin toda esta contextualización, faltaría una de las patas de la mesa. En cualquier caso, y dicho todo esto, entramos en materia, y es que, al leer este breve ensayo resulta evidente que tiene dos vertientes o dos enfoques que se van intercalando durante toda la narración: uno es el que habla del caminar en sí mismo, y otro es el que resulta netamente literario y asocia autores y su obra con su pasión por caminar. Os comento brevemente las dos.
 
Cuando Stephen habla del caminar lo hace alejándose de ello como un deporte profesional en busca de conseguir unas marcas o unos récords y el aplauso del público. No, lo reduce hasta su misma esencia, la  del contacto con la tierra, con la naturaleza y con uno mismo, en un binomio en el que precisamente el esfuerzo físico y muscular estimula el ejercicio mental e intelectual, propiciando una fluida armonía entre cuerpo y mente. Stephen lo explica (obviamente) mucho mejor que yo, así que comparto con vosotros unos breves extractos:

El verdadero caminante es alguien a quien el empeño le resulta en sí mismo placentero; que ciertamente no es tan petulante como para sentirse por encima de cierta complacencia en la capacidad física necesaria, pero que subordina el esfuerzo muscular de las piernas a las "elucubraciones" que este le suscita, a las tranquilas reflexiones e imaginaciones que surgen de forma espontánea al caminar, y que producen la armonía intelectual que es el acompañamiento natural del ruido monótono de sus pasos [...] el verdadero paseante ama caminar porque, lejos de distraerle, propicia la uniforme y abundante fluidez de una meditación apacible y semiconsciente.

Con todo esto en mente, asegura que todo lo asociado a esos paseos permanece siempre vívido en la memoria muy por encima de momentos y hechos que se desvanecen en lo efímero del tiempo. Así, aquellas paradas que se realizan durante estas caminatas, las personas con las que te cruzas o personas a las que conoces, conversaciones, lugares, edificios, visitas... instantes señalados que dotan al caminar, como actividad, de una memoria propia e independiente. Tienen fecha, están ligados a tiempos y espacios muy concretos, son hilos conductores de otros recuerdos y conforman imágenes permanentes en ese complicado cuadro que es la experiencia vital. Stephen recuerda perfectamente el momento en que comenzó su vida como "caminante", ese día en el que conoció de primera mano la independencia y la libertad que daban los viajes a pie, en los que te adentrabas donde querías, cogías los atajos que te apetecían descubriendo lugares hermosos y fuera de circuito, caminabas campo a través para descubrir todo aquello que no estaba a la vista en caminos ya marcados, sin horarios, sin tener que amoldarse a lo ya establecido siguiendo un plan ajeno a él. Y este espíritu, esta felicidad que otorga el convivir con uno mismo y tomar las decisiones sobre la marcha disfrutando de su albedrío y su autonomía, impregnan todo el ensayo.

Pero lo que también hace Stephen, tal y como comento arriba, es asociar esta comunión entre cuerpo y mente a muchos grandes hombres de la época que, está demostrado, gustaban mucho de andar grandes distancias, anexionándose así la idea, ya comentada también arriba, de la pensamiento peripatético, que afirmaba que andar activaba la mente. En realidad Stephen lo que afirma es que caminar es la actividad idónea para todo aquel que quiera dar vía libre a su intelecto, estimularlo, liberarlo... y que, por todo ello, (casi) todos los grandes hombres de letras han sido (fueron) entusiastas caminantes (y de hecho asocia ciertos movimientos literarios al entusiasmo recuperado o efervescente del paseo en ciertas épocas como una ventaja moral y no solo física). La lista de todos los humanistas, filósofos, poetas, novelistas... que aparecen en estas página es demasiado larga para reproducirla aquí, pero van dsede Shakespeare a Jonathan Swift pasando por Henry Fielding, Samuel Johnson o Thomas de Quincey... todos devotos del pedestrianismo (como Stephen denomina a esta actividad al final de la obra), de cuyas buenas artes se beneficiaban sus obras y creaciones.
 
Aunque Stephen habla durante buena parte del ensayo sobre las caminatas en la naturaleza, o en zonas alpinas, e incluso manifiesta su adoración por la zona de los Fens (una zona natural de marismas en el este de Inglaterra), también afirma que para él incluso caminar por Londres resultaba igualmente fascinante... y ha sido en ese momento cuando, curiosamente, he echado de menos que entre tanto literato y tanto genio no se acuerde de Charles Dickens, caminante entre los caminantes, y que para mí es uno de los claros ejemplos de lo que Stephen argumenta en este libro (Dickens llegaba a caminar 30 kilómetros diarios solo por las calles de Londres para poder plasmar todo lo que veía en sus libros, y cuando vivía en el campo hacía exactamente lo mismo casi de madrugada antes de desayunar). En fin, una es que es muy dickensiana y tira para lo suyo :)
 
Sin extenderme mucho más, que me va a quedar esto más largo que el propio libro, comentaba arriba el parentesco de Leslie Stephen con Virginia Woolf, y por muy relevante que pueda parecer este dato biográfico, a mí lo que me ha llamado la atención es la conexión entre padre e hija en el asunto del "caminar". Son ya varios párrafos los que he dedicado al padre, pero es que Woolf heredó su pasión por esta actividad y su asociación con el intelecto y el pensamiento  (padre e hija, como ya ha quedado explicado, consideraban esta actividad más allá de la mera experiencia física), y daba grandes caminatas ya fuese por la campiña como por Londres, sobre lo que escribió mucho y compartió mucho también (e incluso si habéis leído sus obras habréis visto que sus personajes suelen disfrutan de caminar, como la señora Dalloway). Por cierto, que sin tener nada que ver con esto, si queréis ver un detallado retrato psicológico de Leslie Stephen escrito su hija podéis leerlo en el señor Ramsay de
El faro (y a la señora Stephen en la señora Ramsay).

No puedo terminar sin comentar lo fantástica que es la edición y la buena compañía para el texto que son las ilustraciones de Manuel Marsol, que dan vida, potencian y enriquecen un texto que ya de por sí, a pesar de su sencillez y de que muchas de las cosas que dice puedan parecer manifiestas y obvias, tiene en la pasión subyacente, en la fe sobre un modo de concebir la vida, su mayor virtud y su mejor carta de presentación. Leslie Stephen adoraba caminar, disfrutaba reflexionando sobre las virtudes de la actividad misma y estaba convencido de su conexión con el trabajo intelectual. En cierto momento dice que no siempre se puede estar todo el tiempo pensando en los enigmas del planeta (que tampoco es cuestión de ir por la vida resolviendo los arcanos del universo, vaya), pero que la mente agradece y se lucra del compás, la simetría y la cadencia de los pies caminando libres por la vida, y eso no creo que admita tampoco demasiadas discusiones.


 

 


Leslie Stephen (Londres, 1832-1904), padre de la famosa escritora Virginia Woolf, fue una de las más eminentes figuras de la Inglaterra victoriana. Entre sus muchos trabajos sobre pensamiento político y literatura, destacan especialmente History of English Thought in the Eighteenth Century (1876), The Science of Ethics (1882) y su contribución al monumental Dictionary of Na­tional Biography (1885-1891).
 
Además, fue editor del Alpine Journal, cofundó el Alpine Club y fue uno de los primeros en coronar, durante la edad de oro del alpinismo, todas las altas cumbres de los Alpes.

lunes, 22 de julio de 2024

RESEÑA (by MH) ::: EL CASO DE LAS DOS CIUDADES - Qiu Xiaolong


 
 
Título original: A Case of Two Cities
Autor: Qiu Xiaolong  
Editorial: Almuzara
Traducción: José Luis Moreno-Ruiz
Páginas: 464
Fecha publicación original: 2006
Fecha esta edición: noviembre 2009
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: descatalogado (disponible de 2ª mano)






 
OTROS LIBROS RESEÑADOS DE LA SERIE CHEN CAO:
#1 - Muerte de una heroína roja (2000)
#2 - Visado para Shanghai (2002)
#3 - Cuando el rojo es negro (2004)
 
Una vez más Qiu Xiaolong, el exitoso autor nacido en Shanghai y residente en Washington, nos brinda una obra que es una excelente novela policíaca y al mismo tiempo una ventana desde la que contemplar la China urbana contemporánea. Como en sus anteriores obras, su hechizo seduce a toda clase de lectores, no sólo a los seguidores acérrimos del género negro. «El caso de las dos ciudades" es el cuarto título de la saga que ha hecho célebre a Xiaolong, y uno de los más logrados. 
 
En esta ocasión el inspector Chen Cao, de la policía de Shanghai, ha de investigar la corrupción propiciada por las recientes reformas económicas, que alcanza a las altas instancias del Partido Comunista. El anterior encargado de dicha tarea fue hallado muerto en un burdel, tras ingerir una gran dosis de una variedad de "viagra chino". Las pesquisas de Chen le llevarán hasta Estados Unidos al frente de una delegación de escritores en visita de intercambio cultural, y tras la pista de Xing Xing, un magnate que huyó para evitar su procesamiento. Chen se verá atrapado en su intento por preservar su honradez profesional bajo los condicionamientos de un régimen represivo. Esta novela de Xiaolong es también un feliz tributo a la poesía clásica china. Chen, que fue poeta antes que policía, recita diversos poemas en respuesta a los acontecimientos que se van sucediendo. El resultado es fascinante para el lector occidental, que descubre con arrobo la sutileza y filosofía oriental que encierran esas citas.
 
Cuando conocí la serie de Chen Cao, allá por 2018, decidí leer uno al año y traerlo por aquí para darle visibilidad a un autor y unos libros que creo que pasan más desapercibidos de lo que se merecen. Si no he vuelto a comentar uno de estos libros desde 2020, cuando os hablé del tercero,
Cuando el rojo es negro, no ha sido por mi desidia reseñadora de los últimos años (que tampoco seria de extrañar), sino porque no he leído el cuarto hasta ahora... o algo así, y al final os comento por qué. Primero os hablo de lo que va el libro.
 
¿Qué encontramos en El caso de las dos ciudades? Pues nada más empezar, una muerte, como está mandao. El fallecido es el detective Hua, que aparece muerto en la habitación de un club donde estaba disfrutando de los servicios sexuales de una chica K... o eso parece, porque quien lo conoce no se cree para nada que el detective Hua se dedique a esas cosas, ni tampoco se cree que esa muerte haya sido accidental. Porque además da la casualidad de que Hua estaba investigando un caso de corrupción encargado por el Comité de Disciplina del Partido en el que parecen estar involucrados muchos altos mandos de ese mismo partido. En fin, que el muerto al hoyo y el vivo al bollo, así que otro policía debe hacerse cargo de esa investigación. ¿A quién creéis que se lo endosan? Habéis pensado bien, a nuestro querido inspector Chen Cao, al que le llegan a decir que es un quinchai dachong (algo así como un agente del Emperador con poderes especiales para hacer lo que quiera cuando quiera y arrasando con lo que haga falta)... y él se lo toma al pie de la letra porque a honesto no le gana nadie, lo que no gusta mucho entre los interrogados. Y a todo esto, detrás de esta maraña de corruptela está un tal Xing Xing, empresario que huyó con muchos millones de dólares a Estados Unidos, donde amenaza constantemente con tirar de la manta y ponerse a cantar mientras espera que el gobierno usamericano le dé asilo a costa de un conflicto entre ambos países. Y de alguna manera, que no me enrollo aquí más contando pero ahora desarrollaré, Chen termina en USA... y allí pasarán cosas. En fin, mucha tela que cortar, como siempre en estas historias.

Me da la sensación de que me repito cuando hablo de estos libros, pero es que resulta imposible que os acordéis de opiniones pasadas y, por tanto, resulta inevitable que os ponga nuevamente en contexto para que sepáis a qué ateneros si decidís leer estos libros.

Lo primero de todo un consejo: hay que leer la serie en orden. Ya sé que a mucha gente esto le da igual, y Xiaolong se esfuerza en explicar determinadas cosas cuando hace alusiones a hechos ocurridos en libros anteriores o personajes aparecidos en entregas previas, pero si no leéis los libros en orden os perderéis buena parte de todo aquello que mueve a Chen Cao a comportarse como se comporta y todas las subtramas personales de los personajes principales. Chen, en concreto, es un personaje muy introspectivo, con una forma de conducirse muy concreta, y si realmente queréis entender por qué hace lo que hace y el modo en que su cabeza funciona, tenéis que haberlo acompañado desde el principio. ¿Que queréis leer estos libros al buen tuntún? Pues tampoco se os va a caer el cielo encima, obviamente, pero os estaréis dejando mucho por el camino.
 
Lo segundo es que en las novelas protagonizadas por Chen Cao son tan importantes las investigaciones de los crímenes como la ambientación en la China de los 90, la supuesta apertura del gobierno chino a Occidente, la corrupción que se mueve en el caos interno de una ideología política que predica pero no practica y las secuelas todavía  latentes de la Revolución Cultural, todo ello aderezado con la vida personal de los personajes. Quienes ya vamos por el cuarto libro, como es el caso, sabemos perfectamente lo que vamos a encontrarnos, pero no me cuesta nada imaginar poniendo los ojos en blanco y cerrando el libro a quien coja una novela de esta serie sin empezar por el principio y encontrándose a una China abierta en canal y diseccionada de maneta tan exhaustiva que brilla omnipresente por delante de la investigación policial (os digo desde que ya que, de los cuatro, este es precisamente el que menos centrado he visto en el aspecto policial... no es, en absoluto, un buen libro para conocer esta serie).

Lo tercero (y último) es que cada vez que traigo un libro de esta serie me siento un poco en la obligación de reintroducir al personaje de Chen Cao, un inspector de policía de Shanghai cuya vocación jamás ha sido la de policía, pero en aquella época no podías decidir a lo que te dedicabas y no podías controlar tu carrera profesional: el partido comunista la controlaba por ti, decidía por ti y trabajabas donde ellos te decían, sin más (aunque eso en el último libro de la serie ya había cambiado y un ciudadano chino podía cambiar de trabajo si así lo decidía). El caso es que Chen, que en realidad es un hombre de letras, poeta y traductor de novela policíaca, usa su forma de ser para resolver los casos que se le presentan sin perder de vista sus principios honrados y honestos. Es inteligente, tranquilo, muy introspectivo y con una actitud muy romántica con respecto a su profesión. Se maneja muy mal en su vida amorosa (o no se maneja, sin más, porque tiene pánico al rechazo de la mujer que ama y no da ni medio paso en falso) y tiene una madre que lo único que quiere es que su hijo se case y él no parece estar muy por la labor. La evolución de Chen en los libros es patente, cuanto más asciende dentro del partido más se desencanta con el mundo que le ha tocado vivir, donde todo es un espectáculo de cara a la galería y donde la lucha contra la corrupción es solo una pantomima en la que él se siente utilizado y un mero peón.

Dicho todo esto, ahora sí que sí, vamos al lío. 

Empiezo por el título, que tiene su explicación en que la trama avanza entre Shanghai y Estados Unidos (más de una ciudad estadounidense, a decir verdad, pero el título original hace clara alusión a
Historia de dos ciudades, de Dickens, ya que en lugar de A Tale of Two Cities, Xiaolong tituló su libro A Case of Two Cities). Todo comienza en Shanghai, la investigación inicial de Chen es en su ciudad, empieza a remover el avispero entre cuadros relevantes del partido, recibe amenazas veladas contra su madre, muere gente que se ofrece a ayudarle en la investigación... y de repente surge (le obligan a ir, vaya) un viaje a Estados Unidos cuando es designado, en plena investigación, como jefe de la delegación china de escritores que va a participar en un encuentro entre escritores chinos y norteamericanos que se celebrará en Los Ángeles. No puede negarse a ir (esta gente ni pide ni pregunta: ordena), pero esto puede tomarse de dos maneras: como que quieren quitarlo de en medio para que no siga investigando en Shanghai y darle tiempo a los sospechosos para que pongan tierra de por medio... o como una oportunidad para investigar (de manera extraoficial, claro, porque Chen no tiene jurisdicción en USA y no va, bajo ningún concepto, como policía) en la tierra en la que se oculta el famoso Xing Xing, cabeza de turco del Comité de Disciplina del partido y muy peligroso esté en el país que esté.
 
Y es que claro, hablando del aspecto político, que ya comento que siempre es un aspecto muy muy importante de esta serie criminal, en El caso de las dos ciudades se incide de lleno en el crecimiento económico de China en los años 90, crecimiento indisolublemente unido a la corrupción rampante entre los funcionarios de todo tipo, pero sobre todo entre aquellos en cuyas manos recaía formular las bases de la reforma del sistema económico del país. ¿Por qué? Porque esos funcionarios, esos cuadros del partido, se convierten de la noche a la mañana en empresarios y gestores de compañías. Y claro, aquí es cuando entran en contradicción el sistema socialista y el capitalista. Estas personas tienen que manejar montones de dinero para el gobierno chino, ven moverse cantidades ingentes de dinero que redundan en  prosperidad para el país, cuando ellos siguen cobrando una miseria que no les permite avanzar en ningún sentido. En esas prácticas corruptas ven la compensación al enorme esfuerzo que les pide el partido a cambio de prácticamente nada... y de pronto, como no, unos funcionarios que deberían vivir en un apartamento cochambroso y minúsculo asignado por el gobierno, de repente viven en casoplones en las mejores urbanizaciones de sus ciudades. Todos están en el ajo, todos lo saben, el gobierno sabe perfectamente lo que hay y lo tolera, y solo de vez en cuando, ante las protestas del pueblo, cuando se ven entre la espalda y la pared (como con el tal Xing Xing) impulsa campañas anticorrupción que no son más que cortinas de humo en las que pretenden estar luchando contra la corrupción cuando todo no es más que un show en el que jamás paga quien tiene que pagar.

Por otro lado, y ya cruzando el charco hacia Estados Unidos, Xiaolong quiere trasladarnos tanto la vida de los chinos que emigraron a EEUU en los años 80 y 90 como el modo en que se percibe la literatura china fuera de sus fronteras. Para quien desconozca el dato, Xiaolong vive en Estados Unidos desde 1988 y allí es profesor universitario (muchas de las cosas que cuenta en sus libros sobre la Revolución Cultural las vivió su propia familia en primera persona). Es decir, que conoce de primera mano el exilio de muchos chinos a EEUU, los corruptos que también encontraron allí su vía de escape, como las propias triadas extendieron sus tentáculos también hacia allí, el tipo de negocios que abrían... no es que ahonde mucho, pero sí da pinceladas sobre las mafias chinas plenamente establecidas en suelo norteamericano. Con respecto a la parte literaria, Xiaolong usa la visita de la delegación de escritores para poner sobre la mesa la visión que tienen los norteamericanos sobre la literatura china contemporánea y escribe varias escenas en las que se debaten ciertas cosas sobre este tema (como que los norteamericanos están mucho más interesados en los escritores que se oponen al partido gobernante, lo que entra en conflicto con una delegación china que precisamente tiene que dar cuenta de cada cosa que se dice sobre ese mismo partido en suelo yanqui). También aprovecha para hacer cierto turismo literario relacionado con T. S. Eliot (Chen es conocido como traductor precisamente por haber traducido a este autor al chino) o con Mark Twain... y aunque no os puedo hablar más sobre este viaje, ocurren cosas en esta delegación que hacen que tenga que intervenir la inteligencia norteamericana, lo que posibilita la aparición de Catherine Rohn.

¿Quién es Catherine Rohn? Pues si nos adentramos en el plano personal de los protagonistas (en lo que no puedo ahondar tampoco demasiado por ser el cuarto libro y existir una evolución inherente que se debe conocer desde la primera entrega), sí os puedo comentar que Catherine, la agente federal norteamericana que conocimos en el segundo libro, Visado para Shanghai, sigue muy presente en los pensamientos de Chen, y que en lo primero que piensa cuando sabe que va a USA es en la posibilidad que quizás tenga de verla. No os voy a hablar sobre el reencuentro de estos dos personajes, pero teniendo en cuenta que si en el partido se enteran de que Chen tiene relación personal con una agente norteamericana, puede tener problemas muy serios, lo de estos dos es muy muy complicado. Por otro lado, tenemos a Yu, el compañero policía de Chen, y su familia. Yu ha quedado a cargo de las investigaciones en Shanghai mientras Chen está fuera, y en esta entrega vemos como Peiqin, su mujer, cada vez se involucra más en el trabajo de su marido de una manera proactiva y tomando decisiones sobre la marcha (me flipa que esta señora saque tiempo para esto porque la vida que lleva es la de trabajar de sol a sol como contable en distintos restaurantes, uno como trabajo oficial y otro extraoficial, que es el que realmente le hace ganar algo de dinero). 
 
La madre de Chen también sigue en sus trece de vivir sola, siendo un quebradero de cabeza para su hijo porque es el objetivo evidente cada vez que alguien quiere amenazarle.... pero también descubrimos como el solitario Chen va tejiendo una red de amistades y de personajes que harían lo que fuera por él y que guardan el barco cuando él no puede hacerlo personalmente... y quizás esto de lo más bonito que vamos viendo desarrollarse en estos libros en cuanto al Chen personal, porque él sigue boicoteándose de todas las maneras posibles y sigue rehuyendo cualquier momento de felicidad que la vida le pone por delante, aunque ni él mismo se da cuenta de que lo hace... y a mí me da penica. Me enfado con él muchas veces porque me dan ganas de tirarle una piedra en la cabeza para que deje de autocompadecerse y se quiera un poco más, pero como no puedo hacerlo, pues reniego por lo bajini y sigo leyendo.
 
Ah, que se me olvidaba... brevemente y por ir terminando, también se hace alusión varias veces al negocio emergente de las falsificaciones chinas de todo tipo de productos, algo que hoy en día tenemos más que asumido y que es archiconocido, pero que en los años 90 era un negocio al alza que estaba en sus comienzos y que se estaba produciendo a gran escala. De hecho se comenta en la novela que era más fácil comprar algunos productos originales chinos en Estados Unidos que en la propia China, donde ya no podían fiarse de que no fueran una falsificación.

Dicho todo esto, ¿qué me ha parecido la lectura? Pues debo admitir que es el libro que menos he disfrutado hasta ahora de la serie. Me ha parecido un poco disperso a ratos y no he sido muy fan de la parte estadounidense de la novela. Me da la sensación de que la única intención era la de reencontrar a Chen con Catherine y todo lo demás que ocurre allí queda un poco flojo en comparación con lo que nos tiene acostumbrados estas novelas. NO me malinterpretéis, es una buena novela porque Qiu Xiaolong no sabe escribir un mal libro ni proponiéndoselo, pero a mí se me ha quedado un poco deslavazada... y os decía en el primer párrafo que había tardado unos años en leerlo y os explico por qué: intenté leerlo en 2021, pero se me estaba haciendo un poco cuesta arriba y lo dejé para cuando mi cabeza estuviese más espabilada. A veces da reparo comentar este tipo de cosas porque parece que se intenta desanimar a la gente y no es así, simplemente lo libros tienen su momento y hay que ser honestos al respecto, y no nos pueden gustar todos por igual. En cualquier caso espero que Seda negra, la siguiente entrega, vuelva por sus fueros. 
 
Para terminar, sigue habiendo sobredosis al por mayor de poesía de diversas dinastías así como refranes típicos de la sabiduría china y pinceladas confucianas que los protagonistas insertan, usan e introducen cada dos por tres. Que sé que habrá gente que esto le cargue demasiado, y quien avisa no es traidor.


Qiu Xiaolong (Shanghai, 1953) se dio a conocer mundialmente con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el inspector jefe Chen Cao, en las que traslada a los lectores a la realidad social y cultural de la China moderna en una época de difícil transición. Tusquets Editores ha publicado: Muerte de una heroína roja, Visado para Shanghai, Seda roja, El caso Mao, El crimen del lago y El enigma de China.

lunes, 15 de julio de 2024

RESEÑA (by MH) ::: CUENTOS DEL ANTIGUO EGIPTO - Roger Lancelyn Green

 

 
Título original: Tales of Ancient Egypt
Autor: Roger Lancelyn Green
Editorial: Alba
Traducción: Ismael Attrache
Prólogo: ¿?
Páginas: 280
Fecha publicación original: 1967
Fecha esta edición: diciembre 2001
Encuadernación: cartoné
Precio: descatalogado
Imagen de cubierta: El gran pórtico, Philae (David Roberts, c. 1842)
Ilustraciones interiores: Jordi Sales y Roqueta




Este volumen aúna, en breves relatos, aspectos diversos de la sociedad egipcia, dando así un retrato completo, liviano y nada erudizante de dicha sociedad. No sólo se limita al lado mítico o mitológico, sino que introduce sin esfuerzo aspectos sociales, históricos e incluso antropológicos de este fascinante pueblo.
 
 

Algunos recordaréis que el año pasado lancé el reto egipcio dedicado en exclusiva a literatura egipcia o relacionada con Egipto. Pasé muchos años detrás de lanzar ese reto, gustó mucho más de lo que pensaba, participó en él más gente de la que yo hubiese soñado, y lo cierto es que han sido ya varias las personas que me han preguntado si en algún momento repetiré con él (nunca se sabe, pero no lo descarto). El caso es que detrás de este proyecto estaban los muchos libros sobre el tema que he ido acumulando a lo largo de los años para los que nunca saco tiempo. Es un tema que me apasiona, sobre todo lo relacionado con el Antiguo Egipto, y sí, leí los doce correspondientes al reto, pero sigo teniendo muchísimo pendiente en la estantería (por eso digo que no descarto volver a lanzarlo un año de estos... si sigo por aquí). Uno de esos pendientes del que me hubiese gustado hablaros el año pasado fue este que os traigo hoy, Cuentos del Antiguo Egipto, de Roger Lancelyn Green, editado por Alba hace muchos años y que es uno de los tesoritos que protejo con toda mi alma guardiana lectora. No voy a extenderme demasiado, solo quiero daros a conocer la edición por si os interesa y tenéis la posibilidad de haceros con ella.

Eso sí, antes quiero hablaros brevemente sobre el autor para que entendáis qué ofrece exactamente este libro ¿Quién fue Roger Lancelyn Green? Aunque nos resulte más desconocido que otros literatos coetáneos a su época, perteneció a Los Inklings, el círculo literario de Oxford al que también pertenecían J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis, entre otros muchos (seguro que habéis oído esas anécdotas de Tolkien o Lewis juntándose después de cenar con otros compañeros académicos y escritores de la Universidad de Oxford, manteniendo discusiones literarias o leyendo fragmentos inéditos de sus obras para someterlos al escrutinio y crítica del resto de miembros del grupo, etc... pues eso eran Los Inklings, y ahí estaba también nuestro Roger. No solo esto, sino que C. S. Lewis fue el mentor de Green durante su licenciatura en el Merton College). El caso es que, durante su carrera literaria, Roger Lancelyn Green se dedicó sobre todo a la literatura infantil, las biografías (como las del propio C. S. Lewis o J. M. Barrie) y a actualizar o adaptar versiones de mitos clásicos, como los del rey Arturo, Robin Hood, los mitos nórdicos... y sí, habéis adivinado bien, los mitos del Antiguo Egipto. Y en las palabras "adaptar" y "actualizar" se encuentra la base de lo que vamos a encontrar en esta edición.

Porque claro, estamos hablando de cuentos del Antiguo Egipto, originarios de esa época, y no es que estén escritos negro sobre blanco esperando a que alguien los pase a máquina. De hecho, tanto las historias y relatos como la música se transmitían de manera oral, y solo en contadas ocasiones se registraban de manera visual. Uno de estos casos se daba cuando el cuento en cuestión hacía referencia a los dioses o faraones, que entonces, y no siempre, quedaban inscritos en templos o santuarios mediante jeroglíficos o estelas, o también en papiros que luego han sido encontrados en tumbas; en ocasiones ha sido necesario unir fragmentos dispersos en distintos lugares para conseguir una historia completa; ya más adelante en el tiempo, se han hallado transcripciones de estos cuentos realizadas por escribas en los último dos mil años de la civilización egipcia; finalmente hay cuentos de los que solo nos ha llegado su versión griega. Es decir, que el mero hecho de que hoy en día tengamos la posibilidad de leer estos relatos ha sido una labor muy complicada solo posible gracias al afán de los propios egipcios hace miles de años por dejar constancia en sus monumentos y papiros de esas historias y que encontró el modo de perpetuarse en el tiempo gracias a una labor propia de una ardua arqueología literaria.

¿Qué es lo hizo Green entonces? Coger los mejores cuentos de entre todos los que llegaron hasta su época y reelaborarlos, adaptarlos y novelarlos, para facilitar su lectura y comprensión. Eso hace que la lectura sea muy sencilla y accesible para cualquier tipo de lector que esté interesado en esta temática. Huye de florituras y en muchas ocasiones la cadencia del texto hace que tengas la sensación de que te están narrando el cuento en voz alta. El origen de algunas de estas historias puede que se remonte a hace cuatro o cinco mil años, y en ningún momento sientes el peso del tiempo sobre ellas. O puede que me esté dejando llevar por mi pasión por este Antiguo Egipto tan lejano que sigue ejerciendo su fascinación hoy en día, pero el caso es que considero que Green hizo un muy buen trabajo para acercar la mitología egipcia al lector común y profano de a pie, que es lo que al fin y al cabo somos casi todos los que nos interesamos por este tema, y eso es lo que realmente importa. Además introduce aclaraciones sobre la marcha implementadas dentro de la propia narración sobre aquellas cosas que él considera que son necesarias, como nombres actuales de algunas ciudades (por poner un ejemplo).

La edición está dividida en tres categorías: cuentos de dioses, cuentos de magia y cuentos de aventuras. Son veinte historias en total, así que no os puedo hablar de todas y daros mi opinión individual sobre cada una de ellas, pero sí os voy a comentar lo que podéis encontrar en cada una de las divisiones de la antología.

En cuentos de dioses nos vamos a los mismos orígenes de Egipto, cuando los propios dioses eran los faraones del país y las disputas entre ellos por el poder conformaron no solo el altar de deidades veneradas por los egipcios durante miles de años sino sus roles dentro de la mitología egipcia. Horus, Set, Isis, Osiris, Ra... en esto cuentos conocemos su historia, las relaciones familiares entre ellos y como llegaron a ser lo que son y a representar lo que representan. También conocemos la suprema importancia del Nilo, alma, vida y aliento de Egipto, algo muy desconocido para quien no está muy familiarizado con esta tierra y solo lo considera un río (Egipto es el Nilo y el Nilo es Egipto, en pocas palabras), y a su dios, Jnum, más desconocido pero imprescindible para la riqueza y prosperidad del país. Y cuando los dioses decidieron que los faraones fuesen humanos (aunque considerados dioses en la tierra), entonces estos cuentos se encaminaron a contarnos sus historias, como la de la reina Hatshepsut, que según la leyenda era hija de Amón-Ra (que se introdujo en el cuerpo de Tutmosis antes de que este la concibiese junto a su esposa, Ahmose), o nos narran la crónica de cómo Tutmosis IV prometió desenterrar a la que hoy conocemos como esfinge de Gizah, que estaba prácticamente sepultada bajo la arena, y construir en su interior un templo y erigir una lápida constando su historia.

Los cuentos de magia se centran precisamente en eso, en la mística que rodea a la magia, hechicería, supersticiones y amuletos que para los antiguos egipcios eran casi tan importantes como la propia religión. Esta magia se conoce como heka, y aunque ya os he hablado anteriormente en el blog sobre ella, os repito aquí el breve resumen que hice en su día (aunque hoy en día no existe ninguna palabra que englobe lo complejo de su definición). Heka es la palabra egipcia para magia (también se conoce de esta manera al dios de la magia), pero en realidad comprende tanto resultados que pueden considerarse sobrenaturales como el ilusionismo manual puro y duro, al estilo de los trucos que representan los magos actuales. Con esto en mente, en estos cuentos vamos a encontrarnos un poco de todo: textos, reinos y personajes muy tratados posteriormente en la literatura, como el libro de Tot, el reino de los muertos y el hechicero Djedi (de hecho yo he traído algún libro por aquí que habla sobre estos temas y esta época), a rencillas entre Egipto y otros pueblos rivales en relación a qué pueblo manejaba la magia más poderosa pasando por historias como la de Los dos hermanos, que resultan sorprendentemente modernas y que darían para una novela larga de fantasía sin ningún problema. Curiosamente varios de estos cuentos están ambientados durante el reinado de Ramsés II y tienen como protagonista secundario al faraón y como principal a su hijo Setna, un poderoso y erudito hechicero.

Se cierra el volumen con los cuentos de aventuras, y aquí nos encontramos a personajes que hoy en día nos resultan muy conocidos, como Sinuhé, al que el autor finlandés Mika Waltari puso en el olimpo de los personajes inmortales gracias a su novela histórica más famosa, Sinuhé, el egipcio... o el que esta protagonizado (en tiempos de Seti II, nieto de Ramsés II) por Paris de Troya y Helena de Esparta llegando a  las costas de Egipto y siendo perseguidos hasta allí por Menelao, esposo de Helena.  Por otro lado, también es cierto que, al dejar a un lado a las deidades, los faraones y los magos, también dejamos a un lado a los personajes reconocibles del canon egipcio, y buena parte de estas aventuras están protagonizadas por personajes anónimos, como aquel que se encuentra a un sinvergüenza durante su camino o aquel marinero que naufraga y es rescatado por una serpiente enorme (identificada con Ra) y llevado a una isla donde solo habitan serpientes (este cuento, por cierto, está considerado como el primer relato de naufragios en la historia de la literatura).

En fin, como veis, en estas historias hay de todo, como en botica, y muy interesante y entretenido para quienes disfrutamos de esta temática. Como comento arriba, Green aprovecha para introducir en estos relatos datos y descubrimientos reales de la arqueología y la egiptología, y su objetivo resulta claro: contextualizar las leyendas milenarias con los descubrimientos arqueológicos que comenzaron a salir a la luz a partir del siglo XIX y que perduraron durante el siglo XX hasta el momento en que el libro fue publicado... pero igual que os digo todo esto, no sé hasta qué punto se puede recomendar un libro como este, porque imagino que hay que estar muy interesado en el tema para disfrutar de una antología así. Lo que sí tengo claro es que, para quien guste del Antiguo Egipto, es una joya, tanto por contenido como por edición, y es de esos libros que con solo enseñarlos ya despiertan pasiones egiptólogas, así que aunque está requetedescatalogado y no sé como estará para conseguirlo de segunda mano, si se os cruza en el camino ni os lo penséis.


 
La afición de Roger Lancelyn Green (1918-1987) a mitos y leyendas floreció durante sus años de estudiante en la universidad de Oxford, donde se enriqueció con una duradera pasión por Grecia y su cultura. También le fascinaron las obras de teatro clásicas y la reelaboración de los mitos antiguos. A partir de 1946 publicó un gran número de libros: biografías de sus autores favoritos, relatos originales para niños y unos cincuenta volúmenes con su personal visión de las leyendas tradicionales.