Título original: We have always lived in the castle
Autora: Shirley Jackson
Editorial: Minúscula
Páginas: 222
Traducción: Paula Kuffer
Posfacio: Joyce Carol Oates
Posfacio: Joyce Carol Oates
Fecha publicación original: 1962
Fecha esta edición: septiembre de 2012
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 18,50 euros
«Me llamo Mary
Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana
Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido
una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos,
pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni
los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo
Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.»
Con estas palabras se presenta Merricat, la protagonista de Siempre hemos vivido en el castillo,
que lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí
pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío
Julian, que va en silla de ruedas y escribe y reescribe sus memorias. La
buena cocina, la jardinería y el gato Jonas concentran la atención de
las jóvenes. En el hogar de los Blackwood los días discurrirían
apacibles si no fuera porque los otros miembros de la familia murieron
envenenados allí mismo, en el comedor, seis años atrás.
Qué difícil me va a resultar hablar de este libro sin hacer referencia a cosas muy concretas que me gustaría comentar. Pero es que no quiero estropearle la lectura a quién no lo haya leído, así que a ver cómo me apaño.
Una buena novela de suspense o terror psicólogico necesita unos buenos personajes, una atmósfera sugerente, ciertos tintes de ambigüedad y una buena pluma que baraje todo eso y le dé forma. No hacen falta sustos, ni trampas, ni giros sacados de la manga... Solo se necesita ese suspense con el que podamos sentirnos identificados, que no nos cueste imaginar en nuestra vida diaria, que sea terrenal y tangible... Shirley Jackson era una maestra del género, fuente de inspiración para muchos autores actuales, de una prosa perturbadora y con una visión de ciertas cosas muy realista porque ella misma las había vivido en primera persona. Y en esta su última novela da buena muestra de ese brío que tenía para exponer y desenmascarar de forma descarnada al ente que más terror provoca en este mundo: el propio ser humano.
Volviendo a los ingredientes que comento arriba, esta novela los tiene todos: unos buenos personajes (al frente de todos y de forma omnipresente, tabicando todo con su particular punto de vista... la narradora, Merricat); una atmósfera sugerente con la forma, paredes, ventanas, recuerdos, secretos... de ese castillo (que no es tal castillo, al menos no físicamente) del título; ese tinte de ambigüedad que desde la primera página Jackson se empeña en meternos por los ojos, esas constantes alusiones y esa particular visión de un personaje tan complejo, desasosegante e interesante que es Merricat... Jackson juega con el lector, le tira la madeja, la retira antes de que la atrapes, y así va formando el ovillo (muchos hilos, pero todos bien colocados y dando forma a un todo) en que se convierte esta historia.
Merricat (Mary Katherine) se presenta de manera espléndida en ese primer párrafo que aparece en la sinopsis. Tiene 18 años, vive en una casa aislada de todos sus vecinos con su hermana Constance, de 28, y con su tío inválido, Julian, además de con su gato, Jonas. Seis años atrás falleció el resto de la familia envenenada en esa misma casa, y desde entonces viven allí confinados. Constance, que fue acusada y absuelta del asesinato de su familia, padece de fobia social y agorafobia; su casa es su espacio seguro, y aunque sale al aire libre, jamás camina más allá del jardín (la propia Jackson sufrió esta última enfermedad y vivía recluida); su tío Julian vive obsesionado con escribir un libro donde se narre, palabra por palabra, hecho por hecho, lo que ocurrió el día del envenenamiento; y Merricat es la única que se atreve a ir un par de veces a la semana al pueblo en busca de comida y de libros a la biblioteca. Allí sufre las burlas, el desprecio y la desconfianza de los vecinos de la localidad, pero Merricat es dura, muy dura. Ella es la que protege a su hermana diez años mayor, la que la cuida... como digo arriba, se empeña en tabicarnos la realidad con su narración, pero los hilos del ovillo de vez en cuando se sueltan y nos dejan ver cosas que ella nos quiere ocultar. El único propósito de Merricat es que todo transcurra igual, que nada cambie, que esa realidad que han construido en su casa no se vea alterada por nada ni nadie. Y cuando en el horizonte empiezan a aparecer nubarrones de cambio, vemos salir a la Merricat que se esconde detrás de esa visión que ella nos quiere dar de sí misma mientras narra la historia. Nunca de un modo abierto, de un modo explícito, pero la vemos.
Una buena novela de suspense o terror psicólogico necesita unos buenos personajes, una atmósfera sugerente, ciertos tintes de ambigüedad y una buena pluma que baraje todo eso y le dé forma. No hacen falta sustos, ni trampas, ni giros sacados de la manga... Solo se necesita ese suspense con el que podamos sentirnos identificados, que no nos cueste imaginar en nuestra vida diaria, que sea terrenal y tangible... Shirley Jackson era una maestra del género, fuente de inspiración para muchos autores actuales, de una prosa perturbadora y con una visión de ciertas cosas muy realista porque ella misma las había vivido en primera persona. Y en esta su última novela da buena muestra de ese brío que tenía para exponer y desenmascarar de forma descarnada al ente que más terror provoca en este mundo: el propio ser humano.
Volviendo a los ingredientes que comento arriba, esta novela los tiene todos: unos buenos personajes (al frente de todos y de forma omnipresente, tabicando todo con su particular punto de vista... la narradora, Merricat); una atmósfera sugerente con la forma, paredes, ventanas, recuerdos, secretos... de ese castillo (que no es tal castillo, al menos no físicamente) del título; ese tinte de ambigüedad que desde la primera página Jackson se empeña en meternos por los ojos, esas constantes alusiones y esa particular visión de un personaje tan complejo, desasosegante e interesante que es Merricat... Jackson juega con el lector, le tira la madeja, la retira antes de que la atrapes, y así va formando el ovillo (muchos hilos, pero todos bien colocados y dando forma a un todo) en que se convierte esta historia.
Merricat (Mary Katherine) se presenta de manera espléndida en ese primer párrafo que aparece en la sinopsis. Tiene 18 años, vive en una casa aislada de todos sus vecinos con su hermana Constance, de 28, y con su tío inválido, Julian, además de con su gato, Jonas. Seis años atrás falleció el resto de la familia envenenada en esa misma casa, y desde entonces viven allí confinados. Constance, que fue acusada y absuelta del asesinato de su familia, padece de fobia social y agorafobia; su casa es su espacio seguro, y aunque sale al aire libre, jamás camina más allá del jardín (la propia Jackson sufrió esta última enfermedad y vivía recluida); su tío Julian vive obsesionado con escribir un libro donde se narre, palabra por palabra, hecho por hecho, lo que ocurrió el día del envenenamiento; y Merricat es la única que se atreve a ir un par de veces a la semana al pueblo en busca de comida y de libros a la biblioteca. Allí sufre las burlas, el desprecio y la desconfianza de los vecinos de la localidad, pero Merricat es dura, muy dura. Ella es la que protege a su hermana diez años mayor, la que la cuida... como digo arriba, se empeña en tabicarnos la realidad con su narración, pero los hilos del ovillo de vez en cuando se sueltan y nos dejan ver cosas que ella nos quiere ocultar. El único propósito de Merricat es que todo transcurra igual, que nada cambie, que esa realidad que han construido en su casa no se vea alterada por nada ni nadie. Y cuando en el horizonte empiezan a aparecer nubarrones de cambio, vemos salir a la Merricat que se esconde detrás de esa visión que ella nos quiere dar de sí misma mientras narra la historia. Nunca de un modo abierto, de un modo explícito, pero la vemos.
Tengo que reconocer que realmente sorpresas no hay en el libro, o no al menos la sorpresa con la que se pretende sorprender (redundando que es gerundio), porque lo importante no es eso. Lo es la descompensada y anómala relación de Merricat con Constance, la relación de las dos con el mundo, el extraño comportamiento que ejerce Constance como hermana mayor, la jauría y bochornosa brutalidad que emerge del ser humano cuando actúa en grupo y se sabe con impunidad... lo es esa irrealidad feliz en la que ciertas mentes se encierran en una suerte de castillo y no necesitan abandonarlo nunca más... y todo eso circundado por una atmósfera que sabes, desde la primera página, desde el primer aviso, que va a explotar. Y no puedes dejar de pasar página tras página para descubrirlo. Tienes que descubrirlo. Que puede parecer incongruente con lo que digo arriba de las sorpresas, pero no. Tienes que saber por qué esos fueron los últimos libros que sacaron de la biblioteca... y esto sale en la primera página, así que no estropeo nada (creo que me he portado bien hasta aquí y no he desvelado nada de nada. O eso espero).
Para ir acabando, un par de apuntes sobre la edición. El posfacio de Joyce Carol Oates es muy interesante, aunque no estoy de acuerdo en ciertas cosas (creo que quiere rizar el rizo tanto que le queda el bucle un poco demasié ondulado). La otra es la cubierta... las portadas de Minúscula no suelen ser santo de mi devoción (lo cual es una auténtica pena, porque tengo varias publicaciones suyas y es una editorial que tiene un catálogo muy interesante, pero es que aunque este estilo en la imagen les define y es muy distintivo de su sello editorial, tiene un algo que no me acaba de gustar). Pero es que en este caso esta portada refleja tan poco lo que hay en el interior del libro, está tan alejada de la historia y la ambientación... yo veo esa mora y esa mano y lo que menos espero encontrarme dentro es lo que hay. El booktrailer que pongo arriba capta muchísimo más la esencia de la novela que esta imagen. Pero bueno, poco puedo hacer al respecto salvo quejarme. Y eso hago desde aquí. Que es gratis.
Volveré a la señora Jackson más pronto que tarde, que tengo ya en el punto de mira La maldición de Hill House, de la editorial Valdemar. Con una portada como está mandao (soy muy superficial con este tema, lo sé, pero quien no se fije en las cubiertas de los libros que levante la mano. Y yo me fijo MUCHO).
Shirley Jackson (San
Francisco 1916 ― Bennington 1965) estudió en la Universidad de Syracuse.
En 1948 aparecieron su primera novela, The Road Through the Wall, y el cuento «La lotería», que se ha convertido en un clásico del siglo XX. Su obra ―que también incluye otras novelas como Hangsaman (1951), The Bird’s Nest (1954) o La maldición de Hill House (1959) y los ensayos autobiográficos Life Among the Savages (1953) y Raising Demons
(1956)― ha ejercido una gran influencia en Stephen King, Richard
Matheson, Jonathan Lethem y Donna Tartt, entre otros escritores. En 1962
publicó Siempre hemos vivido en el castillo, que fue considerada por la revista Time como una de las diez mejores novelas del año.
Miss Hurst