jueves, 29 de mayo de 2025

RESEÑAS MINUS by MH (2025) #5 ::: CLÁSICOS

 ¡Hola a todos!

Hoy en esta sección de opiniones breves toca una tanda de clásicos a los que por una razón u otra no les he escrito una reseña más extensa (aunque mi intención inicial para todos ellos fuese esa, hablaros largo y tendido... pero es que de verdad que me cuesta un mundo). Sobre este tipo de libros tengo pocas explicaciones que daros, de sobra sabéis que leo mucho clásico y de todo tipo, así que vamos con ello.
 
 
 
  
Como veis hay de todo: novelas y relatos, autores de varias nacionalidades, temáticas muy diferentes... y, salvo uno, todos ya descatalogados, algo que es también marca Netherfield (mal que me pese en un caso concreto, que la edición y traducción son antiquísimas y bueno, en fin, he sufrido lo mío con ello).

 

 
 
 

  
 

Título original:
After Julius
Autora: Elizabeth Jane Howard
Editorial: Siruela
Traducción: Raquel García Rojas
Páginas: 376
Fecha de publicación original: 1965
Fecha esta edición: noviembre 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 24,95 euros

Julius Grace falleció en 1940, durante la evacuación de las tropas aliadas en Dunkerque. Veinte años después, su figura sigue teniendo una presencia decisiva en la vida de su familia. Emma, la hija menor trabaja en el mundo editorial y no muestra interés alguno en el matrimonio. Por el contrario, Cressida, la mayor, está demasiado ocupada con sus amantes, a menudo casados, para centrarse en su carrera como pianista. Mientras tanto, Esme, la viuda de Julius, esquiva la soledad entregándose a las rutinas domésticas y al cuidado de su jardín. Y luego está Felix King, examante de Esme, a quien abandonó tras la muerte de su marido. La reunión de todos ellos durante un fin de semana en Sussex detonará de improviso una serie de revelaciones, secretos y confesiones, que irán desvelando, por fin, la verdad sobre Julius...
 
 
 
El tal Julius del título murió durante la Segunda Guerra Mundial haciendo algo muy valiente pero también muy absurdo e impropio de él. Dejó atrás a una atractiva mujer, Esme, que por aquel entonces le engañaba con otro hombre mucho más joven que ella, y dos hijas, Cressy y Emma, que en el momento en que comienza la historia ya son dos mujeres hechas y derechas con trayectorias vitales completamente distintas y en un punto de su existencia muy diferente. Así pues seguimos el punto de vista tanto de Esme como de sus hijas, a quienes se suman Daniel Brick, un escritor que acompaña a Emma, y Felix, aquel que era amante de Esme en el momento de morir Julius. La acción transcurre en apenas tres días (viernes a domingo), y conocemos a todos en las horas previas a reunirse en la casa familiar... aunque en realidad ellos no saben que van a reunirse. Simplemente acuden, y una vez allí, empieza a deshilacharse una madeja antigua hecha de recuerdos, secretos, confusiones y añoranzas, mientras que comienza a crearse una nueva con hilos sueltos inesperados y llenos tanto de esperanza como de desengaños.
 
Elizabeth Jane Howard es sobre todo conocida por su serie sobre los Cazalet, pero una vez publicados esos cinco libros, la editorial Siruela está recuperando algunos de sus libros independientes. Después de Julius es uno de ellos, y llegó a mis manos en forma de regalo navideño de una generosa compi bloguera. Es una obra temprana de la autora, escrita y publicada al menos veinticinco años antes de Los años ligeros (novela que da comienzo a los Cazalet), y mi experiencia lectora ha ido de menos a más, mucho más... me costó un poco entrar en la historia, pero una vez lo hice, disfruté muchísimo de ella. Es una novela sobre todo y ante todo de personajes, y Howard se toma su tiempo para reunirlos a todos en el mismo lugar y que dé comienzo el espectáculo. Y cuando comienza, reconoces ese don de la autora para crear seres de carne y hueso. Tenemos personajes que han amado y han perdido, que han seguido amando a pesar de la pérdida, que jamás han amado, que van a amar por primera vez, que han amado mucho pero jamás se han sentido amados, que está perdidos, que anhelan ser encontrados, que tienen miedo de encontrar, que creen que han encontrado cuando en realidad están más a la deriva que nunca... Una muy buena novela, con alguna escena que choca un poco hacia el final del libro vista desde nuestros ojos del 2025, pero con un excelente trabajo por parte de Howard con sus personajes.
 
 
 
Puntuación: 4/5





 
Título original: Poor Caroline
Autora: Winifred Holtby
Editorial: La Pléyade
Traducción: Simón Santainés
Páginas: 320
Fecha de publicación original: 1931
Fecha esta edición: agosto 1943
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado



 
 
Adoro mucho a Winifred Holtby, así que como quienes me conocen lo saben, recibí este libro como regalo hace muchos años (sin la sobrecubierta, porque no llegó viva a nuestra época... esta foto la he encontrado por internet, no sé a quién pertenece y por eso no puedo darle créditos). ¿Por qué no lo había leído hasta ahora? Porque sabía que iba a tener un problema con la traducción, y no me equivocaba. Esta edición es de 1943, es la única que hay en español, y sé que a la mayoría de los lectores estas cosas les dan igual y no les dificultan el disfrute de la lectura, pero por desgracia no me encuentro entre ellos. Me llevan los demonios ir viendo todo lo que está mal (de manera evidente, imaginaos lo que no se percibe durante la lectura) y sin saber nunca realmente si estoy leyendo el texto íntegro o uno censurado o mutilado. En fin, que este año me he liado la manta a la cabeza y por fin me he decidido, pero he tardado dos meses en leerlo, con eso os lo digo todo. Perdóname allá donde estés, Winifred: soy tiquismiquis porque la vida me ha hecho así, no puedo remediarlo. La culpa no es tuya, lo sé, pero es que la traducción es una shit.
 
La historia en sí misma narra como una señora, la tal Carolina, se empeña en crear algo llamado la Compañía de Cinema Cristiano (en esta traducción horrorosa, claro), de la que solo puede ser secretaria porque es más pobre que una rata. Pero consigue accionistas, que es lo más asombroso de todo, y hasta un cineasta que ha descubierto una tecnología que será el no va más en el mundo del celuloide. Cada uno esta ahí por motivos distintos que no tienen nada que ver con la empresa esta que les importa un carajo... pero por darle el gusto a la pobre Carolina, lo que sea. Nadie puede decirle que no a esta señora. Y mientras tanto se lían mucho las cosas, hay amoríos, apropiaciones indebidas, personajes que intentan buscar su lugar en el mundo, otros que se niegan a reconocer el que ya tienen... y luego tenemos a Carolina, pobre en varios sentidos de la palabra, que sabemos desde el principio de la novela que ha muerto y lo que se narra es su triste historia y cómo la Compañía de Cinema Cristiano se había convertido en el sentido de su vida. ¿Qué busca esta empresa? Reformar el nivel estético y moral del cine británico. Pero vamos, que es esto como podría haber sido cualquier cosa. Lo importante es que Carolina se sienta útil y tenga un propósito al levantarse por las mañanas... aunque a los demás les gustaría no haber oído hablar jamás de la tontería esta.
 
Winifred Holtby está siempre ahí, su ironía a la hora de afrontar temas complejos como la situación de la mujer en la época, la religión o la ambigüedad del ser humano y el modo en que nos relacionamos... de hecho todo el libro es una sátira a varios niveles, y en el personaje de Eleanor, en su independencia, su intención de no casarse y hacer cosas, muchas cosas, sin que nada se le ponga por delante, tenemos a Holtby en estado puro. Ojalá alguna editorial se acuerde de recuperar esta novela con una traducción como merece.


Puntuación: 3/5 
 (me duele esta puntuación porque sé que con una traducción adecuada lo hubiese disfrutado mucho más, pero si voy con la sinceridad por delante es lo que hay...)






 
Título original: Il buio e il miele
Autora: Giovanni Arpino
Editorial: Círculo de Lectores
Traducción: Edgardo Dobry y Valentina Cialfa
Páginas: 190
Fecha de publicación original: 1969
Fecha esta edición: 1994
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado

Un capitán retirado del ejército ciego y manco de una mano inicia un viaje junto a un joven recluta encargado de escoltarle. Fausto, el capitán, es un hombre comido por el dolor y el rencor; Ciccio, el recluta, es un adolescente ingenuo que todavía debe empezar a vivir.


 
 
Me ocurre con muchas películas que vi hace décadas que no descubro hasta eones después que eran adaptaciones de libros, y Esencia de mujer es un ejemplo tan bueno como cualquier otro. Cinéfila como he sido toda mi vida, vi la película allá por finales de los años 90, y no fue hasta mucho después (internet y google de por medio) que descubrí que estaba basada en una novela de un autor italiano y que además era un clásico. Yo iba con muchas expectativas y con muchas ganas de que me gustase, pero lo cierto es que no he conectado nada (pero nada) con el estilo narrativo de Giovanni Arpino, así que por mucho que me interese la historia que cuenta, la experiencia lectora no ha sido lo que esperaba, la verdad.
 
No sé si habéis viso la película (Al Pacino interpreta a un oficial del ejército ciego y amargado y Chris O’Donnell da vida a un jovencito que necesita dinero y acepta ejercer de acompañante de este señor, recibiendo en el camino una lección de vida que le hace crecer como persona, madurar y aprender a tomar decisiones, al tiempo que ambos se enfrentan a los obstáculos que la vida les pone por delante). Vale, esto es una americanada de un libro que derrocha italianismo por los cuatro costados. Sí, la base es la misma, pero creedme, tanto el recorrido como el destino son totalmente diferentes. Esencia de mujer, cuyo título original es algo así como La oscuridad y la miel, narra el viaje en tren de cinco días de Fausto y Ciccio desde Turín a Nápoles, haciendo sendas paradas en Génova y Roma. El objetivo de este viaje solo Fausto lo sabe y lo descubriremos eventualmente, pero en el camino conocemos por un lado a un hombre deprimido por su ceguera que esconde su amargura en el alcohol y el trato denigrante hacia los demás, y por otro a un joven muy ingenuo y sumiso que apenas ha salido del cascarón. Fausto lleva en su interior la destrucción y la furia, Ciccio aún intenta adivinar a qué huelen las nubes.
 
Y de verdad, suena muy interesante, y lo es. El retrato de la Italia de posguerra, de un personaje como Fausto que tiene veneno en la lengua y tristeza en lo más profundo de su alma, la idolatría que tiene raíces en la ingenuidad y la amargura de convertirse en algo en lo que uno ya no se reconoce ni quiere reconocerse... pero el estilo del autor es tosco hasta decir basta, y si fuese así porque tiene que ser así, pues bueno, ya es cosa de gustos, pero es que había leído que era lírico... y claro, yo con los ojos así O_O conforme avanzaba y buscaba el dichoso lirismo. Que a lo mejor es cosa de la traducción, no lo sé porque no he mirado el original ni voy a hacerlo, pero sea por una cosa o por la otra, me ha gustado el fondo pero no la forma.
 
 
Puntuación: 2,5/5
 
 


Título original: Holding Up a Train
Autor: O. Henry
Editorial: Ediciones del Bronce
Traducción: Marcelo Cohen
Páginas: 192
Fecha publicación original: 1904
Fecha esta edición: 2002
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: descatalogado
Imagen de cubierta: The Faithful Colt (William Harnett, 1890)


Falsificadores de dinero, viejos militares sudistas que no advierten el paso del tiempo, vengadores imperturbables, delicadas poetisas solitarias, cuatreros y vagabundos: he aquí a algunos de los personajes de estos cuentos. De la misma forma en que había descrito la turbulenta vida de Nueva York, O. Henry crea sus grabados del Oeste con perspicacia del periodista y la irónica piedad de un poeta de regreso a su tierra. Y nos entrega viva la imagen de unos pueblos que a fines del siglo pasado aún conservaban intacta su mítica aura de romanticismo.


 
 
Antes de nada os aviso: esto no es una novela, es una colección de relatos. Os lo digo para que no os pase lo que a mí, que con ese título tan poco claro pensaba que iba a encontrarme eso, una novela sobre el asalto a un tren, y yo, que estaba on fire con el tema después de El gran robo del tren de Michael Crichton, me llevé un chasco al comprobar que no era así. Que a ver, si hubiese usado el cerebro por una vez (o leído la sinopsis, pero nada, causa perdida) habría recordado que O. Henry no escribió ninguna novela y sí cientos y cientos de relatos, pero oiga usted, una hace lo que puede con el cerebro de guisante que le ha tocado en suerte. En cualquier caso, relatos. Unos catorce, para ser exactos, siendo el último de ellos el que da nombre al volumen.
 
Todos los relatos están ambientados en distintos lugares de lo que conocemos como el Oeste americano, pero todos ellos son completamente distintos entre sí aunque compartan ese sabor inconfundible a los westerns que tanto hemos visto en las películas ambientadas en el siglo XIX. Por estos relatos se mueven personajes y situaciones de todo tipo (vagabundos a los que les cambia la vida, editores en busca de poetas desconocidas, enfermos que se toman la vida como viene, vaqueros, rancheros, la eterna disputa entre el norte y el sur, actores de teatro, esclavos liberados, damiselas que se debaten entre las atenciones de varios caballeros, periódicos con pocas miras económicas... incluso hay espacio para una especie de cuento de hadas y aventuras protagonizada por una niña de trece años) y la guinda del pastel la pone el relato que da título al ejemplar, en la que un antiguo asaltador de trenes nos cuenta los pros y los contras de una vocación que no es tan agradable y fácil como parece (hay que tener en cuenta muchos factores y los sufridos asaltados no siempre se comportan como deben). Aunque cada relato es completamente distinto al resto tanto en la historia que cuenta como en la forma de contarla, sí que tienen un denominador común: el humor, que está más o menos presente, es más o menos irónico, más o menos sarcástico, pero siempre encuentra el modo de hacerse presente. De hecho, el primer relato de esta antología, Tesoro enterrado, es un buen ejemplo de la guasa que se trae Henry y un aperitivo fantástico para abrir boca ante lo que está por venir.
 
Me ha gustado mucho el estilo del autor, ya había leído algún relato suyo en alguna antología navideña pero me he quedado con ganas de más. 
 
 


Puntuación: 4/5 

lunes, 26 de mayo de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES - James M. Cain


 
Título original: The Postman Always Rings Twice
Autor: James M. Cain
Editorial: RBA
Traducción: Federico López Cruz
Páginas: 128
Fecha publicación original: 1934
Fecha esta edición: septiembre 2017
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado (disponible en otras ediciones)
Diseño de cubierta: Luz de la Mora


 
Frank chambers, un joven trotamundos sin un centavo, llega a una cafetería regentada por un desagradable propietario que le propone trabajar allí. Ni siquiera a un hombre que viaja con los bolsillos vacíos podría parecerle apetecible la perspectiva de quedarse en un lugar tan deprimente como ese... hasta que por la puerta aparece ella, y el mundo de Frank da un vuelco. Novela violenta y sensual, la obra maestra de James M. Cain marcó a toda una generación de lectores en la época dorada del género negro y el paso del tiempo la ha convertido en un clásico indiscutible de la literatura norteamericana que ha pasado a formar parte de la mitología popular y ha sido llevada a la gran pantalla en diversas ocasiones con gran éxito.
 

  
 

Yo sigo con mi cruzada de leer los libros en los que se basaron algunas de las películas clásicas más icónicas del cine norteamericano, así que le ha tocado el turno a El cartero siempre llama dos veces. He visto dos de esas adaptaciones (la de 1946 con Lana Turner y John Garfield y la de 1981 con Jessica Lange y Jack Nicholson... creo que no hay ninguna más, y si la hay, no la he visto), pero leer las novelas originales siempre es una experiencia totalmente diferente, y este caso no ha sido una excepción. Os cuento.

Frank Chambers es un atractivo joven sin oficio ni beneficio ni nada a lo que poder llamar hogar que, por casualidades y circunstancias varias, acaba en una cafetería de carretera pensando en como estafar al dueño y largarse sin pagar. Pero Nick Papadakis, que así se llama el propietario, le ofrece un trabajo, y Frank no está muy por la labor de aceptar hasta que conoce a su mujer, Cora... y aquí se deciden los destinos de los tres personajes, porque no solo Frank se queda en la cafetería, sino que inicia una aventura con Cora y pronto descubre que ella tiene muchos planes, planes que no contemplan la presencia de su marido (mucho mayor que ella)... planes que requieren de la participación de Frank e implican medidas drásticas y un asesinato de por medio.

El cartero siempre llama dos veces es una novela muy corta en la que pasan muchas cosas, y eso se traduce en que todo ocurre muy muy rápido. Apenas han pasado quince páginas y ya tenemos a Frank y Cora el uno en brazos del otro, y eso hace también que no se deba hablar demasiado de la trama en general porque los hechos relevantes están ahí casi desde el inicio. Frank Chambers es el narrador de la historia, y al final descubrimos por qué nos la está contando y la situación en la que lo está haciendo. Pero antes de llegar a eso leemos su versión de los hechos, y esos hechos le incluyen a él como a un hombre de poca confianza y sin moral ni escrúpulos en su deseo por tener una vida mejor que ya ha tenido problemas con la justicia; a Cora como una mujer sensual, ambiciosa y manipuladora que sabe darle a cada hombre lo que espera de ella y obtener de cada hombre lo que ella necesita; y a Nick como apenas una sombra desechable y sin relevancia en esta carrera hacia el asesinato perfecto y el sueño americano pavimentado con sangre.

Podría hablaros mucho de Nick y Cora como protagonistas de esta novela negra, de ese deseo primario de tener mucho más de lo que tienen (lo que ellos creen que se merecen) a costa de quien sea, culpable o inocente... podría hablaros de la dinámica que se establece entre ellos, de cómo  tejen su tela de araña, se engañan a sí mismos o intentan engañar al otro y cómo manipulan y son manipulados en una danza que puede tener consecuencias de todo tipo... podría hablaros de esa sensualidad primaria y animal que salpica las páginas cada vez que estos dos personajes comparten una escena, del modo en que se dejan llevar por sus instintos aunque siempre rezume por detrás, en la lejanía, tras el biombo, el hedor a un maestro titiritero que intenta controlarlo todo con una especie de plan con muchas fisuras. Y es que no quiero (ni debo) entrar en detalles, porque lo mejor es acercarse a la historia y ser testigos de cómo un par de desalmados sin escrúpulos intentan hacer prevalecer la máxima de que deben salirse con la suya a toda costa porque es la única salida que ellos están convencidos que tienen (cuando lo más fácil sería que ella dejara a su marido y chimpún). Qué más da si es uno de ellos quien maneja la barca y el otro quien se deja arrastrar por la corriente: ninguno tiene perdón ni lo busca.

Y es que si hay un personaje que merece la compasión del lector es Nick. Este señor es el epítome del sueño americano en plena Gran Depresión estadounidense: de origen inmigrante (su apellido es incontestablemente griego), se ha casado con una mujer joven y atractiva a la que adora, ha montado un negocio de la nada y se gana la vida bien y honradamente con él, está orgulloso de todo lo que tiene, de lo que ha conseguido, de las mejoras y ampliaciones que tiene en mente para el futuro... le va bien, no tiene muchas luces, es honrado, generoso, confiado y buena gente. Todo lo que tiene se lo ha ganado con esfuerzo y con el sudor de su frente, así que como lector, cuando ves lo que está ocurriendo ante sus narices sin que él sospeche absolutamente nada, cuando sufre cierto hecho gravísimo y sigue sin enterarse de nada, cuando eres testigo del destino inevitable, insoslayable e imperdonable al que está abocado en manos de dos seres tan egoístas e inmorales como Frank y Cora, sientes una pena inmensa. Y eso que al leer todo desde el punto de vista de Frank, Nick no es nada, solo un ente que estorba en el camino de dos personas omnipresentes... pero por mucho que Frank lo neutralice en su narración, por mucho que ese vacío demuestre la nada tan absoluta que para él era Nick como ser humano, tú como lector estás con Nick. Sabes que, de ser alguien en esta novela, serías Nick. Y acompañas a Frank y a Cora en cada paso que dan en su camino, son rabiosamente entretenidos de leer, no puedes apartar la mirada, pero jamás estás de su parte. Aquí no existe eso tan recurrente de los personajes ambiguos y la moral gris, y en esta vida todo el mundo recibe lo que se merece (o eso dicen, que yo no lo tengo tan claro).

Y a todo esto, ¿de dónde viene el título con el cartero de marras? Porque ni un solo señor del servicio postal aparece en esta novela. Así que para averiguarlo hay que indagar y buscar, y lo que encuentras es que Cain dio una explicación pero la gente apuesta por otra. Según Cain, es algo que simplemente surgió durante una conversación con un guionista amigo suyo sobre los nervios de esperar la llamada del cartero con noticias sobre cierto manuscrito suyo. Sin embargo, los que quieren ir más allá dicen que no, que Cain tiró de algo muy habitual durante la época victoriana. Al parecer los carteros tocaban el timbre una sola vez cuando entregaban correo normal, pero llamaban dos veces cuando tenían que entregar un telegrama, y si alguien se gastaba el dinero en un telegrama (que valía una pasta) es que algo malo había pasado. ¿Qué nos dice el título entonces? Pues que en este libro no ocurren cosas buenas precisamente y por eso el cartero, simbólica y metafóricamente, llama dos veces. Y esto, que no sé hasta qué punto entenderían los lectores de 1934, a los de 2025 nos cuesta googlear a ver si nos enteramos de lo que va el percal, porque la edición no viene con ninguna explicación al respecto.

En fin, El cartero siempre llama dos veces es uno de los clásicos norteamericanos más reconocidos y yo creo que la historia más o menos nos suena a todos, así que lo voy a dejar aquí con los tráilers tanto de la adaptación de 1946 como la de 1981. Honestamente creo que el libro es más sutil en algunos aspectos que las películas explotaron muchísimo (no voy a ser más explícita) pero, dejando eso a un lado, las dos películas son muy recomendables si todavía no las habéis visto.

 

 

 





JAMES M. CAIN (Annapolis, 1892 – University Park, 1977) es uno de los autores más emblemáticos del género negro estadounidense. Novelista y periodista de profesión, después de la Primera Guerra Mundial, trabajó en varios rotativos de Nueva York, pero al poco tiempo comenzó a escribir guiones cinematográficos, relatos breves y novelas. Autor de numerosos éxitos editoriales, su obra cumbre sigue siendo El cartero siempre llama dos veces. Sin embargo, han sido igualmente reconocidas sus novelas Pacto de sangre, Mildred Pierce y Ligeramente escarlata.

lunes, 19 de mayo de 2025

RESEÑA (by MH) ::: MAIGRET TIENE MIEDO - Georges Simenon


 
Título original: Maigret a peur
Autor: Georges Simenon
Editorial: Anagrama & Acantilado
Traducción: Núria Petit
Páginas: 168
Fecha publicación original: 1953
Fecha esta edición: octubre 2022
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16,90 euros
Ilustración de cubierta: Maria Picassó


 
Tras asistir a un congreso de la policía en Burdeos, Maigret decide visitar a un antiguo compañero de estudios en la pequeña ciudad de Fontenay-le-Comte. Durante el trayecto en tren, un pasajero se le acerca y le pregunta si su presencia allí tiene alguna relación con los brutales asesinatos que han sacudido a la población recientemente y una de cuyas víctimas era su cuñado, hallado sin vida con un fuerte golpe en la cabeza. La estancia, que se auguraba apacible, guarda aún más sorpresas para Maigret: apenas ha llegado a la ciudad cuando se produce un nuevo asesinato, y los principales sospechosos son dos aristócratas de una de las familias de mayor raigambre en el lugar. Para resolver el caso, el comisario deberá familiarizarse con los viejos rencores que dividen a la comunidad y lidiar con un clima de sospecha que sólo él podrá disipar.
 

  
 

Resulta curioso que desde bien pequeña (pero pequeña, en plan ni siquiera adolescente) ya leía tanto a Agatha Christie como a Georges Simenon y, sin embargo, he sido siempre fiel a tita Agatha mientras que con tito Georges he sido mucho más inconstante. Me recuerdo leyendo esos volúmenes antiguos que incluían hasta tres libros de misterio de cada autor (los de Agatha eran verdes y los de Simenon eran rojos... ¿os suenan? ¿Los habéis visto? Las páginas de segunda mano están llenas de ellos), pero disfrutaba menos de las historias del comisario Maigret y llegó un punto en que lo dejé en el olvido. Cuando he retomado la lectura de sus novelas en la adultez me he dado cuenta de que quizás era demasiado joven para apreciarlas como es debido... o simplemente no era el momento y ya está. Pero el caso es que estoy disfrutando mucho de mi redescubrimiento de este autor belga tanto en sus novelas archifamosas de Maigret como en sus obras norteamericanas totalmente independientes del comisario. Sé que hace años que Acantilado tiene publicada la obra de Simenon, pero yo estoy haciendo la colección que está publicando al alimón con Anagrama. Es visualmente mucho más bonita y, como avanzan muy poco a poco (empezaron a finales de 2021 y llevan siete libros publicados hasta el momento), me da tiempo a leerlos tranquilamente y disfrutar mucho de la experiencia. En fin, me dejo de rollos, que aquí hemos venido a hablar de libros. Os cuento de qué va Maigret tiene miedo.

Maigret regresa de un congreso internacional de policías en Burdeos. Está harto, se ha dedicado a beber vino y a sentirse viejo entre tanto policía joven, y sinceramente lo único que le apetece es volver a París junto a su mujer y descansar de tanto ajetreo inútil... pero hace años que promete a un viejo amigo de su época universitaria que lo visitará en su ciudad, Fontenay.le Comte, y le pilla de camino en el tren de vuelta a París, así que decide hacer un alto en el camino y quitarse eso de encima. Su amigo, Julien Chabot, es juez de instrucción, y cuando Maigret llega lo pilla en medio de un situación muy complicada: se han producido dos asesinatos en apenas un par de días, y esa misma noche se producirá un tercero. Tres crímenes con una misma arma en apenas tres días en una ciudad de 8000 habitantes es demasiado... pero ese no es el principal problema: lo es el enrarecido ambiente que hay en la ciudad (ciudadanos obreros contra la familia Vernoux-Courçon, algo así como aristócratas rurales que siguen siendo eminentes en la ciudad) y la hostilidad latente contra el juez por frecuentar la amistad de esta familia. Vamos, que Maigret se encuentra un panorama muy complicado, y encima todo el mundo cree que ha llegado para investigar los asesinatos, y nada más lejos de la intención del comisario.

Según Goodreads, Maigret tiene miedo hace la número 42 dentro de las historias protagonizadas por este personaje, así que a estas alturas el comisario no solo es archiconocido para el lector, sino que en su propio mundo ficticio también es famoso y le reconocen allá por donde va. Eso mismo le ocurre cuando llega a Fontenay-le-Comte: en cuanto baja del tren no solo saben quien es y siguen cada paso que da (hasta tiene a gente a las puertas de su hotel siguiendo sus movimientos cual estrella de Hollywood), sino que dan por hecho que ha llegado a la ciudad para investigar de incógnito o extraoficialmente los asesinatos que se están produciendo, y por mucho que él lo niegue, por mucho que insista en que solo es una visita privada a un antiguo amigo, nadie le cree. Qué casualidad que llegue el reconocido y laureado Maigret cuando están matando a gente, ¿verdad? Pues sí, azar puro y duro, pero ya sabemos lo que pasa con las casualidades: que no todo el mundo cree en ellas. A decir verdad, ni siquiera su amigo se muestra muy entusiasmado cuando lo ve aparecer y no es del todo bien recibido... vamos, que si Maigret pudiera dar marchas atrás en el tiempo, hubiese seguido en su tren hasta París y hubiese dormido esa misma noche en su cama.

¿Qué tenemos entonces en la novela? Pues una ciudad relativamente pequeña y tranquila en la que nunca suele pasar nada pero en la que se producen tres asesinatos en tres días y todos con la misma arma
homicida, con lo que la autoría única parece clara. Pero por si esto no fuera poco, se añade el componente social, y realmente es la baza que usa
Simenon para acentuar no solo el misterio de los asesinatos, sino la ambientación que los rodea, porque además de un asesino suelto también hay cientos de personas muy descontentas que pueden liarla muy gorda durante la investigación. Digamos que la primera víctima pertenece a la familia Vernoux-Courçon, una especie de aristócratas rurales que viven en una casa señorial que domina el resto de a ciudad a la vieja usanza, y esa familia es odiada profundamente por el resto de sus vecinos, gente de a pie trabajadora y de izquierdas que no solo deplora lo que representan, sino que sigan siendo algo así como la alta sociedad de la ciudad. El ambiente durante toda la novela es extraño y opresivo, enrarecido, la violencia reprimida es latente, el odio es explícito y llega un momento en que las cosas se ponen muy turbias. A esto se suma que todo aquel que suela frecuentar a los Vernoux-Courçon también está en el punto de mira, y eso incluye a Julien Chabot, juez de instrucción y motivo de la presencia de Maigret en la ciudad. Si os digo además que todos estos ciudadanos tienen claro que el asesino pertenece a los Vernoux-Courçon y que, por tanto, dudan mucho que el juez se atreva a hacer bien su trabajo porque no va a tener las narices de acusar a ninguno de ellos, pues os haréis una idea de lo complicado que está todo. Que a todo esto, resulta curioso que esta gente odie a la familia de la gran casa por ser ricos... si supieran que los habitantes de esa gran casa se odian entre ellos porque realmente no son ni tan ricos ni viven tan bien como los demás creen...

Yo creo que el giro importante que afronta la novela, lo que la diferencia de otras del género o de  este mismo personaje, es que Maigret no actúa como investigador, solo como observador que decide dar un paso atrás voluntariamente. Sí que hace alguna visita por su cuenta, habla con gente a nivel personal, pero fuera de la investigación y sin compartir esos datos con los que sí están investigando oficialmente los asesinatos. Incluso cuando le piden su opinión de manera directa no se moja, se limita a guardar silencio o a decir que no tiene nada que comentar al respecto, que no es cosa suya. Y creedme, estos intentos de pedirle ayuda son constantes porque tanto la policía de Fontenay-le Comte como el juez de instrucción están muy, muy perdidos. Las víctimas no guardan aparentemente ninguna relación entre ellas, no parece que se defendieran en ningún momento ni se entiende como en una localidad tan pequeña han podido llevarse a cabo los asesinatos sin que nadie viera ni oyera nada. Pero Maigret se mantiene en sus trece: le fuerzan constantemente a entrar en la investigación y él se revuelve de todas las maneras posibles. Su amigo Chabot busca su mirada, su aprobación, su opinión, pero el comisario mantiene su mutismo y su hermetismo. Y es que Chabot tiene miedo, por un lado, de la opinión pública y de la población si decide no actuar contra los aristócratas, porque los disturbios están garantizados y su integridad física en jaque; pero por otro, si actúa y hace lo que debe hacer, tiene miedo de la reacción de los Vernoux-Courcçon y los que son como ellos... Pero bueno, todo esto no es asunto de Maigret. Él tiene claro que no piensa entrometerse ni va a facilitarle el camino a su amigo. ¿Resuelve Maigret el caso? Por supuesto, a eso hemos venido, pero por su cuenta y sin mover un dedo por la autoridades locales.

Resulta curioso lo que Simenon nos muestra en estas páginas: que todo aquello que fue caldo de cultivo y pólvora para la Revolución Francesa seguía latente en muchas ciudades de provincias a mediados del siglo XX, porque además esa agitación social es como una segunda piel durante toda la historia. También da peso en la novela a las reflexiones de Maigret con respecto a su edad (se siente viejo y desfasado) y cómo percibe a estas nuevas generaciones de policías que se creen que lo saben todo, que como gallos en un corral intentan desprestigiar a la vieja guardia que él representa y cómo con sus imprudencias y sus ganas de llamar la atención suelen cometer errores catastróficos en la resolución de los casos. Y por si fuera poco también nos adentramos en ese triste sendero que es la idealización de las amistades juveniles, que en nuestra memoria brillan como rayos de sol y que suelen cubrirse de nubes si por casualidad nos reencontramos con ellas décadas después y ya no se benefician de la ingenuidad y la falta de experiencia vital. Vamos, que el libro es muy cortito pero, como suele pasar con los buenos escritores, le da tiempo a hablar de todo lo que quiere hablar, y además lo hace bien.

En definitiva, me ha gustado mucho Maigret tiene miedo. En este libro las pesquisas no se hacen según las reglas ni por parte de quienes están obligados oficialmente a hacerlo (policías y juez de instrucción) ni por parte del propio Maigret, que ni siquiera forma parte de todo eso. Hay escenas geniales, buenísimas, como la del interrogatorio al maestro, y vemos como Maigret ya es una celebridad venerada por su conciudadanos de todo el país. Aun así los libros del comisario Maigret se pueden leer independientes unos de otros, no necesitan un contexto ni una trayectoria vital del personaje para disfrutarlos como se merecen. Maigret tiene miedo, en concreto, aporta un caso diferente de lo habitual en el canon de este personaje, un punto de vista diferente en cuanto a la propia integración del comisario en la investigación, porque realmente lo de menos son los asesinatos: lo importante es si la justicia irá a por quien debe ir por mucha influencia que tengan los sospechosos o si estos disfrutarán de sus privilegios de ricos y serán protegidos por la justicia. El resultado es muy disfrutable.




Georges Simenon (Lieja, Bélgica, 1903 – Lausana, Suiza, 1989) escribió ciento noventa y una novelas con su nombre, y un número impreciso de novelas y relatos publicados con pseudónimo, además de libros de memorias y textos dictados. El comisario Maigret es el protagonista de setenta y dos de estas novelas y treinta y un relatos, todos ellos publicados entre 1931 y 1972. Célebre en el mundo entero, reconocido ya como un maestro, hoy nadie duda de que sea uno de los mayores escritores del siglo XX.