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miércoles, 29 de diciembre de 2021

RESEÑA (by MH) ::: UN ÁRBOL DE NAVIDAD Y UNA BODA - Fiódor Dostoievski


 
Título original: Елка и свадьба
Autor: Fiódor Dostoievski
Editorial: Comanegra
Traducción: Marta Nin
Páginas: 47
Fecha publicación original: 1848
Fecha esta edición: noviembre 2020
Encuadernación: cartoné
Precio: 15 euros 
Ilustración de cubierta e interiores: Oriol Malet




Esto es un cuento de Navidad, pero no es precisamente un cuento de hadas. Dostoyevski no escribía cuentos de hadas, o cuando lo hacía era para transformarlos completamente y ponernos frente a lo peor de nuestro mundo. Esta historia viene cargada de humor y acidez, y también de una violencia soterrada ―violencia de clase y de género― de la cual no nos hemos librado.

El año pasa volando, y hoy os traemos la última entrada correspondiente al proyecto de Reseñas Cruzadas que comenzamos Undine y yo allá por el mes de enero. Es el único libro que no habíamos anunciado con antelación pero las fechas invitaban a que su temática fuese navideña. Con ese propósito escogimos Un árbol de Navidad y una boda, de Fiódor Dostoievski (del que se celebra este año el bicentenario de su nacimiento)... y sí, transcurre en Navidad, pero que la temática sea navideña es bastante más discutible.
 
Haciendo cuentas esta es la segunda ocasión en que Dostoievski visita Netherfield, la primera de ellas este mismo año cuando os hablé de Noches blancas, que no solo comparte año de publicación con Un árbol de Navidad y una boda (1848), sino que ambas vieron la luz en la misma publicación, Anales de la Patria, revista literaria rusa que contaba a menudo con la participación de Dostoievski y que puso fin a su andadura en 1884. En cualquier caso, ambas historias son totalmente diferentes tanto en el tono como en el contenido, y no, tal y como os decía no estamos precisamente ante una historia bonita navideña llena de buenas intenciones y mejores deseos. Más bien lo contrario.
 
Un árbol de Navidad y una boda es un relato muy, muy breve de apenas unas páginas, así que cuesta esbozar su argumento sin desvelar más de la cuenta. Os puedo decir que tenemos un narrador que hace unos días vio una boda (primera frase del relato, no destripo nada), lo que hace que recuerde una víspera de Año Nuevo de unos años atrás. Estaba en una fiesta en la que se sentía cohibido y donde apenas conocía a nadie, e hizo lo que se suele hacer en estos casos: buscar un sitio tranquilo en la que aislarse del mundanal ruido. Y es en este lugar donde fue testigo invisible de una escena bastante incómoda a ojos del lector del siglo XXI que sin embargo era el pan nuestro de cada día en la clase media-alta rusa del XIX. Sus protagonistas son dos niños (chico y chica) y un señor maduro y en extremo desagradable que cree que nadie más está presente en la estancia.

Claro, ahora viene lo peliagudo. No os quiero decir más de lo que ya os he dicho (es que no se debe decir mucho más), ¿pero cómo os hablo entonces de los temas que trata el relato? Porque cualquier cosa que diga destripa lo que ocurre en ese salón. Y me parece importante no desvelar nada porque igual que yo me he sorprendido al leer el relato (no esperaba para nada su contenido), creo que cualquiera que decida leerlo debe acercarse a él en la misma ignorancia argumental.
 
Quien conoce un poco a Dostoieviski y su literatura sabe que el eje sobre el que orbita toda su obra es el de la condición humana y social en todos sus aspectos y aristas, que acomete desde puntos de vista tanto psicológicos como filosóficos y éticos, y el Dostoievski de narración corta trata temas igual de duros e incómodos que el de su narrativa larga. Un árbol de Navidad y una boda es un buen ejemplo de ese espíritu crítico hacia la sociedad de su época y unas costumbres que le repugnaban pero contra las que nada podía hacer, y el propio devenir del relato da buena muestra tanto de la reprobación como de la inevitable resignación. Que los protagonistas de la escena crucial de esta historia sean Yulián Mastákovich (un hombre maduro invitado a la fiesta) y una niña de once años (en cuya casa se celebra dicha fiesta) ya invita a visualizar una imagen perturbadora, inconveniente y embrazosa sea cual sea el contenido de esa escena. La sinopsis editorial es muy vaga (por lo mismo que os digo arriba, hay que serlo si se quiere abrir el libro y sorprenderse con su contenido) pero hace referencia muy acertadamente a una violencia soterrada; así es como se siente el lector al leer lo que ocurre en estas páginas: violento por lo espinoso de lo que en ella se plantea.

Pero es que además de esa niña de once años os decía que también está presente un niño. Este niño es hijo de la institutriz de la familia, y sobre él recae otra dosis de la crítica que Dostoievski vuelca sobre la historia. Más de lo mismo, poco os puedo decir salvo apuntar que los regalos que hay en ese árbol de Navidad del título para los niños presentes en la fiesta apuntan con el dedo a la pobreza moral de la alta sociedad, la diferencia de clases y la discriminación social. La trama, tan breve como contundente, gira en torno a estos dos niños, que tienen el dudoso honor de cargar a sus espaldas con dos de las muchas injusticias sociales e hipocresías morales que de una manera u otra denunciaba su creador.

Pero llegados a este punto (quiero desvelar tan poco que no sé si estoy transmitiendo correctamente lo que quiero decir), debo hacer una aclaración (que os veo ya corriendo asustados en dirección contraria al relato). Os decía arriba que Dostoievski hablaba de todo aquello que le obsesionaba ya fuese en narrativa corta o en narrativa larga, pero en la corta se permitía el capricho de introducir un elemento que en la narrativa larga solía brillar por su ausencia: el humor. No estoy hablando de soltar carcajadas ni de un humor divertido y travieso, sino de un ingenio sutil que aligera en cierto modo la gravedad del asunto que está tratando. Resulta ácido porque realmente es la reacción sarcástica e incrédula hacia algo que le enfada y le indigna, pero al tiempo es tan inteligente y lúcido en el modo de plantearlo que atenúa la mordacidad a base de temperamento y carácter. No es un dramón con patas, para que nos entendamos. Lo que cuenta es embarazoso y delicado, pero lo hace de tal manera y con tanto ingenio que incluso consigue hacerle pasar un mal rato sin complejos a ese personaje sobre el que carga las tintas.

¿Qué podéis esperar entonces de Un árbol de Navidad y una boda? Pues un relato muy ruso en cuanto al genio que gastaban estos señores para contarlo todo en apenas unas páginas. Eran unos maestros de la narración corta y yo no me canso de repetirlo. No esbozaban la historia, la desplegaban en todo su esplendor sin dejar ni una sola arista al descubierto. Pero además podéis esperar a Dostoievski, ni más ni menos, que es como decir que podéis esperar siempre lo más excelso sin importar la lectura que tengáis entre manos. Lo que no debéis esperar es una historia navideña si a tal descripción asociáis una historia bonita y tierna. Los elementos están (tenemos el árbol, tenemos la Nochevieja, tenemos los niños, tenemos los regalos...), pero Dostoievski tenía cosas más importantes que contar que un relato lleno de buenos sentimientos y gran corazón. ¿Recomendable? Sin duda alguna, pero no dejéis que os destripen el meollo de la trama. Y a todo esto os estaréis preguntando a qué viene la boda del título... pues no seré yo quien os saque de dudas.
 
Sé que Undine os hablará mucho más a fondo del autor, del contexto social de la época y de los entresijos de la historia, así que yo por mi parte lo dejo aquí, pero no quiero terminar mi andadura en las Reseñas Cruzadas sin darle las gracias a Undine por permitirme acompañarle estos doce meses en los que hemos corroborado lo que ya sabíamos: que somos gemelas en cuanto a gustos literarios (salvo en uno de los doce libros, que llevo clavado como una espina porque sé que no era su momento) aunque lo contemos todo de manera completamente diferente. Gracias por tu amistad incondicional (muy, muy anterior a nuestras respectivas aventuras blogueras) y perdóname por bajarme del carro... las pilas no me llegan. Te admiro y te respeto muchísimo, ya lo sabes.

Reseña en casa de Undine -> aquí
 
Fiódor Dostoievski (Moscú, 1821 - San Petersburgo, 1881). Novelista ruso. Educado por su padre, un médico de carácter despótico y brutal, encontró protección y cariño en su madre, que murió prematuramente. Al quedar viudo, el padre se entregó al alcohol, y envió finalmente a su hijo a la Escuela de Ingenieros de San Petersburgo, lo que no impidió que el joven Dostoievski se apasionara por la literatura y empezara a desarrollar sus cualidades de escritor. En 1849 fue condenado a muerte por su colaboración con determinados grupos liberales y revolucionarios. Tras largo tiempo en Tver, recibió autorización para regresar a San Petersburgo, donde no encontró a ninguno de sus antiguos amigos, ni eco alguno de su fama. Su obra, aunque escrita en el siglo XIX, refleja también al hombre y la sociedad contemporánea.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

RESEÑA (by MH) ::: OTOÑO EN BERLÍN (BEATE Y MAREILE) - Eduard von Keyserling


 
Título original: Beate und Mareile
Autor: Eduard von Keyserling 
Editorial: Nocturna (colección Noches Blancas)
Traducción: Carlos Fortea
Páginas: 160
Fecha de publicación original: 1903
Fecha esta edición: mayo 2011
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16 euros 
Ilustración de cubierta: Ante el espejo (Georg Friedrich Kersting, 1827)



 

Del autor de Princesas, Otoño en Berlín (Beate y Mareile) es considerada su obra más representativa, una novela sobre pasiones y transgresión social.


Estamos en las postrimerías de 2021 y eso implica la recta final del proyecto de Reseñas Cruzadas, pero me alegra enormemente que antes de terminar hayamos podido hacerle hueco a un escritor del que apenas oigo hablar y que tanto a Undine como a mí nos gusta muchísimo. Además, ya que estamos en otoño, hemos decidido ponernos creativas y vamos a hablaros de Otoño en Berlín, de Eduard von Keyserling (ahí, hilando fino... que no se diga xD). Esta es la segunda vez que Keyserling
pone sus pies en Netherfield, y sin esperar a que leáis la reseña os digo desde ya que he vuelto a disfrutar muchísimo leyéndolo. Por cierto, ya os hablé de ella en mi anterior reseña de Keyserling, pero quiero volver a recomendar la selección de clásicos que Nocturna publica dentro de la colección de Noches Blancas. No es muy extensa, pero pasa tan desapercibida entre el resto de sus colecciones que creo que bien merece que se llame la atención sobre ella de vez en cuando. ¿Qué contiene? Pues además de casi toda la obra disponible en castellano de Eduard von Keyserling, también tienen un par de libros de Dickens que no se pueden encontrar en ninguna otra editorial, por poner un par de ejemplos (actualmente estoy leyendo uno de ellos, Nicholas Nickleby, en una edición fantástica).
 
Eso sí, una de cal y otra de arena, como la vida misma. Con respecto a Otoño en Berlín tengo que pegarles un pequeño tirón de orejas. Ni se os ocurra leer la sinopsis de la editorial, porque las pocas frases que contiene desvelan las 30-40 últimas páginas. La sinopsis misma es un spoiler como una catedral del final del libro. Por mi parte la he borrado entera arriba, pero considero mi deber avisar. Yo la leí, y me pasé todo el libro esperando precisamente lo que se cuenta en ella. Anda que no había cosas para poner en la sinopsis sin necesidad de destripar nada...
 
Volviendo a Otoño en Berlín, la historia nos lleva hasta Kaltin, una casa solariega situada en la campiña. Allí viven el matrimonio formado por Günther y Beate junto a la madre y la tía de ella. Günther y Beate se conocen desde niños, pero hasta el momento de contraer matrimonio han vivido unas existencias muy diferentes. Él, brillante militar del ejército báltico hasta el momento de dejar el servicio a muy temprana edad, se ha paseado por la vida sin privarse absolutamente de nada, y tantos son los placeres gozados y las mujeres conquistadas que llega un punto en que se cansa de todo y decide sentar cabeza. Ahí es donde entra Beate, compañera de juegos en la infancia, virtuosa, religiosa, sosegada y criada para refrenar sus pasiones. En ella cree encontrar la tranquilidad que necesita y, tras casarse, se van a vivir a Kaltin. Günther no puede ser más feliz, por fin tiene lo que quiere, encuentra belleza en todo lo que mira, embelesa a todo aquel que se propone y cree haber encontrado por fin su sitio... hasta que su naturaleza veleidosa, frívola y hedonista se hastía de tanta tranquilidad y echa de menos las pasiones que reinaban en su vida tiempo atrás. Es entonces cuando aparece Mareile, la tercera en discordia en aquellos juegos infantiles de tantos años atrás; Mareile, tan distinta a Beate; Mareile, rebosante de sensualidad y deseosa de complacer sus instintos; Mareile, que siempre estuvo enamorada de Günther. 

Otoño en Berlín es una historia de personajes tan imperfectos como la vida misma, y a ojos del lector eso hace que brillen con sus muchos claroscuros. Günther, que vive para ser adorado, que se deprime si no es el centro de atención y si una mujer hermosa está con cualquier hombre que no sea él, que existe por y para sus pasiones, ejemplifica a esas personas que siempre quieren lo que no tienen y siempre quieren estar en cualquier otra parte. Vive una vida privilegiada y licenciosa, se cansa, se busca una mujer recatada, se convence de que lo que más le conviene es la vida tranquila en el campo, y cuando se aburre de tanto idilio pastoril, se entrega a sus deseos sin detenerse a pensar en nadie que no sea él mismo. Beate es una mujer pura, ingenua y virtuosa que aparece y desaparece en la narración con la misma prudencia y recato con la que se conduce en su matrimonio: sin ánimo de molestar, interiorizando todo lo que le duele, siempre agazapada. Y luego tenemos a Mareile, esa hija del mayoral de la finca que siempre tuvo envidia de los señores de la casa, que se ha convertido en una belleza adorada por todos los hombres que la rodean y que un buen día decide vivir una vida sin velos en búsqueda constante de la felicidad, plena de sensualidad y anteponiendo sus deseos a cualquier convención social o sentimientos de terceras partes afectadas.

Si algo me gusta de Keyserling es que casi siempre consigue que me repatee uno de sus personajes. En Otoño en Berlín ese personaje ha sido Günther; ese andar por la vida como si fuese el ombligo del mundo, totalmente sometido a sus instintos y ciego ante el egoísmo de sus actos, le ha convertido en carne de cañón para mis ojos en blanco y mis velas negras. Y que Mareile, tras proclamar su dedicación a una vida sin tapices que coarten el autoconocimiento de su erotismo, tan orgullosa, salvaje, libre... se deje mangonear por este señor, ha hecho que nos llevemos regulero algunas veces. No sé si os pasa a vosotros esto de cerrar un libro, pensar en los más y los menos que has tenido con los personajes en muchos tramos de la lectura y descubrir que lo has disfrutado todo de tal manera que no cambiarías absolutamente nada. Que lo que está en las páginas tiene su razón de ser y que los sentimientos que te ha producido son los correctos. Keyserling gustaba de crear personajes moralmente cuestionables, no le gustaban los personajes facilones que andaban en línea recta, y esos desvíos de lo socialmente aceptable son los que justifican sus tramas y los que convierten en palpitantes unas historias que languidecerían en otras manos con menos talento.
 
Nostálgica, vulnerable, sensual... como todas las obras de Keyserling, es una historia de personajes que refleja a la perfección las contradicciones de la época en que fue escrita, ese cambio de siglo en el que las transgresiones sociales se daban la mano con el aferramiento a las antiguas costumbres. Eso es Otoño en Berlín: la contraposición entre la mujer que decide vivir su sensualidad sin ataduras y el sexo con libertad, y la que ha sido educada para controlar sus pasiones e inhibirse ante su marido. El personaje masculino en esta historia (narcisista, egocéntrico, inmaduro) tiene mucha presencia pero solo como hilo conductor entre las dos mujeres. Ellas son las protagonistas y ellas monopolizan el título original: Beate y Mareile, Mareile y Beate. Dos visiones diferentes de cómo era la realidad de las mujeres en la decadente aristocracia alemana de finales del siglo XIX y principios del XX; la insatisfacción de la mujer en el matrimonio, la liberación de la mujer fuera de él, la búsqueda de la felicidad aislada de las convenciones sociales... temas recurrentes en la historia de la literatura que seducen bajo el amparo de la excepcional prosa de Keyserling.

Así que reitero lo dicho al principio de la reseña: he disfrutado mucho de la lectura y me parece una obra muy notable tanto por la forma como por el contenido, pero no creo que sea una novela para todo el mundo (algo que, todo sea dicho, creo que puede aplicarse a toda la bibliografía de Keyserling). Otoño en Berlín es una historia pausada preñada de esa melancolía que no puede achacarse a nada en concreto pero que impregna cada una de las líneas como una bruma persistente imposible de disipar. Avanzas en la lectura, y los actos y decisiones de los personajes te parecen mundanos, vivos, inherentes al ser humano y a sus muchos defectos, pero al tiempo entrevés ese segundo escenario que Keyserling esconde tras el primero, como un cuadro al que hay que quitarle la capa superficial de pintura para acceder a la imagen que realmente quiso pintar su autor. Aquí nada es tan evidente como parece, los personajes callan más de lo que dicen y  algunos viven en un mundo interior que les cuesta mostrar ante el lector. No es que le impidan verlo, sino que le piden que se esfuerce en comprenderlo. Por eso es de esas historias en las que parece que ocurren pocas cosas, o que ocurren despacio, o que semejan insustanciales de cara al conjunto de la trama, pero esas mismas cosas forman un entramado de gran inteligencia narrativa que no tiene ni un hilo suelto. Y no puedo dejar de mencionar la naturaleza, ese personaje siempre presente en la obra del autor que él siempre describe de un modo exhuberante y visual como parte intrínseca de todo lo que ocurre en ella.
 
He intentado no dar ni una mísera indicación de hacia donde se dirige la historia, así que lo dejo aquí por si acaso. Repito lo dicho arriba, apenas se habla de Eduard von Keyserling y no me queda otra que pensar que es porque apenas se leen sus obras. Tengo reparos en recomendárselo a quien prefiera acción sobre personajes, porque no sé si encajaría bien con su forma tan personal de contar las cosas, pero al mismo tiempo me resisto a no intentar que le deis una oportunidad. Me gustaría que le dieseis una oportunidad. Ojalá os guste si le dais esa oportunidad. 
 
Reseña en casa de Undine -> aquí



Eduard Graf von Keyserling nació en el castillo de Paddern, cerca de Hasenpoth (Aizpute), Curlandia, en 1855. Miembro de una antigua y noble familia alemana del Báltico, y familiar del filósofo Hermann Keyserling, estudió en la Universidad de Dorpat, pero fue obligado a abandonar sus estudios debido a un incidente que le alejó de los círculos aristocráticos. Tras mudarse a Viena, continuó estudiando y empezó a familiarizarse con las ideas sociales del naturalismo. Fue entonces cuando comenzó a publicar.
 
Posteriormente se trasladó a Múnich, de donde, a excepción de una corta estancia en Italia, ya no saldría. Allí frecuentó nuevos círculos artísticos, entre los que se encontraban L. Corinth, M. Halbe, R. Kassner y F. Wedekind. Durante esta etapa escribiría muchas obras de teatro, pero lo que le condujo al verdadero reconocimiento fueron sus novelas. 
 
Ya enfermo de sífilis, en 1904 publicó la novela Un ardiente verano (Nocturna, 2010). En 1908 se quedó ciego y hubo de dictar sus últimas novelas a sus hermanas, hasta su muerte en 1918.

miércoles, 27 de octubre de 2021

RESEÑA(by MH) ::: LA MÁSCARA DE LA MUERTE Y OTRAS HISTORIAS - H. D. Everett


 
 
Título original: The Death Mask and Other Ghosts
Autora: H. D. Everett
Editorial: La Biblioteca de Carfax
Traducción: María Pérez de San Román
Páginas: 192
Fecha publicación original: 1920
Fecha esta edición: enero 2019
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16,50 euros
Ilustración de cubierta: Rafael Martín Coronel



La presente edición incluye los siguientes relatos de fantasmas de la autora inglesa H.D. Everett: «La máscara de la muerte», «Los dedos de una mano», «El teléfono», «El pequeño fantasma de Anne», «La cortina carmesí», «El camino solitario», «La bruja del agua», «Los gaiteros de Mallory» y «La pared susurrante».
La Biblioteca de Carfax es de esas editoriales muy presentes en mis lecturas anuales (tres son ya los libros suyos que he leído este año) y también suele aparecer en mis semanas especiales de Halloween, pero dado que este año he decidido no hacerla (una de tantas cosas que he tenido que descartar este 2021 en el blog), me alegra muchísimo que el proyecto de Reseñas Cruzadas que comparto con mi querida Undine me permita hablaros de una de sus publicaciones. El libro que hemos escogido es la antología de relatos La máscara de la muerte y otras historias, de la escritora británica H. D. Everett, y aunque va a ser una reseña cortita, espero poder transmitiros lo mucho que me han gustado la mayoría de los relatos que incluye.
 
Os diría que es Everett es una autora inédita para mí, pero lo cierto es que hace unos meses leí un relato suyo incluido en la antología Cuentos de brujas de escritoras victorianas. Ese relato era La bruja del agua, que también aparece en el libro que hoy os traigo, pero por lo demás, y aunque había oído hablar de ella, es una autora bastante nueva para mí. Y no es de extrañar, porque no solamente se sabe poco de ella sino que su obra apenas está traducida al castellano (como la de tantas otras escritoras de la época). Sí se sabe que empezó a escribir ya bien cumplidos los cuarenta años y que en apenas catorce llegó a publicar más de veinte novelas de temática muy dispar; lo mismo se adentraba en la novela histórica que se acercaba a la temática sobrenatural que flirteaba con la ciencia ficción. Aunque buena parte de ellas fueron publicadas bajo el seudónimo de Theo Douglas (no fue hasta 1910, trece años antes de su fallecimiento, que se desveló su identidad), La máscara de la muerte y otras historias sí fue publicado con su verdadero nombre en 1920. Muy conocida en su tiempo, autores como M. R. James y Lovecraft cantaban alabanzas sobre ella (este último en un ensayo que justo hace poquito me regalaron, El horror sobrenatural en la literatura), y de hecho vivió de manera muy holgada gracias a los ingresos que percibía por sus libros. ¿Por qué ha quedado en el olvido el nombre de H. D. Everett? Pues eso me pregunto yo sobre muchas autoras que no sobreviven a la escabechina temporal literaria, y las causas son muchas, pero no es ese el tema que nos ocupa. Yo hoy vengo a hablar de mi libro.
 
La máscara de la muerte y otras historias contiene nueve relatos en total que no solo comparten su temática fantasmagórica y sobrenatural, sino que se mueven por terrenos similares y comparten puntos en común muy apegados no solo a la presumible vinculación de la autora con Escocia, sino a la época en que fueron escritos y publicados.

Los fantasmas forman parte del folclore escocés y, de estar en el ánimo del turista, se pueden hacer rutas por Escocia en pos de fantasmas de todo tipo y condición. Por eso no resulta extraño encontrar muchos relatos góticos clásicos ambientados en Escocia, ya sean casas encantadas, bosques embrujados, las Highlands hechizadas o lagos con unos habitantes un tanto sobrenaturales. Pero ya no solo son tierras aojadas por los espíritus, sino que los propios escoceses tienen fama de supersticiosos y de creer en apariciones, fantasmas, facultades paranormales y avisos de cualquier tipo que anticipen la muerte de alguien o, pro el contrario, intenten evitarla. Con todos estos antecedentes, nada más fascinante que una Escocia sobrenatural, y aunque Margaret Oliphant es mi autora favorita en este terreno (la he traído ya varias veces al blog con lo poquito de su obra que está traducido... la misma historia de siempre), Everett también se me ha descubierto como una autora a tener en cuenta en este aspecto y, de hecho, mi relato favorito de todo el libro, Los gaiteros de Mallory, está ambientado precisamente en las Highlands escocesas. Se dice en la breve biografía de la editorial que se cree que la autora nació o vivió en Escocia dada su especial vinculación literaria con ese país, pero ni siquiera eso se sabe seguro sobre ella. Sea como sea, y aunque quizás su prosa no es tan evocadora ni tan atmosférica como la de Oliphant, sí desprende ese ambiente sugerente y firme que no pone en duda en absoluto la existencia de lo paranormal y que por ello no pretende explicarlo en modo alguno, sino que, como diría aquel, así son las cosas y así se las hemos contado. 
 
Pero sobre esto volveré luego. Ahora quiero hablaros de la otra característica predominante en muchos de los relatos: la guerra. Y es que, tal y como digo arriba, el libro se publicó en 1920, dos años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y los vestigios de la contienda son casi un personaje más en varios de los relatos. Aunque todos difieren entre sí y cuentan historias muy diferentes, al menos cuatro de los relatos tienen lugar durante la guerra (y para mí dos de ellos son de los mejores de la compilación, el ya nombrado Las gaitas de Mallory y El teléfono). Todos representan en mayor o menor medida las características ya nombradas anteriormente del imaginario supersticioso sobrenatural, pero más allá de eso, resulta innegable la época a la que pertenecen, unos años en los que Gran Bretaña se vio supeditada por entero a una contienda que ellos presumían al principio breve y trivial y que sin embargo truncó las vidas de más de dos millones y medio de soldados británicos (entre muertos, desaparecidos y heridos). Soldados en batalla, soldados de permiso, soldados licenciados, soldados enamorados... todo eso tiene presencia en los relatos, pero también vemos a las mujeres de la guerra, ya sea como víctimas de ella o dando visibilidad a las que se incorporaron al mercado laboral o actuaron como voluntarias.
 
Así pues, si recopilamos, ¿qué tenemos en La máscara de la muerte y otras historias? Pues tenemos fantasmas de todo tipo, guerra de fondo, algunas casas encantadas, alguna familia maldita, espíritus buenos que quieren proteger de desgracias, espíritus malos de esos que rezuman mala leche, espíritus que simplemente avisan y ahí te las compongas... sin querer ir más allá, de todo un poco. Y llegados a este punto tengo que hablar de otro denominador común, y con ello retomo lo que os decía un par de párrafos atrás: no busquéis explicaciones a los fenómenos paranormales en ninguno de los relatos. Y esto os lo comento porque sé que hay lectores que necesitan que se les explique el porqué de la aparición, o por qué hace lo que hace, o qué pasó después de tal y pascual... No, Everett no estaba interesada en eso. La estructura de sus relatos se basa primordialmente en la exposición de los hechos y, una vez narrados, suele ponerle fin sin más fanfarria. No está interesada en ofrecer pruebas ni en buscarle un sentido al hecho sobrenatural que narra (que está ahí sin más y así hay que tomarlo), sino que lo suyo es relatar cuadros: tengo esta escena y estos personajes dentro del marco y os voy a contar lo que les pasó; lo que ocurra más allá de lo que se ve en esos trazos no es de la incumbencia del lector, por mucho que sí sea de la incumbencia del personaje... si eres capaz de percibir todo lo que esconde, bien; si no, también.
 
Os pongo a modo de ejemplo una cita extraída de uno de los relatos, El pequeño fantasma de Anne, que parece toda una declaración de intenciones de la autora y sirve para resumir su forma de contar sus historias:
Recuerdo una cosa que me dijo un amigo creyente con el que una vez discutí de asuntos psíquicos: «Siempre sé como distinguir una historia de fantasmas verdadera de una falsa. La verdadera nunca tiene un sentido, y la falsa siempre se empeña en proveerte de uno». Esta historia mía de fantasmas, aunque no es falsa, sí que tiene un sentido, pero puede que sea uno que el lector pase por alto y yo no insistiré en ello.
A todo esto, apenas os he hablado de los relatos en sí mismos, ¿no? Tampoco quiero hacerlo porque son muy cortitos y en este tipo de historias, cuanto menos sepáis, mejor, así que me limitaré a deciros que, curiosamente, el que menos tilín me ha hecho es el que da título al libro, La máscara de la muerte, que tiene como protagonista a un hombre viudo, y no porque no me haya gustado, sino porque comparado con los demás, pues no brilla (pero vamos, que si es el que da título al libro seguramente sea el más famoso... yo es que voy siempre a contracorriente, ya lo sabéis). Por otro lado ya os he nombrado como favoritos Las gaitas de Mallory (gaitas, Highlands, maldiciones... marvellous!!) y El teléfono (que, aunque previsible, no deja de estar muy bien contado y de hacer una alusión muy velada pero valiente a algo que sufren muchas mujeres en conflictos bélicos). El camino solitario es un relato muy sencillo pero, para mí, muy tierno, y tiene un protagonista que lo hace muy especial. Los dedos de una mano me ha hecho buscar en Google una y otra vez a ver si está basado en hechos reales y no he encontrado nada... tengo que seguir buscando. ¿Qué me queda? El pequeño fantasma de Anne, del que os he puesto una cita arriba; La bruja del agua, que como ya os he comentado leí hace unos meses en una antología dedicada a las brujas (no tiene nada que ver con brujas, como tantos otros en esa antología... es una historia de fantasmas); La cortina carmesí, que está narrada en dos tiempos, con su protagonista siendo un niño y luego veinte años mayor viviendo el mismo fenómeno paranormal; y La pared susurrante, que va de casas encantadas y algo más que no os puedo contar.
 
En definitiva, me ha gustado mucho La máscara de la muerte y otras historias, ya sabéis que las historias clásicas de misterio, fantasmas, etc... me pirran, pero los árboles no me impiden ver el bosque y sé que a muchos lectores actuales les cuesta despegarse de su visión contemporánea del terror y el miedo y en este tipo de relatos no ven nada que les interese porque están acostumbrados a sensaciones mucho más fuertes, a tramas mucho más elaboradas o a escenas que buscan impactar y epatar. Siempre os digo lo mismo, eso está muy bien, pero sin estos relatos clásicos no existiría el terror moderno, y nunca está de más acercarse a las bases del género y descubrir de donde viene todo. De todos modos cada cual sabe el tipo de lectura sobrenatural que le gusta leer y, si sois de los miedosos, entonces sí que os recomiendo este tipo de relatos. Hay fantasmas, pero no son de los que ponen los pelos como escarpias... o al menos no lo hacen siempre :)
 
Reseña en casa de Undine -> aquí
 


Henrietta Dorothy Everett (1851-1923), nacida Huskinson, es una autora casi desconocida que escribió a caballo entre el final de la época victoriana y el principio del siglo XX. Los datos biográficos sobre ella son escasos: muchos de sus relatos están ambientados en Escocia, por lo podríamos suponer que nació o vivió allí. Comenzó su carrera literaria a la edad de cuarenta y cuatro años y escribió más de veinte obras bajo el seudónimo de Theo Douglas.