Título original: Jezebel's Daughter
Autor: Wilkie Collins
Editorial: Alba
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Editorial: Alba
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Páginas: 408
Fecha de publicación original: 1880
Fecha esta edición: marzo 2017
Encuadernación: cartoné
Precio: 22,50 eurosImagen de cubierta: Frascos de farmacia (Escuela francesa, siglo XX)
La señora Wagner, viuda de un comerciante, está decidida a
proseguir los planes de reforma de su difunto marido: la incorporación
de las mujeres al trabajo y la reeducación de «los pobres mártires del
manicomio» apelando a «su dignidad». Con este propósito viaja a
Fráncfort, donde la empresa tiene una filial. Allí su socio, el señor
Keller, tiene sus propios problemas: su hijo Fritz insiste contra su
voluntad en casarse con Minna, hija de madame Fontaine, una viuda
cargada de deudas y de dudosa reputación, pero empeñada, a toda costa,
en asegurar la felicidad de su hija.
La hija de Jezabel (1880) enfrenta a
dos viudas tenaces y poco convencionales, las dos capaces de vencer
cualquier obstáculo con tal de cumplir su objetivo.
Creo que lo digo siempre, pero intento (y consigo) leer a Wilkie Collins al menos una vez al año desde hace muchos años. Por suerte es un autor que no solamente fue muy prolijo y publicó mucho, sino que tenemos la fortuna de poder leer buena parte de su obra en castellano, así que sus libros nunca se acaban y siempre hay donde escoger (algo que no me pasa con otros muchos autores clásicos... o escribieron muy poco y pronto se acaban las opciones, o escribieron mucho pero apenas están traducidos). El año pasado leí Armadale, que os recomiendo encarecidamente aunque no lo trajese por aquí, y este año (de momento) he leído La hija de Jezabel, que os recomiendo ya también por adelantado porque es tontería esperar a decirlo más abajo. Os cuento de qué va.
La historia comienza con dos muertes que se producen el mismo día pero a muchos kilómetros de distancia. Por un lado, en Londres, muere Ephraim Wagner, hombre de negocios cuya empresa no solo tiene sucursal británica, sino también alemana (concretamente en la ciudad de Francfórt). Por otro lado, y en la ciudad alemana de Wurzburgo, muere el doctor Fontaine, famoso por sus experimentos y hallazgos en el campo de la química experimental. Por raro que parezca (o no, porque la literatura victoriana está llena de casualidades de este tipo para sacar sus portentosas e imaginativas tramas adelante), estas dos familias pronto estarán viviendo conjuntamente una trama de misterio que no tiene desperdicio. ¿Cómo apaña Collins la situación para que así sea? Pues agarraos que vienen curvas porque resumirlo en pocas líneas requiere de dones de los que yo carezco. A ver, en primer lugar pone al mando de la empresa del fallecido Wagner a su señora esposa, que tiene ideas muy progresistas y quiere que en su empresa comiencen a contratarse mujeres no como peones, sino para trabajar en las oficinas. Prevé cierta resistencia por parte de la sede alemana de Fráncfort, y allá que manda a David, su sobrino, para ir allanando el camino. Pero antes de que David se ponga en marcha, fíjese usted, la señora Wagner acoge en su casa de Londres precisamente al hijo del director de dicha sede de Fráncfort, mandado allí por su padre a ver si se olvida de su enamorada, hija de una señora de dudosa reputación que además es la viuda del doctor Fontaine nombrado arriba y que es conocida como Jezabel por su mala fama (de ahí lo de la hija de Jezabel). Este chico, Fritz, le cuenta sus penas a David, así que cuando este llega a Alemania, ya conoce un poco el percal. ¿A quién conoce nada más llegar? ¡A la hija de Jezabel! ¿A quién conoce poco después? ¡A la propia Jezabel! ¿Es esta mujer tan mala como la pintan? Pues a ver, ella está decidida a dejar a su hija colocada y casada con Fritz, así que hará lo que sea para conseguirlo... lo-que-sea. Y pensaréis que la trama ya está servida.... pues no, que queda lo más inquietante de todo. La señora Wagner, involucrada al máximo en los proyectos de su difunto marido, decide sacar del hospital psiquiátrico de Bedlam a un joven de cuyo pasado no se sabe nada, pero al que está decidida a reinsertar en sociedad, y que jugará un papel muy importante en todo este asunto... porque sí, os lo repito: las novelas victorianas están llenas de casualidades muy casuales, y yo vivo por y para ellas.
No sé si se habrá entendido algo, porque ahora es cuando os digo que después de semejante parrafada no os he contado nada de nada y os estoy diciendo la verdad: este es solo el planteamiento muy por encima de la historia... os aseguro que la trama se complica mucho, mucho por el camino. A ver, tampoco os voy a mentir, me he anticipado a todas las sorpresas y los giros, pero es que también tengo muy claro que esa era la intención de Collins, y en un momento os cuento por qué.
La historia está narrada por David, el sobrino de la señora Wagner, y dividida en varias partes. La primera parte, que es justamente la mitad del libro, deja el misterio a punto de caramelo, con los personajes situados en el lugar que les corresponde y con la anticipación de que ya viene lo bueno (esto, en el argot de una lectora amoral y obsesiva con los clásicos de misterio, quiere decir crimen en cualquiera de sus facetas xD). Después tiene lugar un interludio, en el que se muestra el contenido de varias cartas que esclarecen varios puntos que habían quedado en el aire en la primera parte. Luego viene la segunda parte propiamente dicha, en la que David deja de ser testigo presencial y arma la narración en base a distintos testimonios y documentos obtenidos de diferentes maneras tal y como llegaron a él en su día, y que es donde realmente ocurren cosas, muchas cosas... Y termina, como no podía ser menos, con un epílogo, donde David vuelve a hacer acto de presencia en los escenarios de los hechos y cierra la historia.
Os decía arriba que el lector se anticipa a los hechos en la mayor parte de las ocasiones y que me parece intencionado por parte de Collins, y todas las claves para que eso suceda así están en la primera parte, la que tiene a David como narrador y testigo presencial de todo lo que ocurre en Fráncfort. David nos cuenta todo lo que ve, lo que observa, pero también nos confiesa las dudas o conclusiones que saca de todo eso, y ahí es donde Collins decide que el lector sea más astuto que el personaje, porque como tienes toda la información lo ves clarísimo, lo que te hace llevarte las manos a la cabeza ante la inopia de David, porque es tan, tan prudente, que para él solo son sospechas que no puede manifestar en voz alta "por si estoy equivocado" o son dudas "que no tienen razón de ser, porque soy un mal pensado y más me vale pensar bien de la gente". Y eso, que yo explico aquí muy mal pero que Collins ejecuta maravillosamente bien, inyecta una tensión fantástica en el lector durante el proceso de lectura, porque ves venir, anticipas, sabes, le dices a David de todo (y nada bonito) por lo indeciso, cauteloso, prudente e ingenuo que es... y aun así siempre tienes la duda de que si el autor te la está dando con queso, si va a sacar un conejo de la chistera o está jugando contigo y pasándoselo bomba en el proceso. Soy muy fan de Wilkie Collins, mucho... no sé si os lo había dicho ya xD.
Además de todo esto (por si os parece poco), ¿qué podemos encontrar en La hija de Jezabel? Pues algo muy habitual en las novelas de Wilkie: por un lado, una amalgama variopinta de géneros y subgéneros literarios (romance, misterio, suspense y un punto muy acusado de sensation novel, que ya por sí misma aglutina muchísimas características que por definición se oponen y dan como fruto lecturas la mar de entretenidas...), y por el otro introduce brochazos de crítica social y temas que interesaban al autor, muchas veces polémicos en su época, que creo que suelen pasar desapercibidos cuando se leen sus historias al predominar la vertiente del suspense y el misterio. De esto último os comento por encima los temas principales que se incluyen en la trama.
Por un lado se habla de la incorporación de la mujer al mercado laboral más allá de trabajos considerados "de mujeres", y Collins lo hace de dos maneras. Una viene de la mano de la señora Wagner, que al quedarse viuda se hace cargo de todo el entramado empresarial de su esposo como dueña con plenos poderes a todos los efectos; eso quiere decir que tiene bajo su cargo a una plantilla totalmente compuesta por hombres que deben obedecerla y tenerla en cuenta para todo del mismo modo que lo hacían con su marido. Pero la señora Wagner no se contenta con esto sino que tiene muy claro que quiere incorporar mujeres a la plantilla y en puestos administrativos o de oficina, y aunque lo lleva a cabo sin problemas en su sede londinense, prevé problemas y oposición en la sede alemana (mucho más conservadora), oposición a la que se va a enfrentar sin despeinarse. Es una mujer fuerte, decidida, resolutiva, inteligente, intuitiva... una gran mujer, que se diría hoy en día, de las que tampoco hay tantas representaciones literarias en la literatura del siglo XIX. Y en este momento debo añadir algo que no he dicho antes y que resulta muy importante para contextualizar lo que estoy diciendo: la
historia no está ambientada en 1880 cuando fue escrita, sino en 1828,
plena época georgiana y nueve años antes de que la reina Victoria subiera al trono, para que nos situemos.
Por otro lado se introducen ideas reformadoras y muy avanzadas para la época en el tratamiento de los enfermos mentales. No sé si sabéis cómo funcionaban las instituciones psiquiátricas en el siglo XIX, pero sin extenderme aquí, que no es plan, os doy una pista: eran una pesadilla. Supongo que habréis oído hablar de Bedlam, y ahí es donde tienen como paciente a un personaje que será fundamental en el devenir de la historia. Pero lo interesante del caso no es eso, sino lo que hace la señora Wagner al respecto: decide sacar a este enfermo de su celda y llevárselo a su propia casa. Su marido ya había mostrado interés en el tema y en el tratamiento de la locura por medio de la influencia moral, y ella decide seguir adelante con sus ideas y sus planes. Si le funciona bien, mal o regular, es algo que tendréis que descubrir leyendo el libro.
Antes de terminar, resalto un comentario del autor en la dedicatoria inicial, donde se defiende de quienes desconfían de que algunas de las cosas que cuenta en su historia sean posibles. Y es categórico: si él dice que tal cosa es posible (no puedo comentar el qué por no hacer spoilers), es porque antes ha comprobado que se puede. Ya leí un prólogo suyo parecido en Armadale, dando explicaciones por cosas que la gente ponía en duda, así que parece que tenía que enfrentarse a comentarios de este tipo continuamente y que le molestaban bastante. Y otra curiosidad más... esta novela fue fruto de un fiasco: Wilkie escribió una obra de teatro, The red vial, que se estrenó sobre las tablas en 1858 con un rotundo fracaso. Retomó la idea veinte años después en forma de novela y este fue el resultado (no sé cómo sería la obra de teatro, pero el libro cumple estupendamente su cometido).
En fin, y por no alargar esto más: que leer a Wilkie siempre es un placer, así que si tenéis este libro a mano o la oportunidad de haceros con él, no lo dudéis. Suspense, drama, romance, venenos, ciencia forense y entretenimiento asegurado. Sí, hay montones de casualidades en esta historia, personajes a miles de kilómetros relacionados entre sí, encuentros casi imposibles en ciudades desconocidas... pero es que estas novelas victorianas vivían de estas casualidades, se publicaban por entregas durante meses (a veces durante más de un año) y necesitaban enganchar al lector con cada una de ellas. Los lectores esperaban esas casualidades, esa conexión entre personajes y subtramas en apariencia totalmente independientes, esas escenas que les hacían exclamar Holy shit! (o algo parecido xD) y yo, como lectora del siglo XXI, no solamente las asumo y no me molestan, sino que las espero como agua de mayo.
Wilkie Collins nació en
Londres en 1824. Muy joven entró como aprendiz en una empresa de
comercio de té, que abandonó pronto para dedicarse a la literatura,
campo en el que rápidamente alcanzó el éxito. Considerado uno de los
padres de la narrativa policíaca, durante sus sesenta y cinco años de
vida escribió casi treinta novelas y más de cincuenta relatos. Fue amigo
íntimo de Charles Dickens desde que se conocieron en 1851, fecha en que
comenzó una fructífera colaboración. Su novela de misterio La dama de blanco (1860) y la policíaca La piedra lunar (1868) están consideradas obras cumbres en sus respectivos géneros.
Aquejado de «gota reumatoide», se aficionó al consumo de láudano. Como resultado de esta adicción, experimentó durante toda su vida alucinaciones paranoides y declaraba que se encontraba constantemente acompañado de un doble suyo, invisible para todos los demás, que él apodaba el Fantasma Wilkie.
Collins nunca se casó, pero vivió, a temporadas, con la viuda Caroline Graves. Además, tuvo tres hijos con otra mujer, Martha Rudd. En 1870, volvió definitivamente con Graves y, hasta su muerte, en 1889, complementó ambas relaciones.
Aquejado de «gota reumatoide», se aficionó al consumo de láudano. Como resultado de esta adicción, experimentó durante toda su vida alucinaciones paranoides y declaraba que se encontraba constantemente acompañado de un doble suyo, invisible para todos los demás, que él apodaba el Fantasma Wilkie.
Collins nunca se casó, pero vivió, a temporadas, con la viuda Caroline Graves. Además, tuvo tres hijos con otra mujer, Martha Rudd. En 1870, volvió definitivamente con Graves y, hasta su muerte, en 1889, complementó ambas relaciones.
Hola guapísima, ya sabes que me ha entrado la locura por Collins, así que sus novelas irán cayendo poco a poco...
ResponderEliminarUn besazo
Holaaaa =)
ResponderEliminarPinta muy interesante :D
Besitos ^^
Pues yo todavía no leí nada del autor... Lo tengo en mente eh, pero no encuentro el hueco. Me gusta lo que nos cuentas de este libro. Besos
ResponderEliminarHola, leí a Wilkie Collins durante mucho tiempo y ahora lo tengo un poco abandonado, pero como dices leerlo es un placer y con los retos de clásicos no tardaré en ponerme de nuevo con él. Besos.
ResponderEliminarHe leído varios libros del autor y todos me han gustado mucho. Tan solo hace unos meses empecé El secreto de Sarah y tuve que abandonar porque me estaba resultando muy tedioso. Puede que no fuera el mejor momento o a saber. Me extrañó, pero no quiero leer libros que me aburren con todo lo que tengo pendiente. Tango apuntado este libro hace tiempo y ahora apunto también Armadale. El personaje de Jezabel me atrae mucho y lo que cuentas de la novela, más aún.
ResponderEliminarUn beso.
Todo un clásico, muy desconocido al gran público. Es bueno ir dándole voz. Me encanta la portada ;-))
ResponderEliminarBesos
Buenas tardes, MH.
ResponderEliminarYa sabes que yo sigo esa misma norma que tú, leer un Collins al año. Este que nos traes lo tengo hace tiempo aparcado, porque leí una reseña negativa sobre él. Me alegra haber leído al comienzo de tu texto que lo recomiendas encarecidamente, porque me anima a refrescarlo en mi lista de lecturas. Por otro lado, sólo te he leído por encima, pasaré nuevamente por aquí cuando termine La hija de Jezabel.
Por cierto, Armandale es una de mis novelas favoritas de Wilkie :)
Un beso, y muy feliz semana!!
Hola MH,
ResponderEliminarNo suelo leer muchos clásicos y los que leo pues son los más conocidos. Hay algunos que sé que no voy a leer pero por ejemplo, no conocía a este autor y este libro que nos traes tiene muiy buena pinta y además me sirve para el reto de los clásicos. Así que, trataré de hacerme con él. Y buscaré más de este escritor.
Un abrazo y feliz semana
He leído varias novelas del autor pero hace años. Lo tengo olvidado al pobre. Y mira que me gustaron. Ahora me tientas con éste, que me dejas con ganas de conocer a Jezabel, a ver si es tan mala como la pintan, y a su hija.
ResponderEliminarBesotes!!!
¡Hola!
ResponderEliminarTengo que regresar al autor en algún momento, este lo tengo anotado y me gusta lo que nos cuentas sobre él. Collins es uno de esos autores interesantes que, como dices, suele ser un placer leerlo. He leído algunos relatos y de sus novelas grandes: La dama de blanco y La piedra lunar. La dama de blanco en especial me gustó mucho. También le tengo muchas ganas a Armadale...
Un autor para tener presente...
Un abrazo.
¡Hola MH!
ResponderEliminarMadre mía, has pisado el acelerador de las reseñas y yo me he despistado.
Este libro afortunadamente ya estaba en la lista junto a unos cuantos más del autor que es de esos que parece que no sabe hacer nada mal. Este año ha sido mi estreno con él por fin, con una de las pequeñas, Un hotel encantador. Y quedé muy satisfecha, por lo que cuentas de esta me ha causado mucha curiosidad lo de sacar al muchacho del sanatorio y los tejemanejes de la madre.
A ver, porque se me acumulan los libros de este señor.
Armadale también me llamaba pero ya me han dicho que eso mejor para veteranos de Collins.
Besos
Hace poco comentaba lo valiente y moderno que me parecía Matthew G. Lewis por denunciar los abusos de la iglesia en "El monje" y ahora leo en tu reseña las ideas progresistas sobre educación y género que Wilkie Collins pone en el personaje de la señora Wagner. Me encanta tu comentario sobre las casualidades en las novelas victorianas ;-)) Y me llevo esta novela de Collins porque me has convencido (aunque ya sé que no eres imparcial con este autor). Besos.
ResponderEliminar