Editorial: Rialp
Traducción: Diego Pereda Sánchez
Páginas: 214
Fecha esta edición: julio 2023
Encuadernación: rústica con solapas
Esta historia comienza con un matrimonio y una anciana fallecida. El matrimonio, compuesto por Maisie y Josh Evans, comenta que dicha anciana, que vivía con ellos, acaba de fallecer, y lo hacen de una manera muy sosegada... DEMASIADO sosegada. Que si qué pena, que si no hace falta correr a llamar al médico, que si te acordaste de cobrar su última pensión, que si voy a devolver todos sus papeles a su habitación como si nunca hubiesen salido de allí, que si quieres que te traiga algo de la tienda de camino a la consulta del doctor, que si voy a limpiar lo del desayuno, que si vaya mañana bonita y primaveral que hace... Y entonces pasamos de capítulo y, unos meses después, vemos que este matrimonio, sin oficio ni beneficio, se ha podido permitir unas vacaciones en Italia. Allí han trabado amistad con una anciana, la señora Fingal, y Lena Kemp, la joven que se hace cargo de ella (y bendita la gracia que le hace)... y también los vemos ofrecerse como unos buenos samaritanos para cuidar a esa anciana, porque les encantan las señoras de avanzada edad (¡vaya que sí!) y están especializados en darles comodidad, cuidados y una buena vida por un módico precio. Como todo son ventajas, también sería la solución para que esa sobrina pueda vivir su vida sin preocuparse ni cargar con una anciana pesada. ¡Es un trato ideal se mire por donde se mire! Y entre que la sobrina respira tranquila por verse libre de ataduras y la anciana parece una adolescente cada vez que Josh aparece, pronto todo queda acordado y resuelto: ¡se irá a vivir con los Evans cuando regresen a Inglaterra! ¡Qué maravilla! De lo que no nos cabe duda alguna es de que los Evans podrán permitirse otras vacaciones en Europa el año siguiente.
En esta historia las cartas están sobre la mesa desde el principio, porque a pesar de la sutileza con la que está contada toda la historia, sabes lo que está pasando desde el capítulo uno, sabes a qué se dedica este matrimonio, sabes el rol que cumple cada uno dentro de esta artimaña y sabes en qué va a acabar todo, sí o sí. Lo importante es el modo en que se cuenta, la tensión que crece dentro de esa casa, ser testigos de cómo la cadena se va ciñendo cada vez más en torno al cuello de la señora Fingal, cómo poco a poco van constriñendo el alcance de su movilidad por la casa (no digamos ya salir de ella) y cómo, día tras día, esta mujer se va haciendo más pequeña y más manipulable. Y, a pesar de todo, a pesar de la inevitabilidad de los acontecimientos, a pesar de saber que el destino de esta mujer está sellado desde que accede a vivir con ellos cuando se conocen en Italia, lees la historia con fruición admirada y un horror contenido, de ese que te pone un nudo en la garganta porque sabes que muchas personas vulnerables, muchos ancianos indefensos, pasan por situaciones parecidas en la vida real.
En este matrimonio los roles están muy claros. Maisie es una enfermera de mediana edad ya jubilada, lo que de por sí, en cuestión de medicamentos, dosis y cuidado de un paciente en general, le otorga unas competencias y unos conocimientos que pueden usarse tanto para ayudar a ese paciente como para incapacitarlo o disminuir sus capacidades. Su frialdad, su falta de empatía, su comportamiento mecánico, manipulador y mentiroso, la capacidad absoluta de hacer todo lo que hace sin sentir el más mínimo remordimiento ni culpa la convierten en el cerebro de todo este símil de hogar convencional y acogedor alicatado en sus entrañas con muchas dosis de espanto y atrocidad. Josh, por su parte, es un tipo de personaje también horroroso pero por razones muy diferentes. Es el encantador de serpientes que atrae a las ancianas, que las engatusa, un seductor que les hace sentirse cortejadas y con una conexión tan íntima y especial que ellas no dudan en irse vivir con ese matrimonio aunque ella, Maisie, no les caiga bien (una vez en la casa ya no tienen escapatoria porque ahí se hace lo que dice Maisie). Pero es que además la autora carga sobre Josh algo de lo que no os voy a hablar aquí porque tenéis que descubrirlo si leéis el libro... solo puedo deciros que si pensáis que podéis sentir algo de lástima o tener la tentación de justificarlo por ser un calzonazos que hace todo lo que dice su mujer, estáis muy equivocados: Josh tiene lo suyo también, y además es algo imperdonable.
¿Qué hace este par con una pobre mujer que pone toda su vida en sus manos creyendo que hace lo mejor para pasar sus últimos años tranquilos y supuestamente cuidada y atendida? Pues tenéis que leerlo para descubrir el alcance y, sobre todo, el modo en que lo consiguen, pero para que os hagáis una idea, al comienzo de la historia la señora Fingal es una mujer de carácter, fuerte como un oso, activa, que adora estar de un lado para otro, viajar... es una andurriana de 77 años a la que no se le ponen varios kilómetros por delante al día, y poco a poco van socavando su independencia, su movilidad, la aíslan de sus escasos conocidos... y entonces entran en jaque el deterioro cognitivo, la desorientación, la sumisión total y el miedo a sus caseros, la absoluta dependencia y el lento pero implacable camino hacia el abismo. Lo dicho arriba, una peli de terror con careta de existencia rutinaria y totalmente ordinaria. Cuidan de ella sin cuidar de ella (esto lo comprenderéis al leer la novela), y el lector pasa las páginas con cara de asombro ante la impunidad y la absoluta desidia de la única pariente de esta señora.
Una mano tendida es una historia que tiene una enorme virtud: está escrita de una manera tan inteligente que no siente el peso de la previsibilidad en ningún momento. Da igual que sepas hacia donde se encamina todo, porque la autora en ningún momento te dice las cosas negro sobre blanco, jamás te desvela una conversación entre Maisie y Josh donde planeen, maquinen, anticipen lo que tienen pensado hacer... no, ella hace buena esa máxima del escritor experimentado: la de mostrar y no contar. Estas dos personas no necesitan hablar entre ellos de lo que van a hacer o dejar de hacer porque no es la primera vez que viven esta situación en la casa y tienen muy asimilados y perfeccionados los tiempos, la dinámica y el modus operandi, así que se limitan a actuar y eso es lo que nosotros leemos y lo que debemos usar para comprender lo que nos están contando. Y hablando de contar, puede parecer que os he destripado mucho pero hay elementos importantísimos en la trama de los que no os he hablado, ni siquiera os he nombrado a un personaje primordial que tiene mucho que decir en esta historia, así que entrad tranquilos en sus páginas: os sobrecogerá igualmente os cuenten lo que os cuenten sobre ella. Y no puedo dejar de aludir al final, porque si os he dicho varias veces que el devenir de la historia en sí misma es previsible porque los acontecimientos son los que son (lo que importa es el camino, como suele decirse), no puede afirmarse lo mismo del cierre como tal. No sé si será del gusto de todo el mundo, pero sí ha sido del mío porque me imagino a Dale escribiéndolo y pensando: "Esperad, que aún me queda un as perverso y retorcido en la manga".
Lo dejo aquí. Muy recomendable, de verdad.
Celia Dale (1912-2011) fue una escritora británica de novela y cuento, crítica de literatura y experta en thrillers psicológicos. Obtuvo el premio de la Crime Writer’s Association. Sus críticos le atribuyen la precisión y el ingenio silencioso de Jane Austen, que evoca a Roald Dahl y Muriel Spark cuando deja de manifiesto que los verdaderos horrores suelen esconderse tras las vidas más corrientes.
Hola queridísima, madre mía cómo me picas... me encanta lo que cuentas, pero me da una pena terrible y no sé si podré soportar lo que le pase a la anciana mujer... en fin, apuntado queda.
ResponderEliminarUn besazo
Uf, si tenía alguna duda, con tu última línea me la has despejado del todo. Apuntado y a la lista que se viene jejeje
ResponderEliminarUn beso y gracias por la reseña, M. H.
Anda que me lo cuentas de una manera que me resulta imposible resistirme. Tomo buenísima nota.
ResponderEliminarBesotes!!!