Título original: A view of the harbour
Autora: Elizabeth Taylor
Editorial: Gatopardo
Traducción: Carmen Francí
Páginas: 314
Fecha publicación original: 1947
Fecha publicación original: 1947
Fecha esta edición: enero 2016
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,95 euros Diseño de cubierta: Rosa Lladó
En un pequeño pueblo de la costa inglesa, durante los años posteriores a
la Segunda Guerra Mundial, Robert, el marido de una escritora de
novelas, se siente atraído por Tory, una divorciada con un hijo. Éste es
el punto de partida del que se sirve Elizabeth Taylor para construir
una novela coral sobre la vida de un pueblo costero y los sentimientos
de sus gentes.
Taylor describe con destreza, y de manera implacable, las
relaciones familiares y afectivas de las clases media y alta
británicas. Fue amiga de la escritora Ivy Compton-Burnett y del
novelista y crítico Robert Liddell. El escritor Kingsley Amis la
consideraba una de las mejores escritoras del siglo XX.
La consecuencia natural, después de descubrir a Barbara Pym, era hacer lo propio con la autora que casi siempre es nombrada junto a ella, Elizabeth Taylor. Están consideradas como dos de las mejores escritoras inglesas de la segunda mitad del siglo XX, y yo, como es natural, algo así no me lo pierdo por nada del mundo.
La trama se desarrolla en la parte vieja de un pueblo pesquero recién finalizada la Segunda Guerra Mundial. Como vieja que es, ha quedado obsoleta, un tanto abandonada a su suerte y sin vida, porque todo lo bueno se ha trasladado a la parte nueva. Así, en este entorno decadente, con tufillo a rancio, ambienta Taylor una historia muy alejada de grandilocuencias y giros enrevesados. La vida de a pie, la de las personas normales, es la que es. Cada una tiene sus propias aristas, sus particulares detalles, esconde risas, disimula desamores, compone apariencias y arrincona secretos... pero son eso, vidas normales de personas normales con sus sentimientos de puertas para adentro. Y ya sabemos que eso, bien contado, puede llegar a ser muy seductor y fascinante. A mí estas novelas, repito, bien narradas, me atraen como la miel a las moscas.
Aunque el desarrollo de la novela debe quedar a merced de quienes se aventuren a leerla (¡que espero que seais muchos!), creo que debo presentaros a los actores que se pasean por las páginas, porque son la esencia de esta historia. Estamos ante una novela coral, en la que algunos personajes tienen más peso que otros, pero todos inciden en las vidas de los demás y son imprescindibles para el desarrollo de la trama. Taylor reduce la vida de este pueblo a una calle: entre el pub, la tienda de ropa de segunda mano, la exposición de figuras de cera, y las casas de Tory y Beth, se desarrolla el 95% de la historia, con ocasionales visitas a la estación, el cementerio y el malecón.
Así, conocemos a la señora Bracey y sus hijas, Maisie e Iris. Ellas son las propietarias de la tienda de ropa de segunda mano, aunque Iris trabaja fuera, en el pub. De la tienda se hace cargo Maisie, pues la matriarca de la familia está inválida de piernas para abajo y su vida se limita a una cama en la trastienda. La señora Bracey es amante de las bromas soeces, cotilla en grado sumo, controladora con sus hijas, criticona con todo el que se le ponga por delante y tiene muy mala idea. Su postramiento no ayuda mucho a suavizar su carácter, y trae tanto a sus hijas como a los vecinos que la visitan por la calle de la amargura. Y no puedo perdonarle, no lo haré jamás, que considere vulgar a Dickens... ¡nada menos que a Dickens! ¡Lo que hay que leer por no estar ciega! Desde ese momento le hice un tachón más grande que la catedral de Burgos xD.
Proseguimos. Lily Wilson está a cargo de la exposición de figuras de cera, y vive en un pisito justo arriba. Viuda tras la guerra, su único nexo de unión con ese pueblo era su marido. Ahora no sabe qué hacer con su vida, viéndose atada a un negocio que le pone los pelos de punta y un lugar que aborrece. En lo más profundo de su corazón, culpa a su marido por dejarla sola. Por su parte, Bertram Hemingway es un antiguo marino, soltero ya maduro, que ha decidido que quiere ser pintor, y a poder ser de éxito. Ha recalado en el pueblo para pintar paisajes, y menos eso, hace de todo. Es la versión inglesa del viejo del visillo: entrometido, preguntando siempre a todo el mundo por su vida, por lo que hacen y dejan de hacer, queriéndose enterar siempre de todo, criticando por dentro lo que le dicen, creyéndose imprescindible y oteando lo que pasa en cada uno de los edificios y casas que tiene a la vista.
Y llegamos a los dos hogares donde se cuece la trama principal. Tory está divorciada y vive sola. Durante la guerra su marido la abandonó mientras estaba en el ejército por una mujer de uniforme. Tiene un hijo que está en un internado y del que recibe cartas un tanto curiosas. Es la mujer distinguida del pueblo, la que destaca, y todos los hombres caen rendidos a sus pies; es de esas mujeres que levantan pasiones sin que ella haga nada por propiciarlo, porque además tiene otras cosas en la cabeza. Justo en la casa de al lado vive su amiga del alma desde la infancia. Beth lleva más de dos décadas casada con Robert. Tienen dos hijas, Prudence, de veinte años, especial aunque no tiene un pelo de tonta, y Stevie, de cinco. Beth es escritora, y eso es lo único que es y le importa. Está desconectada del mundo, no pisa jamás la calle, es madre porque es lo que tocaba, pero escribe, escribe, escribe... Robert, médico, vive atrapado en la rutina y monotonía de una existencia que le asfixia. Cumple con todas y cada una de las obligaciones de ella: es buen marido, es buen padre, es muy trabajador... pero está perdidamente enamorado de Tory.
Todos estos personajes conforman la vida de un pueblo en el que de puertas para afuera parece que no pasa nada y todo resulta la mar de anodino, pero que de puertas para adentro, de manera inevitable y como ocurre en toda casa de vecino, las pequeñas cosas levantan marejadas. La prosa de Taylor es detallada, muy descriptiva, pero nada pesada. En algunos capítulos se detiene en una sola de las casas o escenarios, y en otros están pasando varias cosas a la vez en varios sitios distintos y va simultaneando los acontecimientos, lo que hace que conozcamos los puntos de vista de unos y otros constantemente. Una novela costumbrista en la que parece que solo se nos narran las relaciones a nivel vecinal y familiar de un grupo de personas, pero que esconde una mordacidad que va directa a la yugular, y una agudeza que traspasa las páginas. Taylor no es nada condescendiente con sus personajes, los presenta como son, con sus fallos y sus defectos, y espera que tú los aceptes en su imperfecta humanidad. Y eso mismo haces.
Se dice de esta autora que es la Jane Austen del siglo XX, y me cuesta estar completamente de acuerdo. Quizás sí en el sentido de que ambas, Austen y Taylor, narraban la realidad social que les rodeaba de una manera aguda y realista, pero Taylor es mucho más cruda a la hora de plasmar las relaciones afectivas y familiares, y aunque es el primer libro que leo de la autora, me da que lo de los finales felices (o lo que entendemos por ellos) no va con ella. Quizás ahí radique precisamente lo que les une y, al tiempo, las diferencia: que realmente las dos son hijas de su tiempo, pero los tiempos de ambas escritoras son como la noche y el día en muchos aspectos sociales y literarios. Aun así, si me preguntasen a mí quién está más próxima a Austen, creo que diría que Barbara Pym, porque demuestra más cariño por sus personajes... es quizás más amable con ellos, les da más margen. Pero vamos, que esto es solo una apreciación mía que seguramente no viene mucho a cuento y que a saber si cambia con otras lecturas de esta autora... pero ya sabéis que si callo, reviento :)
No me voy más por las ramas. Leído mi primer libro de Elizabeth Taylor, solo puedo decir que es de esas autoras que si te gustan cuando la descubres, si conectas con su forma de contar las cosas y ver la vida, con ese cinismo realista e inflexible, con ese talento para plasmar la vida tal cual es sobre el papel, con ese humor solapado, implementado como quien no quiere la cosa por aquí y por allá... ya no la abandonas y te mueres por repetir. Es mi caso, que aunque creo que ha quedado claro a lo largo de la reseña, nunca está de más incidir sobre lo evidente. Volveré a ella más pronto que tarde. He disfrutado muchísimo de Una vista del puerto; me encanta descubrir pequeñas joyitas cuando menos lo espero... o, reformulando, me encanta que lo que yo espero que sea joyita lo sea realmente y esté a la altura de mis expectativas, que creo que se ajusta más al caso :)
La trama se desarrolla en la parte vieja de un pueblo pesquero recién finalizada la Segunda Guerra Mundial. Como vieja que es, ha quedado obsoleta, un tanto abandonada a su suerte y sin vida, porque todo lo bueno se ha trasladado a la parte nueva. Así, en este entorno decadente, con tufillo a rancio, ambienta Taylor una historia muy alejada de grandilocuencias y giros enrevesados. La vida de a pie, la de las personas normales, es la que es. Cada una tiene sus propias aristas, sus particulares detalles, esconde risas, disimula desamores, compone apariencias y arrincona secretos... pero son eso, vidas normales de personas normales con sus sentimientos de puertas para adentro. Y ya sabemos que eso, bien contado, puede llegar a ser muy seductor y fascinante. A mí estas novelas, repito, bien narradas, me atraen como la miel a las moscas.
Aunque el desarrollo de la novela debe quedar a merced de quienes se aventuren a leerla (¡que espero que seais muchos!), creo que debo presentaros a los actores que se pasean por las páginas, porque son la esencia de esta historia. Estamos ante una novela coral, en la que algunos personajes tienen más peso que otros, pero todos inciden en las vidas de los demás y son imprescindibles para el desarrollo de la trama. Taylor reduce la vida de este pueblo a una calle: entre el pub, la tienda de ropa de segunda mano, la exposición de figuras de cera, y las casas de Tory y Beth, se desarrolla el 95% de la historia, con ocasionales visitas a la estación, el cementerio y el malecón.
Así, conocemos a la señora Bracey y sus hijas, Maisie e Iris. Ellas son las propietarias de la tienda de ropa de segunda mano, aunque Iris trabaja fuera, en el pub. De la tienda se hace cargo Maisie, pues la matriarca de la familia está inválida de piernas para abajo y su vida se limita a una cama en la trastienda. La señora Bracey es amante de las bromas soeces, cotilla en grado sumo, controladora con sus hijas, criticona con todo el que se le ponga por delante y tiene muy mala idea. Su postramiento no ayuda mucho a suavizar su carácter, y trae tanto a sus hijas como a los vecinos que la visitan por la calle de la amargura. Y no puedo perdonarle, no lo haré jamás, que considere vulgar a Dickens... ¡nada menos que a Dickens! ¡Lo que hay que leer por no estar ciega! Desde ese momento le hice un tachón más grande que la catedral de Burgos xD.
Proseguimos. Lily Wilson está a cargo de la exposición de figuras de cera, y vive en un pisito justo arriba. Viuda tras la guerra, su único nexo de unión con ese pueblo era su marido. Ahora no sabe qué hacer con su vida, viéndose atada a un negocio que le pone los pelos de punta y un lugar que aborrece. En lo más profundo de su corazón, culpa a su marido por dejarla sola. Por su parte, Bertram Hemingway es un antiguo marino, soltero ya maduro, que ha decidido que quiere ser pintor, y a poder ser de éxito. Ha recalado en el pueblo para pintar paisajes, y menos eso, hace de todo. Es la versión inglesa del viejo del visillo: entrometido, preguntando siempre a todo el mundo por su vida, por lo que hacen y dejan de hacer, queriéndose enterar siempre de todo, criticando por dentro lo que le dicen, creyéndose imprescindible y oteando lo que pasa en cada uno de los edificios y casas que tiene a la vista.
Y llegamos a los dos hogares donde se cuece la trama principal. Tory está divorciada y vive sola. Durante la guerra su marido la abandonó mientras estaba en el ejército por una mujer de uniforme. Tiene un hijo que está en un internado y del que recibe cartas un tanto curiosas. Es la mujer distinguida del pueblo, la que destaca, y todos los hombres caen rendidos a sus pies; es de esas mujeres que levantan pasiones sin que ella haga nada por propiciarlo, porque además tiene otras cosas en la cabeza. Justo en la casa de al lado vive su amiga del alma desde la infancia. Beth lleva más de dos décadas casada con Robert. Tienen dos hijas, Prudence, de veinte años, especial aunque no tiene un pelo de tonta, y Stevie, de cinco. Beth es escritora, y eso es lo único que es y le importa. Está desconectada del mundo, no pisa jamás la calle, es madre porque es lo que tocaba, pero escribe, escribe, escribe... Robert, médico, vive atrapado en la rutina y monotonía de una existencia que le asfixia. Cumple con todas y cada una de las obligaciones de ella: es buen marido, es buen padre, es muy trabajador... pero está perdidamente enamorado de Tory.
Todos estos personajes conforman la vida de un pueblo en el que de puertas para afuera parece que no pasa nada y todo resulta la mar de anodino, pero que de puertas para adentro, de manera inevitable y como ocurre en toda casa de vecino, las pequeñas cosas levantan marejadas. La prosa de Taylor es detallada, muy descriptiva, pero nada pesada. En algunos capítulos se detiene en una sola de las casas o escenarios, y en otros están pasando varias cosas a la vez en varios sitios distintos y va simultaneando los acontecimientos, lo que hace que conozcamos los puntos de vista de unos y otros constantemente. Una novela costumbrista en la que parece que solo se nos narran las relaciones a nivel vecinal y familiar de un grupo de personas, pero que esconde una mordacidad que va directa a la yugular, y una agudeza que traspasa las páginas. Taylor no es nada condescendiente con sus personajes, los presenta como son, con sus fallos y sus defectos, y espera que tú los aceptes en su imperfecta humanidad. Y eso mismo haces.
Se dice de esta autora que es la Jane Austen del siglo XX, y me cuesta estar completamente de acuerdo. Quizás sí en el sentido de que ambas, Austen y Taylor, narraban la realidad social que les rodeaba de una manera aguda y realista, pero Taylor es mucho más cruda a la hora de plasmar las relaciones afectivas y familiares, y aunque es el primer libro que leo de la autora, me da que lo de los finales felices (o lo que entendemos por ellos) no va con ella. Quizás ahí radique precisamente lo que les une y, al tiempo, las diferencia: que realmente las dos son hijas de su tiempo, pero los tiempos de ambas escritoras son como la noche y el día en muchos aspectos sociales y literarios. Aun así, si me preguntasen a mí quién está más próxima a Austen, creo que diría que Barbara Pym, porque demuestra más cariño por sus personajes... es quizás más amable con ellos, les da más margen. Pero vamos, que esto es solo una apreciación mía que seguramente no viene mucho a cuento y que a saber si cambia con otras lecturas de esta autora... pero ya sabéis que si callo, reviento :)
No me voy más por las ramas. Leído mi primer libro de Elizabeth Taylor, solo puedo decir que es de esas autoras que si te gustan cuando la descubres, si conectas con su forma de contar las cosas y ver la vida, con ese cinismo realista e inflexible, con ese talento para plasmar la vida tal cual es sobre el papel, con ese humor solapado, implementado como quien no quiere la cosa por aquí y por allá... ya no la abandonas y te mueres por repetir. Es mi caso, que aunque creo que ha quedado claro a lo largo de la reseña, nunca está de más incidir sobre lo evidente. Volveré a ella más pronto que tarde. He disfrutado muchísimo de Una vista del puerto; me encanta descubrir pequeñas joyitas cuando menos lo espero... o, reformulando, me encanta que lo que yo espero que sea joyita lo sea realmente y esté a la altura de mis expectativas, que creo que se ajusta más al caso :)
Elizabeth Taylor (1912-1975). Nació en 1912 en Reading, Berkshire
(Inglaterra). Tras finalizar sus estudios, trabajó como institutriz y
bibliotecaria. A los veinticuatro años contrajo matrimonio con un hombre
de negocios y se instaló en Penn, un pequeño pueblo de Buckinghamshire.
Escribió doce novelas (La señorita Dashwood, Ángel, En el verano, El hotel de Mrs. Palfrey entre otras). Una vista del puerto fue publicada en 1947. Escribió, además, cuatro libros de cuentos.
La escritora Anne Tyler ha dicho de ella que es la Jane Austen contemporánea. Junto a Barbara Pym está considerada una de las escritoras inglesas más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
La escritora Anne Tyler ha dicho de ella que es la Jane Austen contemporánea. Junto a Barbara Pym está considerada una de las escritoras inglesas más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
No me importaría leerlo.
ResponderEliminarBesos
Como sigáis trayéndome lecturas interesantes creo que puedo retirarme a un faro apartado y no dejar de leer durante años... estoy en un sinvivir con tanto pendiente ;)
ResponderEliminarHOla!! lo tengo en mente pero no para un futuro inmediato! Besos!
ResponderEliminarPues fíjate que en esta ocasión no te he notado tan entusiasta como acostumbras cuando un libro te ha llegado de verdad... no sé si me acercaré a esta autora. Por un lado me atraen las historias cotidianas, pero me gustan que tengan ese humor iróncico, ese toque brittish, que les hace diferentes a otras... En fin, que lo tengo que madurar, jeje.
ResponderEliminarUn besazo
Uy, ¿no se me nota entusiasta?... pues muy mal... jajaja. Es que influye mucho el cansancio cuando se escribe y demás, que hay días de todo, pero te aseguro que me ha gustado muchísimo... Muy recomendable.
Eliminar¡Besote!
La editorial me encanta y este libro me encantaría leerlo. Besos
ResponderEliminarYa lo tenía apuntado por otras reseñas y con la tuya me dejas con más ganas.
ResponderEliminarBesotes!!!
Este si que es para mi, me encanta la época y las novelas de personajes, y si encima se centra en la vida del pueblo costero...me gusta
ResponderEliminarUn beso!
Yo juraría que leí este libro hace años, me suena muchísimo toda la historia pero no sé...quizás era otra edición porque esta parece nueva y es lo que me despista. Tengo buen recuerdo si es el que yo pienso, y me he reído con la página que has puesto de ejemplo.
ResponderEliminarTengo que ir a la biblio a resolver la duda.
Besos
¡Hola Miss H!
ResponderEliminarEstoy con Norah, yo creo que había leído ya este libro, al menos me suena muchísimo...ahora me quedo con la duda yo también.
Lo miro y si no me lo apunto.
Besitos.
No he leído nada de la autora y tengo curiosidad. Creo que de empezar no lo haría por éste (por si no consigo conectar con la historia), probaré con La señorita Dashwood.
ResponderEliminarFeliz Lunes.
Un besote.
La portada me atrae mucho; la temática también, con el añadido de estar ambientada en Irlanda. Cada reseña que leo sobre esta novela, veo que es un gran acierto el haberme hecho con un ejemplar. Besos.
ResponderEliminarMe gustan esas semejanzas que tiene la autora con Jane Austen, pero hay algo en la novela que no termina de convencerme y por eso la he dejado pasar. Besos
ResponderEliminarPues no me importaría nada leerlo. Pinta muy bien lo que cuentas :)
ResponderEliminarBs.
Completamente de acuerdo con tu opinión yo también repetiré con la autota, me gustó muchísimo esta novela.
ResponderEliminarUn beso
Cada vez soy más fan de tus reseñas, me encantan y esta en concreto me ha parecido soberbia; no puedo estar más de acuerdo con todo lo que dices, también fue mi primer acercamiento a la autora y estoy segura de que repetiré. ¡Qué autoras más maravillosas me está descubriendo Gatopardo!
ResponderEliminarUn beso guapa
Yo también leí este libro tras el de Barbara Pym, Mujeres excelentes, y puedo decir que incluso me gustó más éste, y que espero impacientemente más libros de Elizabeth Taylor. Ese ambiente tan tranquilo pero en el que pasan a la vez tantas cosas me encantó, y su forma de escribir me convenció totalmente.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Hace un millón de años que tengo esta novela en la lista de pendientes, incluso antes que "Mujeres excelentes" que, no sé por qué, pasó por delante en el orden de lectura, ya ves. Me pones los dientes largos, sé que me va a gustar porque me encantan estos universos pequeñitos, como yo los llamo. Me recuerda a lo que decía D.E. Stevenson en "Villa Vitoria": es como ver el mundo por el otro lado del telescopio. Besos.
ResponderEliminarPues parece que me estoy perdiendo algo muy muy bueno. He visto muchas reseñas de esta novela y no puede ser casualidad que todas coincidan en lo mismo. Me la llevo.
ResponderEliminarBesos
Vaya!
ResponderEliminarPues no pinta nada mal el libro, lo echaré un ojo
Besos
No he leído nada de la autora, pero es una lectura apetecible. Lo de la Jane Austen del S.XX yo también lo pongo en duda. Una reseña magnífica. Besos
ResponderEliminarMe pareció una lectura muy agradable.ADemás me encanta conocer la vida de esas mujere en aquellas época.
ResponderEliminarCoincidimos totalmente en opinión. Ya sabes que también la disfruté muchísimo.
ResponderEliminarUn beos ,)
Una de esas joyitas que, con tu deliciosa forma de contar los entresijos del libro, no voy a tener más remedio que apuntarme. De la otra autora de la que hablas, la tal Pim, ¿cuál me recomendarías?
ResponderEliminarUn beso ;)
vuelvo para comentar, porque acabo de terminarlo. La verdad es que yo no he visto el tan parecido a Jane Austen, el estilo si pero a nivel de ironía creo que Jane era algo más cómica, pues Taylor me ha resultado algo más oscura,en cambio, en Barbara Pym si que vi ese humor.
ResponderEliminarsólo he apreciado algo de esto en la señora Bracey.
Luego he visto esa Crítica de la sociedad en el personaje de Tory, que es tan odiada por ser una mujer moderna, y en Beth y sus remordimientos por ser escritora y no atender por completo sus tareas del hogar.
En general, los personajes me han conquistado muy lentamente y ha llegado a gustarme mucho.Besos