Título original: Three Man on a Boat (To Say Nothing of the Dog)
Autor: Jerome K. Jerome
Editorial: Blackie Books
Traducción: Juan Carlos Silvi
Introducción: Stella Gibbons
Páginas: 256
Fecha publicación original: 1889
Fecha esta edición: junio 2015
Encuadernación: cartoné
Precio: descatalogado (disponible en edición de bolsillo de la misma editorial)
Ilustración de cubierta: Patrick Faricy
Una hilarante excursión en barca por el Támesis. Un clásico de
culto británico. «Éramos cuatro: George, William Samuel Harris, yo y
Montmorency. Estábamos sentados en mi habitación, fumando y charlando
sobre lo mal que nos encontrábamos; mal desde el punto de vista médico,
naturalmente. Todos nos sentíamos enfermos, y eso nos estaba poniendo
bastante nerviosos. Harris dijo que a veces le daban unos mareos tan
extraordinarios que apenas sabía lo que hacía, y después George dijo que
también él tenía mareos y apenas sabía lo que hacía. En mi caso, lo que
no funcionaba era el hígado». En consecuencia, los tres hombres (la
opinión del perro Montmorency no cuenta) deciden embarcarse en un
crucero por el Támesis, en busca de paz espiritual y de vida sana. Lo
que ignoran estos mártires de la hipocondría es que a veces pasan cosas
que pueden transformar el más modesto de los viajes en una aventura
cuando menos pintoresca. «Mi intención no fue la de escribir una obra
cómica», declaró Jerome K. Jerome sobre "Tres hombres en una barca". Por
lo visto, lo hizo sin querer.
Una de las 100 mejores novelas de todos
los tiempos, según The Guardian. Una de las 3 novelas más divertidas de
todos los tiempos, según Esquire. Más de 50 millones de ejemplares
vendidos desde su publicación.
Os he dicho alguna vez que suelo guardar los tickets de compra dentro de los libros para que, cuando me decido a leerlos, la vergüenza me invada de arriba abajo por el tiempo que los he dejado muertos del asco en la estantería... bueno, pues Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro) tenía su recibo dentro y, milagrosamente, la tinta todavía era legible... y digo milagrosamente porque según ese recibo lo compré allá por 2017. Siete años esperando a ser leído... y no será porque no tenía claro que me iba a gustar. No sé, de verdad, esto de las lecturas pendientes es un misterio por descubrir. Ya podían hacer estudios sobre esto en lugar de cuantos huevos se pueden comer a la semana (que además cambian la cantidad cada dos meses xD).
En fin, que os cuento un poco sobre el argumento y arrancamos.
George, Harris y el narrador son, entre otras cosas, un poco (bastante) hipocondríacos y se pasan las horas preguntándose cuanto tiempo les queda de vida. Una noche, entre achaque y achaque, deciden que tienen que cambiar de aires y se les ocurre hacer un trayecto en barca por el Támesis durante dos semanas: remontarán el río desde Kingston hasta Oxford (y vuelta a Kingston), dormirán al sereno, trabajarán duro, comerán y dormirán bien, contemplarán el paisaje... Está claro: es justo lo que necesitan. Ya solo queda la odisea de organizarse, preparar lo que se van a llevar, intentar que todo quepa en un número de maletas que no hunda la embarcación, comprar la comida, salir a tiempo, no hundirse antes de la primera media hora... Vamos, lo normal. ¿Qué opina de todo esto Montmorency, el perro? Pues no gran cosa, pero si ellos van, él también. Faltaría más.
Dice Jerome en el prólogo del libro que la belleza de su libro no radica en la calidad literaria, el estilo de su prosa ni en la profundidad de los temas que trata, sino en que todo lo que se narra en él ocurrió en realidad y él se limitó a darle color y vidilla al asunto, y que, por tanto, en la veracidad de los hechos está su mayor virtud. Y es que los tres personajes del libro son reales, aunque aparezcan con el nombre cambiado: el narrador es el propio autor, Jerome el tal George era George Wingrave y, el así llamado Harris en la novela, era realmente Carl Hentschel (el perro, al parecer, era inventado xD). Este trío de amigos solía hacer muchas salidas en barca y todas las anécdotas de esos viajes muy exageradas y ficcionadas para el propósito del libro son las que adornan esta obra cómica que, según dicen, nació en la cabeza de Jerome con ínfulas de guía de viajes mientras disfrutaba de su propia luna de miel por el Támesis. Y lo cierto es que esa primera idea, esa base, resulta evidente a lo largo de la lectura porque trazos de explicación para turistas salpican toda la narración, pero resulta obvio que durante el camino el tono y el fin de la obra se encaminaron por otros derroteros.
Entonces, ¿qué podemos encontrar en Tres hombres en una barca? Pues eso el viaje de tres amigos y su perro por el Támesis viviendo despropósitos varios mientras su inoperancia resulta evidente y la vida les pone zancadillas constantes para que queden queden en ridículo cada quince minutos. A todo esto se añade que Jerome usa esas vicisitudes para contarnos anécdotas de su pasado (o el de sus amigos) que enlazan directamente con la situación ridícula en cuestión y que en el pasado es igualmente ridícula y divertida (que van desde perderse en el laberinto del palacio de Hampton Court a la idea de que va morir joven que tiene desde niño pasando por el empeño por cantar canciones cómicas cuando no se saben la letra). Y para seguir sumando tenemos ese recorrido turístico que os comentaba arriba, ya que en la ribera del Támesis hay montones de ciudades y pequeñas localidades y siempre hay algo curioso que contar sobre ellas, ya sea arquitectónico, histórico o de comer/beber/livinglavidaloca, que es lo que mejor se les da (o directamente dicen que esas localidades son feas y que no hay que contar, que también alguna hay). Por si esto fuera poco de vez en cuando el autor despliega párrafos bucólicos y poéticos describiendo el paisaje, de los que despierta enseguida para volver a la chanza y el diario de viaje, que sus compañeros no están para la lírica (vamos, que son párrafos que están ahí para pitorrearse un poco de la engolada prosa victoriana, o para demostrar que si quisiera escribir así, podría... o para lo que él quisiera. El caso es que están ahí xD).
El punto que quizás ha hecho que este libro siga leyéndose hoy en día y se siga vendiendo como churros más de cien años después cuando ni es un ejemplo claro de alta literatura (ni lo pretende) está en su humor, en no tomarse en serio y al mismo tiempo en ser más inteligente de lo que pretender mostrar a primera vista (este libro, aquí donde lo veis, lleva vendidos más de un millón de ejemplares desde su publicación inicial). Y es que Tres hombres en una barca tuvo muy malas críticas en una sociedad tan purista y estricta como la victoriana y fue tachada, entre otras muchas cosas, de vulgar y fútil. ¿Por qué? Porque el humor es muy (en apariencia) de estar por casa, de ese tipo de humor tonto que hemos vivido (y producido) todo el mundo con nuestro grupo de amigos en el que cada cual conoce las peculiaridades de los demás y te descojonas (con perdón) de sus tonterías, meteduras de pata y equivocaciones y parece que hay un concurso para ver quién es más patán. Es un tipo de humor que te tiene que gustar, navega entre lo absurdo y la
avispada ironía inglesa. Reconozco que no es para todo el mundo, y si no soléis
conectar con este tipo de humor, huid hacia otro lado (a mí a veces me
venían los Monty Python a la cabeza mientras leía, pero no quiero que
esto despiste a nadie, no vaya a ser que luego me lo echéis en cara.
Para mí, sí; para los demás, a saber). Si a todo esto se suma que resulta una oda evidente a una existencia sin estrés, responsabilidades ni complicaciones, a la holgazanería y a la desidia mientras te pegas la vida padre comiendo, bebiendo y tumbado a la bartola, pues se entiende que los hacendosos y austeros victorianos se llevasen las manos a la cabeza.
La gran Stella Gibbons dice en el prólogo que incluye esta edición que este libro fue publicado en una Inglaterra que ha desaparecido para siempre, y aunque sí es cierto que muchos de los lugares que se describen en él ya han desaparecido, y que Tres hombres en una barca es de esas historias que pertenecen eminentemente a su época y es victoriana hasta la médula (lo que se narra en ella es difícil imaginarlo en cualquier otro contexto que no sea el
de la Inglaterra de finales del XIX), tiene en su narración, en la relación entre los tres amigos y en el propio espíritu de la novela un algo atemporal que hace que hoy en día sigas riéndote y sintiendo complicidad con lo que te están contando. No es un libro perfecto, pierde ritmo hacia el último tercio de libro (era muy complicado mantener el nivel de humor durante toda la narración) y aparece una escena casi al final que no solo no es graciosa, sino que chirría muchísimo y corta de cuajo el tono que ha mantenido hasta ese momento (todavía me pregunto en qué estaba pensando Jerome para incluirla en la novela), pero esas imperfecciones no deben opacar ni menoscabar los logros de una aventura que, si conectas con ella, te arranca unas cuantas carcajadas (de esas que se escapan en voz alta, nada de sonrisillas).
Yo me he reído mucho, sobre todo en la primera mitad, y eso me sucede tan de uvas a peras con un libro que, bueno, poco más puedo decir al respecto. Me encantaría subirme a una barca de esas y surcar el Támesis camino de Oxford haciendo paradas para visitar muchos de los lugares que pueblan su ribera. Me encantaría navegar y no hacer nada más que disfrutar del lento discurrir en las aguas y me encantaría que la estresante vida que vivimos hoy en día nos permitiese bajarnos del tobogán diario... vivir momentos como estos de vez en cuando para resetear el cerebro y descansar de este modo supervivencia en el que nos vemos enjaulados. Vaya, que adoro este libro por muchas de las razones que los victorianos criticaron. Diría que ojalá lo hubiese leído antes, pero los libros se leen cuando les llega su momento, sin más.
Jerome Klapka Jerome fue
un escritor inglés de vida azarosa, maestro de la narrativa cómica.
Nació en la localidad de Walsall, cerca de Gales, en un período de moral
victoriana y plena efervescencia industrial. Al mes de cumplir doce años,
en 1871, el padre falleció. Su madre lo haría tan solo unos años más
tarde, cuando Jerome cumplió los dieciséis. A la edad de catorce, la
situación económica familiar era ya acuciante, y Jerome abandonó sus
estudios y comenzó a ejercer una ristra de variopintos trabajos por los
que pasó sin pena ni gloria: desde empleado de ferrocarriles hasta
maestro de escuela, pasando por el periodismo y la interpretación
teatral.
Inspirado por unos versos del poeta
estadounidense Henry Wadsworth Longfellow, empezó a escribir sus
experiencias sobre el escenario en clave de humor, publicadas a modo de
entregas en la revista The Play, y finalmente compiladas en un único volumen. Dos años después de la publicación en 1886 de The Idle Thoughts of an Idle Fellow,
una recopilación de ensayos humorísticos, contrajo matrimonio con
Georgina Elizabeth Henrietta, Ettie. Su viaje a lo largo
del Támesis a manera de luna de miel fue la semilla de su obra narrativa
más aclamada: Tres hombres en una barca.
Con la publicación en 1889 de esta novela cómica llegó la fama y el
éxito para el Jerome escritor. Aunque nunca volvió a conseguir alcanzar las cotas de éxito que obtuvo gracias a Tres hombres..., en los años sucesivos a su publicación escribió una secuela, Three Men on the Bummel,
entre otras novelas, relatos y ensayos. Sus dramaturgias también
obtuvieron el favor del público londinense. Entre ellas, la más
celebrada fue The Passing of the Third Floor Back (1908), en cartel de manera recurrente hasta bien entrada la década de 1960. Fue también editor de las revistas satíricas The Idle y To-Day,
la última fundada por él mismo en 1893. La Primera Guerra Mundial llegó
a Europa cuando Jerome contaba con 57 años, y se alistó en el ejército
francés como conductor de ambulancia. Murió en 1927, legó una
autobiografía, My Life and Times, y solo dejó un objetivo por cumplir: convertirse en miembro del parlamento inglés.
Es que es tan divertido... Para mí, el más divertido del autor, que ya es decir. Sí que le veo ese aire Monty Phyton que mencionas, tal vez porque en ocasiones coinciden en ese humor fácil y tan visual. No sé, que me encanta este libro. Y que ahora te toca "Por no mencionar al perro" de Connie Willis XD Besos.
ResponderEliminarHola guapísima, pues yo lo leí el año pasado para tu reto, y porque además había leído Por no mencionar al perro de Connie Willis y me ha había gustado muchísimo y, otro además, porque sé que es el libro favorito de Mónica. Pero debo decirte que a mí no me gustó nada, me aburrió, no le encontré el humor, (y sí, a mí sí me gustan las pelis de los Monty Python), pero con este no pude. Lo terminé por puro orgullo y por todo lo anterior... en fin, que te animo, como Mónica, a que te leas Por no mencionar al perro
ResponderEliminarUn besazo
Hola, la leí este año también y para el mismo apartado y la verdad lo pasé muy bien leyéndolo ( y por no mencionar al perro espero leerlo también). Besos.
ResponderEliminarHola, guapísima:
ResponderEliminarTenía cierta curiosidad por este libro, pero el humor absurdo no pega mucho conmigo, y como además Nitocris tampoco quedó convencida de momento lo dejaré pasar.
Un beso.
No termino de verla para mí en esta ocasión así que no creo que me anime. Y estoy de acuerdo, lo de las lecturas pendientes es un misterio por descubrir. Yo no suelo guardar tickets pero a veces encuentro alguno y me da vergüenza decir que el precio está hasta en pesetas...
ResponderEliminarBesotes!!!
Holaa. Qué tal el verano?
ResponderEliminarMe suena de haberlo visto antes. Es de esas portadas que se te quedan grabadas en la retina, y el título tampoco se queda atrás. No sabía de qué iba, pero viendo que es así en plan cómico, no sé si me haría gracia. Esto del humor es siempre tan subjetivo...
Un beso ;)
Qué curioso lo del ticket de compra. Me gusta la idea. La novela no me ha llamado mucho la atención, la verdad, porque no parece mi estilo de humor, pero la hojearé si la veo por ahí ;)
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