Título original: The Stepdaughter
Autora: Caroline Blackwood
Editorial: Alba
Traducción: Íñigo F. Lomana
Páginas: 112
Fecha de publicación original: 1976
Fecha esta edición: mayo 2021
Fecha esta edición: mayo 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16 eurosImagen de cubierta: @Michiru13 / Shutterstock
Una mujer en la treintena escribe mentalmente, firmando con la
inicial «J», cartas sin destinatario concreto. Suele despedirse con una
fórmula del tipo «Tuya, hecha una furia» o «Tuya, sin levantar cabeza».
Arnold, con quien está en trámites de divorcio, es un renombrado abogado
que la ha dejado por una «francesita» y se ha instalado en París; le
pasa dinero sin escatimar y le paga un lujoso piso con magníficas vistas
en Manhattan. Allí vive ella ahora con Renata, la hija de trece años
que Arnold tuvo en un matrimonio anterior, además de con Sally Ann, su
propia hija de cuatro, y una interna francesa llamada Monique. Todas se
llevan fatal, apenas se hablan. Renata hace bizcochos de sobre. Monique
escribe cartas a gente de verdad. «J» la envidia por eso. Por lo demás,
no sale nunca: se refugia en la soledad, la rabia, el resentimiento y el
engaño que, con lengua viperina, recrea en sus cartas.
La hijastra (1976) fue la
primera novela de Caroline Blackwood. Además de la crónica de una
guerra de nervios, es un estudio a la vez pulcro y sarcástico de la
«silueta hostil y tenebrosa» de una mujer abandonada y, especialmente,
de un marido desleal cuya ausencia gobierna la casa, como una
manipulación más. El matrimonio, la maternidad y la familia construyen
una cárcel de cristal para la protagonista y dan pie a una fábula casi
gótica, enloquecida e irreverente.
La situación que plantea la novela es la de una mujer ("J") encerrada en su ático de lujo en Nueva York junto a Monique, la niñera francesa (que no habla ni una palabra en inglés), su hija pequeña, Sally Ann, y la hija preadolescente de Arnold, su marido (fruto de una relación anterior)... marido que, por cierto, la ha abandonado por otra mujer mucho más joven a la que ha conocido en Francia. Y cuando digo encerrada es que esa es la reacción de "J" ante el abandono: aislarse de todo y de todos en su ático-prisión mientras se enfrenta a la soledad, la humillación, el resentimiento y el bucle mental en el que está atrapada y que le hace comportarse como una auténtica tirana con todo el mundo: no soporta a su hija pequeña, odia a la niñera francesa que no deja de escribir cartas a sus amigos y familiares y siente un profundo asco por la hija de su marido. Para desahogarse decide escribir cartas mentales dirigidas a una tal "Fulanita" donde no solo vuelca sus sentimientos ante la traición de su pronto exmarido, sino que demuestra una crueldad inusitada hacia su hijastra y una rabia que, conforme las cartas avanzan, se convierte en lucidez y comprensión de su situación real. Todo cambia un día, pero de ese día aquí no os puedo hablar... (y de hecho he borrado la alusión a esta parte en la sinopsis oficial).
La hijastra es una novela epistolar atípica, porque las cartas que la protagonista escribe en su cabeza van dirigidas realmente a sí misma como una manera de estructurar, proyectar y poner nombre a todo lo que bulle en su cabeza. Surgen de la pura envidia que siente hacia las numerosas cartas que Monique escribe a diario, no solo porque Monique tiene a quien escribirle, sino que "J" sabe que esas misivas deben estar llenas de quejas hacia ella y su trato despótico. Y por eso, en un principio, parece que el objeto de sus iras, críticas y mala baba será la niñera (regalo póstumo de su fallecido matrimonio)... pero no, pronto descubrimos la verdadera depositaria de su rencor y protagonista casi exclusiva, junto a su marido, de todas sus críticas: Renata, su hijastra... Arnold se ha largado a Francia con su nuevo amorcito y ha dejado a su hija de trece años a cargo de la mujer de la que está en trámites de divorcio. La relación entre las dos es apenas existente, llevan dos años viviendo juntas y jamás se han dirigido una frase de más de cinco palabras. Pero lo peor no es eso, lo peor es el asco, la repulsión física y mental que esta mujer en la treintena siente por una niña sin padres que se ocupen de ella y que aun así, con sus escasos medios emocionales de preadolescente, lucha por levantarse cada día y salir adelante. Pero antes de seguir con esto os explico una cosa.
Tanto La anciana señora Webster, de la que os hablé en su día (tal y como os comento al principio), como La hijastra, tienen tintes autobiográficos, pero mientras que la señora Webster se basaba en la historia de las mujeres importantes en la familia de la autora, La hijastra bebe de su experiencia personal (muy personal), y eso hace que a pesar del tono con el que está contada (sarcástico, cínico, autocompasivo pero con un humor ácido que intenta rebajar las burradas que suelta), se sienta mucho más real que La anciana señora Webster. Porque sí, el de la Webster es su novela más laureada, casi ganadora de un Booker (que no se llevó porque Philip Larkin consideró que era demasiado autobiográfica para considerarla una obra de ficción), pero a mí me ha parecido mejor novela La hijastra: es más valiente, tiene más entrañas, su brevedad obliga a economizar y disparar frases sin desperdiciar ni una sola palabra, y su tono fluctúa entre la provocación y la sensación extraña que produce ver negro sobre blanco esas emociones que nos suscitan personas que instintivamente nos repelen pero que son tan extremas que jamás las diríamos en voz alta. Nuestra protagonista, "J", no se corta un pelo, y aun así, quizás porque sabes que todo lo que dice no está escrito en aras de la literatura sino que pone voz a sus propios demonios, acabas compadeciéndote de su necedad, de su egoísmo y de su ceguera... y compadeciéndote aún más de la destinataria de esas "excelsas cualidades".
Quizás convendría poneros un poco en antecedentes, pero voy a ser muy breve al respecto para no destapar ciertos acontecimientos (de hecho os aconsejo no buscar nada información sobre este tema si pensáis leer la novela). Se cree que La hijastra está basada en la tormentosa relación que Caroline Blackwood tenía con su hija mayor, Natalya, que tenía diecisiete años en el momento en que fue publicada la novela. No puedo ir más allá, y ya os digo que os aconsejo no buscar nada sobre el tema, pero sí puedo adelantar que el final de La hijastra, una vez conoces las posibles raíces de la trama, es de un discernimiento sorprendente.
Todo esto se traduce en una narración concisa, mordaz, carente de sentimentalismo y afilada como un cuchillo. Precisamente esa frialdad seca que no me funcionó del todo en La anciana señora Webster, le sienta como un guante a esta historia desnaturalizada que rezuma aversión, desprecio y saña de una mujer adulta hacia un ser humano vulnerable, una menor completamente sola en el mundo a quien por edad, por responsabilidad y mera humanidad debería proteger porque depende, por sentido común, de ella. Sin embargo las palabras monstruosa, gorda, tétrica, perturbada, patética... salpican muchas de las páginas de esta novela, y estos sentimientos espantosos se acrecientan cuando "J" se da cuenta de que Renata, esa adolescente que aborrece, realmente es su precio a pagar por manener las comodidades que disfruta y seguir viviendo en su ático de lujo con todas sus necesidades cubiertas. Pero como ya digo todo cambia en cierto momento; esta novela está dividida en dos partes, y esa segunda parte lo pone todo del revés, y cuando en ese ático deshumanizado sobreviene el primer acto de civismo en semanas, las consecuencias resultan demoledoras.
No quiero decir más, que la novela es cortísima, pero sí, confirmo que me ha gustado mucho. Los oscuros recovecos interiores de la elegante, estilizada, refinada y sofisticada "J" (alter ego de la autora) sometiendo implacablemente a los seres vulnerables que la rodean (Monique, la niñera que no es más que una adolescente sola en un país extraño, y sobre todo Renata, obesa, sola, tremendamente sola, dependiente de una persona que la aborrece) me han removido muchas cosas, y esa es la magia de la literatura. Sobre el final no puedo hablar, pero la última frase tiene un eco que sigue resonando semanas después de concluida la lectura, y si alguien me preguntase por un libro para comenzar a leer a Caroline Blackwood, recomendaría este (dentro de mi limitada experiencia con la autora, claro). Probablemente te guste o la odies sin término medio, pero sin lugar a dudas te provocará emociones, y es de lo que va el tema.
Y repito, que nadie piense en un dramón; narra una situación complicada, menos claustrofóbica de lo que pudiera parecer por la sinopsis, con un tono corrosivo totalmente libre de prejuicios. La lectura es ágil, embaucadora a pesar de (o gracias a) la mordiente de sus sentencias; pone el dedo en la llaga de esas familias creadas sobre cimientos de plastilina y condenadas al abismo desestructurado desde su mismo comienzo, y muestra la impotencia, inmadurez y egoísmo de muchas personas adultas a la hora de afrontar sus fracasos y sus responsabilidades. De que te quieres dar cuenta ya lo has leído porque cuesta soltarlo, y los dos personajes principales se quedan en tu cabeza... para bien o para mal. Seguramente lo relea en un futuro cercano, pero mientras tanto ya tengo preparado Últimas noticias de la duquesa, donde habla de Wallis Simpson. Cruzo los dedos para que me guste tanto como este.
Lady
Caroline Blackwood nació en 1931, en el seno de la aristocracia
angloirlandesa. Su padre, que murió cuando ella tenía trece años, era
Basil Blackwood, cuarto marqués de Dufferin y Ava; íntimo amigo de
Evelyn Waugh, formaba parte del círculo descrito en Retorno a Brideshead. Su madre, Maureen Guinness, era una de las cuatro herederas de las célebres cervezas Guinness.
Sin embargo, Caroline, bohemia y desafecta, siguió otro destino que el que la familia le tenía asignado: a los veintidós años se casó con el pintor Lucian Freud, con el consiguiente escándalo por la "boda judía". Posteriormente se casaría con el compositor Israel Citkowitz y con el poeta Robert Lowell. El crítico Cyril Connolly, el guionista Ivan Moffat y el fotógrafo Walker Evans se contaron también entre sus relaciones.
No contenta con ser, como la llamó su biógrafa Nancy Schoenberger, una "musa peligrosa", mecenas de artistas, maestra de la anécdota y gran bebedora, ejerció el periodismo y en la década de 1970 se dedicó a la literatura.
A su primer libro, For all that I found here (1974), que reunía ficción y no ficción, siguieron las novelas de corte autobiográfico The stepdaughter (1976) y La anciana señora Webster (1977), que fue un gran éxito y quedó finalista del premio Booker. Posteriormente publicó, entre otras obras, The fate of Mary Rose (1981), Corrigan (1984) y The last of the duchess (1995).
Murió en Nueva York en 1996.
Sin embargo, Caroline, bohemia y desafecta, siguió otro destino que el que la familia le tenía asignado: a los veintidós años se casó con el pintor Lucian Freud, con el consiguiente escándalo por la "boda judía". Posteriormente se casaría con el compositor Israel Citkowitz y con el poeta Robert Lowell. El crítico Cyril Connolly, el guionista Ivan Moffat y el fotógrafo Walker Evans se contaron también entre sus relaciones.
No contenta con ser, como la llamó su biógrafa Nancy Schoenberger, una "musa peligrosa", mecenas de artistas, maestra de la anécdota y gran bebedora, ejerció el periodismo y en la década de 1970 se dedicó a la literatura.
A su primer libro, For all that I found here (1974), que reunía ficción y no ficción, siguieron las novelas de corte autobiográfico The stepdaughter (1976) y La anciana señora Webster (1977), que fue un gran éxito y quedó finalista del premio Booker. Posteriormente publicó, entre otras obras, The fate of Mary Rose (1981), Corrigan (1984) y The last of the duchess (1995).
Murió en Nueva York en 1996.
Me alegra que hayas reconsiderado a Caroline Blackwood. A mi me gustó mucho La anciana señora Webster, y me sorprendió que no conectarais. Esta novela no la conocía. Gracias y besos
ResponderEliminarInteresante aportación la que nos traes hoy. No conocía a la autora, me encantan las novelas epistolares aunque las epístolas sean imaginarias, me fascinan las relaciones madre e hija y si es hijastra se dan matices muy curiosos. Por todo ello esta novela me apetece mucho y tomo nota de ella. Luego, ya veré si sigo con la autora, pero la hijastra se viene conmigo.
ResponderEliminarUn beso.
Hola MH, pues igual que te dije que no leería La anciana señora Webster este igual me lo apunto. Además viene bien para la premisa de clásico epistolar.
ResponderEliminarUn besazo
Pues nada, no me queda más remedio que apuntar esta novela, que por lo que cuentas, creo que la disfrutaría. Y ya veré si me animo con La anciana señora Webster luego...
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola, yo leí la anciana señora Webster hace tanto tiempo que ni la recuerdo, pero esta que traes me parece muy apetecible, las relaciones madrastra
ResponderEliminar/ hijastra me resultan muy interesantes por lo complicadas. Tomo nota. Besos.
Anda, qué sorpresa encontrar este título aquí. Es que recuerdo que te pregunté si me recomendabas a Caroline Blackwood (por cierto, tiene nombre de villana de novela de vampiros adolescentes) y me dijiste que no te había gustado demasiado "La anciana señora Webster", como bien comentas al principio de esta entrada. Pero como eres maja y generosa, le has dado otra oportunidad a la autora y, mira, esta vez te ha conquistado. Me encantan las segundas oportunidades que salen bien. Y me has dejado con la intriga de esa última frase. ¿Podría ser que te recordase un poco al buen hacer con los personajes de tu gran Daphne du Maurier? Disculpa mi ignorancia, pero me ha dado un poco esa sensación por lo que explicas de la protagonista de "La hijastra". Besotes.
ResponderEliminarMe temo lo peor, se la ha cargado, seguro. Bueno, seguro no, pero caray, me has dejado con la intriga.
ResponderEliminarBueno, lo del diario disfrazado de cartas, pues ni tan mal, pero hasta que has puesto esa duda de algo gordo ha pasado aquí, la verdad es que no me estaba llamando la atención especialmente.
La verdad, verdad es que no sé si lo voy a leer pero tengo que ir a la biblio y mirar si me teoría es acertada, jeje.
Besotes
Debo reconocerlo, la portada es fea (comparada quizá con La anciana señora Webster, que es así como elegante). Fea de narices. Pero la historia que cuenta entre sus páginas suena muy interesante. No creo que empatizara mucho con la amargada prota, pero solo por saber qué pasa en esa segunda parte del libro, me lo llevo apuntado. Mira, y así de paso conozco una autora de la que ni sabía.
ResponderEliminarUn beso ;)