Título original: Гранатовый браслет
Autor: Aleksandr Kuprín
Editorial: Ediciones Invisibles
Traducción: Marta Rebón
Autor: Aleksandr Kuprín
Editorial: Ediciones Invisibles
Traducción: Marta Rebón
Páginas: 144
Fecha publicación original: 1911
Fecha esta edición: marzo 2020
Fecha esta edición: marzo 2020
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 14 eurosDiseño de cubierta: Andy Noguerón
Desde hace un tiempo la princesa Vera recibe apasionadas cartas de amor de un hombre misterioso. Hasta el momento, no parece que deba inquietarse por ello. Sin embargo, de pronto el enamorado secreto da un paso más: el día del santo de la princesa le manda un brazalete de granates.
¿Quién es él y qué espera de la princesa? ¿Se trata de un loco o simplemente de un ferviente admirador que, en su arrebato pasional, ha perdido el sentido de la prudencia? Y, yendo todavía más allá, ¿existe eso que el enamorado misterioso llama «el amor verdadero», una pasión tan arrebatadora que solo aparece una vez cada mil años?
Raro es el año en el que no os traigo alguna joyita de la colección Pequeños Placeres de Ediciones Invisibles, y este año le ha tocado el turno a un autor del que no había leído nada y del que, de hecho, hay muy poquito traducido al castellano. Y esto no deja de resultar curioso en unos años en los que se están recuperando muchos autores del este de Europa, porque Kuprín fue uno de los escritores rusos más notables y reconocidos de su generación. La breve novela de la que os voy a hablar, El brazalete de granates, fue publicada en 1911, cuando Kuprín ya había publicado algunas de sus obras más conocidas.
Es el mes de septiembre y la princesa Vera Nikoláievna Sheina no ha podido abandonar la dacha en la que pasa sus vacaciones por ciertas obras que se están realizando en su casa. Eso hace que celebre su santo allí y que los invitados sean pocos y selectos. Entre ellos están su hermana Anna, su hermano Nikolái y su abuelo, el general Anósov, que no es abuelo carnal pero ha ejercido como tal desde que Vera era muy pequeña. La velada transcurre hablando de lo terrenal y lo divino, de la vida y, sobre todo, del amor. Ese mismo día Vera recibe una nota de alguien que, aunque nunca se ha identificado salvo por sus iniciales, lleva años confesándole su apasionado e incondicional amor por escrito. Esa nota va acompañada de un brazalete de granates de escaso valor, y ella, que no oculta nada, le enseña tanto la nota como el regalo a su marido y a su hermano Nikolái. Ellos deciden tomar cartas en el asunto, algo de lo que puede que Vera se arrepienta más tarde.
Kuprín se resistía a introducir contenido sociológico en sus novelas, cosa que resulta curiosa porque si buscas información sobre el autor lo primero que te pone es que es reconocido principalmente por la crítica social que contiene su obra. Como ya digo al principio es la primera obra que leo de este autor y no puedo opinar al respecto de primera mano. De hecho estaba considerado un escritor realista con tintes naturalistas (ambas corrientes están muy relacionadas entre sí), y sí creo que El brazalete de granates es un ejemplo de ese corte realista. Aunque en principio vemos que los personajes pertenecen a la aristocracia rusa y nos muestra las costumbres y el estilo de vida de la alta sociedad del país antes de la revolución de 1917, los aborda de una manera individualizada, aferrados a lo que quizás se espera de ellos en su entorno o su posición social. Pero realmente esta novela no va de todo eso, tiene un carácter más intimista, se recoge sobre sí misma a la hora de plasmar sus ideas sobre las páginas.
¿Cuál es el tema de esta historia entonces? Pues en realidad dos son las cuestiones principales: el matrimonio y, sobre todo, el amor. Y comienzo por el primero, porque se ponen sobre la mesa las diferencias en los motivos que impulsaban tanto a hombres como a mujeres a casarse en aquella época. Si hablamos sobre las mujeres, esas razones iban desde la vergüenza a quedarse solteras o ser las únicas en el grupo de amigas en no pasar por el altar a convertirse en una carga para la familia, el deseo de tener hijos y un hogar propio y cierta independencia. Los motivos de los hombres eran completamente diferentes y muy alejados: hartazgo de cuartuchos sucios y desordenados, necesidad de una vida más metódica y saludable, dejar descendencia en este mundo que perpetuase su apellido y, a ser posible, una buena dote que acompañase a la dama elegida en cuestión. ¿Dónde estaba el amor? Pues la mayor parte de las veces en ninguna parte: cada cual buscaba algo muy concreto en el matrimonio y accedía a casarse con aquel o aquella que se lo proporcionase. El amor era lo de menos. Si surgía bien; si no, tampoco era algo esperado y la convivencia se desarrollaba de manera totalmente normal.
Claro, eso hace que el tema del libro derive precisamente hacia el amor verdadero, desinteresado, ese que no espera nada y que lo trasciende todo. Ese que pocas veces llega en la vida y cuando llega lo dejamos
pasar o no está a nuestro alcance aferrarnos a él. Quizás no sabemos verlo a tiempo, quizás no lo reconocemos cuando se nos presenta delante. Tal vez estamos tan acomodados en nuestra rutina o en lo que consideramos seguro que no somos capaces de darle la mano y volar con él. Acaso la vida, lo que se espera de nosotros, nos ciega y nos impide aceptar las señales; las apartamos de un manotazo, nos molestan, ¿qué hace este amor tan auténtico, tan honesto, tan incondicional, intentando desviarme de mi camino?
Pues en torno a este amor versan las conversaciones en esta reunión entre familiares y amigos. Se cuentan anécdotas, se indaga en la vida amorosa de los demás, se echan unas risas... en el fondo subyace esa imagen del matrimonio perfecto en el que la esposa cree que con estar bien, cómoda y segura ya es feliz tal como está y la visión que tienen realmente los de fuera, los que saben que eso no es amor, no del de verdad, no del auténtico. Se juega también mucho con la delgada línea que divide ese amor que no desiste, que se aferra a jirones de dicha, que no alberga esperanza alguna y aun así sigue amando, con la obsesión y la desesperación que no admite a razones. Hay muchas reflexiones en esta historia, sobre el modo en que nos engañamos a nosotros mismos y lo fieles que son sin embargo otros a sus sentimientos, y aunque poco más puedo contaros, porque es muy breve, tengo que hacer honor a ese final bello, lírico y emotivo con el segundo movimiento (Largo appassionato) de la sonata para piano n.º 2 en la mayor, Op. 2, n.º 2 de Beethoven como banda sonora porque así lo requiere la propia narración.
He perdido la cuenta de las veces que os he dicho que a los rusos no hay que tenerles miedo, y que si no os atrevéis con los tochos o las novelas más largas, siempre podéis acercaros a ellos con sus historias cortas, porque eran unos maestros en la narrativa breve. Os he traído ya muchos ejemplos al blog y ahora añado El brazalete de granates porque merece mucho la pena. Una narrativa tan sosegada como poética, con esa cadencia rusa tan característica y al tiempo tan sencilla y asequible de leer, y una historia con tintes trágicos que lees con cierta intriga por saber quien está tras esas cartas y ese brazalete, por descubrir en qué va a terminar toda esa situación, y terminas con el corazón encogido y una sonrisa triste de aceptación y comprensión en la boca. Hay un personaje escondido en la historia, ese que lo mueve todo en ella aunque apenas protagoniza una escena, y ese personaje es quizás el que mejor representa la intensidad de los clásicos rusos en toda la novela.
Me ha gustado mucho, vaya. Sigue siendo un deleite descubrir estos pequeños placeres. Que no se acaben nunca.
Alexandr Kuprín (Penza,1870-
Leningrado, 1938). Tuvo una vida como la de tantos otros escritores
rusos de su época: empezó la carrera militar, pero la abandonó para
dedicarse de lleno a la literatura. A principios del siglo XX le
llegaron sus primeros éxitos, pero con el estallido de la Revolución, a
cuyos principios no era afín, decidió exiliarse en Francia, donde la
nostalgia lo llevó al alcoholismo. Cuando volvió a Rusia, era la sombra
de lo que había sido. El brazalete de granates (1911) es su relato más conocido y también el más querido por los lectores rusos.
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