RESEÑA (by MB) ::: EL MISTERIO BARTLETT - Louis Tracy

 

Título original: The Bartlett Mystery

Autor: Louis Tracy

Editorial: dÉpoca

Traducción: Susanna González y Blanca Briones

Prólogo: Juan Mari Barasorda

Páginas: 256

Fecha publicación original: 1919
Fecha esta edición: mayo 2021

Encuadernación: rústica con solapas

Precio: 19,90 euros
Ilustración de cubierta: The Delineator (1913)

Nos encontramos en Nueva York a finales de 1913. Ronald Tower, un miembro de la alta sociedad que acaba de abandonar el club donde el señor Van Hofen ofrece una multitudinaria fiesta, es arrastrado al río Hudson en sorprendentes circunstancias. Al no aparecer su cuerpo, es dado por muerto. La única pista del caso es su asombroso parecido con su amigo el senador Meiklejohn, de manera que el detective Clancy sospecha que el senador es en realidad la persona contra la que se pretendía atentar. Así comienza «El misterio Bartlett», una original historia que atrapa al lector hasta la última página gracias a sus sorprendentes giros de trama, atractivos personajes y trepidantes escenas de acción en una Nueva York cuyas luces de neón no pueden ocultar los oscuros secretos que subyacen en ella.

En El misterio Bartlett viajamos al Nueva York de inicios del siglo XX antes de la Primera Guerra Mundial, y nos sumergimos en una ciudad moderna y contemporánea dividida en barrios donde los distintos estamentos cohabitan sin compartir una sociedad.

Por todo ello, Winifred no podía evitar preguntarse ━cada vez con mayor insistencia━ por qué debía encontrarse entre una burda y ruidosa hermandad de centenares de jóvenes de su edad sin ser una de ellas.

Nuestra joven protagonista, Winifred Bartlett, trabaja en un taller de encuadernación. Es una joven solitaria que, además de poseer belleza y juventud, también tiene una sensibilidad y una educación que la separan y aíslan de las personas que la rodean. Con un pasado que le es desconocido y huérfana de padres, vive con su severa tía, Rachel Craik, quien se ha cuidado muy mucho de que no se relacione con nadie. Su monótona vida transcurre entre el trabajo y su casa, que ayuda a mantener con su mísero sueldo de encuadernadora. Su único momento de libertad es cuando va de camino al trabajo.

A menos que el tiempo fuera absolutamente nefasto, la joven daba el paseo todos los días, pues se deleitaba con los siempre cambiantes tonos de los árboles, la música de los pájaros cantores y los juegos de las ardillas en el parque, mientras que la amplia carretera del río, que conducía a tierras encantadas que ella apenas imaginaba, le traía vagos sueños de un futuro delicioso donde el trabajo diario no la reclamaría y podría sentirse como esas otras muchachas del mundo para quienes la existencia parecía algo tan feliz.

Ese día llega cuando una mañana, en su paseo de camino a su puesto laboral, se encuentra con un suceso extraordinario que le hace detenerse y ser testigo del momento en que encuentran la barca donde al parecer un miembro de la alta sociedad neoyorquina fue asesinado la noche anterior durante una de sus opulentas y extravagantes fiestas.

Esto hace que su horario se descuadre. Llega tarde a su trabajo de encuadernadora, recibe el regaño y la reprimenda de la supervisora, Agatha Sugg, y este es solo el principio de un cúmulo de extraordinarias circunstancias, pues parece que esa mañana los planetas se han alineado para que salga de su invisibilidad: además de la amonestación por su retraso, un inspector de la Oficina de Detectives de Nueva York debe hacerle unas preguntas en la comisaría por lo sucedido en el río, en la fiesta elegante y otros sucesos más que descubriremos según avancemos en la lectura.

Casi antes de que la muchacha fuera consciente de las nuevas y asombrosas circunstancias en que su vida se había visto inmersa, se hallaba sentada en un automóvil cerrado que se dirigía a toda velocidad hacia el centro de la ciudad.

Para nuestra soñadora (y socialmente descolocada) protagonista, la vida ya no será igual. Ella, que hasta ahora había vivido una existencia austera, solitaria y tranquila, se encuentra de pronto sumergida y atrapada en un cúmulo de situaciones y conspiraciones más o menos estratosféricas (metafóricamente hablando) ajenas a ella (o no tanto). Su suelo firme, aunque humilde, desaparece cuando su severa y hermética tía se ve involucrada en el triste asunto del río, razón por la que ella es interrogada en la Oficina de Detectives.

Pero junto a los males llegan los bienes, y estos tienen la forma de un salvador romántico, un héroe al que el destino y las extraordinarias circunstancias han colocado en el camino de la bella Winifred Bartlett. Su nombre es Rex Carshaw, ocioso heredero de la alta sociedad neoyorquina:

Se detuvo para encender un cigarrillo, y en ese momento pasó una muchacha de notable belleza que caminaba rápidamente, aunque sin aparente esfuerzo. Estaba pálida y agitada, y sus ojos nadaban entre lágrimas mal reprimidas.

En El misterio Bartlett encontramos un misterio (bueno, varios) con grandes dosis de romanticismo que siempre van en cierto modo de la mano. Es algo que se agradece, pues da una visión diferente de este género literario. Como Juan Mari Barasorda refiere en su ilustrada y magistrada introducción (de las cuales siempre disfruto por los datos y conocimientos tan específicos y desconocidos de las obras y los autores que trata), Louis Tracy perteneció a la era romántica de la novela policíaca, algo que se nota y se percibe a lo largo de su narrativa.

Llegados a este punto, recapitulo: tenemos un posible asesinato en el río; a la tía Rachel Craik, que se comporta de una manera sospechosa y diferente a la habitual; a la joven Winifred Bartlett, cuya vida da un cambio de ciento ochenta grados de buenas a primeras; y al heredero Rex Carshaw, cuyos planes se han trastocado.

A esto debo añadir que conocemos a Steingall, el jefe de la Oficina de Detectives de Nueva York, y a su inspector, Clancy, dedicados a resolver el misterio del río y los misterios que surgen o se destapan a partir de él. Vemos como van tirando del hilo para revelarnos que no es todo oro lo que reluce, sino más bien lo contrario. No necesitan rascar demasiado para vislumbrar lo que coexiste debajo de las apariencias de la alta sociedad: conspiración, corrupción, asesinato,  usurpación... elementos que no distinguen de clases sociales ni posiciones.

Solo me queda agradecer, agradecer y agradecer a la editorial dÉpoca esta nueva entrega de la colección dÉpoca Noir. Otro tesoro, un nuevo descubrimiento y una joya para los que amamos y disfrutamos del género del misterio en una edición ilustrada, muy cuidada y preciosa en su presentación y en sus detalles. 

Un libro para coleccionar, amar, cuidar y proteger.

 

Louis Tracy (1863-1928). Periodista británico y prolífico escritor de ficción de gran éxito a principios del siglo XX. Utilizó los seudónimos de Gordon Holmes y Robert Fraser, que en ocasiones compartió con su colaborador M. P. Shiel.