Título original: Harvest
Autor: Jim Crace
Editorial: Hoja de Lata
Traducción: Pablo González-Nuevo
Páginas: 278
Ilustración de cubierta: Harvest (Diana Scherer, 2015)
Mientras el verano languidece y las últimas espigas de cebada son recogidas, una comunidad rural inglesa siente que una amenaza difusa se cierne sobre ella. Tres forasteros —dos hombres y una magnética mujer— se establecen en los límites del bosque y desencadenan los acontecimientos que llevarán a la destrucción de la aldea de Walter Thirsk en apenas siete días: la cosecha se nubla por el humo y el miedo; los castigos crueles se ciernen sobre los inocentes y el mundo cotidiano de los campesinos desaparecerá igual que el agua entre los dedos de una mano.
El Apocalipsis según la RAE: "Situación catastrófica, ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total". Bien es verdad que esta es la definición secundaria, ahí, medio de pasada y poniéndose de puntillas para que se le vea debajo de la apoteósica y grandilocuente "Fin del mundo", pero tampoco es moco de pavo. Una situación catastrófica que evoca la destrucción total tiene su enjundia... e imaginaos que esa situación tiene lugar en un tiempo indeterminado, pero que claramente se remonta a unos cuantos siglos atrás; en un lugar desconocido, pero habitado por escasas e ignorantes familias que desconfían de todo aquello que no conocen, no comprenden y que les obliga a apartarse cansinamente de su monotonía diaria (se aferran a la rutina, les aterra el cambio y lo desconocido); y todo enmarcado en medio de una cadena de acontecimientos que bien podría parecer que han sido programados para conducir hacia la destrucción a ese pequeño reducto rodeado de bosques, campos de siembra y valles. No hace falta que ocurran grandes cosas, cosas evidentes, para que la destrucción comience a hacer de las suyas. Solo hacen falta pequeñas mechas y una situación empapada en la gasolina de la humanidad en estado puro.
No suelo hacerlo, pero creo que para este libro hay que poner un poco en antecedentes, porque esta historia en realidad cuenta dos historias. Una es la de un delito grave e involuntario que deriva en una turbulencia de sangre, venganza y miedo; la otra es el final de una era, de una época, de un estilo de vida que los vecinos de esa localidad sin nombre se resisten a dejar marchar.
Nuestra historia, tal y como comento arriba, no está situada temporalmente en una época concreta. Pero tenemos señores y vasallos, menciones a juglares y palacios, mapas que se pintan sobre vitelas hechas con piel de ternero, el feudalismo y su fin impregnando cada página... No sabemos el año, ni falta que nos hace. La narración, la preciosista narración nos va poniendo en situación. Es el fin de la cosecha, de la siega, de recoger el fruto de meses y meses de cuidar, mimar y labrar la tierra. Ya se ha recolectado la última gavilla. Toca relajarse, disfrutar; unos beben, otros le dan a las setas alucinógenas. O a lo que se tercie. Y a la mañana siguiente aparecen en llamas varias propiedades del amo Kent, dueño y señor de esas tierras, humilde y respetado por sus gentes (o al menos no le odian, que para el caso es lo mismo). Todos saben quién ha sido, pero aparecen unos forasteros dentro del bosque, forasteros que no son bienvenidos en una comunidad cerrada y desconfiada, y mejor acusar a los extraños que a los vecinos que saben culpables.
A un tiempo aparece otro señor en las tierras que no solo desplaza al amo Kent de su posición privilegiada, sino que trae consigo la evolución, la sustitución de las tierras de labranza por tierras de pastoreo y la eliminación del sustento de vida de todas las gentes del lugar (trabajan la tierra para su amo, pero todos se benefician de ese trabajo y todos viven de ello durante el resto del año)... estamos ante la crisis del feudalismo, ante los primeros ramalazos de sustitución progresiva de las tierras de cultivo. Y los campesinos no se lo toman nada bien.
Y ahí comienza el particular Apocalipsis de 7 días según Walter Thirsk. El San nos lo ahorramos. Porque malo no es, pero tan bueno como él se cree, muy a pesar suyo, tampoco. Opinión personal.
Cosecha es un libro muy especial. Por la narración (en presente de principio a fin con la voz de Walter), por la historia que narra, por cómo la narra... por su prosa: pulcra, pausada, detallista, sencilla y a un tiempo soberbia. Es un canto de amor al campo, a sus milagros, a la comunión del hombre con las semillas y los frutos de un trabajo conjunto y en armonía... a la naturaleza, a los que la aman, a los que la veneran, a los que aprenden a conocerla y a los que se funden con ella como modo de vida. Es un reflejo de los miedos que la humanidad jamás ha dejado de tener, de hacia dónde nos llevan esos miedos, de cómo nos hacen actuar y de las consecuencias de las decisiones mal tomadas. La ilustración de que siempre han existido los que están por encima y los que están por debajo; del abuso de poder de los primeros y la reacción impredecible de los segundos cuando se sublevan ante ese abuso.
La historia avanza como la propia cosecha; con sosiego pero sin dejar de crecer ayudada por los elementos y muchos mimos por parte de su autor. Necesita sus tiempos para avanzar como debe, y eres testigo silente y paciente de ese crecimiento pausado hasta que empiezas a ver el fruto de lo sembrado, y ves como crece, y crece, y crece... y sabes que pronto llegará la hora de la recolección, de la siega, de saber cómo termina todo. De ser testigos de cómo se resuelve el caos.
Solo conocemos el punto de vista de Walter a lo largo de toda la narración, y presenciamos todo lo que ocurre únicamente gracias a él y como él quiere contárnoslo... y en ese punto de vista él siempre sale bien parado de cara al lector. No sé si solo habrá sido sensación mía, ni tampoco sé si era la intención del autor o yo me estoy montando mi propia película, pero no me he acabado de creer a Walter. A ratos me parecía interesado, mezquino, hipócrita y con aires de superioridad a duras penas disimulados debajo de esa imagen de forastero inadaptado que se quedó en el pueblo por amor. Se le escapan comentarios, destellos... que me hacían ver a un Walter distinto. Ni mejor ni peor probablemente, pero con más capas que esa visión propia, ansiosa de conmiseración y gallarda que nos quiere ofrecer sobre sí mismo durante toda la historia. Y eso le hace evidentemente mucho más interesante que si decides quedarte solo con las apariencias. Y si realmente es una película que me he montado, me quedo con mi película. Me quedo con mi Walter Thirsk taimado.
El tempo del libro no creo que sea del gusto de todo el mundo (aunque debería). Es inclasificable: no es un thriller propiamente dicho, pero tampoco es una novela de misterio... y al mismo tiempo posee un poco de las dos cosas. Es un drama, pero irradia un desapego que hace que contemples todo desde fuera sin mancharte el alma al tiempo que te preocupas (y mucho) por algunos de sus personajes. Es de esos libros que tienen tanta personalidad que necesitan de su propio público... que no están hechos para ser idolatrados por las masas. Busca a otro tipo de lector. Uno de esos que se sientan pacientemente y saborean cada página, deteniéndose en frases y reflexiones que solo un tipo con mucho talento podría plasmar con esa sencillez intimista y digna... releyéndolas, absorbiéndolas y haciéndolas suyas. Le lleve el tiempo que le lleve. Armado de paciencia, viendo la historia evolucionar ante sus ojos, entre sus manos, al compás de unas palabras que le dan luz y vida y que le hacen crecer fuerte.
En la faja se la describe acertadamente como lírica y hermosa. Yo añadiría desasosegante. Y perturbadora en su gravedad.
Editorial: Hoja de Lata
Traducción: Pablo González-Nuevo
Páginas: 278
Fecha publicación original: 2013
Fecha esta edición: abril de 2016
Fecha esta edición: abril de 2016
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,90 eurosIlustración de cubierta: Harvest (Diana Scherer, 2015)
Daniel Álvarez y Laura Sandoval, editores de Hoja de Lata, presentando la novela para el Día del Libro
(sí, tenéis razón, nos gustan estas cosas... jajaja)
(sí, tenéis razón, nos gustan estas cosas... jajaja)
Mientras el verano languidece y las últimas espigas de cebada son recogidas, una comunidad rural inglesa siente que una amenaza difusa se cierne sobre ella. Tres forasteros —dos hombres y una magnética mujer— se establecen en los límites del bosque y desencadenan los acontecimientos que llevarán a la destrucción de la aldea de Walter Thirsk en apenas siete días: la cosecha se nubla por el humo y el miedo; los castigos crueles se ciernen sobre los inocentes y el mundo cotidiano de los campesinos desaparecerá igual que el agua entre los dedos de una mano.
Tan solo Walter quedará para contarlo.
El Apocalipsis según la RAE: "Situación catastrófica, ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total". Bien es verdad que esta es la definición secundaria, ahí, medio de pasada y poniéndose de puntillas para que se le vea debajo de la apoteósica y grandilocuente "Fin del mundo", pero tampoco es moco de pavo. Una situación catastrófica que evoca la destrucción total tiene su enjundia... e imaginaos que esa situación tiene lugar en un tiempo indeterminado, pero que claramente se remonta a unos cuantos siglos atrás; en un lugar desconocido, pero habitado por escasas e ignorantes familias que desconfían de todo aquello que no conocen, no comprenden y que les obliga a apartarse cansinamente de su monotonía diaria (se aferran a la rutina, les aterra el cambio y lo desconocido); y todo enmarcado en medio de una cadena de acontecimientos que bien podría parecer que han sido programados para conducir hacia la destrucción a ese pequeño reducto rodeado de bosques, campos de siembra y valles. No hace falta que ocurran grandes cosas, cosas evidentes, para que la destrucción comience a hacer de las suyas. Solo hacen falta pequeñas mechas y una situación empapada en la gasolina de la humanidad en estado puro.
No suelo hacerlo, pero creo que para este libro hay que poner un poco en antecedentes, porque esta historia en realidad cuenta dos historias. Una es la de un delito grave e involuntario que deriva en una turbulencia de sangre, venganza y miedo; la otra es el final de una era, de una época, de un estilo de vida que los vecinos de esa localidad sin nombre se resisten a dejar marchar.
Nuestra historia, tal y como comento arriba, no está situada temporalmente en una época concreta. Pero tenemos señores y vasallos, menciones a juglares y palacios, mapas que se pintan sobre vitelas hechas con piel de ternero, el feudalismo y su fin impregnando cada página... No sabemos el año, ni falta que nos hace. La narración, la preciosista narración nos va poniendo en situación. Es el fin de la cosecha, de la siega, de recoger el fruto de meses y meses de cuidar, mimar y labrar la tierra. Ya se ha recolectado la última gavilla. Toca relajarse, disfrutar; unos beben, otros le dan a las setas alucinógenas. O a lo que se tercie. Y a la mañana siguiente aparecen en llamas varias propiedades del amo Kent, dueño y señor de esas tierras, humilde y respetado por sus gentes (o al menos no le odian, que para el caso es lo mismo). Todos saben quién ha sido, pero aparecen unos forasteros dentro del bosque, forasteros que no son bienvenidos en una comunidad cerrada y desconfiada, y mejor acusar a los extraños que a los vecinos que saben culpables.
A un tiempo aparece otro señor en las tierras que no solo desplaza al amo Kent de su posición privilegiada, sino que trae consigo la evolución, la sustitución de las tierras de labranza por tierras de pastoreo y la eliminación del sustento de vida de todas las gentes del lugar (trabajan la tierra para su amo, pero todos se benefician de ese trabajo y todos viven de ello durante el resto del año)... estamos ante la crisis del feudalismo, ante los primeros ramalazos de sustitución progresiva de las tierras de cultivo. Y los campesinos no se lo toman nada bien.
Y ahí comienza el particular Apocalipsis de 7 días según Walter Thirsk. El San nos lo ahorramos. Porque malo no es, pero tan bueno como él se cree, muy a pesar suyo, tampoco. Opinión personal.
Cosecha es un libro muy especial. Por la narración (en presente de principio a fin con la voz de Walter), por la historia que narra, por cómo la narra... por su prosa: pulcra, pausada, detallista, sencilla y a un tiempo soberbia. Es un canto de amor al campo, a sus milagros, a la comunión del hombre con las semillas y los frutos de un trabajo conjunto y en armonía... a la naturaleza, a los que la aman, a los que la veneran, a los que aprenden a conocerla y a los que se funden con ella como modo de vida. Es un reflejo de los miedos que la humanidad jamás ha dejado de tener, de hacia dónde nos llevan esos miedos, de cómo nos hacen actuar y de las consecuencias de las decisiones mal tomadas. La ilustración de que siempre han existido los que están por encima y los que están por debajo; del abuso de poder de los primeros y la reacción impredecible de los segundos cuando se sublevan ante ese abuso.
La historia avanza como la propia cosecha; con sosiego pero sin dejar de crecer ayudada por los elementos y muchos mimos por parte de su autor. Necesita sus tiempos para avanzar como debe, y eres testigo silente y paciente de ese crecimiento pausado hasta que empiezas a ver el fruto de lo sembrado, y ves como crece, y crece, y crece... y sabes que pronto llegará la hora de la recolección, de la siega, de saber cómo termina todo. De ser testigos de cómo se resuelve el caos.
Solo conocemos el punto de vista de Walter a lo largo de toda la narración, y presenciamos todo lo que ocurre únicamente gracias a él y como él quiere contárnoslo... y en ese punto de vista él siempre sale bien parado de cara al lector. No sé si solo habrá sido sensación mía, ni tampoco sé si era la intención del autor o yo me estoy montando mi propia película, pero no me he acabado de creer a Walter. A ratos me parecía interesado, mezquino, hipócrita y con aires de superioridad a duras penas disimulados debajo de esa imagen de forastero inadaptado que se quedó en el pueblo por amor. Se le escapan comentarios, destellos... que me hacían ver a un Walter distinto. Ni mejor ni peor probablemente, pero con más capas que esa visión propia, ansiosa de conmiseración y gallarda que nos quiere ofrecer sobre sí mismo durante toda la historia. Y eso le hace evidentemente mucho más interesante que si decides quedarte solo con las apariencias. Y si realmente es una película que me he montado, me quedo con mi película. Me quedo con mi Walter Thirsk taimado.
El tempo del libro no creo que sea del gusto de todo el mundo (aunque debería). Es inclasificable: no es un thriller propiamente dicho, pero tampoco es una novela de misterio... y al mismo tiempo posee un poco de las dos cosas. Es un drama, pero irradia un desapego que hace que contemples todo desde fuera sin mancharte el alma al tiempo que te preocupas (y mucho) por algunos de sus personajes. Es de esos libros que tienen tanta personalidad que necesitan de su propio público... que no están hechos para ser idolatrados por las masas. Busca a otro tipo de lector. Uno de esos que se sientan pacientemente y saborean cada página, deteniéndose en frases y reflexiones que solo un tipo con mucho talento podría plasmar con esa sencillez intimista y digna... releyéndolas, absorbiéndolas y haciéndolas suyas. Le lleve el tiempo que le lleve. Armado de paciencia, viendo la historia evolucionar ante sus ojos, entre sus manos, al compás de unas palabras que le dan luz y vida y que le hacen crecer fuerte.
En la faja se la describe acertadamente como lírica y hermosa. Yo añadiría desasosegante. Y perturbadora en su gravedad.
Jim Crace (St. Albans, 1946) es un escritor, periodista y guionista inglés. Sus
obras se encuadran siempre en periodos de transición en los que los
grupos humanos han de adaptarse a una nueva realidad. De entre su
narrativa cabe resaltar Continente (1986, Seix Barral, 1989), galardonada con los premios David Higham, The Guardian y Whitbread a la mejor primera novela; The Gift of Stones (1988), ganadora del Premio GAP International, ambientada en el paso del Paleolítico al Neolítico; Arcadia (1992, Anagrama, 1994), y Los cuarenta días
(1997, Ediciones B, 2002), que recrea el peregrinaje por el desierto de
Jesucristo y que ganó el Premio Whitbread y fue nominada para el Booker
Prize.
Cosecha, la última y, para muchos, más destacada novela de
Crace, ha ganado los premios James Tait Black Memorial (2013) e
International IMPAC Dublin (2015), además de ser nominada para el
Goldsmith, el Walter Scott y, nuevamente, el Booker Prize en 2013.
Miss Hurst
No lo conocía y no me importaría para nada leerlo. Me llama la historia y su ritmo. Un beso ;)
ResponderEliminarPues si al final te decides espero que te guste y lo disfrutes. Es una historia diferente narrada de un modo diferente. Este señor escribe muy bien.
Eliminar¡Besote!
Me lo apunto. No he leído nada del autor y tiene buena pinta lo que cuentas :)
ResponderEliminarBs.
Yo me he quedado muy impresionada con el autor. Espero leer más cosas suyas, me apetece mucho. Por lo que he leído tiene un estilo muy definido así que no será este el último libro suyo que lea.
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Pues me gusta lo que nos dices del libro así que me lo llevo apuntado.
ResponderEliminarUn beso
Pues si le das una oportunidad espero que lo disfrutes y te guste su lectura.
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hola! mis ojos de van de tu reseña al libro y viceversa. eres magnifica reseñando!.muy buena semana, saludosbuhoss!
ResponderEliminar¡Ay, qué amable eres siempre conmigo! ¡Muchísimas gracias y un besote!
EliminarPues mira qué pasa, es el tipo de libro que me gusta, de los que cuentan algo más que palabras pero por otro lado, el tipo de historia no me llama la atención, por la época y por el contexto. De momento lo dejo en la reserva.
ResponderEliminarBesos
Pues si te gusta el tipo de historia, a pesar de los "peros" intenta darle una oportunidad si se te cruza por el camino, porque es un libro muy recomendable.
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La verdad que por lo que dices llama bastante la atención, no sé si yo formo parte de ese "público" que comentas, pero si se me cruza por ahí se que no va a pasar desapercibido y muy posiblemente acabe dándole una oportunidad.
ResponderEliminarSi te gusta leer "para pensar" de vez en cuando y darle vueltas a las frases, sí eres de ese publico :)). A veces apetecen lecturas ligeras y otras no, y esta es de las no ligeras, pero muy disfrutable.
Eliminar¡Besote!
Pues la verdad es que tiene buena pinta y no la conocía. Tomo nota de ella y la agrego a la larga lista de pendientes. Chicas ya llegó!!! Ohhhh, pero lo publicaré en las redes cuando llegue a casa como os merecéis. Qué maravilla de premio...estoy bailando la conga. Gracias, gracias y mil gracias.
ResponderEliminarBesos
¡Gracias a ti por participar en el sorteo! Me alegro muchísimo de que te haya gustado tanto, de verdad :))
EliminarLas listas dependientes habría que estudiarlas. La mía es kilométrica... jajaja.
¡Besote!
Me ha llamado la atención. Algo diferente. Gracias. Besos.
ResponderEliminarLo es. Diferente, de calidad y escrito de una manera espléndida.
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Un reseña muy interesante. Igual me planteo leerlo. Un besazo!
ResponderEliminar¡Gracias! Es que el libro es muy interesante, se merece darle una oportunidad.
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Magnífica reseña, este libro va directo a mi lista de deseos
ResponderEliminarMuchísimas gracias :). Pues si al final te decides a leerlo espero que lo disfrutes mucho :)
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