lunes, 30 de junio de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL ÁRBOL DE LA NUEZ MOSCADA - Margery Sharp


 
Título original: The Nutmeg Tree
Autora: Margery Sharp
Editorial: Hoja de Lata
Traducción: Raquel García Rojas
Páginas: 272
Fecha de publicación original: 1936
Fecha esta edición: marzo 2022
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,90 euros
Diseño de la colección: Trabayadores culturales Glayiu


Tras la muerte de su joven marido en la Gran Guerra, Julia Packett decidió dejar a su hija Susan con su aristocrática suegra e irse a Londres a perseguir su sueño de ser actriz. Ahora, a sus 37 años y sin blanca, recibe una carta en la que Susan le anuncia sus planes de boda. Con un renovado espíritu maternal, Julia agarra sus escasos bártulos y viaja a Les Sapins, la preciosa villa alpina donde veranean la abuela Packett, Susan y Bryan Relton, el prometido. Una vez allí, comienza un impredecible festival familiar: la abuela persigue a Julia por toda la villa con sus recetas de repostería; Bryan parece más interesado en gastar las libras de su asignación que en generarlas y Julia se agota representando el papel de dama recatada para agradar a su perfecta y estirada hija. La llegada a Les Sapins de sir William Waring, tutor legal de Susan, será la deliciosa guinda que le faltaba a este disparatado pastel. 
 
Tras la igualmente alocada Cluny Brown (Hoja de Lata, 2020) Sharp nos deleita ahora con otra de sus elegantes comedias sociales, bajo cuya frescura y desenfado asoma también una evidente crítica a la encorsetada sociedad de su tiempo.
 

 
 
He tenido que mirarlo porque no recordaba exactamente cuándo os hablé de
Cluny Brown, el primer libro que leí de Margery Sharp. Bueno, pues han pasado cuatro años exactamente. C-u-a-t-r-o años. No sé si seré la única a la que la rapidez con la que pasa el tiempo no le parece ni medio normal, pero ese es un tema a debatir para otro día. Hoy vengo a hablaros de El árbol de la nuez moscada, el segundo libro que leo de la autora (aunque Hoja de Lata ha publicado ya al menos cuatro. Si es que no me da la vida).
 
Julia Packett es una mujer de mundo, de esas que viven con el mundo por montera y sin que nada ni nadie se cruce en su camino si ese es el camino que está empeñada en seguir: multitud de amantes, una vida dedicada al espectáculo, sin un penique en el bolsillo a pesar de haber tenido miles de libras en el banco... hace tiempo que decidió dejar atrás su pasado y vivir su vida a su manera, pero claro, si en ese pasado hay una hija a la que renunció cuando apenas era una niña y a la que no ve desde hace unos dieciséis años, pues el cuadro cambia. Esa hija ha vivido desde entonces con sus abuelos paternos (que se convirtieron en sus tutores legales) y, de manera bastante sorprendente, ahora acude a Julia desesperada pidiéndole ayuda: se ha enamorado perdidamente de un hombre que conoció seis semanas atrás, quiere casarse YA, pero su abuela no accede a ese matrimonio y quiere que espere un poco. Y Julia, que se ve solicitada por su hija por primera vez en su vida, coge un tren hasta la villa alpina donde se alojan y no para hasta llegar allí a pesar de las tentaciones del camino. Cuando llega se encuentra con un futuro yerno que no quiere para su hija, pero tiene que obrar con inteligencia porque su posición en la casa es complicada. Y encima se enamora. Todo mal, oiga.
 
Esta es de esas novelas de las que muchos dirán que no pasa nada, que solo son unas cuantas personas en una casa, que van y vienen, por el camino se entretienen y, en fin, que vaya rollo. Pues qué queréis que os diga, yo me lo he pasado pipa :) 
 
Para empezar tenemos el mundo al revés en lo que se espera de una madre y una hija, porque aquí la hija es tan estirada y perfecta que no parece humana, y la madre es una mujer que se ha ganado la vida sobe los escenarios, ha vivido como ha querido, ha compartido cama con cuantos ha considerado conveniente (y vivido de ellos, por qué no decirlo) y sigue transitando por la vida de la misma manera sin hacer daño a nadie (o eso intenta). Vamos, que son el punto y la i, pero tanto el punto como la i no están donde deberían estar y realmente son unas desconocidas la una para la otra. Y esta señora, Julia, que tiene mucho (muchísimo) mundo, reconoce a un jeta vago y vividor en cuanto lo ve... y eso es lo que se encuentra cuando tiene delante al prometido de su hija, que además es la razón por la que ha sido invitada a esa casa. ¿Cómo le dices a tu hija perfecta que se ha enamorado de un vago que la va a hacer muy infeliz, cuando tu relación con esa hija está cogida con pinzas y no sabes hasta qué punto puedes entrometerte? Porque encima esa hija no tiene ni la más remota idea de la vida que ha llevado (y lleva) su madre y Julia no le puede decir que sabe como es su prometido sin dar explicaciones que no quiere dar.
 
Y es que ahí está el punto, que (casi) todos en esa casa piensan que Julia es una dama y ella se esfuerza en parecerlo, pero para eso tiene que aparentar tanto, mentir tanto, esforzarse tanto... que sus mentiras tarde o temprano van a terminar alcanzándola. Porque mientras está en esta villa alpina hace de las suyas (que no os voy a contar aquí, claro, pero esta señora tiene recursos para todo y es muy consciente del atractivo que despierta en los hombres) y tienes que quererla porque tiene muy buenas intenciones, pero ella sabe cómo es y no puede evitarlo. Por si fuera poco aparece un señor del que no os voy a contar nada pero vaya, que a la pobre Julia se lo ponen muy difícil porque se enamora de verdad por primera vez en su vida y tanto su pasado como su presente le pesan como una losa.
 
En resumen, ¿qué tenemos? A Julia, libre como el viento, que por primera (y posiblemente última) vez es requerida por su hija y hace todo lo que puede por impresionar y estar a la altura aunque no siempre tenga éxito (incluso se pasea con un ejemplar de La saga de los Forsyte del que siempre intenta que se vea la cubierta... lo que es leer, lee poco); a su suegra, que piensa que su nuera, aunque le parece un poco llamativa y florida, lleva una vida intachable y todavía conserva aquellos miles de libras que le dio hace años (spoiler: le duraron meses) y que debería abrir una pastelería porque le pega mucho (ya se encargaría ella de buscarle a los clientes); a su hija Susan, dura como una piedra, robot en ciernes, modelo excelso y ejemplar de mujer de vida inmaculada que se ha enamorado de un joven del que no sabe nada, a quien no ha visto en su  salsa pero con quien se ha empeñado en casarse; al joven en cuestión, Bryan, un sinvergüenza que cree estar enamorado de Susan pero que también sabe que Susan va a heredar mucho dinero y que se relame pensando en no trabajar jamás, viajar por el mundo y, básicamente, no hacer nada con su vida; y por último a William, un señor que pondrá el mundo de Julia patas arriba (y al que he adorado fuertemente también...).
 
Cuando os hablé de
Cluny Brown
os comenté que este tipo de novelas pueden parecer frívolas y un tanto superficiales, pero a base de ironía, sentido del humor, buenos personajes y mejores diálogos ofrecen un retrato contemporáneo a una época de entreguerras en la que la sociedad británica se transformó por completo a muchos niveles y de muy diversas maneras. El árbol de la nuez moscada no es tan excéntrica, pero ahonda también en estas tesituras de clases sociales y el modo en que chocaban aquellos que  se movían con los tiempos y aquellos que se negaban a asumir esos cambios... pero sobre todo muestra cómo esta época entre las dos guerras mundiales puso del revés el rol de la mujer en la sociedad británica. Julia, aun siendo mayor en edad, representa el nuevo orden, ese que vivió la Primera Guerra Mundial y puso su libertad por encima de su hogar cuando terminó porque no encajaba en lo que se esperaba de ella; Susan, a pesar de no haber cumplido todavía la mayoría de edad y de la que podría presuponerse ideas más avanzadas, ha vivido siempre entre algodones en un entorno adinerado y culto con un prisma bastante limitado a la hora de contemplar el mundo que le rodea. Las dos son mujeres en un mundo que sigue mirándolas por encima del hombro, pero cada una de ellas vive en un lado completamente distinto de ese cosmos. Y encima en Julia podemos ver reflejado ese mal que un siglo después sigue azotando y masacrando la salud mental femenina: el miedo a envejecer, a engordar, a las arrugas, a no resulta ya atractivas, a no encontrar trabajos que exijan un ideal estético, a no ser ya válidas en una sociedad que no permite que la mujer cumpla años. 
 
En definitiva, tenemos entre manos una novela de esas que se leen con una sonrisa en la boca pero de la que no hay que perder de vista el retrato social que la acompaña. Siempre hay que leer estas historias con un ojo un poco más allá de lo que ofrecen a primera vista, porque si no lo hacemos perdemos ventanas abiertas a una época rebosante de cambios y contradicciones que, por muy lejos que nos pillen en apariencia, no dejan de tener un componente social y humano que nos resulta muy cercano. Si además es Margery Sharp quien está detrás de las páginas, nos encontramos con unos personajes que saben implantar su encanto en cada escena que protagonizan y que nos regalan unos diálogos inteligentes, sutiles y muy muy agudos. Julia es la reina de la función, qué duda cabe, y Sharp la trata con un cariño infinito hasta el mismísimo final, pero no le quitéis los ojos de encima a los demás.
 



 

Margery Sharp (Salisbury, 1905-Aldeburg, 1991) fue una escritora y dramaturga inglesa célebre por sus brillantes comedias sociales y por su serie infantil de Los rescatadores, adaptada al cine por Walt Disney en 1977 y 1990. En sus años de estudiante de Letras y Bellas Artes fue miembro del Equipo Universitario Británico de Debate Femenino, y sus primeros relatos empezaron a aparecer en revistas como Punch, The Saturday Evening Post o Ladies’ Home Journal. En 1930 publicó su primera novela, Rhododendron Pie, a la que le seguirían otras destacadas obras como Cluny Brown, llevada a la gran pantalla por Ernst Lubitsch en 1946, o Britannia Mews y The Nutmeg Tree, ambas adaptadas también al cine de Hollywood de los años cuarenta.

Elegante, ingeniosa, y con una aguda percepción de la naturaleza humana, la obra de Margery Sharp no ha perdido ni un ápice de esa frescura original que encandiló a la crítica y a los lectores de su tiempo.

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