Título original: Pachinko
Autora: Min Jin Lee
Editorial: Quaterni
Traducción: Eva González Rosales
Páginas: 544
Fecha esta edición: febrero 2018
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 24,95 eurosImagen y diseño de cubierta: Freepick, Cuadratín
Yeong-do, Corea, 1911.
En una pequeña aldea de pescadores a la orilla del mar del Este, un
hombre tullido se casa con una muchacha de quince años. La pareja tiene
una hija, su adorada Sunja.
Cuando Sunja se queda embarazada de un hombre casado, la familia se
enfrenta a la ruina. Pero entonces Isak, un joven sacerdote cristiano,
le ofrece una oportunidad de salvación: una nueva vida en Japón como su
esposa.
Tras seguir a un hombre al que apenas conoce hasta un país hostil donde
no tiene amigos ni hogar, la salvación de Sunja no será más que el
principio de su historia.
A través de ocho décadas y cuatro generaciones, Pachinko es un relato
épico de familia, identidad, amor, muerte y supervivencia.
Pachinko es la historia de Sunja, mujer sencilla, callada y, sobre todo, trabajadora. Al tiempo es una mujer extraordinaria; en su humildad es el pilar y la columna vertebral de su familia y, en lo que respecta a la novela, es el eje fundamental que sostiene toda la trama.
La historia arranca en Yeong-do, un islote de ocho kilómetros de largo junto a la ciudad portuaria de Busan, Corea. Sunja es descendiente de unos pescadores que, además de ahorradores y muy trabajadores, también eran emprendedores, y que decidieron progresar alquilando habitaciones de su casa a otros pescadores, hasta que al final acabaron convirtiéndola en un hostal.
A partir de ese momento la familia se dedicó con mimo y abnegación al cuidado de sus huéspedes, que eran su sustento; les lavaban la ropa, les preparaban la comida... En definitiva, estos huéspedes llegaban a ser parte de la casa, uno más de la familia. Aportaban una parte de su salario a cambio de todos los servicios que se les prestaban, y en la familia cada uno sabía y entendía lo que había que hacer.
Con el tiempo el negocio pasa al padre de Sunja, Kim Hoonie. Él y su esposa, Yangjin, lo llevan con la misma diligencia que sus antecesores, inculcando en su hija los mismos valores: trabajo duro, sencillez, renuncia a sus propios intereses por el de sus huéspedes... Pero todo sin renunciar al amor incondicional de ellos, como padres, hacia su hija, Sunja.
Sunja crece, y su infancia es feliz y segura junto a la figura paterna, el faro que ilumina a toda la familia, así que cuando esa figura desaparece de las vidas de Sunja y de su madre, el halo de seguridad rocoso y duro que Kim representaba comienza a reblandecerse de alguna manera. En consecuencia, el rigor amoroso por el que se conducía su hija empieza a lentecer, y nuevos aires y pensamientos la absorben conquistando su mente, aunque no deja entrever estos cambios a quienes le rodean, mucho menos a su madre.
Koh Hansu, hombre maduro, avispado y con posibles, siempre ve la oportunidad y, haciendo honor a sus cualidades, no le pasa desapercibida la nueva Sunja. Con paciencia, tesón y conocimiento, va conquistándola poco a poco hasta que pasa lo que tiene que pasar: al final uno más uno serán tres. A partir de este punto, la novela empieza a cabalgar al ritmo de los acontecimientos y pensamientos de Sunja. Todas las creencias y valores que forjaban aquella roca dura que sustentaba su existencia empiezan a resquebrajarse, y se apoderan de ella los miedos y las dudas, con los que contamina a su propia madre, Yangjin.
Isak Back, joven pastor protestante, huésped inesperado y casual, entra en las vidas de madre e hija como rayo luminoso salvador de la situación, del negocio y de la honra familiar. Una vez casados, todo se ha solucionado: a ojos de sus vecinos ya no peligra su honra ni su negocio. A cambio, Sunja debe marcharse con su marido a Osaka y dejar su paraíso, su mundo conocido.
En Japón, la tierra prometida, nace un hijo, nace otro más, y se suceden los días, los meses y los años. Con ellos vienen otros tiempos más duros y dolorosos, en los que los inmigrantes coreanos son los extranjeros, los que nadie integra. Deben adaptarse a todos los cambios sociales, laborales, políticos, a la guerra y a las nuevas experiencias... sin dejar de soñar jamás con su querida tierra coreana.
La abnegada Sunja, al igual que los suyos, debe trabajar duramente para sobrevivir en tierra hostil; como extranjera, debe sobrellevar una guerra donde no queda nada para nadie. Pero no está sola: de todos sus ancestros y sus experiencias ha aprendido que la perseverancia, el trabajo duro y los valores, junto con las creencias que les acompañan, le ayudarán a expandir su luz y su fuerza alrededor de su círculo, ya sean sus hijos, su madre, sus cuñados o los padres de sus hijos. Ella es y será la piedra angular de todos, la que sabrá mirar más allá y la que, como Moisés, los conducirá a la tierra prometida, una tierra sólida y consolidada que es su familia. De ella emanan todas las energías y fuerzas para superar las vicisitudes y circunstancias que la vida les acarrea y les acarreará.
Sunja es todo eso y más: algunos de los suyos la perciben como una amenaza, y otros la aceptan y la valoran tal como es y como debe ser. Pachinko es una fábula en la que, a través de la vida de Sunja, conocemos el sentido y la importancia de los valores y las creencias para aquellos que los siguen y los dirigen... vemos como se expanden gracias a ellos, sacando lo mejor de sí mismos.
Al final, lo que la protagonista nos enseña es que la perseverancia y la resiliencia (o la falta de ellas) suman o restan, y que, dependiendo de la opción, potencian o disminuyen la felicidad. Se trata de una lectura verdaderamente recomendable. Es de esas narraciones que siempre te centran y te enseñan a valorar las pequeñas cosas, y con su lectura descubres que el trabajo duro siempre es un valor y una recompensa en sí mismo.
Con claras connotaciones dickensianas, Min Jin Lee nos describe en Pachinko todo lo anterior con humildad y ternura, usando un lenguaje sencillo, cristalino y claro donde la coherencia no solo no desaparece, sino que impregna tanto las páginas como las vidas de todos los personajes que pululan por este cautivador universo tan sabiamente creado.
Min Jin Lee (1968, Seúl, Corea del Sur) es una escritora y periodista coreana americana. Su primera novela, Comida gratis para millonarios, fue una de las «10 Mejores Novelas del Año» para el The Times, NPR’s Fresh Air y USA Today. Ha escrito para New York Times, Condé Nast, The Times, Vogue y Wall Street Journal, entre otros.
Escribió Pachinko mientras vivía en Tokio, y ahora vive en Nueva York con su familia.
Me suelen gustar, y mucho, este tipo de novelas, en las que nos cuentan una historia de vida en una época y lugar ajenos totalmente a nosotros.
ResponderEliminarGracias por compartirla con nosotros
Un abrazo (a las dos)
¿Os he dicho alguna vez, bueno lo digo mejor, os he dicho al menos 1000 veces que me encanta la literatura oriental, japonesa, coreana, china, vietnamita? me vuelve loca, pues desde que he visto que habíais sacado este libro mi cabeza no hace más que pensar en: lo quiero, lo quiero, lo quiero, lo quiero ¡sois malas y perjudiciales para la salud! sobre todo la salud económica de mi familia 😂😂😂
ResponderEliminarBesitos carinyet 💋💕💋
Gracias por descubrirme a esta autora y la editorial. Leo poca literatura oriental y suele gustarme mucho.
ResponderEliminarBesos
Yo no me voy a animar,lo oriental no me va mucho.
ResponderEliminarBesos
Parece una de esas historias orientales a través de generaciones que tanto me gustan; éste me lo llevo seguro.
ResponderEliminar¡Besos!
Hola MB, la verdad es que aunque me estoy iniciando con la literatura oriental, me tiran más las de crímenes. Las familiares todavía me quedan un poco lejos...
ResponderEliminarUn besazo
He visto otras reseñas de esta novela y coinciden más o menos con la tuya, por lo que no me importaría leerla.
ResponderEliminarBesos
Ahora mismo no me voy a animar, quizá más adelante porque la verdad es que me han gustado tus impresiones y podría ser una amena.
ResponderEliminarlectura.
Besos
Estas ambientaciones no suelen atraerme demasiado así que tengo la excusa perfecta para no seguir incrementando mi lista de pendientes.
ResponderEliminarBesos.
Una de mis debilidades es la cultura oriental así que esta historia no me puede resultar más atractiva. Había visto mucho su preciosa edición por redes pero es la primera reseña que leo así que la dejo más que anotada ;)
ResponderEliminarBesitos
Uys, qué tentación de libro. No lo conocía, así que me lo llevo bien apuntado. Tampoco conocía esta editorial.
ResponderEliminarBesotes!!!
La ambientación no me atrae demasiado, así que lo dejo apsar.
ResponderEliminarUn beso ;)
Me ha encantado la reseña y me encantaría leer esta novela. Besos y gracias por dármela a conocer.
ResponderEliminarA mi me apetece mucho leerla. Y no voy a tardar en hacerlo
ResponderEliminarHmmm... me gustan mucho las novelas que refuerzan tanto sus mensajes, que incluyen valores e intentan dejarte con una reflexión después de leerlas. Además no soy muy asidua a la literatura japonesa ni en sus tramas ni en sus autores, así que siempre es tentador acercarse a lo desconocido y aprender algo nuevo. Quizá las novelas familiares se me antojen menos, es un género que cae de tanto en tanto, pero desde luego ésta mezcla muchos elementos que me son desconocidos y precisamente por eso creo que disfrutaría de ella. Lo meditaré jajaja.
ResponderEliminar¡Un besazo!
No conocía esta novela y me gusta mucho lo que cuentas sobre ella, apuntada queda. Besos
ResponderEliminarMe atrae cada vez más la literatura oriental. ¿Me estaré volviendo zen?
ResponderEliminarLa portada es de olé y lo que contáis, me atrae muchísimo. Creo que es de las que te atrapan en una historia sencilla narrada con mimo.
Anoteision.
BEsos.
Literatura oriental leo poquísima pero es que me cuesta un pelín. Esta que nos propones tiene buena pinta pero mejor la dejo para el otoño. Me apetece otro tipo de lecturas ahora. Besos
ResponderEliminarA mí me cuesta mucho la literatura oriental y a pesar de que creo que me podría gustar, me la apunto con interrogantes.
ResponderEliminarBesos
Ay, qué queréis que os diga, a mí es que estas sagas familiares me aburren, demasiado desarrollo de personajes, soy más de tramas
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