Título original: The Four Winds
Autora: Kristin Hannah
Editorial: Suma de Letras
Traducción: Laura Vidal Sanz
Páginas: 536
Fecha esta edición: abril 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,90 euros
Imágenes de la cubierta: Joni Stringfield
Texas, 1921. La Gran Guerra ha terminado y Estados Unidos parece entrar
en una nueva era de optimismo y abundancia. Pero para Elsa, considerada
demasiado mayor para casarse en una época en la que el matrimonio es
la única opción de una mujer, el futuro es incierto. Hasta la noche en
que conoce a Rafe Martinelli y decide cambiar la dirección de su vida.
Con su reputación arruinada, solo le queda una opción respetable:
casarse con un hombre al que apenas conoce.
En 1934, el mundo ha
cambiado. Millones de personas se han quedado sin trabajo y los
granjeros luchan por conservar sus tierras. Las cosechas se pierden por
la sequía, las fuentes de agua se secan y el polvo amenaza con
enterrarlo todo. Cada día en la granja de los Martinelli es una
desesperada batalla por la supervivencia. Y, como tantos otros, Elsa se
ve obligada a tomar una agónica decisión: luchar por la tierra que ama
o marchar al oeste, a California, en busca de una vida mejor para su
familia.

━Nunca te vas a casar, Elsa. Por mucho dinero y posición social que tengamos. Ningún hombre digno de mención quiere una mujer fea al lado.
En Los cuatro vientos, Kristin Hannah nos invita a realizar un viaje y un recorrido vital por la biografía de Elsa (de apellido Wolcott primero, Martinelli después). Para ello viajamos a los años veinte en Dalhart, en el Mango de Sartén de Texas, y conocemos a una mujer que más que una hija parece un apéndice. Descartada por fea y enferma, su familia sanguínea la mantiene y poco menos que la tolera... lejos de la sociedad, eso sí.
Y no es que nuestra protagonista sea una niña, sino más bien todo lo contrario. Es una mujer que ya ha cumplido veinticinco años, edad en la que por aquellos tiempos y costumbres ya debería haber formado su propia familia. Esta idea o plan está por descontado fuera de los planes paternos; ellos, sus padres, no desaprovechan la oportunidad de recordarle la enfermedad que padeció hace ya más de diez años y de la que no le ha quedado ningún rastro. A cada momento destruyen su autoestima y su valía como persona, diciéndole sin reparos y a las claras lo fea y desechable que es.
Belleza. Elsa sabía que ese era el quid de la cuestión. No era una mujer atractiva. En sus mejores días, con su mejor vestido, un recién llegado podría pensar que era bien parecida, pero nada más. Era «demasiado» todo: demasiado alta, demasiado delgada, demasiado pálida, demasiado insegura.
Y lo peor de todo es que, de tanto repetírselo, ha terminado por creérselo ella también. Pero una cosa son los prejuicios y otra es la sangre que recorre las venas de los que están vivos. Elsa se siente prisionera de su familia, desea ardientemente volar, ser mujer... En definitiva, encontrar su sitio en el mundo, ser una persona valiosa, aportar y ofrecer todo lo que tiene dentro; demostrar que también puede ser singular, visible e imprescindible.
El muchacho condujo por un camino lleno de baches hasta la antigua granja Steward. Famosa antaño en todo el condado por el tamaño de su granero, el lugar había sido abandonado en la última sequía y la pequeña casa tras el granero llevaba años cerrada con tablas.
A veces lo que pides se convierte en realidad, aunque esta no venga envuelta con las telas y ropajes de los protagonistas de las novelas románticas que han ayudado a Elsa a sobrellevar sus últimos años. Una noche conoce a Rafe Martinelli, más joven y más inmaduro que ella, algo que en principio parece no importarle. Tendrán un encuentro, y después vendrán otros que, como casi siempre que no se ponen los medios, traerán naturales y coherentes consecuencias. Esto será un escandalo mayúsculo para la familia Wolcott pues, como miembros de las altas esferas del condado que son, no tolerarán que su peor hija haya deshonrado el buen nombre de una familia fundadora... y así es como el apellido Wolcott es reemplazado por el de Martinelli.
Pero en aquella vergüenza había habido también esperanza de que un día todos vieran, más allá de las apariencias, a la verdadera Elsa, a la hermana e hija que era por dentro. Un capullo en espera del rayo de sol que rozara sus pétalos cerrados, desesperado por florecer.
Ahora es cuando vamos a conocer la pasta de la que está hecha esta inquebrantable mujer. Elsa ha heredado todo su coraje y espíritu pionero de su abuelo quien, a pesar de estar muerto, guía sus pasos y le da valor y fuerza para no rendirse, luchar y trabajar más duro.
Junto a la familia Martinelli consigue desprenderse de la condescendencia y del apocamiento. Establece prioridades en su vida y lucha hasta la última gota de sangre y sudor para defenderlas y, sobre todo, para poner alimento en la mesa. En tiempos en los que la Gran Depresión y las terribles sequías hicieron casi imposible que los trigales no se abrasasen al sol, no quedaba otra que trabajar y trabajar para exculpar y, de alguna manera, también mendigar un poco de validación y autoestima.
En esta lucha siempre cuenta con sus suegros, sobre todo con Rose, quien le enseña a trabajar duro, a sobrevivir y a cuidar y alimentar a una familia granjera.
Habían entretejido sus vidas de esa manera silenciosa de mujeres de pocas palabras. Día tras día trabajaban y rezaban juntas, mantenían unida a la familia frente a las penalidades de la vida campesina.
Como palos entre las ruedas tiene a su inmaduro marido y a su hija adolescente, quienes la culpabilizan por sus sueños incumplidos y sus anhelos inalcanzables. El tiempo pondrá a cada uno en el lugar que le corresponde, la lucha dará sus frutos y el trabajo reportará la sabiduría de la experiencia necesaria y esencial para sobrevivir a las terribles circunstancias de todo tipo que durante esos años asolaban a aquellos que vivían en el Mango de Sartén de Texas.
Elsa cerró los ojos un instante y recordó un tiempo en el que también se había sentido asustada y sola, cuando era una niña enferma. Aquella fue la primera vez que su abuelo se había agachado para susurrarle: «Sé valiente», al oído. Y a continuación: «O finge que lo eres. Es lo mismo».
Si algo hay que reconocerle a nuestra protagonista es que su vida ha sido vivida. Elsa lo da todo, no se queda nada: su energía, su fuerza, su empatía, su solidaridad, su amor, su perdón... una cantidad de sustantivos con los que Kristin Hannah ha construido a su personaje, su historia y las muchas vidas que se crean o se tejen a su alrededor.
Los cuatro vientos es una novela que en principio, dadas sus más de quinientas páginas, podría parecer un poco larga y espesa, pero nada más lejos de la realidad. Elsa Martinelli es un personaje redondo que crece ante nuestros ojos, nos engancha, nos atrae, y del que, una vez llegamos al final de la historia, resulta muy difícil o casi imposible desprenderse u olvidarse.
Toco la fotografía, como si fuera ciega y mis dedos pudieran de alguna manera revelar una imagen más profunda. Cierro los ojos y la recuerdo allí de pie, gritando: «Basta ya, basta ya...».
Kristin Hannah nació en 1969 en el sur de California. Aunque estudió Derecho, con la publicación de su primer libro, en 1990, se convirtió en escritora profesional.
Es autora de más de veinte novelas de gran éxito
por las que ha recibido numerosos premios y de las que se han vendido
más de veinte millones de ejemplares en todo el mundo. Los best sellers El Ruiseñor y Volverás a Alaska fueron elegidos como Mejor Novela Histórica por Goodreads en 2015 y 2018. El Ruiseñor, que está siendo adaptado al cine, ganó el codiciado People's Choice Award a la mejor novela. El baile de las luciérnagas
se ha convertido en una exitosa serie de Netflix. Kristin estudió
Derecho antes de convertirse en escritora profesional y es madre de un
hijo. Vive con su marido en la región del Pacífico Noroeste de Estados
Unidos, cerca de Seattle.