jueves, 24 de marzo de 2022

RESEÑA (by MH) ::: EL DÍA DE LA LANGOSTA - Nathanael West


 

Título original: The Day of the Locust
Autor: Nathanael West
Editorial: Hermida Editores
Traducción: José Luis Piquero
Páginas: 182
Fecha publicación original: 1939
Fecha esta edición: enero 2022
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 18 euros
Ilustración de portada: Eva Vázquez

 

 

 

Tod Hackett es artista y ha llegado a Hollywood para trabajar en los estudios como diseñador de vestuario, mientras sueña con pintar su obra maestra, La quema de Los Ángeles. Faye Greener busca triunfar como actriz y entre tanto se vende a quién pueda pagar un precio no muy elevado. Homer Simpson, abúlico y sin un objetivo en la vida, vino por motivos de salud y se limita a existir y a consumirse de amor por Faye. Earle y Miguel son vaqueros sin trabajo, viven en una chabola y organizan peleas de gallos. Adore Loomis, típico niño repelente al que su madre arrastra de casting en casting, ejerce con entusiasmo de típico niño repelente. Todos estos personajes y algunos más conviven en el Hollywood hortera y soleado de los años 30, siempre al margen del éxito, siempre en medio de la insatisfacción, configurando un pequeño universo de deseos frustrados y ambiciones engañadas en el centro mismo de la fábrica de los sueños de cartón piedra.
 
Quien más quien menos ha oído hablar de la Generación Perdida, esa que acuñó Ernest Hemingway como término para referirse a toda la generación que sobrevivió a la Primera Guerra Mundial con la mochila llena de traumas, desilusiones y sueños rotos. Hoy en día es un concepto principalmente literario en el que, aparte del propio Hemingway, se encuadran reputadísimos autores como Francis Scott Fitzgerald, John Steinbeck, William Faulkner, T.S. Eliot, Gertrude Stein... y otros que no son tan conocidos por estos lares pero que en la literatura norteamericana sí tienen su nombre escrito en letras de oro. Un claro ejemplo es Nathanael West, autor de El día de la langosta, inédita hasta ahora en castellano y que, sin embargo, ha aparecido a lo largo del tiempo en varias listas que la incluyen entre las cien mejores novelas escrita en inglés de todos los tiempos.
 
¿Y qué tenemos en el El día de la langosta? Pues a un grupo de personajes de esos que te gustaría tener muy (muy) lejos en la vida real viendo la vida pasar en el Hollywood que no aparece en las películas (ni en las películas sobre las películas) en un momento indeterminado posterior al crack de 1929. Es decir, personajes muy perdidos, baqueteados, grotescos y deleznables durante la Gran Depresión norteamericana sobreviviendo en el mundillo que mejor conocía su autor: el de la trastienda sucia, árida, desesperada y descarnada de la meca del cine. Os lo estoy pintando crudo, ¿no? Es que me da que West no estaba para tonterías cuando escribió esta novela. Estos personajes no fueron creados para gustar, ni para buscar la empatía del lector ni para brillar entre las bambalinas de unas páginas que van directas al corazón de la podredumbre y el fracaso del sueño americano... nop, son unos personajes odiosos que hacen cosas odiosas y se comportan de manera odiosa desde el principio hasta el final. Y quien no es odioso acaba mordiendo el polvo porque no es capaz de soportar la presión. Así son las cosas y así se las hemos contado. Pero dejadme que os hable brevemente de ellos para ponernos en situación.

Tenemos al que podríamos llamar protagonista, Tod Hackett, cuyas idas, venidas e interacciones suelen ser las ventanas por las que accedemos a las distintas escenas que se nos narran. Todd lleva tres meses en Hollywood, es pintor y eso hace en su casa, pintar, aunque se gana el sueldo principalmente trabajando como diseñador de vestuario. El cuadro en el que trabaja en el momento en que transcurre la historia se llama La quema de Los Ángeles (¡póngame una de alegorías, por favor!), y la mujer desnuda que corre en él tiene su alter ego de carne y hueso: Faye Greener, aspirante a actriz que no pasa de extra. Todd está obsesionado con Faye, se dedica a perseguirla durante toda la novela, y como ella pasa de su estampa, le rondan pensamientos de violación recurrentes (tal cual). El caso es que Faye tiene otro interés amoroso: el cowboy Earle Shoop, que trabaja muy de vez en cuando en pelis de vaqueros y el resto del tiempo gorronea a quien puede. Este cowboy tiene un colega llamado Miguel, que cuando no está embelesado con sus gallos de pelea embelesa a Faye con sus bailes sensuales. Y luego tenemos a Homer Simpson, un pobre hombre (por llamarlo de alguna manera) enamorado (¡también!) de Faye pero mucho más inofensivo, sensible, dañado y vulnerable... carne de cañón para toda esta panda de buitres. Y Faye está a verlas venir con todos ellos y con lo que se tercie, porque de actriz le sale poco trabajo, pero practica en la vida real cada minuto del día. Y así nos ha quedado una troupe la mar de estupenda paseando por las calles hollywoodienses, esas calles donde, en palabras del propio Todd, deambula esa gente que ha acudido a California a morir, zombis que caminan sin rumbo fijo, que observan como si de una película en tiempo real se tratase a los que sí sobreviven y pelean por cumplir su sueño y que al final, fracasados, no rezuman más que odio.

Inciso antes de continuar... al parecer el Homer Simpson de esta novela fue inspiración del Homer Simpson amarillo con dos pelos en la calva que todos conocemos... imagino que será el Homer muy, muy primerizo de la serie, porque me cuesta asociar al Homer animado más conocido con el Homer de la novela. Pero tampoco soy de las que se han visto treinta y cinco veces cada capítulo de Los Simpson, así que a saber.

Sigo. Nathanael West es el segundo guionista de la época dorada de Hollywood que os traigo en poco tiempo. El otro fue Daniel Fuchs con sus Historias de Hollywood, y aunque ambos tratan temas similares, la forma de abordarlos, de exponerlos y de usarlos para contar sus historias son diametralmente opuestas. Fuchs no solo fue feliz en Los Ángeles, sino que siempre estuvo muy agradecido a un mundo que le permitó vivir con holgura, criar a sus hijos de manera segura y sana y vivir una vida cómoda que de otro modo jamás hubiese estado a su alcance... pero eso no quiere decir que no fuera consciente de lo que le rodeaba. Por eso separó su narrativa en dos vertientes: la de no ficción, en la que hablaba de sus experiencias personales, y la de ficción, en la que se sumergía en ese mundo de egos destruidos, inocencias interrumpidas, expectativas insatisfechas y carreras sin fondo contra el olvido y el desgaste emocional. Esta segunda vertiente es la que Nathanael West aborda en El día de la langosta, pero mientras que a Fuchs se le escapaba la empatía, la indulgencia y una cierta querencia por unos personajes rotos que muchas veces imploraban un abrazo más que un desprecio, West no tiene compasión alguna con sus personajes. No la tiene.
 
Lo que hace West es coger su entorno, donde él vivía, de lo que dependía para comer, y machacarlo. Cuando nos habla de los propios estudios de Hollywood y nos escenifica como se rueda una película (la que sea) lo hace desde la sátira, la burla y la ridiculización de lo mal que se hacían muchas veces las cosas. Cuando deja a ese Hollywood en el centro y se va alejando de él como si de una espiral se tratase, nos lleva hasta lo más mísero de la ciudad que se creó a su alrededor, nos traslada hasta las colinas que lo rodean, y nos narra episodios de violencia, lujuria, turbiedad, sangre o maltrato animal sin despeinarse, y lo sientes mucho más real que toda la parafernalia del celuloide privilegiado al que todos estos personajes intentan aferrarse cual moscas. Esa langosta del título no se refiere al crustáceo, sino al insecto que aparece varias veces en la Biblia en forma de plaga, y cuando se lee el libro, donde la desolación, la aridez, el agostamiento y la destrucción real y metafórica pululan a sus anchas a lo largo de todas y cada una de sus páginas, se entiende por completo la elección. Porque eso es la novela: desdicha, nostalgia, crueldad, soledad, fracaso y un vagar sin rumbo de miradas perdidas donde todos se aferran a todos como si fueran un salvavidas pinchado.
 
En definitiva, yo he disfrutado mucho de la lectura de El día de la langosta, tanto por la temática (me encanta leer sobre el lado mísero de los focos rutilantes) como por el estilo, que es crudo, directo y nada complaciente. Y no he hablado del final porque no puedo, pero lo dicho un poco más arriba, entre alegorías anda el juego. Eso sí, ya para recomendar me hago a un lado, que cada cual saque sus conclusiones con lo dicho hasta ahora. Para mí es una lectura imprescindible para entender la realidad de una época donde no hacía siquiera falta rascar para que saliera la mugre... la miseria estaba a la orden del día, se acudía allí donde se pensaba que las cosas irían mejor para encontrarse más de lo mismo solo que viendo a otros brillar desde la barrera. Así que sálvese quien pueda y la ética y la integridad si eso las dejamos para otro día.
Muchas de las cosas que se narran en esta novela están basadas en experiencias reales vividas por el propio autor, y esa indigencia moral y material que supura toda la novela es la indigencia moral y material que se respiraba en la Norteamérica de los años 30. Esta historia no se podía contar con personajes de buen corazón, necesitaba de protagonistas que lo dieran todo ante el lector sin hipocresías ni actuaciones de cara a la galería, que te resultaran antipáticos y hasta repulsivos y que no te desilusionasen cuando tomaran decisiones muy cuestionables.
 
Por cierto, antes de terminar, una curiosidad. Francis Scott Fitzgerald murió el 21 de diciembre de 1940 de un ataque al corazón. Solo un día después, Nathanael West fallecía en la carretera junto a su mujer tras un accidente de tráfico (se saltó un stop). Fitzgerald y West amigos íntimos, y las leyendas hollywoodienses, que tanto gustan del drama y momentos para la posteridad, cuentan que West estaba tan destrozado por la muerte de su amigo que iba medio trastornado al volante de ese coche y que esa fue la causa del despiste que provocó el accidente mortal... que queda muy trágico y tal, pero teniendo en cuenta que al parecer era un conductor espantoso y que daba miedo subirse con él a un coche, digo yo que sería más bien un cúmulo de circunstancias, aunque suene menos melodramático. Pero la leyenda persiste y, en realidad, a saber si es verdad o no... el caso es que se fueron los dos al tiempo, uno siendo ya muy, muy famoso en vida; el otro, siendo más bien desconocido hasta después de su muerte y pasándolo mal económicamente, como tantos otros de su época... como tantos de sus personajes.



Nathanael West (1903-1940) es uno de los autores a los que suele encuadrarse en la mítica «Generación Perdida», junto a Ernest Hemigway, Gertrude Stein o Francis Scott Fitzgerald. Autor de novelas como Miss Lonelyhearts o A cool million, trabajó como guionista en Hollywood, un mundo que reflejó en obras como El día de la langosta. Su prematura muerte en un accidente de coche, sin haber alcanzado en vida el éxito como novelista, no impidió que su obra se revalorizase con el tiempo, inspirando a autores como Saul Bellow o Vladimir Nabokov. El poeta W. H. Auden acuñó el término «la enfermedad de West» para referirse a la pobreza espiritual del ser humano perdido en una sociedad despiadada y carente de valores.

24 comentarios:

  1. Hola guapísima, que no sé yo si me gustaría leer sobre la turbiedad del Hollywood años treinta, pero no digo que no, eh? que igual un día me lio la manta a la cabeza y me lanzo, en parte por la curiosidad malsana de ver qué se cocía por aquellos lares.
    Un besazo

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    1. ¡Hola, guapa! A mí sí me gusta mucho, tanto en el cine como en la literatura, así que todo lo que tenga que ver con el tema me interesa... y lo que se cocía tenía un caldo muy malo, hazme caso... jajaja.

      ¡Besote!

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  2. Hola, no se si me apetece leer esta novela (ya tuve las mismas dudas con la reseña de Inés),al menos no en estos momentos. Pero ¿Quien sabe?, un día me da la ventolera y me animo. Apuntada la tengo, por si acaso. Besos.

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    1. ¡Hola, Mar! Pues si con dos reseñas sigues teniendo dudas es que no es el libro para ti, al menos en este momento. A mí es que me interesa mucho el tema e intento leer todo lo que cae en mis manos relacionado con él, pero es cierto que a veces hay que buscarle el momento adecuado a las cosas. Si algún día te decides espero que te guste al menos tanto como a mí :)

      ¡Besote!

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  3. Es un placer entrar en tu blog, siempre nos descubres obras ingeniosas. Leí hace poco el Gran Gatsby y me gustó mucho. Entrar otra vez en esta época para descubrir las maquinaciones de Hollywood estaria bien. Me lo anoto para una futura lectura.
    (qué curioso lo de Hommer Simpson)
    Besos

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    1. ¡Hola, Isabel! Me alegro de haberte descubierto esta lectura. En cuanto a temática per sé tiene poco que ver con El gran Gatsby, pero sí que comparte esa sensación de decadencia moral de los personajes y ese ambientillo de la época con muchas luces pero con mucha soledad en la trastienda. Y sip, lo de Homer Simpson al parecer es cierto, pero lo dicho en la reseña, debía ser el Homer Simpson muy, muy original de la serie, porque el que todos conocemos de temporadas posteriores no se parece nada al Homer del libro (según mi parecer, claro, que tampoco soy experta en la serie).

      ¡Besote!

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  4. Una lectura muy interesante y un gran descubrimiento tomo nota porque a veces me apetece un cambio =)

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    1. ¡Hola! Es bueno tener libros en la recámara para cuando apetece un cambio, ojalá te guste mucho si te decides a hacerle un hueco.

      ¡Besote!

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  5. ¡¡Hola!!
    No estaba para tonterías. Lo que me he podido reír con tu reseña, que no has perdido nada de chispa. Pero ya está claro que la novela es oscura como ella sola y cruda. Así que ahora mismo no estoy para que me tiren una tonelada de realidad a la cara aunque sea de otra época. Sé que existía y existe ese lado oscuro de Hollywood pero no hace falta recordarlo ahora mismo.
    Igual en otro momento.
    Besos

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    1. ¡Hola! Ay, es que hay libros que te sacan un poco el lado maligno... jajaja. Sí que tiene humor y mala leche, pero ese humor no consigue enmascarar una historia que para mí es mucho más oscura y deprimente de lo que parece a primera vista. Y no, el autor no se andaba con tonterías, que lo dice todo muy clarito aunque a veces quiera aligerar el tono. Al libro hay que buscarle el momento, si se lo encuentras ojalá lo disfrutes mucho.

      ¡Besote!

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  6. La verdad es que no me atrae mucho. Por el momento, la descarto.
    Besos.

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    1. ¡Hola! Pues si no te atrae mucho no hay más que hablar, a otra cosa mariposa :)

      ¡Besote!

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  7. Vale, lo quiero leer, me gusta la temática y lo que comentas de la pluma del autor. Gracias por la reseña, besos.

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    1. ¡Gracias a ti por leerme, Espe! La temática es muy interesante y el autor lo escribe todo con muy mala idea y muy poca compasión, así que aunque creo que no es un estilo para todo el mundo, sí que creo que es un libro muy a tener en cuenta para quien le guste leer sobre los años 30en Hollywood en plena depresión económica.

      ¡Besote!

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  8. 🎶 Con un poco de azúcar esa píldora que os dan, la píldora que os dan...🎵
    Eres la leche, el humor disipa muchos traumas, problemas y hasta dolores, y has conseguido hacer una luminosa reseña de un tema oscuro, tenebroso.
    Miss Hurst, eres lo más.
    Y el libro me lo llevo.

    Besitos 💋💋💋

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    1. ¡Hola, guapa! Es que así tal cual... jajaja. Mucho azúcar y humor, pero la píldora de realidad deprimente y árida te la meten por la gargante empujando con el dedo. Ojalá te guste, Yoli, ya me contarás. Y tú sí que eres lo más :*

      ¡Besote!

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  9. Excelente reseña. Libro para recomendar. Para aquellos que sufren (sufrimos) de ansiedad y depresión, los libros y los animales de compañía suelen ser de gran ayuda para afrontar el día y las dificultades que se encuentran a diario, tanto para adultos, adolescentes como para niños. Gracias por compartir.

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  10. Buenos días, MH:
    Tremendísima recomendación la que nos traes en esta ocasión. Conozco bien a la generación perdida, pero a West aún no lo he leído. Que me lo compares con Fuchs es la mejor de las recomendaciones, pese a las diferencias que los separan. Apuntada queda esta novela.

    Un abrazo y feliz viernes!!

    PD.: Se me ponen los pelos de punta con la anécdota de su fallecimiento.

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    1. ¡Hola, guapa! Yo tampoco había leído a West y ha sido un descubrimiento. Por lo que he visto solo hay otro libro suyo traducido al castellano y está descatalogado, pero intentaré hacerme con él. Con repecto a Fuchs, son comparables en tema, época y ambientación, pero esas diferencias que los separan son evidentes. A Fuchs se le escapaba el cariño y la compasión por sus personajes, West parece que quiera meterlos en una jaula a ver lo que hacen y como se comportan. Aun así creo que te gustaría mucho, Undine, es un escritor que cumple su función dentro del elenco que formaba parte de la Generación Perdida, cada uno abordaba la época a su manera y su visión resulta tan interesante como imprescindible.

      ¡Besote!

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  11. Una lectura muy atractiva, tanto por el fondo como por la forma, por lo que cuentas. Tomo buenísima nota.
    Besotes!!!

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    1. ¡Hola, Margari! A mí me parece una lectura súper recomendable pero me da miedo recomendarla abiertamente porque entiendo que no es para todo tipo de lectores. Tiene que gustar el tema y tienes que conectar con el estilo del autor. Pero me alegro de que tomes nota, ojalá te guste si le das una oportunidad.

      ¡Besote!

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  12. hello!

    Una lectura que conozco de oídas de siempre y nunca me he metido en ella. La tengo en cuenta, porque ha sido verla y ha captado mi atención. Y qué datos tan importantes aportáis, sobre esa conexión entre ambos fallecimientos. Gracias por compartirlos.

    Besos.

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  13. Una de las cien mejores novelas de todos los tiempos escritas en inglés y ni me sonaba, qué mal... Pero es que tampoco conocía al autor, me he venido a leer tu reseña en cuanto he visto el título para ver quién era. Ya sabes que no es una novela para mí, pero te agradezco tu estupenda introducción a la novela y al autor. Besos.

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