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jueves, 29 de mayo de 2025

RESEÑAS MINUS by MH (2025) #5 ::: CLÁSICOS y/o CLÁSICOS MODERNOS

 ¡Hola a todos!

Hoy en esta sección de opiniones breves toca una tanda de clásicos a los que por una razón u otra no les he escrito una reseña más extensa (aunque mi intención inicial para todos ellos fuese esa, hablaros largo y tendido... pero es que de verdad que me cuesta un mundo). Sobre este tipo de libros tengo pocas explicaciones que daros, de sobra sabéis que leo mucho clásico y de todo tipo, así que vamos con ello.
 
 
 
  
Como veis hay de todo: novelas y relatos, autores de varias nacionalidades, temáticas muy diferentes... y, salvo uno, todos ya descatalogados, algo que es también marca Netherfield (mal que me pese en un caso concreto, que la edición y traducción son antiquísimas y bueno, en fin, he sufrido lo mío con ello).

 

 
 
 

  
 

Título original:
After Julius
Autora: Elizabeth Jane Howard
Editorial: Siruela
Traducción: Raquel García Rojas
Páginas: 376
Fecha de publicación original: 1965
Fecha esta edición: noviembre 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 24,95 euros

Julius Grace falleció en 1940, durante la evacuación de las tropas aliadas en Dunkerque. Veinte años después, su figura sigue teniendo una presencia decisiva en la vida de su familia. Emma, la hija menor trabaja en el mundo editorial y no muestra interés alguno en el matrimonio. Por el contrario, Cressida, la mayor, está demasiado ocupada con sus amantes, a menudo casados, para centrarse en su carrera como pianista. Mientras tanto, Esme, la viuda de Julius, esquiva la soledad entregándose a las rutinas domésticas y al cuidado de su jardín. Y luego está Felix King, examante de Esme, a quien abandonó tras la muerte de su marido. La reunión de todos ellos durante un fin de semana en Sussex detonará de improviso una serie de revelaciones, secretos y confesiones, que irán desvelando, por fin, la verdad sobre Julius...
 
 
 
El tal Julius del título murió durante la Segunda Guerra Mundial haciendo algo muy valiente pero también muy absurdo e impropio de él. Dejó atrás a una atractiva mujer, Esme, que por aquel entonces le engañaba con otro hombre mucho más joven que ella, y dos hijas, Cressy y Emma, que en el momento en que comienza la historia ya son dos mujeres hechas y derechas con trayectorias vitales completamente distintas y en un punto de su existencia muy diferente. Así pues seguimos el punto de vista tanto de Esme como de sus hijas, a quienes se suman Daniel Brick, un escritor que acompaña a Emma, y Felix, aquel que era amante de Esme en el momento de morir Julius. La acción transcurre en apenas tres días (viernes a domingo), y conocemos a todos en las horas previas a reunirse en la casa familiar... aunque en realidad ellos no saben que van a reunirse. Simplemente acuden, y una vez allí, empieza a deshilacharse una madeja antigua hecha de recuerdos, secretos, confusiones y añoranzas, mientras que comienza a crearse una nueva con hilos sueltos inesperados y llenos tanto de esperanza como de desengaños.
 
Elizabeth Jane Howard es sobre todo conocida por su serie sobre los Cazalet, pero una vez publicados esos cinco libros, la editorial Siruela está recuperando algunos de sus libros independientes. Después de Julius es uno de ellos, y llegó a mis manos en forma de regalo navideño de una generosa compi bloguera. Es una obra temprana de la autora, escrita y publicada al menos veinticinco años antes de Los años ligeros (novela que da comienzo a los Cazalet), y mi experiencia lectora ha ido de menos a más, mucho más... me costó un poco entrar en la historia, pero una vez lo hice, disfruté muchísimo de ella. Es una novela sobre todo y ante todo de personajes, y Howard se toma su tiempo para reunirlos a todos en el mismo lugar y que dé comienzo el espectáculo. Y cuando comienza, reconoces ese don de la autora para crear seres de carne y hueso. Tenemos personajes que han amado y han perdido, que han seguido amando a pesar de la pérdida, que jamás han amado, que van a amar por primera vez, que han amado mucho pero jamás se han sentido amados, que está perdidos, que anhelan ser encontrados, que tienen miedo de encontrar, que creen que han encontrado cuando en realidad están más a la deriva que nunca... Una muy buena novela, con alguna escena que choca un poco hacia el final del libro vista desde nuestros ojos del 2025, pero con un excelente trabajo por parte de Howard con sus personajes.
 
 
 
Puntuación: 4/5





 
Título original: Poor Caroline
Autora: Winifred Holtby
Editorial: La Pléyade
Traducción: Simón Santainés
Páginas: 320
Fecha de publicación original: 1931
Fecha esta edición: agosto 1943
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado



 
 
Adoro mucho a Winifred Holtby, así que como quienes me conocen lo saben, recibí este libro como regalo hace muchos años (sin la sobrecubierta, porque no llegó viva a nuestra época... esta foto la he encontrado por internet, no sé a quién pertenece y por eso no puedo darle créditos). ¿Por qué no lo había leído hasta ahora? Porque sabía que iba a tener un problema con la traducción, y no me equivocaba. Esta edición es de 1943, es la única que hay en español, y sé que a la mayoría de los lectores estas cosas les dan igual y no les dificultan el disfrute de la lectura, pero por desgracia no me encuentro entre ellos. Me llevan los demonios ir viendo todo lo que está mal (de manera evidente, imaginaos lo que no se percibe durante la lectura) y sin saber nunca realmente si estoy leyendo el texto íntegro o uno censurado o mutilado. En fin, que este año me he liado la manta a la cabeza y por fin me he decidido, pero he tardado dos meses en leerlo, con eso os lo digo todo. Perdóname allá donde estés, Winifred: soy tiquismiquis porque la vida me ha hecho así, no puedo remediarlo. La culpa no es tuya, lo sé, pero es que la traducción es una shit.
 
La historia en sí misma narra como una señora, la tal Carolina, se empeña en crear algo llamado la Compañía de Cinema Cristiano (en esta traducción horrorosa, claro), de la que solo puede ser secretaria porque es más pobre que una rata. Pero consigue accionistas, que es lo más asombroso de todo, y hasta un cineasta que ha descubierto una tecnología que será el no va más en el mundo del celuloide. Cada uno esta ahí por motivos distintos que no tienen nada que ver con la empresa esta que les importa un carajo... pero por darle el gusto a la pobre Carolina, lo que sea. Nadie puede decirle que no a esta señora. Y mientras tanto se lían mucho las cosas, hay amoríos, apropiaciones indebidas, personajes que intentan buscar su lugar en el mundo, otros que se niegan a reconocer el que ya tienen... y luego tenemos a Carolina, pobre en varios sentidos de la palabra, que sabemos desde el principio de la novela que ha muerto y lo que se narra es su triste historia y cómo la Compañía de Cinema Cristiano se había convertido en el sentido de su vida. ¿Qué busca esta empresa? Reformar el nivel estético y moral del cine británico. Pero vamos, que es esto como podría haber sido cualquier cosa. Lo importante es que Carolina se sienta útil y tenga un propósito al levantarse por las mañanas... aunque a los demás les gustaría no haber oído hablar jamás de la tontería esta.
 
Winifred Holtby está siempre ahí, su ironía a la hora de afrontar temas complejos como la situación de la mujer en la época, la religión o la ambigüedad del ser humano y el modo en que nos relacionamos... de hecho todo el libro es una sátira a varios niveles, y en el personaje de Eleanor, en su independencia, su intención de no casarse y hacer cosas, muchas cosas, sin que nada se le ponga por delante, tenemos a Holtby en estado puro. Ojalá alguna editorial se acuerde de recuperar esta novela con una traducción como merece.


Puntuación: 3/5 
 (me duele esta puntuación porque sé que con una traducción adecuada lo hubiese disfrutado mucho más, pero si voy con la sinceridad por delante es lo que hay...)






 
Título original: Il buio e il miele
Autora: Giovanni Arpino
Editorial: Círculo de Lectores
Traducción: Edgardo Dobry y Valentina Cialfa
Páginas: 190
Fecha de publicación original: 1969
Fecha esta edición: 1994
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado

Un capitán retirado del ejército ciego y manco de una mano inicia un viaje junto a un joven recluta encargado de escoltarle. Fausto, el capitán, es un hombre comido por el dolor y el rencor; Ciccio, el recluta, es un adolescente ingenuo que todavía debe empezar a vivir.


 
 
Me ocurre con muchas películas que vi hace décadas que no descubro hasta eones después que eran adaptaciones de libros, y Esencia de mujer es un ejemplo tan bueno como cualquier otro. Cinéfila como he sido toda mi vida, vi la película allá por finales de los años 90, y no fue hasta mucho después (internet y google de por medio) que descubrí que estaba basada en una novela de un autor italiano y que además era un clásico. Yo iba con muchas expectativas y con muchas ganas de que me gustase, pero lo cierto es que no he conectado nada (pero nada) con el estilo narrativo de Giovanni Arpino, así que por mucho que me interese la historia que cuenta, la experiencia lectora no ha sido lo que esperaba, la verdad.
 
No sé si habéis viso la película (Al Pacino interpreta a un oficial del ejército ciego y amargado y Chris O’Donnell da vida a un jovencito que necesita dinero y acepta ejercer de acompañante de este señor, recibiendo en el camino una lección de vida que le hace crecer como persona, madurar y aprender a tomar decisiones, al tiempo que ambos se enfrentan a los obstáculos que la vida les pone por delante). Vale, esto es una americanada de un libro que derrocha italianismo por los cuatro costados. Sí, la base es la misma, pero creedme, tanto el recorrido como el destino son totalmente diferentes. Esencia de mujer, cuyo título original es algo así como La oscuridad y la miel, narra el viaje en tren de cinco días de Fausto y Ciccio desde Turín a Nápoles, haciendo sendas paradas en Génova y Roma. El objetivo de este viaje solo Fausto lo sabe y lo descubriremos eventualmente, pero en el camino conocemos por un lado a un hombre deprimido por su ceguera que esconde su amargura en el alcohol y el trato denigrante hacia los demás, y por otro a un joven muy ingenuo y sumiso que apenas ha salido del cascarón. Fausto lleva en su interior la destrucción y la furia, Ciccio aún intenta adivinar a qué huelen las nubes.
 
Y de verdad, suena muy interesante, y lo es. El retrato de la Italia de posguerra, de un personaje como Fausto que tiene veneno en la lengua y tristeza en lo más profundo de su alma, la idolatría que tiene raíces en la ingenuidad y la amargura de convertirse en algo en lo que uno ya no se reconoce ni quiere reconocerse... pero el estilo del autor es tosco hasta decir basta, y si fuese así porque tiene que ser así, pues bueno, ya es cosa de gustos, pero es que había leído que era lírico... y claro, yo con los ojos así O_O conforme avanzaba y buscaba el dichoso lirismo. Que a lo mejor es cosa de la traducción, no lo sé porque no he mirado el original ni voy a hacerlo, pero sea por una cosa o por la otra, me ha gustado el fondo pero no la forma.
 
 
Puntuación: 2,5/5
 
 


Título original: Holding Up a Train
Autor: O. Henry
Editorial: Ediciones del Bronce
Traducción: Marcelo Cohen
Páginas: 192
Fecha publicación original: 1904
Fecha esta edición: 2002
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: descatalogado
Imagen de cubierta: The Faithful Colt (William Harnett, 1890)


Falsificadores de dinero, viejos militares sudistas que no advierten el paso del tiempo, vengadores imperturbables, delicadas poetisas solitarias, cuatreros y vagabundos: he aquí a algunos de los personajes de estos cuentos. De la misma forma en que había descrito la turbulenta vida de Nueva York, O. Henry crea sus grabados del Oeste con perspicacia del periodista y la irónica piedad de un poeta de regreso a su tierra. Y nos entrega viva la imagen de unos pueblos que a fines del siglo pasado aún conservaban intacta su mítica aura de romanticismo.


 
 
Antes de nada os aviso: esto no es una novela, es una colección de relatos. Os lo digo para que no os pase lo que a mí, que con ese título tan poco claro pensaba que iba a encontrarme eso, una novela sobre el asalto a un tren, y yo, que estaba on fire con el tema después de El gran robo del tren de Michael Crichton, me llevé un chasco al comprobar que no era así. Que a ver, si hubiese usado el cerebro por una vez (o leído la sinopsis, pero nada, causa perdida) habría recordado que O. Henry no escribió ninguna novela y sí cientos y cientos de relatos, pero oiga usted, una hace lo que puede con el cerebro de guisante que le ha tocado en suerte. En cualquier caso, relatos. Unos catorce, para ser exactos, siendo el último de ellos el que da nombre al volumen.
 
Todos los relatos están ambientados en distintos lugares de lo que conocemos como el Oeste americano, pero todos ellos son completamente distintos entre sí aunque compartan ese sabor inconfundible a los westerns que tanto hemos visto en las películas ambientadas en el siglo XIX. Por estos relatos se mueven personajes y situaciones de todo tipo (vagabundos a los que les cambia la vida, editores en busca de poetas desconocidas, enfermos que se toman la vida como viene, vaqueros, rancheros, la eterna disputa entre el norte y el sur, actores de teatro, esclavos liberados, damiselas que se debaten entre las atenciones de varios caballeros, periódicos con pocas miras económicas... incluso hay espacio para una especie de cuento de hadas y aventuras protagonizada por una niña de trece años) y la guinda del pastel la pone el relato que da título al ejemplar, en la que un antiguo asaltador de trenes nos cuenta los pros y los contras de una vocación que no es tan agradable y fácil como parece (hay que tener en cuenta muchos factores y los sufridos asaltados no siempre se comportan como deben). Aunque cada relato es completamente distinto al resto tanto en la historia que cuenta como en la forma de contarla, sí que tienen un denominador común: el humor, que está más o menos presente, es más o menos irónico, más o menos sarcástico, pero siempre encuentra el modo de hacerse presente. De hecho, el primer relato de esta antología, Tesoro enterrado, es un buen ejemplo de la guasa que se trae Henry y un aperitivo fantástico para abrir boca ante lo que está por venir.
 
Me ha gustado mucho el estilo del autor, ya había leído algún relato suyo en alguna antología navideña pero me he quedado con ganas de más. 
 
 


Puntuación: 4/5 

lunes, 20 de enero de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL GRAN ROBO DEL TREN - Michael Crichton



 
 
Título original: The Great Train Robbery
Autor: Michael Crichton
Editorial: Círculo de lectores
Traducción: Aníbal Leal
Páginas: 365
Fecha de publicación original1975
Fecha esta edición: 1976
Encuadernación: Cartoné
Precio: descatalogado (disponible en varias ediciones, todas de segunda mano)
 



 
Esta novela de acción es una auténtica obra maestra del género. Ambienta en la época victoriana, el brumoso Londres finisecular sirve de telón de fondo para el robo más espectacular del siglo. Una vez al mes sale de Londres con destino a París un tren que transporta la paga del ejército británico que lucha en Crimea. Las dos cajas fuertes que la contienen son inviolables y, para abrirlas, se necesitan cuatro llaves distintas que están en poder de cuatro personas. Sin embargo, las cajas llegan vacías a París...

 

Quien bien me conoce sabe que me apasiona la literatura sobre true crimes (tengo una balda dedicada a eso en mis estanterías), y que me quejo siempre mucho de que no nos llega apenas nada traducido sobre true crimes de época (crímenes cometidos sobre todo en el siglo XIX y primera mitad del siglo XX). No sabéis la de material original que hay en inglés, pero aquí no nos llega casi nada, y aunque este género casi siempre habla sobre asesinatos (y en un alto porcentaje sobre asesinos en serie), también da cabida a otro tipo de crímenes (tomándolos como delitos graves), y ahí entra en liza
el gran robo del tren ocurrido en 1855 en Inglaterra. Yo conocía la película protagonizada por Sean Connery porque la vi hace muchos, muchísimos años, cuando lo de investigar cosas en Internet todavía no estaba muy a la orden del día. Por cuestiones varias me puse a indagar sobre ella hace un par de meses, y no solo descubrí que el guion y la dirección corrían a cargo de Michael Crichton (sí, el de Parque Jurásico), sino que ese guion era un adaptación de su propio libro publicado en 1975. Y vamos, me faltó tiempo para buscarlo... como muchos otros que llaman mi atención está requetedescatalogado, pero todavía se pueden encontrar ediciones de segunda mano (yo lo he leído de la biblioteca pero, como quería tenerlo, después lo he comprado). 

Bueno, vamos a meternos en el meollo del asunto. ¿Conocéis el hecho real que ficciona esta novela? Os cuento. En la época en que tuvo lugar el robo, se despachaban miles de libras en plata y oro desde Londres hasta París, principalmente de comerciantes ingleses que mandaban ese dinero a sus homólogos franceses, y la primera parte del trayecto la realizaban trenes que salían tres veces al día desde la estación de London Bridge hasta Folkestone (desde Folkestone hasta Boulogne el trayecto se realizaba en una locomotora de vapor y a partir de Boulogne ya se hacía cargo la compañía naviera de Messagerie Maritimes). Los lingotes de oro viajaban dentro de tres cajas fuertes patentadas para este tipo de transporte que necesitaban de dos llaves para su apertura (con las mismas dos llaves podían abrirse las tres cajas fuertes). Parecían inexpugnables por el peso (no se las podían llevar sin más y en aquella época todavía no existía la dinamita), por la seguridad (hacían falta esas dos llaves, y no solo no se guardaban juntas sino que una de las medidas de seguridad era que ninguna persona podía tener las dos llaves en sus manos al mismo tiempo), el robo debía realizarse en un tren en movimiento (tenían que bajarse en marcha con un peso de varios cientos de kilos), con vigilancia dentro del vagón y además el robo debía permanecer indetectable hasta que abrieran esas cajas fuertes ya en Francia y se descubriese el pastel. Y aun así, a pesar de todo esto, la noche del 15 de mayo de 1855 se llevó a cabo el robo de 12.000 libras esterlinas en oro en uno de esos trayectos hacia Folkestone (un millón y medio de libras esterlinas actuales... ahí es nada). Hoy en día os puede parecer que no es para tanto, pero imaginad una sociedad como la victoriana: aquello se convirtió en el delito del siglo, la hazaña más increíble de la época moderna, y ocupó titulares durante muchos, muchos meses, más todavía porque no se sabía quién había llevado a cabo el robo, la policía estaba totalmente perdida...y bueno, cosas varias que no os voy a contar por si no queréis saber mucho más sobre este tema.

Hasta aquí los hechos reales.
 
¿Qué hace Crichton con esta historia en El gran robo del tren? Ajustarse en muchas cosas a la realidad, pero también ficcionar muchas otras, y aparte lo hace como si de un documento periodístico se tratase. Realmente, si no indagas mucho sobre el libro, la impresión inicial es que hace una novela testimonio al estilo de A sangre fría, de Truman Capote: es decir, un híbrido que conjuga una novela tradicional con una narración que se nutre de los documentos históricos, extractos judiciales y las crónicas periodísticas reales contemporáneas a la época (en este caso prescindiendo de las entrevistas a personajes reales por razones obvias). Y eso es lo que parece que hace Crichton durante toda la novela, contarte los hechos reales, apoyarse en declaraciones de la época y ficcionar todo aquello que necesita ser ficcionado en aras de la propia narración y avance de la historia... pero NO. Cuando te pones a indagar descubres que ha cambiado ligeramente los nombres de los personajes (y su historia personal, sus antecedentes, orígenes, etc...), que ha modificado detalles relativos al propio oro y su transporte, que ha ampliado cuestiones concernientes a la preparación y organización del robo, y que incluso ha cambiado el modo en que se descubrió todo el pastel y lo que ocurrió con los ladrones. Es decir, que sí, la novela se ciñe todo lo posible a los hechos reales y se basa en documentos reales, pero desde el momento en que cambia los nombres de los personajes para poder inventar e imaginar con libertad, el libro se convierte, al fin y al cabo, en una novela tradicional, una representación ficticia de los hechos reales, aunque asemeje una novela testimonio. Crichton rizando el rizo... y le sale de maravilla. 

La novela está dividida en cinco partes, a saber:
Preparativos (mayo-octubre de 1854), Las llaves (noviembre de 1854-febrero de 1855), Dilaciones y dificultades (marzo-mayo de 1855), El gran robo del tren (mayo de 1855) y Arresto y proceso (noviembre de 1856-agosto de 1857). Dentro de estas divisiones el autor nos va llevando de un personaje a otro, de una situación a otra, de un objetivo a otro, dedicándoles capítulos muy cortos que van al grano y que, página tras página, nos van acercando hasta el momento cumbre de la novela. Si miráis las fechas veréis que toda la organización, planificación y ejecución del robo llevó cosa de un año, y eso sí que se ajusta a lo tiempos del robo real del tren. Tal y como el propio Crichton dice en su prólogo, esto era algo habitual en aquella época: cualquier delito importante y de envergadura necesitaba unos preparativos muy meticulosos si quería realizarse con éxito porque había que tener muchas cosas en cuenta y los medios para conseguirlo eran limitados y peliagudos. Hacía falta mucho ingenio, mucha inteligencia, el control de muchos elementos distintos y también mucha, mucha suerte. Y a partir de aquí aviso: no voy a hacer ninguna alusión más al robo real ni voy a hacer comparaciones entre lo que ocurrió realmente y lo que cuenta Crichton, porque tendría que escribir una tesis que os aburriría y que nadie me va a pagar (¡ojalá! xD), así que quien quiera saber, Google esta a su disposición. Me ciño a la novela y a la ficción salvo en un par de detalles muy puntuales (dijo MH cuando ya llevaba escritos cuatro párrafos larguísimos... xD).
 
¿Quién es la mente maestra detrás del robo en esta novela? Edward Pierce, un caballero de unos treinta años, pulcro, elegante, alto, esbelto y de barba rojiza. Sus modales y su vestimenta son (en apariencia) los de un joven respetable y de buena posición, pero lo mismo se mueve con soltura entre gente de bien que se adentra en el bajo mundo delictivo y hace imponer su ley. Tiene amigos muy importantes y nadie que lo conozca en su papel de gentleman sospecharía jamás a lo que se dedica realmente y de donde le viene su posición acomodada. Él es quien piensa en todos y cada uno de los pasos y detalles de este robo, quien sortea las adversidades, quien decide cómo y de qué manera deben moverse todas las personas de las que depende para conseguir sus objetivos, a quien no le tiembla la mano cuando alguien parece flaquear y quien piensa siempre a lo grande durante el largo año que transcurre entre el comienzo de los preparativos y el robo en sí. Y con todo esto, no penséis que es de los que se quedan mirando en la barrera mientras los demás ponen en riesgo su libertad (o sus vidas) para no involucrarse demasiado, no... él mismo se mete en todos los berenjenales que hacen falta e incluso quien lleva a cabo la escena más peligrosa de toda la novela, de la que depende el éxito o el fracaso. No es un mindundi cualquiera, este Pierce, ni tampoco un cobarde. Sabe lo que quiere y tiene células grises de sobra para llevarlo a cabo.

Pero Pierce necesita de la ayuda de varias personas más, entre las que destacan sobre todo su amante, que regenta un burdel y que (en vista de los acontecimientos) nació para actriz, y Agar, un experto en manipular y abrir cualquier tipo de cerraduras. El gran desafío de este golpe es conseguir las cuatro llaves (sí, en el libro son cuatro) que se necesitan para abrir las cajas fuertes de metal (que en esta novela contienen el oro que va a Francia para financiar la guerra de Crimea), porque esas cuatro llaves están separadas en tres lugares distintos y bajo medidas de protección extremas, y claro, ellos no quieren robar las llaves porque eso haría saltar las alarmas: lo que quieren es tener acceso a esas llaves, hacer copias y volver a dejarlas donde estaban para que nadie se percate de que la seguridad de esas llaves se ha visto comprometida, y eso limita mucho, muchísimo, las oportunidades, el tiempo y las posibilidades de éxito. A partir de aquí se encontrarán con dificultades enormes por causas tan verosímiles en unos casos como sorprendentes en otros, cambios de última hora que lo complicarán todo aún más, escenas de acción que han sido muy copiadas en multitud de películas (dicho sea de paso), un ingenio fuera de toda duda para ir sorteando todo lo que se va cruzando en el camino y un ritmo impecable que se mantiene durante toda la novela, página tras página, mientras nos movemos de un cuadro a otro de este tablero de ajedrez siguiendo a cada una de sus piezas.
 
Y luego está la ambientación, que es una protagonista más de la novela. Muchas de las cosas que ocurren en la novela necesitan su contexto ya no solo dentro de la era victoriana en que tuvieron lugar, sino en los bajos (muy bajos) fondos de un Londres que en aquella época era el centro del planeta Tierra para todo lo bueno y para todo lo malo (y de esto último había mucho). En la novela se nos explican cosas muy sórdidas (prostitución infantil, prácticas nauseabundas relacionadas con niñas...), pero el autor sabe muy bien lo que está narrando y que no necesita de parafernalia barata y manipuladora para escandalizar al lector; lo cuenta porque lo tiene que contar, pero con sensibilidad, al grano, ironía incluso y a otra cosa. No se recrea, no hace espectáculo y no pone en duda la inteligencia del lector, que ya sabe perfectamente lo que está leyendo sin que nadie intente mangonearlo. Luego hay cosas mucho menos truculentas pero que también eran inherentes a estos sectores de la sociedad, como la jerga ininteligible que usaban todos estos delincuentes (romaní llamaban a este lenguaje delictivo). Claro, yo os hablo de skippers, salchicheros, culebras, cerrajeros, escenas, campanas, traductores, palomeros... y os viene a la cabeza la definición normal o habitual, pero no, cada una de estas cosas significaba algo muy concreto en el mundo criminal, y poco a poco lo vamos descubriendo conforme avanza la novela porque todo y todos intervienen de alguna manera en la elaboración del crimen. Y salpicando todo esto, un retrato magnífico de una época, mediados del siglo XIX, en la que la estrictas costumbres victorianas convivían con una tecnología que avanzaba a la velocidad de la luz, un modo de vida que hacía lo que podía para adaptarse al cambio incesante y constante de los tiempos, una sociedad que iba de moralista y a la que deslumbraban los crímenes y los criminales (asistían a los ahorcamientos como quien va a un concierto y sentían fascinación por criminales apuestos y atractivos como el tal Pierce) y, en fin, una época victoriana que se sustentaba en la contradicción, las ambivalencias y la adaptación a innumerables cambios que lo pusieron todo patas arriba.

Debo decir (y digo xD) que El gran robo del tren se ha convertido en uno de mis dos libros favoritos de Crichton junto con Parque jurásico. Lo he disfrutado un montón y no sé si lamento haber tardado toda una vida en llegar a esta historia o alegrarme de haberla leído al fin. Llevo un par de años dedicada a leer y releer la obra de este autor y la versatilidad que tenía en cuanto a sus libros y guiones es impresionante, no lo encasilléis en ciencia ficción porque su bibliografía incluye muchos géneros y subgéneros. En el caso de El gran robo del tren, no solo es una novela trepidante e inteligente que te hace rascar un hueco en cuanto puedes para poder seguir leyendo, sino que la documentación de la época victoriana en la que transcurre (sobre todo de los bajos fondos) es impresionante: una masterclass en tantos aspectos  y variadas esferas que resulta imposible no aprender algo durante la lectura. Crichton en estado de gracia, la verdad. La única pega que se le puede poner es que, en un hecho muy concreto, quizás fue todavía mejor y más apasionante la realidad que la ficción, pero vamos, que es por ser quisquillosa en grado sumo. Me ha gustado muchísimo, por forma y por fondo. No sé si lo he dicho ya. Tampoco sé si para que guste tanto te tienen que apasionar muchas cosas diferentes que a mí me chiflan y confluyen en la novela (época victoriana, ferrocarriles, true crime...) pero el caso es que para mí es una joya (entiendo que para otros no lo sea en absoluto, también os digo. Cada cual con sus filias)
 
Como os comentaba al principio, el propio Crichton se hizo cargo del guion y la dirección de la adaptación de su novela en 1979. El papel de Pierce lo protagonizó Sean Connery y, después de haber leído el libro, me parece un acierto de diez, porque es un personaje con mil aristas (de las buenas y de las malas) y Sean Connery lo mismo podía interpretar a un gentleman que a un sinvergüenza sin que se le moviera el peluquín. Os dejo el trailer por si os interesa:
 





John Michael Crichton (1942-2008) fue un escritor, guionista, director, productor de cine y médico estadounidense. Es especialmente célebre por sus trabajos en los géneros de la ciencia ficción, la intriga y la ficción médica. Entre su extensa obra destacan las novelas Parque Jurásico, Latitudes piratas, El mundo perdido, Dientes de dragón, Micro, El guerrero número 13 y Estado de miedo. Sus libros han vendido más de 200 millones de ejemplares en todo el mundo, han sido traducidos a cuarenta idiomas y han servido de base para quince largometrajes. Escribió y dirigió WestworldEl primer gran asalto al tren y Coma, y creó la exitosa serie de televisión Urgencias.

miércoles, 12 de mayo de 2021

RESEÑA (by MH) ::: REBECCA - Daphne du Maurier


 

Título original: Rebecca
Autora: Daphne du Maurier
Editorial: Galaxia Gutenberg + Círculo de Lectores
Traducción: Fernando Calleja Gutiérrez
Páginas: 480 
Fecha publicación original: 1938
Fecha esta edición: 2009
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogada (disponible en otras ediciones)
Imagen de cubierta: Fotograma de la adaptación cinematográfica de Rebecca (Alfred Hitchcock, 1940)



«Anoche soñé que volvía a Manderley.» Con esta frase Daphne du Maurier nos introduce en el universo de una mansión en apariencia idílica, con rosaledas y caminos bordeados de rododendros, y praderas que terminan en una pequeña cala. Es la casa de Maxim de Winter, en la que vivía con su esposa Rebecca hasta que ésta murió ahogada en el mar y a la que ahora regresa con su nueva e inocente mujer. Ésta pronto descubrirá, sin embargo, que Manderley no es el mundo perfecto que ella cree: allí vive también la inquietante señora Danvers, el ama de llaves, quien no sólo no acepta a la joven, sino que constantemente le recuerda la figura de Rebecca, la única e insustituible señora De Winter. Rebecca, la encantadora, inteligente y segura Rebecca, cuyo rastro está presente en todas las habitaciones, en cada jarrón, en cada cuadro, en los membretes del papel de cartas. Rebecca, la criatura más hermosa del mundo. Rebecca, la presencia que recorre Manderley y el eco de cuya risa resuena aún en los pasillos cerrados de la casa. Una risa que en el fondo, oculto entre los pliegues de su sonido cristalino, esconde el sabor amargo de los secretos inconfesables.
 
Desde su publicación, hace ya setenta años, Rebecca no ha dejado de cautivar a generaciones de lectores, fenómeno al que no fue ajeno su magnífica adaptación cinematográfica. Du Maurier logra retratar la psicología de sus atormentados personajes con precisión quirúrgica y recrea una inquietante y malsana atmósfera en esta obra maestra, convertida en uno de los más logrados ejemplos de novela gótica del siglo xx.
Uno de mis propósitos lectores para este año es
releer muchos de mis clásicos adorados (si son tochos mejor), esos que ya he leído y a los que no vuelvo más a menudo porque no me da la vida. Sí, tengo muchos pendientes inéditos, pero si la cabeza me pide releer algo, lo voy a releer sin darle más vueltas aunque sea a capítulo por día y que me dure el libro lo que tenga que durar... y eso estoy haciendo desde hace unos meses. Son libros que por regla general no voy a traer por aquí (quiero leerlos para mí, no pensando en lo que voy a contar sobre ellos...), y una de las pocas excepciones a esta regla es la novela que hoy os traigo: Rebecca, de Daphne du Maurier. La razón de hacer una excepción con ella es muy sencilla: son ya cinco las ocasiones en las que os hemos pedido a través de los sorteos de aniversario del blog que nos digáis qué lecturas queréis ver reseñadas en Netherfield, y no exagero si os digo que Rebecca ha sido propuesta en casi todas esas ocasiones, así que al final me he animado. La leí por primera vez en inglés en mi adolescencia, desde entonces han sido ya otras tres veces más las que he visitado Manderley, y sigue pareciéndome una novela maravillosa.
 
La protagonista de la historia, de la que nunca conocemos el nombre salvo alguna alusión a que resulta peculiar, tiene 21 años y está en Montecarlo acompañando a la señora Van Hopper. Huérfana y sin familia, ejerce como su dama de compañía hasta que aparece Maxim de Winter en el mismo hotel en el que se alojan. Maxim es famoso por su propiedad, Manderley, y por ser viudo desde hace unos meses de su mujer, Rebecca. A pesar de su caballerosidad se muestra hosco, burlón, reservado y propenso a la ironía, y no parece tolerar demasiado bien la hipocresía que dictan las etiquetas sociales, por lo que huye de la compañía de la gente... a excepción de la de nuestra humilde jovencita. Cuando Maxim le propone casarse con él, ella no duda en aceptarlo, y mientras pasan su luna de miel en Europa todo parece ir a las mil maravillas... pero su llegada a Manderley lo cambia todo. No sabe cómo ser la señora de una casa como esa, le superan todas las cosas que todo el mundo da por hecho que debe hacer y de las que ella no tiene la más mínima idea; la señora Danvers, ama de llaves de la mansión, se muestra hostil desde el primer momento, y todo el mundo no hace más que repetir lo diferente que es de Rebecca y lo fascinado que esta tenía a todo el mundo, incluido su marido. Rebecca, Rebecca, Rebecca... y si la protagonista lo piensa detenidamente, Maxim jamás le ha dicho que está enamorado de ella, ¿verdad? La nueva señora de Winter empieza a obsesionarse con su antecesora en el puesto, y eso que todavía no sabe lo que está por venir. 
¡Allí estaba Manderley! ¡Nuestro Manderley!
Ahora que me siento a hablaros del libro, sinceramente creo que no tengo mucho que aportar (que es una de las razones por las me veis hablar muy poco sobre clásicos universales archimegaconocidos). Se ha hablado tanto sobre Rebecca, hay tantísimas opiniones disponibles para quien quieras leerlas o verlas, que no sé qué puedo deciros que marque una mínima diferencia (pista: nada). Sí, os voy a dar mi opinión, obviamente, pero no va a diferir de montones de opiniones ya dadas con anterioridad. En definitiva, que no sé muy bien qué os voy a contar, y que sea lo que sea lo voy a ir separando en ¿secciones? No sé cómo llamar a esta cosa que estoy escribiendo sobre la marcha. Poneos cómodos con unas aceitunillas, unas papas y una cervecita bien fría (que dicho sea de paso, menudo asco de calor hace ya).

Rollo macabeo 1. ¿Qué me fascina de
Rebecca?
Podría deciros que todo, pero quedaría muy simplista, así que allá vamos.
 
Su ambientación, que ya deslumbra desde ese primer capítulo que solo adquiere pleno significado cuando termina el libro y que conviene releer al finalizar la lectura para comprenderlo en toda su magnitud. Misterio, suspense, toques góticos y una narración sugestiva con escenas simplemente magistrales. El ritmo narrativo, que va de menos a más, a mucho más, dando una lección maestra del manejo del suspense: comienza de una manera tranquila poniendo todos los peones sobre el tablero para, una vez acomodados en Manderley, empezar a establecer un círculo alrededor de una trama que se nos mantiene oculta pero que de vez en cuando abre pequeñas ventanas para que el lector vaya atisbando a través de ellas; y llega un punto que ese círculo decide que ya está bien, que ya vale de dejar al lector sentado en la silla estudiando la situación, y el círculo comienza a apretar, a apretar, a apretar... y no puedes dejar de pasar las páginas hasta el final para ver cómo estalla esa trama ante la imposibilidad de soportar la presión de ese cerco. La señora Danvers, personaje creepy donde los haya y que la literatura no ha dejado de copiar, emular, imitar y reinventar desde que vio la luz. Esta señora protagoniza algunas de las escenas más memorables del libro, y sin ella nada sería igual en esta historia. Ojalá pudiera hablaros de algunas de esas escenas. No puedo. Maxim de Winter, y esto puede sorprender porque quizás es el personaje accesorio, el nexo de unión entre las dos señoras de Winter que resulta un misterio para el lector durante buena parte del libro. No es un gran personaje de cara al lector pero es un personaje determinante para el modo en que lo percibe todo la protagonista, y en esa construcción ambigua, fría y opaca está toda su genialidad. Y como de la propia protagonista os hablo después, no puedo dejar de nombrar aquí a Rebecca. Emulando a Shrek (profunda que es una), Rebecca tiene tantas capas como una cebolla, y el modo en que esa cebolla va perdiendo sus capas conforme avanzan las páginas es una genialidad que Du Maurier se sacó de la manga, porque además nunca sabes quién va a ser el personaje que en cada momento va a usar el cuchillo para ir haciendo la escabechina. Rebecca no necesita estar presente para ser la dueña de la función.

Rollo macabeo 2. El punto de vista narrativo, uno de los grandes logros del libro (y sé que en esto muchos lectores no estarán de acuerdo. pero para eso estoy en mi casa: para dar mi opinión).
 
Daphne du Maurier era una maestra al crear los puntos de vista desde los que narraba sus libros, y el del personaje principal de Rebecca no iba a ser menos. Ay, este pajarillo asustado jamás ganaría un premio a la autoestima. Todo lo vemos a través de sus ojos, tanto lo que hacen y dicen los demás como sus propias interacciones con el resto de personajes, por no hablar de su percepción personal sobre todo lo que ocurre a su alrededor. A sus 21 años habla de sí misma como si fuese una cría, no le gusta su pelo, no le gusta su aspecto, no tiene experiencia en la vida, no tiene conversación, es demasiado tímida, viste muy mal... Si a una mujer así, demasiado joven, inmadura e impresionable, la meten en una mansión como Manderley, eje central de la vida social de la zona durante generaciones, y todo el mundo nada más verla suelta lo de "¡No te pareces nada a Rebecca!", con tono estupefacto, lo normal es que te obsesiones por saber cómo era la tal Rebecca y que te pongas a preguntar e indagar. ¿Qué descubre? Pues que si no quería taza, se va a atragantar con dos. Rebecca era la mujer más hermosa que jamás se hubiese visto, alta, delgada, elegante, fascinante, simpática, inteligente, afectuosa, amada por todos, deseada por todos, el centro de las miradas allá donde iba... ¿cómo no se va a poner nuestra prota a la defensiva? No tiene armas con las que luchar (y si las tiene no sabe usarlas), le gustaría ser mayor y tener más mundo, y encima no se siente segura del amor de Maxim y está convencida de que la compara continuamente con Rebecca... La protagonista nace con la piedra atada a los pies desde el principio, la autora hace toda una declaración de intenciones titulando al libro con el nombre de su rival y negándole a ella su propio nombre, y su misión durante todo la novela es encontrar el modo de sobreponerse a un entorno que le intimida para encontrarse a sí misma y sacar tarde o temprano a la señora de Winter que debe ser, da igual si la lleva dentro innata o no.
 
Rollo macabeo 3. Pegas de otros lectores al libro
(que no son en absoluto las mías) al hilo de la protagonista.
 
Una de las cosas que creo que menos gusta a muchos lectores de este libro es precisamente la protagonista principal. No la soportan, les parece tan tontorrona y tan acomplejada que no conectan con ella, y yo me pregunto: si la protagonista no fuera así, ¿tendríamos historia? ¿De qué serviría que tuviese una fuerte personalidad y una gran confianza en sí misma para el propósito de la narración? Si nuestra aquella-que-no-tiene-nombre fuera diferente, llegaría a la casa y se comería a la Danvers, a los criados y a todo el que se le pusiera por delante con papas, que para eso es la nueva señora de Winter... pero es que entonces Rebecca como novela no tendría razón de ser. Necesitamos a una protagonista insegura que dude de sí misma y se hunda bajo el peso del fantasma y el recuerdo de su antecesora en el puesto. Necesitamos a una protagonista tan atemorizada de meter la pata en su nueva posición social que tenga hasta miedo de hablar con los criados. Necesitamos a una protagonista tan inmadura que rompa una figura y esconda los pedazos en un cajón como si fuera una cría pequeña para que no se entere nadie. Estamos dentro de su cabeza toda la narración, sabemos que es solo una muchacha que iba para dama de compañía y de repente se encuentra ejerciendo de señora de una mansión cuando sigue usando sus bragas remendadas y no sabe ni peinarse con algo de gracia, teniendo que lidiar encima con el recuerdo de una mujer pluscuamperfecta que no tiene la más mínima intención de esfumarse. ¿Resulta exasperante a veces! ¡Sí! ¿Es la intención? ¡También! ¡Dadle un respiro! Tiene mucha novela por delante para demostrarle al lector si es capaz de madurar, crecer y superar tanto complejo y tanto miedo.

Rollo macabeo 4. ¿Por qué hay que leer más a Daphne du Maurier? 

O, cambiando la pregunta, ¿por qué no se lee más a Daphne du Maurier? Esta autora ha tenido que cargar durante mucho tiempo con el sambenito de escritora de segunda por el mero hecho de dedicar la mayor parte de su obra a los géneros de misterio y suspense. Desde hace algunos años esto ha cambiado, muchas mujeres son hoy en día un referente en este mercado literario, pero Du Maurier sigue sin poder escapar del todo de esa burbuja de infravaloración en la que ha estado metida mucho tiempo. Aun así desde hace unos años se está apostando por la recuperación de su obra en castellano, algo que sus lectores entusiastas no podemos más que agradecer de corazón. Que pase de ser una autora subestimada a una valorada y apreciada en su justa medida depende en su mayor parte de la posibilidad de acercarse a su obra, y eso es algo que hay que agradecer a editoriales como Alba. ¿Y qué podrán encontrarse los lectores en esos libros? Una prosa elegante, sugestiva, atmosférica, sutil y lúcida; una inteligencia aguda a la hora de crear personajes, meterse en sus cabezas y hacerles pivotar de manera precisa en sus tramas; una capacidad extraordinaria para enlazar escenas, detalles, insinuaciones, diálogos... que funcionan como un reloj a la hora de dar sentido a los giros de trama sin que jamás se la pueda acusar de sacarse nada de la manga; y una dedicación absoluta a las ambientaciones de sus novelas, a sabiendas de que su éxito dependía de su singularidad y magnificencia a la hora de coger al lector de la mano y llevarlo hasta el mismo corazón de la historia.

Fin de los rollos macabeos. Diréis que estoy hablando mucho sin contar realmente nada, ¿no? Bien, es la intención, así que antes de que me vaya de la lengua sin darme cuenta, voy finiquitando. Os lo comentaba al principio, son ya cuatro veces con esta las que he leído el libro, he visto otras tantas adaptaciones diferentes, y lo sigo disfrutando igual. Me sigue pareciendo una joya, lo releeré cuantas veces más se tercien, seguirán fascinándome las mismas escenas y seguiré defendiendo la novela porque mi adoración por ella es totalmente genuina. No he tenido tiempo de revisionar la peli de Hitchcock, si no también la hubiese metido y os esperarían otros cuantos párrafos más (grandísima adaptación, por cierto, aunque tiene una diferencia importante y muy concreta con respecto al libro).




Daphne du Maurier nació en Londres en 1907, hija del famoso agente de actores sir Gerald du Maurier y de la actriz Muriel Beaumont, y nieta del artista y escritor George du Maurier. Empezó a escribir historias cortas y artículos con ventiún años, y con veinticuatro publicó su primera novela. Fue una novelista de gran éxito con obras tan conocidas como Rebeca, Posada Jamaica o Mi prima Rachel, muchas de ellas adaptadas al cine. Estuvo casada con el mayor Frederick Browning con el que tuvo tres hijos. Vivió una vida acomodada durante más de veinticinco años en la mansión Menabilly en la costa sur de Cornwall, donde siempre pudo escribir sin preocupaciones. La llenaba de gran orgullo ser el principal sustento económico de su familia. Murió el 19 de abril de 1989.