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jueves, 29 de mayo de 2025

RESEÑAS MINUS by MH (2025) #5 ::: CLÁSICOS y/o CLÁSICOS MODERNOS

 ¡Hola a todos!

Hoy en esta sección de opiniones breves toca una tanda de clásicos a los que por una razón u otra no les he escrito una reseña más extensa (aunque mi intención inicial para todos ellos fuese esa, hablaros largo y tendido... pero es que de verdad que me cuesta un mundo). Sobre este tipo de libros tengo pocas explicaciones que daros, de sobra sabéis que leo mucho clásico y de todo tipo, así que vamos con ello.
 
 
 
  
Como veis hay de todo: novelas y relatos, autores de varias nacionalidades, temáticas muy diferentes... y, salvo uno, todos ya descatalogados, algo que es también marca Netherfield (mal que me pese en un caso concreto, que la edición y traducción son antiquísimas y bueno, en fin, he sufrido lo mío con ello).

 

 
 
 

  
 

Título original:
After Julius
Autora: Elizabeth Jane Howard
Editorial: Siruela
Traducción: Raquel García Rojas
Páginas: 376
Fecha de publicación original: 1965
Fecha esta edición: noviembre 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 24,95 euros

Julius Grace falleció en 1940, durante la evacuación de las tropas aliadas en Dunkerque. Veinte años después, su figura sigue teniendo una presencia decisiva en la vida de su familia. Emma, la hija menor trabaja en el mundo editorial y no muestra interés alguno en el matrimonio. Por el contrario, Cressida, la mayor, está demasiado ocupada con sus amantes, a menudo casados, para centrarse en su carrera como pianista. Mientras tanto, Esme, la viuda de Julius, esquiva la soledad entregándose a las rutinas domésticas y al cuidado de su jardín. Y luego está Felix King, examante de Esme, a quien abandonó tras la muerte de su marido. La reunión de todos ellos durante un fin de semana en Sussex detonará de improviso una serie de revelaciones, secretos y confesiones, que irán desvelando, por fin, la verdad sobre Julius...
 
 
 
El tal Julius del título murió durante la Segunda Guerra Mundial haciendo algo muy valiente pero también muy absurdo e impropio de él. Dejó atrás a una atractiva mujer, Esme, que por aquel entonces le engañaba con otro hombre mucho más joven que ella, y dos hijas, Cressy y Emma, que en el momento en que comienza la historia ya son dos mujeres hechas y derechas con trayectorias vitales completamente distintas y en un punto de su existencia muy diferente. Así pues seguimos el punto de vista tanto de Esme como de sus hijas, a quienes se suman Daniel Brick, un escritor que acompaña a Emma, y Felix, aquel que era amante de Esme en el momento de morir Julius. La acción transcurre en apenas tres días (viernes a domingo), y conocemos a todos en las horas previas a reunirse en la casa familiar... aunque en realidad ellos no saben que van a reunirse. Simplemente acuden, y una vez allí, empieza a deshilacharse una madeja antigua hecha de recuerdos, secretos, confusiones y añoranzas, mientras que comienza a crearse una nueva con hilos sueltos inesperados y llenos tanto de esperanza como de desengaños.
 
Elizabeth Jane Howard es sobre todo conocida por su serie sobre los Cazalet, pero una vez publicados esos cinco libros, la editorial Siruela está recuperando algunos de sus libros independientes. Después de Julius es uno de ellos, y llegó a mis manos en forma de regalo navideño de una generosa compi bloguera. Es una obra temprana de la autora, escrita y publicada al menos veinticinco años antes de Los años ligeros (novela que da comienzo a los Cazalet), y mi experiencia lectora ha ido de menos a más, mucho más... me costó un poco entrar en la historia, pero una vez lo hice, disfruté muchísimo de ella. Es una novela sobre todo y ante todo de personajes, y Howard se toma su tiempo para reunirlos a todos en el mismo lugar y que dé comienzo el espectáculo. Y cuando comienza, reconoces ese don de la autora para crear seres de carne y hueso. Tenemos personajes que han amado y han perdido, que han seguido amando a pesar de la pérdida, que jamás han amado, que van a amar por primera vez, que han amado mucho pero jamás se han sentido amados, que está perdidos, que anhelan ser encontrados, que tienen miedo de encontrar, que creen que han encontrado cuando en realidad están más a la deriva que nunca... Una muy buena novela, con alguna escena que choca un poco hacia el final del libro vista desde nuestros ojos del 2025, pero con un excelente trabajo por parte de Howard con sus personajes.
 
 
 
Puntuación: 4/5





 
Título original: Poor Caroline
Autora: Winifred Holtby
Editorial: La Pléyade
Traducción: Simón Santainés
Páginas: 320
Fecha de publicación original: 1931
Fecha esta edición: agosto 1943
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado



 
 
Adoro mucho a Winifred Holtby, así que como quienes me conocen lo saben, recibí este libro como regalo hace muchos años (sin la sobrecubierta, porque no llegó viva a nuestra época... esta foto la he encontrado por internet, no sé a quién pertenece y por eso no puedo darle créditos). ¿Por qué no lo había leído hasta ahora? Porque sabía que iba a tener un problema con la traducción, y no me equivocaba. Esta edición es de 1943, es la única que hay en español, y sé que a la mayoría de los lectores estas cosas les dan igual y no les dificultan el disfrute de la lectura, pero por desgracia no me encuentro entre ellos. Me llevan los demonios ir viendo todo lo que está mal (de manera evidente, imaginaos lo que no se percibe durante la lectura) y sin saber nunca realmente si estoy leyendo el texto íntegro o uno censurado o mutilado. En fin, que este año me he liado la manta a la cabeza y por fin me he decidido, pero he tardado dos meses en leerlo, con eso os lo digo todo. Perdóname allá donde estés, Winifred: soy tiquismiquis porque la vida me ha hecho así, no puedo remediarlo. La culpa no es tuya, lo sé, pero es que la traducción es una shit.
 
La historia en sí misma narra como una señora, la tal Carolina, se empeña en crear algo llamado la Compañía de Cinema Cristiano (en esta traducción horrorosa, claro), de la que solo puede ser secretaria porque es más pobre que una rata. Pero consigue accionistas, que es lo más asombroso de todo, y hasta un cineasta que ha descubierto una tecnología que será el no va más en el mundo del celuloide. Cada uno esta ahí por motivos distintos que no tienen nada que ver con la empresa esta que les importa un carajo... pero por darle el gusto a la pobre Carolina, lo que sea. Nadie puede decirle que no a esta señora. Y mientras tanto se lían mucho las cosas, hay amoríos, apropiaciones indebidas, personajes que intentan buscar su lugar en el mundo, otros que se niegan a reconocer el que ya tienen... y luego tenemos a Carolina, pobre en varios sentidos de la palabra, que sabemos desde el principio de la novela que ha muerto y lo que se narra es su triste historia y cómo la Compañía de Cinema Cristiano se había convertido en el sentido de su vida. ¿Qué busca esta empresa? Reformar el nivel estético y moral del cine británico. Pero vamos, que es esto como podría haber sido cualquier cosa. Lo importante es que Carolina se sienta útil y tenga un propósito al levantarse por las mañanas... aunque a los demás les gustaría no haber oído hablar jamás de la tontería esta.
 
Winifred Holtby está siempre ahí, su ironía a la hora de afrontar temas complejos como la situación de la mujer en la época, la religión o la ambigüedad del ser humano y el modo en que nos relacionamos... de hecho todo el libro es una sátira a varios niveles, y en el personaje de Eleanor, en su independencia, su intención de no casarse y hacer cosas, muchas cosas, sin que nada se le ponga por delante, tenemos a Holtby en estado puro. Ojalá alguna editorial se acuerde de recuperar esta novela con una traducción como merece.


Puntuación: 3/5 
 (me duele esta puntuación porque sé que con una traducción adecuada lo hubiese disfrutado mucho más, pero si voy con la sinceridad por delante es lo que hay...)






 
Título original: Il buio e il miele
Autora: Giovanni Arpino
Editorial: Círculo de Lectores
Traducción: Edgardo Dobry y Valentina Cialfa
Páginas: 190
Fecha de publicación original: 1969
Fecha esta edición: 1994
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogado

Un capitán retirado del ejército ciego y manco de una mano inicia un viaje junto a un joven recluta encargado de escoltarle. Fausto, el capitán, es un hombre comido por el dolor y el rencor; Ciccio, el recluta, es un adolescente ingenuo que todavía debe empezar a vivir.


 
 
Me ocurre con muchas películas que vi hace décadas que no descubro hasta eones después que eran adaptaciones de libros, y Esencia de mujer es un ejemplo tan bueno como cualquier otro. Cinéfila como he sido toda mi vida, vi la película allá por finales de los años 90, y no fue hasta mucho después (internet y google de por medio) que descubrí que estaba basada en una novela de un autor italiano y que además era un clásico. Yo iba con muchas expectativas y con muchas ganas de que me gustase, pero lo cierto es que no he conectado nada (pero nada) con el estilo narrativo de Giovanni Arpino, así que por mucho que me interese la historia que cuenta, la experiencia lectora no ha sido lo que esperaba, la verdad.
 
No sé si habéis viso la película (Al Pacino interpreta a un oficial del ejército ciego y amargado y Chris O’Donnell da vida a un jovencito que necesita dinero y acepta ejercer de acompañante de este señor, recibiendo en el camino una lección de vida que le hace crecer como persona, madurar y aprender a tomar decisiones, al tiempo que ambos se enfrentan a los obstáculos que la vida les pone por delante). Vale, esto es una americanada de un libro que derrocha italianismo por los cuatro costados. Sí, la base es la misma, pero creedme, tanto el recorrido como el destino son totalmente diferentes. Esencia de mujer, cuyo título original es algo así como La oscuridad y la miel, narra el viaje en tren de cinco días de Fausto y Ciccio desde Turín a Nápoles, haciendo sendas paradas en Génova y Roma. El objetivo de este viaje solo Fausto lo sabe y lo descubriremos eventualmente, pero en el camino conocemos por un lado a un hombre deprimido por su ceguera que esconde su amargura en el alcohol y el trato denigrante hacia los demás, y por otro a un joven muy ingenuo y sumiso que apenas ha salido del cascarón. Fausto lleva en su interior la destrucción y la furia, Ciccio aún intenta adivinar a qué huelen las nubes.
 
Y de verdad, suena muy interesante, y lo es. El retrato de la Italia de posguerra, de un personaje como Fausto que tiene veneno en la lengua y tristeza en lo más profundo de su alma, la idolatría que tiene raíces en la ingenuidad y la amargura de convertirse en algo en lo que uno ya no se reconoce ni quiere reconocerse... pero el estilo del autor es tosco hasta decir basta, y si fuese así porque tiene que ser así, pues bueno, ya es cosa de gustos, pero es que había leído que era lírico... y claro, yo con los ojos así O_O conforme avanzaba y buscaba el dichoso lirismo. Que a lo mejor es cosa de la traducción, no lo sé porque no he mirado el original ni voy a hacerlo, pero sea por una cosa o por la otra, me ha gustado el fondo pero no la forma.
 
 
Puntuación: 2,5/5
 
 


Título original: Holding Up a Train
Autor: O. Henry
Editorial: Ediciones del Bronce
Traducción: Marcelo Cohen
Páginas: 192
Fecha publicación original: 1904
Fecha esta edición: 2002
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: descatalogado
Imagen de cubierta: The Faithful Colt (William Harnett, 1890)


Falsificadores de dinero, viejos militares sudistas que no advierten el paso del tiempo, vengadores imperturbables, delicadas poetisas solitarias, cuatreros y vagabundos: he aquí a algunos de los personajes de estos cuentos. De la misma forma en que había descrito la turbulenta vida de Nueva York, O. Henry crea sus grabados del Oeste con perspicacia del periodista y la irónica piedad de un poeta de regreso a su tierra. Y nos entrega viva la imagen de unos pueblos que a fines del siglo pasado aún conservaban intacta su mítica aura de romanticismo.


 
 
Antes de nada os aviso: esto no es una novela, es una colección de relatos. Os lo digo para que no os pase lo que a mí, que con ese título tan poco claro pensaba que iba a encontrarme eso, una novela sobre el asalto a un tren, y yo, que estaba on fire con el tema después de El gran robo del tren de Michael Crichton, me llevé un chasco al comprobar que no era así. Que a ver, si hubiese usado el cerebro por una vez (o leído la sinopsis, pero nada, causa perdida) habría recordado que O. Henry no escribió ninguna novela y sí cientos y cientos de relatos, pero oiga usted, una hace lo que puede con el cerebro de guisante que le ha tocado en suerte. En cualquier caso, relatos. Unos catorce, para ser exactos, siendo el último de ellos el que da nombre al volumen.
 
Todos los relatos están ambientados en distintos lugares de lo que conocemos como el Oeste americano, pero todos ellos son completamente distintos entre sí aunque compartan ese sabor inconfundible a los westerns que tanto hemos visto en las películas ambientadas en el siglo XIX. Por estos relatos se mueven personajes y situaciones de todo tipo (vagabundos a los que les cambia la vida, editores en busca de poetas desconocidas, enfermos que se toman la vida como viene, vaqueros, rancheros, la eterna disputa entre el norte y el sur, actores de teatro, esclavos liberados, damiselas que se debaten entre las atenciones de varios caballeros, periódicos con pocas miras económicas... incluso hay espacio para una especie de cuento de hadas y aventuras protagonizada por una niña de trece años) y la guinda del pastel la pone el relato que da título al ejemplar, en la que un antiguo asaltador de trenes nos cuenta los pros y los contras de una vocación que no es tan agradable y fácil como parece (hay que tener en cuenta muchos factores y los sufridos asaltados no siempre se comportan como deben). Aunque cada relato es completamente distinto al resto tanto en la historia que cuenta como en la forma de contarla, sí que tienen un denominador común: el humor, que está más o menos presente, es más o menos irónico, más o menos sarcástico, pero siempre encuentra el modo de hacerse presente. De hecho, el primer relato de esta antología, Tesoro enterrado, es un buen ejemplo de la guasa que se trae Henry y un aperitivo fantástico para abrir boca ante lo que está por venir.
 
Me ha gustado mucho el estilo del autor, ya había leído algún relato suyo en alguna antología navideña pero me he quedado con ganas de más. 
 
 


Puntuación: 4/5 

miércoles, 16 de octubre de 2024

RESEÑA (by MH) ::: ASESINATO EN EL RICHELIEU - Anita Blackmon


 
Título original: Murder à la Richelieu
Autora: Anita Blackmon
Editorial: Siruela
Traducción: Pablo González-Nuevo
Páginas: 280
Fecha publicación original: 1937
Fecha esta edición: noviembre 2023
Encuadernación: cartoné
Precio: 19,95 euros
Ilustración de cubierta: Dave Rheaume

«Yo, Adelaide Adams, soltera, estaba tejiendo en el vestíbulo del Richelieu la mañana que todo comenzó. Aunque en aquel momento no era consciente de que estuviera empezando nada. No me considero una mujer timorata y sé que ocasionalmente algunos miembros poco serios de las jóvenes generaciones me han tildado de vieja arpía. No obstante, de haber sospechado el desenfrenado derramamiento de sangre en el que pronto nos veríamos inmersos habría salido de allí pitando sin mirar atrás a pesar de mi rodilla artrítica y mi exceso de peso. Sin embargo, aquella luminosa mañana del mes de abril no habría sido fácil encontrar un rincón de apariencia más apacible que el vestíbulo de nuestro pequeño hotel residencial. Porque lo único que tiene de grandilocuente el Richelieu es su nombre».
 

Entre pitos y flautas os estoy trayendo mucha novela clásica de misterio, pero es que leo mucha novela clásica de misterio y además me resulta muy fácil hablaros de ellas, así que hago un dos por uno estupendástico (y si no pasa nada quiero traeros al menos otro par de Agatha Christie antes de que acabe el año, así que os toca aguantarme). El caso es que desde el inicio de la colección, los clásicos policíacos de Siruela han sido para mí un "hit or miss": lo mismo los disfruto mucho que me decepcionan, y parece que se van alternando de manera sorprendente sin que yo haga ningún plan al respecto. Después de la de cal que tuve con La primera detective tocaba (si hago caso a estas estadísticas que me he sacado de la manga) una de arena, y  Asesinato en el Richelieu ha cumplido como un campeón con lo que esperaba de él. Vamos, que me ha gustado mucho. Pero también os digo que no hagáis caso a los cantos de sirena que comparan a la protagonista con la señorita Marple... no se parecen absolutamente en nada, ni para mejor ni para peor: simplemente son muy diferentes. Dicho esto, os cuento de qué va y me meto de lleno en el asunto.
 
El Hotel Richelieu es un pequeño establecimiento situado en alguna parte del sur de Estados Unidos (no se dice en qué ciudad, aunque por ahí he leído que claramente está en Little Rock, Arkansas... no sé por qué dicen "claramente", pero bueno, algún detalle usamericano habrá que sitúe a los entendidos de la zona). El caso es que en este hotel hay huéspedes temporales (como en cualquier hotel) y huéspedes permanentes, esos que viven en el hotel y pagan todos los meses su renta como si de alquilar un piso se tratase. Digamos que los permanentes se creen superiores y con más derechos que los temporales, y entre todos ellos reina como una diosa nuestra protagonista y narradora, la señorita Adelaide Adams. La tranquila vida de los inquilinos del Richelieu se va al garete cuando uno de los huéspedes temporales aparece muerto (colgado de la lámpara y con la garganta rajada de lado a lado) en los aposentos de la señorita Adams, y es entonces cuando comienza la carrera contrarreloj para atrapar al asesino, porque pronto se descubre a qué se dedicaba en secreto el finado y empieza a liarse la cosa... y claro, el grupo de sospechosos es el que es, y desde el comienzo de la novela sabemos que no todos van a llegar vivos al final de las páginas. ¡Que empiece la cacería!
 
Qué duda cabe que la estrella de la función es la protagonista, Adelaide Adams, una dama de mediana edad, solterona, refunfuñona, sin pelos en la lengua y con un carácter de "agárrate y no te menees". Usa dentadura postiza y postizos en el pelo, tiene juanetes, está artrítica, tiene sobrepeso y su ropa interior es tan digna que serviría de tienda de campaña. Y todo esto nos lo cuenta ella misma mientras intenta sobrevivir al asesinato. Es de esas señoras que interpelan a cualquier hombre de menos de cincuenta años con un admonitorio "joven, oiga usted" que suena a institutriz de moño bajo pero que al mismo tiempo tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Todo lo vemos desde su punto de vista porque es ella quien nos narra la historia, y no da ni un paso atrás a la hora de describir y opinar sobre los residentes de ese hotel, así que como podéis imaginar les hace un traje a todos sin despeinarse antes de que podamos decir miau. Además es de este tipo de narradoras que nos destripan desde las primeras páginas lo que vamos a encontrar en la historia, así que todavía estamos ubicándonos en este hotel sureño y ya sabemos que ese tranquilo lugar se va a convertir en un reino del terror, que van a morir varias personas, que una prenda que está tejiendo servirá de mortaja a una mujer que morirá entre sus brazos, que Adelaide (sin postizos y sin dentadura) vivirá un momento peligroso y trepidante con el guaperas del hotel e incluso nos anticipa el modo en que alguna de las víctimas va a encontrar la muerte. Ya digo, no es spoiler, lo dice ella misma nada más comenzar a narrar, e incluso va adelantando más cosas a lo largo del libro (si hubiese sabido que tal desembocaría en pascual...), y aunque algunos lectores puedan pensar que esto quita interés a la narración puedo asegurarles que no, para nada: el libro se lee exactamente con el mismo interés. Es que se lee con mucho interés y se disfruta muchísimo. Punto.

Y al hilo de ese "si hubiese sabido" que os comento, se dice en la sinopsis que Anita Blackmon, con solo dos libros (pues solo publicó dos novelas, esta y El enigma de los gatos asesinados, con la misma protagonista y también publicado por Siruela) se convirtió en la maestra del Had I But Known, que es una variante del Whodunit de toda la vida. ¿En qué consiste ese Had But I Known? Pues es una vertiente más de las novelas de misterio en la que la narración es en primera persona, casi siempre por parte de una mujer, donde ella se lamenta de que si hubiese sabido tal o cual cosa se podrían haber evitado muertes o hechos funestos o desafortunados, o, en otro giro de los acontecimientos, donde esa narradora entorpece la investigación al ocultar información muy relevante a la policía por circunstancias varias. Adelaide Adams cumple todas y cada una de estas premisas, pero lo curioso es que este término nació varios años después de que se publicasen las dos novelas de Anita Blackmon, porque no fue hasta 1940 que el poeta Ogden Nash lo usó en su poema Don't Guess, Let Me Tell You, donde criticaba este alargamiento de la trama por parte de los narradores al ocultar pistas y hechos a la policía.

A todo esto, no os he hablado de los demás personajes que pululan por el Richelieu y que forman parte de la trama, ¿verdad? Pues si empezamos por el personal del hotel, tenemos a la dueña, Sophie, dama de la misma edad que la protagonista, que está viuda y casada en segundas nupcias con Cyril, un hombre mucho más joven que ella a quien Adelaide no soporta porque piensa que se está aprovechando de su amiga; Pinkney Dodge, el anodino y triste conserje nocturno; Clarence, el ascensorista también nocturno; y Laura, la doncella que limpia las habitaciones. Por el lado de los huéspedes tenemos al infeliz matrimonio Mosby, donde él se bebe hasta el agua del váter y ella ahoga sus penas en las carreras y otros hombres; la señora Anthony, femme-fatale que se dedica a encandilar con sus curvas a todo hombre que se le pone a tiro; las dos Adair, madre e hija, que se comportan de un modo un tanto extraño; Mary Lawson, viuda, y su sobrina Polly, descocada desde hace unas semanas y un quebradero de cabeza para su tía; Howard Warren, que trabaja en banca y está enamorado de Polly, pero esta le dio la patada hace unas semanas (precisamente esas que anda descocada); Stephen Lansing, el guaperas que nombro arriba, comercial de cosmética, mujeriego y una labia irónica que trae de cabeza a Adelaide; James Reid, señor peculiar que llegó al Richelieu hace poco más de una semana y que no se sabe muy bien que hace ahí... y ya, ¿no? Creo que no se me olvida nadie. 
 
Si estáis acostumbrados a leer clásicos habréis visto que una práctica como la que se ve en esta novela, la de personas que viven en hoteles en lugar de alquilar un piso o un casa, era muy habitual en entornos anglosajones como Estados Unidos o Inglaterra. Ignoro si seguirá haciéndose actualmente, pero hasta los años 70 del siglo XX existían incluso hoteles especializados en este tipo de alojamientos para personas mayores, jubiladas, sin familia u hogar pero con dinero para costearse el alojamiento en un hotel, donde no tenían que preocuparse de limpiar ni cocinar porque tenían servicio de habitaciones y servicio de comedor, y encima podían socializar con otros huéspedes en las estancias comunes. Muchas veces esa era su familia, su círculo social era el que creaban dentro del hotel donde vivían, y aunque pueda parecernos raro en esta época o en una sociedad como la nuestra, allí era algo de lo más común y normal. Y con eso juega la autora: cuando comienza la historia todos estos personajes son mucho más que huéspedes de un hotel que se conocen de vista y ya... no, realmente conviven, todos saben secretillos de los demás, conocen las relaciones que hay entre algunos de ellos, las disputas... todos tienen una historia común y, aun así, a pesar de esa convivencia, pronto se demuestra que hay secretos que nunca conocemos sobre las personas que tenemos cerca, que nunca contamos todo sobre nosotros mismos, que siempre hay una parcela en la que no dejamos entrar a nadie, y esa parcela puede ser totalmente inofensiva o puede esconder algo muy grave... y hay personas malas a la que se ve venir de lejos, pero otras saben esconder muy bien esa maldad.

Con respecto al estilo de Anita Blackmon, sorprende por lo moderno que resulta en cuanto a los asesinatos (tenía un punto sádico la señora y se ensañaba con sus víctimas... para la época en que fue escrito, claro, que ya sé que ahora os parecerá todo una minucia) y por la soltura y desparpajo que tiene a la hora manejar a todos los personajes, las relaciones entre ellos, la propia narración y los diálogos, que son simplemente fantásticos. Aplauso especial a la relación y los intercambios verbales que se establecen entre la señorita Adams, nuestra prota, y Stephen, el guaperas del hotel, porque forman una especie de Holmes y Watson bastante peculiar donde las llamadas de atención de Adelaide a las sinvergonzonerías de Stephen rivalizan con el encanto preocupado e irónico del muchacho... Ves como poco a poco crece entre los dos un cariño que bien parece el de una madre y un hijo, y juntos son de lo mejor del libro.
 
Y creo que no voy a añadir nada más. No sé si lo he dicho alguna vez, pero me apasionan los libros de misterio que tienen lugar en entornos cerrados como hoteles, barcos, trenes... y como suele suceder con todos los libros, unas veces se acierta con este tropo y otras te llevas chascos. Asesinato en el Richelieu ha sido un acierto, he disfrutado de estos huéspedes peleones que le discuten todo al inspector Bunyard y están empeñados en no abrir la boca aunque las vidas de todos estén en juego, y he disfrutado del humor, la ironía, los giros de guion, el ritmo sostenido durante toda la historia, los juegos de palabras, diálogos inteligentes y unos personajes que están al servicio de la historia. El inspector anda perdido la mitad del tiempo, sospecha de todos, sospecha que todos mienten u ocultan información y sobre todo sospecha de Adelaide porque parece estar siempre en el centro de todo lo que ocurre. Muy entretenido.

Por cierto, aviso para quien se ofenda con los clásicos... este libro está escrito y ambientado en los años 30 del siglo XX en el sur de Estados Unidos, y sí, nuestra protagonista se precia de ser una dama sureña de manual... eso implica algún comentario racista sobre algunos de los trabajadores del hotel, que son negros. Lo mismo los defiende de quien los trata de manera injusta que se le escapa una opinión fuera de lugar. Es algo muy puntual, pero ahí está. Avisados quedáis.
 
 



Anita Blackmon (Augusta, 1892-Little Rock, 1943), tras abandonar su carrera como profesora, decidió centrarse por completo en la escritura y publicó cientos de relatos cortos en diversas revistas. Sus únicas dos novelas, ambas de misterio, fueron Asesinato en el Richelieu (1937) y The Riddle of the Dead Cats (1938), ambas protagonizadas por la sin par Adelaide Adams.

miércoles, 28 de agosto de 2024

RESEÑA (by MH) ::: LA PRIMERA DETECTIVE - Andrew Forrester


 
 
Título original: The Female Detective
Autor: Andrew Forrester
Editorial: Siruela
Traducción: Pablo González-Nuevo
Páginas: 312
Fecha publicación original: 1864
Fecha esta edición: febrero 2022
Encuadernación: cartoné
Precio: 21,95 euros 
Imagen de cubierta: La Vie Parisienne nº 13, 29 de marzo (Édouard Touraine, 1916)




A lo largo de las siete narraciones de este volumen, conoceremos a la fascinante y decidida Miss Gladden, una mujer fuerte, misteriosa —sus circunstancias personales e incluso su nombre real nunca llegan a revelarse— y con unas habilidades para la lógica y la deducción que anticipan las del mismísimo Sherlock Holmes, con quien comparte además el desdén por la policía convencional y sus métodos. Ya sea para solventar casos de asesinato, de robo o de fraude, busca pistas concienzudamente, se introduce de incógnito en las escenas del crimen y rastrea a los sospechosos a la vez que se encarga de borrar bien sus propias huellas y de identificarse como detective solo cuando la ocasión de veras lo requiere.

Hace ya muchos años (probablemente unos diez) que escuché hablar por primera vez sobre este libro, y fue en un documental. La gran Lucy Worsley (historiadora, periodista, escritora y curadora de la organización Historic Royal Palaces) publicó hace años un libro,
A very british murder, que luego ella misma llevó a la pequeña pantalla en formato documental de tres capítulos en la BBC. Ese libro/documental rastreaba la fascinación que un "buen asesinato" provoca en muchos británicos, y como alrededor de esta fascinación se ha ido creando con el tiempo toda una industria del entretenimiento. Todo empezó con los periódicos y los crímenes más horrendos ocurridos allá a principios del siglo XIX (vendían miles de ejemplares haciendo las delicias de sus lectores al dedicar páginas y páginas a estos temas, con ilustraciones de los sospechosos en los juicios incluidas), dando el salto a la literatura de la mano de Dickens y Wilkie Collins (y sobre todo de Agatha Christie en el siglo XX), y de ahí a todo lo que consumimos hoy en día: libros, cine, televisión, true crime, podcasts... La evolución y transformación del asesinato como entretenimiento, vaya. Y en ese documental aparecían los dos primeros libros protagonizados por una mujer detective. Uno de ellos era The Female Detective, escrito y publicado por Andrew Forrester en 1864. Tuve que esperar a 2022 para que esa novela, inédita en castellano hasta entonces, fuera publicada por Siruela. 

A la protagonista de este libro la conocemos como G.. Es una detective ya retirada que ha decidido contar algunos de sus casos (o la mayor parte de las veces, ni siquiera eso, sino simplemente hechos que le han contado o de los que ha sido testigo pero en los que no ha intervenido para nada). En su carta de presentación (un prólogo del propio personaje) dice que no va a desvelar su nombre real y que solo escribe este libro para mostrar a sus lectores que la profesión que desempeña es tan útil como necesaria para la sociedad, pues piensa que los detectives son menospreciados hasta tal punto que ella misma oculta su verdadera profesión ante sus amistades (ellos creen que es modista). Así pues, cree que la sociedad tiene muchas cosas por las que dar las gracias a los detectives, y que, hablando de las mujeres detectives de manera particular, son las únicas que pueden resolver cierto tipo de casos, sobre todo aquellos que requieren un grado de intimidad que a los hombres les estaría vedado.
 
Son solo siete las narraciones que aparecen en el libro, así que os hablo brevemente de cada uno de ellas.

Inquilino vitalicio. Nuestra protagonista dice que este fue uno de sus últimos casos importantes antes de retirarse. Llega a él por la confesión de un matrimonio amigo que involucra la compra de unos bebés en la calle, y eso lleva a G. a investigar qué pasó con uno de esos bebés y el porqué de la compra por parte de una mujer de clase social alta.

Georgy. En este caso G. ni investiga ni está involucrada de ninguna manera. Simplemente tiene como vecina a una madre y su hijo (el tal Georgy) y nos cuenta qué hizo este atractivo jovenzuelo y cómo las buenas maneras y la buena apariencia engañan al más pintado (a ella misma, por ejemplo).

El misterio desenmarañado. En este relato se pone a teorizar sobre el cuerpo de detectives en sí mismo y lo enlaza con el caso de una maleta que aparece en un puente del Támesis en cuyo interior hay fragmentos de cuerpo humano pero no hay cabeza. Partiendo de este hecho se pone a estudiar las evidencias y sacar conclusiones con el fin de establecer la identidad del cuerpo. Nadie hace caso de sus deducciones (con razón, G., con razón xD).

Examen de conciencia. En esta historia nuestra G. conoce a dos hermanos, establece relación con ellos, y más adelante se comete un asesinato en el que uno de ellos estará involucrado. Aquí tampoco hay investigación de ningún tipo.

Un niño es hallado muerto: ¿fue o no asesinado? Aquí la prota tampoco pincha ni corta, simplemente narra un caso que otra persona le contó, y que para más datos está planteado de manera exacta al de un caso real famosísimo dentro de la criminología británica (el asesinato de Road Hill en 1860... si buscáis, encontraréis. ¿Habéis oído hablar de la caída en desgracia del inspector Whicher? Pues ese caso). Lo único que resulta novedoso en este relato es que esa otra persona, una vez planteado el asesinato de manera casi calcada, ofrece una explicación alternativa que encima está sacada (de manera muy obvia) de La piedra lunar, de Wilkie Collins.

El arma desconocida. Este es quizás el caso mejor planteado al estilo de novela detectivesca donde no solo se desarrollan los personajes y la trama, sino que incluso tenemos vista judicial y una resolución más o menos aparente. Hay cosas que se ven venir de lejos, cosas que aceptas en plan pulpo es animal de compañía, pero al menos aquí se nota el esfuerzo por escribir un caso detectivesco. Lo dicho, probablemente sea el mejor de todos, o el más completo y esforzado.

El misterio. Aquí la protagonista tampoco pinta un carajo ni investiga nada. Cuenta la historia de la desaparición de una joven de su dormitorio en un caso típico de habitación cerrada (y una explicación bastante tonta, la verdad).
 
Debo aclarar una cosa muy importante con respecto a la sinopsis oficial de este libro. Se dice en ella que G. desprecia a la policía convencional y sus métodos, al igual que más tarde haría Sherlock Holmes... pero es que no solo no hay ninguna alusión sobre el particular en la novela, es que G. ES policía, y esto es algo que no queda nada claro con esa sinopsis. Está presentado de manera muy extraña y confusa en la novela, pero salpicando aquí y allá tenemos alusiones a su categoría de agente de policía, nos dice que como tal cobra su salario del Gobierno, acude a alguna comisaría (siempre otras, nunca la suya) donde es identificada como policía y, en cierto momento llega a decir que trabaja como policía secreta. En cualquier caso, sea como sea, ella ES policía, y en ningún momento desprecia el trabajo policial. Sí que parece, tal y como se cuentan los casos (aunque, como digo, está todo fatal explicado en el libro), que aparte de su profesión como policía realiza trabajos de manera independiente porque habla de cobrar o no cobrar por ellos, y solamente por eso debemos suponer que esa sería su faceta de detective privado al margen de su labor policial, pero esa es una suposición que tiene que hacer el lector, porque en el libro no hay ninguna explicación al respecto. No se presenta nunca en su puesto de trabajo, trabaja siempre en solitario y parece que va siempre por su cuenta sin dar explicaciones a nadie (lo que cuadraría con el tema de policía secreta)... pero luego llega uno de los casos y después de investigar ella sola pide ayuda al cuartel general y le envían a una compañera agente de policía, con lo que nunca sabes realmente de qué está trabajando esta señora o si unifica ambos trabajos cuando le conviene. Yo creo que ni el autor lo sabía y por eso no da explicaciones. Una mujer detective y ya, ¿para qué queréis más explicaciones, almas de cántaro?

Como ya os he comentado en las breves sinopsis de los casos, veréis que en buena parte de ellos ella no hace absolutamente nada ni interviene para nada, así que si me centro en los casos en los que sí interviene inferimos las siguientes cosas: nunca conocemos su nombre real ni su edad, no tiene ninguna carga familiar (pasa mucho tiempo fuera de casa y va alquilando alojamientos allá por donde va para estar siempre cerca de los lugares donde investiga) y su círculo social se limita a amistades (a las que oculta su profesión) porque jamás habla de familia; que es muy cuadriculada moralmente a la hora de resolver los pocos casos que resuelve porque ella es detective y tiene que cumplir siempre con su deber aunque con ello haga siempre más mal que bien y complique cosas que antes no eran complicadas; y que se mueve con una libertad bastante poco usual para estar ambientado a mediados del siglo XIX, porque siempre anda de acá para allá sola. Su proceso deductivo, que en la sinopsis comparan y dicen que anticipa al de Sherlock Holmes (recordemos que este libro se publicó al menos dos décadas antes que Estudio en escarlata, la presentación del personaje de Doyle), es, cuando menos, peculiar. Llega a unas conclusiones bastante singulares dados los hechos que maneja, así que no me extraña que el 80% del tiempo diga que no nos explica sus procesos deductivos para no aburrirnos (vamos, un trabajo que se ahorrar el autor xD).

Y ahora viene el dilema, porque quiero explicar bien mi opinión sobre el libro pero haciéndole justicia en los aspectos en los que tengo que hacerlo, así que lo más fácil es ser muy directa. ¿Me ha parecido un buen libro, si hablamos de calidad literaria y narrativa? Como habréis anticipado con lo dicho hasta ahora, no, honestamente pienso que no lo es, tiene más defectos que virtudes. Nada más empezar, en la introducción que hace la protagonista para presentarse ante el lector, nos dice que va a contar los casos en tercera persona para evitar el "yoísmo". ¿Qué hace a partir de ese momento? Narrar todos los casos en primera persona, y esta incongruencia ya advierte de otras cuantas más que nos vamos a encontrar (tan pronto dice una cosa como dos párrafos después dice la contraria). Se repite mucho y te dice lo mismo varias veces, no te cuenta como averigua las cosas (siempre está con que ese proceso se lo ahorra al lector para no aburrirle y chimpún) y el único caso donde decide desglosar su proceso deductivo pues más vale que no lo hubiera hecho porque bueno, en fin... y luego está lo de la pedantería de decir en cada página que es detective y que además es mujer detective, lo cual es más mejor, y que como es detective sabe esto, aquello, lo de más allá y lo de acullá, porque son cosas que solo los detectives como ella saben, porque ella es detective, ES DETECTIVE (you know)... una y otra vez, hasta el punto de hacerte poner los ojos en blanco. Los casos muchas veces no son casos suyos, son situaciones de las que ha sido testigo o le han contado, pero en los que ni siquiera ha participado, y uno, como ya digo, incluso lo sablea de un caso real famosísimo en la historia criminal de Inglaterra. Es decir, su trabajo como detective en este libro, salvo en dos o tres de los casos, es prácticamente inexistente.
 
¿Desaconsejo su lectura? Creo que un lector que no esté particularmente interesado en la temática o lo que representa este libro, no solo le va a ver todos esos fallos sino que tampoco va a entender qué tiene de especial esta lectura. Pero sí creo que es de lectura obligatoria para quienes gustamos del misterio o la novela detectivesca clásica, porque aunque le vemos las costuras igualmente, es una publicación pionera en este subgénero y pertenece al canon de la novela detectivesca. Como os digo arriba, la protagonista es agente de policía, y además habla de alguna otra compañera que también lo es. Sin embargo esto es algo que Scotland Yard no aceptó hasta 1915 (y la primera detective de policía no llegaría hasta 1918). Teniendo en cuenta que La primera detective se publicó en 1864, Forrester se anticipó más de cincuenta años en cuanto a la aceptación de la mujer en el cuerpo policial inglés, y solo por eso se merece todos mis respetos, su hueco en mi biblioteca y mi aprobado raspado. Pero en cuanto a calidad en general, pues lo que os digo, va justito y con sifón y hay que reconocerlo por mucha pena que dé: no quiero que os acerquéis a este libro con falsas expectativas. Y os diría que esto es una opinión subjetiva, pero los fallos a los que he aludido yo creo que son muy objetivos. Si este libro ha pasado a la historia de la literatura es por la premisa que ofrece, por ser precursora a la hora de usar como protagonista a una mujer investigando (inédito hasta la fecha en que fue publicado) y la anticipación en el tiempo con respecto a la incorporación de la mujer en ciertos grados dentro de la policía... pero por su calidad literaria, no.

A ver, me leo y parece una opinión un poco negativa, y no lo es... no del todo, al menos, que aunque no lo parezca está hecha con cariño (de verdad, prometido). Me parece una lectura floja, pero aconsejo leerlo si os interesa el subgénero detectivesco, os empapáis de todo lo que se os cruza por delante sobre el tema y queréis descubrir uno de sus precursores con una mujer como protagonista. Si no es el caso, si todo esto os da igual, os lo podéis ahorrar, sinceramente. Este sería el resumen xD.







Andrew Forrester (Londres, 1832-ca. 1909) fue el seudónimo de James Redding Ware, prolífico dramaturgo, periodista y autor de exitosas novelas detectivescas.