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miércoles, 12 de mayo de 2021

RESEÑA (by MH) ::: REBECCA - Daphne du Maurier


 

Título original: Rebecca
Autora: Daphne du Maurier
Editorial: Galaxia Gutenberg + Círculo de Lectores
Traducción: Fernando Calleja Gutiérrez
Páginas: 480 
Fecha publicación original: 1938
Fecha esta edición: 2009
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: descatalogada (disponible en otras ediciones)
Imagen de cubierta: Fotograma de la adaptación cinematográfica de Rebecca (Alfred Hitchcock, 1940)



«Anoche soñé que volvía a Manderley.» Con esta frase Daphne du Maurier nos introduce en el universo de una mansión en apariencia idílica, con rosaledas y caminos bordeados de rododendros, y praderas que terminan en una pequeña cala. Es la casa de Maxim de Winter, en la que vivía con su esposa Rebecca hasta que ésta murió ahogada en el mar y a la que ahora regresa con su nueva e inocente mujer. Ésta pronto descubrirá, sin embargo, que Manderley no es el mundo perfecto que ella cree: allí vive también la inquietante señora Danvers, el ama de llaves, quien no sólo no acepta a la joven, sino que constantemente le recuerda la figura de Rebecca, la única e insustituible señora De Winter. Rebecca, la encantadora, inteligente y segura Rebecca, cuyo rastro está presente en todas las habitaciones, en cada jarrón, en cada cuadro, en los membretes del papel de cartas. Rebecca, la criatura más hermosa del mundo. Rebecca, la presencia que recorre Manderley y el eco de cuya risa resuena aún en los pasillos cerrados de la casa. Una risa que en el fondo, oculto entre los pliegues de su sonido cristalino, esconde el sabor amargo de los secretos inconfesables.
 
Desde su publicación, hace ya setenta años, Rebecca no ha dejado de cautivar a generaciones de lectores, fenómeno al que no fue ajeno su magnífica adaptación cinematográfica. Du Maurier logra retratar la psicología de sus atormentados personajes con precisión quirúrgica y recrea una inquietante y malsana atmósfera en esta obra maestra, convertida en uno de los más logrados ejemplos de novela gótica del siglo xx.
Uno de mis propósitos lectores para este año es
releer muchos de mis clásicos adorados (si son tochos mejor), esos que ya he leído y a los que no vuelvo más a menudo porque no me da la vida. Sí, tengo muchos pendientes inéditos, pero si la cabeza me pide releer algo, lo voy a releer sin darle más vueltas aunque sea a capítulo por día y que me dure el libro lo que tenga que durar... y eso estoy haciendo desde hace unos meses. Son libros que por regla general no voy a traer por aquí (quiero leerlos para mí, no pensando en lo que voy a contar sobre ellos...), y una de las pocas excepciones a esta regla es la novela que hoy os traigo: Rebecca, de Daphne du Maurier. La razón de hacer una excepción con ella es muy sencilla: son ya cinco las ocasiones en las que os hemos pedido a través de los sorteos de aniversario del blog que nos digáis qué lecturas queréis ver reseñadas en Netherfield, y no exagero si os digo que Rebecca ha sido propuesta en casi todas esas ocasiones, así que al final me he animado. La leí por primera vez en inglés en mi adolescencia, desde entonces han sido ya otras tres veces más las que he visitado Manderley, y sigue pareciéndome una novela maravillosa.
 
La protagonista de la historia, de la que nunca conocemos el nombre salvo alguna alusión a que resulta peculiar, tiene 21 años y está en Montecarlo acompañando a la señora Van Hopper. Huérfana y sin familia, ejerce como su dama de compañía hasta que aparece Maxim de Winter en el mismo hotel en el que se alojan. Maxim es famoso por su propiedad, Manderley, y por ser viudo desde hace unos meses de su mujer, Rebecca. A pesar de su caballerosidad se muestra hosco, burlón, reservado y propenso a la ironía, y no parece tolerar demasiado bien la hipocresía que dictan las etiquetas sociales, por lo que huye de la compañía de la gente... a excepción de la de nuestra humilde jovencita. Cuando Maxim le propone casarse con él, ella no duda en aceptarlo, y mientras pasan su luna de miel en Europa todo parece ir a las mil maravillas... pero su llegada a Manderley lo cambia todo. No sabe cómo ser la señora de una casa como esa, le superan todas las cosas que todo el mundo da por hecho que debe hacer y de las que ella no tiene la más mínima idea; la señora Danvers, ama de llaves de la mansión, se muestra hostil desde el primer momento, y todo el mundo no hace más que repetir lo diferente que es de Rebecca y lo fascinado que esta tenía a todo el mundo, incluido su marido. Rebecca, Rebecca, Rebecca... y si la protagonista lo piensa detenidamente, Maxim jamás le ha dicho que está enamorado de ella, ¿verdad? La nueva señora de Winter empieza a obsesionarse con su antecesora en el puesto, y eso que todavía no sabe lo que está por venir. 
¡Allí estaba Manderley! ¡Nuestro Manderley!
Ahora que me siento a hablaros del libro, sinceramente creo que no tengo mucho que aportar (que es una de las razones por las me veis hablar muy poco sobre clásicos universales archimegaconocidos). Se ha hablado tanto sobre Rebecca, hay tantísimas opiniones disponibles para quien quieras leerlas o verlas, que no sé qué puedo deciros que marque una mínima diferencia (pista: nada). Sí, os voy a dar mi opinión, obviamente, pero no va a diferir de montones de opiniones ya dadas con anterioridad. En definitiva, que no sé muy bien qué os voy a contar, y que sea lo que sea lo voy a ir separando en ¿secciones? No sé cómo llamar a esta cosa que estoy escribiendo sobre la marcha. Poneos cómodos con unas aceitunillas, unas papas y una cervecita bien fría (que dicho sea de paso, menudo asco de calor hace ya).

Rollo macabeo 1. ¿Qué me fascina de
Rebecca?
Podría deciros que todo, pero quedaría muy simplista, así que allá vamos.
 
Su ambientación, que ya deslumbra desde ese primer capítulo que solo adquiere pleno significado cuando termina el libro y que conviene releer al finalizar la lectura para comprenderlo en toda su magnitud. Misterio, suspense, toques góticos y una narración sugestiva con escenas simplemente magistrales. El ritmo narrativo, que va de menos a más, a mucho más, dando una lección maestra del manejo del suspense: comienza de una manera tranquila poniendo todos los peones sobre el tablero para, una vez acomodados en Manderley, empezar a establecer un círculo alrededor de una trama que se nos mantiene oculta pero que de vez en cuando abre pequeñas ventanas para que el lector vaya atisbando a través de ellas; y llega un punto que ese círculo decide que ya está bien, que ya vale de dejar al lector sentado en la silla estudiando la situación, y el círculo comienza a apretar, a apretar, a apretar... y no puedes dejar de pasar las páginas hasta el final para ver cómo estalla esa trama ante la imposibilidad de soportar la presión de ese cerco. La señora Danvers, personaje creepy donde los haya y que la literatura no ha dejado de copiar, emular, imitar y reinventar desde que vio la luz. Esta señora protagoniza algunas de las escenas más memorables del libro, y sin ella nada sería igual en esta historia. Ojalá pudiera hablaros de algunas de esas escenas. No puedo. Maxim de Winter, y esto puede sorprender porque quizás es el personaje accesorio, el nexo de unión entre las dos señoras de Winter que resulta un misterio para el lector durante buena parte del libro. No es un gran personaje de cara al lector pero es un personaje determinante para el modo en que lo percibe todo la protagonista, y en esa construcción ambigua, fría y opaca está toda su genialidad. Y como de la propia protagonista os hablo después, no puedo dejar de nombrar aquí a Rebecca. Emulando a Shrek (profunda que es una), Rebecca tiene tantas capas como una cebolla, y el modo en que esa cebolla va perdiendo sus capas conforme avanzan las páginas es una genialidad que Du Maurier se sacó de la manga, porque además nunca sabes quién va a ser el personaje que en cada momento va a usar el cuchillo para ir haciendo la escabechina. Rebecca no necesita estar presente para ser la dueña de la función.

Rollo macabeo 2. El punto de vista narrativo, uno de los grandes logros del libro (y sé que en esto muchos lectores no estarán de acuerdo. pero para eso estoy en mi casa: para dar mi opinión).
 
Daphne du Maurier era una maestra al crear los puntos de vista desde los que narraba sus libros, y el del personaje principal de Rebecca no iba a ser menos. Ay, este pajarillo asustado jamás ganaría un premio a la autoestima. Todo lo vemos a través de sus ojos, tanto lo que hacen y dicen los demás como sus propias interacciones con el resto de personajes, por no hablar de su percepción personal sobre todo lo que ocurre a su alrededor. A sus 21 años habla de sí misma como si fuese una cría, no le gusta su pelo, no le gusta su aspecto, no tiene experiencia en la vida, no tiene conversación, es demasiado tímida, viste muy mal... Si a una mujer así, demasiado joven, inmadura e impresionable, la meten en una mansión como Manderley, eje central de la vida social de la zona durante generaciones, y todo el mundo nada más verla suelta lo de "¡No te pareces nada a Rebecca!", con tono estupefacto, lo normal es que te obsesiones por saber cómo era la tal Rebecca y que te pongas a preguntar e indagar. ¿Qué descubre? Pues que si no quería taza, se va a atragantar con dos. Rebecca era la mujer más hermosa que jamás se hubiese visto, alta, delgada, elegante, fascinante, simpática, inteligente, afectuosa, amada por todos, deseada por todos, el centro de las miradas allá donde iba... ¿cómo no se va a poner nuestra prota a la defensiva? No tiene armas con las que luchar (y si las tiene no sabe usarlas), le gustaría ser mayor y tener más mundo, y encima no se siente segura del amor de Maxim y está convencida de que la compara continuamente con Rebecca... La protagonista nace con la piedra atada a los pies desde el principio, la autora hace toda una declaración de intenciones titulando al libro con el nombre de su rival y negándole a ella su propio nombre, y su misión durante todo la novela es encontrar el modo de sobreponerse a un entorno que le intimida para encontrarse a sí misma y sacar tarde o temprano a la señora de Winter que debe ser, da igual si la lleva dentro innata o no.
 
Rollo macabeo 3. Pegas de otros lectores al libro
(que no son en absoluto las mías) al hilo de la protagonista.
 
Una de las cosas que creo que menos gusta a muchos lectores de este libro es precisamente la protagonista principal. No la soportan, les parece tan tontorrona y tan acomplejada que no conectan con ella, y yo me pregunto: si la protagonista no fuera así, ¿tendríamos historia? ¿De qué serviría que tuviese una fuerte personalidad y una gran confianza en sí misma para el propósito de la narración? Si nuestra aquella-que-no-tiene-nombre fuera diferente, llegaría a la casa y se comería a la Danvers, a los criados y a todo el que se le pusiera por delante con papas, que para eso es la nueva señora de Winter... pero es que entonces Rebecca como novela no tendría razón de ser. Necesitamos a una protagonista insegura que dude de sí misma y se hunda bajo el peso del fantasma y el recuerdo de su antecesora en el puesto. Necesitamos a una protagonista tan atemorizada de meter la pata en su nueva posición social que tenga hasta miedo de hablar con los criados. Necesitamos a una protagonista tan inmadura que rompa una figura y esconda los pedazos en un cajón como si fuera una cría pequeña para que no se entere nadie. Estamos dentro de su cabeza toda la narración, sabemos que es solo una muchacha que iba para dama de compañía y de repente se encuentra ejerciendo de señora de una mansión cuando sigue usando sus bragas remendadas y no sabe ni peinarse con algo de gracia, teniendo que lidiar encima con el recuerdo de una mujer pluscuamperfecta que no tiene la más mínima intención de esfumarse. ¿Resulta exasperante a veces! ¡Sí! ¿Es la intención? ¡También! ¡Dadle un respiro! Tiene mucha novela por delante para demostrarle al lector si es capaz de madurar, crecer y superar tanto complejo y tanto miedo.

Rollo macabeo 4. ¿Por qué hay que leer más a Daphne du Maurier? 

O, cambiando la pregunta, ¿por qué no se lee más a Daphne du Maurier? Esta autora ha tenido que cargar durante mucho tiempo con el sambenito de escritora de segunda por el mero hecho de dedicar la mayor parte de su obra a los géneros de misterio y suspense. Desde hace algunos años esto ha cambiado, muchas mujeres son hoy en día un referente en este mercado literario, pero Du Maurier sigue sin poder escapar del todo de esa burbuja de infravaloración en la que ha estado metida mucho tiempo. Aun así desde hace unos años se está apostando por la recuperación de su obra en castellano, algo que sus lectores entusiastas no podemos más que agradecer de corazón. Que pase de ser una autora subestimada a una valorada y apreciada en su justa medida depende en su mayor parte de la posibilidad de acercarse a su obra, y eso es algo que hay que agradecer a editoriales como Alba. ¿Y qué podrán encontrarse los lectores en esos libros? Una prosa elegante, sugestiva, atmosférica, sutil y lúcida; una inteligencia aguda a la hora de crear personajes, meterse en sus cabezas y hacerles pivotar de manera precisa en sus tramas; una capacidad extraordinaria para enlazar escenas, detalles, insinuaciones, diálogos... que funcionan como un reloj a la hora de dar sentido a los giros de trama sin que jamás se la pueda acusar de sacarse nada de la manga; y una dedicación absoluta a las ambientaciones de sus novelas, a sabiendas de que su éxito dependía de su singularidad y magnificencia a la hora de coger al lector de la mano y llevarlo hasta el mismo corazón de la historia.

Fin de los rollos macabeos. Diréis que estoy hablando mucho sin contar realmente nada, ¿no? Bien, es la intención, así que antes de que me vaya de la lengua sin darme cuenta, voy finiquitando. Os lo comentaba al principio, son ya cuatro veces con esta las que he leído el libro, he visto otras tantas adaptaciones diferentes, y lo sigo disfrutando igual. Me sigue pareciendo una joya, lo releeré cuantas veces más se tercien, seguirán fascinándome las mismas escenas y seguiré defendiendo la novela porque mi adoración por ella es totalmente genuina. No he tenido tiempo de revisionar la peli de Hitchcock, si no también la hubiese metido y os esperarían otros cuantos párrafos más (grandísima adaptación, por cierto, aunque tiene una diferencia importante y muy concreta con respecto al libro).




Daphne du Maurier nació en Londres en 1907, hija del famoso agente de actores sir Gerald du Maurier y de la actriz Muriel Beaumont, y nieta del artista y escritor George du Maurier. Empezó a escribir historias cortas y artículos con ventiún años, y con veinticuatro publicó su primera novela. Fue una novelista de gran éxito con obras tan conocidas como Rebeca, Posada Jamaica o Mi prima Rachel, muchas de ellas adaptadas al cine. Estuvo casada con el mayor Frederick Browning con el que tuvo tres hijos. Vivió una vida acomodada durante más de veinticinco años en la mansión Menabilly en la costa sur de Cornwall, donde siempre pudo escribir sin preocupaciones. La llenaba de gran orgullo ser el principal sustento económico de su familia. Murió el 19 de abril de 1989.

miércoles, 5 de junio de 2019

RESEÑA (by MB) ::: ROMANTICISMO - Manuel Longares





Título original: Romanticismo 
Autor: Manuel Longares
Editorial: Galaxia Gutenberg
Páginas: 552
Fecha de publicación original: 2001
Fecha esta edición: febrero 2019
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: 23,90 euros
Ilustración de cubierta: Albert Planas





En el reducto burgués del madrileño barrio de Salamanca, a través de tres generaciones de una familia marcadas por un amor inviable, esta novela nos cuenta unos años cruciales de la vida española, tras la muerte del Caudillo y la transformación política que supone.

Que nada cambie o que a todo se le dé la vuelta, es la cuestión que incide como una amenaza en ese barrio conservador en el que la vida se considera inalterable en sus ritos, costumbres y creencias, y donde los acomodados descartan cualquier alternativa.

Casi veinte años después, Galaxia Gutenberg recupera esta novela, que ganó el premio nacional de la Crítica, y que ya en su momento fue considerada una obra maestra. Una novela imprescindible, situada en la estela de la mejor narrativa europea del siglo xx. Esta edición incluye un texto del autor en el que se desvelan algunas claves de su creación.

Romanticismo, de Manuel Longares, es el pasaporte para entrar a ese microcosmos privilegiado y exclusivo donde un grupo de personas, debido a su estatus social aceptado y reconocido, vive en la creencia y en la realidad (también con la deferencia y el respeto) que les otorga ocupar la cúspide de la jerarquía social.
Aquella mañana, en cuanto Arce partió en el descapotable con la camisa azul bajo el abrigo de piel, Pía quedó como electrocutada y ni bajó a la compra ni hojeó el periódico de Caty Labaig ni despertó a Virucha y Goreti ni quso la tila que le traía Wences, sino que se prendió del televisor con la mirada errática y la imaginación trepidante de las noches bélicas.
Y es que la situación no era para menos. El matrimonio formado por José Luis Arce y Pía Matesanz, domiciliado en el barrio de Salamanca, sentía pendular los cimientos de su posición social pues, de una manera o de otra, se avecinaban tiempos de cambios: el Caudillo había muerto, y con él todo un estilo de vida que abogaba por desaparecer o, en el mejor de los casos, transformarse. Esta transformación es la que viviremos junto a los Arce-Matesanz: los cambios y miedos que llegaron después de cerrar el ciclo vital y político del Caudillo que gobernó España durante cuarenta años.

No es raro que Pía se sienta algo indispuesta cuando visiona el entierro, pues todo su mundo conocido, toda esa pasividad e indolencia teñidas de respetabilidad y privilegio, comienzan a desestabilizarse. En esos momentos no las tiene todas consigo: su posición, adscrita o asignada por haber nacido en el seno de una familia adinerada del madrileño barrio de Salamanca, puede verse alterada por los movedizos e inestables tiempos que se avecinan. Ambos, ella y su marido, vivían protegidos y mimados por su riqueza y las relaciones sociales que les otorgaba el sentido de pertenencia de vivir en el barrio en que vivían. Cumplidores de todas las normas sociales, no aspiraban a otra cosa que perpetuar este sentido con sus vástagos: vivir en el ombligo del mundo les había cerrado los ojos o, más bien, cegado metafísicamente a otras realidades o tipo de justicias.

El autor divide la narración en tres partes (Sepulcro de la memoria-Desajustes-Restauración) que nos sirven para recorrer la vida de los protagonistas y la historia de España durante más de tres décadas (si tenemos en cuenta todas las analepsis o escenas retrospectivas que los diferentes personajes protagonizan y que alteran o suspenden de algún modo la cronología de la historia, al tiempo que nos ayudan a entender y comprender los sentimientos y pensamientos de esos mismos personajes).

La novela comienza con la agonía y muerte del Caudillo y con la preocupación de todos aquellos que han sido mimados por su régimen, entre los que se encuentran los Arce-Matesanz que, junto a su hija Virucha, han vivido y todavía viven cómodamente en su piso del barrio de Salamanca. Ellos, que hasta ahora solo se dedicaban a sacar lustre a su clase por medio de rutinas y ritos sociales (que cumplían a rajatabla ante la creencia y la querencia de que si los modificaban sufrirían graves y temibles consecuencias), son testigos de cómo todas estas ceremonias y liturgias se ven totalmente transformadas con el cambio de régimen y quedan, tal y como titula la primera parte del libro, sepultadas en la memoria. 

En cierto modo debe hacerse una retrospección, lanzar una mirada hacia tiempos pasados para evocarlos y recordarlos y así poder asimilar el incierto tiempo presente y futuro. Hay que soltar y dejar ir por mucho que duela, y eso es lo que hacen nuestros protagonistas, quienes se adaptan a los nuevos tiempos sin perder un ápice de brillo social (más bien todo lo contrario). Aplican el dicho de nobleza obliga a la máxima potencia: si hay que cepillarse la indolencia pues se hace, y si hay que tintarse la camisa, también. Todo siempre en interés de la clase y el estatus que los mantiene y sostiene en el rango de los privilegiados y les permite conservar un estilo de vida de influencias y regalías.

Esta es la evolución que vemos en los protagonistas, al tiempo que el autor va introduciendo los diferentes cambios sociales acaecidos durante treinta años en nuestro país. De este modo somos participes de cómo los diferentes personajes se adaptan a esos cambios, y testigos de cómo, en el fondo, no les resultan tan profundos ni desestabilizares. Como dice Panizo, el administrador-contable de los vecinos del barrio de Salamanca donde transcurre la historia:
Ellos y los que les precedían y los que serían educados en sus principios conforme al sistema de una Casa Real, habían convivido con socialistas y derechas democráticas, con el caudillaje, con monárquicos y republicanos, con la dictablanda y con la regencia, con conservadores, liberales y revolucionarios -por abarcar sólo el periodo iniciado desde la fundación del barrio donde se acogían-, y salvo las excepciones lamentadas por sus biógrafos, nadie les había quitado un duro ni un átomo de grasa.
Para que esto sucediera así, estas gentes debían ponerse en movimiento y fluctuar con los nuevos tiempos que se les avecinaban con el fin de protegerse y estabilizarse. Esto mismo hicieron los Arce-Matesanz durante treinta años para seguir perteneciendo a su estatus privilegiado: adaptarse como las mejores de de las especies para, no solo sobrevivir, sino hacerse más grandes si cabe.

Ese proceso de adaptación y restauración es el que Manuel Longares relata magistralmente en Romanticismo, sin duda un manual y una fuente para aquellos que buscan inspiración e ideas. Esta novela no es de esas que se leen y se aparcan en la estantería para acumular polvo y espacio. Todo lo contrario: por su riqueza y profundidad debe ser considerada como un referente de la literatura española de nuestro siglo.

Impresionante.



Manuel Longares nació en Madrid en 1943. Sus tres primeras novelas: La novela del corsé (1979), Soldaditos de Pavía (1984) y Operación Primavera (1992), pertenecen al ciclo experimental titulado La vida de la letra (Galaxia Gutenberg, 2014). La novela siguiente, No puedo vivir sin ti (1995), sirve de transición al ciclo formado por Romanticismo (2001) y Nuestra epopeya (2006). 
 
Sus últimas novelas son Los ingenuos (2013), El oído absoluto (2016) y Sentimentales (2018). Es autor de dos libros de cuentos: Extravíos (1999) y La ciudad sentida (2007) y de uno de relatos, Las cuatro esquinas (2011). Ha traducido el libro de sonetos de J. V. Foix, Sol, i de dol (Solo y dolido, 1993). Premio Nacional de la Crítica por Romanticismo (reeditado por Galaxia Gutenberg en 2019), ha recibido también el Ramón Gómez de la Serna, el NH de relatos, el Francisco Umbral y el premio de los Libreros de Madrid.

lunes, 8 de octubre de 2018

RESEÑA (by MH) ::: LA CANCIÓN HELADA - Linn Ullmann





Título original: Det dyrebare 
Autora: Linn Ullmann 
Editorial: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo 
Páginas: 320
Fecha de publicación: febrero 2014
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Precio: 21 euros 
Diseño de sobrecubierta: Winfried Bährle
 
Una joven desaparece sin dejar rastro en una noche lluviosa de julio. Algunos años más tarde, sus restos son descubiertos por tres niños al desenterrar un tesoro que ellos mismos escondieron en el bosque. La joven, Mille, fue vista por última vez en la lujosa fiesta celebrada por la familia y amigos de Jenny Brodal, para celebrar su 75 cumpleaños.

La desaparición de Mille afecta a todos los que han tenido alguna relación con ella: los que la deseaban, los que la buscaron, los que le dieron la espalda cuando la encontraron llorando, los que la mataron, los que trataron de olvidarla. Poco a poco emerge una historia de amor, confusión y engaño, de vidas secretas y dolorosos apegos.

La canción helada es la historia de lo que llevó a la desaparición de Mille y de lo ocurrido después. De cómo un malestar persistente sigue devorándolo todo a su alrededor. Linn Ullmann escribe acerca de la obsesión, los sueños y la traición, sobre la devoción y la imprudencia, sobre una gran soledad y el intento de reconciliación, sobre la fragilidad del amor y el deseo de expiación.

Cuando miré en Goodreads y vi que este libro tenía casi las mismas puntuaciones de dos estrellas que de cuatro o cinco me eché a temblar, pero tenía muchas ganas de leerlo y tiré p'alante. Y no me arrepiento para nada, me ha gustado mucho. Mucho. Y la narración de la autora me ha dejado con muchas ganas de repetir.

El prólogo comienza el 15 de julio de 2008 en Mailund, hogar de Jenny Brodal, antigua librera y opositora a recaer de manera inminente en el alcoholismo. Ese día Jenny celebra su 75 cumpleaños, se está preparando para ello... aunque malditas las ganas que tiene de celebrar esa fiesta para la que su hija lleva días trabajando. Pero esa noche del 15 de julio ocurrirá algo más importante que la fiesta de cumpleaños: Mille, la niñera de las nietas de Jenny, desaparece, y no vuelve a saberse nada de ella hasta dos años después, cuando su cuerpo es encontrado enterrado en el bosque. Usando la aparición del cuerpo, Ullmann nos retrotrae hasta los días previos al cumpleaños, en los que Mainlund está abarrotado de gente: Siri (hija de Jenny), su marido (Jon), sus dos hijas (Alma y Liv), la niñera de 19 de años de ambas (Mille), e Irma, una mujer de enormes proporciones a quien Jenny salvó de una relación abusiva y que vive desde entonces en Mainlund en calidad de no se sabe muy bien qué. Todos estos personajes orbitan alrededor de la desaparición de Mille, pero la historia de cada uno de ellos, como la de cualquier persona, viene de muy atrás, y la desaparición de la niñera echa sal sobre muchas heridas que hace mucho, mucho tiempo que están abiertas.

Lo principal que hay que tener claro con esta novela es que no es una novela negra ni un thriller. Tiene cierta dosis de misterio porque quieres saber qué pasó con la niñera pero, para que os hagáis una idea, la autora ni siquiera oculta la identidad del asesino. Una vez avanzado un tercio de la historia, cuando menos te lo esperas, como de pasada, la autora te suelta el nombre del asesino y después sigue tan campante con la narración como si tal cosa. No hay investigación policial, no hay detective desesperado por encontrar al culpable. Es decir, que en ningún caso se trata de adivinar o descubrir quién lo hizo, y Ullmann, para que no te quepa duda, deja eso resuelto a las primeras de cambio y se lo quita de encima. Sí, al final sabemos qué le ocurrió a Mille, cómo, por qué (si es que existe un por qué), pero no vamos a la caza del asesino, porque, en lo que concierne al lector, el asesino está más que localizado e identificado.

¿Entonces de qué va La canción helada? Linn Ullmann usa la desaparición como excusa para sumergirse en la historia de esta familia con sus desdichas, sus traumas del pasado, sus problemas del presente y su incapacidad absoluta para gestionarlo todo.

Por un lado está el matrimonio de Jon y Siri. Jon se convirtió hace años en un escritor de éxito con una trilogía de la que solo llegó a entregar los dos primeros volúmenes: el tercero ni está ni se le espera. Jon pasa los días vagueando frente al portátil sin escribir nada, sin aportar un duro a la economía familiar y perdido en quehaceres que, por decirlo de algún modo, no corresponden a un buen marido. Siri es cocinera, pero ahora regenta dos restaurantes entre los que reparte su tiempo como puede porque son el único sustento de la familia. Desconfía de Jon en muchas cosas, demasiadas para que yo las ponga por aquí (no debo hacerlo, en cualquier caso); hace tiempo que ni siquiera duermen juntos, y encima está su madre, Jenny, una persona extraña que la rechaza sistemáticamente desde que era una niña. Por otro lado está Alma, la hija mayor, que tiene comportamientos cada vez más raros, agresivos y antisociales en la escuela. Siempre ha sido una niña peculiar, pero desde la desaparición de Mille algo le pasa que sus padres no acaban de comprender. Mille es un personaje que pulula por la narración y que la autora no descuida: sabe el poder que ejerce en los hombres, y al mismo tiempo es solo una niña confiada a la que le gusta hacer fotos a la gente cuando no le ven y que percibe (o cree percibir) la atracción de Jon y la hostilidad de Siri. También desde esa noche fatídica algo le ocurre a Jenny, aunque, en realidad, Jenny nunca ha sido la madre ideal, ni la suegra ideal, ni la abuela ideal. Más bien lo contrario: Jenny ha sido siempre una mujer desagradable que se tornó en odiosa tras una desgracia familiar, y Siri siempre ha tocado pared fría cuando ha extendido su mano hacia ella.
Se movían cada uno por los dominios del otro haciendo como si nada. Él no decía nunca nada. Ella no decía nunca nada. Tal vez fuera una manera de dialogar.
Con semejante panorama, queda claro que la desaparición de Mille solo es el punto de partida para meternos en las cabezas de estos personajes (Mille incluida). La narración base se traslada a unos días antes de la desaparición y se extiende dos años hasta la aparición del cadáver, pero en realidad oscila en el tiempo a conveniencia y se va atrás los años que necesita cada vez que quiere contarnos algo importante o relevante. Está narrado en tercera persona pero desde el punto de vista de casi todos los personajes, y la forma de narrar ha sido quizás lo que más me ha gustado de la historia. Los capítulos son momentos, escenas, de la vida de esta familia, que componen un fresco en los que el cuadro perfecto se degrada y se agrieta por mil razones y por ninguna; por todo y por nada; por lo mucho que se dice pero todavía más por lo que se calla. Y las frases que componen esos capítulos son directas, afiladas, tan pronto muy cortas como muy largas, otras se repiten como se repiten los pensamientos que nos obsesionan, y todo tiene un estilo propio que diferencia a la autora y singulariza la prosa. Se lee fácil: lo que cuenta no lo es. 

No os puedo contar mucho más porque es un libro para leerlo sin saber los muchos secretos que esconden los personajes, las muchas heridas sin cerrar que acarrean, la desconfianza con que se miran unos a otros, la desidia a la que no ponen freno desde hace años... y no, tampoco os puedo dar ni una sola pista sobre el asesinato y su autoría, por mucho que Ullmann la suelte así a bocajarro haciendo que el asunto pase casi a un segundo plano (al hilo de la autoría, solo os puedo decir que no deis nada por sentado antes de comenzar la lectura). Puede parecer la historia de una familia podrida sin más, pero los motivos de esa podredumbre es conveniente conocerlos al ritmo, estilo y reglas que impone la autora.

Así pues, en La canción helada somos testigos de cómo una niñera desaparece, en una noche de niebla y lluvia, cual Caperucita Roja con su vestido rojo, su chal rojo, su paraguas rojo, camino de las fauces del lobo, donde se queda atrapada buena parte de la novela mientras que atrás quedan muchos personajes quebradizos, hipócritas, miserables, destrozados y desesperados alrededor de los que gira realmente la trama. A mí me ha parecido una obra muy, muy recomendable pero a la que hay que acercarse teniendo muy claro que esto no va de investigaciones policiales ni de detectives con un asesinato por resolver. Esta es la historia de una familia desestructurada a todos los niveles posibles a la que la desaparición de la niñera añade mugre y malas hierbas que pelean por mantener a raya y que, eventualmente, les llevará a realizar una buena limpieza afrontando, por fin, las consecuencias de sus actos, sean cuales sean.


Linn Ullmann, nacida en Oslo en 1966, es una periodista, columnista y escritora ganadora de varios premios. Licencida por la New York University, ha escrito cuatro novelas que han sido aclamadas por la crítica. 

Hija del cineasta sueco Ingmar Bergman y la actriz Liv Ullmann, vive en Oslo, su ciudad natal, con su familia.