Título original: Winter
Autor: Christopher Nicholson
Editorial: Gatopardo
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Páginas: 300
Fecha de publicación: noviembre 2017
Encuadernación: rústica con sobrecubierta
Precio: 19,95 euros
Ilustración de cubierta: Cottage in Dorset
Diseño de cubierta: Rosa Lladó
Ilustración de cubierta: Cottage in Dorset
Diseño de cubierta: Rosa Lladó
Una mortecina mañana del mes de noviembre, el anciano escritor Thomas
Hardy y su esposa, Florence, esperan en su casa de campo la visita de
Gertrude, la actriz principal de una adaptación amateur de la novela de
Hardy, Tess, la de los d’Urberville. Sin embargo, la llegada de
esta hermosa y joven actriz de teatro pronto perturbará el equilibrio
de sus recluidas vidas campestres.
En esta novela, ambientada en la década de los años veinte, Christopher Nicholson realiza un sutil retrato psicológico de la relación que se estableció (con motivo de la primera adaptación inglesa de Tess), entre el escritor Thomas Hardy, ya en la vejez, su esposa Florence Dugdale y la actriz de teatro Gertrude Bugler. Hardy había dicho en numerosas ocasiones que la joven Gertrude era la verdadera encarnación de la Tess que él había imaginado, lo que despertó los celos de su mujer.
Nicholson reflexiona sobre el amor y el deseo, pero también sobre sus esperanzas y decepciones.
En esta novela, ambientada en la década de los años veinte, Christopher Nicholson realiza un sutil retrato psicológico de la relación que se estableció (con motivo de la primera adaptación inglesa de Tess), entre el escritor Thomas Hardy, ya en la vejez, su esposa Florence Dugdale y la actriz de teatro Gertrude Bugler. Hardy había dicho en numerosas ocasiones que la joven Gertrude era la verdadera encarnación de la Tess que él había imaginado, lo que despertó los celos de su mujer.
Nicholson reflexiona sobre el amor y el deseo, pero también sobre sus esperanzas y decepciones.
El mes pasado os traje la reseña de La mecanógrafa de Henry James, en la que el propio autor era uno de los protagonistas del libro. La novela que os traigo hoy, Invierno, sigue la misma dinámica, solo que en esta ocasión es el escritor Thomas Hardy el que forma parte del grupo de personajes. Aun así, son novelas totalmente diferentes, y la visión que se da de ambos autores también difiere mucho.
Estamos en 1924. El matrimonio Hardy vive en Max Gate, una apartada casa de campo en Dorchester, en el condado de Dorset. Esa casa de campo es el mayor orgullo de Thomas Hardy, la ha construido gracias a su exitosa carrera como novelista, pero su esposa Florence no es de la misma opinión. Tiene muchos problemas, tanto de salud como anímicos, y cree que buena parte de ellos se deben a lo sombrío y apartado de ese lugar. Hardy cuenta ya con 84 años, pero su vitalidad y energía son las de un hombre mucho más joven; Florence cuenta con casi la mitad de años que él (es su segunda esposa), y a veces parece más anciana que su marido... aunque sus quejas y lamentaciones no siempre carecen de fundamento.
Al señor Hardy siempre le han gustado las jovencitas hermosas; ya se fijó (y cortejó) en Florence cuando todavía estaba casado con su primera mujer, Emma, y ahora sus pensamientos vuelan constantemente hacia Gertrude Bugler, la jovencísima (y casada) actriz aficionada de apenas 25 años que suele interpretar sus personajes femeninos en el teatro de una localidad vecina. Florence teme que se repita la historia, que Gertrude interprete el papel que ella misma interpretó en su momento en el primer matrimonio de Hardy... y sobre este triángulo amoroso de personalidades complejas y llenas de aristas se asienta Nicholson para contarnos una historia ya conocida por los seguidores del autor, pero desde un punto de vista muy particular.
Estamos en 1924. El matrimonio Hardy vive en Max Gate, una apartada casa de campo en Dorchester, en el condado de Dorset. Esa casa de campo es el mayor orgullo de Thomas Hardy, la ha construido gracias a su exitosa carrera como novelista, pero su esposa Florence no es de la misma opinión. Tiene muchos problemas, tanto de salud como anímicos, y cree que buena parte de ellos se deben a lo sombrío y apartado de ese lugar. Hardy cuenta ya con 84 años, pero su vitalidad y energía son las de un hombre mucho más joven; Florence cuenta con casi la mitad de años que él (es su segunda esposa), y a veces parece más anciana que su marido... aunque sus quejas y lamentaciones no siempre carecen de fundamento.
Al señor Hardy siempre le han gustado las jovencitas hermosas; ya se fijó (y cortejó) en Florence cuando todavía estaba casado con su primera mujer, Emma, y ahora sus pensamientos vuelan constantemente hacia Gertrude Bugler, la jovencísima (y casada) actriz aficionada de apenas 25 años que suele interpretar sus personajes femeninos en el teatro de una localidad vecina. Florence teme que se repita la historia, que Gertrude interprete el papel que ella misma interpretó en su momento en el primer matrimonio de Hardy... y sobre este triángulo amoroso de personalidades complejas y llenas de aristas se asienta Nicholson para contarnos una historia ya conocida por los seguidores del autor, pero desde un punto de vista muy particular.
Creo que podría decirse que aunque el principal reclamo para este libro es Hardy, la verdadera protagonista de la historia es su esposa, Florence, una mujer sobre la que se ha vertido mucha tinta (de la mala), y que el propio biógrafo de Thomas Hardy dejó a la altura del betún. La Florence que Nicholson compone no es perfecta, tiene muchos defectos, pero tampoco cuesta entender algunas de sus reacciones en vista del trato que recibe de su esposo... porque no, en Invierno no vamos a encontrarnos con una oda a mayor gloria de un autor tan magnífico como Thomas Hardy: todo lo contrario, a ratos (muchos ratos) te cae mal. Digamos que Nicholson intenta darle su lugar a Florence, dando a entender que ni tan bueno era su marido ni tan mala era ella, y bajar así del pedestal humano (que no divino, que su labor como literato es incuestionable) a Thomas Hardy.
Así, aunque Florence se queja y se lamenta de que su marido no está enamorado de ella, aunque intuimos que es un tanto hipocondríaca y con ciertos altibajos emocionales, aunque nos damos cuenta de que es celosa, insegura, que se siente fea e infravalorada... sinceramente hay ocasiones en que no podemos reprochárselo. Hardy en esta novela se nos presenta como un octogenario muy consciente de su fama y de su importancia (incluso fantasea con los famosos que irán a su funeral), que venera en la muerte a una primera esposa a la que sin embargo trató fatal en vida, y que ahora le ha dado por Gertrude Bugler. El enamoramiento por esta actriz es más que evidente, le escribe poemas, montones de poemas, piensa en ella constantemente, y el cinismo con el que trata el tema con su mujer, como si solo fuesen imaginaciones suyas, te hace ponerte siempre del lado de Florence.
La novela tiene tres tipos de narrador: uno en tercera persona (que es el que sigue casi siempre a Thomas Hardy), y dos en primera persona (Florence Hardy y, en un par de ocasiones, Gertrude Bugler). El efecto que consigue es muy evidente. Tenemos capítulos enteros en los que nos adentramos en la personalidad del escritor, pero son los capítulos narrados por la propia Florence los que nos abren la ventana hacia el mundo interior de una mujer que antes de casarse con Hardy tenía muchas aspiraciones, que quería ser escritora, que era profesora y amaba su profesión, pero que, precisamente por esas ambiciones, y encandilada por la posibilidad de casarse con el escritor más famoso de Inglaterra en aquel momento, quizás cometió el mayor error de su vida al unirse a él. Es honesta en lo que cuenta, parcial porque para eso es su punto de vista, pero la comprendes, sabes en qué momento de su vida está, percibes sus miedos y te duelen los desmanes de su marido, que son muchos y variados a lo largo de la narración.
Resulta admirable la manera en que Nicholson narra la rutina de un matrimonio como este, en el que salvo el desayuno, el almuerzo, la cena y la posterior sobremesa, en la que invariablemente Florence debe leer en voz alta a su marido (mientras él se pone a pensar en cualquier otra cosa, dicho sea de paso), son escasas las ocasiones en que comparten algún momento juntos. Cuando lo hacen, casi siempre hablan de las mismas cosas: Gertrude y su talento (inexistente para Florence, maravilloso para Hardy), la salud de Florence (muy delicada para ella misma, de interés inexistente para su marido), o los árboles que rodean el edificio, que ejemplifican a la perfección el leitmotiv de este matrimonio: Florence se ahoga con su presencia y quiere podar unos cuantos, quiere darle otro aire a la casa, quiere vida y que entre el sol, y a Hardy le importa un comino cómo se siente su esposa porque los sentimientos de esos árboles son para él mucho más importantes... o simplemente porque él se ve reflejado en esos árboles viejos, tan viejos como él, y no quiere que nadie los toque (igual que no quiere electricidad en la casa, ni le gusta el teléfono, ni quiere comprar un coche...). Hardy vive anclado en el pasado, le gustaban las cosas tal y como eran en el siglo XIX, y Florence se ahoga en la vida que para ella ha construido su marido.
Y a todo esto, ¿qué tiene que decir Gertrude en toda esta historia? Pues Gertrude dice poco, y en base a lo poco que dice, a mí me ha parecido un lobo con piel de cordero. Se vende muy bien al lector, pero no la he creído ni por un momento tan inocentona como ella quiere hacernos creer que es, sobre todo si hacemos caso a una frase en concreto de la que recibimos dos versiones, una suya y otra diferente, con otro matiz, por parte del narrador omnisciente... no me la creo cuando dice que no sabía de la adoración de Thomas Hardy. Pero es su voz, y está en su derecho de mostrarse como ella quiera. Que el lector comulgue con lo que dice o no es otra cosa.
Como veis no estamos ante una novela con giros sorprendentes ni una trama impactante, ni falta que hace. Thomas Hardy, con 84 años, se ha enamorado de una veinteañera, y su mujer, que no es tonta, se da cuenta y nos narra desde su punto de vista cómo es el día a día con una celebridad como él, que ofrece una cara amable e ingeniosa al mundo, pero que con ella, en la intimidad, se muestra frío, insensible y ausente. A veces el lector se pregunta por qué se casó Hardy con Florence, pues no parece haber estado nunca realmente enamorado de ella.
Todo esto podría parecer una historia demasiado sencilla que transita sobre senderos ya conocidos, pero os aseguro que no es así, y buena culpa la tiene la prosa del autor y su construcción de los personajes. No solo escribe elegante y bonito, sin imposturas ni maniqueísmos, sino que dibuja y perfila a los personajes con trazos vivos y minuciosos. Cierras el libro teniendo una idea precisa sobre cada uno de ellos y las emociones y sentimientos que mueven sus pasos. Todos ellos son imperfectos, y en el caso del matrimonio Hardy ni siquiera buscan encandilar o engatusar al lector, y en esa honestidad con la que son expuestos radica el éxito de una narración con tintes nostálgicos entre los que se cuelan destellos de rebeldía, inconformismo, amor, deseo, anhelos, ilusiones y miedos.
Invierno es, básicamente, una historia de personajes, intimista y sentimental. A quien no le gusten estos ingredientes en una novela, mejor que escoja otra cosa. Quien sí los disfrute, que no pierda tiempo y se haga con ella. Encima está basada en los hechos reales que ocurrieron en torno al estreno amateur de la adaptación al teatro de Tess de los d'Urberville en el año 1924. El enamoramiento de Hardy por Gertrude Bugler es verídico, los celos de Florence Hardy hacia la propia Gertrude se dice que también lo son, y la maravillosa forma que tiene de narrarlo el autor hace el resto. Muy recomendable, como todo lo que publica esta editorial. Gatopardo tiene una varita mágica asombrosa para escoger buenas historias.
Así, aunque Florence se queja y se lamenta de que su marido no está enamorado de ella, aunque intuimos que es un tanto hipocondríaca y con ciertos altibajos emocionales, aunque nos damos cuenta de que es celosa, insegura, que se siente fea e infravalorada... sinceramente hay ocasiones en que no podemos reprochárselo. Hardy en esta novela se nos presenta como un octogenario muy consciente de su fama y de su importancia (incluso fantasea con los famosos que irán a su funeral), que venera en la muerte a una primera esposa a la que sin embargo trató fatal en vida, y que ahora le ha dado por Gertrude Bugler. El enamoramiento por esta actriz es más que evidente, le escribe poemas, montones de poemas, piensa en ella constantemente, y el cinismo con el que trata el tema con su mujer, como si solo fuesen imaginaciones suyas, te hace ponerte siempre del lado de Florence.
La novela tiene tres tipos de narrador: uno en tercera persona (que es el que sigue casi siempre a Thomas Hardy), y dos en primera persona (Florence Hardy y, en un par de ocasiones, Gertrude Bugler). El efecto que consigue es muy evidente. Tenemos capítulos enteros en los que nos adentramos en la personalidad del escritor, pero son los capítulos narrados por la propia Florence los que nos abren la ventana hacia el mundo interior de una mujer que antes de casarse con Hardy tenía muchas aspiraciones, que quería ser escritora, que era profesora y amaba su profesión, pero que, precisamente por esas ambiciones, y encandilada por la posibilidad de casarse con el escritor más famoso de Inglaterra en aquel momento, quizás cometió el mayor error de su vida al unirse a él. Es honesta en lo que cuenta, parcial porque para eso es su punto de vista, pero la comprendes, sabes en qué momento de su vida está, percibes sus miedos y te duelen los desmanes de su marido, que son muchos y variados a lo largo de la narración.
Resulta admirable la manera en que Nicholson narra la rutina de un matrimonio como este, en el que salvo el desayuno, el almuerzo, la cena y la posterior sobremesa, en la que invariablemente Florence debe leer en voz alta a su marido (mientras él se pone a pensar en cualquier otra cosa, dicho sea de paso), son escasas las ocasiones en que comparten algún momento juntos. Cuando lo hacen, casi siempre hablan de las mismas cosas: Gertrude y su talento (inexistente para Florence, maravilloso para Hardy), la salud de Florence (muy delicada para ella misma, de interés inexistente para su marido), o los árboles que rodean el edificio, que ejemplifican a la perfección el leitmotiv de este matrimonio: Florence se ahoga con su presencia y quiere podar unos cuantos, quiere darle otro aire a la casa, quiere vida y que entre el sol, y a Hardy le importa un comino cómo se siente su esposa porque los sentimientos de esos árboles son para él mucho más importantes... o simplemente porque él se ve reflejado en esos árboles viejos, tan viejos como él, y no quiere que nadie los toque (igual que no quiere electricidad en la casa, ni le gusta el teléfono, ni quiere comprar un coche...). Hardy vive anclado en el pasado, le gustaban las cosas tal y como eran en el siglo XIX, y Florence se ahoga en la vida que para ella ha construido su marido.
Y a todo esto, ¿qué tiene que decir Gertrude en toda esta historia? Pues Gertrude dice poco, y en base a lo poco que dice, a mí me ha parecido un lobo con piel de cordero. Se vende muy bien al lector, pero no la he creído ni por un momento tan inocentona como ella quiere hacernos creer que es, sobre todo si hacemos caso a una frase en concreto de la que recibimos dos versiones, una suya y otra diferente, con otro matiz, por parte del narrador omnisciente... no me la creo cuando dice que no sabía de la adoración de Thomas Hardy. Pero es su voz, y está en su derecho de mostrarse como ella quiera. Que el lector comulgue con lo que dice o no es otra cosa.
Como veis no estamos ante una novela con giros sorprendentes ni una trama impactante, ni falta que hace. Thomas Hardy, con 84 años, se ha enamorado de una veinteañera, y su mujer, que no es tonta, se da cuenta y nos narra desde su punto de vista cómo es el día a día con una celebridad como él, que ofrece una cara amable e ingeniosa al mundo, pero que con ella, en la intimidad, se muestra frío, insensible y ausente. A veces el lector se pregunta por qué se casó Hardy con Florence, pues no parece haber estado nunca realmente enamorado de ella.
Todo esto podría parecer una historia demasiado sencilla que transita sobre senderos ya conocidos, pero os aseguro que no es así, y buena culpa la tiene la prosa del autor y su construcción de los personajes. No solo escribe elegante y bonito, sin imposturas ni maniqueísmos, sino que dibuja y perfila a los personajes con trazos vivos y minuciosos. Cierras el libro teniendo una idea precisa sobre cada uno de ellos y las emociones y sentimientos que mueven sus pasos. Todos ellos son imperfectos, y en el caso del matrimonio Hardy ni siquiera buscan encandilar o engatusar al lector, y en esa honestidad con la que son expuestos radica el éxito de una narración con tintes nostálgicos entre los que se cuelan destellos de rebeldía, inconformismo, amor, deseo, anhelos, ilusiones y miedos.
Invierno es, básicamente, una historia de personajes, intimista y sentimental. A quien no le gusten estos ingredientes en una novela, mejor que escoja otra cosa. Quien sí los disfrute, que no pierda tiempo y se haga con ella. Encima está basada en los hechos reales que ocurrieron en torno al estreno amateur de la adaptación al teatro de Tess de los d'Urberville en el año 1924. El enamoramiento de Hardy por Gertrude Bugler es verídico, los celos de Florence Hardy hacia la propia Gertrude se dice que también lo son, y la maravillosa forma que tiene de narrarlo el autor hace el resto. Muy recomendable, como todo lo que publica esta editorial. Gatopardo tiene una varita mágica asombrosa para escoger buenas historias.
Christopher Nicholson (Londres, 1956). Creció en Surrey y se educó en la Tonbridge School en Kent. Después de la universidad trabajó en Cornualles para una organización benéfica. Posteriormente fue guionista de radio y productor, y realizó varios documentales, principalmente para el Servicio Mundial de la BBC en Londres. Se casó con la artista y dibujante Catharine Nicholson, que falleció en 2011.
Durante los últimos veinticinco años ha vivido en el campo, entre Wiltshire y Dorset. Además de Invierno (2015) ha publicado tres libros: The fattest man in America (2005), The elephant keeper (2009) y Among the summer snows (2017); estos dos últimos serán publicados próximamente por Gatopardo Ediciones.
No me importaría leerla, tiene muy buena pinta.
ResponderEliminarBesos
Yo la tengo apuntadísima pero es que no llego a todo y aunque la he tenido en las manos un par de veces sigo remolona.
ResponderEliminarUn beso
No puedo más... no puedo más... (ahora estoy llorando desconsolada en silencio)
ResponderEliminarLógicamente me apunto la novela, para variar, y la añado a la lista de novelas a leer y que algún día cumpliré
EliminarxDDDDD
Hola, hola!!
ResponderEliminarA mí me encantó... me lo pasé bomba con Florence, tiene un tono entre sarcástico y ácido... No digo yo que no tuviera razón, pero si al final tu rol consiste en resignarte y quejarte... al final, poco puedes cambiar... Ay!! Sí... esos árboles siniestros y peligrosos para la salud...
;)
!Hola! Una de mis próximas lecturas será La mecanógrafa de Herny James, así que leo con mucho interés tu reseña. De momento me pondré con La mecanógrafa y para más adelante quizá lea este (si mi lista lo permite ;D)
ResponderEliminarUn besito
Vero -Unmomentoparalalectura
Hola guapa, esta no me llama mucho la atención así que es un alivio pasarme por aquí y no llevarme ninguna que tengo muchos pendientes, jeje...
ResponderEliminarUn besazo
¡Ay, es que Gatopardo no publica nada que no me apetezca leer! ¡Qué buenísima pinta!
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegro de que os haya gustado chicas. Me ha cambiado un poco la opinión que tenía respecto a Hardy, pero he de reconocer que este es un libro que merece la pena leer.
ResponderEliminarUn beso :)
Oye, que voy a trompicones con esta novela. No es problema de la novela, es mío que no me centro y no acabo de entrar. Pero me he animado leyendo la reseña y a ver si por fin tiro. Me gustan mucho los ingredientes y aunque voy por la página 74 Florence ya me cae bien y Hardy no tanto.
ResponderEliminarBesos
Me apetece muchísimo esta novela, me encanta leer y conocer historias reales.
ResponderEliminarBesos
A mí me gusta mucho este tipo de historias, así que ya tenía el libro bien fichadito. Otra cosa es ver cuándo logro colarlo entre tanto pendiente. Grandísima reseña!
ResponderEliminarBesotes!!!
Yo lo anoto, intención de leerlo tengo, ganas no me faltan, pero no me da la vida para más...que el Destino decida!!!! 😅😅😅😅
ResponderEliminarMuy buena reseña!
Besitos cielo 💋💋💋
La tengo bien anotada desde hace un tiempo, pero no sé cuando podré leerla.
ResponderEliminarUn beso ,)
Me atrae mucho, especialmente por ese carácter psicológico e intimista que destacas. Además me parece muy interesante conocer mejor algo de la vida de Hardy, pues me parece un hombre muy interesante por lo que expresa en sus obras. Caerá seguro, espero que pronto ;)
ResponderEliminarBesitos
Anda que Hardy era tonto, jajaja. Mira como no le echó el ojo a una de noventa...En fin, bromas aparte, la verdad es que esta historia me parece interesante y la de La mecanógrafa también pero me da la impresión de que son más pausadas y yo últimamente necesito algo que me enganche mucho, mucho y ahora mismo me da que no son buenas elecciones. Aun así apuntadas quedan que tengo que estrenarme con la editorial.
ResponderEliminarBesos
Había oído hablar de la novela pero creo que es la primera reseña que leo y me parece muy interesante. Desde que bajen. Is pendientes intentaré hacerme con ella. Besinos.
ResponderEliminarNo la conocía, pero me la apunto. Besos
ResponderEliminarEs una novela que si me encontrara no dudaría en leer pero tampoco voy a ir a buscarla ahora mismo.
ResponderEliminarowooowow! que novelaza, con cuantas cosas tan irresistibles..dramas..enfrentamientos, chocheras....jaja Es genial todo lo que cuentas, nos atrapa lo que dices que el señorcete no quiere la modernidad, ni telefono, ni que toque sus arboles, pero desea a una de veinte!! mira tu! llevamos tu valiosa recomendacion, saludosbuhos.
ResponderEliminarComo para no apuntarla. Os ha salido una reseña de dulce. Besos
ResponderEliminarCreo que en esta ocasión me ha gustado más la reseña de lo que me gustaría en realidad la novela. No sé si podría con tanta impostura, con ese matrimonio inexistente y con Hardy en modo viejo verde, por muy bien contada que esté.
ResponderEliminarBesos.
Lo de basada en hechops reales me llama mucho, así que no la descarto. Un besote!
ResponderEliminarPese a la fantástica reseña que has hecho, me has convencido precisamente de que no es de mi estilo, mucho simbolismo y intimismo por lo que veo. Va a ser que no me animo :/
ResponderEliminarNo he leído nada ya no del autor, ojo, ni de la editorial.
ResponderEliminarNo me importaría nada leer este libro.
BEsos.