martes, 31 de marzo de 2020

RESEÑA (by MH) ::: LOS ESPÍAS DE VARSOVIA - Alan Furst





Título original: The Spies of Warsaw  
Autor: Alan Furst
Editorial: Seix Barral
Traducción: José Antonio Soriano  
Páginas: 352
Fecha de publicación: febrero 2009
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,50 euros 
Diseño de cubierta: Astrid Stavro



El combate entre espías siempre precede al estruendo de la artillería. En los albores de la Segunda Guerra Mundial, los agentes de inteligencia franceses y alemanes están enfrentados en una lucha a muerte. Mientras la sombra de la esvástica nazi planea sobre Europa y el crudo invierno de 1937 se acerca a Varsovia, el coronel Jean-François Mercier, un atractivo aristócrata destinado a la embajada francesa, se suma a la lucha.

Durante el día, Mercier se ve envuelto en una red de intrigas, secuestros y venganzas; por la noche, frecuenta los salones diplomáticos, con sus elegantes recepciones y lujosas cenas. En una cita a ciegas, Mercier conoce a Anna Szarbek, una abogada parisina de origen polaco que mantiene una relación con un periodista ruso exiliado. A pesar de las dificultades, Mercier se enamora perdidamente de ella.

Aclamado por la crítica y adorado por el público, Alan Furst evoca con gran belleza e intriga la Europa de la década de 1930. Con Los espías de Varsovia trasciende el género de espías y consigue arrojar luz sobre los aspectos más profundos del alma humana: la duda, la traición, el coraje, el miedo y, ante todo, el amor, lo único capaz de iluminar esos tiempos inciertos. Emocionante, atmosférica, erótica, inolvidable, la mejor novela de «un maestro incomparable» (The New York Times).
Conocía este libro desde hace años gracias a una miniserie de la BBC (os habréis dado cuenta de que esto es una tónica en mi vida... qué haría yo sin la BBC...) protagonizada por mi querido David Tennant (el mejor Doctor Who ever, pero esa es otra historia xD). El caso es que no llegó a mis manos hasta el año pasado que viajé a Polonia, por eso de allá donde fueres, lee algo ambientado allí. Y yo, optimista donde las haya, puse rumbo a Varsovia con mi libro bajo el brazo pensando que iba a leer sobre Varsovia estando en la propia ciudad... ilusa, ya debería saber que cuando se viaja, no se lee. Veinte paupérrimas páginas leí en tierras polacas... hasta ahora. En estos extraños tiempos en que estoy leyendo lo que me pide la cabeza, la cabeza me recuerda los libros más insospechados.

La historia comienza en otoño de 1937. Jean-François Mercier es el agregado militar en la embajada francesa en Varsovia, título que implica casi por definición su calidad de espía. Mercier es un viudo atractivo de cuarenta y tantos años con el cuerpo lleno de cicatrices y una leve cojera regalo de las dos contiendas en las que ha combatido. Está harto de guerras, pero las noticias que van llegando de Alemania no auguran otra cosa: desde su llegada al poder, Adolf Hitler no ha dejado de crear un ejército colosal nunca visto antes en Europa, y además no se esconde: lo pregona, lo publica en sus panfletos, se jacta en sus periódicos propagandísticos... y aunque la red de espionaje no deja de informar al respecto, los judíos huyen con lo puesto hacia otros lares y se hacen incursiones para averiguar qué tácticas o armamento están construyendo los alemanes, parece que los gobiernos europeos no acaban de creérselo: perro ladrador poco mordedor, piensan; no va a ser tan idiota de anunciar tan libremente y con tanta soberbia que va a hundir a Europa en otra guerra... y mientras los grandes mandatarios europeos se miraban el ombligo, el perro atacó y mordió.

Los espías de Varsovia como título no deja lugar a dudas sobre lo que se puede encontrar en su interior. La novela esconde un vals diplomático lleno de pasos a izquierda y derecha donde las ingentes labores de inteligencia se codean con la bulliciosa y constante socialización de las altas esferas en una Varsovia donde los judíos formaban parte imprescindible de la vida social y cultural. Mientras, de fondo, los alemanes están construyendo las mejores carreteras de Europa que les facilitarán el futuro avance y están diseñando tanques a los que no se les ponga nada por delante. No quieren cometer los mismos errores que en la Primera Guerra Mundial, y precisamente esos aires de guerra que no dejan de soplar con una letanía sorda durante toda la novela (y además es algo que se palpa con intensidad, tanto porque el lector ya sabe lo que ocurrió como por el fantástico hacer del autor), contrastan con la inoperancia de los gobiernos europeos, que no fueron capaces de reaccionar ni de interpretar correctamente y a tiempo unas señales evidentes, tal y como se va desgranando a lo largo de la novela.

No es un libro que se deba leer con prisas por pasar páginas si de verdad se quiere exprimir todo lo que cuenta. La vida de Mercier como agregado militar en Varsovia y espía con agentes secretos a su cargo, algunos de esos mismos agentes poniéndole en peligro al asustarse por no saber si han sido descubiertos, espías de otros países con los que confraternizar, misiones en la frontera alemana, viajes a París a informar a sus superiores, una cierta vida amorosa para imbuir la trama con una pizca de glamour... todo eso hace de este libro un entretenimiento estupendo porque Furst es un excelente narrador y usa el tempo perfecto para introducir dosis de buen suspense entre tanto secretismo. Pero (y a esto me refería con lo de exprimir con tranquilidad las páginas) el contexto histórico y político no es menos importante, y aunque no abruma, sí que exige atención si no se quiere leer por leer y se pretende aprender algo en el proceso. A todo esto, no deja de resultar irónico el hervidero de delegaciones europeas que confluían en aquella época en Polonia, tomándola como base de operaciones y chanchullos varios, y lo solo que estuvo luego este país cuando comenzó la contienda: fue el primero en ser atacado por el ejército alemán y en rendirse en septiembre de 1939, nadie acudió en su ayuda. Precisamente se toma ese momento como el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Mercier como personaje te cae bien, y se beneficia de ser el protagonista absoluto de la historia, aunque siempre acompañado de muy buenos secundarios (de los que nos os hablo, hay que descubrirlos en la lectura). Lleva lo suyo a la espalda y , como militar que es, se encuentra más cómodo haciendo trabajo de campo que en las innumerables cenas, recepciones y eventos varios a los que no se debe faltar por cuestiones diplomáticas: en esas reuniones todos se conocen, todos saben a lo que se dedican los demás y todos actúan con una sonrisa como si no lo supieran... si en el proceso se enteran de algo interesante que pueda servir a sus servicios de inteligencia, se dará la velada por buena. Mercier daría lo que fuese por irse a su casa en la campiña francesa, con sus perros y la nada alrededor, para no moverse de allí nunca más; sin embargo, Europa se encuentra en un momento crítico en el que se mira de reojo lo que pasa en Alemania, pero en el que cuando se obtiene información importante, no se le da la importancia que tiene. Mercier es de esos personajes que sabes que no van a ser héroes porque no les van a dejar y porque el momento que viven no es el más propicio: hacen su trabajo, lo hacen bien, pero la ineptitud de los de arriba frustra todo lo que sacrifican los de abajo.

La he disfrutado mucho, en definitiva. Los espías de Varsovia es una novela en la que entras poco a poco y que al final te cuesta soltar: es muy entretenida, trepidante en según qué escenas, fantásticamente ambientada y con un personaje principal que te importa y al que acompañas sin dudarlo de la mano. No soy muy habitual del género de espías pero porque tampoco he puesto mucho empeño, porque lo que leo suele gustarme siempre. He estado mirando y Seix Barral tiene publicados un montón de libros de este autor (toda una eminencia en la literatura de espionaje), así que caerá algún otro... cuando se pueda. 

Y por ir terminando, como sé que a muchos os interesará más la miniserie de la BBC que la novela (xD), aquí os dejo el tráiler para que le echéis un vistazo (se llama Spies of Warsaw, igual que el libro en su título original).

 


Alan Furst. Nació y creció en Manhattan, Nueva York. Ha vivido largas temporadas en Francia, inicialmente ejerciendo como profesor en la Facultad de Letras de la Universidad de Montpellier, y años después en París. Como periodista ha viajado por Europa del Este y Rusia y ha sido colaborador habitual de Esquire y The International Herald Tribune. Entre sus novelas históricas de espionaje destacan: Night Soldiers (1988), The World at Night (1996), Red Gold (1999), todas ellas de próxima publicación en Seix Barral, y El oficial polaco (1995; Seix Barral, 2007), Un oscuro viaje (2004; Seix Barral, 2008) y El corresponsal (Seix Barral, 2006). Su obra tiene una crítica magnífica y ha sido publicada con extraordinario éxito en Estados Unidos y varios países de Europa. Los espías de Varsovia ha sido alabada por la crítica y refrendada por el público, que la ha colocado durante semanas en la lista de los libros más vendidos del New York Times.

jueves, 26 de marzo de 2020

RESEÑA (by MH) ::: EL PRIMO HENRY - Anthony Trollope





Título original: Cousin Henry 
Autor: Anthony Trollope
Editorial: Belvedere
Traducción: Miguel Ángel Pérez Pérez 
Páginas: 224
Fecha publicación original: 1879
Fecha esta edición: noviembre 2017
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 17,50 euros 
Imagen de cubierta: Portrait of the artist (1800, John Vanderlyn)



Indefer Jones es un anciano terrateniente que ve próxima su muerte. El testamento, tras haberlo modificado varias veces a causa de sus dudas, ya lo tiene redactado y lacrado. Las dudas vienen marcadas por el deseo de que sus propiedades pasen a manos de su sobrina, Isabel Brodrick, la cual es respetada y querida por todos los arrendatarios, pero la tradición inglesa establece que las tiene que heredar el mayor de los varones de la familia, que no es otro que el apocado e impopular Henry Jones, su otro sobrino. Tras rehacerlo en sucesivas ocasiones, en sus últimos días redacta uno en secreto y lo guarda sin decir a nadie donde lo ha hecho. Bajo la continua sospecha de que existe un testamento diferente, el notario no descansará hasta dar con él y, por ende, con el verdadero heredero.

La de tiempo que llevaba El primo Henry guiñándome el ojo desde la estantería mientras yo me hacía la interesante... y eso que adoro a Anthony Trollope, pero en España se publica tan poquito suyo que voy racionando con paciencia lo que va saliendo. En cualquier caso ya era hora de que el flirteo llegase a su fin y de ponerse manos a la obra :)

Indefer Jones es un terrateniente ya anciano que vive feliz con su sobrina, Isabel Brodrick, la luz de sus ojos... pero Indefer tiene un problema: su testamento. Su propiedad, Llanfeare, ha ido pasando generación tras generación a un descendiente varón, pero más por tradición que por ley, puesto que no existe ninguna cláusula vinculante que obligue a ello. Y ahí reside el problema que trae por la calle de la amargura a Indefer desde hace años: si se deja llevar por el corazón, la propiedad debería pasar a Isabel, a la que no solo adora, sino que es conocida y muy querida por todos los arredentarios y sería la mejor dueña que Llanfeare podría tener... pero su cabeza le dice que, por tradición, la propiedad debería pasar al varón correspondiente en la línea de sucesión, Henry Jones, a quien no soporta y que cuando visita Llanfeare apenas muestra interés por las tierras y quienes las arrendan. Indefer Jones ha cambiado el testamento múltiples veces a lo largo de los años, y el último, el definitivo, lega en favor de Henry Jones y deja sin nada a Isabel (por múltiples razones que no vienen al caso)... pero ya en su lecho de muerte, dice unas últimas palabras que hacen pensar a Isabel que hay un testamento posterior, uno diferente redactado en su ausencia... un testamento sobre el que ella decide guardar silencio, que debe estar escondido en alguna parte y cuya localización seguramente solo conoce su primo Henry.

El primo Henry es una novela de personajes, no de trama, y eso es algo que debe tener muy claro quien se acerque a ella. El leitmotiv de la historia está claro desde el principio (un testamento perdido, un personaje que sabe dónde está escondido y duda sobre qué hacer con esa información, y otro personajes que sabe que existe ese testamento pero que por testarudez no lo dice), y a partir de ahí nos adentramos en las cabezas de los personajes y asistimos a sus idas y venidas, sus motivaciones, sus dudas, las decisiones que toman en consecuencia y las repercusiones de esas decisiones.

Por un lado tenemos a Indefer Jones, la indecisión hecha persona, que no es capaz de plantarse en una postura y atenerse a ella. El pobre sufre mucho por estos quebraderos de cabeza, pero solo se puede culpar a sí mismo y a su carácter inseguro e irresoluto, porque nadie intenta influenciarle en un sentido u otro. En cualquier caso no me ensañaré con él porque sin todas esas vacilaciones no tendríamos libro. Luego tenemos al primo Henry que da título a la novela. Henry es un cobarde temeroso que sufre el desprecio de todo el mundo en Llanfeare y alrededores; sabe dónde está el testamento, pero también sabe que si aparece se quedará sin herencia, y duda sobre qué hacer con él, si quedar como un héroe revelando su paradero o dejar que lo encuentren por sus propios medios. Henry es tan insulso que ni siquiera es un malo redomado de estos que encienden al lector; no tiene malicia (si la tuviera haría las cosas de una manera totalmente distinta): simplemente es un pobre hombre, y actúa en consecuencia. Y luego tenemos a Isabel, sobrina del difunto Indefer Jones y prima del consabido Henry... Isabel sabe que hay otro testamento a su favor escondido en alguna parte de la finca, pero odia tanto a Henry, odia tanto la mera idea de obtener una sola libra gracias a él o a cualquier acto suyo, que prefiere renunciar a todo, cual mártir de la causa, antes que desvelar que sabe a ciencia cierta que hay otro testamento. Orgullosa, egoísta, tozuda y autoproclamada víctima, Isabel, por méritos propios, no cae mucho mejor que su primo.

Dicho todo esto resulta evidente que ninguno de los personajes principales logra que el lector empatice con ellos, pero eso no debe tomarse como algo malo; al contrario, a mí me ha parecido muy realista. La mente humana es muy complicada y los héroes y villanos absolutos no tienen cabida en esta historia. Ya sea, en el caso de Henry, por su cobardía y pusilanimidad, o en el caso de Isabel, porque va de mártir y se regodea en la sensación que eso le produce, lo cierto es que los dos podrían hacer las cosas muy diferentes y no las hacen, y el lector no puede evitar reprochárselo. Quizás (seguro) el personaje que mejor me ha caído es el abogado que se hace cargo del testamento, Apjohn, que tiene muy claro que hay otro posterior, que quiere encontrarlo porque está seguro de que será a favor de Isabel (y él quiere que Llanfeare sea de Isabel), así que se pone manos a la obra y actúa toda la novela en consecuencia como un terrier que no suelta su presa. Es el único personaje resolutivo y que actúa siempre con un fin (un fin que además es totalmente altruista, porque él no gana ni pierde nada en el asunto) y el lector se lo agradece en comparación con las actitudes de los otros dos (muy diferentes entre sí, en circunstancias muy diferentes también, pero ambas igualmente egoístas, vacilantes y timoratas).

Por cierto, que me ha resultado también muy llamativa la crítica nada velada que Trollope lanza contra los medios de comunicación y el poder que tienen para jugar con la vida de las personas sin miramientos ni remilgos. En la novela vemos como cierto periódico pone en circulación información no contrastada para apalear y hundir socialmente a un personaje. Que esa información sea verídica o no es lo de menos, lo importante es el uso que se hace de ese poder para manipular la opinión pública. Imaginaos lo que pensaría Trollope si tuviese una ventana desde la que observar una sociedad de la información como la nuestra, totalmente carente de escrúpulos, corrupta en algunos casos, amarillista en muchos, donde la información vuela en segundos a todo el planeta, sea cierta o no, manipulando las corrientes de opinión. Aporrearía la máquina de escribir hasta que se le cayesen los dedos.

El primo Henry es, en definitiva, un libro donde lo que importa, lo que se exprime y lo que se disecciona es la mente humana puesta a prueba ante una situación muy concreta y particular, y donde Trollope, que era un genio a la hora de otorgar individualidad y dimensionalidad a sus personajes, pone sobre la mesa la imperfección del género humano y todas sus carencias y flaquezas. Unas veces entiendes las dudas y decisiones que toman los personajes; otras veces te enfadas con ellos por la forma tan particular que tienen de afrontarlo todo. El premio final es una historia tan bien escrita, con unas personalidades tan bien definidas y diferenciadas, que cuando el lector se pregunte diez años después de qué iba el libro y lo que ocurría en él, se acordará sin ninguna duda.

De Anthony Trollope tengo otro par de libros más sin leer en la estantería (Ojo por ojoEl mundo en que vivimos). Dejaré pasar otra vez un tiempo antes de ponerme con uno de ellos... pero tampoco mucho :)



Anthony Trollope nació en Londres en 1815. Su infancia no fue de las más felices porque su padre, el abogado Thomas Trollope, tuvo durante mucho tiempo grandes problemas económicos y su madre, la escritora Frances Stapleton, en 1827 se fue a EE. UU. para unirse auna comunidad utópica y dejó a Anthony solo en Inglaterra. A su vuelta de América, Frances, más conocida como Fanny Trollope, publicó el libro Domestic Manners of the Americans, un fuerte ataque a las costumbres y a la sociedad americana, que se convirtió enseguida en un bestseller. A pesar del éxito del libro, la familia siguió en dificultades y tuvo que marcharse a Bélgica para huir de los acreedores. 

Trollope volvió a Gran Bretaña, donde encontró trabajo como funcionario de Correos y, durante sus largos viajes en tren como inspector postal, empezó a escribir sus primeras obras inspiradas en las cartas perdidas. La fama la alcanzó con la novela The Warden (1855), primera de las seis novelas situadas en el imaginario condado de Barsetshire. Después de una exitosa carrera en Correos y de intentar sin suerte la carrera política, se dedicó exclusivamente a la literatura: su producción consta de más de cincuenta obras, entre las cuales destacan las novelas «políticas» o llamadas el ciclo «de Palliser» en las que a su habitual humor asocia una crítica a la hipocresía y a la ausencia de auténticos valores morales en la sociedad victoriana. Murió en Londres en 1882 y fue enterrado en el Kensal Green Cemetery al lado de su contemporáneo Wilkie Collins.

lunes, 23 de marzo de 2020

RESEÑA (by MH) ::: GOKUMON-TO (LA ISLA DE LAS PUERTAS DEL INFIERNO) - Seishi Yokomizo




Título original: 獄門島 (Gokumontō)
Autor: Seishi Yokomizo
Editorial: Quaterni 
Traducción: Ismael Funes Aguilera 
Páginas: 245
Fecha publicación original: 1947
Fecha esta edición: julio 2015
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19,50 euros 
Diseño de cubierta: Cuadratín



Japón, 1946. El país acaba de perder la guerra y todavía no ha empezado a recuperarse. En los lugares más recónditos el progreso apenas ha llegado y las gentes siguen ancladas en las costumbres y tradiciones de sus antepasados.
 
Los hombres que vuelven del frente se encuentran con la difícil tarea de retomar sus vidas con el recuerdo imperecedero de los compañeros que no han podido regresar.
 
«Te pido que vayas a la isla de Gokumon en mi lugar… Si no, matarán a mis hermanas…». Estas son las últimas palabras que Chimata dirige a su amigo y camarada de guerra, Kindaichi Kōsuke, antes de fallecer.
 
Movido por la obligación moral, este viajará hasta Gokumon-tō, literalmente, la Isla de las Puertas del Infierno, un pequeño islote poblado por descendientes de piratas, situado en medio del mar Interior de Seto. Allí se encontrará con una comunidad cerrada y recelosa del forastero, en la que se están produciendo una serie de horribles asesinatos planeados a sangre fría, que escapan a la razón.
 
Comienza así un soberbio thriller protagonizado por uno de los más queridos y recordados detectives de Japón, un héroe que bajo su excéntrica apariencia, oculta unas prodigiosas dotes deductivas de las que tendrá que hacer uso para encajar las piezas de un puzzle en el que se entremezclan secretos del pasado, luchas por el poder y haiku clásicos.
Cuando allá por septiembre del año pasado os traje Asesinato en el Honjin y otros relatos, del escritor japonés Seishi Yokomizo, ya os comenté lo mucho que me habían gustado tanto el estilo del autor como el personaje principal, el detective Kindaichi Kōsuke, y que volvería más pronto que tarde con el siguiente libro del personaje. Ese libro es Gokumon-tō, considerada por los lectores japoneses como la mejor novela policíaca de todos los tiempos. A mí eso me parecen palabras mayores, ya no solo con respecto a esta novela sino con respecto a cualquier otra (todas lo son y ninguna lo es, ya sabemos cómo funciona esto), pero la he disfrutado un montón, que es lo que cuenta.

Gokumon- significa literalmente la Isla de las Puertas del Infierno. Situada en mitad del mar de Seto, sus habitantes son todos descendientes de piratas, criminales desterrados y samurais caídos en desgracia, y en una isla tan endogámica los forasteros nunca han sido recibidos con agrado y tampoco han querido cuentas con otras islas. La historia tiene lugar en 1946; la Segunda Guerra Mundial ya ha terminado y los supervivientes están regresando poco a poco a casa. Gokumon se ha abierto al mundo, ya tienen conexión por barco, servicio postal, etc... pero en el fondo se sigue rigiendo por sus propias reglas y su propia jerarquía social; sus habitantes son pescadores en su mayor parte y trabajan para la familia Kitō, a cuya cabeza se encontraba Kaemon, el Taiko, patrón del gremio de pescadores y "soberano" de Gokumon, fallecido recientemente. A la mansión de Kaemon se dirige en una misión secreta el protagonista de estas novelas, Kindaichi Kōsuke quien, por precaución, oculta en todo momento su condición de detective y cuenta a la familia Kitō solo la mitad de los motivos que le han llevado allí: sí les comunica que, de camino en su vuelta a casa, ha fallecido Kitō Chimata, hijo mayor de Kaemon y heredero principal de la familia Kitō, con quien combatió en la guerra... pero no les cuenta que, antes de morir, Chimata suplicó a Kōsuke que acudiera a la isla para salvar a sus tres jóvenes hermanastras porque alguien quiere matarlas.

Desde las primeras páginas se anuncia que lo que se va a narrar gira en torno a varios asesinatos demenciales y terribles ocurridos en la isla, con lo que el lector ya sabe que no se enfrenta a un solo crimen, sino a varios, y que su puesta en escena va a ser, cuando menos, especial. Lo cierto es que, si se analiza un poco la estructura de la novela, estamos ante unas premisas que parecen sacadas de la Golden Age y de sus famosos whodunit ("quién lo hizo"), en los que hay que descubrir al sospechoso a través de pistas que parecen encerrar algún enigma o misterio y que suelen tener lugar en sitios retirados o apartados de alguna manera, ya sean islas, casas aisladas, o el derivado de la habitación cerrada, por poner otro ejemplo.

Gokumon- cumple todas estas premisas, es un whodunit japonés, una novela enigma en toda regla, pero lo que lo hace especial es la ambientación y la atmósfera que envuelven a esta isla que parece anclada en una época muy anterior al año de ambientación de la novela y donde todavía siguen muy presentes las tradiciones, aunque tengan una pátina modernizada. Dentro de la isla hay clanes, un señor soberano al que se sigue rindiendo cierto vasallaje, gente a favor de la rama principal de la familia soberana y gente a favor de la rama secundaria (ramas que se odian entre ellas, obviamente), hay que tener cuidado con quien se habla y con lo que se dice, personajes extraños con actitudes fuera de lo normal... Niebla densa, lluvia constante y sensación de aislamiento y desconfianza en una isla cuyos habitantes forman una comunidad muy pequeña en las que todos se conocen entre sí y conocen lo que pasa y dejar de pasar en la mansión grande de los Kitō, y que, cuando empiezan a pasar cosas terribles, tienen tendencia a mirar hacia fuera, nunca hacia dentro.

No os voy a hablar de los asesinatos en sí mismos, en qué están inspirados ni sus puestas en escena, pero quien esté un poco familiarizado con la cultura japonesa y esa idiosincrasia de opuestos que la caracterizan, no se sorprenderá si le digo que las escenografías que el lector se encuentra en Gokumon- son un buen ejemplo de esas contradicciones; en esta novela la muerte violenta, o una escena del crimen que en principio debe causar horror por su crueldad, suele estar descrita de manera hermosa, bella; sabes que Yokomizo te está contando algo horrible, pero lo hace de un modo tan embriagador y fascinante que te hace observar y asimilar el suceso de una manera totalmente distinta a como lo haría cualquier narrador occidental usando los mismos elementos. Esa es una de las cosas que hacen tan especial a la literatural oriental, esa forma de contar lo mismo de una manera totalmente diferente, y sé que mucha gente no conecta con ese tipo de narración, pero a mí ya sabéis que me fascina.

En Gokumon- el pasado resulta determinante en el presente, y los secretos familiares, las enemistades enraizadas y los personajes extraños y perturbadores se dan la mano para poner en guardia no solo al detective Kindaichi, sino también al propio lector, que no se fía de nadie y lo observa todo del mismo modo que él: con suspicacia, sospecha y desasosiego al comprobar que, por muchos medios que intentan ponerse, las muertes se siguen sucediendo y las pistas no parecen encajar de ninguna manera. 

Para mí es una muy buena novela de misterio con una atmósfera fantástica y donde todo acaba resuelto y explicado (la elección de algunas palabras en la traducción me ha resultado rara, como anacrónica y fuera de lugar teniendo en cuenta la época en que fue escrita, pero es puntual y tampoco molesta). No pude evitar sonreír ante la resolución final y la identidad del culpable, porque en esto último es calcada a otro maravilloso clásico policíaco publicado en Europa casi diez años antes. Obviamente no voy a dar más datos, y su predictibilidad imagino que ya depende de cada cual al leer el libro, pero yo no creo en las casualidades y se confirma algo de sobra conocido: que Yokomizo no solo estaba muy influenciado por la literatura de misterio occidental de la época, sino que también estaba muy al día de lo que se publicaba por estos lares. 

En definitiva, muy recomendable.




Seishi Yokomizo (1902-1981) fue un famoso escritor de novelas detectivescas y de misterio que vivió uno de los periodos más interesantes de Japón (la época antes a la II.G.M. y la posterior). De niño era lector de novelas de misterio. Siendo todavía muy joven, con veinte años, publicó su primera obra en la revista “Shin Seinen”. Siempre tuvo claro que su género literario era el policiaco, su primera novela fue Onibi. Durante la Segunda Guerra Mundial tuvo grandes dificultades para continuar su labor de escritor por las condiciones de tal coyuntura. El éxito vendría después de la guerra, cuando publicó sus obras en la revista Kōdansha, publicación que sigue funcionando en la actualidad. 
 
Estudió farmacia en la Universidad de Osaka pensando dedicarse al negocio familiar pero otro escritor, Edogawa Ranpo, le animó a que siguiera escribiendo. También trabajó en un banco. Estuvo enfermo de tuberculosis, de hecho su primera novela la escribió estando casi tuberculoso (durante su convalecencia en las montañas de Nagano). Su tumba se encuentra en el cementerio Seishun-en de Kawasaki (Kanagawa).

El premio Yokomizo Seishi, como su nombre indica, es un galardón en honor de tan señero escritor y está dotado con un importe de diez mil yenes, se concede a la mejor novela de misterio. Muchas de sus obras se han llevado al cine. Se le considera el escritor de novelas de misterio más famoso de Japón. El estreno en el cine de “El clan Inugami” en 2006 fue uno de los más exitosos que se recuerdan.