viernes, 24 de agosto de 2018

RESEÑA (by MB) ::: LA MUERTE LLEGA A PEMBERLEY - P.D. James



Título original: Death comes to Pemberley
Autora: P.D. James
Editorial: Bruguera
Traducción: Juanjo Estrella 
Páginas: 335
Fecha de publicación: mayo 2012
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: Descatalogado
Ilustración de cubierta: @Science Museum / Science & Society Picture Library
Pemberley, año 1803. Han pasado seis años desde que Elizabeth y Darcy se casaron para crear un mundo perfecto que parece invulnerable. Pero de pronto, en la víspera de un baile, todo se tuerce.

Un carruaje sale a toda prisa de la residencia, llevándose a Lydia, la hermana de Elizabeth, con su marido, el desafortunado Wickham, que ha sido expulsado de los dominios de Darcy. Sin embargo, Lydia no tarda en regresar, conmocionada, gritando que su marido ha sido asesinado...

En P. D. James reconocemos a la austenita que lleva dentro, pues hay que saber muy mucho de Jane Austen para sacar de sus entrañas una novela como La muerte llega a Pemberley, impresionante tributo-homenaje hacia nuestra Jane

Para los conocedores del tema, es nombrarles Pemberley y trasladarse a Orgullo y Prejuicio, así en frío y sin anestesia. En la novela reconocemos todos los lugares, escenarios (sus referencias a Netherfield iluminan mi cara) y ambientes, así como los muy variados y diferentes  personajes que la inspiraron. P. D. James es capaz de, a través de sus letras, reinventar e reinterpretar a nuestra adorada escritora, pues no creo que se le haya pasado ningún detalle de la misma: todo y todos están ahí, plasmados y entretejidos en esta novela.

Aun así, en la obra de P. D. James me falta un no sé qué; tal vez sea porque cada cual, en nuestro interior, tenemos unas percepciones particulares sobre Orgullo y Prejuicio y sobre Jane Austen (solo hay que volver a la reseña conjunta que hicimos MH y servidora para entender las diferentes realidades que inspiran un mismo texto) que hacen que, de alguna manera, yo no haya identificado a aquellos personajes legendarios con los de esta obra, pues me faltan la chispa, la ironía y la comicidad que, unidas a sus grandes pasiones, despiertan ese anhelo y luminosidad que doscientos años después, lejos de apagarse, siguen manteniéndose vivos y saludables.

En La muerte llega a Pemberley el elenco no puede ser más completo, pero todos han salido de su bucle austenita para madurar y avanzar. En cierto modo han perdido el brillo y la gracia que encontramos en la novela primigenia.  Estos parecen diferentes y, como suele pasar con las segundas partes, pueden ser mejores, pero al final son distintos. 

En esta novela, a mi juicio, poseen otro brillo y muy poca gracia, y la ironía y la comicidad brillan por su ausencia debido a su madurez y las circunstancias. Pero con todo y con ello, una vez sacudidos los propios prejuicios, solo me quedaba disfrutar de la novela que llevaba entre manos.

P. D. James nos sumerge de lleno y sin quererlo en un misterio donde la época de la Regencia marcará todos los pasos a seguir. Así, conocemos las connotaciones y consecuencias que ocasiona un hecho tan dramático en una familia donde el buen nombre puede tambalearse por los estrechos márgenes que encorsetan a la buena sociedad, asistiendo con ello a los procesos legales de una época en la que todavía se estaba reescribiéndo el Derecho. 

En el momento en que aparece el cadáver del capitan Denny en el bosque de Pemberley se desencadenan todos los acontecimientos que marcarán la vida de sus habitantes, sean estos los señores o los sirvientes, así como de sus familiares, pues todos ellos desarrollan un derecho de pertenencia hacia ese universo particular que representa la casa en cuestión.

Elizabeth y Darcy, los señores y titulares, se ven enfangados en un asesinato que les toca y salpica por todos los lados. Ha ocurrido en su propiedad, y además el asesinado, el capitan Denny, y el presunto asesino, el señor Wickham (conocido el primero y pariente el segundo), son personas allegadas a la familia que amplifican y magnifican un escándalo ya de por sí muy ruidoso. 

A los habitantes de la propiedad no les queda otra que remangarse y prepararse para una acción larga y conjunta en todos los campos y frentes. No estarán solos, pues contarán con Georgiana, el coronel Fitzwilliam, el señor Henry Alveston, el señor Bennet y demás parientes que, de alguna forma, les harán llegar su apoyo, ya sea este más o menos condicional. De este modo vemos la maestría de la autora al introducir a todos los personajes austenitas y modelarlos para que encajen en una trama perfecta, enriquecida con todo tipo de detalles, datos, observaciones, descripciones... y demás cosas.

Al final, el predominio del ingenio de P. D. James hace que en la lectura nos olvidemos de Jane Austen para así disfrutar de la novela (sin orgullo ni prejuicio) y de su pluma, que vislumbra tal ligereza y creatividad que hace que la reinvención y el reciclaje de unos personajes tan marcados e inamovibles cobren vida construyendo una nueva historia, con unos nuevos sentimientos, de la que sin duda he disfrutado desde la primera hasta la última letra.

Una mente lúcida y brillante que ha construido una gran novela.



Phyllis Dorothy James, conocida como P. D. James (Oxford, 3 de agosto de 1920 - ídem, 27 de noviembre de 2014) fue una escritora británica de novelas policíacas. Estudió en Cambridge. Trabajó como administradora en la Seguridad Social de 1949 a 1968, y después como funcionaria pública del ministerio del Interior de 1968 a 1979. Empezó a escribir relativamente tarde y publicó su primera obra, Cubridle el rostro, en 1963; en ella aparece por primera vez el policía Adam Dalgliesh, su personaje más famoso.

También creó el personaje de Cordelia Gray, investigadora privada que aparece en las novelas: No apto para mujeres (1972) y La calavera bajo la piel (1982). 

Su obra The Children of Men (1992), la primera de sus obras que no pertenece al género detectivesco, es una novela futurista ambientada en un mundo carente de niños, no fue tan bien recibida como sus anteriores títulos pero en 2006 tuvo una elogiada adaptación cinematográfica de título homónimo: Children of Men, con dos nominaciones a los premios Óscar, a cargo del realizador mexicano Alfonso Cuarón. 

En 1994 volvió al género con El pecado original, otro misterio para el inspector Adam Dalgliesh. En 1999 salió a la luz su libro de memorias La hora de la verdad: un año de mi vida. Sus últimas publicaciones fueron El faro, Muerte en la clínica privada (2008) y La muerte llega a Pemberley (2011).

miércoles, 22 de agosto de 2018

RESEÑA (by MB) ::: MARCAS DE AGUA - Esther Zorrozua





Título original: Marcas de agua
Autora: Esther Zorrozua
Editorial: Baile del Sol
Páginas: 160
Fecha de publicación: 2016
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 12 euros
Diseño de cubierta: Ramon Buzón / UNOCOMA
Fragmentos de naturaleza intimista, emocional, que van y vienen, partiendo de y regresando siempre al corazón de Ingrid, donde convergen todos los hilos de la trama.

El dolor por la muerte del hijo, tal vez el más inhumano que se puede concebir, por antinatural e injusto, se estira hasta el absurdo en un intento de expresión de ese horror por el que nadie debería pasar; un horror visceral, desmesurado y primitivo.

Ingrid se ve obligada a servirse de distintas herramientas para gestionarlo: el siempre enigmático mundo de los sueños, otras muertes de su entorno más inmediato, la más que cuestionada terapia oficial y otras terapias alternativas que llegan por diferentes vías y producen distintos resultados. Un catálogo de recursos ortopédicos que la conducen desde la postración e impotencia iniciales hasta el aprendizaje de cómo controlar el dolor y mantenerlo al límite de un umbral, aunque sin olvidarlo.

El agua es un elemento permanente, tanto en el sueño como en la realidad. Se denominan marcas de agua esas señales indelebles, imposibles de falsificar, que se incorporan al papel moneda y a los documentos confidenciales que se quieren preservar frente a eventuales robos y violaciones. Las marcas de agua representan aquí la memoria de los afectos en la vida de Ingrid, tanto de los muertos como de los vivos, en diferentes intensidades.

Marcas de Agua es una historia donde la resiliencia está plasmada e integrada en la vida de Ingrid como un exoesqueleto que le proporciona la energía suficiente para poner un pie delante del otro y moverse hacia un futuro diluido y, al mismo tiempo, poder ser capaz de construirse su futuro siendo proactiva cuando las (tremendas) circunstancias caen como una losa para simplemente enterrarle. 

Esther Zorrozua nos obliga en su libro a reflejarnos en el espejo de la actualidad, esa que por desgracia vemos todos los días y que, con un click, pasamos superficialmente cuando el dedo recorre cualquier pantalla digital. La vemos, la leemos y no queremos saber nada más; ya está, solo son palabras e imágenes que nos detienen un momento pero que, si nos causan sensaciones extrañas, las eliminamos o pasamos a otras cosas en principio más interesantes.

En Marcas de agua tienes dos posibilidades: discurrir superficialmente por el dolor o  sumergirte en lo más profundo de él. Cuando empiezas no hay demasiado margen; comienzas a sentirlo quieras o no, y te ahogas en cada página. 

Desde el momento en que te identificas con Ingrid sientes su sueño o vigilia. Ese dolor primigenio, duro y absurdo que supone la pérdida de un hijo, un niño, donde la fatuidad de los motivos, lejos de hacerte comprender, te envuelve en una nebulosa de locura, y solo el agua que la envuelve y la sumerge hace  que sus voces interiores se acallen y de alguna manera se calmen. Todo es intimismo e introspección, es derrame y supuración; en definitiva, es querer desembalsar y reconducir un sentimiento de impotencia e incomprensión que la ahoga a la vez que la sumerge en una situación visceral.

Desde el primer momento sabemos, porque así nos lo dice Ingrid, que su hijo Ariel ya no está con ella. No os voy a decir ni el cómo ni el porqué de esa muerte; hay que descubrirlo a través de la narración para así comprender, implicarse y de alguna manera empatizar con la protagonista y su historia.

Conocemos su situación, es decir, que su mente no diferencia las percepciones reales de las soñadas: todas forman parte de ella y a todas les da la misma importancia. ¿Qué diferencia le supone soñar con la pérdida de su hijo, si luego despierta y ve que ya no está? ¿Que lo irreal y lo real son lo mismo?  La linea divisoria entre estos dos estados ya no existe, pues todo forma parte de su día a día, de su yo. Ella sola debe encontrar la manera de aceptar la no superación de su pérdida; debe aprender a encastrarla en su realidad, encajarla para capacitarla en su caminar hacia el mañana.

El lector es aquí es un espectador de primera fila; está ahí, conoce todos los datos pero, al mismo tiempo que la acompaña en su duelo, sin juicios ni consejos, solo esta ahí para lo que la protagonista quiera decir o contar.

En Marcas de agua vivimos con Ingrid el terrible proceso de la aceptación y la no resistencia a su cruda y dura realidad. Pasamos por todos sus estados mentales, al tiempo que participamos de esa catarsis liberadora que algunos seres humanos son capaces de engendrar en las más terribles situaciones. Con ella participamos del poder de elección que todo ser humano tiene, que le acompaña al nacer y elegimos vivir con las heridas que la vida va originando (las cicatrices o marcas de agua,  tal y como le gusta definirlas a Ingrid), pero sin ceder a ese conato primigenio de humanidad, la supervivencia, marca inherente que compone cada una de nuestras células.

Con un lenguaje  ágil, sencillo y transparente, Esther Zorrozua nos expone en este relato las diversas clases de pérdidas afrontando distintos duelos; cómo los unos aminoran a los otros, siendo todos ellos diferentes en su aceptación y superación, pero dejando siempre unas marcas imperecederas e indelebles que se suman y pasan a formar parte de la vida y de la existencia de cada uno, modelando y monitorizando los pasos que se dan, o que se van a dar, sin despojarse con ello de la ilusión y de la alegría al ver nacer los nuevos días. 

El agua cristalina es el hilo conductor que inunda toda la trama, que nos trae y nos lleva por realidades oscuras y duras y por cauces secos y pedregosos imposibles de transitar;. Aun así, igual que sucede en otras cosas, al final el agua y la vida son lo mismo, haciendo que todo fluya y que todo pase, muera o viva.

Una novela verdaderamente recomendable, cristalina y limpia como el agua.



Esther Zorrozua (Bilbao, 1955). Licenciada en Filología Románica. Obra individual: “La casa de La Galea” (Hiru, 2004), “Bilbao, ciudad abierta” (Hiru, 2006),  “A contraluz” (Hiru, 2008), “Fuga para un pianista” (Alberdania, 2012) y Marcas de agua (Tenerife, 2016). 
 
Obra colectiva: “La savia del tamarindo” (autoedición, 2001), “60 relatos, 60 autores” (Beta, 2002), “Cuentos y leyendas de Bilbao” (Elea, 2005), “Cuentos de todo corazón” (Caja Laboral, 2006),  “Eva sigue aquí” (Hiru, 2007), “Lecturas entre paradas” (Diputación Foral de Bizkaia, 2007),  “Literatura y placer” (Asociación de Escritores de Euskadi, 2010), “Literatura y realidad” (AEE, 2011),  “Mujeres en la historia” (M.A.R. Editor, 2013), “Cuentos alrededor de Bilbao” (Diputación Foral de Bizkaia, 2013).

Finalista del Certamen Internacional de Microrrelato La Risa de Bilbao (2010 y 2011). Ganadora de un capítulo de la novela colectiva “Voces para un blues negro”, dentro del proyecto digital To Be Continued (2011).

Colabora con diversos periódicos y revistas, tanto en papel como digitales.

lunes, 20 de agosto de 2018

RESEÑA (by MH) ::: LA MALA SEMILLA - Toni Aparicio





Título original: La mala semilla
Autor: Toni Aparicio
Editorial: SUMA
Páginas: 425
Fecha de publicación: mayo 2018
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 17,90 euros 
Ilustración de cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial

 
La carrera de la teniente Beatriz Manubens es una de las más prometedoras de la UCO, sin embargo, la muerte accidental de un menor durante un tiroteo hace que se sienta incapaz de volver a empuñar un arma. Completamente abatida regresa a Albacete, su tierra natal, para esconderse del mundo.

Juan Cebreros, brigada de la Guardia Civil en Riópar encuentra el cadáver de una mujer que presenta grandes signos de violencia en el nacimiento del río Mundo. Anabel Ramos, la víctima, se perfila como una completa desconocida para los lugareños. De ella solo se sabe que vivía en una casa rural con Adrián, su hijo, un niño de seis años al que parece haberse tragado la tierra.

La desaparición de Adrián se convierte de inmediato en noticia y es portada de todos los medios de comunicación y todo el mundo coopera para encontrarlo lo antes posible. Consternada, la teniente Manubens descubre que la mujer asesinada fue una de sus mejores amigas de la adolescencia. En una carrera contrarreloj intentará hacer lo posible por encontrar al pequeño con vida, mientras lucha contra sus propios demonios.

Toni Aparicio construye un thriller trepidante, donde el horror no está reñido con la esperanza. La mala semilla es una novela vibrante que golpea y sacude, una muestra de la barbarie humana y a la vez de su capacidad de resiliencia capaz de recuperar la esencia de las buenas personas.


Supongo que quienes vivan en ciudades grandes o zonas más o menos turísticas estarán más que acostumbrados a conocer y pasear por las calles de los libros que se ambientan en ellas, pero cuando se vive en ciudades como en la que yo vivo, digamos que no es muy habitual encontrarse una novela que se ambiente por estos parajes. Así que a título personal, de La mala semilla a mí me interesaba sobre todo la ambientación. Evidentemente si encontraba una buena historia en sus páginas, mejor que mejor, pero quería saber qué se sentía al conocer como la palma de la mano dónde estaban en todo momento los personajes, y ha sido una experiencia muy extraña y casi divertida a ratos, y luego os comento por qué :)

La novela comienza con Anabel Ramos esperando junto a su hijo Adrián a otra persona no identificada. Están en la pasarela de madera situada frente al nacimiento del río Mundo, en Riópar (Albacete), y ahí nos despedimos de ellos. Ya en el primer capítulo descubrimos que Anabel ha sido asesinada en ese mismo lugar y que Adrián está desaparecido. El brigada Juan Cebreros será el que se hará cargo en primera instancia del caso, aunque pronto llegarán los de Madrid para hacerse con el control de la investigación. Por otro lado aparece en escena Beatriz Manubens, teniente de la UCO que vive en su ciudad natal, Albacete, desde que una operación con rehenes acaba de manera trágica y tuviera que solicitar la consiguiente baja al no ser capaz de superar la situación. Da la casualidad de que, antes de que la vida les separara por caminos muy distintos, Anabel y Beatriz eran amigas hace años y, cuando Beatriz se entera del asesinato de Anabel y la desaparición de su hijo, decide encontrar al asesino y secuestrador por ella misma. Teniendo en cuenta que está de baja e incapacitada para el servicio, tendrá que mover muchas teclas y actuar a espaldas de mucha gente para salirse con la suya, además de enfrentarse a todo aquello que le tiene atenazada en la situación en la que está.

Por tanto, se nos plantea  una trama en la que por un lado está la investigación oficial, de la que apenas sabemos absolutamente nada, y por otro la investigación extraoficial que lleva a cabo Beatriz, que es realmente la que ocupa la historia. Beatriz está decidida a resolver el asesinato y encontrar a Adrián por sus propios medios saltándose todas las cortapisas legales que le limitan al estar apartada de la actividad. Para ello contará con la ayuda de Cebreros, que la admira mucho profesionalmente y que para mí es el mejor personaje del libro (el más real o con el que menos cuesta empatizar); de Alberto, que siempre ha estado enamorado de ella y formaba parte de la misma pandilla a la que pertenecían ella y Anabel; y de Reyes El gitano, un personaje que Beatriz conoce de sus años mozos como guardia civil de uniforme en Albacete, que maneja mucha información de los bajos fondos y, por tanto, del recorrido vital de Anabel desde que Beatriz le perdió la pista muchos años atrás.

Así, recorriendo las calles y barrios de Albacete (de un modo tan pormenorizado que me ha recordado mucho al reflejo que de Vitoria hace Eva García Sáenz de Urturi en El silencio de la ciudad blanca), y con visitas puntuales a Riópar, va avanzando la trama mientras vemos a Beatriz haciendo frente a sus demonios personales y empeñada en esclarecer los dos casos que tiene entre manos. Sí debo decir que, en el caso del secuestro o desaparición del niño, a veces parece un mero Macguffin para hacer avanzar las páginas sin ninguna intensidad narrativa; no se percibe (o la narración no transmite) la angustia contrarreloj de los Cuerpos de Seguridad del Estado por encontrarlo lo antes posible por si está todavía con vida (por cierto, en la novela aparece una escena, o una situación, de la que fuimos testigos todos los españoles hace pocos meses en una coyuntura similar, y no es posible que el autor la sacase de ahí porque se solaparon la edición del libro y el hecho real... o eso quiero pensar. Por desgracia, la realidad a veces supera la ficción, o la iguala más de lo que nos creemos).

La prosa del autor es correcta, sencilla y fluida, no destaca en buen sentido ni en malo, pero en cuanto a la trama, sí que admito que he tenido mis más y mis menos con algunas cosas que pasan en el libro. Con esto me refiero a la coherencia de algunas escenas, a ciertas cosas que ocurren sin ningún motivo aparente porque no desembocan en nada, y otras que para mí chirrían mucho y que en apariencia solo existen para conveniencia de la trama y que pueda seguir adelante, pero que sinceramente no tienen mucha razón de ser. Incluso de algunas de esas cosas esperaba una explicación al final o algo que les diese un poco de sentido, pero no, queda claro que ocurren solo porque el autor así lo quiere y le vienen bien. Nombro estos detalles por nombrar solo algunos que no me han convencido, y en un género como el policíaco la credibilidad en las situaciones que se plantean lo es todo. Y de veras que siento ser la que casi siempre pone la nota tiquis, pero si no lo comentase en la reseña no estaría siendo completamente sincera. 

Os hablaba arriba de lo extraño y divertido que es leer una novela ambientada donde vives, y la verdad es que me vi planteándome cosas mientras leía que no sé si son habituales pero que yo no podía evitar: desde calcular mentalmente si en realidad podía tardar lo que decía que se tardaba entre una calle y otra (muchas veces no, no me parecía posible en las situaciones que se planteaban), hasta pensar que Manubens es un apellido tan albaceteño como McMurphy (y estoy muy acostumbrada a ver apellidos y nombres de todo tipo... cientos al mes, vamos). También me hacía gracia el frío con el que dibujaba el octubre albaceteño, hasta con los plumíferos puestos, cuando aquí hace años que en octubre no hace ese frío ni por asomo (mucho menos llover todo lo que llueve en este libro, que nos pasamos meses sin ver una gota).

No sé, tonterías que en otros libros no te planteas pero que cuando te tocan de cerca, no puedes evitar pensar en ellas. Todo esto no lo digo a modo de crítica, que conste, solo son cosas que se me iban pasando por la cabeza conforme leía. En realidad me han hecho ilusión detalles como ver nombrada la cafetería más cuqui de Albacete, que yo visito a menudo y donde hacen los mejores tés y cafés de la ciudad con muchísima diferencia, o leer, entre todo ese maremágnum de calles, el nombre de la mía propia (bueno, aparecen tantas que lo difícil sería que no estuviera xD).

Por ir terminando, La mala semilla es una novela policíaca con tintes de thriller hacia el final que se lee con interés, y sobre todo las últimas 150 páginas se leen casi de una sentada porque quieres ver cómo se resuelve todo... pero también es verdad que creo que es de esas novelas que a poco que rasques salen pegas y cosas cogidas con pinzas. Por eso me parece una novela entretenida que cumple su función, pero a la que no hay que buscarle tres pies al gato, porque se los encuentras; de todos modos muchas veces con eso basta y no hay que pedirle más a un libro, y en realidad es muy recomendable para pasar un buen rato pegados a sus páginas, que una cosa no quita la otra. En mi caso sé, y siento ser tan sincera, que a la larga lo que más recordaré de este libro será la ambientación. He caminado con los personajes sabiendo en cada momento dónde estaban, y eso para mí ha sido una experiencia nueva que he disfrutado mucho.

Termino con dos cosas. Una es que la imagen en el marcapáginas que veis en las fotos pertenece al Pasaje Lodares que tanto se nombra en el libro. Otra es que aunque Albacete capital, como destino turístico, sinceramente no tiene mayor interés (y que me crucifiquen los albaceteños, pero hay que ser un poco consecuentes... no lo tiene), la sierra de Alcaraz y del Segura, donde están enclavados Riópar y el nacimiento del río Mundo, sí que merecen muchísimo, muchísimo la pena. Y cuando revientan los chorros un par de veces al año, la fuerza y belleza de la naturaleza apabullan (esa pasarela de madera que veis en el vídeo, por donde pasean todo el rato, es justo el enclave en el que empieza la novela xD).



Toni Aparicio nació en Albacete y desde muy pequeño se sintió atraido por la literatura, los cómics y el cine. Estudió diseño gráfico y publicidad. Realizó algunos cortos e inclusó escribió y dirigió un largometraje, que consiguió estrenar en Hollywood. El secreto de Elisa Lecrerc fue su estreno como novelista. Buenaventura (Suma 2015) fue su segunda novela.

viernes, 17 de agosto de 2018

RESEÑA (by MH) ::: SOSPECHA - Matthew G. Lewis






Título original: Mistrust, or Blanche and Osbrighthan 
Autor: Matthew G. Lewis  
Editorial: Valdemar (Colección El club Diógenes)
Traducción: Elías Sarhan
Páginas: 192
Fecha de publicación original: 1808
Fecha esta edición: abril 1996
Encuadernación: rústica
Precio: 7,90 euros
Ilustración de cubierta: Ilustración 10

 
Sospecha es una narración ambientada en la oscura Alemania del Bajo Palatinado feudal, en la que dos poderosas familias, los Frankheim y los Orrenberg, parecen condenadas a la tragedia por la fatalidad de un enfrentamiento, alimentado por rumores, muertes misteriosas y sospechas inconfesables, cuyo origen se remonta a una conflictiva decisión testamentaria de un antepasado común
Mirando mi torre de reseñas pendientes de escribir (sí, torre, que la bajé en plan maratón allá por marzo, pero ya vuelvo a tener unas doce o trece), me he dado cuenta de que todavía no os había traído este libro. Es que es tan chiquitillo (en tamaño, que no en calidad) que se cuela para atrás y se me despista, pero aquí estoy hoy para enmendar el error. Y es que si la semana pasada os hablaba de Polidori, los Shelley, lord Byron... el autor que os traigo, Matthew Lewis, también pertenecía a ese círculo de amistades, y como este mismo año se ha cumplido el 200 aniversario de su muerte, decidí leer alguna de sus obras. Finalmente escogí Sospecha, que en su momento formó parte de Romantic Tales, un volumen de cuentos que Lewis publicó en 1808 y que, dada su extensa longitud (para ser un cuento, me refiero; tiene casi 200 páginas), fue editado por separado hace ya la ventolera de 22 años por Valdemar.

Ambientada en la Alemania del Bajo Palatinado feudal, la historia comienza cuando el joven caballero Osbright de Frankheim vuelve a casa tras el fin de la guerra. Nadie le espera, así que cuando llega se encuentra con que se está celebrando un funeral en la capilla situada en los aledaños del castillo de sus padres. Cuando entra en la capilla descubre que el funeral es el de su hermano pequeño, presuntamente asesinado por los Orrenberg, la familia rival de los Frankheim. En esa misma capilla se clama venganza por la muerte del adolescente, pero Osbright tiene motivos para intentar asegurarse de la culpabilidad de los Orrenberg antes de vengarse de ellos: está enamorado de su única hija, Blanche, y ella le corresponde... solo que Blanche desconoce que ese apuesto caballero con el que se cita a escondidas en una cueva es en realidad el hijo de los Frankheim. Osbright se lo ha ocultado por dos razones: la arraigada enemistad entre las dos familias por causa de una herencia, y que el propio hermano de Blanche, Phillip, murió unos meses atrás, y los Orrenberg creen que fue asesinado por los Frankheim, razón por la cual Blanche odia a muerte a la familia rival. ¿Ha muerto el hermano de Osbright como venganza por la muerte del hermano de Blanche? ¿Realmente han sido asesinados los dos jóvenes, o los verdaderos hechos son muy distintos? ¿En qué acabará todo este lío de familias enemistadas, venganzas, muertes y engaños?

No sé si os hacéis una idea del tono de la trama con esta enrevesada sinopsis (y la he simplificado mucho, creedme xD). Y es que a ver cómo os defino este libro... es un drama, una tragedia, pero muy dinámica, porque pasan un montón de cosas, y cada escena sabes que va a tener sus consecuencias en la siguiente sin apenas descanso. Es decir, no es un dramón de llorar y sufrir, sino de estos dramas de malos entendidos, falsas identidades, rumores, engaños maliciosos, mentiras, sospechas y desconfianzas que derivan en desgracias, desamores y muertes.

Que si yo te acuso de haber matado a no sé quién y la lío parda, y luego resulta que no has matado a nadie pero como yo ya la he liado parda, tú también la lías parda y se monta la marimorena, y pasa lo que pasa, que tú me has matado a un caballero y yo te mato otro y además me pongo en plan sádico porque a mí no me gana nadie a cruel, y venga drama y hacer que la pelota crezca y crezca... Os lo aseguro, es una historia muy, muy entretenida de leer. Incluso tiene cierta pátina de humor entre tanta fatalidad que debemos suponer intencionada por parte del autor, porque estar, está, y además implementada sin complejos en la historia. Y sé que parecerá rara la mezcla que os estoy contando, pero no sé explicárosla de otro modo. A mí me encantó, pero igual que os digo esto, os confieso que por lo que yo he leído por ahí, hay gente que no acaba de pillarle el punto.

En su conjunto es como una obra de teatro en la que las escenas se suceden unas detrás de otras, y conforme lees te imaginas los cambios de escenario y de personajes sobre las tablas, entrando y saliendo mientras se narran sus desventuras. Si os digo la verdad, mientras lo leía me venían reminiscencias muy shakesperianas; las referencias a obras como Romeo y Julieta, o incluso a personajes como el Yago de Otelo, ese que susurra palabras envenenadas al oído y convence de lo imposible a cualquiera, son más que evidentes. Aun así, la novela tiene personalidad propia, y los personajes, lejos de ser caricaturescos o meras sombras de otros ya conocidos, resultan reconocibles y cercanos, te importa lo que les pase. Los ves encaminarse hacia fatalidades inevitables y al tiempo sabes que su destino está escrito por otros y que ellos, por mucho que se resistan y por muy distinto destino que merezcan, son simples peones bajo el yugo de las malas artes de los demás.

Y es que esta historia, escrita hace más de doscientos años, se mece en una base que resulta tan actual, tan moderna, que hasta resulta sorprendente: el poder de la mentira, de la manipulación de la información, la impunidad de acusar a alguien sin pruebas y la credulidad que suscita esa información adulterada en personas predispuestas a ello. Si esto era el pan de cada día hace doscientos años, imaginaos ahora con todas la tecnología que tenemos a nuestra disposición para que el daño sea más profundo e irreversible. Lo dicho, nada de lo que se cuenta en esta historia nos puede resultar ajeno, porque forma parte del ser humano y su mezquindad. 

Matthew Lewis es sobre todo conocido por El monje, considerada una de las obras cumbres de la novela gótica y uno de los puntales del Romanticismo. Tanta fue la repercusión de la novela (que escribió con solo 19 años) que él fue conocido desde entonces como Monk. El caso es que con este autor pasa lo mismo que con muchos otros de la literatura clásica: son asociados a una novela en concreto o a un género concreto obviándose el hecho de que escribieron otras muchas cosas que también merecen reconocimiento. Lewis escribió novelas históricas, dramáticas... y esta que os traigo hoy, Sospecha, quizás podría considerarse una mezcla de ambos géneros pero, sobre todo, es una obra muy entretenida, muy bien escrita y más aguda en su retrato social, por muy ajena que nos pueda parecer una historia escrita a principios del siglo XIX ambientada en la época feudal, de lo que pueda parecer a primera vista.




Matthew Gregory Lewis (Londres, 9 de julio de 1775 - Monterrey, 14 de mayo de 1818) fue un escritor, dramaturgo y político británico. Se educó en Oxford y recorrió de joven Francia, Alemania (donde quedó atrapado por la obra de Goethe) y Holanda, concretamente en La Haya, de donde tuvo que salir apresudaramente ya que la embajada inglesa fue atacada. 

El Monje (1796), donde denunciaba la Inquisición española, disfrutó de buena acogida entre la mayoría de la población, aunque fue muy criticado por obsceno entre los intelectuales británicos, lo que obligó al autor a dulcificar la segunda edición de 1798, publicada cuando ya era miembro del Parlamento. La escribió en tan solo diez semanas. Lord Byron y el Marqués de Sade dieron su visto bueno a la novela en sus correspondientes escritos. 

Algunas de sus obras destacadas del autor fueron Cuentos de terror, de 1799; Cuentos maravillosos de 1801; y las obras teatrales El espectro del castillo, de 1796;, El indio, de 1799 y Alfonso, de 1801. Tradujo a Schiller (Kabale und Liebe, como El ministro) y a Kotzebue, además del romance El bravo de Venecia (1804).