viernes, 29 de septiembre de 2023

RESEÑA (by MH) ::: CINCO CERDITOS - Agatha Christie



 
 
Título original: Five Little Pigs
Autora: Agatha Christie
Editorial: Espasa
Traducción: Guillermo López Hipkiss
Páginas: 272
Fecha de publicación original: 1942
Fecha esta edición (3ª): abril 2020
Encuadernación: rústica sin solapas
Precio: 15,90 euros



https://inquilinasnetherfield.blogspot.com/p/esta-pagina-la-abro-yo-mh-modo-personal.html
 
 
Tras disfrutar del regreso de Jane Marple a la literatura, volvemos con una nueva historia de Hércules Poirot, que no es amigo de quedar a un lado durante mucho tiempo y reclama el subidón de los focos centrados en su persona. En esta su ya vigésimo quinta aventura literaria es contratado para resolver un asesinato con tintes muy diferentes a los casos que suele aceptar. Os cuento.
 
Poirot recibe la visita de Carla Lemarchant, una joven de veintiún años que le cuenta brevemente su vida antes de explicarle el motivo de haber acudido a él. Carla es hija de un afamado pintor, Amyas Crale, asesinado por su esposa (y madre de Carla) dieciséis años atrás. Con apenas cuatro años Carla fue enviada a vivir con unos familiares a Canadá, se olvidó de haber tenido otros padres y otra vida, y no ha sabido nada de todo este asunto hasta cumplir precisamente esos veintiún años (su mayoría de edad). No solo se ha enterado de todo el percal y de que su madre murió un año después de entrar en prisión sin haber intentado defenderse de las acusaciones, sino que también ha leído una carta que su progenitora dejó para que leyera en esta onomástica en la que (ahí sí) proclamaba su inocencia. Carla está prometida en matrimonio, y no quiere casarse pensando que tiene genes homicidas (dice que su futuro marido la mira raro de vez en cuando, como sopesando si será igual que su madre), y lo tiene claro: si su madre dice en la carta que era inocente, es que lo era aunque en vida no se defendiese, y quiere que Poirot descubra la verdad de lo que pasó dieciséis años atrás y la identidad del verdadero asesino. Poirot le dice que las dos cosas no tienen por qué ser incompatibles (la verdad no tiene que implicar necesariamente que su madre no fuese la asesina), pero Carla no se echa atrás y Poirot acepta el caso.
 
Como os decía arriba, ya son veinticinco los libros protagonizados por Poirot, y a su creadora le gustaba inventar de vez en cuando buscando nuevas formas de contar las investigaciones, así que en el caso de Cinco cerditos no solo nos encontramos con la novedad de tener que resolver un caso ocurrido  en el pasado (a ver, entendedme, novedoso o poco visto para la época en que fue escrito... os digo lo de siempre, lo que ahora parece trillado hace casi cien años no lo era en absoluto), sino que estructura la narración en tres partes, siendo una de ellas bastante distinta a lo habitual. Os explico.

En el Libro primero (o primera parte), Poirot se mueve por terreno conocido, y se entrevista con todas aquellas personas que tuvieron relación ya fuese con el fallecido y su asesina convicta o con el propio juicio. De este modo hablamos tanto con las cinco personas sospechosas que estaban presentes en la casa o cerca de ella en el momento del asesinato (las descubriréis bien pronto en el libro y no tiene ningún misterio pero le pongo secretismo al tema porque yo lo valgo xD) como con algunas de las personas que formaron parte de la investigación o el juicio posterior, como policías, el fiscal, el abogado defensor o los procuradores. ¿Qué tenemos en el Libro segundo? Pues una consecuencia del primero, y es que Poirot le pide a cada uno de esos cinco sospechosos que le pongan por escrito un relato de lo que ellos recuerdan sobre los días previos al asesinato y el mismo día del crimen, y eso tenemos en esta parte: cinco memorias sobre la misma época pero con cinco puntas de vista muy diferentes. En unas cosas se coinciden, en otras no, aparecen detalles supuestamente irrelevantes, surgen hechos o conversaciones que en su día se mantuvieron en secreto.... Y esto nos lleva al Libro tercero, porque con todo este material Poirot y sus células grises sacan conclusiones, realizan las preguntas requetedefinitivas y desenmascaran al culpable en una de esas reuniones marca de la casa que tantos, TANTOS autores han emulado. No os lo parecerá así contado, pero leyendo a la Christie en orden y teniendo en la cabeza sus estructuras narrativas asta ahora, el planteamiento es completamente nuevo y lo de solicitar los cinco relatos también. 

Al hilo de esto, a lo largo del tiempo he leído alguna opinión donde se dice que lo de leer los cinco puntos de vista sobre las mismas escenas resulta repetitivo, y me sorprende mucho, la verdad, porque precisamente ahí está el quid de la cuestión y el desafío que le lanza la Christie al lector: es decir, te voy a contar lo mismo de cinco maneras distintas, a ver si eres capaz de detectar las incongruencias, los detalles escondidos, lo que se intenta resaltar, lo que se intenta maquillar... lo que no cuadra y lo que tiene más importancia de la que parece, porque eso es lo que va a hacer Poirot cuando lea esos cinco relatos y va a tener la misma información que tú para resolver el misterio. Si él puede, tú puedes... si sabes usar las neuronas grises, claro. Vamos, que si me preguntáis a mí, en esos cinco relatos está toda la gracia del libro, pero lo mismo no soy objetiva.

A todo esto, no sé si tenéis curiosidad por saber de donde viene lo de los Cinco cerditos del título. Ya al principio de la novela Poirot reflexiona sobre la presencia de canciones infantiles en su vida desde hace un tiempo (buena prueba la tenemos con Diez negritos, aka Y no quedó ninguno), y Cinco cerditos sigue el mismo derrotero. En inglés se conoce como Five Little Piggies, y su último párrafo dice tal que así:

 

This little piggy went to the market

This little piggy stayed at home

This little piggy had an ice-cream

This little piggy had none 

And this little piggy cried "wee wee wee" 

All the way home


Hay cinco sospechosos en el caso y cinco son las estrofas que componen este párrafo (obviando la última que no hace alusión a ningún piggy), así que Poirot asocia cada uno de esos piggies a uno de los sospechosos por razones más que justificadas que descubriréis si leéis el libro, y así titula la Christie los capítulos dedicados a cada uno de ellos. No os digo qué sospechoso es cada piggy, pero la cosa quedaría así:


Este cerdito fue al mercado

Este cerdito se quedó en casa

Este cerdito comió carne asada

Este cerdito no comió nada

Y este cerdito lloró: "¡Uy, uy, uy!"

 

Recordaba la resolución; Cinco cerditos es de esos libros que, si los has leído, no olvidas al culpable precisamente por lo novedoso del planteamiento, pero me ha dado igual y lo he disfrutado igual que la primera vez que lo leí. No recomiendo ni dejo de recomendar los libros de Agatha Christie porque la experiencia me dice que o te gustan mucho o les ves defectos por todas partes o te parecen un rollazo... y yo no quiero responsabilidades xD. Ah, y nos encontramos una vez más con un personaje femenino que es arqueóloga y exploradora y se dedica a viajar constantemente por el mundo... ya os comenté que desde que Agatha comenzó sus viajes arqueológicos y se casó con Max Mallowan se aficionó a introducir este tipo de personajes en sus novelas (y ese tipo de ambientaciones para sus libros, aunque Cinco cerditos no sea ejemplo de esto último).

Y ya que estamos hago un inciso. Acabo de ver por fin la adaptación de Muerte en el Nilo de Kenneth Branagh, y no entro a valorar la adaptación porque me conozco (entretenida con licencias cuestionables), pero Branagh como Poirot es un horror, y esto os lo dice una adoradora de Kenneth Branagh hasta el tuétano desde que tiene memoria... pero a ver, NO, Kenny... NO.



Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

RESEÑA (by MH) ::: CARTA A M. DACIER RELATIVA AL ALFABETO DE LOS JEROGLÍFICOS FONÉTICOS - Jean-François Champollion


 
Título original: Lettre à M. Dacier relative à l'alphabet des hiéroglyphes phonétiques
Autor: Jean-François Champollion
Editorial: Confluencias
Traducción: José Miguel Parra
Introducción y epílogo: José Miguel Parra
Páginas: 126
Fecha publicación original: 1822
Fecha esta edición: noviembre 2022
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16,90 euros



Se cumplen ahora dos siglos desde que Champollion anunciara que había conseguido descifrar la escritura jeroglífica (fonética). El primero en saberlo fue su hermano mayor, Jacques-Joseph Champollion, a cuya casa corrió emocionado el 14 de septiembre de 1822 para comunicárselo: «¡Je tiens l’affaire!». Durante la semana siguiente Champollion se afanó en la redacción del documento que le granjearía fama mundial: una carta fechada el 22 de septiembre y dirigida al secretario perpetuo de la Real Academia de Inscripciones y Bellas Letras, Bon-Joseph Dacier, donde presentaba sus descubrimientos. El texto completo fue publicado en París a finales de octubre: un folleto de apenas 44 páginas acompañado por 4 láminas. Este es el documento cuya traducción española aquí se presenta, acompañado por un prólogo donde se pone en contexto y un epílogo donde se presenta de forma sencilla el sistema de Champollion.
 

El pasado 2022 no solo fue el año del centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón por parte de Howard Carter, sino el bicentenario del momento en el que Jean-François Champollion compartió con el mundo que había descifrado la escritura jeroglífica y, por tanto, el modo en que los egipcios construían los palabras, gracias a la piedra de Rosetta. La figura de Tut es tan alargada y el acontecimiento de la aparición de su tumba tan magnífico que nadie (o casi nadie) se acordó de celebrar a Champollion y su gesta, muy diferente a la arqueológica pero monumental a nivel histórico: gracias a él podemos leer la escritura egipcia... gracias a él Carter supo leer el sello que había en la entrada de la tumba con el nombre de Tutankamón, ya que estamos asociando ambos descubrimientos. Así que nada, toca poner remedio, porque cuando digo que casi nadie se acordó de Champollion hago una excepción con José Miguel Parra (Doctor en Historia Antigua, experto en el mundo faraónico y autor de un buen número de libros) y la editorial Confluencias, de la que es gestor editorial y en la que dirige la colección Entre Piedras, ya que publicaron el año pasado la carta en la que Champollion explicó lo que había descubierto e hizo historia: no daba realmente unas pautas ni unas reglas para traducir jeroglíficos, pero fue un paso de gigante en un campo que llevaba siglos dando pasos sin llegar a alcanzar el éxito.

En realidad es complicado reseñar este libro porque, para empezar, solo será de interés para quienes estén realmente muy (muy) interesados en la Egiptología, intenten leer los jeroglíficos cuando los tienen delante y quieran saber cómo empezó todo, así que aviso desde ya que si no os interesa el tema, casi que mejor dejéis de leer porque os vais a aburrir (más sincera no puedo ser). Para los que nos apasiona este tema, para quienes (como yo) han estudiado algo de Egiptología como afición y ya se han visto inmersos en el complicadísimo (para mí, soy una inepta) mundo de los jeroglíficos, Champollion es uno de nuestros referentes, y la lectura de esta carta es una ventana a algo maravilloso que pienso releer a no mucho tardar. Pero claro, la carta en sí misma no se puede reseñar, porque son unas cuarenta páginas de Champollion usando sus propios descubrimientos anteriores sobre la escritura demótica, aplicándolos a la jeroglífica y, tomando como base una palabra de la piedra de Rosetta y diversos monumentos y documentos egipcios presentes en tierras francesas, consiguiendo descifrar cartuchos pertenecientes a faraones y jeroglíficos que nombran a emperadores romanos. Nada más (y nada menos) que eso. No es un tratado de traducción de jeroglíficos y tampoco creo que os interese que yo aquí me ponga muy técnica con el tema porque este libro, aparte del contexto histórico, es pura lingüística, así que voy a usar la introducción y epílogos de José Miguel Parra para daros algunos apuntes sobre todo este tema, os hablaré brevemente sobre lo más importante de la carta y ya quien le interese, yo creo que con saber que la carta de Champollion está publicada en castellano acudirá a comprarla diga yo lo que diga aquí, porque su interés radica precisamente en su importancia histórica y quienes vivimos mucho este mundo tenemos que tenerlo en la estantería. De todos modos, antes de nada quizás habría que hablar brevemente también de la piedra de Rosetta, ¿verdad?

Supongo que todos habéis visto en algún momento una imagen de la piedra de Rosetta, esa piedra negra con escritura tallada en ella. Los más afortunados la habréis visto incluso en persona en el Museo Británico (si las hordas de turistas egoístas os dejan acercaros a menos de cinco metros, claro... sin acritud, no les guardo rencor ni nada... ejem). La piedra de Rosetta en realidad es solo un fragmento (está, por tanto, incompleta) de piedra que fue encontrada en 1799 en la localidad de Rashid, en el delta del Nilo. Por increíble que parezca, la habían usado como material de construcción en una fuente y allí la encontró un grupo de soldados franceses al mando de Pierre-François Bouchard durante la campaña francesa en Egipto (fueron los franceses los que cambiaron el nombre de la localidad, Rashid, por Rosetta, que es el nombre con el que se ha hecho famosa la piedra). ¿Cuál es la particularidad de este fragmento de piedra? Que contiene el mismo texto escrito en dos idiomas (egipcio y griego antiguo) y tres sistemas de escritura diferentes: la parte superior en jeroglíficos egipcios, la intermedia en escritura demótica y la inferior en griego antiguo. Disponer del mismo texto en estos tres tipos de escritura fue lo que posibilitó la hazaña de Champollion, pero ahora llegaremos a eso. La escritura en jeroglíficos y en griego antiguo está clara para todos, pero si alguien no ha oído hablar nunca de la escritura demótica, fue un tipo de escritura cursiva que comenzó a usarse en el Antiguo Egipto hacia el 600 a.C. (el período tardío), y que está considerada como escritura popular, la del pueblo egipcio; es decir, que la escritura demótica es bastante posterior a la escritura jeroglífica usada de manera oficial en templos y tumbas (de hecho entre medias hubo otra más, la escritura hierática, o sacerdotal, destinada a textos administrativos y del día a día y de la que se derivó la demótica).
 
Antes de Champollion
fueron muchos los que intentaron resolver el misterio de los jeroglíficos, partiendo a veces de conceptos erróneos y, en otros casos, siguiendo el buen camino pero perdiéndose a mitad de trayecto... sobre esto os hablaré luego cuando comente la carta, pero el caso es que se dieron muchos pasos buenos en la dirección correcta a lo largo de varios siglos sin terminar de encontrar el quid de la cuestión. Fue a principios del siglo XIX cuando el erudito y científico inglés Thomas Young (coetáneo de Champollion y rival suyo en esta carrera) comenzó a interesarse por los jeroglíficos y llegó a conclusiones certeras: que había terminación de femenino, que un signo repetido era sinónimo de dual, que si aparecía tres veces era sinónimo de plural... y sobre todo que no toda la escritura jeroglífica era simbólica. Y entonces, tomando el texto de la piedra de Rosetta, cogió el único nombre real que aparece, el del faraón Ptolomeo (también este fue el punto de partida de Champollion), se puso a trabajar considerando que estaría escrito también en griego en el cartucho y comenzó a emparejar letras y jeroglíficos. No llegó a descifrar el valor real de todos los jeroglíficos pero obtuvo buenos resultados e incluso descifró otro cartucho más que aparecía en el tempo de Karnak junto al de Ptolomeo (el de su esposa Berenice) gracias a su propio descubrimiento del jeroglífico que denotaba femenino... es decir, que iba por muy bien camino, pero seguía empeñado en que los jeroglíficos solo eran alfabéticos cuando se usaban para escribir nombres extranjeros, y ahí se quedó estancado y emperrado en lo suyo durante años (y además fue uno de los que se opusieron firmemente a los descubrimientos de Champollion porque pensó que no le había otorgado a su propio trabajo el mérito que merecía y no se lo perdonó).
 
Bueno, y aquí, en este momento, llega Champollion, experto en lenguas desde que era un niño, con vocación precoz por el mundo faraónico y cuyo objetivo principal desde su infancia fue, literalmente, el del descifrar la escritura de los antiguos egipcios. Estudió todo tipo de lenguas orientales y se preparó, desde la adolescencia, para la que sería la gesta de su vida. Ese día llegó el 14 de septiembre de 1822 (contaba 32 años por aquel entonces), cuando corrió a casa de su hermano para comunicarle que al fin lo había conseguido... y después se desmayó (tal cual, o así lo contó luego su sobrino). Presentó sus descubrimientos el 22 de septiembre en una carta que mandó a monsieur Bon-Joseph Dacier (el M. Dacier del título), secretario perpetuo de la Real Academia de Inscripciones y Bellas Letras; leyó un resumen de ocho páginas el 27 de septiembre ante los miembros de la Academia parisina y el texto completo fue publicado a finales de octubre de ese mismo año en un folleto de 44 páginas y 4 láminas por el impresor francés Firmin Didot. Ese texto completo traducido es el que aparece en esta edición.
 
Y aquí llegamos al quid de la cuestión: el contenido de la carta a monsieur Dacier. ¿Por qué Champollion consiguió sortear el obstáculo que nadie más pudo sortear antes y consiguió descifrar cómo leer los jeroglíficos? Pues básicamente porque era un lingüista erudito, algo que no era, por ejemplo, Thomas Young. En su día, antes de esta carta, Champollion ya había descubierto que ni la escritura hierática ni la demótica eran escrituras alfabéticas (como puede ser la nuestra, para que nos entendamos, que establece correspondencia entre los sonidos del lenguaje oral y las letras), sino ideográficas, como la de los jeroglíficos. ¿Qué es una escritura ideográfica? Pues aquella en la que los símbolos no lingüísticos representan ideas, no letras ni sonidos de una lengua. Pero aun así descubrió también que había ciertos símbolos demóticos que eran una excepción, que sí eran fonéticos y expresaban los sonidos de las palabras, y se utilizaban en monumentos públicos para denotar títulos, nombres, apodos, etc... de soberanos griegos y romanos (es decir, nombres propios y palabras extranjeras a la lengua egipcia). Así, traduciendo el texto demótico a partir del griego antiguo de la piedra de Rosetta, y corroborando la existencia de caracteres fonéticos en la escritura demótica, que proviene de la hierática, que a su vez proviene de la jeroglífica, resultaba evidente que la jeroglífica también debía tener caracteres fonéticos (no sé si me estoy explicando bien y seguís el razonamiento; os lo estoy contando al trote y resumiendo mucho los conceptos, pero es para que entendáis el proceso que sigue Champollion al comienzo de su carta para explicar su descubrimiento). A partir de aquí, usando (al igual que Young) el único nombre propio que aparece en el monumento de Rosetta (el del faraón Ptolomeo) y comparándolo con el obelisco del templo de File (transportado a Londres justo en aquella época), que contenía símbolos muy parecidos a los de la piedra (jeroglífica y texto en griego antiguo) y que está considerado como la última inscripción oficial conocida en escritura jeroglífica, comenzó a traducir signos y a reconocer muchos nombres propios en templos y monumentos (para que os hagáis una idea, Champollion fue el primero, después de varios miles de años, en poder reconocer y leer el nombre de Ramsés II en el templo de Abu Simbel). Y esto es lo que hace a lo largo de la carta, nombrar templos, monumentos, documentos, y traducir nombres propios contenidos en ellos explicando el razonamiento que sigue para otorgar un valor concreto a un signo determinado.

No me extiendo más, pues ya digo que Champollion no explicaba cómo traducir ni daba pautas para hacerlo.
Pero para resumir brevemente, Champollion demostró que la escritura jeroglífica era en su totalidad una escritura mixta como la demótica y estaba compuesta por una combinación de signos fonéticos y no fonéticos (ideográficos) tanto en cartuchos reales como fuera de ellos (ese es el paso en el que Young se quedó estancado). Resulta curioso saber que Champollion no pisó Egipto por primera vez hasta mucho después de haber hecho su descubrimiento, y allí pasó año y medio viajando por todo el país deteniéndose en cada tumba y monumento que pudo. Murió poco después de regresar sin poder publicar todo su trabajo allí, de eso se tuvo que encargar su hermano Jacques-Joseph. Y, aunque parezca extraño (o no, las rivalidades en ciertos campos son encarnizadas), tras publicar la carta a M. Dacier sufrió muchos ataques, celos, desconfianzas, intentos de desprestigio... el descubrimiento de la escritura jeroglífica en aquella época era casi una guerra entre países, así que fuera de Francia lo atacaron sin piedad. Aun así, Champollion está considerado el padre de la Egiptología, disciplina que no existía en aquel momento. Su trabajo, tal y como dice Parra en su epílogo, no fue perfecto, necesitó de mejoras que empezaron casi desde el mismo momento en que esta carta fue publicada, pero fue un punto de partida maravilloso que todo aquel que ama este mundo reconoce y venera por lo que significó.

Este no es un libro de interés general, no es un libro que se pueda recomendar, es un libro con un público muy definido y concreto. Yo he resumido y sintetizado muchísimo (aunque no lo parezca), pero aun así he intentado explicar el contexto y las conclusiones de Champollion lo mejor que he podido aunque sea de una manera simplista. La clave está sobre todo en la información que da José MIguel Parra antes y después de la carta, así que si os interesa el tema, ni os lo penséis (de todos modos abajo he incluido una biografía bastante completa de Champollion). A los demás que no os interese y aun así habéis llegado hasta aquí, mil gracias por leerme y aguantarme. No propuse este reto egipcio porque sí, lo propuse porque de verdad me apasiona, y aunque sea una inepta por mucho que lea sobre el tema, lo que quiero sobre todo es aprender. No es una temática fácil, pero es fascinante.
 






Jean-François Champollion, conocido como Champollion el Joven (Figeac, departamento de Lot; 23 de diciembre de 1790-París, 4 de marzo de 1832), fue un historiador (lingüista y egiptólogo) francés, considerado el padre de la egiptología por haber conseguido descifrar la escritura jeroglífica gracias principalmente al estudio de la piedra de Rosetta. Se doctoró en Historia Antigua por la Universidad de Grenoble. Niño prodigio en filología, dio su primer artículo público sobre el desciframiento del demótico en 1806, y ya de joven ocupó muchos puestos de honor en círculos científicos y hablaba copto y árabe con fluidez. A principios del siglo XIX, la cultura francesa experimentó un período de \"egiptomanía\", provocada por los descubrimientos de Napoleón en Egipto durante su campaña allí (1798-1801), que también sacó a la luz la piedra de Rosetta trilingüe. Los eruditos debatieron la edad de la civilización egipcia y la función y naturaleza de la escritura jeroglífica, qué idioma registraba, si es que lo había, y el grado en que los signos eran fonéticos (que representan los sonidos del habla) o ideográficos (registrando conceptos semánticos directamente). Muchos pensaron que la escritura solo se usaba para funciones sagradas y rituales, y que como tal era poco probable que fuera descifrable ya que estaba ligada a ideas esotéricas y filosóficas, y no registraba información histórica. La importancia del desciframiento de Champollion fue que mostró que estas suposiciones eran incorrectas e hizo posible comenzar a recuperar muchos tipos de información registrada por los antiguos egipcios. En 1820, Champollion se embarcó en serio en el proyecto de desciframiento de la escritura jeroglífica, que pronto eclipsó los logros del erudito británico Thomas Young, quien había hecho los primeros avances en el desciframiento antes de 1819. En 1822, Champollion publicó su primer avance en el desciframiento de Rosetta, jeroglíficos, que muestran que el sistema de escritura egipcio era una combinación de signos fonéticos e ideográficos, la primera escritura de este tipo descubierta. En 1824, publicó un Précisen el que detalló un desciframiento de la escritura jeroglífica demostrando los valores de sus signos fonéticos e ideográficos. En 1829, viajó a Egipto, donde pudo leer muchos textos jeroglíficos que nunca antes se habían estudiado, y se llevó a casa una gran cantidad de nuevos dibujos de inscripciones jeroglíficas. De nuevo a casa le dieron una cátedra en Egiptología, pero solo dio unas pocas conferencias antes de que su salud, arruinada por las dificultades del viaje egipcio, lo obligara a dejar la enseñanza. Murió en París en 1832, a los 41 años. Su gramática del Antiguo Egipcio se publicó póstumamente. Se le considera como el Fundador y Padre de la Egiptología.

lunes, 25 de septiembre de 2023

RESEÑA (by MH) ::: LA LLAVE MAESTRA - Bernard Capes


 
Título original: The Mystery of the Skeleton Key
Autor: Bernard Capes
Editorial: Who
Traducción: Manuel Navarro Villanueva
Introducción: Gilbert K. Chesterton 
Páginas: 232
Fecha publicación original: 1919
Fecha esta edición: enero 2023
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 21,50 euros 
Diseño de cubierta: Julio Antonio Blasco, Sr. López



París, principios de siglo XX. Allí, el joven Vivien Bickerdike ―un noble inglés, vividor y bohemio― conoce al misterioso barón Le Sage, un afable trotamundos que juega al ajedrez por dinero. Ambos entablan una extraña amistad que solo se verá truncada por un inesperado accidente de tráfico.

Un año después la pareja vuelve a encontrarse, ambos invitados a pasar unos días en la residencia campestre de sir Calvin Kennett en Wildshott. Al día siguiente de su llegada a la mansión, durante una partida de caza, una joven y atractiva criada de la casa es asesinada de un tiro por la espalda.

El sargento Ridgway de Scotland Yard es llamado a investigar el caso. El final de la novela es de los más sorprendentes del género y plantea un conflicto moral como solo saben hacerlo las grandes obras de la literatura.


Disfrutando tanto como disfruto de los misterios clásicos, Who Editorial se ha convertido desde su nacimiento en una de mis editoriales de cabecera en el género, de esas que voy a coleccionar todos sus libros conforme vayan saliendo. Este es el primero que traigo por aquí (creo, aunque no es el primero que leo), y os cuento.
 
Vivian Bickerdike se encuentra en París esperando la llegada de su amigo Hugo Kennett, quien tarda varios días en presentarse. Mientras pasa el tiempo solo, Vivian conoce a un enigmático personaje, el barón Le Sage, tan hermético que provoca tanta curiosidad como rechazo. Pasado un tiempo vuelven a encontrarse casualmente en Londres, y más casualmente aún resulta que ambos parten al día siguiente a Wildshott, la residencia de los Kennett en Hampshire, para pasar unos días allí: el barón Le Sage invitado por el General Kennett, quien disfruta de jugar al ajedrez con el misterioso aristócrata, y Vivian por su hijo, Hugo, quien pasa por una de sus habituales crisis nerviosas y necesita de la ayuda de su amigo para superar el trance. Una vez allí vemos sobre todo las dinámicas que se establecen entre los personajes, los caracteres de cada uno y la situación de desconfianza creciente de Vivian hacia el barón. Cuando se comete un asesinato en la propiedad de Wildshott (porque hay un asesinato, claro, pero no os digo a quien asesinan), las sospechas y los recelos serán más evidentes, y los presuntos culpables se irán sumando uno tras otro.

La novela contiene dos tipos de narración: el diario de Vivian Bickerdike y la narración omnisciente, y eso nos hace ver las cosas desde dos puntos de vista, la subjetiva de Bickerdike y la objetiva de la tercera persona, así que resulta muy interesante contrastar ambas versiones, sobre todo en lo que al personaje de Bickerdike se refiere (la opinión que tiene de sí mismo y la que tienen los demás de él). La trama se toma su tiempo para presentar a los personajes y la situación y ambiente en la casa, y además tenemos un retrato muy vívido de esa aristocracia terrateniente que lo era todo en ciertas partes de Inglaterra, con sus partidas de caza, la pleitesía y devoción que despertaban entre la gente de los alrededores y la impunidad con la que se comportaban en cierta situaciones (esa aristocracia se vino abajo tras la Primera Guerra Mundial, y esta novela fue escrita precisamente durante la contienda, así que esa decadencia quizás podía anticiparse pero todavía no estaba asumida por quienes se vieron luego afectados). El caso es que cuando se comete el asesinato ya ha transcurrido medio libro, y para entonces ya tenemos una composición de lugar suficientemente apañada como para empezar a elucubrar. A partir de ahí tendremos investigación, saltaremos de un sospechoso a otro, leeremos testimonios que cambian o se matizan con el tiempo, personas que pueden ser reales o no, secretos de esos que siempre acaban por surgir en este tipo de situaciones, juicios e interrogatorios y una resolución sorprendente por diversas razones.
 
Bernard Capes fue un autor muy prolífico en varios géneros e incluso director de la prestigiosa revista teatral THe Theatre, pero esta fue la primera y última novela de misterio que escribió. Falleció (como tantos otros) en 1918 de gripe española, y La llave maestra se publicó de manera póstuma un año después. En realidad la novela fue un encargo de la editorial Harper Collins, siendo La llave maestra la primera novela detectivesca que encargaban y publicaban. Harper Collins la incluyó  en 1929 (diez años después) en "The Detective Story Club", una colección que publicaron con los que ellos consideraban los mejores y más ingeniosos libros de la época en el género policial o detectivesco, coincidiendo con el surgimiento de la Golden Age de la literatura británica (para esa época Agatha Christie ya había empezado a hacer de las suyas y había abierto el camino para otros muchos autores). Esta edición de 1929 incluía alabanzas a la novela por parte del mismísimo Arnold Bennett, y eso ya son palabras mayores.

Pero claro, la clave está en que esta novela se publicó inicialmente, como ya he dicho, en 1919, mucho antes de que el canon de la novela policíaca y de misterio comenzara a plantar semillas y germinar en lo que hoy conocemos como la edad dorada de la literatura británica de misterio. Todo esto hace que
La llave maestra tenga virtudes y lo que consideramos un defecto pero que para otros no lo será en absoluto. Cuando hablo de la virtud me refiero a algo que quizá quedó de lado en el género cuando se hizo tan popular desde los años 20 en adelante: esa virtud son los personajes que, en la medida de lo posible, están más desarrollados de lo habitual y tienen más aristas visibles de las que acostumbramos a ver en la novela policíaca. Así tenemos a uno de los narradores, Vivian Bickerdicke, al que conocemos tanto en primera persona cuando leemos su diario como en tercera cuando es el narrador omnisciente el que toma la palabra, y eso nos hace ver tanto la imagen que tiene de sí mismo como la que tienen los demás de él, y como supondréis es bastante discordante. No es un personaje que caiga bien, se quiere mucho y tiene un alto concepto de sí mismo, y eso es bueno para la narración porque da mucho juego. Luego tenemos a los hermanos Kennett, Hugo y Audrey: uno es un manojo de nervios con cambios de ánimo extraños que no quiere explicar por qué se encuentra así y la otra es un personaje femenino atípico para la época (y más para estar escrita por un hombre): ignorada en buena medida por sus familiares masculinos y sin amistades por lo aislada que está en esa casa, tiene muy claro que no piensa casarse con el primero que se presente y no tiene miedo de decírselo a la cara a quien se tercie; es muy directa en su relación con los demás, sabe juzgar muy bien el carácter de las personas y es quizás el personaje más inteligente de toda esta historia... con la salvedad del tal barón Le Sage, del que poco os puedo comentar salvo que es muy misterioso (mucho, muy misterioso), que no responde nunca a las preguntas que le hacen, que va de listo por la vida (en el libro no lo dicen así, lo suavizan... pero va de listo por la vida, hacedme caso xD) y que le gusta mucho el ajedrez. También hay muchos secundarios que no os voy a nombrar por no alargar esto mucho, pero varios de ellos son también muy importantes para el caso y la resolución, no son meras comparsas.

He disfrutado de la lectura por todo lo bueno que os comento arriba, pero os hablaba de un defecto... si me atengo en particular al género en el que está circunscrita, el autor se lo oculta todo al lector hasta el mismísimo final, y eso le resta atractivo a una historia de este tipo. La gracia de estas historias está en que mientras lees, seas capaz de ver las pistas, que tengas la misma información que el detective (o buena parte de ella) y que puedas intentar, en la medida de lo posible, adivinar quién es el culpable. En La llave maestra puedes adivinar quién es el asesino antes de llegar al giro final, que es realmente sorprendente, pero eso mismo... adivinarlo de manera literal, al tuntún, porque información no tienes ninguna. Capes usa la baza del archireservado barón Le Sage para hacerlo contenedor de absolutamente toda la información que hace falta para resolver el crimen, así que esa información no solo le está vedada a todos los demás personajes, sino al lector mismo (y además con muchas casualidades reconocidas en la propia resolución). ¿Qué pasa? Que llegas al final y piensas "pues vale, puede ser esto como cualquier otra cosa, porque total, nos hemos enterado de todo en el mismísmo final" (para ser justos hay una breve escena que cuenta dónde va a investigar Le Sage cuando no está en la mansión de los Kennett, pero lo dicho, para la resolución final no ayuda en nada porque para empezar no tenemos ni idea de qué sabe y por qué ha decidido ir ahí, así que lo mismo da). Que no me ha molestado demasiado (un poco sí, pero no como para echar por tierra todo lo demás xD) porque estoy acostumbrada a leer de todo en este género y el resto del libro sí lo he disfrutado, pero sé que hay lectores a los que les molesta mucho este tema y prefiero avisar. Es que por no saber, no sabemos nada de la llave maestra del título hasta la explicación final, para que os hagáis una idea. Si este libro se hubiese publicado quince años después, no hubiese pasado la criba impuesta por las reglas del decálogo que Knox (miembro del Detection Club) publicó en 1929 por incumplir varias de ellas (no entro en detalles, pero ese decálogo estaba destinado a que las historias de detectives fuesen justas con el lector y no se sacasen cosas de la manga o fuesen tramposas), Así que La llave maestra es un whodunit, sí... pero un poco tramposillo :)
 
También comento una cosa mala y otra buena de la edición, y voy con la mala primero: el texto no tiene sangrías en los comienzos de cada nuevo párrafo, y eso dificulta a veces la lectura cuando no hay interrupciones visibles porque todas las líneas ocupan el ancho disponible y no se diferencia de primeras cuando estás dejando el diálogo y estás de nuevo en narración (haciéndote leer dos veces la línea). No sé si ha sido intencionado o error de maquetación, pero es raro. Lo bueno es el uso de algo que muy pocas editoriales mantienen hoy en día, como son las notas a pie de página explicando ciertos términos, personajes, costumbres de la época que un lector de hoy en día desconoce, etc... Creo que salvo la editorial dÉpoca, muy pocas editoriales se toman la molestia de hacerlo en todas y cada una de sus ediciones y en los clásicos no solo se agradece mucho sino que a veces se hace necesario (ya sé que otras muchas editoriales no las incluyen porque no quieren, sin  más... pero no estoy de acuerdo xD). El caso es que esta edición sí las incluye y hay que darles las gracias.

En definitiva, es una novela muy interesante y entretenida ambientada en una época y una sociedad british hasta la médula y donde, dejando a un lado la investigación, su punto fuerte es la construcción psicológica de los personajes, algo que no siempre se trabaja a fondo en este tipo de misterios clásicos... además del estilo del autor, que acabo de caer que no he comentado hasta ahora que me han gustado mucho los diálogos, así que lo hago aquí: se perciben realistas, honestos y fluyen a la perfección. Notas cuando un personaje está harto, está enfadado, la mayor o menor confianza que existe entre los personajes que intervienen en el intercambio de frases... los autores no siempre dan con la clave de un buen diálogo y se nota que Capes tenía muchas tablas en el mundo teatral. Como digo, la única pega la pongo en la ocultación casi total de las pistas que convergen en la resolución del misterio, pero si no sois tiquismiquis con este tema, no dudéis en leerlo si os cae en las manos.
 




 

Bernard Capes (1854-1918) fue un prolífico autor inglés. Publicó más de cuarenta libros de diversos géneros ―poesía, historia y novelas―, además de cientos de artículos en las publicaciones más prestigiosas de su época. Fue, asimismo, editor de The Theatre, la más importante revista victoriana dedicada al mundo de las tablas.

viernes, 22 de septiembre de 2023

RESEÑA (by MH) ::: UN CADÁVER EN LA BIBLIOTECA - Agatha Christie


 
 
Título original: The Body in the Library
Autora: Agatha Christie
Editorial: Espasa
Traducción: Guillermo López Hipkiss
Páginas: 208
Fecha de publicación original: 1942
Fecha esta edición (4ª): diciembre 2019
Encuadernación: rústica sin solapas
Precio: 15,90 euros



https://inquilinasnetherfield.blogspot.com/p/esta-pagina-la-abro-yo-mh-modo-personal.html
 
 
Bueno, bueno... taitantos años después, y requetetropecientas novelas más tarde... Miss Marple is back!! Anda que no se lo pensó la Christie antes de traerla de vuelta, al menos en narración larga, que en relato sí que le dejaba asomar la patita alguna vez que otra. El caso es que el año 1942 supuso el regreso de Jane Marple al tablero de los asesinatos y las investigaciones, y en
Un cadáver en la biblioteca la vemos nuevamente en acción. Es además, de entre todas las novelas que protagonizó (que son muchas menos de las que la gente normalmente piensa... la estrella indiscutible era Poirot), posiblemente de las más famosas.
 
Vamos a ver, ¿qué tenemos por aquí? Pues a los Bantry, un matrimonio de mediana edad que vive en Gossington Hall. Él es magistrado del distrito, un señor muy respetable del que jamás ha tenido nadie la más nimia razón para sospechar de conducta indecorosa o libertinajes varios. ¿Cómo se desata el caos? Con una desconocida rubia muy hermosa y muy vulgar que aparece asesinada en la biblioteca de la casa. Nadie parece conocerla ni saber quién es, pero claro, si ha entrado en la casa así de descocada será por algo, ¿no? Y las sospechas pronto recaen en el pobre señor Bantry, que ve como le retiran invitaciones, le dan largas y de repente todo el mundo está ocupadísimo para quedar con él. Vamos, lo normal en estos casos: corren rumores falsos, cotilleos, y aunque él se repliega como una tortuga, su señora esposa, Dolly, no está dispuesta a consentirlo. ¿A quién recurre? A su buena amiga y vecina, la señorita Jane Marple, a la que parece que se le da bien esto de resolver asesinatos. Juntas, ya sea de manera independiente o colaborando con la policía, intentarán cazar al auténtico asesino para limpiar el buen nombre del bonachón señor Bantry.

Bueno, pues ya tenemos aquí a la señorita Marple. Quien haya leído Muerte en la vicaría sabrá que en ese libro tiene muy poca presencia aunque sea ella la encargada de resolver el asesinato, y aunque en esta su segunda novela tiene más páginas, ni mucho menos se acerca al protagonismo que suele tener Poirot en sus libros. Agatha Christie era muy realista en este aspecto: una anciana puede meter las narices mucho y de manera muy insistente allá donde le dejen (y donde no también), pero dentro de unos ciertos límites. El caso es que en Un cadáver en la biblioteca aparece ya muy al principio, pero luego desparece durante bastantes capítulos hasta que regresa para quedarse. Y cuando la tenemos en las páginas vemos una constante en este personaje: la desconfianza y su visión de la naturaleza humana. No sé si quienes conocen a este personaje solo de las adaptaciones televisivas tienen una idea aproximada sobre la Marple literaria, pero, por un lado, la Jane de papel y tinta considera que la naturaleza humana es la misma en todas partes y que todos nos movemos por un denominador común, y por eso tiene ejemplos de todo tipo protagonizados por sus vecinos y conocidos para explicar posibles teorías. Por el otro, y precisamente por presumir de conocer muy bien la naturaleza humana, es sumamente desconfiada, nunca se cree nada de lo que le dicen, todo lo pone en duda, todo lo verifica por sus propios medios y siempre muestra una expresión que no da la más mínima pista sobre sus pensamientos a la persona que tiene enfrente.

¿Quienes están a cargo de este caso oficialmente? El inspector Slack, al que ya conocimos en Muerte en la vicaría y que aparece en varias novelas y relatos protagonizados por Jane Marple. En este caso debe colaborar con el coronel Melchett, jefe de policía de Radfordshire y personaje también recurrente en varias historias de Marple (también apareció ya en la Vicaría), con el que Slack tiene sus más y sus menos porque considera que  favorece a los Bantry por su posición social. Luego aparecen más personajes que representan a la ley porque por diversas circunstancias varios condados se ven involucrados en la resolución del asesinato y las localizaciones se alejan de Gossington y St. Mary Mead, pero no os voy a desglosar apenas nada al respecto, ya lo descubriréis vosotros si os animáis a leer el libro.

Y ahora tocan esos datos que intento daros (si consigo verlos y descubrirlos) escondidos en estos libros.
Para empezar, se hace mención al caso de una muchacha que murió en St. Mary Mead y de cuyo asesinato estaba acusada una persona inocente, siendo miss Marple quien descubrió la identidad del verdadero asesino. Pues bien, este caso apareció en forma de relato en
Miss Marple y trece problemas, del que os hablé hace eones en el blog dentro de este mismo reto. ¿Más cositas? El libro está dedicado a su amiga Nan... pues bien, se refiere a Nan Kon, una amiga que Agatha conservó durante toda la vida desde que ambas eran unas niñas. Por otro lado, aparecen varios vecinos de Agatha que ya conocimos en Muerte en la vicaría, pero en esta novela apenas tienen presencia salvo escenas muy puntuales. Y por ir terminando en este apartado, descubrimos que en los años 40, en la campiña inglesa de gente bien no era educado llamar entre las 21:30 de la noche y las 9 de la mañana. Ya podías tener un motivo muy bueno para romper una regla de educación y cortesía tan arraigada como esta :) ¡Ah! Añado que la edición contiene un prólogo de la autora donde explica, entre otras cosas, que el cliché del cadáver en la biblioteca era muy habitual en las novelas de detectives, pero que ella siempre intentaba una variante e sus historias y que por eso, aquí la biblioteca es de lo más normal y lo inverosímil y sensacional es el cadáver en sí mismo. También explica lo de basarse en personas reales para crear a sus personajes, que yo creo que debe ser la pregunta más recurrente que deben recibir los escritores (y que debe aburrirles mucho, dicho sea de paso), pero vamos, que por resumir, explica que podía basarse en personas reales, pero que las dotaba de rasgos y cualidades totalmente inventados.
 
Llegados a este punto, como siempre me pasa, habréis visto que no os he dicho nada sobre el caso... es que me resisto mucho a estas cosas. Os puedo decir que desde el principio hay un personaje relacionado con la televisión que no tiene muy buena fama entre los tranquilos vecinos de St. Mary Mead, que se consigue descubrir la identidad de la hermosa rubia pero que eso no ayuda demasiado a la investigación porque sigue sin explicar absolutamente nada ni que hacía en la biblioteca de los Bantry, y que acabaremos en un hotel donde realmente se cuece todo y descubrimos a muchos nuevos personajes que son los que merecen nuestra atención. Claro, ellos ven a una amable ancianita totalmente inofensiva con la que se desahogan y a quien le cuentan sus penas, pero no saben la clase de persona que tienen enfrente. Quien sí la conoce, describe a Jane Marple de esta manera:
 
Abajo, en el salón, junto a la tercera columna de la izquierda, se sienta una anciana de rostro dulce, apacible, una solterona cuya mente ha sondeado las profundidades de la corrupción humana. Se llama miss Marple. Procede de St. Mary Mead, a unos dos kilómetros de Gossington. Es amiga de los Bantry y, en lo que a crímenes se refiere, no tiene rival.

Con el paso de los años he descubierto que hay team Marple y team Poirot, que los lectores de Agatha tienen su favorito de entre los dos pesos pesados nacidos de su fértil imaginación literaria, y yo sin embargo disfruto de ambos. Poirot protagonizó infinidad de libros y Marple fue mucho más ocasional en sus apariciones, pero son tan diferentes entre sí que hay que quererlos por igual. En cualquier caso parece que Agatha se puso las pilas con su anciana detective y no tardaremos en volver a saber de ella en El caso de los anónimos, pero antes os traeré Cinco cerditos, donde saludaremos de nuevo al belga Poirot, que se nos enfada y no respira si está demasiado tiempo alejado del centro de atención.



Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.