miércoles, 25 de agosto de 2021

RESEÑA (by MH) ::: LA SOMBRA DE LA DUDA - Edith Wharton

 

 
Título original: The Shadow of a Doubt
Autora: Edith Wharton
Editorial: Huso
Traducción: Nadia Khalil Tolosa
Prólogo: Jorge Freire
Páginas: 178
Fecha publicación original: 2017 (escrita originalmente en 1901)
Fecha esta edición: septiembre 2019
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 15 euros 
Imagen de cubierta: Ophelia (John William Waterhouse, 1889)


John Derwent se ha casado con Kate Tredennis, enfermera y la mejor amiga de su esposa Agnes, fallecida tras sufrir un terrible accidente. Kate es una esposa modelo y una madrasta ejemplar para Sylvia, hija de John y ­Agnes. Pero lord Osterleigh, el acaudalado padre de Agnes, desaprueba la rapidez de su yerno a la hora de contraer nuevas nupcias, y comienza a abrigar dudas en torno a la propia Kate. Todo se complica cuando el oscuro doctor Carruthers trata de extorsionarla a cuento de un oscuro secreto. Kate no es más que una noble enfermera en medio de un mundo de suspicacias y puritanismo. ¿Podrá resistir los embates de la alta sociedad cuando esta la convierta en objeto de sus malas lenguas?

Mi andadura en Netherfield tiene sus altos y sus bajos, como todos los proyectos a los que se les presupone un largo plazo, pero si algo he tenido claro desde el principio es mi intención de hablar de Edith Wharton más allá de las novelas que le han hecho famosa. Ya sea con relatos, libros de viajes o novelas cortas, no he cejado en mi empeño, y eso convierte a La sombra de la duda en la octava aparición de esta autora por estos lares. Justamente hace un año de la última vez que os hablé de ella y ya tocaba: el proyecto de Reseñas Cruzadas se presta a la mil maravillas para ello. Me consta que mi compi en esta aventura siente la misma fascinación por la obra de Edith Wharton como yo, pero este título tiene algo peculiar.
 
¿Cuál es ese hecho extraordinario? Pues eso que tan pocas veces ocurre en nuestros tiempos: la aparición de una obra inédita de una autora clásica consagrada. Corría el año 2017, casi 80 años después del fallecimiento de Edith Wharton, cuando Laura Rattray, profesora de la Universidad de Glasgow, y Mary Chinery, de la Georgian Court University de Nueva Jersey, dieron con dos manuscritos que conformaban no solo un trabajo completo de Wharton sin que cupiera lugar a dudas sobre su autoría, sino que además era una obra de teatro, única en su obra literaria. Algo que ya de por sí es todo un acontecimiento en la historia de la literatura, se torna más complejo por el misterio que rodea a la obra en sí misma. Edith Wharton no la nombra en su autobiografía, y apenas se tiene constancia de la fecha de su redacción por algunas alusiones muy someras en la correspondencia que mantenía la autora. Se realizaron ensayos pero jamás se representó sobre un escenario (las razones se desconocen), tampoco fue publicada, y eso lleva a preguntarse: ¿por qué omitió Edith Wharton esta obra de teatro de su bibliografía? ¿Estaría ella de acuerdo con que esa obra haya visto finalmente la luz? Dicen que estaba escondida a plena vista, pero a mí estas cosas me siguen fascinando. Tan a plena vista no estaría cuando se han tardado ochenta años en dar con ella. 

Pero antes de ir más allá, os cuento por encima de qué va la historia que se esconde tras un título como La sombra de la duda.
 
La obra de teatro, dividida en tres actos, está ambientada en Londres. John Derwent, firme candidato a ocupar un alto cargo en el gobierno británico, se casó un año atrás con Kate Tredennis, enfermera y mejor amiga de Agnes, su fallecida esposa. Acaban de volver de pasar su primer año de casados viajando por el continente, y se encuentran en casa de lord Osterleigh, padre de Agnes, que no ve con demasiados buenos ojos ni las prisas que se dio su yerno para casarse de nuevo ni lo irritantemente perfecta que parece su flamante esposa, que no es más que la hija de un párroco y no parece adecuada para la carrera política a la que aspira John. En todo caso tiene que plegarse a la felicidad que desprende el matrimonio y a lo muchísimo que parece querer su nieta Sylvia a su nueva mamás sin sospechar que no siempre es oro todo lo que reluce: Kate tiene un secreto, un secreto que se remonta a las circunstancias en que falleció Agnes, su amiga y predecesora en el corazón de su esposo... Alguien conoce ese secreto y está dispuesto a usarlo en su beneficio.

Como veis, tenemos una trama un tanto manida sobre una mujer de clase media que, por medio de su matrimonio, asciende a una clase social que no es la suya y que la considera una arribista. Además de tener que luchar contra esa desconfianza debe enfrentarse a un chantaje que pone en duda la manera en que se despejó el camino para que John Derwent se quedase viudo y ella pudiera casarse con él. Ciertas frases de Kate pueden resultar ambiguas en cuanto a sus motivos (independientes del amor) para casarse con John al tiempo que parece que parece que ese amor es el que lo mueve todo dentro de ese matrimonio. Es decir, que se nos sirve el típico entramado sospechoso sobre las verdaderas intenciones de la protagonista. ¿Es culpable de los hechos sobre los que le acusa su chantajista? Si lo es, ¿podrá seguir adelante con el engaño? Si no lo es, ¿conseguirá convencer a su familia de su inocencia?
 
Además de estos tres personajes principales (John Derwent, su esposa Kate y el suegro de John, lord Osterleigh), tenemos un elenco de personajes secundarios que simplemente están para amenizar la trama y dar voz mediante conversaciones a los pensamientos de los protagonistas principales, que de otra manera no tendrían salida.

Y llegados a este punto, me vais a permitir que traiga a colación otra obra inédita descubierta hace no demasiado tiempo de la que os hablé hace un par de años, porque he tenido unas sensaciones muy parecidas. En 2019 os hablé de La herencia, obra muy temprana de Louisa May Alcott (la escribió con apenas 17 años) que no fue descubierta hasta finales de los años 90 del siglo XX, y que yo leí con mucho cariño pero siendo consciente de las limitaciones de una escritora que todavía no tenía los recursos necesarios para armar una historia genuinamente redonda y compleja tanto a nivel argumental como de estructura y personajes. En su día dije que me parecía una lectura para admiradores de la autora que tuvieran curiosidad por acercarse a los inicios de su obra, pero que no me parecía una lectura apropiada para acercarse a ella sin tener claro lo que se iba a leer.

Bien, pues algo así que me ha pasado con la obra que hoy nos ocupa. Evidentemente el recorrido vital es completamente diferente, porque Wharton rondaba ya los cuarenta años cuando escribió La sombra de la duda pero, en lo que respecta a su bagaje como escritora, era todavía muy limitado. Ni siquiera se consideraba capaz de escribir una novela, y dedicaba sus esfuerzos a los relatos y las nouvelles (de aquella época es precisamente La piedra de toque, de la que os hablé el año pasado, o Las hermanas Bunner). Así que decidió ser dramaturga, periodo al que pertenece esta obra de teatro. ¿Y qué nos encontramos en ella? Pues retazos de lo que luego serían muchas de sus señas de identidad, pero personalmente creo que le falta mordiente, profundidad y, sobre todo, personalidad. Quien ha leído mucho a Wharton conoce los puntales sobre los que armaba sus novelas: unos personajes complejos siempre enfrentados a dilemas morales y éticos, basculando entre sus errores y las consecuencias de sus actos, inmersos en una sociedad clasista e hipócrita recubierta de una pátina dorada que no resistiría el más mínimo rasguño, y de fondo, persistente e implacable, el regusto amargo de esos finales melancólicos y nada acomodaticios que huían de convencionalismos y que intentaban provocar al lector. Edith Wharton era una autora de pluma afilada, intención mordaz, esencia compleja y objetivo crítico, y La sombra de una duda ofrece poco más que algunos destellos muy atenuados de todo eso.

Que conste que tiene todos ingredientes, porque el final ahí está (no puedo decir más al respecto), y se saca de la manga personajes como el de lady Uske, que anticipa sin ningún género de dudas a ese tipo de mujeres que más tarde utilizó en sus novelas más famosas para frivolizar sobre la alta sociedad desde un punto de vista irónico y muy punzante. Pero el resto de la historia se me ha quedado corta, los personajes secundarios no aportan gran cosa (o no aportan nada, en algunos casos), falta profundidad en algunas escenas y en las motivaciones de algunos personajes y, en definitiva (me duele en el alma decir esto), me ha parecido una obra de teatro del montón. Es muy entretenida, tiene chispazos de humor y sobre las tablas debe quedar muy resultona, pero esta no es mi Wharton... todavía no.

Así que vuelvo a lo que he comentado arriba. Yo he leído La sombra de la duda con cariño porque es de una mis autoras clásicas favoritas, y me parece un auténtico lujazo que hayamos tenido la oportunidad de leerla... es una curiosidad inesperada y única con muchas cosas buenas y destellos de lo que estaba por venir, pero soy también muy consciente de las limitaciones del texto. Creo que esta obra la disfrutarán más quienes no conozcan demasiado el trabajo de Wharton y no estén demasiado familiarizados con la genialidad de la bibliografía de esta mujer; a quienes sí lo estamos nos sabe a poco. Y esto, a su vez, me lleva nuevamente a hacerme las mismas preguntas de unos párrafos atrás. Wharton había enterrado esta obra hasta el punto de pretender que nunca existió, lo que hace pensar que no estaba demasiado contenta con el resultado o que algo, lo que sea, hizo que la guardase en un cajón y se olvidase de ella. ¿Cómo le sentaría saber que, a pesar de sus esfuerzos, esta obra ha visto finalmente la luz?

¿Terrible? No. Mucho peor que terrible. Es absolutamente irreprochable... tan puñeteramente considerada, y distinguida, y diplomática, y modesta, que apenas puedo aguantar estar en la misma sala que ella.

Lo dejo aquí diciendo que no me ha entusiasmado la traducción, y que es de las lecturas del proyecto de Reseñas Cruzadas que más curiosidad me produce en cuanto a coincidencia o diferencia de opinión con mi querida Undine. Hasta ahora solo hemos diferido en uno de los libros... ¿qué nos deparará La sombra de la duda?

 

Reseña en casa de Undine -> aquí




Edith Wharton (Edith Newbold Jones, de soltera) nació en 1863 en Nueva York, en el seno de una familia de la alta burguesía. Pasó gran parte de su infancia en Europa, primero en París y luego Alemania y Florencia. Desde pequeña dio muestras de una inteligencia e imaginación excepcionales. De adolescente escribió poemas y en 1877 un cuento: «Fast and Loose». Con 23 años se casó con Edward Wharton, doce años mayor que ella, con quien no compartía ningún interés intelectual ni artístico (acabó divorciándose en 1913). En 1891 apareció su primer relato, «Mrs Manstey’s View» en el Scribner’s Magazine, donde se recogerían regularmente sus textos. En 1897 publicaría The Decoration of Houses, en colaboración con su amigo el arquitecto Ogden Codman, que tuvo un éxito inmediato. En 1902, se instala en The Mount, la casa que los Wharton habían construido en Lenox, pero pronto regresará a Europa, y en 1903 conocerá en Inglaterra a su «queridísimo maestro» Henry James, con quien mantendrá una gran amistad hasta la muerte de éste en 1916. En 1905 aparece La casa de la alegría; en 1907, se instala en París, y ya nunca abandonaría su querida Francia. Durante la Primera Guerra mundial fundó los American Hostels for Refugees, por lo que fue condecorada con la Legión de Honor. En 1920, La edad de la inocencia obtiene el Premio Pullitzer. En 1923 se convirtió en la primera mujer doctor honoris causa por la Universidad de Yale. El 11 de agosto de 1937 padeció una crisis cardíaca que le causó la muerte. Sus restos reposan en el cementerio de Versalles. Su última novela, inacabada, The Buccaners, se publicó póstumamente en 1938.

 

lunes, 23 de agosto de 2021

RESEÑA (by MH) ::: ASUNTOS DE MUERTOS - Nieves Mories


 
 
Título original: Asuntos de muertos 
Autora: Nieves Mories
Editorial: El Transbordador
Prólogo: Ismael Martínez Biurrun
Páginas: 294
Fecha esta edición: enero 2021
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 20 euros 
Ilustración de cubierta e interiores: Manuel Gutiérrez


Dicen de esa casa, esa que ves ahí con un seis pintado de verde en la fachada, que ahí se habla con los muertos. Que si pagas una módica cantidad te pondrán en contacto con el más allá. ¿Qué puedo decirte? He visto salir de ella a hombres descompuestos, lívidos. A mujeres llorando que no volvieron jamás.

También vi, hace años, cómo se llevaban a la madre en una bolsa para cadáveres. Las ambulancias paran mucho por aquí, sí.

Yo sólo sé que nunca han descorrido las cortinas. Que apenas van a hacer la compra ni se relacionan con el vecindario. Él antes salía a trabajar, pero ya ni siquiera eso. Tiene su negocio en casa, dicen que lo ayudan las niñas. Esas niñas tan extrañas que nunca se acercan a nadie.

La menor, esa es la que... Qué se yo lo que hacen ahí. Pero no me acercaría mucho. Por si acaso.

 
En lo que va de año no he colgado ni una sola reseña que no esté relacionada con alguno de mis múltiples retos lectores y así seguirá siendo durante un tiempo, pero hoy toca descansar un poco y cambiar el chip. Asuntos de muertos es una novela que me ha sorprendido mucho de una autora que no conocía pero de la que quiero seguir leyendo su obra. Hace ya cosa de dos meses que lo leí y todavía tengo algunas escenas en la cabeza. Cuando un libro deja esa impronta es porque ha conseguido su objetivo de llamar la atención del lector, de llegarle de alguna manera y provocar una reacción, sea cual sea esa reacción.
 
La sinopsis oficial de la editorial es fantástica porque dice mucho en general en cuanto al misterio y oscuridad que rodean tanto a la casa como a sus moradores, pero nada en absoluto sobre la historia en sí misma que contiene ni los acontecimientos que se narran en el libro. Y claro, yo ahora me encuentro en la tesitura de hasta donde ir en el esbozo inicial que os doy de la trama. Ya sabéis que soy de hablar mucho pero de no adentrarme demasiado para no desvelar más de la cuenta (o al menos eso intento), y esa máxima de contar poco, muy poco, se impone elevada a la máxima potencia al intentar un acercamiento a Asuntos de muertos.

¿Qué os cuento entonces? Pues que tenemos una casa con el seis pintado en la puerta, una casa a la que no deberíais entrar ni aun siendo invitados. Durante años se vivió entre esas paredes una gran mentira, la mentira de "bienvenido seas mientras nos retribuyas en dinero y especies, que vamos a hacer como que hablamos un ratito con tu familiar muerto", mentira que daba de comer a sus habitantes gracias al sufrimiento y horror que infligían a otras personas. Se aprovechaban de su buena fe, de su dolor, de su credulidad, y montaban un espectáculo que hoy en día se convertiría en un reality show de masas. Un negocio muy rentable para el que, al fin y al cabo, había que poner los remilgos y la empatía a buen recaudo. El padre y la hermana mayor no tienen problemas en hacerlo; la hermana pequeña, Victoria, nuestra narradora, es otro cantar. Nos cuenta la historia a toro pasado, apuntalando los momentos en que fue consciente de muchas cosas de las que no había tenido ni idea antes y, sobre todo, nos lleva poco a poco hacia otro plano, ese en el que el fraude ya no es fraude y el teatro no es teatro... ese en el que lo que ha estado fingiendo durante toda su vida es mucho más real de lo que le gustaría... ese en el que el mundo de los muertos ha llegado para quedarse y su familia disfuncional va a pagar las consecuencias. Porque esos muertos son suyos y hay que apechugar con ellos.
A lo mejor es tan sencillo como que no debimos jugar a la mierda de los Asuntos de Muertos, ¿no te parece? A lo mejor es que engañar a los vivos, saquear a los muertos y organizar un circo de visiones de ultratumba no era una buena idea. No sé. Se me ocurre empezar por ahí.
Y esto que os cuento es como contaros nada salvo un arañazo en la superficie de la historia. Intentar ponerle una etiqueta a Asuntos de muertos sería como querer ponerle puertas al campo: se podría intentar, pero sería una pérdida de tiempo. Aun así, si hubiese que definirlo en cuatro palabras, quizás escogería esta dicotomía: terror y elementos sobrenaturales por un lado, amor y familia por otro. Podría añadir veinte más, pero creo que estos cuatro definen a la perfección las aristas tan diferentes, contrapuestas y casi contradictorias que a priori pueden definir el libro, y que sin embargo son totalmente exactas y se combinan a la perfección dentro de la trama. La propia autora dice que ella escribe sobre el amor, algo indudable una vez que se ha leído la novela, pero amor a su manera, que es una manera espeluznantemente sentimental y sentimentalmente espeluznante. O algo así. A ver si sé explicarme.

Asuntos de muertos es una novela de terror aunque al principio parezca que no porque se habla de fraudes, de engañifas, de sentido del espectáculo y de total carencia de empatía. Pero ese terror llega, aunque quizás no de la manera que el lector anticipa al abrir el libro. Porque sí, tenemos escenas impactantes e incluso alguna un tanto desagradable (de hecho esto es un aviso: si sois de estómago débil y asquerosillos con según qué cosas, lo mismo tenéis que leer algunos párrafos en diagonal...), tenemos fantasmas y tenemos una máquina con la que se invoca a unos muertos con muchas cuentas pendientes, pero el terror real de este libro proviene del amor totalmente disfuncional que ata a los miembros de esta familia con lazos imposibles de deshacer. Porque el amor que se muestra en esta historia es de los que duelen, de los que asustan, de los que cuesta entender desde fuera pero lo es absolutamente todo para los que respiran gracias a él. Y así, en esta noria eterna que da su vuelta del terror cada 24 de julio, viven atrapados unos personajes que giran y giran y giran sin que esa noria aminore su velocidad lo suficiente para que ellos puedan saltar y huir sin mirar atrás... en el improbable caso de que quisieran hacerlo, claro. Odian estar subidos a la noria, pero no podrían sobrevivir fuera de ella.

Libro muy visual, casi cinematográfico en cada palabra y diálogo que salen de la cabeza de esta autora, se nutre de unos personajes que no han nacido para gustar al lector, mucho menos para buscar su simpatía. Avanzamos hacia delante y hacia atrás, tenemos que viajar constantemente al pasado para intentar entender el presente. Victoria es la que nos narra todo, la antiheroína que se pasa la vida muerta de miedo y aun así intenta boquear fuera del fango negro en el que vive en busca de un atisbo de existencia que no esté corrupto ni acechando entre las sombras. Solo ella podría querer con esa lealtad constante, eterna e incomprensible a su hermana Mara, un personaje horrible sin excusas. Victoria no le tiene muy en cuenta ninguna de las cosas que le hace porque a lo que mucho abunda, uno se acostumbra. Yo como lectora acepto ese amor porque se me ofrecen las claves para hacerlo y porque en esas claves está el núcleo mismo alrededor del que gira toda esta historia, pero ya me guardaré muy mucho de darle mi bendición. Sí, Mara es horrible y el padre de ambas, André, va subido en el mismo carro. Menos mal que por ahí pulula Arti, único faro cuya luz tenue alumbra un poco tanta oscuridad.
 
En definitiva, tenemos a un padre y sus dos hijas, un negocio en el que se tima a los vivos y se rapiña cosas a los muertos, una máquina infernal que parece formar parte del engaño pero que la hija pequeña sabe (o quizás no sabe, pero lo hace igualmente) cómo usar de otras maneras, unos fantasmas que encuentran su camino cuando esa máquina infernal es usada del modo apropiado, y unas vidas, las de ese padre y esas dos hijas, pendiendo del hilo de una cordura muy mermada que apenas sobrevive gracias a la fuerza de las hilachas de un amor tan enfermo como absoluto. No, Asuntos de muertos no es una novela de una sola lectura. Bueno, lo es si el lector así lo decide, y probablemente esa lectura le ofrezca mucho (y más) de lo que espera de ella, pero yo me quedé con la sensación (luego confirmada por la autora en su epílogo final) de que hay muchas miguitas de pan a lo largo de la historia que solo se pueden apreciar cuando ya conoces el todo y tienes los elementos suficientes para hilar fino con sus partes por separado. En cualquier caso releeré la novela. No será este año probablemente, pero no faltaré a esa cita... y me guardaré muy mucho de que no haya ceniceros ni tijeras cerca, que nunca se sabe cuando los fantasmas pueden asomar su espectral patita fuera de las páginas, y las consecuencias no son demasiado halagüeñas.

¿Recomiendo Asuntos de muertos? Mucho, sobre todo si os gusta la literatura oscura que escapa a gritos de los perímetros estrictos en cuanto a géneros literarios. Pero este libro hay que leerlo para entender el alcance de la historia que encierra y apreciar el modo en que está contada, así que no pienso contaros nada más. Invitados quedáis a adentraros en sus páginas. Eso sí, no puedo terminar sin elogiar la edición de El Transbordador que es, como acostumbran, simplemente magnífica, y las ilustraciones de Manuel Gutiérrez, que se funden con la historia. Si a esto se suma que durante toda la novela nos acompaña nada menos que La Voz, ¿qué más podemos pedir? (entre tanta alma atormentada, Frank Sinatra se encuentra como en casa, que al fin y al cabo es de lo que va este libro: del sentido de pertenencia, de tener un hogar al que volver... aunque ese hogar sea a ojos de los demás, objetivamente, un lugar de mierda).
 


Nieves Mories (Ávila, 1978) es escritora, ilustradora y guionista; también ha ejercido como crítica de cine en revistas y webs del género. Estudió Artes y Ciencias Políticas, entre otras muchas cosas, puesto que su formación continúa a día de hoy. Cuenta con varias novelas publicadas: Nepenthe, La chica descalza en la colina de los Arándanos, Agnus Dei y Agujeros de Sol. Sus relatos pueden encontrarse en diversas antologías, revistas digitales, webs editoriales y otras páginas especializadas.

domingo, 22 de agosto de 2021

RESEÑA (by MH) ::: MUERTE DULCE - Félix G. Modroño


 

 
Título original: Muerte dulce
Autor: Félix G. Modroño
Editorial: Algaida
Páginas: 400
Fecha publicación original: 2009
Fecha esta edición: octubre 2016
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 19 euros
Diseño de cubierta: masgrafica.com




Balmaseda, 1683. Pedro Urtiaga acaba de ser envenenado. En sus últimas horas de vida escribe a su amigo, el doctor Zúñiga, anunciándole su inminente fallecimiento y suplicándole venganza. Este viajará a tierras vascas para averiguar la identidad del asesino. Pronto descubrirá que su muerte no solo tiene que ver con el vino, sino también con una partida de naipes de un juego recién nacido: el mus. Leyendas ancestrales, mujeres enamoradas y falsas apariencias se enredarán en esta trama -en la que los acontecimientos se suceden sin tregua para el lector- relatada sin artificios con una prosa limpia y magnética.

Félix G. Modroño se ha convertido en lectura actual de mis veranos, y el si el año pasado por estas fechas os traje La sangre de los crucificados, la primera entrega de la trilogía protagonizada por Fernando de Zúñiga, ya avisé que este año volvería con la segunda, Muerte dulce. Llevo un 2021 poco acorde a mis (auto)promesas de reseñas, pero por una vez, y sin que sirva de precedente, cumplo. Os cuento.
 
La trama transcurre en 1683, unos meses después de los eventos que sucedieron en la primera novela, y además lo hace con el asesinato de un personaje que, al final de La sangre de los crucificados, adquiría cierta relevancia por un hecho que no os puedo revelar. El caso es que ese personaje, Pedro Urtiaga, escribe una carta en sus últimas y agonizantes horas a su buen amigo Fernando de Zúñiga informándole de que le han envenenado y que haga todo lo posible por encontrar a su asesino. Estos dos amigos no acabaron en muy buenos términos en la anterior entrega, pero una amistad de tantas décadas todo lo puede y allá que se va don Fernando a investigar y, si es posible, vengar la muerte de Urtiaga. Sus pasos le llevarán a tierras vizcaínas y lo hará en buena compañía, pues a su ya fiel escudero Pelayo se unen su hija Leonor(que abandona el convento por un tiempo indecisa sobre su vocación) y su ama de llaves, Isabel. ¿Qué encuentran en Bilbao? El nacimiento del mus, un juego de cartas muy especial que apela al honor en el que no siempre gana quien tiene los mejores naipes. Una ofensa al mus puede provocar desagravios con terribles consecuencias, y en una partida muy concreta parece radicar el germen del misterio que deben desentrañar Zúñiga y Pelayo.
 
A Modroño le tiran mucho sus dos tierras (la natal y la de adopción), asi que si en La sangre de los crucificados nos llevó de viaje a Sevilla, en Muerte dulce nos lleva a tierras vizcaínas. Se mueve sobre todo entre Balmaseda y Bilbao, pero me ha hecho especial ilusión cierta escena en San Juan de Gaztelugatxe, lugar maravilloso donde los haya que tendrá siempre el dudoso honor de ser la incomparable ambientación para mi rotura de menisco :) En fin, que el marco de la novela es fantástico, como siempre, y el uso del lenguaje traslada al lector a la época de una manera natural, sencilla y elegante. Modroño escribe muy pulcro y hace fácil lo difícil, además de que se palpa el trabajo de estudio de localizaciones que hay detrás. Muchas cosas las conocerá porque es su tierra, pero otras necesitan de pisar sobre el terreno y patear mucho.

Me ha hecho ilusión reencontrarme con Zúñiga y Pelayo, dos personajes que se hacen querer porque son cercanos, te los crees y son buena gente, lo que no quiere decir que sean perfectos. El primero (que sigue fiel a su lema de que lo que otros llaman suerte, él lo llama intuición aderezada de sentido común) ya tiene los achaques de la edad, sigue anclado en el dolor del pasado sin ser consciente de las alegrías que podría darle el presente y se le disparan algunos arranques de genio. Ya lo dije en su primera andanza literaria, es un hombre bueno y honrado, muy inteligente, pero también tiene sus grises, como todo el mundo. Pelayo es todavía muy joven, inocentón e ingenuo, aunque se va espabilando sobre la marcha y estas aventuras junto a don Fernando le están abriendo los ojos a un mundo que hasta ahora no veía más allá que desde su limitada labor de criado en Zamora. Los lazos entre ambos, que siguen abrazando el patrón de maestro-discípulo, evolucionan a marchas forzadas a unos que más parecen de padre e hijo y, aunque ni ellos mismos se den cuenta, el cariño y el respeto es palpable y mutuo. Aumentando su protagonismo, también se asoman a esta novela Leonor, la hermosa hija pequeña de Zúñiga, e Isabel, ama de llaves enamorada desde siempre de su señor y que vale un potosí. ¿Podría decir que la comida es otra protagonista de la novela? Venga, lo digo. Lo es. Se nota que a Modroño le gusta el buen comer, ese que tiene sus raíces en la misma tierra donde se cocina y que insufla de felicidad el estómago. Lo transmite cada vez que los personajes se sientan a la mesa :)
 
¿A qué se refiere la muerte dulce del título? Por un lado a algo de lo que no os puedo hablar porque se desvela muy avanzada la historia, y por otro a esa forma de ganar al mus que se define, entre otras cosas, como poética. Y es que el mus, que funciona como hilo conductor a lo largo de la novela, tiene un gran protagonismo en la historia, que se ambienta unos sesenta años antes de la primera mención histórica al juego en 1745. Es decir, que Modroño aquí nos cuenta su versión sobre el surgimiento del juego, versión que seguramente se acerca mucho a la realidad pero que no deja de ser una interpretación ficticia al no existir registros ni fechas sobre el momento exacto en que empezó a jugarse en las tabernas. Y lo admito, la única pega que puedo ponerle a la historia es que, sintiéndolo mucho, no soy aficionada a los juegos de cartas y en mi vida he jugado al mus. Desconozco por completo sus reglas y estrategias y, sinceramente, los fragmentos en que se explican de manera bastante extensa y profusa me han parecido un tostón. Imagino que quien guste de este juego en particular o de los juegos de naipes en general se lo pasará pipa leyendo tamaña disección sobre los lances o los orígenes de este juego, pero no ha sido mi caso (orígenes aceptados casi unánimamente como vascos aunque hay teorías que discuten este punto). Lo que sí se percibe es la pasión del autor por este juego de cartas, no concibo este libro sin que sea así.
 
Dejando mi ignorancia y desconocimientos a un lado, Muerte dulce se lee del tirón, algo común a todas las novelas de Modroño (al menos las que yo he leído hasta ahora). Confieso que intuí la inspiración para los asesinatos bastante antes que el protagonista, pero no el final propiamente dicho no, y el modo en que se llega a él es lo que cuenta. Una novela muy entretenida llena de intrigas, secretos y aventuras, ideal para disfrutar del recorrido que nos hace el autor por tierras vizcaínas y que te deja con muchas ganas de leer la última novela de la serie. Y aquí viene la gracia de la historia, que el tercer libro, Sombras de agua, es el primero que pisó mis estanterías porque está ambientado en Venecia, y a mí la Venecia del XVII me llama con campanillas. Fue al enterarme que formaba parte de una serie que decidí empezar por el principio porque llevo fatal empezar las series a medias... así que varios años después leeré el libro que lo empezó todo. Yo a lo mío, como siempre :)

Félix G. Modroño es un escritor vizcaíno, afincado en Sevilla. Tras publicar Villalpando, paisajes y rincones (2002), en homenaje al pueblo zamorano de sus padres, se animó a emprender la aventura de su primera novela, La sangre de los crucificados (2007), protagonizada por el doctor Zúñiga, un peculiar investigador del siglo XVII, que también sería el personaje central de sus obras Muerte dulce (2009) y Sombras de agua (2016).
Con La ciudad de los ojos grises (2012) cosechó un gran éxito de ventas y el reconocimiento de los lectores.
Secretos del Arenal obtuvo el XLVI Premio de Novela Ateneo de Sevilla.

 

jueves, 19 de agosto de 2021

RESEÑA (by MH) ::: LA LIBRERÍA AMBULANTE - Christopher Morley


 
 
Título original: Parnassus on Wheels
Autor: Christopher Morley
Editorial: Periférica
Traducción: Juan Sebastián Cárdenas
Páginas: 184
Fecha publicación original: 1917
Fecha esta edición (6ª): marzo 2014
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 16,75 euros
Imagen de cubierta: @GettyImages




Prepárese para entrar en un mundo único y lleno de encanto, donde el tiempo se ha detenido: estamos en la segunda década del siglo XX, en unos Estados Unidos todavía rurales y de paisajes idílicos, donde conviven los viejos carromatos y los novísimos automóviles; Roger Mifflin, un librero ambulante que desea regresar a Brooklyn para redactar sus memorias, vende su singular librería sobre ruedas (junto a su yegua y su perro) a la ya madura señorita Helen McGill, quien decide, harta de la monotonía de su vida, lanzarse a la aventura y recorrer mundo. A partir de ese momento se sucederán los encuentros y los desencuentros, y las más divertidas peripecias se darán la mano con las grandes enseñanzas que proporcionan libros y librero.

Desde que este clásico de la literatura norteamericana se publicara en 1917 han sido muchos los lectores seducidos por su poder evocador, por el reconfortante humor que destila y, cómo no, por su atención a los pequeños detalles: estas páginas huelen a las hogazas de pan recién sacadas del horno; en ellas se siente el viento de otoño en los abedules.


Llevaba tiempo detrás de releer La librería ambulante, así que cuando vi que era una de las propuestas que nos hacíais para nuestro reto de Netherfield en el sorteo de aniversario que realizamos anualmente en el blog, supe que había llegado el momento. Es de esos libros que dan paz y se leen con una sonrisa que ilumina la cara, dos virtudes que hoy en día son como maná en el desierto y alegran un poquito el alma.

Estamos a principios del siglo XX en la zona rural de Carolina del Norte. La protagonista de la historia es la señorita Helen McGill, una mujer que ronda los cuarenta años y vive con su hermano Andrew en una granja que les permite vivir honrada y holgadamente pero que exige una dedicación exclusiva, dedicación que empieza a verse mermada por parte de Andrew cuando no solo decide escribir un libro, sino que se convierte en una celebridad literaria y su modo de ver la vida inspira a muchos de sus lectores. Su afán por documentarse para otros libros le hace desaparecer durante meses y, cuando está en la granja, se pasa los días encerrado escribiendo. Helen empieza a estar muy harta de la situación, así que cuando un hombrecillo llamado Roger Mifflin aparece en su puerta con una librería ambulante y la firme intención de vendérsela a su idolatrado Andrew McGill, Helen sabe que debe hacer algo de inmediato. Una librería ambulante es lo bastante extravagante como para captar la atención de su hermano, y si la compra y se lanza a la carretera en ella, ¿quién va a ayudarle en la granja? Decide darle una lección y de paso tomarse esas merecidas vacaciones que no ha disfrutado en más de una década. Es ella la que compra el carromato literario ambulante y la que se sube a él con la firme intención de vender libros por los caminos acompañada de Roger Mifflin... y, aunque todavía no lo sabe, Helen acaba de tomar una decisión que cambiará su vida por completo.
 
 PARNASO AMBULANTE DE ROGER MIFFLIN

Sabed, amigos, que tiene mi percherón

Más de mil libros, antiguos y de ocasión.

Del hombre los mejores amigos son.

Los libros que atiborran este gran vagón

Libros para todos los gustos son,

De líricos versos a Las Musas,

De buena cocina y agricultura,

Novelas apasionadas de prosa pura.

Cada necesidad tiene su libro justo

Y los nuestros te dejarán a gusto.

Jamás habrá librero que dé alcance

A los finos libros de este Paraíso ambulante.


¿Qué os puedo contar sobre esta novela de manera muy breve pero transmitiendo lo reconfortante de su lectura? Pues que estamos ante un road trip en toda regla a bordo de un carromato repleto de buenos libros que también hace las veces de casa a cuestas en la que no faltan el perro ni el caballo con más paciencia que un santo. Que esté ambientado en la América rural de principios del siglo XX supone todo un plus, y que sus protagonistas sean un personaje tan carismático, sabio, chispeante y rebosante de personalidad como Roger Mifflin (aka el señor Barbarroja), y una mujer tan valiente, curiosa y apasionada como Helen, solo puede traer cosas buenas y regalar momentos para el recuerdo.

La librería ambulante derrocha optimismo, buen rollo y amor eterno e incontestable por los libros y por las nuevas vidas que hacen vivir a sus lectores. Se lee con una sonrisa en la boca y es el refugio ideal para un momento pocho o un día de esos que te suplican alejarte del mundanal ruido. Huye como de la peste de pretenciosidades varias y apuesta por una historia sencilla, amable, tierna, divertida y achuchable de esas que llegan al corazón. De paso vivimos unas cuantas aventuras junto a Helen, unas más peligrosas que otras, pero como es de esos libros donde sabes que todo va a salir bien y el happy ending está asegurado, pues recibes a los bandoleros o al hermano perseguidor de la misma manera que recibes una buena conversación junto al fuego: con el alma feliz y una pizca de curiosidad por saber cómo va a terminar todo.
 
Roger Mifflin adora su vida, se lo pasa bien recorriendo caminos, haciendo paradas en granjas o montando un espectáculo en medio de una ciudad. Contagia su entusiasmo incluso a aquellos que jamás se les hubiera pasado por la cabeza gastarse unos chelines en algo tan prescindible como un libro, y tiene muchas, muchas frases de esas que cualquier amante de la metaliteratura recibe como agua de mayo, ya sea sobre el beneficio de la lectura o el dudoso conocimiento de los editores sobre lo que es un buen libro. También aparecen innumerables alusiones a autores y libros clásicos (no podía ser de otra manera dado el año en que fue publicado) y, aun así, de todo lo que dice este pelirrojo picarón que se las sabe todas me quedo con la proclama antiesnob que hace de la literatura como el privilegio de unos pocos y su entusiasta defensa del acercamiento de la literatura a las zonas rurales y las gentes sencillas y trabajadoras que viven apartadas en granjas sin ningún acceso a la cultura. Si no les llevas los libros a casa jamás tendrán la oportunidad leerlos y conocerlos. Los libreros se ríen de él, los editores no quieren saber nada de su carromato ambulante, pero este hombrecillo entusiasta hace mucho más por la literatura que todos ellos juntos.

Solo tengo otra novela de Christopher Morley reseñada en el blog, Kathleen, que también os recomiendo encarecidamente. Morley era una auténtica delicia de persona y eso se palpa y se siente en su obra, que es tan deliciosa como él. Cuando busquéis un libro que os sosiegue el espíritu, que os haga evadiros de esa sociedad que tan bonita nos está quedando y os devuelva la fe en la humanidad sin dejar de repartir sonrisas, no dudéis en acercaros a él. En La librería ambulante subimos al Parnaso, nos arrellanamos en un huequecillo del pescante entre Roger y Helen y nos dejamos arrullar por lo bonitas que pueden resultar las cosas cuando nos lanzamos a vivir una aventura en la compañía adecuada. Si hay libros de por medio, es la perfección absoluta. 
 
En resumidas cuentas, y como diría el bueno de Roger... ¡Por los huesos de George Eliot! ¿A qué estáis esperando para leerlo?
 



Christopher Morley (1890-1957) nació en Haverford, Pensilvania. Estudió en Harverford College, donde su padre trabajaba como profesor de matemáticas. Posteriormente, se matricularía en la universidad inglesa de Oxford para estudiar historia moderna durante tres años (época que contaría en su novela autobiográfica de 1931 John Mistletoe). En 1913, de vuelta en Estados Unidos, se instaló en Nueva York y comenzó a trabajar en la editorial Doubleday. Pocos años después se convertiría, recorriendo Estados Unidos como columnista y reportero, en uno de los periodistas más prestigiosos de su época. Su primera novela, La librería ambulante, fue publicada en 1917, y en 1919 apareció The Haunted Bookshop (próximamente en Periférica). Su novela Kitty Foyle, publicada en 1939 y trasladada al cine con el mismo título (en España como Espejismo de amor), fue uno de los grandes éxitos de crítica y público del momento. Y su protagonista, Ginger Rogers, obtuvo un Oscar por su papel como Kitty. Inteligente, lúcido y sofisticado, fue un escritor de éxito y al mismo tiempo un escritor de culto. Se ha dicho de él, comparándolo con Noel Coward, que su refinamiento era indudablemente británico. Sutil humorista, dijo de sí mismo que amaba tanto a Shakespeare como al Conan Doyle de las aventuras de Sherlock Holmes. Sin embargo, su dos grandes maestros fueron compatriotas suyos: Walt Whitman y Mark Twain. El eco de su obra se encuentra en escritores de distintos países y generaciones: de Kingsley Amis a Tom Wolfe.