lunes, 17 de febrero de 2025

RESEÑA (by MH) ::: ESPECTROS - Vernon Lee


 
 
Título original: A Phantom Lover and Other Dark Tales
Autora: Vernon Lee
Editorial: Duomo
Traducción: Begoña Prat Rojo
Introducción, selección y notas: Mike Ashley
Páginas: 204
Fecha publicación original: 1890
Fecha esta edición: mayo 2024
Encuadernación: rústica
Precio: 12,90 euros

Cuando la oscuridad es parte de nosotros, huir es un sueño vano. Una partitura maldita lleva a la enajenación a un joven obsesionado con un dotado intérprete. Un crucifijo de poderes desconocidos enferma a turistas y peregrinos, hasta el punto de convertir sus milagros en demoniacos. Un juego, en apariencia inocente, revela espectros abrumadores, presencias que no han llegado a cumplir su misión en la Tierra. En esta selección, Vernon Lee se insinúa entre el crepúsculo de las almas, en un juego de esperas y ambigüedades que empuja a sus protagonistas al borde de la locura. Cuatro siniestros relatos para sumergirse en el abismo del Yo. Y perderse entre las ruinas del inconsciente.
 


Aunque últimamente se está recuperando la obra de Vernon Lee en castellano, lo cierto es que hasta ahora solo he leído algunos relatos (de uno de ellos os hablé en la reseña de
Cuatro damas del misterio, donde era una de las cuatro autoras incluidas en la antología). La editorial Duomo, en su colección de la serie gótica de la British Library (Dark Tales) ha publicado ya dos volúmenes con relatos de esta autora y, aunque el más conocido es el primero, Presencias, yo os traigo el segundo, Espectros (ninguna razón en concreto, ha salido así la cosa xD), que incluye cuatro historias muy diferentes entre sí pero con el denominador común que da nombre al libro. Os cuento brevemente sobre qué trata cada uno de ellas.
 
La aventura de Winthrop. En este primer relato, el más largo de los incluidos en la antología (tiene unas 60 páginas) conocemos a Winthrop, un pintor con fama de peculiar, voluble, sensible y con una imaginación desbordante. Durante una velada cualquiera en una villa italiana, la anfitriona canta una melodía encontrada entre un montón de cachivaches cuya partitura es por completo desconocida incluso para los más expertos melómanos. La reacción de Winthrop al escuchar este aire es extraña y un tanto virulenta, y cuando le piden que explique a qué se debe, relata una historia que tiene su origen en un cuadro y la figura representada en él... una figura que lo tiene hechizado desde hace meses y que le llevó a vivir la experiencia más espeluznante de su vida.

La leyenda de Madame Krasinska. En este segundo relato (también segundo en número de páginas), nos trasladamos a Florencia, donde repite un pintor como narrador, aunque aquí simplemnte sirve como cronista de la historia de Netta Krasinska. Nuestro narrador, llamado Cecco Bandini, conoce a madame Krasinska en su estudio, de donde ella se lleva una imagen que reproduce a Sora Lena, una mujer famosa en la ciudad por su excentricidad y por estar considerada loca. En un baile de disfraces Netta se disfraza de Sora Lena, y esa misma noche Sora Lena se suicida... y a partir de ahí empieza lo que realmente nos quiere contar Cecco.
 
Marsias en Flandes. El narrador, de quien nunca conocemos el nombre, está en una iglesia de la localidad de Dunes (en Flandes), donde un anticuario le desvela que una estatua de Cristo, conocida como la Efigie y venerada desde finales del siglo XII en este lugar, ha sido reemplazada. Tras mucho misterio y mucho decir sin decir, finalmente el narrador nos cuenta la historia de esta Efigie sin brazos, que llegó a la costa de Dunes tras una terrible noche de tormenta en 1195 y que protagonizó durante años milagros, sucesos inexplicables y misteriosos y un obvio rechazo a que la colgasen de una cruz.

La hermana Benvenuta y el Niño Jesús. Esta historia comienza hablándonos de la hermana Benvenuta, monja del convento de Santa María del Rosal, en Cividale, fallecida décadas atrás y de quien su familia había solicitado su beatificación. Sin embargo, las pesquisas e indagaciones sobre ella hicieron que en cierto momento el asunto de la beatificación fuese abandonado y jamás retomado. La clave está en diario de la propia Benvenuta, que abarca desde enero de 1740 hasta la Nochebuena de ese mismo año, y donde conocemos no solo su fervor hacia la figura de un Niño Jesús que solo sale del armario donde está guardado para el día de Nochebuena, sino la opinión que le merece un títere, uno muy concreto, que por diversas causas hace aparición en el convento.
 
***
 
Os doy unas pinceladas sobre Vernon Lee, porque es una gran desconocida. Nacida en Francia e hija de intelectuales, llegó a Florencia con su familia en 1873 cuando contaba 17 años, y allí vivió toda su vida. Amaba el arte y la cultura fiorentinos (ay, Vernon, cómo te entiendo) y sentía un enorme interés por los cuentos y leyendas populares, lo que derivó en que muchas de sus historias fueran reinvenciones o reinterpretaciones personales de esos cuentos (llegó un momento en que ella misma inventó sus propias leyendas populares fusionadas con la cultura local). Buena parte de su obra se circunscribe a ensayos sobre arte e historia y a biografías, pero es conocida, sobre todo, por sus relatos sobrenaturales (en su día fue considerada el mayor exponente de lo sobrenatural en la ficción), aunque ese concepto muchas veces se aleja de lo que normalmente entendemos por relatos de fantasmas o espectros... lo son, pero no. O no siempre. A todo esto hay que sumar que Vernon Lee fue propulsora del esteticismo, un movimiento artístico que apareció a finales del XIX que afirma que el arte existe por y para exaltar la belleza por encima de cualquier otro aspecto como la moral, la temática social... algo así como el arte por el arte, y esto es algo que se aprecia mucho en el estilo de Vernon Lee y que quizás puede ser un factor determinante a la hora de disfrutar de su obra y conectar con ella. 
 
Retomo el título del libro: Espectros. ¿A qué se refiere exactamente con esto? Mirad lo que dice Mike Ashley en su prólogoo:
 
Para Vernon Lee, a todos nos persigue algo: el pasado, nuestros recuerdos, nuestros deseos, nuestras esperanzas y nuestros miedos. Podemos llegar a obsesionarnos con ellos hasta tal punto que nuestros temores acaban manifestándose en forma de una fuerza que nos posee y que tal vez no resulte visible para ningún otro observador. 

 

Esto se traduce en que en ocasiones sí que tenemos un espectro como tal en las tramas y se nos muestra una presencia o un fenómeno paranormal de manera explícita durante la narración (La aventura de Winthrop es buen ejemplo de ello), pero en otros casos no llegamos nunca a saber si esas anomalías o fenómenos son reales o solo están en la mente del protagonista de la historia. De hecho los cuatros relatos que componen Espectros tienen algunas similitudes muy concretas, pero también muchas cosas que los diferencian.

Si hablamos de puntos que conectan los cuatros relatos podríamos hablar en primer lugar del arte y de como influye en la psique humana, porque ya sean los personajes artistas (pintores en muchos casos) o se trate el tema en general (retratos, escultura, arte sacro, etc...), es un punto base recurrente en todas las historias que hoy os traigo, ya sea de manera puntual como algo que define a uno de los personajes o por el modo en que la sensibilidad personal reacciona ante una obra de arte y como eso influye en su psicología y sus emociones. A esto se suma otro de los puntos que comparten casi todos los relatos de Espectros, y es el componente religioso. Salvo el primero, los otros tres están relacionados de una u otra manera con conventos, iglesias o mujeres consagradas dentro de una orden monástica, aunque la manera en que eso resulta de interés en la historia es totalmente distinto. Otro nexo, inevitable dado que era donde ella vivía, es que las historias suelen estar ambientadas en Italia, y de hecho tres de los cuatros relatos que os traigo hoy tienen lugar en suelo italiano. Es decir, que los toques artísticos, religiosos y locales ponen su grano de arena a la ambientación un tanto gótica, un tanto oscura de lo que se narra en estas páginas. Eso sí, una vez te adentras en las historias son todas completamente diferentes entre sí, los miedos a los que se enfrentan son muy personales e íntimos y la manera en la que cada uno se enfrenta a ellos totalmente única: cada cual recorre baldosas encaminadas hacia inquietudes y temores muy dispares.

¿Dónde se nota sobre todo la esencia de Vernon Lee? En su estilo, en la forma de adentrarte en esas grietas que se producen en las vidas de estos personajes. Ya os he comentado arriba que Lee fue una de las primeras exponentes del esteticismo, pero estos relatos son variados en ese sentido. Todos adolecen de una prosa rica, penetrante en cuanto a la psicología de sus personajes y todo aquello que les fascina, les mueve, les obsesiona y les transforma conforme avanzan las páginas, pero sí es cierto que alterna historias más accesibles y expresivas en cuanto a la claridad expositiva con la que están narradas y otras mucho más profusas en cuanto a descripciones, introspección y sutileza, donde resulta evidente que importa el fondo de lo que se cuenta (obviamente) pero también lo hace (y mucho) la forma en la que se hace. Un buen ejemplo de este último caso sería La leyenda de Madame Krasinska, sin poder dar más datos que revelen cosas que no debo.

Y ahora viene la pregunta del millón... ¿son realmente góticos estos relatos? ¿Dan miedo? Bajo mi punto de vista, sí que son góticos (en mayor o menos medida, dependiendo de la historia), pero no dan ningún miedo, así que si eso es lo que buscáis, pelillos como escarpias y el susto en el cuerpo... bueno, hay otros libros que os resultarán más satisfactorios. Sobre esto ya os he hablado muchas veces: que algo sea gótico no quiere decir que sea de terror.  No son lo mismo, no buscan lo mismo, la ambientación es distinta, el estilo es distinto e incluso diría (yendo más allá de lo que es mi intención y sobre lo que no voy a ahondar aquí) que el gótico, aun teniendo en sus raíces autores masculinos, llegó un punto en que se convirtió territorio primordialmente femenino con unos objetivos muy concretos. No, no son lo mismo y no producen en el lector las mismas reacciones. El gótico es sutil, ambiguo (en su desarrollo y en sus finales), dramático en ocasiones, con tragedias sin resolver del pasado y emociones sin resolver del propio yo... en muchas ocasiones no sabes si esos fantasmas son reales o no, si el elemento sobrenatural está ahí o si el misterio tiene su origen en algo tan profundo e inabarcable como son la mente y sus obsesiones, y eso por no hablar de que, aun siendo el elemento sobrenatural real no siempre se revela o se hace visible, siendo solo una sensación, un pálpito, algo que a la mañana siguiente perderá gran parte de su poder. Y por si todo esto fuera poco, muchas escritoras usaban este tipo de narración para denunciar la situación de la mujer en la época en que escribían: mujeres que se sentían prisioneras en sus cuerpos, sus matrimonios, sus familias, sus hogares y la sociedad en la que vivían... así que por favor, no busquéis terror cuando os acerquéis al gótico clásico, sobre todo al gótico femenino de finales del siglo XIX a mediados del siglo XX, porque no encontraréis lo que buscáis y no seréis justos con las historias que tenéis delante.

En definitiva, si sois lectores habituales del gótico clásico y sabéis lo que os vais a encontrar, Espectros es una buena elección, teniendo siempre en mente que no nos pueden gustar todos los relatos por igual en este tipo de antologías. Y además creo que Vernon Lee es de esas autoras que no caen siempre en los mismos tópicos ni cuentan siempre la misma historia, porque a pesar de los elementos comunes son todas tan diferentes entre sí que pasado el tiempo las recuerdas en su individualidad y con todos aquellos matices que las definen y les dan personalidad propia.

 


 

Vernon Lee. Seudónimo de Violet Paget (Boulogne-sur-Mer, 1856 - San Gervasio Bresciano, 1935),​ escritora de nacionalidad británica reconocida actualmente por sus ensayos sobre estética y sus inquietantes narraciones. Desde 1878 decidió firmar sus primeras publicaciones en Fraser’s Magazine con un seudónimo masculino «para ser tratada en serio». Con su libro Studies of the Eighteenth Century in Italy, de temática inexplorada, se presentó al público, y le siguieron innumerables colecciones de ensayos eruditos sobre arte, literatura y viajes. Su larga novela Miss Brown (1884) fue una despiadada sátira del esteticismo inglés de su época. Escribió varias colecciones de relatos fantásticos (Hauntings. Fantastic Stories, de 1890, o Pope Jacynth and Other Fantastic Tales, de 1904); y también algunos dramas (Ariadne in Mantua, de 1903, o su alegoría pacifista Satan the Waster, de 1920). En sus novelas más personales defendió su carácter afirmativo, rebelde y avanzado, y dejó buena muestra en su colección Vanitas. Polite Stories (1892), a la que pertenece la presente novela corta. Desde 1873 tuvo su residencia en Florencia (Italia).

lunes, 27 de enero de 2025

RESEÑA (by MH) ::: BAJO LA NIEVE - Helen McCloy


 

Título original: Dance of Death
Autora: Helen McCloy
Editorial: Hoja de Lata
Traducción: Raquel García Rojas
Páginas: 304
Fecha publicación original: 1938
Fecha esta edición: noviembre 2023
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 21,90 euros
Ilustración de cubierta: Juan Gregorio Hauciartz

Un misterio bajo la nieve en el Nueva York de los años 30. El primer caso del doctor Basil Willing. Nueva York, años treinta. Tras su fiesta de presentación en sociedad, el cuerpo de la joven Kitty Jocelyn aparece enterrado bajo la nieve, a unas cuantas manzanas de la mansión de los Jocelyn. La autopsia revela que la muerte se debió a una sobredosis de Sveltis, unas píldoras adelgazantes que Kitty publicitaba, pero que supuestamente nunca tomó. Tras las primeras pesquisas, el inspector Foyle y el doctor Basil Willing, sagaz asesor psiquiátrico del fiscal de Nueva York, creen que la víctima fue envenenada con un cóctel Bronx la tarde antes de la fiesta, y cualquiera de los allí presentes pudo ser el culpable: Rhoda Jocelyn, su elegante y arruinada madrastra; la señora Jowett, popular secretaria social encargada de la fiesta; Philip Leach, el apuesto periodista de cotilleos del momento o incluso Ann Jocelyn, prima de Kitty de asombroso parecido con ella, que enseguida confiesa haber sido forzada a suplantar a su prima la noche del baile.
 

 
 
Hace cosa de dos años y medio os traje al blog
Un reflejo velado en el cristal, la octava novela de la serie protagonizada por el psiquiatra Basil Willing, que no solo me gustó mucho sino que recomiendo encarecidamente si os gusta la mezcla de misterio clásico, toque paranormal y un destello gótico por aquí y por allá. El año pasado la editorial Hoja de Lata decidió darnos la alegría de publicar el primer libro de esa serie, Bajo la nieve, y de ella, de esa primera aventura literaria de Willing, vengo a hablaros hoy.
 
Nueva York, años 30. El cuerpo de una mujer muy joven aparece enterrado bajo un montón de nieve en plena calle, con la peculiaridad de estar todavía caliente a pesar de que debería estar frío, muy frío, dado el tiempo que lleva ahí debajo. También está excesivamente delgada y tiene el rostro completamente amarillo, un color que desaparece de cuello para abajo. Todas las sospechas apuntan a que se trata de Kitty Jocelyn, una debutante de dieciocho años cuya fiesta de presentación en sociedad se celebró precisamente pocas horas antes de encontrarse su cuerpo... fiesta a la que supuestamente asistió, porque todo el mundo la vio allí. De hecho también se le ha visto en lugares públicos acompañando a su madrastra después de aparecer el cuerpo. ¿Cómo es posible entonces? ¿Por qué estaba tan caliente después de varias horas muerta bajo la nieve? ¿Por qué tiene el rostro tan amarillo? La clave de parte de este galimatías la tiene su prima, Ann Claude, pero lo que cuenta despierta aún más preguntas y pone el foco en la madrastra de Kitty, Rhoda Jocelyn, y un peculiar personaje que no la abandona ni a sol no a sombra, un tal Luis Pasquale. Si a todo esto añadimos unas pastillas para adelgazar que aparentemente jamás fueron consumidas, la cosa se vuelve muy complicada. Menos mal que ahí está Basil Willing, que ve más allá de lo que las personas quieren mostrar y tiene su particular forma de llegar al fondo del asunto.

Quizás lo primero sería presentar al investigador protagonista de este libro y de toda la serie de novelas que vendrían después (catorce en total). En realidad ya os hablé de él en Un reflejo velado en el cristal, pero ya sabemos que las reseñas blogueras tienen una vida muy breve que pronto pasa al olvido, así que os hago un nuevo resumen por aquí. 

Basil Willing es jefe de psiquiatría en un hospital de Nueva York y también ejerce como asesor del fiscal del distrito (de hecho tiene un pequeño despacho en las dependencias de la fiscalía). Su trabajo en este último aspecto se reduce habitualmente a valorar la cordura de los acusados y la fiabilidad de los testigos, pero es un hombre importante y reconocido en su profesión, ha escrito y publicado libros y, en definitiva, es un psiquiatra prestigioso en la ciudad. Sus raíces son tanto anglosajonas como rusas y es de culo inquieto, ha vivido durante años en Europa aunque parece que ya por fin ha decidido asentarse. Vive solo con una especie de mayordomo (en Un reflejo velado en el cristal, octava entrega de la serie, está prometido con una de las protagonistas de la novela) y en, fin que tampoco es que se nos den mucho más detalles sobre él. ¿Qué nos interesa? Pues sobre todo su faceta profesional, analítica, pendiente de cada detalle, de cada gesto, de lo que se dice y, sobre todo, lo que no se dice. Insiste mucho en que hay que estudiar y filtrar las pistas psíquicas del mismo modo y con el mismo cuidado con que se estudian y se filtran las físicas, e incide en la importancia de las huellas psíquicas y los lapsus, cuya decodificación resulta de máxima importancia para ver más allá de lo evidente.

¿A qué se refiere Willing exactamente con esto último? Pues muy brevemente, y siguiendo a Freud, ningún acto humano individual es accidental, y en una persona sana, cualquier acto involuntario (los
lapsus) están causados por un pensamiento o una emoción inconsciente... es el modo en que el inconsciente se expresa cuando está reprimido por la consciencia, y el inconsciente no puede mentir. Todas las personas sufren lapsus continuamente (las locuras de los cuerdos, como se dice en la novela), pero si hablamos de sospechosos, esos lapsus pueden revelar a ojos de un experto (psicólogo/psiquiatra) mucha información que de manera consciente no proporcionaría. ¿Cómo decodifican esos lapsus? Preguntándose qué deseo inconsciente puede haber detrás, por qué el sospechosos querría hacer esa cosa en concreto. Los culpables mienten, y mentir significa represión, lo que provoca conflictos entre el consciente y el subconsciente, y de ahí... efectivamente, lo habéis adivinado: los lapsus. Muy resumido, repito, pero resulta primordial explicarlo aquí porque es el método deductivo que sigue Willing durante toda la novela para resolver el crimen. Detecta unos cuantos lapsus en varias personas sospechosas que necesitan una explicación; la mayor parte de ellos no serán relevantes para el caso, pero uno de ellos es el dedo que señala al asesino y eso requiere decodificarlos todos y buscar su origen.

Dicho todo esto, volvemos al cadáver. ¿Qué tenemos? A una joven de apenas dieciocho años enterrada en la nieve que presenta todos los indicios de un golpe de calor en pleno invierno y cuyo cuerpo sigue caliente horas después del deceso. También tenemos una madrastra que no parece trigo limpio, al amante de la madrastra que es todo un parásito con sus propios problemas, una prima pobre y huérfana que apenas hace cuatro meses que entró en contacto con esta familia y que tiene un parecido asombroso con la fallecida, personal de la casa con algún que otro secreto, pretendientes que se dedican a la industria armamentística y cuyo interés amoroso es cuestionable, pretendientes en general que no sabemos lo que significaban para la víctima... y aun así, aun teniendo sospechosos para elegir y aun descubriendo poco a poco que todos (o casi todos) mienten por tal o cual motivo... aun así, repito, no parece existir un móvil para el asesinato, y eso es lo más desconcertante de todo. No todo es lo que parece en esta familia pero ¿quién querría matar a alguien de dieciocho años que acaba de llegar al país hace apenas unas semanas y que todavía no se ha presentado en sociedad? Ni su propio tío la conocía hasta que pisó Nueva York. Por no cuadrar nada, es que ni siquiera consumía el producto adelgazante que publicitaba y que parece estar detrás de su muerte (de hecho quería engordar un poco) y ese hilo también está totalmente suelto, así que todo es más complicado de  lo que parece.

Y sobre ese producto adelgazante también os hablo brevemente. Por lo que llevo leído en sus dos novelas, a la autora le gustaba introducir ciertos elementos que eran relevantes en su época, y en Bajo la nieve ese elemento son las milagrosas píldoras adelgazantes y la publicidad engañosa inherente a ellas. A día de hoy es el pan nuestro de cada día, vivimos rodeados de este tipo de productos, pero en realidad este tipo de tratamientos empezaron a usarse a mediados del siglo XIX, se idearon diversas terapias que no valían para nada orientadas a nivel glandular, etc... pero a partir de los años 30 fue cuando comenzó este mercado a nivel popular y un poco al tuntún con componentes que en principio servían para otras cosas y de los que descubrían por casualidad que adelgazaban (¿os suena?). En la novela se habla de medicamentos piréticos como la nueva sensación para adelgazar; para ello la autora inventa una marca, Sveltis, y a partir de ahí elabora una crítica ya no solo por su publicidad engañosa, sino por los efectos secundarios que tiene sobre quienes la toman. Esta marca, Sveltis, usa la imagen publicitaria de mujeres que son por naturaleza muy delgadas y que probablemente ni necesitan ni consumen ese tipo de productos (una vez más, ¿os suena?). Miles de jovencitas con sobrepeso quieren ser como esa chica delgadísima de la fotografía (...) y devoran un producto que tiene efectos secundarios muy graves cuando se consume en exceso o se tienen ciertas patologías. La crítica por parte de la autora a este tipo de productos es evidente y su efecto sobre mujeres de todas las edades (adolescentes sobre todo en una época de su vida muy sensible e influenciable) está sobre la mesa durante toda la novela. 

Quienes hayáis leído
Un reflejo velado en el cristal y tengáis presente el elemento paranormal o un tanto bizarro que aparece en esa novela, no busquéis lo mismo en Bajo la nieve porque no lo hay. Aquí todo es muy terrenal (una joven asesinada, un móvil que hay que identificar y un asesino que hay que atrapar) y todo se desenvuelve en escenarios de investigación, interrogatorios e intentar ver puntos de luz en el oscuro camino. La parte distintiva la pone el doctor Basil Willing y su experiencia en psicología y psiquiatría, porque mientras sus compañeros en las pesquisas se ciñen a las pruebas físicas y evidentes, él intenta ver más allá de aquello que los sospechosos dicen y ofrecen de manera consciente. De hecho se introduce alguna prueba psicológica como el test de asociación de palabras de Carl Jung (desarrollado en 1910), que no solo tiene en cuenta el contenido de las respuestas, sino el tiempo de demora al emitirlas, las respuestas fisiólogicas asociadas a ellas... lo cual nos lleva a lo ya comentado anteriormente: la importancia del subconsciente a la hora de entender y explicar ciertas conductas.
 
En resumidas cuentas, he disfrutado mucho de esta primera novela protagonizada por Basil Willing (solo me ha faltado la nieve para ponerme en situación xD). La sensación que me ha quedado tras leer a Helen McCloy por segunda vez (aun siendo los dos libros muy distintos tanto en forma como en fondo y temas que tratan) es que intenta ir mas allá de lo obvio, de la trama detectivesca per sé y el misterio a resolver, y que intenta ahondar en aspectos que no solo dan riqueza a la historia sino que hacen que el lector intente prestar más atención. Aunque hay otros detectives literarios anteriores a Willing en la rama médica (como el doctor Thorndyke de R. Austin Freeman), juraría que él fue el primer psiquiatra ficticio que actuaba como tal a la hora de resolver los crímenes (es decir, que usaba la psiquiatría para identificar al asesino y resolver el crimen). Eso hace que la perspectiva de las investigaciones, los métodos y la forma de encarar cualquier aspecto de la trama policial sean muy distintos a lo que se había escrito hasta el momento (os recuerdo que hablo de 1938, la época en que fue publicado... ahora ya estamos a vueltas de todo). ¿He descubierto al culpable bastante antes de que se desvele en la novela? Sí, incluso el motivo detrás del asesinato... una cosa no quita la otra, y tampoco creo que sea muy difícil si eres lector habitual del género y estás un poco atento a todo lo que se dice, pero esto es algo a lo que no doy importancia desde hace mucho tiempo si la novela merece la pena y está bien contada y narrada.
 
Ah... no lo iba a decir pero lo digo, porque la duda me corroe desde que leí el libro. Página 22, segunda de la novela propiamente dicha. Dos trabajadores están limpiando de nieve las calles. La pala choca contra algo. La PALA, repito, choca contra algo. No hay contacto humano, es la PALA la que choca contra eso. Y quien maneja la pala sabe en ese mismo instante que ese algo ESTÁ CALIENTE. ¿Cómo sabe el señor que quita la nieve que está caliente si no lo ha tocado? Ni siquiera sabe qué es, podría ser cualquier cosa, NO lo ha tocado. Mí no entender... En fin, dudas que surgen cuando le das veinte vueltas a lo que lees :)

 
 

 
Helen McCloy (Nueva York, 1904-Woodstock, 1992), pseudónimo de Helen Clarkson, fue una escritora de misterio norteamericana conocida por su serie de novelas protagonizadas por el psiquiatra-detective Basil Willing. 
 
De madre escritora y padre editor, McCloy creció leyendo a Sherlock Holmes y en 1950 se convirtió en la primera mujer presidenta de la Asociación de Escritores de Misterio de Estados Unidos, organización que le otorgó un premio Edgar por sus críticas literarias. Su debut como escritora, Dance of Death (1938), introdujo ya al doctor Willing, quien protagonizaría otros 12 misterios y algunos relatos cortos, la mayoría de tintes góticos y sobrenaturales. Un reflejo velado en el cristal (1950; Hoja de Lata, 2021) es el octavo caso de la serie y está considerado una obra maestra del género y un clásico del misterio sobrenatural estadounidense.

lunes, 20 de enero de 2025

RESEÑA (by MH) ::: EL GRAN ROBO DEL TREN - Michael Crichton



 
 
Título original: The Great Train Robbery
Autor: Michael Crichton
Editorial: Círculo de lectores
Traducción: Aníbal Leal
Páginas: 365
Fecha de publicación original1975
Fecha esta edición: 1976
Encuadernación: Cartoné
Precio: descatalogado (disponible en varias ediciones, todas de segunda mano)
 



 
Esta novela de acción es una auténtica obra maestra del género. Ambienta en la época victoriana, el brumoso Londres finisecular sirve de telón de fondo para el robo más espectacular del siglo. Una vez al mes sale de Londres con destino a París un tren que transporta la paga del ejército británico que lucha en Crimea. Las dos cajas fuertes que la contienen son inviolables y, para abrirlas, se necesitan cuatro llaves distintas que están en poder de cuatro personas. Sin embargo, las cajas llegan vacías a París...

 

Quien bien me conoce sabe que me apasiona la literatura sobre true crimes (tengo una balda dedicada a eso en mis estanterías), y que me quejo siempre mucho de que no nos llega apenas nada traducido sobre true crimes de época (crímenes cometidos sobre todo en el siglo XIX y primera mitad del siglo XX). No sabéis la de material original que hay en inglés, pero aquí no nos llega casi nada, y aunque este género casi siempre habla sobre asesinatos (y en un alto porcentaje sobre asesinos en serie), también da cabida a otro tipo de crímenes (tomándolos como delitos graves), y ahí entra en liza
el gran robo del tren ocurrido en 1855 en Inglaterra. Yo conocía la película protagonizada por Sean Connery porque la vi hace muchos, muchísimos años, cuando lo de investigar cosas en Internet todavía no estaba muy a la orden del día. Por cuestiones varias me puse a indagar sobre ella hace un par de meses, y no solo descubrí que el guion y la dirección corrían a cargo de Michael Crichton (sí, el de Parque Jurásico), sino que ese guion era un adaptación de su propio libro publicado en 1975. Y vamos, me faltó tiempo para buscarlo... como muchos otros que llaman mi atención está requetedescatalogado, pero todavía se pueden encontrar ediciones de segunda mano (yo lo he leído de la biblioteca pero, como quería tenerlo, después lo he comprado). 

Bueno, vamos a meternos en el meollo del asunto. ¿Conocéis el hecho real que ficciona esta novela? Os cuento. En la época en que tuvo lugar el robo, se despachaban miles de libras en plata y oro desde Londres hasta París, principalmente de comerciantes ingleses que mandaban ese dinero a sus homólogos franceses, y la primera parte del trayecto la realizaban trenes que salían tres veces al día desde la estación de London Bridge hasta Folkestone (desde Folkestone hasta Boulogne el trayecto se realizaba en una locomotora de vapor y a partir de Boulogne ya se hacía cargo la compañía naviera de Messagerie Maritimes). Los lingotes de oro viajaban dentro de tres cajas fuertes patentadas para este tipo de transporte que necesitaban de dos llaves para su apertura (con las mismas dos llaves podían abrirse las tres cajas fuertes). Parecían inexpugnables por el peso (no se las podían llevar sin más y en aquella época todavía no existía la dinamita), por la seguridad (hacían falta esas dos llaves, y no solo no se guardaban juntas sino que una de las medidas de seguridad era que ninguna persona podía tener las dos llaves en sus manos al mismo tiempo), el robo debía realizarse en un tren en movimiento (tenían que bajarse en marcha con un peso de varios cientos de kilos), con vigilancia dentro del vagón y además el robo debía permanecer indetectable hasta que abrieran esas cajas fuertes ya en Francia y se descubriese el pastel. Y aun así, a pesar de todo esto, la noche del 15 de mayo de 1855 se llevó a cabo el robo de 12.000 libras esterlinas en oro en uno de esos trayectos hacia Folkestone (un millón y medio de libras esterlinas actuales... ahí es nada). Hoy en día os puede parecer que no es para tanto, pero imaginad una sociedad como la victoriana: aquello se convirtió en el delito del siglo, la hazaña más increíble de la época moderna, y ocupó titulares durante muchos, muchos meses, más todavía porque no se sabía quién había llevado a cabo el robo, la policía estaba totalmente perdida...y bueno, cosas varias que no os voy a contar por si no queréis saber mucho más sobre este tema.

Hasta aquí los hechos reales.
 
¿Qué hace Crichton con esta historia en El gran robo del tren? Ajustarse en muchas cosas a la realidad, pero también ficcionar muchas otras, y aparte lo hace como si de un documento periodístico se tratase. Realmente, si no indagas mucho sobre el libro, la impresión inicial es que hace una novela testimonio al estilo de A sangre fría, de Truman Capote: es decir, un híbrido que conjuga una novela tradicional con una narración que se nutre de los documentos históricos, extractos judiciales y las crónicas periodísticas reales contemporáneas a la época (en este caso prescindiendo de las entrevistas a personajes reales por razones obvias). Y eso es lo que parece que hace Crichton durante toda la novela, contarte los hechos reales, apoyarse en declaraciones de la época y ficcionar todo aquello que necesita ser ficcionado en aras de la propia narración y avance de la historia... pero NO. Cuando te pones a indagar descubres que ha cambiado ligeramente los nombres de los personajes (y su historia personal, sus antecedentes, orígenes, etc...), que ha modificado detalles relativos al propio oro y su transporte, que ha ampliado cuestiones concernientes a la preparación y organización del robo, y que incluso ha cambiado el modo en que se descubrió todo el pastel y lo que ocurrió con los ladrones. Es decir, que sí, la novela se ciñe todo lo posible a los hechos reales y se basa en documentos reales, pero desde el momento en que cambia los nombres de los personajes para poder inventar e imaginar con libertad, el libro se convierte, al fin y al cabo, en una novela tradicional, una representación ficticia de los hechos reales, aunque asemeje una novela testimonio. Crichton rizando el rizo... y le sale de maravilla. 

La novela está dividida en cinco partes, a saber:
Preparativos (mayo-octubre de 1854), Las llaves (noviembre de 1854-febrero de 1855), Dilaciones y dificultades (marzo-mayo de 1855), El gran robo del tren (mayo de 1855) y Arresto y proceso (noviembre de 1856-agosto de 1857). Dentro de estas divisiones el autor nos va llevando de un personaje a otro, de una situación a otra, de un objetivo a otro, dedicándoles capítulos muy cortos que van al grano y que, página tras página, nos van acercando hasta el momento cumbre de la novela. Si miráis las fechas veréis que toda la organización, planificación y ejecución del robo llevó cosa de un año, y eso sí que se ajusta a lo tiempos del robo real del tren. Tal y como el propio Crichton dice en su prólogo, esto era algo habitual en aquella época: cualquier delito importante y de envergadura necesitaba unos preparativos muy meticulosos si quería realizarse con éxito porque había que tener muchas cosas en cuenta y los medios para conseguirlo eran limitados y peliagudos. Hacía falta mucho ingenio, mucha inteligencia, el control de muchos elementos distintos y también mucha, mucha suerte. Y a partir de aquí aviso: no voy a hacer ninguna alusión más al robo real ni voy a hacer comparaciones entre lo que ocurrió realmente y lo que cuenta Crichton, porque tendría que escribir una tesis que os aburriría y que nadie me va a pagar (¡ojalá! xD), así que quien quiera saber, Google esta a su disposición. Me ciño a la novela y a la ficción salvo en un par de detalles muy puntuales (dijo MH cuando ya llevaba escritos cuatro párrafos larguísimos... xD).
 
¿Quién es la mente maestra detrás del robo en esta novela? Edward Pierce, un caballero de unos treinta años, pulcro, elegante, alto, esbelto y de barba rojiza. Sus modales y su vestimenta son (en apariencia) los de un joven respetable y de buena posición, pero lo mismo se mueve con soltura entre gente de bien que se adentra en el bajo mundo delictivo y hace imponer su ley. Tiene amigos muy importantes y nadie que lo conozca en su papel de gentleman sospecharía jamás a lo que se dedica realmente y de donde le viene su posición acomodada. Él es quien piensa en todos y cada uno de los pasos y detalles de este robo, quien sortea las adversidades, quien decide cómo y de qué manera deben moverse todas las personas de las que depende para conseguir sus objetivos, a quien no le tiembla la mano cuando alguien parece flaquear y quien piensa siempre a lo grande durante el largo año que transcurre entre el comienzo de los preparativos y el robo en sí. Y con todo esto, no penséis que es de los que se quedan mirando en la barrera mientras los demás ponen en riesgo su libertad (o sus vidas) para no involucrarse demasiado, no... él mismo se mete en todos los berenjenales que hacen falta e incluso quien lleva a cabo la escena más peligrosa de toda la novela, de la que depende el éxito o el fracaso. No es un mindundi cualquiera, este Pierce, ni tampoco un cobarde. Sabe lo que quiere y tiene células grises de sobra para llevarlo a cabo.

Pero Pierce necesita de la ayuda de varias personas más, entre las que destacan sobre todo su amante, que regenta un burdel y que (en vista de los acontecimientos) nació para actriz, y Agar, un experto en manipular y abrir cualquier tipo de cerraduras. El gran desafío de este golpe es conseguir las cuatro llaves (sí, en el libro son cuatro) que se necesitan para abrir las cajas fuertes de metal (que en esta novela contienen el oro que va a Francia para financiar la guerra de Crimea), porque esas cuatro llaves están separadas en tres lugares distintos y bajo medidas de protección extremas, y claro, ellos no quieren robar las llaves porque eso haría saltar las alarmas: lo que quieren es tener acceso a esas llaves, hacer copias y volver a dejarlas donde estaban para que nadie se percate de que la seguridad de esas llaves se ha visto comprometida, y eso limita mucho, muchísimo, las oportunidades, el tiempo y las posibilidades de éxito. A partir de aquí se encontrarán con dificultades enormes por causas tan verosímiles en unos casos como sorprendentes en otros, cambios de última hora que lo complicarán todo aún más, escenas de acción que han sido muy copiadas en multitud de películas (dicho sea de paso), un ingenio fuera de toda duda para ir sorteando todo lo que se va cruzando en el camino y un ritmo impecable que se mantiene durante toda la novela, página tras página, mientras nos movemos de un cuadro a otro de este tablero de ajedrez siguiendo a cada una de sus piezas.
 
Y luego está la ambientación, que es una protagonista más de la novela. Muchas de las cosas que ocurren en la novela necesitan su contexto ya no solo dentro de la era victoriana en que tuvieron lugar, sino en los bajos (muy bajos) fondos de un Londres que en aquella época era el centro del planeta Tierra para todo lo bueno y para todo lo malo (y de esto último había mucho). En la novela se nos explican cosas muy sórdidas (prostitución infantil, prácticas nauseabundas relacionadas con niñas...), pero el autor sabe muy bien lo que está narrando y que no necesita de parafernalia barata y manipuladora para escandalizar al lector; lo cuenta porque lo tiene que contar, pero con sensibilidad, al grano, ironía incluso y a otra cosa. No se recrea, no hace espectáculo y no pone en duda la inteligencia del lector, que ya sabe perfectamente lo que está leyendo sin que nadie intente mangonearlo. Luego hay cosas mucho menos truculentas pero que también eran inherentes a estos sectores de la sociedad, como la jerga ininteligible que usaban todos estos delincuentes (romaní llamaban a este lenguaje delictivo). Claro, yo os hablo de skippers, salchicheros, culebras, cerrajeros, escenas, campanas, traductores, palomeros... y os viene a la cabeza la definición normal o habitual, pero no, cada una de estas cosas significaba algo muy concreto en el mundo criminal, y poco a poco lo vamos descubriendo conforme avanza la novela porque todo y todos intervienen de alguna manera en la elaboración del crimen. Y salpicando todo esto, un retrato magnífico de una época, mediados del siglo XIX, en la que la estrictas costumbres victorianas convivían con una tecnología que avanzaba a la velocidad de la luz, un modo de vida que hacía lo que podía para adaptarse al cambio incesante y constante de los tiempos, una sociedad que iba de moralista y a la que deslumbraban los crímenes y los criminales (asistían a los ahorcamientos como quien va a un concierto y sentían fascinación por criminales apuestos y atractivos como el tal Pierce) y, en fin, una época victoriana que se sustentaba en la contradicción, las ambivalencias y la adaptación a innumerables cambios que lo pusieron todo patas arriba.

Debo decir (y digo xD) que El gran robo del tren se ha convertido en uno de mis dos libros favoritos de Crichton junto con Parque jurásico. Lo he disfrutado un montón y no sé si lamento haber tardado toda una vida en llegar a esta historia o alegrarme de haberla leído al fin. Llevo un par de años dedicada a leer y releer la obra de este autor y la versatilidad que tenía en cuanto a sus libros y guiones es impresionante, no lo encasilléis en ciencia ficción porque su bibliografía incluye muchos géneros y subgéneros. En el caso de El gran robo del tren, no solo es una novela trepidante e inteligente que te hace rascar un hueco en cuanto puedes para poder seguir leyendo, sino que la documentación de la época victoriana en la que transcurre (sobre todo de los bajos fondos) es impresionante: una masterclass en tantos aspectos  y variadas esferas que resulta imposible no aprender algo durante la lectura. Crichton en estado de gracia, la verdad. La única pega que se le puede poner es que, en un hecho muy concreto, quizás fue todavía mejor y más apasionante la realidad que la ficción, pero vamos, que es por ser quisquillosa en grado sumo. Me ha gustado muchísimo, por forma y por fondo. No sé si lo he dicho ya. Tampoco sé si para que guste tanto te tienen que apasionar muchas cosas diferentes que a mí me chiflan y confluyen en la novela (época victoriana, ferrocarriles, true crime...) pero el caso es que para mí es una joya (entiendo que para otros no lo sea en absoluto, también os digo. Cada cual con sus filias)
 
Como os comentaba al principio, el propio Crichton se hizo cargo del guion y la dirección de la adaptación de su novela en 1979. El papel de Pierce lo protagonizó Sean Connery y, después de haber leído el libro, me parece un acierto de diez, porque es un personaje con mil aristas (de las buenas y de las malas) y Sean Connery lo mismo podía interpretar a un gentleman que a un sinvergüenza sin que se le moviera el peluquín. Os dejo el trailer por si os interesa:
 





John Michael Crichton (1942-2008) fue un escritor, guionista, director, productor de cine y médico estadounidense. Es especialmente célebre por sus trabajos en los géneros de la ciencia ficción, la intriga y la ficción médica. Entre su extensa obra destacan las novelas Parque Jurásico, Latitudes piratas, El mundo perdido, Dientes de dragón, Micro, El guerrero número 13 y Estado de miedo. Sus libros han vendido más de 200 millones de ejemplares en todo el mundo, han sido traducidos a cuarenta idiomas y han servido de base para quince largometrajes. Escribió y dirigió WestworldEl primer gran asalto al tren y Coma, y creó la exitosa serie de televisión Urgencias.