sábado, 31 de octubre de 2020

RESEÑA HALLOWEEN #6 (by MH) ::: EL ÁRBOL DE LAS BRUJAS - Ray Bradbury





Título original: The Halloween Tree
Autor: Ray Bradbury
Editorial: Minotauro
Traducción: Matilde Horne
Páginas: 160
Fecha publicación original: 1972
Fecha esta edición: octubre 2019
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 12,95 euros
Diseño de cubierta: Opalworks BCN
Como cada año en la noche de Halloween, un grupo de niños se disfrazan y salen a la calle para pedir premio o prenda. Cuando van a buscar al último chico de la pandilla, Pipkin, lo encuentra alicaído, y éste les pide que le esperen en la casa Fantasmal de la Cañada. Allí les aguarda un peculiar personaje que les descubrirá los orígenes de la fiesta de Halloween.

Termino esta semana especial con un libro que realmente no es de terror ni gótico; se adentra más bien en el terreno de la fantasía, y su particularidad radica en que narra los orígenes de la fiesta de Halloween. El destino ha decidido que, al ordenar los seis libros cronológicamente, sea el último de este especial y os hable de él la mismísima tarde del 31 de octubre. ¿Qué mejor manera de culminar la semana que dejando atrás lo que hoy conocemos como Halloween viajando a las variadas fuentes que suponen su origen real? Y encima de la mano de Ray Bradbury... perfection!!

Estamos en un pueblecito de Illinois, donde ocho amigos se reúnen la tarde de la Noche de Brujas. Expectantes, nerviosos, engalanados con sus mejores disfraces (¡qué importantes son estos disfraces para lo que está por venir!), están deseando comenzar su periplo casa por casa recitando el consabido ¿Truco o trato?... pero falta uno de ellos, el mejor de todos, tendrían que ser nueve. ¡Falta Pipkin! La Noche de Brujas no es Noche de Brujas si no está Pipkin. Y van a buscarle a casa, y está raro, no parece él mismo, anda como un viejo, ¡ni siquiera está disfrazado! Les dice que se adelanten, que se reunirá con ellos en la cañada, en la casa de los Fantasmas, y allá que se dirigen los ocho amigos. Lo que encuentran allí no tiene desperdicio: un árbol del que cuelgan miles de calabazas, y un hombre (¿es realmente un hombre?) extraño vestido de negro que dice llamarse Carapacho Clavícula Mortajosario. Y entonces ven a Pipikin andando hacia ellos, pero ya no está, de repente ya no está. ¿Dónde ha ido Pipkin? Si quieren encontrarlo (¡si quieren salvarlo!) no tendrán más remedio que colgarse de la Cometa que Mortajosario ha creado de la nada y acompañarle a conocer los orígenes de la Noche de las Brujas. ¡Oh, menudo viaje y cuántas emociones diferentes esperan a estos amigos!

Una magnífica noche. ¡Y toda la historia larga, profunda, oscura y salvaje de la Noche de las Brujas esperando para devorarnos de un solo bocado!

Pues así, de la mano de Mortajosario, viajamos en el tiempo, nada menos que cuatro mil años atrás (dos mil años antes de Cristo), y ahí comienza nuestro aprendizaje. ¿Dónde estamos? En el Antiguo Egipto, y la primera lección que recibirán estos niños será la de Osiris, rey de los Muertos, y los egipcios y su celebración de la muerte porque creen en la vida después de ella. Y desde allí un vistazo a los cavernícolas hace millones de años. Y después las islas Griegas y su Fiesta de las Vasijas y su melaza en los dinteles para que los fantasmas no pudiesen penetrar en sus casas, la Edad Media y sus miles de brujas escondidas por toda Europa, México y su Día de Muertos, París y su Notre Dame infestada de gárgolas y simbología, el todopoderoso y temible Samhain con su guadaña y los romanos apropiándose de la festividad celta, y después los cristianos... de acá para allá conociendo, descubriendo, aprendiendo la celebración que se hace de la vida y la muerte en diferentes partes del mundo desde que el hombre es hombre y a lo largo de los años, cientos de años, miles de años. Y en cada una de esas aventuras Pipkin se les escapa de las manos, lo ven y dejan de verlo en un instante, les pide ayuda pero jamás consiguen llegar hasta él. Pipkin en forma de gárgola, Pipkin embalsamado como una momia, Pipkin sobre una escoba... ¿Salvarán a Pipkin?

El árbol de las brujas está considerado un libro infantil (Bradbury escribió unos cuantos), y tras haberlo leído tengo claras dos cosas: una es que Bradbury era de esos autores que no se mostraba indulgente con los niños, confiaba en su inteligencia y en que sabrían comprender lo que les contaba sin tratarles con condescendencia, así que la historia de infantil no tiene nada e incluso les hace enfrentarse a alguna decisión que no creo que un niño sea capaz de entender en toda su complejidad; la segunda es que creo sinceramente que este libro debe ser leído acompañado de un adulto porque el lenguaje y estilo no son nada sencillos y, aunque las enseñanzas, las aventuras y la fantasía están ahí, necesitan de alguien más mayor que vaya allanando un poco la comprensión de la forma en que están escritas.

Y es que la forma que tiene Bradbury de contarnos la historia es, simplemente, una delicia, pero en absoluto elemental. Usa las palabras como quiere, juega con ellas como si fueran hechizos, y eso es lo que hace con el lector, embrujarle y trasladarle con ellas al otoño, a sus colores, a sus olores, y cuando nos sube a esa Cometa sentimos y vivimos cada viaje, cada lugar, cada época... La forma de contar la historia tiene reminiscencias juguetonas, traviesas y bulliciosas, pero no deja de lado en ningún momento una prosa elaborada, casi poética, ni el uso casi exuberante de vocabulario en frases que nada tienen de sencillas ni facilonas y sí mucho de riqueza estilística y despliegue narrativo. Si a todo esto sumamos que la historia en sí misma esconde conceptos e ideas complejas, pues que me reitero en lo que decía arriba: compro lo de infantil, pero con muchas reservas. De diez-doce años para arriba según qué casos y con adulto que comparta la lectura.

El árbol de las brujas es, en definitiva, un viaje fascinante a la celebración de la Noche de las Brujas más primigenia, esa en la que lo que importa es la celebración de la muerte y la vida que va indisolublemente unida a ella, los ritos en sí mismos y su significado: vida y muerte, noche y día, invierno y verano... Cómo el ser humano ha necesitado miles de años para aprender a vivir todo esto con menos miedo y a dedicar unos días a festejarlo, cada cultura a su manera, con un nombre diferente, pero siendo siempre lo mismo, significando siempre lo mismo. Pero estos ocho niños además nos dan una lección de amistad, se enfrentan a decisiones difíciles de tomar, viven mil aventuras que les hacen pasar de la risa más jubilosa al temblor más inesperado, se agotan de tanta sorpresa y vuelven a colmarse de alegría en la siguiente parada, pero nunca jamás se les pasa por la cabeza abandonar a Pipkin.

Si os digo la verdad, conforme leía mis vibraciones eran que Tim Burton se había cruzado con las historias protagonizadas por niños de Stephen King (mucho antes de la era King y la era Burton, lo cual no deja de tener su aquel), todo ello narrado con la magia, imaginación, fantasía, inteligencia y genio de Bradbury. No sé si esto os da una idea de lo que podéis encontrar en El árbol de las brujas, pero yo lo he disfrutado mucho. Ya tengo otro de sus libros infantiles en la estantería, aunque no creo que La feria de las tinieblas llegue sin leer al próximo 31 de octubre.

Señor Mortajosario, ¿quién es usted?

Creo que tú lo sabes, muchacho, creo que lo sabes.

Oh, señor Mortajosario, ¿dejaremos de tenerle miedo alguna vez a la noche y a la muerte?

Cuando lleguéis a las estrellas, muchacho, sí, y viváis para siempre allí, todos los miedos desaparecerán, y la Muerte misma morirá.





Ray Bradbury nació en Waukegan, Illinois, en 1920, y residía en Los Ángeles desde 1934, ciudad en la que falleció el 05 de junio de 2012. Bradbury fue un ávido lector en su juventud además de un escritor aficionado. No pudo asistir a la universidad por razones económicas. Para ganarse la vida, comenzó a vender periódicos. Se formaría como escritor de manera autodidacta a través de libros, comenzando a escribir cuentos con una máquina de escribir. Sus primeros trabajos los vendió a revistas a comienzos de los 40. Entre novelas, colecciones de cuentos, poemas y obras de teatro, ha publicado más de una treintena de libros. Ha desarrollado una amplia actividad en el mundo del cine, el teatro y la televisión. En 1989 fue nombrado Gran Maestro de la SFWA (Asociación de autores de ciencia ficción norteamericanos) y en 1999 recibió el SF Hall of Fame por toda su carrera. 
 
Falleció en Los Ángeles el 5 de junio de 2012.

viernes, 30 de octubre de 2020

RESEÑA HALLOWEEN #5 (by MH) ::: LA CASA INFERNAL - Richard Matheson




Título original: Hell House
Autor: Richard Matheson
Editorial: Minotauro
Traducción: Isabel Merino Bodes
Páginas: 320
Fecha publicación original: 1971
Fecha esta edición: noviembre 2019
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 18,95 euros
Diseño de cubierta: Opalworks BCN




En 1940 una expedición de cinco personas se internó en la infame Casa Belasco para desentrañar los misterios de la que era considerada como la casa más peligrosa del mundo. Sólo uno de ellos consiguió salir con vida.

Treinta años después, el millonario Rolf Randolph Deutsch contrata a cuatro extraños, entre ellos el único superviviente de la masacre de 1940, para demostrar la existencia de la vida después de la muerte. Para ello deberán pasar una semana en la Casa Belasco. La Casa Infernal les ha permitido entrar, pero ¿los dejará salir?

Damos un salto en el tiempo bastante grande y avanzamos casi un siglo hasta 1971, fecha de publicación de La casa infernal. Este ha sido el año de las casas encantadas, que además es un tema que me gusta mucho en la literatura de terror pero sobre el que he leído poco en los últimos tiempos (a excepción de La maldición de Hill House, de Shirley Jackson, publicada once años antes que esta que os traigo hoy y de la que os hablé en 2017 aquí). El caso es que hacía años que estaba detrás de leer La casa infernal, pero estaba descatalogado, no tenía prisa por hacerme con una edición de segunda mano, y en fin, que por unas cosas o por otras lo he ido dejando. El año pasado Minotauro lo reeditó, y ya no había excusas. 
 
Al anciano y millonario señor Deutsch le queda poco tiempo de vida y su última obsesión es confirmar si hay vida después de la muerte. No quiere mentiras, solo quiere la verdad, sea cual sea. Para ello ha comprado la casa Belasco, situada en el condado de Maine, comúnmente llamada la Casa Infernal por los eventos sucedidos en ella treinta años atrás, cuando un grupo de expertos se adentró en ella para averiguar el origen de los sucesos paranormales que tenían lugar en su interior, y solo uno de ellos salió con vida y muy malherido. Para esta expedición, Deutsch ha contratado a tres personas: Florence Tanner, una atractiva médium espiritualista; Benjamin Fisher, médium físico y único superviviente de la masacre de 1940; y el doctor Barrett, un físico que lleva veinte años estudiando parapsicología y que tiene su propia teoría respecto a este tipo de fenómenos. Los tres, acompañados de Edith, la mujer de Barrett, se adentran en esa casa el 21 de diciembre de 1970. ¿Cuántos saldrán con vida de ella?

A primera vista puede parecer que hay similitudes con La maldición de Hill House, pero solo en la superficie. Mientras que en la novela de Shirley Jackson había un encargado de la investigación que usaba a las otras tres personas como cobayas y no utilizaba ningún método científico (se limitaba a esperar a ver qué ocurría), en La casa infernal tenemos a un encargado de la investigación (el doctor Barrett) cuya misión es intentar encontrar una explicación científica a lo que ocurre en esa casa, para lo que se servirá, aparte de medios tecnológicos, de las habilidades y capacidades parapsicológicas de los dos médiums que le acompañan. Eso hace que la dinámica de los días que pasan allí sea totalmente distinta y que la tensión entre los personajes sea latente, porque unos quieren demostrar que sí hay espíritus que encantan la casa, y el otro quiere demostrar que eso que encanta la casa es algo muy diferente.

Otra diferencia importante es que mientras que en La maldición de Hill House es una novela muy intimista y psicológica, en la que el terror muchas veces solo está en la mente de los personajes, en La casa infernal el terror y los ataques que sufren los personajes por parte de la casa son muy explícitos, y en algunos casos muy crueles. Matheson se deja de sutilezas y todos los protagonistas de su historia reciben su particular ración de un modo u otro, pero desde luego, si hay un personaje con el que se ensaña, es el de la médium Florence Tanner, así que quedan avisados quienes no gusten de ver sufrir a un personaje.

Dejando a un lado comparaciones (que solamente hago para quienes crean que son novelas parecidas cuando en realidad tienen diferencias de base), los personajes y sus motivaciones están bien definidos para lo que se busca en una historia como esta, aunque mirados en conjunto puedan parecer un tanto estereotipados a ojos de un lector del siglo XXI (no tanto, creo yo, para un lector de hace cincuenta años). El doctor Barrett es un físico camino de los sesenta años que quiere ver culminado el trabajo de toda una vida y ganar con ello un dineral que le permitirá retirarse y vivir tranquilamente con su esposa; Florence Tanner era una actriz de Hollywood medianamente famosa hasta que se retiró para dedicarse al mundo de la parapsicología donde se ha hecho rápidamente un nombre como médium mental, y es la más abierta a la experiencia y a establecer contacto con los espíritus de la casa; Fischer, por su parte, sabe de lo que es capaz la casa (a la que sobrevivió treinta años atrás cuando era solo un adolescente de quince años), y aunque sigue siendo el médium físico más poderoso del país, lo esconde, es mucho más precavido, se protege y se cierra a cualquier intento de acceso por parte de la casa; y nos queda Edith, la esposa de Barrett, a quien acompaña por el simple hecho de que le aterroriza la soledad, y que guarda en su interior complejos e inseguridades que harán las delicias de lo que sea que se esconde entre esas paredes. 
 
La narración avanza separada por días y, dentro de cada día, separada por horas, así que el lector es testigo casi en tiempo real de todo lo que va sucediendo en la casa, y lo cierto es que la
historia da lo que promete: sucesos raros e inexplicables, el mal que se percibe hasta los huesos, poltergeists, invasión de los sueños con fines suicidas, sesiones espiritistas en las que no salen las cosas como estaban previstas y, poco a poco, ataques físicos contra los nuevos inquilinos de la casa. En cierto momento conocemos la historia de la casa y de su antiguo dueño, Belasco (eso ya daría para una novela de terror), y a todo esto se suma que Florence, que nunca ha sido otra cosa que médium mental (solo admite a los espíritus en forma de pensamiento), adquiere facultades de médium física desde el momento en que entra en la casa sin explicación alguna (los espíritus tienen acceso a su cuerpo y hacen uso de él).

Por resumir todo esto, yo diría que hay que tener en cuenta cuatro cosas a la hora de acercarse a este libro: una es que es una novela muy de su tiempo y, a finales de los 60-principios de los 70, los fenómenos paranormales ocupaban titulares (el matrimonio Warren y sus investigaciones estaban de plena actualidad en aquellos tiempos), con lo que todo lo que podía pasar en una casa encantada, aparece aquí (y cuando digo todo, digo todo); la segunda es que en esta novela el terror no se sugiere ni está implícito, sino que aparece de forma totalmente explícita y, hacia el final del libro, sin ahorrarle detalles al lector (lectores sensibles y/o miedosillos, beware); la tercera es (y, sintiendo volver a La maldición de Hill House, es algo que también pasaba en el libro de Jackson) que la casa vuelve a encontrar su camino hacia la destrucción a través de las mujeres, que al ser retratadas como seres reprimidos y/o enamoradizas y/o rebosantes de traumas y/o complejo de salvadoras del mundo, tienen el cartel de "vía libre" tatuado en la frente y son carne de cañón para estos espíritus malajes; la cuarta es un poco trampa porque no os servirá como "cosa a tener en cuenta", pero yo lo he disfrutado mucho aun siendo consciente de sus defectos y creo que es lectura obligada para quien guste de las historias sobre casas encantadas. No es perfecta, si quieres encontrarle pegas se las encuentras, pero entretiene mucho, que es lo que cuenta. ¿El final? Pues como siempre en estos casos, cuestión de gustos. Para mí, normalito, sin más. Me quedo con el desarrollo de la historia y los momentos de tensión.
 
Y voy terminando no sin antes hacer alusión a algo que dije cuando os hablé de La casa y el cerebro el martes, y es que  creo (y probablemente es algo que de no haberlos leído tan seguidos no hubiese notado) que Matheson se inspiró mucho en La casa y el cerebro, ya no tanto en el concepto de casa encantada como en lo que hay detrás del encantamiento de la casa y sus fenómenos paranormales. De hecho, y sin poder adentrarme más en el tema, hacia el final se hace un descubrimiento en la casa muy similar al que se realiza en el libro de Bulwer-Lytton. Que conste que las similitudes no son literales, existe un margen de originalidad en todo lo que se plantea, pero las bases sí que resultan muy evidentes.




Richard Matheson (1926 - 2013) es considerado uno de los autores más influyentes del siglo XX por escritores de la talla de Ray Bradbury o Stephen King. Además de su contribución a la ciencia ficción, el terror, la fantasía y el western, Matheson destaca por su labor como guionista. Llevan su firma algunos de los capítulos más memorables de las emblemáticas The twilight zone, Star Trek o The Alfred Hitchcock Hour; además de las adaptaciones de cuentos de Edgar Allan Poe dirigidas por Roger Corman o el primer trabajo cinematográfico de Steven Spielberg. También varios de sus relatos han sido llevados a la gran pantalla, como El increíble hombre menguante en 1957 o El último escalón en 2000. Pero el más recordado de todos ellos es Soy leyenda.

Entre los numerosos premios que ha obtenido se hallan el World Fantasy (1976, 1978, 1984, 1990), el Bram Stoker (1990, 1991), el International Horror Guild Award (2000), el Retro Hugo (2001), el Locus (1990), el Readercon (1990) y el British Fantasy (1996).

jueves, 29 de octubre de 2020

RESEÑA HALLOWEEN #4 (by MH) ::: OLALLA - Robert Louis Stevenson




Título original: Olalla
Autor: Robert Louis Stevenson
Editorial: Ediciones Invisibles
Traducción: Isabel Llasat
Páginas: 96
Fecha publicación original: 1885
Fecha esta edición: octubre 2019
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 13 euros



Siguiendo las recomendaciones médicas, un oficial escocés herido en combate y que necesitará un largo período de convalecencia accede a convertirse en el huésped de una familia que vive en un gran caserón fortificado en un remoto rincón de España. Según le han dicho, en la casa, muy deteriorada por el tiempo, solo vive una madre con sus dos hijos: Felipe, de pocas  luces, y Olalla, de la que apenas se sabe nada, últimos supervivientes de esta estirpe venida a menos, víctima de los excesos y la endogamia. Pero antes de entrar en la fortificación, el oficial  tendrá que aceptar una condición previa: deberá renunciar a mantener cualquier tipo de relación con la familia.

Tenía este libro desde hace un tiempo en la estantería, pero como prometía ambientación gótica lo he estado reservando a propósito para estas fechas, así que os cuento un poquito sobre Olalla. Que por cierto, cuarto clásico que os traigo esta semana para Halloween, y cuarta historia contada por el narrador en primera persona. Coincidencia absoluta, no lo he hecho a propósito, pero esto demuestra que el recurso de narrar experiencias turbadoras, sobrenaturales o terroríficas en primera persona da mucho juego en la literatura gótica y de terror.
 
Pues, como os digo, tenemos un narrador (soldado escocés en este caso) que, tras ser herido en España, necesita de un lugar tranquilo en el que pasar sus últimas semanas de convalecencia, y su médico le recomienda una casa muy remota y aislada. Sus dueños (madre, hija e hijo), que pese a la extensa propiedad viven casi en la indigencia, también convivirán con él, pero le imponen una condición: no tener ningún trato con ellos. Se le proporcionará habitación, se le proporcionarán sus comidas y podrá pasear por los alrededores, pero nada de intentar establecer ningún tipo de relación con ellos. Pero claro, eso es fácil de pedir y complicado de llevar a cabo, así que el contacto resulta inevitable. El hijo, Felipe, es quien le recoge en un carro; extraño, algo duro de entendederas y con tendencia a arrebatos de crueldad y cólera, parece admirar mucho a nuestro soldado (de una manera un tanto atrevida para la época, diría yo). La madre, también muy extraña, posee una belleza admirable, pero siempre anda medio ida, como en otro mundo, desconectada por completo de su entorno. A quien no ve nunca por allí es a la hija, Olalla, pero algunas noches ocurren cosas extrañas en esa casa y cree que quizás ella es la causa... hasta que la conoce, se enamora perdidamente de ella y su obsesión es sacarla de allí como sea.
 
Stevenson entreteje la magnífica ambientación de la historia a base de puntadas precisas que van conformando un cuadro tan enigmático como atrayente. Las características de la novela gótica están por todas partes: la casa tétrica y decadente rodeada por paisajes agrestes y escarpados que acentúan la sensación de aislamiento y tosquedad; tormentas y vientos que influyen en el estado de ánimo de una manera anormal ("es el viento negro. Sientes que deberías hacer algo y no sabes qué es"); una familia que, tras siglos de endogamia e incesto en pos de la perfección genética, ha quedado reducida a unos miembros extraños y siniestros que los habitantes del pueblo cercano, temerosos de ellos, rehúyen; gritos y aullidos en la noche, salvajes y atormentados, de los que nadie parece saber nada a la mañana siguiente; un cuadro misterioso e inquietante que obsesiona al soldado; una joven hermosa y enigmática que parece querer elevarse por encima de toda esta corrupción y de la maldición que parece acarrear su familia...

Aun así, yo creo que la virtud de Olalla está precisamente en cómo se cuentan los hechos, no en los hechos propiamente dichos, porque Stevenson insinúa sin poner etiquetas, y al no hacerlo, las posibilidades que se abren ante el lector son variadas al tratar de definir qué ocurre en esa familia y el modo en que el soldado interactúa con ella. Que conste que el autor va incluso más allá de lo que otros autores de su época se atrevieron a ir en algunos comportamientos y alusiones entre personajes, pero se guarda muy mucho de que el lector tenga una comprensión total de la maldición que sufre esa familia, e incluso juega con el hecho de que su naturaleza sea sobrenatural o que su decadencia sea fruto de una enfermedad mental. Olalla no deja de referirse a su estirpe cuando se lamenta de su maldición, pero en este relato no hay que dar nada por sentado. La ambientación gótica y la excelente atmósfera que supura la historia no deben opacar los muchos hilos que, a mi parecer, pretendía ovillar el autor, y que resultan fascinantes por sí mismos.

Pero que esta familia esté formada por un tipo u otro de criaturas sobrenaturales (no seré yo la que ponga nombre a lo que no se dice explícitamente), o que simplemente muestren conductas violentas y anormales propias de su carácter endogámico y un más que probable trastorno genético (no seré yo la que diga que este es el caso), no es la única ambigüedad que predomina en la historia. La relación entre Felipe y el soldado, la relación entre Olalla y el soldado, la naturaleza de Olalla y, por curioso que parezca, la naturaleza del propio soldado, por no hablar de la señora de la casa... No es de esas lecturas que se terminan y a otra cosa; dejan al lector pensando sobre qué ha leído e intentando unir esos hilos de los que os hablaba antes.
 
El propio Stevenson dijo no estar muy contento con el resultado del relato debido a las dificultades de trasladar su visión original a una narrativa estándar, y fue el propio Stevenson, con estas palabras, el que probablemente propició que su relato no recibiera el reconocimiento de los entusiastas del género (menos mal que siempre hay editoriales con alma de arqueólogas literarias que no tienen miedo de excavar, indagar y recuperar). Sí, es un relato demasiado ambiguo, demasiado contenido, como para entusiasmar a quienes busquen literatura gótica de manual, y sí, el final es de esos polarizantes que no creo que sea del gusto de todo el mundo, pero precisamente esas particularidades son las que le dan personalidad y marcan la diferencia, las que le otorgan su lugar en una marabunta de historias que a veces se parecen demasiado entre ellas. Y la narración de Stevenson, por añadidura, no solo es envolvente, intensa y fascinante, sino muy visual y adelantada para su época en el modo de presentar algunas escenas. Robert Louis Stevenson era un magnífico contador de historias.

A título personal, creo que Olalla se saborea cuando se lee y se intensifica y perpetúa en el paladar conforme pasan los días; nunca se termina de ir, tiene mucho más que contar de lo que aparenta.
Los que mucho aprenden no hacen sino quedarse con la primera capa del conocimiento; entienden las leyes, conciben la dignidad del designio, pero el horror de lo real se les borra de la memoria. Somos los que convivimos con el mal los que lo recordamos, creo, y estamos advertidos y nos compadecemos.

Robert Louis Stevenson (1850-1894). Enfermo de tuberculosis desde su juventud, pasó gran parte de su vida viajando para encontrar un clima que fuera favorable a sus pulmones. En una estancia en París conoció a Fanny Osbourne, una norteamericana separada y con hijos. La siguió a América y se casó con ella en 1880, a pesar de la oposición familiar. Años más tarde, la pareja emprendió un viaje por el Pacífico y se estableció en Samoa. Stevenson es recordado especialmente por La isla del tesoro, El extraño caso del Dr.Jekyll y Mr. Hyde, y esta estremecedora Olalla, que apareció publicada en la Navidad de 1885.

miércoles, 28 de octubre de 2020

RESEÑA HALLOWEEN #3 (by MH) ::: LA PUERTA ABIERTA - Margaret Oliphant


 
 
Título original: The Open Door
Autora: Margaret Oliphant
Editorial: Valdemar
Traducción: Rafael Díaz Santander
Prólogo: Los editores
Páginas: 130
Fecha publicación original: 1882
Fecha esta edición: enero 1987
Encuadernación: rústica
Precio: Descatalogado (disponible de 2ª mano)
Imagen de cubierta: Abtei im Eichwald (Gaspar David Friedrich)



La puerta abierta es quizá, junto a Otra vuelta de tuerca de Henry James, El guardavías de Dickens, o La mujer del sueño de Wilkie Collins, una de las más destacadas y originales creaciones del cuento de miedo inglés, en opinión de Montague Rhode James, uno de los maestros indiscutibles del género.

La atmósfera inquietante en la que se desarrolla el relato y la sensibilidad con que la autora describe los acontecimientos logran infundirle un extraño y poético patetismo que trasciende los límites convencionales del género.

El misterio gira en torno al ruinoso frontispicio de una antigua mansión en el que se abre el hueco de una puerta solitaria que el tiempo ha despojado de todo significado y que ya no conduce a ninguna parte. Una angustiada voz que gime y suplica ante esa puerta abierta y vacía es el único indicio de una tragedia que se renueva a lo largo del tiempo y que tal vez ha quedado grabada en el oculto corazón de la naturaleza.
Mirad que hay poco de esta autora disponible en castellano, pero la admiro tanto que aun así me he apañado para que esta sea la cuarta vez que os hablo de ella en Netherfield, siendo esta además la segunda vez que participa en mis especiales de clásicos por Halloween. Hoy os hablo de La puerta abierta, un relato largo (se aproxima bastante a novela corta) que en España está incluido en varias compilaciones de terror o góticas pero que yo tuve la suerte de encontrar en su momento en una edición separada publicada por Valdemar hace más de treinta años
 
Volvemos a tener un narrador en primera persona, un hombre de familia que alquila la casa de Brentwood (muy cerca de Edimburgo) para alojarse allí por un espacio máximo de dos años junto a su esposa y sus tres hijos (dos muchachas y un único varón, de constitución algo frágil). La casa está rodeada de un entorno natural privilegiado, un parque en el que se hallan las ruinas de la antigua mansión de Brentwood, entre las que destaca, en un edificio cercano que probablemente había sido la entrada trasera para las dependencias del servicio, el hueco de una puerta que ya no da acceso a nada, una puerta vacía a ninguna parte, pues las estancias han desaparecido. Roland, que así se llama el hijo del narrador, debe cruzar ese parque todos los días para asistir a la escuela, y de repente cae muy enfermo, afirmando desesesperado que alguien en ese parque llora y sufre muchísimo, y que cree que quizás, tal vez, puede que ese alguien no esté vivo, y que no, que él no está enfermo, simplemente tiene ese lamento metido tan dentro de su cabeza que lo escucha noche tras noche y es incapaz de soportarlo. Nadie le cree, todos temen que tenga alguna especie de fiebre cerebral, pero él confía en su padre. Su padre sabrá lo que hay que hacer para ayudar a ese espíritu. Y ese padre, desesperado, no puede fallarle a su hijo. Tiene que adentrarse en ese parque, tratar de escuchar lo mismo que él... y sus pasos le llevan hasta esa puerta en ruinas abierta hacia la nada.

No quiero repetirme, pero tengo que reafirmarme en algo que ya os he dicho en ocasiones anteriores al hablaros de otras obras de la autora: los fantasmas de Margaret Oliphant no son los típicos fantasmas terroríficos que pretenden asustar o mortificar a los vivos, ni fantasmas resentidos que pagan con ellos la frustración de haberse quedado atrapados. Suelen ser fantasmas que quieren transmitir un mensaje y ayudar o, como ocurre en este caso, fantasmas que se encuentran perdidos y sufren al no encontrar su camino hacia el otro lado. No son los villanos de la historia, sino sus víctimas; necesitan la ayuda de los vivos, pero no saben cómo pedirla; vuelven una y otra vez al lugar de sus desdichas, pero en ocasiones ni siquiera saben que están muertos.
Hay movimientos y sonidos en la naturaleza perfectamente comprensibles, como el crujido de las pequeñas ramas en la escarcha, o la gravilla del sendero, que a veces producen un efecto tan fantástico que uno se pregunta intrigado quién lo ha producido; pero esto sucede cuando no hay un verdadero misterio. Les aseguro que estos efectos son incomparablemente más turbadores cuando se sospecha que hay algo. Yo distinguía y comprendía aquellos sonidos; pero no comprendía el susurro. No era una simple manifestación de la Naturaleza; había una intención, un sentimiento... el espíritu de una criatura invisible. 
La ambientación de Oliphant es, como siempre, deslumbrante. Da igual que te cuente cómo son los paisajes que rodean Edimburgo y sus pueblos más cercanos, la perfección de sus matices, lo acogedor de sus campos, la frescura de su entorno o la felicidad que se siente ante la sensación de encontrarse en casa.... que resulta igual de fascinante y sugerente cuando se adentra en la noche gótica llena de crujidos, sombras, sensaciones de horror y oscuridad. Tenía un don especial para recrear atmósferas sugestivas que estimulan y alertan los sentidos, y creedme, hay varios pasajes en este libro que hacen que los escalofríos vengan a cabalgar por tu espina dorsal como si no hubiese un mañana. Tratad de imaginaros en medio de ese bosque junto al umbral de una puerta hacia la nada rodeados de maleza y árboles amenazadores en una oscuridad opresiva, con la luz de un farol apenas iluminando unos pasos más allá y, en silencio, esperando escuchar algo, esperando, esperando... y de repente oyendo unos lamentos desgarradores justo a vuestro lado sin que haya absolutamente nadie a vuestro alrededor. Nada, que me ha venido otra vez un escalofrío. Será posible...

Una lectura fantástica para estas fechas, muy bien escrita, maravillosamente ambientada (incluso tiene algún punto de humor triste y resignado cuando el narrador afirma que tener un fantasma en casa estaba de moda en aquella época y se pagaba gustosamente por ello... aunque la ilusión decaía cuando había que convivir de verdad con él), y que ofrece una historia de fantasmas de las de antes, inquietante y emotiva sin fanfarrias ni efectos especiales que desvíen la atención de lo que verdaderamente importa: los personajes. Porque Oliphant usa siempre sus ghost stories para contar otras cosas que a ella le interesaban y para enfatizar la humanidad de sus personajes y sus creencias, ya sea un padre no demasiado supersticioso que haría lo que fuese por su hijo, como ese hijo que está sufriendo por algo que sabe que no es de este mundo y aun así quiere ayudarlo, como otros personajes que aparecen en la historia y que no os desvelo para no adelantar acontecimientos, pero que aportan otros puntos de vista diferentes sobre lo que se nos está contando, ya sea por carencia de fe en lo sobrenatural como por confiar ciegamente en su existencia.
 
Ya sabéis que durante esta semana os voy a traer seis lecturas, todas muy diferentes entre sí de épocas y ambientaciones también muy diferentes, pero si me preguntáis a mí cuál sería mi favorita para leer la misma noche de Halloween, con poca luz, en silencio, y con una sensación de estremecimiento constante durante las dos horas de lectura, sería sin duda La puerta abierta. Ya lo he dicho alguna vez (creo), pero yo no soy de asustarme leyendo, así que cuando os digo que una historia me ha puesto los pelillos de punta, creedme porque es así.
 
A todo esto, ¿os he hablado del enebro? ¿No? Lo dejo entonces para otro día...




Margaret Oliphant nació en 1828 en Wallyford (Escocia) y falleció en Wimbledon en 1897. Creció en un ambiente que favoreció su interés por los juegos literarios y publicó su primera novela en 1849. A pesar de llevar una vida personal dura, en la que la enfermedad, la muerte y las necesidades económicas, la acuciaron, no se dejó derrotar. Tras la muerte de su esposo en Roma, regresó a Inglaterra para dedicarse a escribir como forma de manutención, y logró gran fama, siendo muy conocida por sus relatos góticos, dotados de una maestría particular. A lo largo de su vida escribió más de cien artículos para el Blackwod´s Magazine, famosa revista en la que escribieran Edgar Allan Poe y Nathaniel Hawthorne.

martes, 27 de octubre de 2020

RESEÑA HALLOWEEN #2 (by MH) ::: LA CASA Y EL CEREBRO - Edward Bulwer-Lytton




Título original: The Haunters and the Hounted, or The House and the Brain
Autor: Edward Bulwer-Lytton
Editorial: Impedimenta
Traducción: Arturo Agüero Herranz
Prólogo: Arturo Agüero Herranz
Páginas: 108
Fecha publicación original: 1859
Fecha esta edición: noviembre 2013
Encuadernación: rústica con sobrecubierta
Precio: 14,95 euros
Diseño de cubierta: Row Park, Leeds (1882, John Atkinson Grimshaw)




La casa y el cerebro se considera una pieza maestra de la literatura sobrenatural. El narrador de esta desasosegante fábula de fantasmas, desoyendo los consejos de sus allegados, decide pasar una noche, junto con su criado y su perro, en una casa encantada situada en Londres, de la que todos los demás huyen despavoridos. Allí, tal y como él esperaba, asiste a una serie de apariciones espeluznantes y descubre, a través de unas cartas, que la casa, muchos años atrás, fue el escenario de unos horribles crímenes.

Hasta ahora solo conocía la obra de Edward Bulwer-Lytton por la archiconocida Los últimos días de Pompeya (novela que leí hace siglos y me gustaría releer algún día de estos), y llevaba mucho tiempo detrás de leer La casa y el cerebro, obra pionera en el subgénero de las casas encantadas y, creo yo, fuente de inspiración más que evidente de algunas de las novelas más famosas del género (ya os hablaré de esto en otra reseña el viernes). Misión cumplida, así que os cuento qué me ha parecido.

El protagonista (y narrador) se nos presenta como un caballero que ha recorrido el mundo en busca de sucesos extraños o supuestamente paranormales, a los que siempre acaba encontrando una explicación racional o científica que dista mucho de sobrenatural. Por eso, cuando le hablan de una casa encantada en Londres en la que ninguno de sus inquilinos consigue pasar más de tres noches seguidas a causa de los incidentes tenebrosos que ocurren en ella, decide alquilarla por una sola noche y descubrir qué se esconde detrás de tanto misterio. Allí se presenta acompañado de su criado (un hombre que le ha acompañado en todos sus viajes y está probadamente curado de espanto) y su perro. Nada más llegar empiezan a pasar cosas raras, pisadas que les preceden en su recorrido por la casa, palabras susurradas al oído, sillas que se mueven solas, habitaciones que desprenden malignidad y les dejan encerrados... pero el protagonista sigue en sus trece: todo tiene una explicación y seguramente hay alguien detrás de todo eso. Cuando inesperadamente el criado huye aterrorizado de la casa dejándole solo, es cuando empieza... la diversión.
 
Lovecraft consideraba La casa y el cerebro como la mejor historia de fantasmas escrita en lengua inglesa, y teniendo en cuenta lo temprano de su publicación y su condición de pionera (apareció en 1859 en la Blackwood's Magazine), así como el contenido de sus primeras sesenta páginas, no me extraña en absoluto esa afirmación, porque son magníficas. Nada más entrar en la casa se te empiezan a poner los pelillos como escarpias, y el hecho de que el narrador sea un descreído con respecto a los temas sobrenaturales y que no se inmute con cosas que a cualquiera nos harían salir corriendo (pisadas, dedos invisibles que te agarran de la muñeca, risas maliciosas...) solo te hace pensar en lo que está por venir y en el mal rato que seguro que le va a tocar pasar. Él afirma que lo sobrenatural no existe, que simplemente es algo dentro de las leyes de la naturaleza que hasta ese momento ha sido ignorado, y apuesta por algo parecido a la mesmerización en todos los sucesos extraordinarios que ha presenciado (cree que se producen por la mediación de un intercesor mortal y muy vivo). ¿Demostrará la casa que realmente está encantada o quizás sea él quien tiene razón y hay alguien detrás de todos los hechos siniestros que ocurren en ella? Pues tendréis que leerlo para averiguarlo, pero lo que está claro es que  le va a tocar pasar la noche allí solo si quiere comprobarlo... y la casa tiene sus propios planes.

Pero no hay que perder de vista el título, La casa y el cerebro... ¿a qué se refiere ese cerebro? No sé si estoy muy de acuerdo con que aparezca esta palabra en el mismísimo título (ya aparece en uno de los títulos originales del relato, así que no es culpa de la traducción). De hecho he borrado una frase de la sinopsis oficial porque desvela buena parte de la resolución del misterio. En cualquier caso, es de esos escasos títulos que describen con ajustada sencillez lo que encierran sus páginas, porque esta historia tiene dos vertientes muy definidas: una es la que nos introduce en la propia casa, en la que somos testigos de los los sucesos que ocurren en ella y conocemos parte de su historia, y luego está la así llamada del cerebro, que está directamente relacionada con las teorías que maneja el protagonista, sus descubrimientos, y que el autor hace suyas para, llevándoselas a su terreno, hacernos partícipes de su interés en el ocultismo y sus diversas prácticas.
 
Sí que tengo que advertir que las últimas páginas se alejan un poco del ritmo ágil y el tono espeluznante de lo que sucede en la casa encantada y son más metafísicas, abstractas y, por tanto, suponen un quiebro evidente con respecto a lo que hemos estado leyendo hasta ese momento. Entiendo por qué están en la historia porque entiendo el interés del autor en el tema, pero también os confieso que si esa parte no existiese, si todo se redujese a los acontecimientos de la casa, yo no las echaría de menos. Como curiosidad os cuento que en realidad existen versiones de este relato sin esta conclusión, que fue eliminada en una segunda edición porque el autor trataba un tema muy parecido en otra historia y no quería que los lectores las confundieran, así que está claro que era una materia en la que estaba profundamente interesado y que introducía en su obra de manera habitual, pero también confirma que no resultaba (ni resulta) imprescindible para el buen funcionamiento de una narración que se sostiene por sí sola gracias a una fantástica atmófera de suspense y una dosificación milimetrada de los hechos sobrenaturales y las sensaciones contrapuestas de racionalidad y terror del protagonista.
 
En definitiva, una historia magnífica, escrita de manera elegante pero sencilla y sin artificios, que ofrece lo que promete para estas fechas (escalofríos y mucha imaginación), con ese añadido de las últimas páginas que puede gustar más o menos, pero es fiel reflejo del interés del autor por el ocultismo y sus secretos.
No soporté permanecer entre aquellas paredes más de medio minuto. Bajé las escaleras y de nuevo escuché las pisadas delante de mí; y cuando abrí la puerta de la calle me pareció oír una risita ahogada.


Edward Bulwer-Lytton fue un político, poeta y crítico británico, además de un novelista prolífico. Nació en Londres en 1803, en el seno de una prominente familia.
Niño delicado y neurótico, pero muy precoz, a los 15 años había publicado un libro, aunque de escasa calidad: Ishmael and other Poems. Estudió en el Trinity College, en Cambridge y frecuentó la alta sociedad en calidad de dandy. En 1827, contra los deseos de su madre, se casó con la irlandesa Rosina Doyle Wheeler. Debido a los lujosos gastos del matrimonio, Edward tuvo que trabajar y se convirtió en un fecundo y exitoso autor, en la misma medida que Dickens o Thackeray. Publicó novelas, poemas, obras de teatro, ensayos, cuentos, traducciones y volúmenes de historia. Su matrimonio resultó no solo un fracaso, sino además un auténtico escándalo. Rosina denunció en diversos escritos el comportamiento de su marido, y él le retiró su asignación y le negó ver a sus hijos. 

En 1831 resultaría elegido para el Parlamento, puesto que conservó durante nueve años. Poco después publicaría la obra que lo consagraría, Los últimos días de Pompeya (1834), el único de sus títulos que perduró. Aun así, es autor de una gran cantidad de relatos y novelas macabras, a reivindicar, como Zanoni (1842), el presente La casa y el cerebro (1859), conocida también como The Haunters and the Haunted, y que está considerado por autores de la talla de Lovecraft como el mejor cuento de casas encantadas jamás escrito, o A Strange Story (1862). Para entonces, su fama era tal que ese mismo año, tras la abdicación del rey Otto de Grecia, le fue ofrecida la corona griega, que él rechazó. En 1866, Bulwer-Lytton ascendió a la nobleza como primer barón Lytton. Falleció el 18 de enero de 1873 de una infección de oído que le afectó al cerebro y le ocasionó un ataque.