viernes, 30 de septiembre de 2022

RESEÑA (by MH) ::: MUERTE EN EL NILO - Agatha Christie

 

 

Título original: Death on the Nile
Autora: Agatha Christie
Editorial: Espasa
Traducción: H. C. Granch
Páginas: 344
Fecha de publicación original: 1937
Fecha esta edición: septiembre 2015
Encuadernación: rústica sin solapas
Precio: 14,90 euros



 

Muerte en el Nilo es de mis libros favoritos de Agatha Christie, ya no solo por la historia en sí, sino por la propia ambientación de la novela. Si me llama Egipto, lo dejo todo. Eso quiere decir que ya son unas cuantas las veces que he leído esta historia y tengo varias adaptaciones cinematográficas que, dicho sea de paso, sea la criticada útima versión de Kenneth Branagh, sea cualquiera de las anteriores, no siempre consiguen acercarse al entramado de la novela, que es más complicado de lo habitual en la autora y donde el número de personajes anda un poco desbocado.
 
Evidentemente el grueso de la historia tiene lugar durante un viaje a Egipto y, sobre todo, en un crucero por el Nilo, y, como es normal en este tipo de situaciones vacacionales, hay personas relacionadas entre ellas por muy diversas razones pero también muchas personas que no se conocen entre sí, así que en lugar de presentarnos a los personajes una vez en Egipto, lo que hace la autora al principio es situarse varios meses antes de ese viaje y comenzar a presentarnos a los futuros turistas uno por uno para adelantarnos las circunstancias en las que muchos de ellos comenzarán ese viaje. Así sabremos de las situaciones personales de varios de ellos, de sus motivaciones para ir a Egipto, de sus conversaciones para averiguar si se van a encontrar con alguien conocido por casualidad o precisamente todo lo contrario, que van a aparentar casualidad cuando ese encuentro va a estar perfectamente orquestado. También tenemos alguna que otra serendipia (¿qué sería de los libros sin ellas?), como cuando Poirot tiene sentados en la mesa de al lado a algunos de esos futuros compañeros de travesía, los oye hablar, los observa, y claro, ya tiene algo de "trabajo hecho" en cuanto a la psicología de los sospechosos cuando se comete el asesinato principal... Poirot nunca olvida una cara, como bien sabemos sus lectores.

Muerte en el Nilo es de los libros más complicados de Agatha en cuanto al número de personajes, y seguirlos al principio no es tarea fácil. Así a bote pronto me salen como dieciséis personajes de relativa importancia durante el viaje, sin contar a Poirot y a otro personaje recurrente de la autora que no voy a nombrar aquí para no desvelar la sopresa y que aparece como quien no quiere la cosa a mitad de libro (justificadamente, ya que abre una subtrama politica que justifica su presencia). El caso es que son dieciséis personajes a los que reconocer y ubicar cada vez que aparecen, aunque, que duda cabe, la estrella de ese crucero es Linnet Doyle (Ridgeway de soltera), personaje alrededor del que gira no solo la trama principal de la historia, sino que su reciente cambio de estatus personal (acaba de casarse sin haber cumplido la mayoría de edad, 21 años) ha provocado diversos movimientos entre aquellas personas que administran su millonario patrimonio (las intenciones que oculta cada uno se irán sabiendo conforme avance la trama).

Así pues, tenemos muchos personajes que acompañan a la historia y un trío sobre el que recae la atención del lector desde el primer minuto. Por un lado tenemos a la mencionada Linnet Doyle, toda una belleza que ha heredado una millonada y que, aun siendo una buena chica (o no siendo mala, que no siempre es lo mismo), está acostumbrada a salirse siempre con la suya cueste lo que cueste. Y eso ha hecho, quitarle el novio a su mejor amiga y casarse con él. El ya marido, Simon Doyle, parece obnubilado con su nueva vida de rico y la que fuera su antigua novia, Jacqueline, despechada y furiosa, los persigue allá donde van para no darles ni un momento de paz, y eso incluye este viaje a Egipto. Además ha jurado matarlos a ambos, así que el drama está servido en bandeja, pero todo es más complicado de lo que parece y, al no conocer las motivaciones de muchos de los personajes que se mueven en un ámbito tan confinado como el de un pequeño barco, nunca estamos demasiado seguros de quién quiere qué, quién conoce a quién, quién hizo aquello o esto o por qué hizo tal o cual cosa. El primer asesinato (sí, hay varios, espero que no consideréis esto un spoiler porque suele pasar en muchos libros de la autora) ocurre ya a mitad de libro en una anticipación constante que no parece llegar nunca... y cuando llega, nada tiene sentido en apariencia, como debe ser en una buena novela de Agatha Christie.

¿Cuál es el otro punto fuerte de la historia? Qué duda cabe: su ambientación. Puedo entender que quien no se sienta fascinado por el Antiguo Egipto no le dé mayor importancia a las localizaciones que se recorren en la novela, pero una servidora (que a punto ha estado este 2022 de organizar un reto temático sobre el tema y que no ha tirado adelante con él porque no se encuentra con fuerzas... aunque quien sabe para el 2023) disfruta con alegría desbordante de cada lugar histórico que recorren los personajes: Abu Simbel, Asuán, Uadi es-Sebua, la isla Elefantina, las cataratas del Nilo... incluso el hotel donde se alojan la mayor parte de los personajes en Asuán al comienzo del libro, el Old Cataract Hotel, existe realmente
(es un palacio victoriano del siglo XIX situado sobre una cornisa de granito rosa) y el crucero en un barco a vapor remontando el curso del Nilo a lo largo de varias jornadas sigue siendo una experiencia que puede vivirse hoy en día. Muerte en el Nilo es un paso más de Agatha Christie en esa temática viajera/arqueológica ambientada en Oriente Medio que empezó a incluir en sus libros tras casarse con el arqueólogo Max Mallowan en 1930.
 
Repito lo dicho al principio del libro, es uno de mis libros favoritos de la autora, y el hecho de haberlo leído tantas veces y saber de sobra el desenlace no solo no le resta ni un ápice de interés, sino que te hace leer la historia con otros ojos, reconociendo las miguitas de pan que va dejando la autora a pesar de que este es de esos libros con sorpresa en el desenlace que le han hecho tan famosa. Debo dejarlo aquí; fijaos que a pesar de deciros que hay casi veinte personajes solo os he nombrado a tres dejando a un lado a Poirot, pero es que no quiero abrumaros. Si hablo de todos, tengo que presentarlos de alguna manera, y esto sería inaguantable. Pero todos están ahí por algo, así que no dudéis en acompañarlos por tierras y aguas egipcias, que os lo pasaréis muy bien... mientras no seáis testigos de cosas que no debéis. En ese caso, guardaos bien las espaldas :)
 
Por cierto, no sabía qué hacer con la sinopsis editorial, es un spoiler como una casa de algo que ocurre ya transcurridas 160 páginas... así que la he borrado sin más. Con saber que Poirot está de crucero en el Nilo, que muere gente, que tiene que encargarse de la investigación hasta llegar a una ciudad donde las autoridades se hagan cargo y lo poco que yo os he contado, creo que es suficiente. 



Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.

miércoles, 28 de septiembre de 2022

RESEÑA (by MH) ::: LAS AVENTURAS DE ROBIN HOOD - Howard Pyle


 

Título original: The Merry Adventures of Robin Hood
Autor: Howard Pyle
Editorial: Biblok
Traducción: Saúl Álvarez
Páginas: 319
Fecha de publicación original: 1883
Fecha esta edición: 2010
Encuadernación: cartoné
Precio: descatalogado
Ilustraciones interiores: Howard Pyle

 
Inglaterra, siglo XII: el rey Ricardo Corazón de León está en Tierra Santa, combatiendo en las Cruzadas, y el pueblo malvive sometido bajo la cruel férula del rey Juan sin Tierra y su ejército de recaudadores, bien organizado y armado para extraerle hasta la última gota de sangre. La única esperanza se llama Robert de Locksley, un joven arquero condenado a vivir fuera de la ley en el bosque de Sherwood. Robert lidera la banda de forajidos más temibles de la época, pero sólo los poderosos que cometen injusticias tienen algo que temer. Entre las voces del pueblo, la historia de este proscrito se convertirá en la leyenda de un héroe, la leyenda de Robin Hood. 
Las aventuras de Robin Hood de Howard Pyle recoge la versión más extendida de la leyenda que ha hecho de este personaje un icono de la cultura popular. Esta edición se enriquece con las ilustraciones originales realizadas por su autor, quien además de escritor fue un reputado artista. Un volumen imprescindible que ha hecho vivir grandes aventuras a incontables generaciones de lectores.

Venga, que no se diga, las vergüenzas hay que airearlas. Doce años llevaba este libro en mi estantería esperando a ser leído. Doce. Y lo sé porque lo compré nada más salir a la venta, y en el copyright pone que se publicó en 2010. Claro, hago cuentas, quito, sumo, resto, añado y me llevo, y efectivamente me cuadra... doce años. Si tenéis libros en las mismas condiciones en casa no os cortéis, compartidlo conmigo y hacedme sentir mejor (o decidme que soy una impresentable, las dos opciones son válidas). El caso es que en mi proyecto (que nunca tiene fin) de recuperación de libros pendientes era ya de justicia leer Las aventuras de Robin Hood y, como siempre pasa, nunca entiendo por qué dejo pasar tantos años a la hora de leer algunos de mis pendientes.

De todos modos, antes de hablar sobre el libro en sí mismo, quizá sería conveniente hablar sobre el personaje protagonista, mito anglosajón por antonomasia sobre el que hay mil versiones, de las cuales la mía (la que os traigo hoy, me refiero) solo es la más conocida o extendida, pero en ningún caso la única.

¿Quién era Robin Hood?  Bueno, hablar de lo que significa el personaje de Robin Hood es fácil... quién era ya resulta mucho más complicado. ¿Qué significa entonces? Pues Robin Hood es el arquetipo de héroe medieval inglés que se convirtió en forajido en una época en la que cualquier acto contra el rey o sus posesiones se consideraba traición y conllevaba la pena de muerte. Robin, por un motivo u otro (dependiendo de la derivación de la leyenda) es considerado un proscrito y no le queda otra que esconderse en los bosques, donde reúne a un buen número de secuaces en la misma situación que él y con los que se dedica a defender a los pobres y oprimidos y a robar a los ricos y potentados. Vive al margen de la ley, pero nadie del pueblo lo traiciona porque saben que está de su lado, así que consigue escapar una y otra vez del sheriff de Nottingham, que persigue la recompensa y la venganza y que tiene puesto precio a su cabeza.

Esto es la leyenda a grandes rasgos, pero lo de saber si Robin Hood existió realmente o no ya es otro cantar. En principio parece que el personaje y sus andanzas están inspirados en el italiano Ghino di Tacco, ladrón tan famoso en su época que hasta aparece en la Comedia de Dante (al parecer también en el Decamerón, pero este no lo he leído así que hablo de oídas). Aun asi, muchos historiadores llevan siglos buscando al Robin Hood real, el que de verdad pateó bosques patrios y revalorizaría los estándares patrióticos británicos. No creen en la inspiración italiana, buscan un Robin Hood inglés, y en base a eso tenemos teorías de todo tipo, a cada cual más peregrina: unas apuntan a nobles que se autoproscribieron (¿esta palabra existe?) por una razón u otra entre los siglos XII y XIII, otras a hombres del pueblo llano, otras dan nombres propios e intentan ajustar fechas y hechos, y otras muy recientes incluso dicen saber donde estaba la casa del Robin Hood original (que ni siquiera era en Nottingham, sino en Yorkshire, muy lejos de los bosques de Sherwood). Huelga decir que ni se ha demostrado nada, ni se sabe nada, y que las teorías dispares pavimentan el camino hacia las leyendas y mitos históricos y literarios. 

Y en este contexto apareció mi versión, la publicada por Howard Pyle en 1883 y que a día de hoy es la más conocida (literariamente habando, claro... si nos metemos en las adaptaciones cinematográficas nos hundiríamos en otro barrizal). Pyle era un gran conocedor de las leyendas medievales, y su versión de las aventuras de Robin Hood fue la primera en incluir todos los elementos que hoy en día conocemos hasta la saciedad... con una excepción: lady Marian, pero ya os hablo de eso un poco más abajo.

Las aventuras de Robin Hood está ambientado en su mayor parte en tiempos del rey Enrique II de Inglaterra y su esposa, Leonor de Aquitania (padres del futuro rey Ricardo I, más conocido como Ricardo Corazón de León, que hace una breve aparición ya hacia el final del libro), así que podemos deducir que estamos en la segunda mitad del siglo XII. Desde la primera página conocemos el motivo por el que Robin se convierte en un forajido: se encuentra con unos guardabosques que se ponen chulos, Robin es más chulo todavía, y no solo mata a un ciervo real (primer delito) sino que también acaba con la vida de uno de los guardabosques (segundo y más importante crimen). Así que debe huir a lo más profundo de los bosques de Sherwood y poco a poco se va forjando su leyenda. Tan solo un año después ya tiene una banda compuesta por cien hombres proscritos por muy diferentes razones, todos ellos vestidos de paño verde y viviendo de lo que roban a sus opresores, ya sean abades, terratenientes, nobles o caballeros. Parte de esas ganancias las dedican a llevar alimentos ante la puerta de quienes pasan hambre o para ayudar a la gente en momentos de necesidad, lo que hace que aunque su rostro sea conocido en todo Nottingham porque Robin no se corta un pelo a la hora de pasearse por donde quiere, nadie lo traicione ni lo entregue ante las autoridades. El sheriff de Nottingham se la tiene jurada, no solo porque a quien lleve a Robin ante la justicia le entregarán doscientas libras, sino porque el guardabosques asesinado era familiar suyo. 

Y así transcurren las aventuras de este libro, con el sheriff o el obispo de Hereford intentando dar caza a Robin (ya sean ellos mismos o o pagando a otros por hacerlo), con Robin no solo escapando, sino ganando para su causa a muchos de los que ellos pagan para atraparlo, o con Robin y los miembros más importantes de su banda buscando aventuras cuando están las cosas tranquilitas y nadie se mete con ellos.

Hay quien me considera amable, y hay quien me considera cruel; unos dicen que soy bueno y honrado, y otros que soy un miserable ladrón. En verdad, existen tantas maneras de mirar a un hombre como manchas tiene un sapo; en consecuencia, el que me miréis con unos ojos o con otros depende exclusivamente de vos. Mi nombre es Robin Hood.

El Robin Hood que nos presentan estas páginas es un joven rubio de ojos azules fanfarrón, audaz, de sangre caliente, con un punto engreído y narcisista pero de buen corazón y con la carcajada siempre dispuesta en la boca. Le pesa en el alma la muerte del guardabosques que provocó su desgracia y se ha jurado no volver a matar a nadie salvo que no le quede otra opción (y le vemos matar en el libro). No le tiene miedo a nada, entra y sale de donde quiere cuando quiere usando el disfraz cuando es necesario y llegando a estar ante el mismísimo sheriff sin que este sospeche nada, y siempre cuenta con los chivatazos de las gentes de Nottingham que apoyan su causa aunque no formen parte de ella. No le gusta estar demasiado tiempo inactivo, así que cuando no se presentan aventuras las busca o se agencia "invitados" a sus cenas especiales, una celebración peculiar sobre la que nada os voy a contar por aquí.

El libro está dividido en ocho partes (además de un prólogo y un epílogo), y cada parte contiene dos o tres capítulos que cuentan una historia completa. Es decir, que cada parte en realidad es una aventura con un hilo argumental propio contada en dos o tres capítulos. Además, al más puro estilo victoriano, al inicio de cada parte el autor te anticipa lo que vas a encontrar en ella:

CUARTA PARTE
(En la que Alan de Dale se encuentra con Robin Hood y le pide ayuda para resolver sus problemas, para lo cual necesitarán la ayuda del fraile de la abadía de la Fuente. Además, también se cuenta cómo Robin Hood soluciona las cuitas de dos enamorados separados por aciagos acontecimientos, de manera que logran ser felices por el resto de sus días).

Y este fragmento, en el que aparecen dos personajes típicos de la leyenda de Robin Hood como son Alan de Dale y el fraile Tuck, me viene de perlas para contaros que en estas aventuras vemos cómo a poco se van uniendo a la banda todos y cada uno de ellos. Little John, Will Scarlet (que aquí es sobrino de Robin Hood y me ha pillado un poco por sorpresa), el hijo del molinero (que yo conocía como Much y que en esta versión se llama Midge), además de los ya mencionados Little John y Alan de Dale... realmente aquí es donde podría ponerle la única pega al libro, y es que el modo en que todos ellos se van incorporando a la banda es repetitivo y poco original, pero bueno, en mi caso tampoco me ha molestado demasiado (lo mismo me pilla en otro momento y sí me hubiese cansado, quién sabe). Sí que debo mencionar una cosa que ya os adelantaba antes, y es que el único personaje habitual de la tradición robinhoodiana que no aparece en este libro es Marian. O, para ser justa, Robin se acuerda una sola vez en todo el libro de ella con esta exigua frase... "mi dama Marian". Ya. La nombra para hablar de un tono marrón que coincide con sus cabellos, y se nota que está metida con calzador en una única y churriguera expresión de tres palabras para cumplir con todo el canon robinhoodiano, sin más. A pesar de que este personaje femenino apareció por primera vez en la leyenda a lo largo del siglo XV, Pyle no contó con ella para sus aventuras, y es que no hay personajes femeninos principales en este libro salvo alguna secundaria muy secundaria que no abre ni la boca. 

Por cierto, choca un poco el cambio de tono del libro en las últimas cincuenta páginas, que se vuelve más oscuro (no digo más, solo lo comento), y también se cuela algún que otro anacronismo, como hacer referencia a san Francisco de Asís, que no había ni nacido cuando tienen lugar las primeras aventuras de Robin. Aparte de todo lo dicho hasta ahora, y por ir terminando, Pyle era un ilustrador maravilloso y un revolucionario en sus técnicas, siendo el primero en usar el fotograbado y la ilustración en color. Mi edición contiene las ilustraciones que hizo para su propio libro, y la verdad es que es una gozada. Lástima que el tamaño del libro sea tirando a bolsillo y no se puedan disfrutar adecuadamente (la letra es, de hecho, bastante pequeña, y hay cosillas de corrección mejorables, pero bueno, va).

No hace falta que os hable de las muchas adaptaciones de esta historia que se han rodado para el cine o la televisión, pero quizás mi favorita sea la menos conocida: una serie de la BBC de tres temporadas que se emitió hace ya sus quince años (¡quince años!) con Jonas Armstrong interpretando a Robin y Richard Armitage dando vida a Guy of Gisbourne (que aparece en el libro en una sola escena y es un personaje totalmente diferente con el que solo comparte el nombre). Se acabó de manera inesperada ante la marcha del actor que hacía de Robin y sufrí mucho en su día... Aquí os dejo el tráiler por si os interesa.




Howard Pyle (5 de marzo de 1853 - 9 de noviembre de 1911) fue un ilustrador y escritor estadounidense, gran conocedor de las leyendas medievales. Se inspiró en canciones populares inglesas y escocesas para escribir Las alegres aventuras de Robin Hood o Historia de Lancelot y la tabla redonda. Además revolucionó la ilustración empleando, por primera vez, el fotograbado y la impresión en color, técnicas que enseñaba en su propia escuela. Sus libros ilustrados más importantes fueron Las aventuras de Robin Hood (1883), Un moderno Aladino, Story of King Arthur and his Knights, Historia de Lancelot y la Tabla Redonda y Libro de Piratas.

lunes, 26 de septiembre de 2022

RESEÑA (by MH) ::: LAS CÁMARAS DEL HORROR DE JULES DE GRANDIN - Seabury Quinn



Autor: Seabury Quinn
Editorial: Valdemar
Traducción: José Luis Moreno-Ruiz
Páginas: 272
Fecha de publicación original: 1927 a 1933
Fecha esta edición: 2004
Encuadernación: cartoné
Precio: descatalogado
Ilustración de cubierta: Ante el espejo (Georg Friedrich Kersting, 1827)



 
Las cámaras del horror de Jules de Grandin es una selección de las historias más horripilantes y escabrosas de este singular investigador, Jules de Grandin, uno de los mejores anatomistas y fisiólogos de la Facultad de Medicina de París, que formó parte de los servicios de información durante la Gran Guerra, y cuyo principal pasatiempo consiste en investigar el mundo de lo oculto. De Grandin aborda el mundo sobrenatural con la eficacia de un científico. Así, utiliza el radio para combatir las apariciones, o la hipnosis y ciertas drogas contra la posesión diabólica; posee vastos conocimientos místicos acerca de la religión egipcia, sobre viejos rituales druidas, hechicería cristiana, o sobre la magia negra practicada por los Templarios. Los cuentos reunidos en esta antología son macabros, perturbadores, crueles, perversos, ligeramente amorales en algunos casos y, en consecuencia, un extraordinario deleite para los aficionados a la literatura fantástica.

La colección de Valdemar Gótica (que ya ronda las 126 publicaciones) contiene novelas archiconocidas y renombradas que hoy en día están consideradas clásicos universales, pero también da cabida a autores y obras que en su día fueron representantes imprescindibles de la literatura de terror y/o gótica y que hoy, sea por la causa que sea, nos resultan totalmente desconocidos. La recuperación que hace Valdemar de esta bibliografía no tiene precio, y abrir uno de sus libros y descubrir a un escritor del que no sabías nada es un placer indescriptible. Eso me ha pasado a mí con Seabury Quinn y su personaje, Jules de Grandin. Llevaba un tiempo en la estantería sin leer (creo que mientras tanto se ha llegado incluso a descatalogar) y como suele pasar, ahora me arrepiento de no haberlo leído antes.

Este volumen, titulado Las cámaras del horror de Jules de Grandin, incluye seis de los noventa y dos relatos cortos que Quinn publicó en la revista Weird Tales entre 1925 y 1951, en los que el protagonista se enfrenta a diversos casos que de un modo u otros se asientan en lo sobrenatural... o en lo que nosotros llamaríamos sobrenatural, pero que para De Grandin es otra cosa. Quizás, antes de empezar y hablaros sobre los relatos, tendría que establecer la dinámica y la base sobre la que trabajan estas historias y la perspectiva que se asume en ellas a la hora de afrontar a los hechos. Y para ello os voy a citar un párrafo de la primera historia donde De Grandin establece lo que podemos encontrar en este libro:
Nada hay en este mundo, o fuera de él, amigo mío, que pueda calificarse como sobrenatural. Ni los más grandes sabios de nuestro tiempo pueden decir dónde comienzan los poderes de las fuerzas de la naturaleza y dónde concluyen. Por eso, siempre decimos eso de que "a la luz de la experiencia que hemos acumulado" y cosas así... ¿Pero qué sabemos en realidad de la naturaleza? ¿Hemos llegado a dominarla en toda su poderosa extensión? Yo creo que no... Yo mismo, Monsieur, he sido testigo de cosas que ningún hombre creería ciertas si se las contara. Me llamarían mentiroso; incluso mi buen amigo Trowbridge, que tiene una imaginación difícil de superar incluso por un escritor que se dedique a la ficción, diría lo mismo... En cualquier caso, no creo que quepa la posibilidad de hablar de fenómenos sobrenaturales, cuando aún no hemos alcanzado a comprender una mínima parte de la expresión con que se manifiestan las fuerzas naturales.

En resumen, que nosotros no comprendamos algo no quiere decir que sea sobrenatural. Nuestro desconocimiento de muchas de las fuerzas que se manifiestan en la naturaleza es infinito y, cuando se presentan, enseguida las catalogamos fuera de los términos conocidos en dicha naturaleza, cuando lo único que ocurre es que no las entendemos todavía porque trabajan en un espectro que nuestra mente no domina. Partiendo de esta base, estos relatos no van de desenmascarar fraudes, timos ni supuestos hechos extraordinarios que acaban teniendo una explicación perfectamente mundana o una mano artificiosa tejiendo ardides; no, el tronco argumental es que esos fenómenos son reales, ocurren, y el protagonista lidia con ellos como mejor puede y se enfrenta a ellos con las armas que su amplia experiencia le ha enseñado a utilizar. De Grandin pertenece a esa rama de detectives de ficción (surgidos a la sombra de los detectives de manual) que se dedicaban a la investigación de lo oculto y de los secretos de la naturaleza que todavía no alcanzamos a comprender... en resumen, detectives de lo ocultista y versados en fenómenos paranormales.

Y a todo esto, ¿cómo es el propio Jules de Grandin? Según podemos colegir de los detalles aquí y allá que se dan en las páginas, es un médico francés menudo, de cabello y mostachos rubios, sibarita con la comida y la bebida, con sus batines de seda, sus flores en el ojal, todo un figurín con su pañuelo oliendo a lavanda y las iniciales bordadas... en realidad tiene reminiscencias a Poirot, e incluso arrebatos a lo "¡Yo soy Jules De Grandin, ni más ni menos!" llenos de soberbia, pomposidad y prepotencia, pero es más... no sé, más activo que Poirot, que presume de sentarse en un sillón y ser capaz de resolver los casos sin moverse de ahí. De Grandin se mete en situaciones en las que corre peligro su vida y hace gala de una envidiable forma física que lo saca de muchos problemas, así que le va más la marcha que al belga. Por otro lado, es un criminalista acreditado por la policía secreta francesa y odia que lo confundan con curanderos o médiums espirituales; él es médico y además eminente, y espera que lo traten como tal, no como a un charlatán. Cabe decir también que, al más puro estilo Sherlock Holmes, las historias de De Grandin son narradas por otra persona, el doctor Trowbridge, un colega médico que además le resulta necesario para trabajar en muchos de los casos por tratarse de un médico estadounidense y, por tanto, tener licencia para ejercer legalmente en ese país, algo que a Jules De Grandin le está vedado.

No puedo entrar en detalles dada la brevedad de las historias, pero os cuento un poquito de qué va cada una para que os hagáis una idea de los fenómenos que se tratan en el libro (sin especificar demasiado para no desvelar más de la cuenta). Ya os he hablado del aspecto paranormal o de temática sobrenatural, que es la característica definitoria de la mayor parte de ellas, pero también se cuela alguna trama muy mundana en cuanto a los terrores que narra y que, por tanto, explora el lado oscuro, cruel y sádico de la naturaleza humana.

Dioses del Oriente y del Occidente. Un médico acude al doctor Trowbridge en busca de su ayuda. Tiene una paciente que se está muriendo y no es capaz de diagnosticar el problema. Pérdida de apetito y peso progresivos, palidez cadavérica, dolor de cabeza, lasitud, pesadillas... En ese momento Jules De Grandin está de visita en casa de su amigo Trowbridge y ambos se presentan en casa de la paciente, donde resulta evidente un intenso olor a incienso y la presencia intimidadora en el hall de una escultura que el marido envió hace unas semanas desde la India y que parece seguirte con la mirada. Las criadas hablan desde entonces de una presencia infernal, y la enfermedad de la pobre señora Chetwynde resulta ser algo mucho más complicado de lo que esperaban.

Poltergeist. Julia Loudon, una chica normal y adorable de veintinueve años que iba a contraer matrimonio en unos meses, de repente empieza a comportarse de una manera extraña y un desorden nervioso completamente anormal parece haberse apoderado de su mente. Ni los médicos de la medicina tradicional ni los que se dedican a la medicina alternativa (por llamarlo así... otra palabra sería farsantes) han conseguido curar su enfermedad ni dar una explicación a las extrañas manifestaciones que sufre su comportamiento. Los fenómenos ya empiezan a mostrarse alrededor de la propia Julia, a atacarla e intentar hacerle daño, y su padre ya no sabe a quién acudir. Finalmente, desesperado, se presenta ante De Grandin, quien pronto descubre que algo muy peligroso y vengativo, que tiene sus raíces en la propia familia Loudon, no está dispuesto a soltar a su víctima.

La casa de las máscara de oro. Dos mujeres jóvenes, felices y hermosas no acuden una noche a la cita que tienen con sus parejas. Al día siguiente una de ellas aparece muerta y la otra ha desaparecido. El análisis forense dictamina suicidio para la fallecida, pero los hechos demuestran todo lo contrario. Pronto empiezan a desaparecer más mujeres en las mismas circunstancias y urge averiguar qué está sucediendo. De Grandin y Trowbridge tendrán que jugarse el pellejo e implicarse personalmente en la investigación de la policía... lo que encontrarán más allá de ciénagas y bosques, en un viejo pabellón de caza abandonado, es un escenario de pesadilla.

La broma macabra de Warburg Tantavul. Warburg Tantavul está en su lecho de muerte pero una sonrisa siniestra no deja de asomar a su boca. Sus últimas palabras son para recordarle a su hijo que no está de acuerdo con que se case con su prima Arabella, que debe tenerlo bien presente... Una vez muerto, los primos siguen con su intención de casarse, pero, junto con el testamento, aparece una carta que debe ser abierta cuando nazca el primogénito de ambos. Esa carta los asusta hasta el punto de buscar consejo, pero se sienten incapaces de desobedecer su voluntad y abrirla antes de tiempo, así que la dejan bajo la custodia de Trowbridge y De Grandin. Llega el día de la boda y, aparte de suceder hechos de difícil explicación, comienza la tortura para esta pareja...

Muerte furtiva. El patriarca de la familia Pancoast, miembro respetable de la comunidad y participante activo de su iglesia, ha sido asesinado de una manera cruenta y tan brutal que la policía está tan desconcertada como alarmada. Pero lo peor está por venir, porque lo que parecía un hecho aislado se convierte en un carrusel de asesinatos, todos perpetrados sobre miembros de la familia Pancoast, con un ensañamiento inexplicable y sin ningún móvil aparente que los justifique. Cuando De Grandin empieza a hacer preguntas no solo descubre cosas muy interesantes sobre monsieur Pancoast y su pasado en Oriente, sino que una misteriosa mujer parece estar detrás de cada ataque.

El juego de las almas. Durante una visita a una prisión, De Grandin y Trowbridge son testigos de la conmovedora despedida entre una mujer y un preso que está en el corredor de la muerte y espera su ejecución en unas horas. Más tarde conocen a la mujer, que les confiesa que el preso, Lonny, que es su cuñado, es totalmente inocente de los cargos y va a morir por culpa de los celos y la venganza de su propio hermano, Larry. Es entonces cuando De Grandin se propone burlar a la muerte y pedir ayuda al doctor Hussein Obeyid, "uno de los diez filósofos más grandes del mundo", para que le ayude en su particular juego de las almas.

Seabury Quinn eclipsó en su época a muchos autores hoy famosos y reconocidos, pero los años se han portado regular con él en cuanto a relevancia y no ha sobrellevado del todo bien el paso del tiempo. Sus historias querían impactar, sobresaltar y provocar (en estas que os traigo hoy, sumado a la temática paranormal, se tratan temas que van del incesto a la homosexualidad pasando por la trata de blancas y  la tortura... y cuando digo provocar es que reitero que fueron publicados hace casi un siglo), su prosa no es especialmente elegante ni trascendente, modifica o reinventa la definición de algunos términos que no significan lo que él dice solo para que se ajusten a la historia que quiere contar, hay explicaciones que no tienen ni pies ni cabeza... sí, entiendo que este autor no haya pasado el corte de calidad que se exige a ciertos clásicos del género, pero también hay que reconocerle que desecha cualquier intento de querer aparentar algo que no es y que hay mucha honestidad en ello. Y precisamente esa honestidad en cuanto a lo que escribe y cómo lo escribe, el recurso de la provocación sin más objetivo que el de contar las cosas a su manera y eludir la intencionalidad de otros autores de alcanzar una literatura excelsa que salte la barrera de la mortalidad, le dan una personalidad propia y le otorgan un espacio personal que completa el muy diverso panorama de autores de género de su época.

No sé, yo he disfrutado mucho de las historias y de la forma de contarlas, me han dado igual las casualidades y los cuestionables (por, a mi entender, inverosímiles) métodos que usa De Grandin, y me ha dado también igual el propio De Grandin, prepotente, con salidas de tono de diva y la certeza absoluta de que siempre se sale con la suya y no hay ente ni suceso paranormal que se le resista. Lo dicho, en esto es muy Poirot y ya estoy más que acostumbrada. ¿Es un libro para todo el mundo? Pues no, la verdad, pero ninguno lo es. Con lo dicho hasta aquí cada cual se formará su idea de si le apetece o no conocer a Seabury Quinn.



Seabury Quinn nació el día de año nuevo de 1889 en Washington. A los once años, tras la lectura de Drácula, comenzó a interesarse en las leyendas sobrenaturales, religiones primitivas, misticismo, brujería, necromancia y ritos fúnebres,temas en los que llegó a ser un auténtico erudito.
 
Estudió Derecho en Washington y fue alistado para combatir en la Primera Guerra Mundial. De regreso a su país, empezó a trabajar como periodista y escritor de relatos, la mayor parte de terror, que enviaba a las revistas pulp de la época, como la famosa Weird Tales, que entre 1923 y 1952 le publicó 159 cuentos –92 de ellos protagonizados por Jules de Grandin–, convirtiéndose así Seabury Quinn en el autor más popular de la historia de esta revista. 
 
Falleció el 24 de diciembre de 1969.

viernes, 23 de septiembre de 2022

RESEÑA (by MH) ::: EL TESTIGO MUDO - Agatha Christie


 
 
Título original: Dumb Witness
Autora: Agatha Christie
Editorial: Espasa
Traducción: Ángel Soler Crespo
Páginas: 320
Fecha de publicación original: 1937
Fecha esta edición: junio 2021
Encuadernación: rústica sin solapas
Precio: 14,90 euros



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La señorita Arundell es una acaudalada anciana solterona a quien sus sobrinos desean ver muerta para poder desahogarse de sus apremios económicos. Cuando sufre un accidente al caer por las escaleras, todos lo achacan a la pelotita de goma dejada por Bob, su perro. Pero la anciana desconfía, y piensa que han tratado de asesinarla. El 17 de abril escribe una carta a Poirot solicitando su ayuda, pero este no la recibe, misteriosamente, hasta el 28 de junio. Para ese entonces, la señorita Arundell ha sido asesinada, y el único testigo del crimen es Bob, su querida mascota.
  
Paso a paso, vamos avanzando. Nos adentramos en el año 1937 y, tras esa curiosidad que fue Cartas sobre la mesa, seguimos con Poirot en un caso más convencional (en apariencia al menos) y celebramos el retorno de Hastings, al que no veíamos desde El misterio de la guía de ferrocarriles. Hoy toca hablar de El testigo mudo, pionero del cambio de la autora en cuanto a la longitud de sus libros. Hasta ahora casi ninguna de sus historias superaba las 250 págnas, y a partir de ahora nos vamos a encontrar con algunos libros bastante más largos.

La señorita Arundell, de los Arundell de toda la vida, es una dama septuagenaria que, al no haberse casado y no tener familia propia, dejará toda su herencia a sus tres sobrinos. Ellos saben que serán los destinatarios del dinero, pero no pueden esperar a que su tía muera y están cada dos por tres intentando sacarle anticipos. Precisamente al principio del libro somos testigos de la visita que los tres sobrinos le hacen la Semana Santa anterior a su muerte... ah, esperad, que no os lo he dicho: el libro comienza con la frase La señorita Arundell murió el día 1 de mayo, para que tengamos todo clarito nada más empezar. El caso es que ahí están sus sobrinos intentando que el grifo gotee... pero no cae ni gota. Y una buena noche, en uno de sus paseos fruto del insomnio, la señorita Arundell casi se mata tras caerse por las escaleras de su casa. Todo el mundo le dice que ha sido la maldita pelota del perro, que se la ha vuelto a dejar en medio, pero ella, mientras guarda cama, no las tiene todas consigo... está casi segura de que no pisó ninguna pelota antes de caer. Así que hace dos cosas: cambiar el testamento y escribir una carta a Hércules Poirot llena de sospechas pero en la que no dice nada claro ni expresa ni verbaliza quién cree ella que ha intentado asesinarla. El caso es que algo pasa entre medias, porque Poirot no recibe la carta hasta finales de junio, y cuando acude a investigar se encuentra con que la buena señora ya lleva casi dos meses bajo tierra y que declaró su heredera universal nada menos que a su dama de compañía, a la que trataba con modales más que cuestionables. A todo esto... ¿de qué murió la señorita Arundell el 1 de mayo? ¿Fue muerte natural o tiene algo que ver con ese extraño accidente de la escalera dos semanas antes? Pues eso se propone investigar Poirot: aunque su clienta ya esté muerta, eso no lo exime de hacer su trabajo.
 
Y aquí estamos una vez más, con Poirot yendo y viniendo de Londres a la localidad donde se ha cometido el asesinato, con la única salvedad de que en este caso realmente no trabaja para nadie (no al menos al principio de la historia) porque quien requería de sus servicios ya ha fallecido. Aun así ya sabemos que Poirot es muy concienzudo y decide seguir adelante porque ve indicios de asesinato. Hastings, por su parte, acompaña a Poirot porque es lo que acostumbra a hacer, pero no entiende a qué viene tanto alboroto. La buena señora ha muerto porque ya era muy mayor y no ve esos indicios por ninguna parte, así que hace de chófer de Poirot cuando necesita de sus servicios, oye lo mismo que oye Poirot cada vez que se reúnen con alguien, pero ya sabemos los lectores que oír no es lo mismo que escuchar... Entonces, ¿hay asesinato o no lo hay? ¿Quién tiene razón, Poirot o Hastings? No sé yo si hace mucha falta tener mucha intuición para saber quién de los dos se pone la medalla xD.

Por lo demás, tenemos un caso en el que se habla de la soledad de la gente mayor cuando no se tiene más familia que la que toca en suerte (como es el caso de esta señora septuagenaria y sus sobrinos), y lo chupasangre que puede ser esta misma familia cuando huele el dinero pero no hay nada que haga suponer que la buena señora anciana vaya a estirar la pata a corto plazo... entra la impaciencia e intentan conseguir adelantos como sea. También hay comentarios para dar y regalar sobre los griegos que muchos considerarán racistas pero que no hacen más que retratar a una sociedad (la inglesa de clase media-alta) en un periodo (entreguerras) en el que la gente se expresaba así y decía las cosas así. Sinceramente, yo veo mucha crítica por parte de la autora (tanto en este como en otros libros) en el modo en que siempre introduce estos comentarios por parte de personajes que siguen teniendo una mentalidad muy victoriana, viven aislados en sus burbujas esnobs y clasistas y consideran todo aquello que no sea británico como de cuarta categoría (no han cambiado mucho las cosas, si me preguntáis a mí), pero aviso de que eso está ahi por si alguien considera que no quiere leerlo. Y cambiando de tercio, para terminar, que nadie piense por el título y por la ilustración que el perro pinta algo en el caso o en su resolución. No es testigo de nada así que no sé muy bien a qué viene, pero es lo que hay (es el título original, en cualquier caso).
 
Por cierto, os decía arriba que celebraba el retorno de Hastings, pero esta novela fue un hola y adiós en toda regla, porque el capitán Hastings no volvió a aparecer hasta Telón, la última novela protagonizada por Poirot en 1975... ¡casi cuarenta años después! Si me preguntáis a mí, aun sin saber este dato (e incluso probablemente sin tener nada que ver), en esta novela su narración es como más seria, con menos humor y ninguna distracción de esas tan típicas del personaje (cuando hablo de distracción me refiero a comentarios sobre lo bellas y hermosas que son todas las mujeres con las que se encuentra... tan mudo como el testigo del título está nuestro Hastings en este libro en cuanto a sus temas de conversación favoritos). Se percibe diferente, se lee diferente y la relación entre ellos es menos ¿entrañable? Ya digo que lo mismo no fue algo buscado por la autora (aunque esta mujer no daba puntada sin hilo), pero no parece el mismo Hastings de otras novelas anteriores. Así que en El testigo mudo decimos prácticamente adiós a Arthur Hastings... si todavía ando por aquí dentro de taitantos años, cuando toque leer y reseñar Telón con unos cincuenta libros de por medio, celebraremos por todo lo alto el regreso del capitán xD.

Me despido con esta cita que me ha gustado mucho porque es muy cierta (sin más, pero es que si no la dejo por aquí luego no la voy a recordar):
Entre los victorianos, no era habitual el optimismo sin fundamento. Podían pensar lo peor con la mayor tranquilidad. 



Agatha Christie (1891-1976) es conocida en todo el mundo como la Dama del Crimen. Es la autora más publicada de todos los tiempos, tan solo superada por la Biblia y Shakespeare. Sus libros han vendido más de un billón de copias en inglés y otro billón largo en otros idiomas. Escribió un total de ochenta novelas de misterio y colecciones de relatos breves, diecinueve obras de teatro y seis novelas escritas con el pseudónimo de Mary Westmacott.

Probó suerte con la pluma mientras trabajaba en un hospital durante la primera guerra mundial, y debutó con El misterioso caso de Styles en 1920, cuyo protagonista es el legendario detective Hércules Poirot, que luego aparecería en treinta y tres libros más. Alcanzó la fama con El asesinato de Roger Ackroyd en 1926, y creó a la ingeniosa miss Marple en Muerte en la vicaría, publicado por primera vez en 1930.