Fecha esta edición: febrero 2012
Encuadernación: cartoné con sobrecubierta
Ilustración de cubierta: Viulunsoittaja (Pekka Halonen, 1901)
Cuántas desgracias me han sucedido... y me las merezco. Como soy una marioneta tozuda y pendenciera... y siempre lo quiero hacer todo a mi manera, sin hacer caso de los que me quieren y son mil veces más juiciosos que yo... De ahora en adelante me convertiré en un niño bueno y obediente... Ya me he dado cuenta de que los niños, cuando desobedecen, acaban siempre por el mal camino y nunca dan ninguna a derechas.Ya os decía arriba que la moraleja era muy poco sutil... y aun así intenta huir del aleccionamiento demasiado moralizante. Con esto me refiero a que el papel de los adultos en este libro es totalmente accesorio. Es decir, están ahí, intentan que Pinocho comprenda las cosas que hace mal y las consecuencias que tienen esos actos, pero en ningún momento intentan interferir en sus decisiones y acciones. Le ofrecen su amor y le dejan libertad para decidir, actuar y, en la mayor parte de las ocasiones, tropezar, esperando con ello que aprenda de sus errores y de los frutos adversos de esas equivocaciones. Este Pinocho es una marioneta sin hilos que actúa conforme a su libre albedrío, que decepciona una y otra vez a las personas que le quieren, que sufre unas calamidades tras otras como consecuencia de su falta de juicio y que demuestra, una y otra vez, que el movimiento se demuestra andando: no basta con querer ser bueno, hay que serlo. Y eso cuesta esfuerzo y necesita de mucha voluntad.
En
cuanto a la ya mencionada película de Disney de
1940, no tengo intención de compararla con la novela porque ya digo que hace siglos
que no la veo, pero si
tiro de memoria yo diría que en la película cogieron tres o cuatro hechos
concretos de la novela y en torno a ella giraba toda la película, cuando
en
el libro a Pinocho no solo le pasan muchas más cosas, sino que son mucho más desagradables y crueles (a riesgo de que lo consideréis spoiler os diré que una de las muchas desgracias que sufre es que llegan a ahorcarlo... para que entendáis a lo que me refiero). No he visto la adaptación
que hizo Roberto Benigni pero imagino que será mucho más fiel a la
novela. Va a ser cuestión de tragarme mi manía por este actor/director y
echarle ganas al visionado... sin prisas.
Collodi murió en Florencia el 26 de octubre de 1890, a los 63 años, de un ataque cardíaco.
A comienzos del siglo XX, cuando la independencia de las mujeres era todavía muy relativa, Bess Steed, la inolvidable protagonista de esta novela, es ya una mujer de armas tomar: una joven llena de voluntad y ambición que, además, acaba de recibir una pequeña herencia. Una mujer de recursos nos cuenta la vida de Bess desde principios de siglo hasta la década de los sesenta, la historia se narra a través de su correspondencia: de las cartas, telegramas y notas que Bess va escribiendo a distintos destinatarios a lo largo de los años. En estos escritos la observamos mientras soporta los golpes y las alegrías de la vida con una valentía inquebrantable y un espíritu indómito; su correspondencia nos va revelando los sacrificios que el amor le exige, los problemas y las recompensas del matrimonio, las complejas relaciones con sus hijos y, sobre todo, su clara voluntad de desafiar a su entorno social, que intenta constantemente someterla a sus convenciones.
Publicada por primera vez en 1978, Una mujer de recursos es el retrato de un personaje memorable y de los grandes cambios que se produjeron en la vida estadounidense durante la primera mitad del siglo XX. Una novela que ha cautivado a millones de lectores en todo el mundo y que se ha convertido en un clásico moderno.
Cuando vuelva a la conciencia, dígale, por favor, que he escrito expresando mi preocupación. En caso de que no se recupere, permítame recordarle que soy la propietaria legal de la cama con dosel que ahora ocupa, y, en caso de fallecimiento, debe enviármela a portes debidos a mi dirección de Texas.
Nadie oyó en la noche un ruido, ni siquiera ladraron los perros. Nora, sigilosa y decidida, había cruzado el umbral llevando consigo sus prendas más preciadas, todas las que cabían en una voluminosa maleta; la hizo tan pesada que jamás hubiera podido moverla de no ser por su agitación interior, por la fuerza con que la sangre corría por sus venas, presa del miedo por si la sorprendían y de la excitación por verle.
Repudiaba las formas groseras que, en general tenían los pueblerinos, pero procuraba ser amable con todos, cumpliendo con el rol que le correspondía.
¿Qué edad tendría?, se preguntó. Aparentaba ser muy joven, por la tersura del rostro y la calidad de su piel, pero la expresión de su mirada no se correspondía con los años que podía suponerle.
Juró que a partir de ese momento intentaría hacerla feliz por encima de cualquier otra cosa. Para que nunca se arrepintiera de la decisión que había tomado.
Yo quiero que tengan un futuro distinto, que se rodeen de personas cultivadas y que puedan ocupar algún día el lugar que les corresponde por su origen.
Con el tiempo comprendió que adoptar uno u otro comportamiento, sentir emociones tan encontradas, sólo dependía de que lo creyeran necesario para afrontar cada momento, siguiendo un instinto de supervivencia, siempre en tiempo presente, sin más consideraciones para el futuro, que era por lo general oscuro e incierto.