La comedora de pecados, de Megan Campisi, nos introduce de una manera especial en la subrogación espiritual a través de la ingesta de ciertos alimentos por una persona (una mujer) elegida ad hoc. Esta mujer se come los pecados que le declaras y tú quedas liberado de la responsabilidad que conllevan en el más allá; es decir, que ella asume las obligaciones transubstanciadas en los alimentos adjudicándose las culpas de otros conforme va engullendo cada pedazo de alimento que representa tales pecados. Compendio de pecados diversos, capitales y veniales, y sus correspondientes alimentos... «En él se enumeran las viandas que se asignan a cada pecado y por cuyo medio la comedora de pecados puede verdaderamente depurar los pecados del alma».
Cuando May Owens, que huye de la justicia tras robar un trozo de pan, es detenida y juzgada, lo último que se le pasa por la cabeza es: En el pecado estará tu penitencia. Es entonces cuando pierde su identidad para dedicarse, de ahora en adelante y hasta que se
muera, al fin para el que ha sido elegida: comerse los pecados de
aquellos lugareños que soliciten su servicio para la salvación de sus
almas.
―May Owens ―repite él, recreándose esta vez en todas y cada una de las letras, que desfilan despacio por su lengua―. Nacida «Daffrey».
En esta historia se resalta qué parte del proceso de la nutrición se deriva del estado mental con el que la desarrollamos: no es lo mismo comer alimentos en una celebración, en buena compañía... tan a gusto, que cuando los ingerimos acompañados de pensamientos y creencias negativas. ¿Qué hay más nefasto para la asimilación y digestión de nutrientes que comerse metafísicamente toda la basura mental de tus convecinos?
Así es como nos encontramos a nuestra pobre May: huérfana de madre y padre, sin amigos, sin una familia que la apoye y, en definitiva, sola en el mundo, con una responsabilidad para la que nadie le ha preparado. Solo encuentra dos salidas a esta situación: hundirse (primero) o aprovechar la oportunidad (después).
―Saldrías a la calle a gritar tu protesta ―coincide Barba Gris―. Como haría cualquier hombre decente. Así que el registrador debe escoger con cuidado a quién convierte en comedora de pecados.
Como confesora in extremis tiene acceso a informaciones privilegiadas que muy bien le pueden salvar la vida y ayudarle a alcanzar la supervivencia, todo un logro por unos lares donde la superstición es ley y el ser humano (como en todos los tiempos y lugares) da rienda suelta a los bajos instintos. Pero, como suele pasar, este especial conocimiento viene acompañado de letra pequeña, esa que a veces resulta difícil ver y descifrar... por ejemplo, cuando alguien intenta manipular los pecados de un moribundo introduciendo alimentos que no deben estar en la lista de la comedora, pues estos pecados no le han sido confesados.
Nuestra joven protagonista entiende muy pronto que desempeñar su oficio con diligencia puede poner también en peligro su supervivencia. Y es en este punto cuando hay que espabilarse, azuzar y ponerse en alerta investigando y recogiendo datos en busca de un relato, de una verdad. Y es entonces cuando entramos en el misterio que Megan Campisi ha entretejido en el argumento.
Pero el corazón de ciervo es mentira. Y ella no piensa incumplir su juramento. Me siento como una ardilla contemplando la sombra de un halcón. Temo por lo que está a punto de ocurrirnos.
Aceleramos el corazón de May al mismo tiempo que se acelera la historia. Ella siente de alguna forma que es una pieza más en una conspiración, una conjura, una trama que sube por los distintos estratos sociales llegando hasta las más altas esferas, el vértice de la pirámide: la reina.
Dos damas envenenadas. Dos corazones de ciervo sobre los féretros. Se avecina algo muy siniestro. Sin duda otras personas tienen que haberse dado cuenta.
Aun así, la providencia (o las circunstancias) no la ha dejado tan sola como ella cree.
Brida, Paul, Frederick, el Fabricante de Instrumentos, Ratón de Campo... tiene amigos que se han agregado en su peculiar peregrinaje; una nueva familia que la ha elegido a pesar de su oficio maldito y las terribles circunstancias que conlleva ejercerlo.
La comedora de pecados nos sumerge en un universo de supersticiones y de miedo. Estas son las normas que rigen las vidas de estas personas, y además descubrimos que la responsabilidad de sus propios actos son muchas veces losas difíciles de sobrellevar, razón por la cual ciertas mujeres son designadas para que literalmente se las traguen todas.
Además de la historia (que es de lo más interesante en virtud de este universo tan caótico y despótico donde no hay lugar para las medias tintas), se vislumbran espacios para la reflexión, como la subrogación de las culpas o las deudas, el camino hacia la propia supervivencia y la delimitación moral del bien y del mal. En definitiva, una novela que, además de su peculiaridad narrativa, ofrece al lector que esté dispuesto a profundizar en ella toda la amplitud y el alcance necesarios.
Las reglas nos proporcionan cierto alivio. Sabes si eres buena o eres mala. E incluso si eres mala, sabes dónde encajas. Perteneces a algún sitio. Pero yo no deseo que las reglas de la gente me digan si pertenezco o dejo de pertenecer. Eso quiero decidirlo yo.
No puedo dejar de pensar en la película El devorador de pecados, con ese Benno Fürmann que tanto me gusta... Pero claro, veo que tiene sus claras diferencias. La historia me ha atrapado y la reseña me ha encantado, Miss B
ResponderEliminarBesos 💋💋💋
He pasado un poco de puntillas porque la tengo pendiente y no quiero tardar en leerla.
ResponderEliminarBesos
Pues no me sonaba de nada y me has dejado con muchísima curiosidad. Tomo buena nota.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues no sé, la verdad, la premisa me resulta desconcertante por no decir otra cosa. No sé si me llega a convencer.
ResponderEliminarUn besazo
Hola. Menudo libro tan raro. Pero me gusta, porque eso de la supersticiones y el miedo me va. Le echaré un vistazo a ver qué feeling me da.
ResponderEliminarBesos
Pues el argumento me parece muy original, pero es la primera reseña que leo, lo investigaré ;)
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