Título original: Death of a Bookseller
Autor: Bernard J. Farmer
Editorial: Duomo
Traducción: Miguel Alpuente
Introducción: Martin Edwards
Páginas: 320
Fecha publicación original: 1956
Fecha esta edición: septiembre 2024
Encuadernación: rústica con solapas
Precio: 18 euros
Una noche de verano el sargento Wigan acompaña a un hombre ebrio,
un viejo librero hasta su casa. Impresionado por su colección, decide
empezar la suya propia con la ayuda de su nuevo amigo. Sin embargo, la
relación pronto se verá interrumpida cuando el librero aparece muerto.
Publicada
por primera vez en 1956, es una investigación apasionante sobre el
mundo del coleccionismo de libros que deleitará tanto a los ávidos
bibliófilos como a los amantes del misterio.
Sigo adelante leyendo los misterios clásicos que Duomo está publicando dentro de su colección de novela negra de la British Library, y hoy le toca el turno a Muerte de un librero. La temática a priori es la debilidad de cualquier lector, ¿verdad? Coleccionistas y corredores de libros, librerías de segunda mano, ediciones raras, incunables, venta a pie de calle... pues en este mundo, que es más cruel y desalmado de lo que parece, decidió Bernard J. Farmer ambientar su novela. Os cuento.
La historia comienza conociendo al sargento Wigan, que, como otros muchos policías, tiene hobbies que alterna con su devoción a la ley: jardinería, escultura, carpintería... hasta que por casualidad conoce una noche a Michael Fisk, un corredor de libros que está celebrando que ha encontrado un ejemplar de Endimión, de John Keats, que perteneció al propio poeta y que se dedicó a sí mismo en 1818. El libro saldrá a subasta en Sotheby's y es algo único en la vida, pero el propio Fisk le dice al sargento que el mundo del coleccionismo de libros es despiadado y obsesivo, y que habría gente que mataría (LE mataría) para hacerse con esa edición... pues dicho y hecho: Fisk aparece asesinado y el ejemplar de Keats ha volado. Wigan y Fisk se habían hecho muy amigos (hasta el punto en que Wigan mismo se ha convertido en coleccionista de libros y resulta ser el heredero único de Fisk), así que se propone encontrar al asesino de su amigo cueste lo que cueste. Y sí, aparece un sospechoso, y tan claras están las cosas que pronto es declarado culpable y condenado a muerte... y aquí es donde empieza realmente la historia, porque Wigan cree que se va a ejecutar a un inocente.
El coleccionismo de libros, sargento, es la ocupación más interesante del mundo. Nunca te cansas de ella. Nunca sabes lo que te deparará la suerte. Cada vez que te detienes en un puesto de libros antiguos y echas un vistazo, comienza una nueva aventura. El coleccionismo de libros es...
Como os decía arriba, esta novela nos mete de lleno en el mundo de los coleccionistas de libros (millonarios, claro, no como menda, que sí, colecciona libros pero a costa de comer arroz cinco días a la semana) y de los corredores de libros que se los proporcionan. Estos corredores van de un lado a otro rebuscando, desenterrando y descubriendo primeras ediciones que luego venden a otros comerciantes o directamente a coleccionistas (algunos de estos tratantes de hecho trabajan en exclusiva para un solo coleccionista que está dispuesto a pagar lo que sea por determinados ejemplares y puede permitirse el lujo de tener a un corredor a sueldo). En este mundo, como en todas partes, hay gente honesta, pero también hay mucho personaje sin ética ni escrúpulos, y esos tipejos harían lo que sea, cualquier cosa, con tal de conseguir un libro... hasta asesinar a aquel que no quiere vender o se niega a deshacerse del ejemplar soñado. Y a la vista está, porque la novela gira alrededor de la muerte de uno de estos tratantes. Aquí se pinta el comercio de libros como un sector despiadado en el que se mueve muchísimo dinero y tonterías, las mínimas. Sí, también hay vendedores callejeros que se las saben todas ganándose la vida honradamente, pero en general es un mundo en el que no apetece adentrarse mucho, visto lo visto xD.
La gente, señor Wigan, piensa que el coleccionismo de libros es un pasatiempo agradable e inofensivo propio de viejos seniles. Y puede serlo, pero no siempre. También puede ser despiadado.
¿Cómo plantea Farmer la novela? Pues en realidad en el primer tercio de páginas ya tenemos un sospechoso detenido, juzgado y condenado a morir en la horca, y no consideréis esto spoiler, es que la investigación empieza realmente a partir de ahí. El sargento Wigan no está nada conforme, tiene conciencia, cree que quien espera en el corredor de la muerte es inocente y no se olvida de él ni un solo momento. No deja de decir que tiene dudas, de expresar sus temores, pero el trabajo de un policía no es cuestionar, sino presentar pruebas, y de eso tiene más bien poco, así que no solo nadie le hace caso, sino que se le recomienda encarecidamente desde las alturas policiales que lo deje estar. Solo insistiendo mucho le permiten hacer las averiguaciones que considere necesarias en su tiempo libre y fuera del horario de trabajo, y ahí es donde realmente empiezan las pesquisas en serio y contrarreloj. Por cierto, que el sospechoso es de esos histéricos y antipáticos que al lector, honestamente, ni le van ni le vienen. Tiene una personalidad muy difícil de defender, se lo comen los nervios, es un desagradecido, vuelve loco a todo el mundo con sus gritos y sus rabietas... pero eso es lo de menos: aquí lo importante es librar a un posible inocente de la horca, te caiga bien o te caiga mal.
Como os decía arriba, la ambientación de la historia, para los amantes de los libros, es un caramelo, no me digáis que no. El propio autor dice en una nota inicial que las librerías y los personajes son ficticios, pero que el escenario de la novela es el mundo londinense del comercio de libros usados (miedito da). Y claro, teniendo en cuenta que este libro se publicó en 1956, todo lo que se nombra son autores y novelas clásicos: el poeta John Keats (cuyo raro ejemplar es el pistoletazo de salida para todo), Dickens, Trollope, Maugham, El progreso del peregrino (de John Bunyan, publicado en 1678)... incluso se habla de la primera edición en tres tomos de La tumba de Tutankamón, de mi adorado Howard Carter. Autores como Kipling o H.G. Wells se cotizan a la baja en este mundo, pero Chesterton y Marie Belloc Lowndes valen la pena. Y si un autor se valora muchísimo en estas páginas es G. A. Henty, novelista y corresponsal de guerra por el que se pagan auténticas sumas de dinero y que, a día de hoy, yo diría que ni siquiera está traducido al castellano (o no al menos en las últimas décadas). También aparecen clásicos del siglo XVI sobre fantasmas, como el Of Ghosts and Spirits Walking at Night (de Lewes Lavater, publicado en 1572) o pioneros en el mundo del oscurantismo, como el ejemplar de Demonología del rey Jacobo I (muy aficionado a estos temas).
Por lo que estaréis viendo a tenor de los últimos ejemplares que os comento, la trama se adentra en otro tipo de cosas, y ahí es donde la historia me perdió bastante. Desde el principio se dice que el corredor de libros fallecido era muy MUY aficionado a los libros sobre ocultismo, satanismo, misas negras, etc... y lo que puede ser una afición más o menos sana (cada cual con sus gustos, ¿no?), torna en algo bastante ridículo en cierto momento de la historia y no es que no te lo creas porque te parezca una tontería (que lo es), es que un policía jamás haría lo que hace Wigan aquí ni presentaría lo que presenta ante sus superiores. No voy a entrar mucho en esto, pero vaya, que si toda la novela estuviese escrita de cierta manera, con cierto tono, buscando determinadas cosas, y esto estuviera integrado en esa particular forma de afrontar la historia, pues vale. Pero no, este es un misterio clásico detectivesco de toda la vida con un pegote absurdo del tamaño de un camión. Aparte hay algún personaje secundario que también roza el histrionismo. No sé, es que estás leyendo algo muy estándar para la época y de repente te encuentras con algunas excentricidades de un autor con ganas de gamberrear un poco... y yo apoyo al cien por cien tanto las ganas de gamberrear como las excentricidades, pero si encajan bien con todo lo demás. No es el caso (para mí, claro). A todo esto se añade que Wigan es muy buena persona, pero como investigador, objetivamente hablando, no es que sea la gran cosa…. Todas las papeletas las resuelven los demás.
Así que el veredicto es que resulta muy entretenida, la ambientación en el coleccionismo de libros de segunda mano de mediados del siglo XX es muy muy interesante, pero a partir de la mitad del libro se vuelve en ocasiones un poco tontorrona y absurda. ¿Recomendable? Pues no os vais a arrepentir de leerla, pero tampoco la vais a cerrar entusiasmados de la vida. Yo creo que Farmer se lo pasó muy bien escribiendo y metió en ella lo que le apeteció y le hizo gracia, sin más, a modo de travesura literaria. El resultado queda a gusto del consumidor. A mí me ha estropeado un poco la lectura, pero supongo que habrá lectores que lo asuman sin más y lo disfruten sin tanta ceremonia. El primer tercio sí lo he leído del tirón, me ha gustado mucho y la parte concerniente al juicio es muy ilustrativa (ejemplifica muy bien como funciona el sistema judicial británico). No os he hablado de ninguno de los personajes secundarios porque creo que debéis conocerlos durante la lectura, pero son unos cuantos corredores, libreros y millonarios varios, cada uno de su padre y de su madre y representando tanto lo mejor como lo peor del mundillo. Unos ayudan, otros mienten y otros tienen su propia agenda... lo habitual en estos casos.
De los libros publicados hasta ahora en esta colección, que en mi cabeza están divididos de manera muy clara en dos grupos, Muerte de un librero estaría en el grupo de los "entretenidos pero con unas cuantas pegas que lastran". El otro grupo, por si a alguien le interesa, lo denomino "entretenidos con algunas pegas que no me estropean para nada la lectura" xD.
º
Bernard J. Farmer (1903-1964) fue un escritor británico.
Autor de novelas de misterio, Farmer une en sus obras la pasión por el
género policiaco y el amor hacia los libros raros. Muerte de un librero combina extraordinariamente sus dos grandes aficiones en una historia fascinante y repleta de golpes de escena.