Título original: Murder in the maze
Autor: J. J. Connington
Editorial: Siruela
Traducción: Esther Cruz
Páginas: 272
Fecha publicación original: 1927
Fecha esta edición: marzo 2018
Encuadernación: cartoné
Precio: 22,95 euros Ilustración de cubierta: Die Kleinert
La finca de Whistlefield es famosa no solo por su belleza, sino también
por el laberinto vegetal que diseñaron sus primeros propietarios. El
recorrido, delimitado por altos setos que se entrecruzan en caminos sin
salida o que regresan al punto de partida, conduce a dos centros
distintos en los que un cómodo banco recompensa a quienes logran
alcanzar la meta. Y es allí donde se producen dos asesinatos. Dado que todos los
miembros de la familia, los únicos capaces de orientarse en el
laberinto, parecen tener una sólida coartada, serán necesarias una
mirada aguda y una inquebrantable profesionalidad para averiguar quién
ha cometido el extraño doble crimen. Cualidades que, inteligentemente
disimuladas bajo una apariencia anodina, el jefe de policía Sir Clinton
Driffield posee en extraordinaria medida.
Ya os comenté en mi última reseña de esta colección de policíacos clásicos de Siruela, Una dirección equivocada, que aunque empecé muy ilusionada con ellos, ahora cojo estos títulos con el freno un poco echado porque me he llevado algún que otro chasco (los compro y los leo igual porque soy una adicta a los detectives clásicos, pero con una pizca de prudencia). Con Una dirección equivocada terminé encantada y, afortunadamente, lo mismo me ha pasado con Asesinato en el laberinto. Qué japi de la vida soy...
Estamos en Whistlefield, casa de campo propiedad de Roger Shandon donde, junto a él, vive buena parte de su familia, que incluye a su hermano pequeño, Ernest, y a sus dos sobrinos, Sylvia y Arthur Hawkhurst, que viven con Roger desde que quedaron huérfanos. Además, durante el fin de semana en que ocurren los hechos, también se encuentran en la casa Neville Shandon, hermano gemelo de Roger y abogado de prestigio, y dos invitados de Sylvia, Howard Torrance y Vera Forrest. Cierra el círculo que formará parte de los futuros sospechosos el secretario de Roger, Ivor Stenness, personaje que parece hecho de piedra y que nada más conocerlo, sabemos que oculta algo.
Así las cosas, en el laberinto de la propiedad (que tiene la peculiaridad de tener dos centros) se producen dos asesinatos entre todos los personajes que os nombro arriba (incomprensiblemente en la sinopsis se dice quiénes son los asesinados sin pudor alguno... lo he editado en la sinopsis y aquí callo su identidad como una bellaca, como debe ser). El caso es que, salvo que alguien haya llegado desde el río que pasa junto al laberinto, parece bastante claro que el culpable es uno de los demás ocupantes de la casa, y para hacerse cargo del caso llega a Whistlefield sir Clinton Driffield, inspector de policía con aspecto vulgar, rostro aburrido impostado, presencia anodina... y, detrás de todo ese disfraz, un hombre agudo, perseverante, disciplinado, concienzudo... y más listo que el hambre.
En Asesinato en el laberinto estamos de nuevo ante una novela policíaca típica de la Golden Age, y eso quiere decir que a quienes les guste el género lo disfrutará muchísimo. Presenta un tipo de trama que popularizó Agatha Christie, pero que ni mucho menos inventó ella: la del asesinato en la mansión o alrededores que reduce la identidad de los sospechosos a sus habitantes, sobre todo en este caso por la peculiaridad del sitio donde se ha cometido. Y es que el lugar del asesinato, el laberinto, es una estructura que da muchísimo juego y el escenario perfecto para intentar perpetrar un crimen. No sé si alguna vez habéis estado en uno de estos enormes laberintos ingleses, pero yo me he sentido muy identificada en alguna escena dando vueltas como pollo sin cabeza xD. Y la ambientación en sí es esencialmente british por cada uno de sus poros, con ese aire de divertida ligereza en algunas escenas, esa ironía que se escapa de la impronta de algunos personajes, sus excentricidades, la mansión en la campiña...
La investigación fluye de un modo que representa a la perfección el carácter del sir Clinton, el inspector que se hace cargo del caso. En un momento dado dice que el papel de la policía es más complicado de lo que parece, porque llega al escenario de un crimen sin conocer de absolutamente nada a los sospechosos, y tiene que empezar a modo de tabula rasa sin ideas preconcebidas, desgranando y perfilando poco a poco el carácter de cada uno de ellos. Los sospechosos se conocen entre sí y saben de qué pie cojea cada uno, dando lugar a los prejuicios o a dejar que influyan resentimientos previos y acusaciones interesadas; la policía no tiene ese conocimiento previo y eso hace que no estén influidos en la percepción de las motivaciones de cada uno. Más trabajo, pero exento de suspicacias. Y como todos tienen coartada, a eso se dedica Clinton: a observarlos, a ponerles trampas y averiguar de qué pie cojea cada uno.
De hecho, si con alguien he disfrutado ha sido con Clinton en sí mismo. Cuando se mete de lleno en la investigación lo hace porque está pasando unos días en casa de un buen amigo suyo, Wendover, vecino de los Shandon, y los diálogos entre estos dos personajes a mí me han hecho sonreír un montón de veces. Clinton es muy buena gente, se preocupa mucho por todo el mundo, pero al tiempo es muy, muy irónico, a ratos sarcástico, y no se corta un pelo cuando tiene que sacarle punta (se ríe un poco de él, vamos, pero con encanto) a los inocentes intentos de Wendover de ayudar en el caso... Wendover, siempre varios pasos por detrás en agudeza, quiere hacer de doctor Watson para Clinton, pero no está a la altura, y hasta le molesta que el policía no encuentre algo tipo "una colilla en el lugar equivocado" que resuelva todo el misterio en un periquete, al estilo Sherlock Holmes. Se nota mucho que Connington, el autor, lanza pullitas al personaje de Conan Doyle sobre lo fácil que le resultaba a su detective encontrar pistas imposibles por donde quiera que iba... en una investigación real las cosas son bastante más complicadas.
La narración hace que las sospechas vayan fluctuando de un personaje a otro, y se intuya o no se intuya quién es el asesino, el autor no lo pone fácil para que averigües cómo lo hizo. Y cuando se llega a la escena final, está planteada de tal manera que yo particularmente, por la originalidad y por la ambición que demuestra el autor (recordemos que la novela es de 1927, no estaba todo visto como ahora), no había leído nunca en un libro de este tipo. Muy entretenida, recomendable, con toques divertidos y un detective carismático e ingenioso que protagonizó nada menos que 17 libros. Cruzo los dedos para que el próximo clásico de Siruela que lea no estropee la racha.
En Asesinato en el laberinto estamos de nuevo ante una novela policíaca típica de la Golden Age, y eso quiere decir que a quienes les guste el género lo disfrutará muchísimo. Presenta un tipo de trama que popularizó Agatha Christie, pero que ni mucho menos inventó ella: la del asesinato en la mansión o alrededores que reduce la identidad de los sospechosos a sus habitantes, sobre todo en este caso por la peculiaridad del sitio donde se ha cometido. Y es que el lugar del asesinato, el laberinto, es una estructura que da muchísimo juego y el escenario perfecto para intentar perpetrar un crimen. No sé si alguna vez habéis estado en uno de estos enormes laberintos ingleses, pero yo me he sentido muy identificada en alguna escena dando vueltas como pollo sin cabeza xD. Y la ambientación en sí es esencialmente british por cada uno de sus poros, con ese aire de divertida ligereza en algunas escenas, esa ironía que se escapa de la impronta de algunos personajes, sus excentricidades, la mansión en la campiña...
La investigación fluye de un modo que representa a la perfección el carácter del sir Clinton, el inspector que se hace cargo del caso. En un momento dado dice que el papel de la policía es más complicado de lo que parece, porque llega al escenario de un crimen sin conocer de absolutamente nada a los sospechosos, y tiene que empezar a modo de tabula rasa sin ideas preconcebidas, desgranando y perfilando poco a poco el carácter de cada uno de ellos. Los sospechosos se conocen entre sí y saben de qué pie cojea cada uno, dando lugar a los prejuicios o a dejar que influyan resentimientos previos y acusaciones interesadas; la policía no tiene ese conocimiento previo y eso hace que no estén influidos en la percepción de las motivaciones de cada uno. Más trabajo, pero exento de suspicacias. Y como todos tienen coartada, a eso se dedica Clinton: a observarlos, a ponerles trampas y averiguar de qué pie cojea cada uno.
La narración hace que las sospechas vayan fluctuando de un personaje a otro, y se intuya o no se intuya quién es el asesino, el autor no lo pone fácil para que averigües cómo lo hizo. Y cuando se llega a la escena final, está planteada de tal manera que yo particularmente, por la originalidad y por la ambición que demuestra el autor (recordemos que la novela es de 1927, no estaba todo visto como ahora), no había leído nunca en un libro de este tipo. Muy entretenida, recomendable, con toques divertidos y un detective carismático e ingenioso que protagonizó nada menos que 17 libros. Cruzo los dedos para que el próximo clásico de Siruela que lea no estropee la racha.
Solo ha habido una cosa, una infinitesimal cosa, que mi lado tiquis, ese que lleva el GPS incorporado en busca de cualquier mínima discordancia, no ha podido dejar de detectar, pero es tan mínimo que me ha dado un poco igual. O me ha dado igual porque el resto del libro es muy bueno, está muy bien narrado y me ha gustado mucho, que para el caso es lo mismo. Pero sí que es cierto que hay una cosa (una de las muchas cosas que se explican, no me refiero al conjunto) en la explicación final del caso que creo que es un poco contradictoria o que no está del todo bien razonada (no me ha cuadrado mucho, vaya, y lo he leído tres veces por si era yo la que no se enteraba). Pero de verdad, no le deis a esto más importancia de la que tiene a la hora de leer el libro, porque en conjunto merece mucho la pena.
J. J. Connington (Glasgow, 1880-1947), seudónimo de Alfred Walter Stewart, dedicó su vida, como investigador y docente, al estudio de la Química en distintas universidades. Sus novelas fueron admiradas por algunos de sus más ilustres contemporáneos, como Dorothy L. Sayers o John Dickson Carr.
Me gustan las novelas de la Golden Age, así que visto que te ha gustado, me lo llevo bien apuntado.
ResponderEliminarBesos
Uy, ese final que no te ha acabado de cuadrar me frena, pero como es una novela cortita...me la apunto para este veranito. Besos
ResponderEliminarTenéis mucha razón. Hay algunos libros de la colección de novela policíaca de Siruela que dejan bastante que desear. De todas formas, a lo mejor con este me reconcilio.
ResponderEliminarUn beso chicas.
Vale, otro más. Aunque igual me escudo en lo del final para no buscarlo pero me conozco y como me tope con él...
ResponderEliminarBesos
Me encantan este tipo de novelas, y con eso del final has despertado totalmente mi curiosidad. ¡Apuntado queda!
ResponderEliminar¡Besos!
Tengo predilección por este tipo de novelas, así que voy a tomar nota para un futuro tenerla presente. Besos
ResponderEliminarNunca he estado en uno de esos laberintos, creo que me harían gracia hasta que llegara el momento pollo sin cabeza y me arrepintiera de haber entrado, pero tiene que tener su encanto. Yo con este género voy regular, a veces me entretiene y sorprende y otras me aburro, de hecho uno que leí de esta colección fue del segundo grupo. Me gusta que le tire puyitas a Doyle, jeje. Si me lo encuentro...
ResponderEliminarBesos
Pues si este es de los títulos de la colección que sí merece la pena, yo me lo llevo sin dudarlo. Tiene buena pinta a pesar de ese fallo final.
ResponderEliminarBesitos
Hola guapa! pues este libro lo leí hace bastante, me lo prestó una amiga hace ya muchos años (no voy a decir cuántos porque sino se vería mi edad) 😋 y no lo recuerdo muy nítidamente pero a mí lo del final que tú dices no es algo que me llamara la atención porque no es lo que más recuerdo del libro, tendría que releerlo de nuevo 😉
ResponderEliminarBesitos 💋💋💋
Hola guapa, esta vez no nos has dicho que no has descubierto al asesin@ así que me planteo que sí que lo descubriste, jeje...
ResponderEliminarA mí lo del final no me echa para atrás, al contrario me pica la curiosidad comprobar si soy tan tiquismiquis como tú, que lo soy pero no sé si estaré a tu altura, jeje, o si no me llama la atención... Otro más para la Feria del Libro.
Un besazo
Pues iba muy pero que muy bien, pero lo del final me ha dejado ahora con la duda. Pero mira, si se cruza, sí se va a venir conmigo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Anotado, anotado: "Una dirección equivocada" y "Asesinato en el laberinto" son BIEN. Es que ya sabes que me pasó como a ti con esta colección, pero me falta tu constancia para seguir después del par de decepciones.
ResponderEliminarMe encanta lo que cuentas de los diálogos entre Clinton y Wendover, la ironía british de Clinton y las puyitas a Conan Doyle (¡qué genial!). Te prometo que mientras te leía estaba pensando "qué mareo lo del laberinto, con lo mal que me oriento..." y he leído eso de pollo sin cabeza y me ha dado la risa. Anda que íbamos a salir del laberinto tú y yo!!! Jajajajaja, ahí nos quedábamos, con los asesinados, hasta que un alma caritativa nos acompañase de vuelta a la salida.
En fin, que me lo llevo. Besotes.
Supuestamente hay una teoría que dice que si pones la mano en uno de los lados del laberinto y no la despegas de ahí y lo sigues recorriendo hasta el final llegas a la salida. Pero claro, yo nunca la he puesto en práctica, jeje... Aunque ya sabéis si os encontráis en un laberinto ante la tesitura... mano en la pared!!
EliminarMe lo llevo!.No digo más y me apunto el de Una dirección equivocada, que no me suena. Que peligro sois para mi. Chicas!. Besinos.
ResponderEliminarhola! laberintos ingleses, con esas dos palabras magicas ya nos tienes irremediablemente enganchadas, que fantastica esa editorial,nos gusta y tu excelente entrada lo hace mas indispensable! abrazosbuhos
ResponderEliminarHola! No conocíamos para nada este libro y nos has dejado con ganas de conocerlo. Lo tendremos en cuenta.
ResponderEliminarUn beso
Le tenía yo echado el ojo a este título y acabas de darme el empujón definitivo :-)
ResponderEliminarAbrazotes.
Hola MH,
ResponderEliminarYo también soy muy fan de esta editorial y de esta línea en particular... No, si buena pinta, tiene, pero por lo que dices parece que hay un error en el final, que por muy pequeño que sea, si se trata del final pues... habrá que tenerlo en cuenta, no?? jajajajja!!! Que conste que lo has intentado justificar, pero tenías que decirlo, claro... ;)
Aún así, con error y todo, es muy apetecible!!! ;)
Me gustan mucho las historias de detectives clásicos también y esta si que me la apunto que lo del final si no condiciona el resto de la novela,...no me importa
ResponderEliminarUn beso!
No me he acercado a esta colección de Siruela, y ¿sabes qué es lo que me frena ahora? Que por ejemplo, nunca he leído a Agatha Christie. Intenté el otro día "Asesinato en el Orient Express" y dije, puff, paso. ¿Es así, de ese rollo?
ResponderEliminarBesos.
Este es de los buenos de la colección, ¿no? De los que no solo adornan el estante. Esa peguita a mí seguro que me pasa desapercibida 😉.
ResponderEliminarBesos
¡Ay, Siruela! Siempre con buenos títulos que hacen que se vacíe mi monedero. Y este tiene toda la pinta de que va por el mismo camino, a pesar de ese final que no te ha gustado tanto. En fin, habrá que comprobarlo por uno mismo. Gracias por la recomendación.
ResponderEliminar¿Un laberinto? Me encantaaaa. Vale, sobre el libro. Pues no ho sé, por una parte el caso no me parece nada nuevo, pero por otro me gusta eso de las pullas contra Doyle...Lo pensaré ;)
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